𝐗𝐕𝐈𝐈𝐈. 𝐘 𝐧𝐨 𝐦𝐞 𝐚𝐫𝐫𝐞𝐩𝐢𝐞𝐧𝐭𝐨

𝐒𝐚𝐯𝐚𝐧𝐧𝐚 𝐕𝐞𝐠𝐚

Mᴇ ʀᴇᴠᴏʟᴠɪ́ sɪɴᴛɪᴇɴᴅᴏ ᴄᴏ́ᴍᴏ ʟᴀs sᴀ́ʙᴀɴᴀs me acariciaban la piel. Abrí los ojos bagamente, haciendo así, que me cegara rápidamente por los brillantes rayos de sol que se colaban por la ventana.

Me incorporé de la cama sintiendo mi cuerpo pesado. Tenía un dolor de cabeza inmenso. Inspeccioné la habitación y rápidamente la identifiqué cómo la mía. No recordaba cómo había llegado ahí.

De pronto sentí que no era la única que dormía en aquel colchón. Giré mi cabeza para mirar mi lado derecho, encontrándome a un cuerpo masculino durmiendo a mi lado boca abajo.

Pedri estaba durmiendo a mi lado.

Levanté las sábanas y miré bajo ellas. Estábamos en ropa interior. Fue ahí cuando, sin poder evitarlo, de mi garganta salió un gran chillido.

¿Me había acostado con Pedri y no me acordaba?

Maldije internamente cuando vi que se removía a mi lado, y rápidamente, se incorporaba con una cara de susto.

—¿¡Qué ha pasado!? ¿¡Savanna, estás bien!? —exclamó posando una mano sobre mí hombro. Para mi sorpresa, no se veía confundido por el estado en el que nos encontrábamos.

—¿¡Qué ha pasado, pregunto yo!? —reproché señalando el espacio entre nosotros.

Justo en ese momento irrumpieron en la habitación. Doña Carrero abrió la puerta de un zape con cara de espanto. Rápidamente me cubrí con la sábana.

Doña Carrero al darse cuenta de nuestra situación, se llevó una mano en la boca, ocultando su sonrisa.

¿Le divierte esta situación?

—¡No es lo que piensas! —logró exclamar el Canario, igual de nervioso que yo ahora.

—Os dejo solos, pillines... —murmuró divertida la mujer mientras cerraba la puerta.

Solos nuevamente, me permití intentar recordar lo que pasó la noche anterior en la fiesta. Recuerdo estar besándonos en el balcón y después ser interrumpidos por Ferran. Después de eso, recuerdo haber empezado a beber y haber bailado con Pedri, pero ya a partir de ahí, nada más.

—No ha pasado nada. —le escuché hablar.

Giré mi cabeza para mirarlo.

—¿Tú te acuerdas? —le pregunté confundida.

Él se levantó, dejándose ver solamente con un calzoncillo. Desvíe la mirada antes de que mis ojos se pudieran desviar en partes más bajas, avergonzada y sonrojada por la situación.

—Anda que eres descarado... —murmuré por su acto tan confiado.

—A mí no me importa que me veas en calzoncillos. —aseguró sonriente.

Decidí no responder ante el comentario.

—Sí me acuerdo porque no bebí, Savanna. Recuerda que tengo que mantener una dieta por ser futbolista. —terminó explicando, ya con pantalones puestos.

—Vale, entonces me puedes explicar lo que pasó, ¿no? —averigué volviendo a dirigir mi mirada hacia él.

Él asintió mientras terminaba de colocarse una camiseta blanca.

—Bebiste mucho, a pesar de que te dije que pararas. Vomitaste en tu ropa volviendo a casa, así que te desvestí cuando llegamos a la habitación. Me pediste que durmiera contigo cuando me iba a ir, y te empeñaste tanto que no quise decir que no. Ya está. —explicó serenamente, mientras colocaba sus manos en sus caderas y me miraba esperando una reacción.

Me tapé la cara avergonzada mientras negaba con la cabeza.

—Me has visto vomitar...

Él se encogió de hombros.


—Me has visto en ropa interior...—musité colorada de la vergüenza.

—Y no me arrepiento... —le escuché murmurar para sí mismo.

Cogí un cojín con los ojos entre cerrados y se lo lancé.

—Pedri González. —dije en tono regañino. Él levantó las manos de forma inocente.

—Perdón. Mis padres me han enseñado a ser sincero y no mentir. —se esucusó con broma.

—No creo que te hayan enseñado a ser descarado. Ahora sal, que me voy a cambiar. —le ordené señalando la puerta con la cabeza.

—Pero me quiero quedar... —siguió bromeando.

—¡Pedri!

Salió del cuarto a carcajadas limpias. No pude evitar sonreír como una tonta al escuchar su risa.

Me levanté libremente, estaba en ropa interior pero sola. Abrí el armario cuando de repente la puerta se volvió a abrir. Solté otro sonoro chillido al ver a Pedri en el marco de la puerta.

—¡¡PEDRI!!

Él se tapó los ojos con una mano rápidamente.

—¡Perdón! Me he olvidado el móvil en la mesilla y se me ha olvidado llamar antes de entrar. ¡Perdón! —habló rápidamente, notoriamente nervioso.

—No pasa nada. Solo coge el teléfono y vete. —le pedí mientras escondía mi cuerpo con la puerta del armario.

Él me hizo caso sin quitar la mano de sus ojos: —En verdad es absurdo porque ya te vi ayer, pero como digas. —dijo mientras cogía su móvil.

—No importa.

Antes de que saliera de la habitación se paró bruscamente frente a la puerta, dándome la espalda.

—Está tarde viajo a Sevilla. Tenemos un partido allí. —dijo cabizbajo.

—Está bien. ¿Necesitas algo para el viaje? —le pregunté analizando sus movimientos.

—Sí. —respondió seguro.

—¿El qué?

—Esto.

Y acto seguido, sin darme tiempo a reaccionar, se acercó a mí como una bala. Y en un abrir y cerrar de ojos había estampado sus labios con los míos.

Aunque no me lo esperaba, le correspondí el beso enseguida, poniéndome de puntillas para quedar a su altura y agarrándole de la nuca para atraerlo más hacia mí.

Después de un tiempo sin mover nuestros labios, se separó y habló casi sin respiración: —Ojalá sí que hubiera pasado algo anoche. Pero ibas borracha, jamás me aprovecharía así.

—Pero puede pasar ahora. —hablé con una sonrisa lasciva, a centímetros de su rostro.

Él abrió los ojos como platos, plasmado de sorpresa, pero rápidamente se recompuso con un semblante juguetón.

—Lo que diga la dama. —murmuró antes de juntar de nuevo nuestros labios.

Nos seguimos besando frenéticamente, yo sintiendo corrientes eléctricas por todo el cuerpo. Estaba apoyada contra el armario y él sujetaba mis caderas con necesidad.

—¿Ya no te da vergüenza que te vea semidesnuda? —bromeó antes de empezar a besar la piel desnuda de mi cuello.

—Cállate y no hagas que me arrpienta. —dije sin aliento, levantando la cabeza para facilitar sus besos.

—Te aseguro que no.

En un milisegundo nos transportamos a la cama. Pedri se encontraba encima de mí, pero rápidamente cambié de posición. Ahora era yo la que se encontraba encima.

Sus manos recorrieron mis costillas hasta llegar a mi espalda, y con agilidez, desabrochó mi sujetador, dejando la piel de mis pechos expuesta.

—¿Eres virgen? —preguntó entre besos.

Negué con la cabeza. Él se alejo unos centímetros durante unos segundos para mirarme con un destello de curiosidad.

—Ya te contaré. —respondí sabiendo que se preguntaba eso.

Él sonrió y besó mi mejilla. Acto seguido volvió a colocarse encima mía.

—Date la vuelta. —parecía una orden, pero sonaba más a una sugerencia.

Decidí hacerle caso. Y puede que esto suene imprudente decirlo, incluso pensarlo...

Pero nunca había gemido tanto en mi vida.


━━━━━━━━━━━━━━━━━━━
Hola! Lo siento si no he dado muchos detalles, es que me da cosita. No sé si a ustedes les va a gustar eso de dar detalles en este tipo de escenas, ni tampoco quiero que piensen que estoy sexualizándolo.

Díganme qué hago: ¿Doy detalles en este tipo de escenas o no?
━━━━━━━━━━━━━━━━━━━
ᵃᵗᵗᵉ 𝖠𝗋𝗂 𝗅𝖺 𝖺𝗇𝗈́𝗇𝗂𝗆𝖺ᕕ( ᐛ )ᕗ

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top