𝐒𝐡𝐢𝐛𝐚𝐫𝐢.
Gon estaba fuera de todo pronóstico en las mismas páginas que solía curiosear su pareja. Y es que a pesar de lo lógico que era, a veces pecaba de descuidado. Entonces esa oportunidad la aprovechó para quedarse un rato en la computadora donde parecía una enorme biblioteca con miles de opciones.
Pero el azabache resultaba ser una persona muy simple y básica, le dio clic a una palabra que le pareció curiosa. A primera estancia se podía confundir con comida.
Nada que ver. Se trataba de una práctica de atar cuerdas pero con un propósito bastante interesante.
Después de casi calentarse la cabeza intentado entender los tutoriales que señalaban en internet. Empezó todo.
Amarró cualquier tipo de cosas, almohadas, objetos. Resultaron como sus conejillos de india hasta que dentro de poco tiempo se volvió todo un profesional. Aunque eso fue un logro que tardó días donde continuaba a solas.
Claro que Killua se percató de las raras costumbres que estaba haciendo. Vivían juntos y cualquier cosa fuera de lo común no escapaba de sus manos, pero dejó de insistir cuando Gon le respondía inocentemente que lo sabría dentro de poco.
Se cumplió un día de la semana donde de repente tomó al albino de la mano guiándolo en el mismo lugar donde intimaron la última vez, la sala. Ahí lo sentó en una de las sillas individuales tapando sus ojos con un pedazo de tela indicándole que se quedara así.
—¿Qué vas a hacer? —pronto una cuerda rojo apareció en su campo visual pero por obvias razones únicamente Gon lo estaba viendo.
—Aprendí algo nuevo.
Le indicó que se levantara y colocara los brazos contra su espalda. Empezó a sentir como era sujetado con nudos firmes dignos de Gon por todo su cuerpo en manera de zigzag, hasta llegar a su entrepierna donde le causó mayor impaciencia por la cercanía y por lo apretado que estaban las ataduras contra su cuerpo. Volvió a sentarse cuando estaba terminando empezando a entender a donde se dirigía el asunto.
Pensaba que le quitaría la venda pero al notar como se colocaba encima de él le erizó la piel.
—¿Gon?
El silencio lo estaba asfixiando, el aliento agitado del moreno chocaba con su rostro.
—De-deja que yo me encargue de todo.
Las mejillas pálidas estallaron en rojo al escucharlo hablar así. Gruñó al querer sujetarlo y hacerle tantas cosas, pero Gon lo sujetó de las mejillas para besarlo con anhelo mientras se restregaba contra su cuerpo.
El calor era demasiado, dejó marcar en el cuello y las partes que lograba alcanzar donde no estorbaba su propio trabajo. El bulto debajo suyo rogaba ser atendido, así que se levantó un poco para bajar el pantalón y el bóxer dejando que el pene saltara ansioso.
Permitió que rozara levemente con su piel. Para así prepararse por su cuenta, quitando sus prendas inferiores para introducir dos dedos en su agujerito. A veces el glande rozaba con el abdomen contrario logrando escalofríos placenteros.
Parecían minutos eternos donde Killua se desesperaba al saber lo que estaba pasando al frente suyo, hasta que sintió como el interior de Gon empezaba a arropar su pene sin poder disimular un gemido prolongado.
El moreno mordió su labio mientras bajaba dando un sollozo cuando sentía que rozaba su zona sensible. Buscó apoyo de sus hombros observando el rostro sudoroso de su pareja.
—Se-se siente increíble, Gon.
Era demasiado genial tener el control y lograr que le dijera eso. Más confiado terminó de acomodarse para comenzar las embestidas de manera lenta, ambos estaban muy excitados y se notaba por las respiraciones entrecortadas y el sonido que provocaba sus cuerpos al juntarse aumentaba el deseo.
Parte del vientre de Killua estaba manchado de líquido preseminal por los roces del miembro de Gon cuando se movía.
—¡Ah! ¡Killua! —una ráfaga de sensaciones lo invadieron, apenas llevaban unos minutos pero el cosquilleo estaba presentándose muy rápido.
—Vamos, cariño. Quiero que te corras dándote placer con mi pene.
Sollozó al escucharlo para esconder su rostro en su cuello seguido de un gemido alto cuando la excitación fue demasiada. Continuó moviéndose de manera irregular hasta que sintió su interior lleno haciendo que pudiera descansar.
Le quitó lentamente después de unos minutos viendo esos ojos gatunos mirarle aún agitado.
—Te amo. —le dio un beso corto mientras apartaba los cabellos blancos de su frente.
—Yo también. —suspiró por las acaricias. —Dime que sabes cómo quitarme esto. —aún estaba ansioso de tocar a su pareja.
—Moo ~ Déjame disfrutarlo un rato más, me costó aprenderlo.
Como siempre, no podía decirle que no.
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