Capitulo 3


Chile abría sus ojos con pereza, no sabía si era temprano o tarde ya que ninguno de sus hijos había ido a tirarse sobre el para dar los buenos días y exigir el desayuno, los rayos del sol se asomaban por la ventana, indicaban que el día iniciaba -Buenos días am-... ¡¿Kaiser?!- al extender su mano y no encontrar a su esposo al lado suyo lo alarmo, de un movimiento se sentó ignorando el dolor en su cuerpo, movía sus manos por las sábanas en busca de un rastro de él.

Asustado se levantó, busco con desesperación su pijama, se vistió y sujetándose de los muros fue en busca de su amado -por favor que aun este- fruncia el ceño por el dolor que le provocaba caminar, busco por las habitaciones y no había rastros de nadie de su familia.

Con cuidado bajo las escaleras estando al borde de las lágrimas, esa no podía ser su despedida, quería pasar mas tiempo con él, con sus hijos, siendo una familia.

-¡Yo quiero más!-

-Ya comiste 3 eres una glotona! ¡Y hay que dejarle a mama! -

El chileno se detuvo un segundo al escuchar aquella discusiones -niños ya no discutan y no le digas así a tu hermana-

Tenía los ojos abiertos como plato, ahí en el comedor estaban desayunando, Weimar noto la presencia del chileno -Buenos días, Chile... mm pensé que te vendrías arrastrando jajaja-

-¡Weimar! Lo siento estrella este muchacho olvida sus modales de vez en cuando ¿te unes al desayuno? -

El chileno no respondía, trago saliva, se mordía el labio inferior aguantando las lágrimas, cerro los ojos con fuerzas y finalmente asintió soltando un suspiro -claro que desayunare mis amores- iba a caminar a su asiento. Imperio le entrego a Weimar uno de los menores para ir auxiliar al chileno -déjame ayudarte- sin esperar respuesta, Imperio tomo entre sus brazos al chileno, lo dejo sentado donde él estaba -¿pan mermelada?-

-Gracias weim- todos estaban felices de tener de regreso al alemán mayor, pedían jugar con el o que les leyera algo luego del desayuno, de vez en cuando Chile debía llamar la atención de los menores cuando notaba una expresión de dolor en el -Kaiser, deberías ir a descansar-

-Claro que no cariño, estoy más que perfecto jaja- observo de reojo al chileno que parecía preocupado -¿vati está enfermo? -

-No cielo, vati está bien- Weimar veía todo aquello, un enojo comenzó a inundarle el interior, dejo caer con fuerza su tazón y sin decir palabra alguna se marchó en dirección a su habitación.

-Weim espe-...-

-Déjalo Chile, luego hablare con el- una leve sonrisa se poso en sus labios continuando, atendiendo a los otros menores de la casa.

-Bien ¿necesitas ayuda para alistarte? – tras haber terminado el desayuno se había marchado con chile en sus brazos de regreso a la habitación, recibiendo algunas caricias de parte del latino como recompensa.

-Kaiser estoy bien, ve hablar con tu hijo- Imperio asintió marchándose hacia el dormitorio de su hijo del cual se negaba a salir de ahí y espantaba a todo aquel que quisiera entrar, sin excepciones. Imperio Golpeo de manera suave la puerta, tomo el pomo de está abriendo permitiendo asomar su cabeza -¿puedo pasar?-

-No, vete- pero imperio se negó hacerlo, por lo que de todas formas entro cerrando la puerta tras de el -¿porque estas molesto ahora hijo?-

El aire era denso en esa habitación, la tensión entre ellos era más que notable, aquellos segundos de silencio parecían eternos -¿Por qué te rendiste?- Imperio sin comprender del todo la pregunta se acerco hasta su hijo que se encontraba a un lado de la ventana frente a un caballete -¿rendirme?-

-Ja... dejaste de luchar y viniste aquí... huiste como un cobarde- se gano a un lado de el observado como el menor daba fuertes pinceladas contra la tela, no miraba que creaba, Weimar se los tenia prohibido hasta que el terminara y lo respetaban -puede que lo veas así, pero yo no-

-¿Entonces?-

-No sé si lo sabes, pero yo...-

-Estas muriendo lo se... cada vez es peor la sensación al igual que las voces... y te escuché hablar con Chile- no le dirigía la mirada, estaba mas concentrado en pintar, en calmar aquel enojo que brotaba desde su interior, en las ganas de querer destruir el lienzo frente de el -entonces sabes que decidí venir a pasar el tiempo con mi familia-

-¡Pero aun había una posibilidad! ¡Dar vuelta esto! ¡se supone que somos fuertes! ¡No quiero tu estúpido territorio! ¡No así! - se paro furioso lanzando al suelo la paleta con colores regándolos por todo el lugar, lagrimas comenzaban a amenazar con caer -¡vete a la guerra! ¡Vete y lucha! ¡Mis hermanos están pequeños! ¡Chile va a llorar si mueres! Y y-yo... y y-y-yo...- apretaba los labios, bajo su vista viendo el desastre que había ocasionado. Sintió como una mano se posaba sobre su barbilla obligándolo a alzar la vista y ver al mayor -primero... nunca bajes tu vista, siempre de frente orgulloso de lo que eres- soltó serio, repetía las palabras de su padre como el las había aprendido del suyo -segundo ¿tú qué? -

-... y-yo ¡voy a quedar solo! - finalmente se derrumbó, cayo de rodillas cubriéndose el rostro mientras lloraba con desesperación, dejando caer esa indiferencia que mostraba ante otros o que nada le afectaba, después de todo aun era muy joven para pensar estar a cargo de toda una nació a costa de la pérdida de su única familia.

Sin importar quedar lleno de pintura, Imperio se arrodillo frente al menor rodeándolo con sus brazos apegándolo contra su pecho. Pocas cosas causaban remordimiento o ver débil aquel Imperio de presencia atemorizante, pero si existía un punto débil en él era precisamente la gente que amaba, en este caso su familia -¡no estoy listo váter! ¡no puedes morir!¡lucha váter! ¡Lucha y luego vuelve con nosotros! -

Hacia más fuerte el abrazo, Weimar cedió ante este rodeándolo con sus brazos temblorosos -n-no soy fuerte... No puedo solo-

-N-no digas tonterías, eres mi hijo- su voz sonaba rota, no esperaba ver tal sufrimiento en su hijo, no quería ni enterarse como lo tomarían los demás que aun eran pequeños -Weimar, lamento todo, yo no deseaba esto, quería estar a tu lado, ver el hombre en el que te convertirías, en la gran nación que estoy seguro te convertirás porque tú eres mucho mejor que yo-

-Pero debes comprender algo, no estás solo... ya no- alzo un poco su vista al notar que algo húmedo caía sobre su cabeza, se trataba de su padre quien también estaba llorando -estaré contigo hasta el último día de mi vida, pero también tienes a Chile, a tus hermanos... ellos te aman tanto como lo hago yo... este es nuestro hogar... se que siempre peleamos y me repites que prefieres a Chile porque te mima y defiende, pero quiero que sepas que yo estoy orgulloso de ti weim... eres mi mayor orgullo hijo-

Le dio una suave caricia antes de volver a hundirse en ese abrazo, era probable que no volviera a derrumbarse así a su hijo, quien llevaba muy arraigado el orgullo de ser alemán, de no permitir demostrar debilidad ante nadie pero que quizás un poco de afecto no hace mal a nadie.

Desde el pasillo se habían podido escuchar los gritos, aunque no claramente, los menores que habían pasado por ahí decidieron ir donde el chileno, estaban asustados que algo le pasara a su hermano mayor, pero Chile sabía lo que ocurría por lo que prefirió distraerlos llevándolos afuera a jugar. Era una conversación en la que ni él debía intervenir.

Ambos parecían mas calmados especialmente por el menor -padre... me ahogas...-

-Lo siento jeje... ¿puedo ver que pintas?- Weimar recuperando el aliento miro un momento su cuadro, no estaba terminado y rompería la propia regla que el impuso pero ¿si no conseguía terminarla antes que su padre se fuera?- alzo los hombros intentando parecer indiferente -sí, porque no...- se pusieron de pie, Imperio se poso frente al caballete observando aquel paisaje, uno cubierto de nieve, reconocía la cordillera de fondo pero los árboles, vegetación que pinto bajo capas de nieve no sabía distinguir donde se ubicaba -creaste este paisaje-

-No, es un lugar que fui con el hermano de Chile, Mapuche-

-Realmente tienes un gran talento hijo-

-si aja... demostrare que seré mejor que tu padre, en todo- le ofreció una mirada, ahora sonreía mostrando los dientes afilados haciendo que soltara una carcajada, le dio algunos golpecitos en el hombro, era la mejor forma de dar por concluida aquella charla-estoy seguro de eso, estoy seguro-

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