𝐀𝐛𝐫𝐚𝐳𝐨𝐬 𝐝𝐮𝐥𝐜𝐞𝐬.
Aunque la joven pareja no lo dijera, le encantaban los abrazos. Pero sobre todo cuando eran después de haber intimado.
Esos minutos donde no tenían que hablar y solo se veían admirándose en silencio resultaba perfecto. Los brazos de Killua siempre lo atraían hacia su cuerpo con cuidado mientras acariciaba su cintura constantemente.
Escuchar también la respiración tranquila del otro resultaba una clase de canción para dormir. Cuando menos se daban cuenta estaban rendidos y despertaban horas después.
—¿Gon...? —el albino iba a levantarse pero los brazos contrarios no lo soltaron.
—Quédate conmigo.
El pedido era tentador, pero por la hora pensaba que debían apurarse para comer algo. Sería pronto mediodía.
Pero siempre, siempre... Aunque no quisiera en ocasiones, terminaba cediendo ante lo que su pareja le solicitaba así que volvió a poner la sábana encima de su cuerpo.
Al hacer esto Gon montó una de sus piernas encima de la cintura del albino.
Y es que mantenerse así mientras lo abrazaba era como tocar el cielo.
—Tenemos que comer algo pronto. —Killua cerraba los ojos al sentir como los dedos del moreno tocaban su cabello para ponerlo hacia atrás.
La voz adormilada le ocasionó gracia.
—Tú eres el que se va a quedar dormido de nuevo.
El momento agradable duró un rato más hasta que el gruñido producido del estómago de Gon los interrumpió. La mirada rasgada se enfocó en él.
—¿Decías?
A pesar de que estaban desarreglados y con gestos cansados fueron a la cocina. El moreno seguía abrazando a su pareja por la espalda cuando tenía la oportunidad. Todavía seguía en los brazos de Morfeo, anhelaba volver a la habitación solo para sentir el calor contrario y esa tranquilidad profunda.
—Tonto, si sigues será muy difícil desayunar antes de que sea más tarde.
—Pero Killua...
No era necesario verlo para saber que estaba haciendo su puchero de niño pequeño.
Seguían semi desnudos, teniendo Gon una camisa de su pareja que le quedaba a la altura de los muslos y Killua solo usaba un bóxer.
Pero en la piel de un color caramelo se notaba de lejos las marcas que tenía cuando se movía dejando expuesta partes de sus hombros y cuello. También se notaba marcas de dientes pero muy leves.
Tras juegos tontos entre ambos como hacerse cosquillas o hasta alguna nalgada de por medio, se sentaron a disfrutar del desayuno.
Se quedarían en casa ya que no tenían nada que hacer hasta que le encomendaran alguna nueva misión. El olor a café con miel era delicioso.
Mientras disfrutaba del sabor, el moreno vio a su pareja comiendo bastante hambriento. También notó las marcas que él mismo había hecho en los brazos y hasta en gran parte del pecho.
Dejó que su peso cayera un poco en la silla por la vergüenza que le ocasionó.
—¿Pasa algo? —Killua dijo después de tragar. Sabía que no le gustaba que hablara con la boca llena.
—No, nada. —negó con la cabeza.
Por dentro estaba agradeciendo de tener un novio tan lindo y atento. Le alcanzaría para decir más virtudes pero eran demasiadas, así que solo hizo una sonrisa de tonto enamorado detrás de la taza que tenía en sus manos.
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