𝐗𝐈. ¿𝐋𝐚 𝐝𝐞𝐥 𝐚𝐮𝐭𝐨𝐛𝐮́𝐬?
𝐒𝐚𝐯𝐚𝐧𝐧𝐚 𝐕𝐞𝐠𝐚
ғʀᴜɴᴄɪ́ ᴇʟ ᴄᴇɴ̃ᴏ ᴍɪʀᴀɴᴅᴏ ʟᴀ ᴘᴀɴᴛᴀʟʟᴀ ᴅᴇʟ ᴛᴇʟᴇᴠɪsᴏʀ. Metí una papa Pringles en mi boca enfurruñada. ¿¡Por qué tenían que matar a Nairobi!? Siempre mataban a mi personaje preferido.
Cogí el mando a distancia y apagué la tele. Me levanté del sofá y guardé el bote de papas en la despensa.
Me giré para seguir con mis cosas, pero no avancé mucho sin sobre saltarme. Al girarme me encontré a Pedri pegado a mí con una sonrisa inocente.
—¡Joder! —grité colocándome una mano en el pecho —. ¿Por qué me tienes que asustar así? —reproché regulando mi respiración.
Él soltó unas par de carcajadas. Yo crucé mis brazos bajo mi pecho y lo miré con los entre cerrados.
—Perdón, es que me encanta asustarte. —dijo con una sonrisa.
Negué con la cabeza intentando ocultar mi sonrisa.
—¿Qué necesitas? —le pregunté recomponiéndome.
—Solo venía avisarte de que mi primo pequeño viene a verme. —dijo con simpleza.
—Ah, está bien. —dije asintiendo.
Empecé a andar para irme pero él me retuvo cogiéndome del brazo.
—Creo que debemos hablar. —habló mirándome con un brillo indescifrable en su mirada.
Fruncí el ceño.
—¿De qué? —pregunté.
—El otro día, dijiste que solo tendríamos una relación profesional. —dijo quitando su mano de mi brazo, dándose cuenta de que aún no la había quitado.
Suspiré.
—Pedri, he venido aquí por trabajo, no para ser tu amiga —nada más decir esas últimas palabras me arrepentí totalmente —. Es decir, me caes fenomenal y no es que no me gustase ser tu amiga, pero es lo mejor para evitar problemas, ¿sí?
Él miró durante unos instantes sus pies y después asintió repetidas veces.
—Está bien. Y perdón, nuevamente. —dijo intentando esbozar una sonrisa.
—Deja de disculparte, por favor. —le rogué riéndo.
En ese momento sonó el timbre, resonando por toda la casa.
—Ese debe de ser mi pequeñajo. —dijo Pedri con una espléndida sonrisa.
El canario salió pitando de la cocina, dirigiéndose a la entrada. Lo seguí; Quería ver quién era su primo.
—¡Hey!, ¡pero qué grande! —escuché a Pedri cuando iba llegando.
Entre al lugar y fijé mi vista en el invitado. No era como me lo imaginaba. Pensaba que sería un niño entre diez y doce años, pero no, era más pequeño. Curiosamente me sonaba su cara...
Espera... ¡Es el niño del autobús! ¡Hugo!
—Messi, supongo.
—Me parece una gran respuesta —habló sonriente apartando los pies de mi asiento —. Messi es el mejor, jugaba con mi primo en el Barça antes de irse al PSG. —habló animado por la conversación.
Fruncí el ceño mirándole. ¿Su primo juega en el Barça?
—Entonces tu primo juega en el Barça...
¡Claro, su primo es Pedri!
Abrí los ojos de par en par analizando al niño, que por lo visto también me había reconocido.
—¡Tú eres la del autobús! —exclamó el pequeño mientras Pedri cerraba la puerta de la entrada.
Yo asentí rápidamente sin poder ocultar mi sonrisa. Tenía que admitir que me alegraba verle de nuevo. Pedri a nuestro lado nos miraba con confusión.
—¿La del autobús? —preguntó perdido.
Hugo asintió entusiasmado.
—¡Qué guay! ¡Dime que es tu novia! —habló aceleradamente.
Mis mejillas sonrojaron de solo imaginarme la idea y sin poder evitarlo miré de soslayo a Pedri, que me miraba con una sonrisa.
—No, no es mi novia.
—¡No me digas que sigues con la rubia esa! Es una bruja... —dijo cruzándose de brazos.
—Para tu desgracia, sí.
Parecía que yo no estuviera, como si se hubieran olvidado de mí. Era divertido, así que los miraba con gracia.
—¿Pero por qué no la dejas y te vas con ella? —preguntó Hugo señalándome —. Encima que es guapísima le gusta Messi, me lo dijo en el autobús.
Madre mía, este niño no se cortaba ni un pelo.
—Sí, es guapísima, pero no me va eso de ser infiel. —dijo agachándose ante él para revolverle el pelo.
Abrí los ojos como platos y me tapé la cara, totalmente roja.
—No os cortéis, eh. —intervine irónicamente.
Pedri soltó una carcajada al verme tan roja.
—¿Entonces os conocisteis en un autobús? —preguntó el canario.
De mientras nos dirigimos hacia dentro de la casa.
—Sí. —respondió el pequeño.
—Cuando iba a la cafetería donde firmé el contrato. —expliqué con más detalle.
Él puso una cara de entendimiento. De repente su teléfono empezó a sonar. Lo cogió enseguida al ver quién era y se lo puso en la oreja.
—Sí. —dijo Pedri, después se escucharon murmullos a través de la línea.
Hugo y yo nos echamos una mirada de confusión.
—Está bien. Llego en media hora. —y sin más colgó.
—¿Todo bien? —pregunté.
—Sí. El entrenamiento de mañana se va a desplazar para hoy, un cambio de última hora. —explicó guardando el teléfono.
—¿Entonces te vas? —preguntó esta vez Hugo.
Él asintió.
—Eso tendré que hacer. —dijo alejándose, pero no pudo andar mucho porque la manita del pequeño castaño lo detuvo.
—Quiero ir contigo... —habló haciendo puchero.
Pedri lo miró durante varios segundos y luego asintió.
Qué rápido lo había convencido.
—¿Pero qué vas a hacer? —preguntó —. Vas a estar solito.
—No. —dijo negando con la cabeza. Acto seguido agarró mi mano, haciendo que frunciera el ceño.
¿Qué tramas?
Se giró y me miró con nerviosismo.
—¿Cómo te llamas? No me has dicho tu nombre. —habló en susurros.
—Savanna. —dije igualmente susurrando.
Rápidamente volvió a girar su cabeza hacia su primo, con una abierta sonrisa. Cogió mi mano con más firmeza y habló.
—Savanna nos va ha acompañar, así no estaré solito. —dijo enfatizando la última palabra.
Pedri me miró buscando aprobación en mis ojos. Rápidamente aparté la mirada.
¿Por qué me pone tan nerviosa su mirada?
—Está bien —acepté mirando a Hugo —. Voy con ustedes, si eso no causa problemas... —murmuré lo último mirando a Pedri.
Él me sonrió y negó.
—Claro que no, Savanna —por sorpresa, posó uno de sus tonificados brazos por mis hombros —. Venga, arreglate.
Y eso hice, veinte minutos después ya estaba lista. Con unos vaqueros y un jersey bajaba las escaleras. Los dos castaños—cogidos de la mano—ya me esperaban en el pie de estas, y al llegar me miraron con inspección.
—¿Ves? Guapísima. —dijo Hugo sonriente.
—Guapísima... —murmuró Pedri en un sonido inaudible, pero que pude escuchar de milagro.
Por el bien de mi ser no tomé en cuenta su comentario, hice como si no hubiera escuchado nada.
Nos metimos al coche y nos encaminamos al Camp Nou. Poco después llegamos y entramos por las puertas del estacionamiento.
—Madre mía. —espeté admirando el enorme campo de fútbol.
Nunca había estado en uno y nunca imaginé lo inmenso que se llega a ver cuando estás en él.
—Es bonito, ¿verdad? —habló Hugo a mi lado, cogido de mi mano.
—Sí. —respondí sonriéndole.
Llegamos hacia donde los demás jugadores se encontraban, junto con lo que supongo que sería el entrenador y los demás del equipo. Saludé a Gavi, que también estaba ahí presente.
—¿Nueva niñera? —preguntó un hombre de alrededor de cuarenta años, vestido del mismo color que su pelo, negro.
—No, no —negó Pedri con la cabeza —. Es mi empleada, pero nos está acompañando —le explicó. Acto seguido se acercó a mí y acarició mi espalda, causándome escalofríos —. Ella es Savanna. Savanna, él es Xavi, mi entrenador.
Estreché mi mano con él en forma de saludo.
—Encantada.
—Igualmente, y bonito nombre. —habló Xavi con una sonrisa.
—Gracias.
Nos sentamos en unas bancas mientras veimos entrenar al equipo. Decidí sacarle conversación a Hugo.
—¿Por qué Xavi dijo eso de otra niñera? —le pregunté.
Él habló sin despegar la vista del campo.
—Porque cada dos meses cambio de niñera. —dijo con simpleza.
—¿Entonces la del autobús no era tu madre? —volví a preguntar.
Él negó moviendo la cabeza.
—Mis padres trabajan en una oficina de una empresa importante de Barcelona, entonces están muy ocupados. —habló concentrado en el entrenamiento.
En ese momento se me hundió un peso en el estómago y me sentí mal. Sentí pena por él, porque por una parte lo entendía, porque sabía lo que era la asencia de unos padres. Aunque en alguna parte de mi vida tuve a mi madre presente, aun así se sentía ausente, o peor...
—Entiendo... ¿Y eso de cambiar cada dos meses de niñera? —pregunté nuevamente, arrepintiéndome de mi lengua larga, que estaba siendo imprudente. No podía evitar mi curiosidad.
—Porque no me porto bien con ellas. Es como un signo de manifestación para que mis padres se den cuenta que no quiero niñeras, les quiero a ellos. —habló sonriéndome.
Un niño tan lindo y espabilado pasando por esto... Durante unos instantes me vi a mí.
—Dejémoslo. —dijo al ver mi semblante entristecido.
Rápidamente el humor triste se fue, ya que sacó otros temas de conversación bastante entretenidos. Sin duda Hugo era un niño que nunca le faltaba el habla, no se podía discutir el hecho de que nunca te aburrirías con él.
Empezamos a hablar del entrenamiento, de su primo. Y por primera vez en lo que llevabamos ahí, me fijé, de verdad, en cómo estaba entrenando Pedri.
Estaba haciendo trucos con la pelota y se le veía realmente concentrado. Le caía sudor por la frente y las puntas de su pelo mojadas se le pegaban a la frente.
Mordí mi labio discretamente.
Estaba guapísimo, y más con esas severas ojeras que decoraban sus ojos, lo hacían sumamente atracti—
¿¡Pero qué coño estoy pensando!? ¡Tiene novia! Y aunque no la tuviera, lo que estoy pensando está fuera de lugar; Trabajo para él.
Sacudí mi cabeza intentando eliminar esos... pensamientos. Aún así se me hacia imposible y me daba algo de terror.
En es momento el canario disparó a puerta y metió un gol limpio, uno que Ter Stegen—así me había dicho Hugo que se llamaba—no pudo parar. Pedri se giró hacia nuestro dirección y levantó los puños en señal de victoria.
Aplaudí mientras hacía contacto visual con él, mientras ambos nos sonreíamos.
Algo estaba claro, y por más que no quisiera lo tenía que admitir: Pedri me atraía, a lo mejor más de lo que pensaba.
—————————————
Pedri se lesionó en el partido de hoy contra el Manchester:( Además Gavi está sancionado. Todo esto con Dembelé y Busi lesionados. ¡Qué racha!
Espero les haya gustado el capítulo y voten:)
Atte: Ari la anónimaᕕ( ᐛ )ᕗ
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top