𝐗𝐗𝐈𝐈𝐈. ¿𝐊𝐚𝐭𝐢𝐚?
𝐒𝐚𝐯𝐚𝐧𝐧𝐚 𝐕𝐞𝐠𝐚
Yᴀ ʜᴀʙɪ́ᴀᴍᴏs ʟʟᴇɢᴀᴅᴏ ᴀ ᴄᴀsᴀ y Pedri lo primero que hizo fue darme una pastilla para los mareos.
—Voy a acostarme. —le informé mientras me dirigía a mi habitación lentamente.
—Ey, espera —me giré para mirarlo con una ceja enarcada —, ven a dormir conmigo.
—No, Pedri. —rechacé mientras negaba con la cabeza.
—Así te tengo al pendiente —habló de manera insistente mientras me cogía de la mano —. No te encuentras bien, Savanna, no seas terca.
Lo miré durante unos momentos, y como sabía que no iba a parar hasta que yo aceptara, asentí con la cabeza.
—Está bien. —dije entre dientes.
Ambos nos dirigimos hacia su cuarto y nos acostamos sin más preámbulo. Coloqué mi teléfono sobre la mesilla de noche. Todavía no había desisntalado mis redes, pero lo haría mañana.
—Buenas noches. —escuché decir a Pedri.
—Buenas noches. —pude murmurar.
Cerré los ojos e intenté dormir. Mi mente, mientras tanto, recopilaba todo lo que había pasado hoy. Todo lo que había pasado los últimos días.
Me carcomía el pensamiento y no sé cuánto tiempo estuve con la mirada fija en el techo, intentando ignorar las vibraciones que hacía mi móvil a cada rato, y que sabía de qué se trataban. Había silenciado Instagram, pero ya no sabía si me habían podido encontrar en otras redes sociales.
Harta de la situación, me levanté con cuidado de no despertar al pelinegro que dormía plácidamente a mi lado y salí de la habitación.
Me pasé por mi cuarto y cogí mi cuaderno de dibujo y un lápiz. Acto seguido, cogí rumbo hacia el jardín, no sin antes coger una sudadera. No tardaría en llegar el verano, pero las noches aquí en Barcelona siguen refrescando.
Me senté en una amaca situada en un rincón del jardín y empecé a gavaratear cualquier prenda que se me pasara por la mente. Desde que soy pequeña me ha gustado el diseño, recuerdo estar en el internado y tener varias libretas llenas de bocetos.
Una vez le expresé a mi profesora mi sueño de convertirme en una gran diseñadora y me dijo que no perdiera tiempo en esas tonterías; acabaría en un puente si seguía ese camino. Por eso mismo, dejé ese sueño en un rincón de mi mente y me centré en una de las mejores cosas que se me da: la medicina. De todos modos, nunca dejé de diseñar en mi libreta.
Nadie que esté presente actualmente en mi vida sabe sobre esto, menos Rosy, que por algún motivo se lo conté.
Ya había dibujado una blusa de color mostaza cuando empecé a trazar los bordes de una falda. De repente, sentí que en la amaca se sentaba alguien más. Me sobre salté ante eso y dejé el lápiz y la libreta a un lado. Pude ver, gracias a la opaca luz del jardín, a Rosy dedicándome una cálida sonrisa.
—¿Qué haces tan tarde aquí? —me preguntó.
Sonreí y cogí de nuevo mi cuaderno.
—Estoy —me encogí de hombros — diseñando.
Ella me miró con los ojos abiertos de par en par: —¿A esta hora?
—Me relaja y me distrae cuando lo necesito —dije mientras le pasaba mi cuaderno—. Son unos bocetos... Es que no podía dormir. —expliqué mientras ella observaba mis garabatos.
Rosy sonrió y apartó la mirada del cuaderno para mirarme.
—Son preciosos. De verdad, debes de intentar tu sueño. —alegó devolviéndomelo.
Sonreí.
—Gracias —susurré —. ¿Y tú qué haces aquí? —le pregunté con curiosidad.
Ella se encogió de hombros.
—Me apeteció salir al jardín; Tampoco podía dormir muy bien. —respondió mirando el cielo decorado con estrellas.
Mi mirada también se dirigió al cielo, observando los puntitos brillantes. Sentí su mirada en mi perfil.
—A ti te pasa algo. —aseguró acomodándose en la amaca.
La miré por unos instantes antes de suspirar.
—No estoy soportando la opinión pública. —murmuré.
—La opinión sobre lo que pasa entre ti y Pedri, supongo. Lo de las fotos.
Asentí cabizbaja.
—Dicen cosas horribles sobre mí, hasta de Pedri. —conté, sintiendo que mis ojos, nuevamente, se aguaban.
Sentí la mano cálida de Rosy acariciar mi brazo.
—Savanna, ellos no saben nada —empezó a decir —. Si te das cuenta, solo hablan suposiciones por lo que han visto. Pero no saben lo que pasa diaramente entre ustedes ni vuestra historia.
—Aún así, a veces pienso que tienen razón, que Katia tiene razón...
—¿Katia?
—Sí, Katia —respondí sin darme cuenta —. Vino y me dijo cosas. Puede que tenga razón: alguien como Pedri necesita más que una empleada. Y tanto Pedri como mi mejor amiga me han dicho que alejé estos pensamientos, pero no lo puedo evitar. No puedo evitar sobre pensar. Estoy harta.
Rosy me cogió de las manos para que la mirara.
—Escúchame. Mi hijo sabe perfectamente con quién estar y con quién no estar, ¿lo entiendes? Tú ni él tienen la culpa de nada. El ojo público es así —habló acariciando levemente mi pelo —. ¿Mi hijo sabe que Katia ha venido a decirte cosas?
Negué con la cabeza: —No quiero que se preocupe más por mí.
Rosy suspiró.
—No puedes seguir con este atormento; no te hace bien. No quiero que te afecte más a ti ni que afecte a lo que tienes con mi hijo. Me gustas para él. —habló con una leve sonrisa. Acto seguido me dio un abrazo.
—Mañana hablaré con él. —le aseguré entre sus brazos.
—Eso es.
☆
Me levanté al día siguiente sin Pedri a mi lado: se había ido a entrenar. Me desinstalé de una vez por todas las redes sociales y me despejé leyendo un poco. Rosy tenía razón: no podía seguir así. Así que, intenté pensar lo más positivo posible y tener marcadas las palabras de la gente que me apoya.
Cuando se acercó la hora de comer, con ayuda de Doña Sofía (Rosy se había ido bastante temprano para volver a Canarias, así que no contábamos con ella), empezamos a cocinar un salmón con verduras salteadas y arroz. Algo que estaba dentro de la dieta de Pedri.
—¿Te acuerdas que te dije una vez que te tenía que decir algo pero no era el momento? —me preguntó Sofía mientras cortaba una zanahoria.
Fruncí el ceño dirigiendo mi mirada hacia ella.
—Creo que no.
—Cuando volviste del recreativo con Pedri y se armó un lío con Katia. Te dije que estaba pensando en algo pero que no era el momento para decirtelo. —explicó más concretamente.
—¡Ah, sí! Cuando dijiste por algún motivo que la vida daba muchas vueltas y me dejaste con la intriga. —caí en ello.
Sofía asintió.
—Pues me refería a ti y a Pedri. —confesó poniendo la zanahoria ya cortada en un plato.
Abrí los ojos de par en par.
—¿Qué?
—Sí. Te estabas empeñando mucho en un trato estrictamente profesional con él. Sabía que algo iba a surgir entre ustedes, y no me equivoqué. —explicó sonriente.
—¿Que eres vidente o algo así? —le pregunté divertida, sacando una sartén del mueble de la cocina.
Ella soltó una carcajada.
—No, solo tengo una muy buena intuición. Soy piscis, cariño. Los signos de agua somos así. —respondió.
Yo sonreí.
—¿Crees en la astrología?
—Claro que sí, me encanta. ¿Cuál es tu signo?
—Tauro.
☆
La comida ya estaba lista. Justo cuando estaba poniendo la mesa se escuchó la puerta abrirse. Pedri apareció en el comedor con una amplia sonrisa.
—Cada día más guapa. —dijo abrazándome.
Le devolví el abrazo con gusto.
—Tengo que decirte una cosa. —le informé al separarme del abrazo. Él me sostuvo por la cintura, con sus manos metidas debajo de mi camiseta, y yo coloqué mis manos en su pecho.
—Soy todo oídos. —dijo sonriente.
Me quedé callada antes de empezar a hablar.
—No sé si te has dado cuenta de que se han filtrado fotos nuestras saliendo de casa y de mi tendiendo... Ya suponen que tenemos algo. —empecé con un simple murmuro.
Sus ojos miraban a los míos directamente, y de algún modo, me sentía conectada con él. Sentía que tenía toda su atención.
—Sí, algo había escuchado. —admitió levemente.
Sus pulgares trazaban círculos en mi piel, dándome confianza.
—La opinión pública no es muy buena, ¿lo sabes?
Él se encogió de hombros: —Me da igual. Yo quiero estar así, contigo.
—Lo sé. Pero me ponen comentarios hirientes, como que soy muy poco para ti...
—Ya hablamos de eso, Savanna —me interrumpió —. A mí lo que me diga la gente me da absolutamente igual.
—Lo sé. La cosa es que Katia...
—¿Katia? —me interrumpió nuevamente.
—Sí, Katia —respondí, sintiendo un sabor amargo en mi boca al mencionar su nombre —. Vino aquí y me dijo cosas, apoyando a los comentarios de la gente. Diciendo que me tenía que alejar de ti, que no soy suficiente...
Pedri abrió los ojos de par en par y se separó de mí.
—Pero será psicópata la loca esa —espetó con el ceño fruncido —. Se planta en mi casa y te viene a decir mierdas.
Acto seguido, el canario, se dirigió a hacia el salón y cogió las llaves de su coche. Lo seguí.
—Voy a ir a su casa y le voy a cantar las cuarenta —sentenció dirigiéndose a la puerta —. ¿Quién se cree? Ya hemos roto, no se tiene que meter en mi vida. Parece que me acosa, por dios.
Corrí hacia él y le cogí de la muñeca antes de que su mano agarrara el pomo de la puerta.
—No, Pedri. No vayas. —le pedí suplicante.
Él me miró confuso.
—Savanna, no puedo permitir...
—No —le corté —. Dejemos la fiesta en paz. Yo no le voy hacer caso. Ya no me voy a comer la cabeza. Yo también quiero estar a tu lado cada día y voy a mantener ese pensamiento porque sí quiero algo contigo, Pedri. Nadie me había hecho sentir como tú.
Él sonrió levemente, alejándose de la puerta y acercándose a mí.
—Eres lo mejor de verdad, Savanna. Me das luz. —dijo en un susurro. Después agarró mi mano y la besó.
Le sonreí con dulzura.
—Venga, vamos a comer —le dije arrastrándolo al comedor —. Hemos hecho salmón con verduras salteadas y arroz.
—Joder, qué bueno, muñeca.
Reí levemente por su expresión. De repente, se paró a medio camino, parandome a mí también por el agarre de nuestras manos.
—Esta noche vamos a salir. —dijo con una sonrisa bobalicona.
—¿Una cita?
—Una cita. —afirmó.
Le di una sonrisa de dientes. Él le dedicó una mirada embobada a mi boca, con una sonrisa también en sus labios.
—¿Por qué me miras así? —le pregunté avergonzada.
—Estoy apreciándote.
Negué con la cabeza mientras me mordía el labio.
—Vamos, anda.
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¡Hola! Perdón si he tardado en actualizar, estoy de vacaciones en Valencia.
Estoy intentando coger cualquier tiempo para escribir, pero también quiero disfrutar.
Espero os guste.
Quería ya zanjar el tema de la opinión pública, y también de que Pedri estuviera enterado del asunto. Como ven, la relación de estos dos está más fuerte que nunca, pero todavía no van a poder estar en paz...
Pasarán cositas.
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ᵃᵗᵗᵉ 𝖠𝗋𝗂 𝗅𝖺 𝖺𝗇𝗈́𝗇𝗂𝗆𝖺ᕕ( ᐛ )ᕗ
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