𝐗𝐗𝐕𝐈𝐈𝐈. 𝐄𝐑𝐁𝐈𝐋
𝐏𝐞𝐝𝐫𝐢 𝐆𝐨𝐧𝐳𝐚́𝐥𝐞𝐳
Mᴇ ᴇɴᴄᴏɴᴛʀᴀʙᴀ ᴍɪʀᴀɴᴅᴏ ᴀʟ suelo fijamente mientras me mordía el labio, pensando en cómo se había ido tan rápido mis planes a la mierda.
—¡Pedri! —exclamó la voz de Gavi, sacándome de mi ensoñación.
—¿Qué? —dije dirigiendo mi mirada hacia él.
—Joder, tío, estás dormido —se quejó inspeccionando mi cara —. Te he dicho que ya te he puesto la corbata, nos tenemos que ir para abajo. Tu familia espera.
Mi familia. Les había tenido que mentir. Sabía que no tenía la necesidad, pero lo último que quería era que lo pasaran mal por mí, más cuando mis padres siempre nos han enseñado a mí y a mi hermano que la unión de dos personas solo debe de ser por puro amor. Por esto mismo, les había dicho que sí me quería casar de verdad y tener al niño alrededor de dos padres unidos. La que menos se ha creído el cuento, como era de esperar, es mi madre.
—Quiero hacer algo antes. —comenté.
Mi amigo frunció el ceño.
—¿Qué cosa? —preguntó curioso.
—Ver a Savanna.
Gavi abrió los ojos abiertamente.
—Pedri, tío, creo que no es lo mejor.
Me encogí de hombros.
—Me da igual. Necesito verla. —sentencié mientras me disponía a salir de la habitación.
Me dirigí sigilosamente hacia al cuarto de ella y suspiré al encontrarme ya parado frente a su puerta. No había dirigido palabra directamente con ella desde que Katia nos vino con la noticia, solo porque ella lo ha evitado.
Pero en ese momento necesitaba verla y hablar con ella. Necesitaba hacerlo antes de hacer lo que me iba a cambiar la vida.
Toqué tres veces la superficie de madera y abrí la puerta.
—¿Puedo? —pregunté al asomar la cabeza. Allí estaba ella junto a Anna.
Ambas se miraron entre ellas, y cuando Savanna le asintió a su amiga, Anna salió dejándome a solas con ella.
—Hola. —murmuré cerrando la puerta.
Ella formó una fina línea con su boca.
—Hola.
—¿Cómo estás? —le pregunté después de carraspear.
—¿Cómo estás tú?
Suspiré mientras analizaba el hecho de que iba vestida para el evento.
—¿Vas a la boda?
Savanna asintió, desviando la mirada.
—Supongo que de alguna forma te tendré que dar mi apoyo moral. —habló intentando sonreír.
Mi corazón se encogió.
—Gracias. —susurré acercándome a ella.
Savanna se alejó un paso, haciendo que yo al ver eso parara mis movimientos.
—¿Qué haces aquí? —me preguntó con una ceja enarcada.
—Quería verte. Necesitaba hacerlo antes de hacer lo que voy hacer.
En ese momento, vi cómo sus ojos se llenaron de lágrimas al mirarme.
—Dime que te puedo abrazar —le miré suplicante —. Una última vez.
Savanna me miró, parecía que intentaba reprimir algo. Después de unos segundos, en los que preveí que estaba pensándolo, se abalanzó hacia a mí, abrazándome. La envolví en mis brazos enseguida y respiré su clásico perfume.
—Savanna, mi corazón es todo tuyo —hablé mientras sentía mis ojos humdecerse —. Tú eres la única a la que quiero besar, que quiero admirar y amar.
Savanna se separó del abrazo sin despegarse de mí.
—Pedri, cuando esto acabe, me iré de aquí. No seguiré trabajando aquí. No puedo.
Negué con la cabeza mientras limpiaba sus lágrimas.
—Esto no debería de ser así. —mascullé.
Ella me dedicó una sonrisa triste.
—Tenemos que dejar lo nuestro atrás. No pudo ser, no hay nada más que hacer.
Mordí mi labio con impotencia mientras ella se separaba de completamente de mí.
—Tienes que irte, Pedri... —habló mientras recomponia la postura.
Asentí decaído mientras desviaba la mirada. Sin más salí del cuarto, intentando de algún modo, no desbordar ninguna lágrima.
☆
𝐒𝐚𝐯𝐚𝐧𝐧𝐚 𝐕𝐞𝐠𝐚
Intenté recomponerme lo máximo posible después de que Pedri visitara mi cuarto. Bajé para abajo donde se encontraban todos. Me paré al lado de Anna, que por algún extraño motivo, se encontraba realmente inquieta.
—Savanna. —me llamó ella.
La miré con una ceja enarcada.
—Tengo que ir un momento a mi casa. —habló nerviosa.
Fruncí el ceño mientras inspeccionaba su rostro.
—¿Por qué?
—Por una cosa que se me ha olvidado —explicó para después agarrar el brazo de alguien que estaba a su lado —. Pablo me acompañará.
Levanté la vista, dándome cuenta que el futbolista se encontraba al lado suya. Cuando posicioné los ojos en él, sonrió igual de nervioso que mi amiga y asintió rápidamente.
Asentí dubitativa.
—¿Vale...?
No esperaron más, salieron corriendo de la casa. Miré a cualquier lugar extrañada.
¿A estos que les ha picado?
☆
Ya nos encontrábamos en la iglesia y no había rastro ni de Anna ni de Gavi. Yo me encontraba sentada en una de las primeras filas. Todavía no habían llegado todos los invitados, por lo tanto, muchos de los asientos se encontraban vacíos y la mayor parte de la gente que ya estaba aquí se encontraba dispersa. Por esto mismo, en la iglesia habitaba un gran borullo de voces de las personas que hablaban entre sí.
Había cámaras por todas partes y una pantalla enorme frente al altar que ponía en grande: "Boda Pedri y Katia".
El canario se encontraba en el altar totalmente nervioso. De vez en cuando dirigía su mirada hacia mí con terror y no podía evitar que mi corazón se estrujara al verlo así.
De repente, sentí como unos pequeños brazos me envolvían. Miré hacia abajo encontrándome con el pequeño Hugo. Lo envolví entre mis brazos mientras me disponía a acariciarle la espalda.
—¿Qué tal? —le pregunté amistosamente.
El pequeño levantó la cabeza para dirigir su vista hacia mí. Mi cara se contrajo al ver su expresión de total tristeza y sus ojos cristalinos.
—Mal —respondió para después absorber con su nariz —. Esto en vez de una boda es un entierro.
Lo miré con preocupación, viendo cómo se limpiaba las lágrimas.
—¿Por qué dices eso? ¿Por qué dices que es un entierro? —cuestioné decaída.
Hugo se apoyó en mi pecho.
—Porque es verdad, es el entierro de la felicidad de mi primo —sentenció para después mirarme de nuevo —. ¡Y de la tuya!
Acto seguido, el niño empezó a llorar en mi hombro. Reprimí mis propias lágrimas mientras acariciaba su cabellera. Dirigí mi mirada hacia el altar nuevamente, encontrándome con los ojos de Pedri, que ya se encontraban mirándonos junto a su hermano Fer. Por su expresión pude confirmar que sabía lo que le pasaba a su primo.
Justo en ese instante, la figura de Gavi pasó al lado mía. Abrí los ojos apurada, y antes de que se fuera, lo detuve agarrándole del brazo.
—¡Pablo! ¡¿Dónde te habías metido?! ¿¡Y Anna?! —le interrogué con rapidez.
El futbolista me miró totalmente nervioso.
—Savanna, no preguntes nada —me pidió —. Hay una forma de solucionar esta desgracia.
Y sin más se fue.
Yo fruncí el ceño ante sus palabras, sin poder evitar sentir unos nervios empezándome a recorrer todo el cuerpo. ¿A qué se había referido?
Sin poder parar el tiempo, minutos después, la ceremonia se dio por empezada. Todos los invitados se encontraban en sus respectivos asientos, menos Anna y Pablo, que no se veían por ningún lado.
En ese momento, Katia entró con su gran vestido blanco, captando la atención de todo el mundo. Apreté mis labios con impotencia al ver su expresión de orgullo.
Qué víbora.
El cura empezó a dar el mítico discurso de boda nada más que la rubia se plantó al lado de Pedri. Todos miramos atentamente la escena, Hugo todavía lloriqueando a mi lado, y yo intentando ser lo más fuerte posible para no derrumbarme ahí mismo. Aunque mi cara delataba que esto no me estaba gustando para nada.
Porque sí, ahora mismo estaba viendo cómo la persona que yo quería se casaba con otra que no quiere por pura obligación. Veía cómo Pedri me miraba todo el rato, aunque intentaba evitarlo. Solo pedía que los demás no se dieran cuenta.
Sentía que estaba en una telenovela cliché. Ya había visto varias con esta misma escena pero nunca imaginé que doliera tanto.
De repente, mi vista se fue hacia otro sitio. Había una parte escondida de la iglesia, al lado del altar, donde se encontraba el equipo de cableado. Ahí podías controlar las luces del lugar, el audio de los altavoces que había (que en ese instante reproducían una típica música de boda), y también la imagen que querías plasmar en la pantalla frente al altar que antes mencioné.
Mi mirada no se paró allí por eso en concreto, se paró allí por el hecho de ver a Gavi allá parado. Viendo la boda desde ese lugar, igual de nervioso como había estado todo el día. Parecía estar esperando algo, ya que miraba hacia varios lugares muy atento.
Esto me olía a chamusquina.
Despegué mi atención de él, volviéndola a poner en lo que estaba diciendo el cura.
—Si hay alguien aquí que se oponga el día de hoy a esta boda —empezó a decir el sacerdote —, por favor, que hable ahora o calle para siempre.
No iba a oponerme porque no tenía motivos suficientes, pero por dentro deseaba con muchísimas fuerzas que esta boda fuera interrumpida.
Parecía que Dios me había escuchado, porque de repente, las puertas de la iglesia se abrieron de par en par, haciendo un gran ruido. Todos miramos sorprendidos hacia el lugar.
—¡Yo me opongo a esta boda! —exclamó nada más ni nada menos que ¡¿ANNA?!
Solté un gritó ahogado, igual que varios de los presentes, mientras veía caminar a mi amiga hacia el altar a toda prisa.
Dirigí mi mirada hacia allí, encontrándome la expresión de sorpresa y de confusión tanto de Katia como de Pedri.
—¡Esta boda es una falsa! —anunció mi amiga frente al altar, mirando a todos los que estábamos allí.
Dirigí mi mano hacia mi boca. ¿Qué se suponía que estaba haciendo?
—¡Esta boda ha sido planeada por esta mujer! —prosiguió Anna señalando a Katia —. Supuestamente está embarazada, pero es mentira.
Abrí mis ojos de par en par sin entender absolutamente nada.
—Por esto mismo del embarazo, Katia Acosta amenazó a Pedri González para que se casara con ella, diciéndole que si no lo hacía inventaría que él abandonó a su hijo con los medios, cuando él se quiso hacer cargo del bebé mas no casarse con ella.
Katia soltó un chillido de horror.
—¡Eso es una total mentira! —gritó enfurecida.
Mientras tanto, Pedri miraba la escena con un total estado de shock.
—¡Esto es totalmente verdad! Igual que el hecho de que este hombre de aquí —dijo señalando al canario — no está enamorado de ti, sino de otra persona.
La madre de Katia saltó de su asiento colocándose al lado de su hija.
—Esta boda es cien por cien real. ¡Estás difamándonos! —dijo la señora, totalmente abochornada.
—¿Qué pruebas tienes? —le preguntó totalmente cohíbido el hermano de Pedri a Anna.
—Estas de aquí. —respondió Anna señalando a la pantalla, que ahora no plasmaba el letrero de "Boda Pedri y Katia", sino un video.
Pude averiguar rápidamente que el causante de ese cambio de imagen había sido Gavi, desde la zona de cableado.
El vídeo se empezó a reproducir y el audio se empezó a escuchar por todos los altavoces de la iglesia. En la grabación aparecía Katia hablando por teléfono, un una habitación que pude identificar rápidamente como una de las que había en casa de Pedri.
—¿Que si el embarazo es verdad? —preguntó Katia al teléfono en el video —. Por supuesto que no, y te lo cuento a ti porque sé que eres de confianza.
La rubia se quedó en silencio durante unos segundos, escuchando los murmullos de la persona con la que hablaba por teléfono.
—Pues lo que haré será fingir un aborto ya cuando pase unas semanas de la boda. Ya me habré casado con él y no tendrá escapatoria.
Y ahí acabó el vídeo.
Todo el mundo empezó a mirar acusatoriamente a Katia.
—¡Ese vídeo es editado! —gritó ella, totalmente fuera de sí.
—No es editado, chica. ¡Se nota! —comentó uno de los invitados, varias filas más atrás que yo.
—¿¡Cómo se te ha ocurrido hacer esta barbaridad, Katia!? —le pregunté sin comprender, mientras me levantaba de mi sitio.
Ella dirigió su mirada hacia mí, llena de odio.
—¡Tú no puedes entender nada! —gritó de manera feroz, dejando a todo el mundo atónito.
>>Yo quería que él me mirara a mí, pero nunca ha podido apartar la mirada ti y de tu estúpida sonrisa —habló con amargura, y por primera vez la vi llorar —. Así que no, nunca lo vas a entender.
Todo el mundo empezó a hablar, y Katia, totalmente aterrorizada, salió corriendo de la iglesia, siendo perseguida por su madre.
Todo el mundo nos quedamos en total silencio y yo no pude evitar dirigirme hacia Pedri.
—¿Entonces no hay boda? —preguntó el cura totalmente aturdido.
—¡Por supuesto que no! —obvió el canario, dirigiéndose hacia mí.
Cuando estuvimos cerca, me fundí en un abrazo con él y empecé a soltar lágrimas de la felicidad.
—Eres libre, Pedri —susurré en su oído mientras veía a la gente levantarse. Alguna se estaba yendo, otra murmuraba cosas sobre lo sucedido y algunas nos miraban con curiosidad —. Libre...
Él se separó de mí, dedicándome una sonrisa.
—Pues déjame ser libre contigo. —murmuró, y sin más antelación, pegó sus labios con los míos sin importar quién nos estaba mirando o grabando.
Nos fundimos en un beso lento y dulce, lleno de cariño, y mostrando los mucho que nos habíamos echado de menos.
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Pedri al ver que al final no se tiene que casar con Katia:
LEER EL TÍTULO DEL CAPÍTULO AL REVÉS
Vaya giro de los acontecimientos con nuestra señora Anna.
Me quedó horrible el capítulo, pero bueno JAAJAJA. Ahí está la intención.
Como pueden ver, este es último capítulo de la historia. Lo único que falta es el epílogo. Quería poneros un final feliz y fuera de depresiones.
No me creo que esto esté a punto de acabar D:
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ᵃᵗᵗᵉ 𝖠𝗋𝗂 𝗅𝖺 𝖺𝗇𝗈́𝗇𝗂𝗆𝖺ᕕ( ᐛ )ᕗ
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