𝐗𝐈𝐕. 𝐋𝐚 𝐥𝐥𝐚𝐦𝐚𝐝𝐚
𝐒𝐚𝐯𝐚𝐧𝐧𝐚 𝐕𝐞𝐠𝐚
Sᴜs ʟᴀʙɪᴏs sᴇ ᴇsᴛᴀᴍᴘᴀʀᴏɴ ᴄᴏɴ ʟᴏs ᴍɪ́ᴏs y no pude evitar seguirle con ello. Cada parte de mi ser sabía perfectamente lo que había deseado este momento.
Enredé mis dedos en su pelo, tirando de él suevamente para que quedara más cerca. Lo necesitaba más. Sus labios se acoplaban a los míos, asolapados entre sí.
Pero como siempre, lo bueno tiene que ser interrumpido. Mi móvil sonó anunciando una llamada. Me separé de Pedri y cogí el aparato para ver quién era: un número desconocido.
—Espera un momento. —le pedí a mi acompañante mientras descolgaba la llamada. Él asintió.
—¿Hola? —pregunté frunciendo el ceño.
—¿Savanna Vega?
—Esa soy yo. ¿Quién me busca? —dije con cierta sospecha.
—Le llamamos del centro psiquiátrico de Tarragona —habló esa voz femenina, dejándome pasmada —, queremos contarle algo sobre su madre.
Me tensé en un instante con solo escuchar la palabra "madre". Hacía ya ocho años que no sabía nada de ella. No supe qué decir, no sabía cómo procesarlo. Me llamaban de un psiquiátrico, por mi madre. ¿A caso había acabado allí?
—¿Señorita? —me preguntó la mujer al ver que no respondía.
—Eh... sí, sí. ¿Qué ocurre? —logré responder sin aliento.
—A ver... Su madre está metida aquí desde hace ocho años. Está en su último respiro, desea verla antes de fallecer. —me informó dejando tras ello un silencio prolongado.
Está en su último respiro.
Sentí cómo una lágrima rondaba por mi mejilla sin darme cuenta. Esa mujer que tanto daño me había hecho, que había roto mi infancia a pedazos. Mi padre tuvo la culpa de irse, aun así no justifica nada de lo que ella hizo conmigo. ¿Qué debía hacer en estos momentos? Al fin y al cabo era mi madre, y se estaba muriendo.
—Sabemos la situación que pasó con ella... Sé que esto debe de ser complicado. Yo solo la informo, este es el número que tiene que llamar para más información y... por si al final quiere venir. —dijo dejando otro silencio.
—Gracias. —murmuré antes de colgar.
Dejé caer el brazo con el que sujetaba el móvil. Estaba en colapso, no sabía qué hacer. No tenía mucho tiempo para pensarlo además; Mi madre no iba a durar mucho más.
—¿Qué pasa, Savanna? ¿Estás llorando? —interrogó Pedri acercándose más a mí, preocupado.
—¿Podemos irnos a casa por favor? —le pregunté sin querer decir nada más.
Sin más palabras guardamos todo y nos metimos dentro del coche. En el camino no pude evitar que las lágrimas que intentaba contener rondarán por mis mejillas. Llenas de rabia, melancolía e impotencia. Una parte de mí quiere no ir a verla: mi madre me había hecho muchísimo daño, nunca tuvo piedad conmigo; Y otra parte dice que sí: tiene curiosidad por lo que quiera decir, porque por una parte quiero volverla ver, porque sé que no podré volver hacerlo, y sobre todo, porque al fin y al cabo es mi madre.
—¿Quién era la de esa llamada, Savanna? ¿Qué te ha dicho? —preguntó Pedri al llegar a casa.
—Era un centro psiquiátrico, me llamaron por mi madre —lo miré para ver su reacción, que tal y como la esperaba fue de asombro —. Está en sus últimos alientos y quiere verme, pero no sé qué hacer.
En esas últimas palabras se me había roto la voz y ya me encontraba llorando de nuevo. El canario no respondió, no nombró palabra, solo se abalanzó sobre mí y me abrazó fuertemente. Me envolvió en sus brazos, formando un reconfortante abrazo. Lloré en su hombro durante unos minutos, hasta que él decidió hablar.
—Tu madre te hizo mucho daño, ¿verdad?
Yo asentí, todavía un su hombro.
—Pero al fin y al cabo es mi madre... ¡Ni si quiera sé por qué está ahí! —dije apartandome de él.
En ese momento me di cuenta de la tanta vulnerabilidad que estaba mostrando. Savanna, una chica que nunca lloraba con alguien delante; que podía con todo sola, así como siempre estuvo obligada a ser. Esa era yo.
Me limpié las lágrimas de nuevo y me recompuse tanto como pude.
—Lo siento —me disculpé apenada —. Hasta mañana, Pedri.
—Savanna —me llamó cogiendome sutilmente de la muñeca, lo suficiente para detener los pasos que yo estaba dirigiendo para retirarme —. No hace falta que te disculpes, puedes desahogarte conmigo.
En mi cabeza cruzó el pensamiento de si Pedri había sido un milagro. Estaba viviendo en su casa, con un trato que nunca había tenido, ni me imaginaba tener. ¿Cómo podría agradecerle todo lo que está haciendo por mí?
—Gracias. —No pude decir más, porque sabía que tan pronto como mi cuerpo aguantara lloraría de nuevo.
Me metí en mi cuarto y esa noche lloré hasta quedarme. Lloré porque no sabía qué iba a hacer con mi madre; porque sabía que si no iba a verla me quedaría con la culpa siempre. Lloré porque odiaba el hecho de no haber tenido un ambiente familiar normal; de no tener a ninguno de mis padres a mi lado.
Tal vez después de todo, Pedri sí que fue mi milagro. Un milagro que seguramente no merezca.
☯︎
Al día siguiente no daba para respirar. No dormí en toda la noche –no solo porque llegué algo tarde de mi salida con Pedri, sino que también me la pasé desvelada y soltando un par de lágrimas —, en la universidad no doy para basto, por lo menos hoy.
Me paseo por los pasillos como un zombi, captando la atención de algunos de los estudiantes a mi alrededor, causando murmullos, miradas; probablemente, críticas. Me metí a la primera clase que me tocaba e intenté prestar lo máximo posible de atención a ello, pero me fue absolutamente imposible no dejarme caer en el pupitre y quedarme dormida sin darme cuenta.
Estudio medicina. Se me da bien, pero aunque no lo quiero admitir, no es lo que me gusta. Anna siempre me repite eso, de que eso no es lo que me apasiona. Poca gente sabe, de que a escondidas, diseño prendas, las dibujo y... alguna que otra vez he intentado hacerlas físicamente. ¿Pero cómo podría vivir de eso? Necesito algo seguro, una carrera que se me de bien y que cobre decentemente.
Llamé a Anna para contarle mis penas, específicamente la llamada que recibí, saltando el tema de que me besé con Pedri. Ya se lo contaré.
—Joder tía... —murmuró Anna a través del teléfono.
Se encontraba trabajando en el restaurante donde anteriormente yo también curraba. Ella en cambio no trabaja tantas horas como yo. Ella puede permitirse el poder tener algo dinero, que sus padres le brindan hasta que termine su carrera de pintura. La verdad, es lo mejor que le pudo pasar.
—¡¿Qué coño haces aquí?! —se le escuchó farfullar al otro lado de la línea.
—¿Todo bien? —le pregunté confusa.
—Eh..., sí. Después te cuento, te tengo que colgar. Perdón, después me sigues contando lo que tú quieras. —dijo apurada mientras unos murmullos se escuchaban de fondo.
—Vale... —dije aturdida mientras intentaba descifrar qué eran esos ruidos parecidos a una voz.
—Bye. —y sin más colgó.
Me quedé mirando a la nada con el móvil todavía en la oreja, recapacitando todo. Llegando a una conclusión: necesito una siesta antes de empezar a trabajar.
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¡Hola! Lo siento por tardar tanto, pero es que entre que he estado ocupada y que también he estado publicando capítulos para la nueva historia de Gavi que estoy haciendo (que os invito a verla) no he tenido tiempo de actualizar. Espero que os guste, ¡bye!
Atte: Ari la anónimaᕕ( ᐛ )ᕗ
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