𝐏𝐞𝐝𝐫𝐢 𝐆𝐨𝐧𝐳𝐚́𝐥𝐞𝐳
Dᴇsᴘᴇʀᴛᴇ́ ᴘᴏʀ ᴇʟ sᴏɴɪᴅᴏ de los pájaros. Al abrir los ojos me cegué totalmente por la luz que salía de la ventana y me quedé totalmente quieto al sentir un cuerpo cálido encima del mío.
Dirigí mi mirada hacia mi pecho y ahí me encontré a Savanna, durmiendo plácidamente. Su pelo oscuro de expandía por mi pecho y su cara era igual que la de un ángel. En ese mismo instante me pregunté cómo una persona podía estar tan bonita hasta cuando estaba dormida.
Sonreí inconscientemente y dirigí mi mirada hacia el techo, sintiendo cómo las mariposas de mi interior revoloteaban sin control.
Inspeccioné mi cuarto, que se encontraba algo desordenado por la ropa que tiramos ayer al llegar a la cama.
Me dispuse a levantarme cuidadosamente para que no se despertara. Me senté en la cama, dejándola tendida en el colchón boca abajo. Me levanté y me puse los calzoncillos junto a unos pantalones cortos, para después abrir la puerta y salir en silencio.
Esa mañana me levanté feliz, así que me dispuse a preparar un desayuno especial.
Bajé a la cocina mientras miraba la hora en mi teléfono. Eran las diez de la mañana. Cuando llegué a la cocina, allí ya se encontraba una persona.
—Buenos días, Pedri. —me saludó Sofía con una amplía sonrisa.
—Muy buenos días. —dije yo mientras me apoyaba en la isla con los brazos cruzados, pensando en qué podría hacer de desayunar.
Sofía me miró con los ojos bien abiertos.
—¿Y eso?
Suspiré mientras los recuerdos de la noche anterior venían a mi mente.
—Tuve una cita con Savanna, y la verdad, es que lo pasé de maravilla. —respondí nostálgico.
Ella me miró con una sonrisa cálida.
—Me alegro de que vayáis bien —aseguró —. Savanna es muchísimo mejor que la rubia a la que tenías por novia, que por cierto, espero no verle más la cara.
Reí ante su comentario.
—Tranquila, no volverá a mi vida. Savanna es todo lo que quiero.
Sofía se acercó a mí y posicionó una mano en mi mejilla con los ojos llorosos.
—Te deseo la mayor de las suertes, niño. Te lo mereces más que a nadie. —habló con cariño.
Apreté su mano amistosamente mientras le dedicaba una sonrisa.
—Gracias, Sofi.
Sofía ha sido amiga de mi madre desde que tengo memoria. Me ha visto crecer, y para mí, es como una segunda madre. Siempre se ha preocupado por mí y aconsejado de la mejor forma, como si fuera una.
—Pues voy hacer el desayuno. —dije tras unos segundos, separándome de la encimera de la isla.
—Puedo hacerlo yo...
Negué con la cabeza rápidamente.
—No, quiero darle una sorpresa a Savanna. —le conté mostrándole una sonrisa de dientes.
Ella asintió y se marchó de la cocina después de darme una palmada en el hombro. Yo me dispuse hacer el desayuno. Hice huevos, bacon y tortitas.
El cocinero más bien era mi hermano, que había salido como mi madre, pero bueno, algo sé hacer.
Al acabar coloqué todo en la mesa del jardín. Y con una sonrisa, me dirigí hacia el cuarto para despertar a mi chica.
Cuando llegué la mecí un poco y lentamente fue despertando.
—Buenos días, bella. —le dije mirándola desde arriba.
Ella me miró cohíbida, con esos ojos con los que sueño diariamente.
—Buenos días —murmuró cogiendo su móvil de la mesilla de noche —. ¿Qué hora es?
Abrió los ojos abiertamente cuando vio que eran cerca de las once. Rápidamente se levantó y yo reprimí una risa al ver la escena.
—Qué tarde, hoy me tocaba limpiar las habitaciones. —dijo apurada.
—¡Uepa! —dije entre risas mientras le cogía de la muñeca para que no se fuera —. Tómate el día libre por hoy, te tengo una sorpresa.
Elle me miró confundida y después de unos segundos, donde yo sabía que estaba debatiendo consigo misma, asintió levemente.
—Vale, pues sal, que me tengo que vestir. —dijo tímidamente, enrollada en la sábana.
—¿En serio, Savanna? Pero si...
—Hazlo, Pedri. —dijo entre risas señalando la puerta.
Levanté las manos en señal de rendición y salí del cuarto cerrando la puerta atrás de mí.
Bajé y esperé en el salón, poco después apareció ella, bajando las escaleras, con unos pantalones cortos y una camiseta. Cuando llegó hasta mí la cogí de la mano y la guié hasta el patio.
—¡Ta, da! —exclamé alzando las manos —. He hecho el desayuno.
Savanna me miró con una sonrisa tierna y después se acercó a darme un pico en los labios.
—Me ha sabido a poco. —me quejé haciendo un mojín.
—Después de comer y cepillarme los dientes te doy más —murmuró observando la cara que yo había formado con los huevos y el bacon —. Ay, qué bonito...
Sonreí sentandome en una de las sillas, acto seguido ella se sentó en la otra. Comenzamos a desayunar hablando de cosas varias y lanzándonos miradas sugerentes.
Justo cuando cogí su tenedor, pinché un trozo de tortita y se lo metí en la boca, el timbre sonó. Ambos nos miramos extrañados.
—Voy yo. —dije aturdido: no esperaba a nadie, y por la cara que había puesto Savanna, ella tampoco.
Me levanté cuando ella asintió y me dirigí a la entrada. Abrí la puerta igual de animado como esta mañana me levanté, pero mi cara cambió cuando vi a una cabellera rubia que no quería ver ni en pintura.
—Hola, cielo. —me saludó Katia con una sonrisa desquiciante.
—Primero: no soy tu cielo. Segundo: ¿Qué haces aquí? —hablé molesto.
Ella me miró con burla mientras intentaba observar algo dentro de la casa.
—Responde, ya. —le ordené perdiendo mi paciencia.
—A ver, he venido a decirte algo bastante importante —comentó cambiando su semblante burlón a uno neutro —, algo que cambiará tu vida.
La miré asustado. Nada bueno debería de traer.
—Escúpelo ya. —le espeté entre dientes.
—Estoy embarazada —lo soltó sin más, como si no fuera nada —, de ti.
Abrí los ojos como platos y sentí mis manos temblar.
Ella estaba mintiendo.
Mi respiración empezó a ser irregular y los nervios empezaron a crecer dentro de mí.
—Eso, eso... Eso es mentira. —titubeé totalmente fuera de mí.
Esto no puede ser verdad.
—Sí, es verdad, Pedr...
—¡Te lo has inventado! ¡No me mientas con esto! —le interrumpí totalmente histérico, y a la vez, con un miedo irracional.
Katia miró hacia otro lado antes de dirigir su mirada directamente hacia mis ojos.
—Puedo hacer muchas cosas... ¿Pero de verdad crees que voy a inventarme un embarazo? —habló con sequedad.
Yo ya sentía que no podía respirar. Todavía no quería ser padre, y menos con ella. Ahora menos, cuando había encontrado a alguien que me daba luz.
—¿Pero cómo es po-
—Estoy de dos meses y medio, Pedri —me interrumpió esta vez ella —. ¿Recuerdas la última vez que nos acostamos?
Navegué por mi mente en ese mismo instante. La última vez que me acosté con ella fue, efectivamente, hace alrededor de dos meses.
—Pero si te cuidas, te medicas... Tú nunca has querido ser madre. —hablé totalmente aterrorizado.
—Pero a veces estas cosas pasan, cariño. No hay de otra forma. Yo también me tengo que aguantar. —se encogió de hombros mirándome con un pequeño eje de preocupación.
—Pedri, ¿por qué tardas tanto? —una tercera voz se unió a lo lejos. Sabía de quién era perfectamente por su tono dulce.
En ese momento escuché unos pasos dirigirse hacia nosotros detrás de mí. La mirada de Katia se dirigió hacia esa persona, y en ese momento, sus ojos brillaron.
—Oh, ¡mira a quien tenemos aquí! —exclamó con falsedad la rubia frente a mí —. Espero que nos felicites por el bebé que viene en camino, Savanna. —habló acariciandose la barriga.
Dirigí mi mirada llena de lágrimas hacia la persona que tenía detrás. Hacía la persona más maravillosa que había conocido, y la miré con verdadero miedo.
Cuando vi la cara de Savanna mi corazón se rompió en miles de pedazos. Sabía lo que le había dolido escuchar aquella frase.
Todo se había ido a la mierda.
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¡Uepa! Cap nocturno.
Bastante fuerte, y pues como vieron, esto era lo que tramaba en escribir.
Y lo siento por lo que acabo de hacer, de verdad.
¡Pero esperen y terminen de leer hasta el final! Esto no acaba aquí.
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ᵃᵗᵗᵉ 𝖠𝗋𝗂 𝗅𝖺 𝖺𝗇𝗈́𝗇𝗂𝗆𝖺ᕕ( ᐛ )ᕗ
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