𝐉𝐮𝐠𝐮𝐞𝐭𝐞𝐬.

El grupo dinamita de Leorio, Gon y Killua se volvieron a reunir en la subasta anual de la cuidad como hace bastante años atrás.

La joven pareja parecía estar en bastantes desacuerdos al momento de querer comprar cosas para su hogar.

—Es mucho dinero, podemos usarlo en conseguir otra decoración. —negó el moreno.

—¡Pero es un gatito en un reloj!

Prácticamente fue arrastrado lejos del lugar donde el señor que atendía se despidió.

Estaban buscando al mayor del grupo desde hace minutos ya que lo perdieron de vista entre la multitud, cosa que parecía imposible por lo alto que era. Pero la discusión para llevar o no el condenado adorno los distrajo demasiado.

Killua seguía de mal humor al no conseguir lo que quería. Seguía siendo un niño malcriado en su interior de vez en cuando.

Pero pronto se detuvo de imprevisto y una sonrisa gatuna surcó su rostro.

—Los alcanzó luego.

Antes de que su pareja reclamara este se esfumó haciendo que inflara sus mejillas.

Gon continuó con su búsqueda. Ser de menos estatura que el albino le impedía ver más arriba de lo que quería, sobre todo cuando se detenía en una multitud de personas.

Pero pocos minutos reconoció una voz y el olor de esa colonia extraña que le hizo fruncir la nariz.

—Sí, sin duda es Leorio. —se aproximó viendo como tenía una acalorada disputa con un señor para comprar una pieza que parecía ser valiosa.

Mientras el moreno intentaba calmar a su amigo, Killua salía de donde estaba guardando lo adquirido en el bolso que por suerte traía. 

Encontrar a los dos chicos fue tarea fácil. Estaban con un gesto de derrota cerca de una fuente.

—¿Qué les pasa, caras largas? 

—Leorio logró comprar una figura antigua pero no tenía nada adentro de valor. —dijo Gon bajando la cabeza.

—Esos eran mis ahorros.

—Te pasa por confiado, viejo.

—¡No necesito tus sermones ahora! 

La potente discusión estaba a nada de surgir sino fuera porque Gon desvió el tema de conversación.

—Por cierto, ¿qué estabas haciendo?

—Tenemos cosas que hacer. —respondió tomando a su novio de la mano haciendo que se levantara.

—¿Ya se van? Bueno, también tengo que irme. Fue agradable verlos.

Tomaron caminos diferentes pero apenas estuvieron a una distancia considerable Gon fue cargado y en menos de un segundo estaban adentro de su edificio. Apenas los residentes se percataron de una breve brisa para voltearse asustados pensando que se trataba de un fantasma.

—¿Ki-killua...? —su cuerpo rebotó en el colchón mirando al albino confundido.

—Hoy haremos algo diferente. —sentenció dejando guindado el bolso en el cabezal de la cama. Solamente lo abrió para sacar una pequeña caja.

Los vellos de Gon se erizaron. Cuando pasaba eso solía entrar en un estado de expectativa enorme. 

La impaciencia que normalmente lo caracterizaba empeoraba y solo era un manojo de nervios.

—¿Qué es eso? —el sonido del cartón siendo abierto con facilidad debido a las uñas repentinamente largas de Killua en el borde teniendo cuidado hicieron que enganchara su sonrisa traviesa.

—Veremos.

Buscó el lubricante que siempre estaba ubicado en un lugar de fácil acceso dejándolo en la cama. Pronto se acercó para besar al azabache que lo miraba con deseo.

Gon se aferró a su cuello como era costumbre, le gustaba tenerlo así y sentir su respiración contra la suya. La saliva se mezcló mientras dejaba salir breves suspiros al sentir el aire en su piel desnuda.

Pronto unos dedos bajaron de su vientre a su miembro para masturbarlo un poco, haciendo que se separará para dejar salir un gemido que opacó a los anteriores.

Killua aprovechó de ese líquido que empezó a manchar su mano junto al lubricante para seguir tocando al agujerito que se contraría ansioso. 

Se adentró con facilidad sintiendo el pálido como el interior lo apretada haciendo que gruñera. Siguió hasta los nudillos hasta que los gemidos de placer indicaron que podía seguir.

Fue que estuvo seguro que los retiró con lentitud haciendo que el moreno con los ojos llorosos se extrañara.

Una forma de varios círculos detrás de sí hizo que arrugara la frente.

Antes de poder hablar lo acercó a su entrada para ir adentrando uno. Resultó demasiado extraño tener aquello en su interior.

—Voy a meter otro.

—¡Es-espera! —le sujetó de la muñeca.

—¿Qué sucede?

El albino fingía demencia. Era consciente de que Gon estaba cerca de llegar al orgasmo si seguía así.

—Es-es que...

Su rostro que demostraba desesperación solo alimentaba las ganas de continuar. Volvió a tomar el pene para acariciarlo buscando distraerlo.

Ahora estaba dentro un poco menos de la mitad del juguete. Iba a suceder la mejor parte.

Jaló hacia afuera con la fuerza suficiente para que saliera una de las esferas. El moreno abrió desmesuradamente los ojos para retorcerse al ser masturbado ahora en un ritmo constante.

Tuvo que sostenerse de los fuertes brazos para soportar las sensaciones hasta que solo faltó un poquito para terminar de retirarlo de su interior y fue suficiente para que se corriera.

Sin querer clavó las uñas en la piel pálida cuando la sensación se presentó hasta dejarlo débil.

Killua besó su frente como si se tratara de una recompensa por su esfuerzo.

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