𝐕𝐈. 𝐌𝐢 𝐧𝐮𝐞𝐯𝐚 𝐞𝐦𝐩𝐥𝐞𝐚𝐝𝐚

𝐒𝐚𝐯𝐚𝐧𝐧𝐚 𝐕𝐞𝐠𝐚

ᴄᴏɴ ᴍɪ ᴍᴀɴᴏ ᴅᴇʀᴇᴄʜᴀ ʟɪᴍᴘɪᴇ́ ᴇʟ sᴜᴅᴏʀ ᴅᴇ ᴍɪ ғʀᴇɴᴛᴇ, acababa de terminar de barrer mi habitación. Ayer, Pedro, o mejor dicho, Pedri (que es como me había pedido que lo llamara), me hizo un tour por toda su bonita casa. El 90% de su hogar era de color blanco y tenía un toque elegante. Aun así, no se dejaba de notar que era la casa de un futbolista, ya que tenía camisetas enmarcadas, trofeos y cuadros de la temática.

Me alojé en una habitación de la planta baja, donde el resto del servicio permanecía. Claramente, esta habitación le da mil vueltas a la que anteriormente tenía, no solo por lo grande, si no por lo bonita que es. Tiene un suelo de mármol; Paredes igualmente blancas y unas bonitas cortinas grises, colgadas en unos amplios ventanales que dan al jardín. El jardín, que se encuentra en la parte trasera de la mansión, para mí, es lo más bonito de este lugar; Tiene una gran piscina y unas bonitas plantaciones.

A estás alturas estaba terminando de organizar mi habitación, que me costaba llamarla mía. Aunque no trajera muchas cosas, le quise dar un buen limpiado y ambientarla a mí.

Ayer, cuando el sol empezó a caer, fui a la tienda de animales más cercana. Compré una cama y unos comederos y bebederos nuevos para Raiza. También algunos juguetes y comida para ella; Ya que vivía aquí, no tenía que pagar por muchas cosas.

—Mmm... ¿Dónde pongo esto? —le pregunté a Anna mientras miraba a mi alrededor. Estaba en video llamada con ella.

Tenía una mini planta en la mano, quería colocarla en un sitio que se viera realmente bien.

—Eh... ¡Ahí! —exclamó decidida —. En esa estantería, que no es muy grande.

Miré hacia la pantalla de mi teléfono y la observé.

—¿Ahí? —señalé hacia el lugar. A través de mi móvil vi cómo asentía.

Puse la plantita en la pequeña estantería flotante, en forma de cuadrado. Me alejé un poco y miré el panorama de frente para ver cómo quedaba. Puse las manos en mis caderas y analicé el paisaje.

—¿Cómo ha quedado? —escuché preguntar a mi amiga.

Sonreí y me dirigí hacia el escritorio (donde se encontraba mi móvil apoyado). Cuando mi cara apareció en la vídeo llamada hablé.

—Ha quedado estupendo.

—Perfecto. —dijo mi amiga con una sonrisa.

De repente escuché el abrupto golpe de la puerta principal cerrarse. Fruncí el ceño y miré a mi amiga; Ella también lo había escuchado.

Después de eso empecé a escuchar a dos personas discutir. Si no me equivocaba una de ellas era Pedri.

—Ahora te llamo y te cuento. —le dije a Anna. Ella asintió, dándome el permiso de colgar.

Abrí lentamente la puerta de mi cuarto y la cerré tras mí. Caminé por el largo pasillo con desconfianza y al llegar al salón pude ver el panorama; Pedri se encontraba discutiendo con una chica, una chica muy guapa.

—¡¿Pero qué coño te pasa ahora?! ¡¿Qué vienes a reclamar?! ¡No te entiendo! —habló el canario con las manos al aire, parecía que no entendía el motivo del supuesto arrebato de la rubia.

—No te preocupes, que yo te lo explico —dijo con rabia y después sacó su teléfono, buscó algo en él y se lo enseñó —. Mira.

Pedri analizó el teléfono, parecía que estaba leyendo algo. Después de un rato se empezó a reír y cogió entre sus dedos el puente de su nariz.

—Esa chica es mi nueva empleada. No te estoy siendo infiel, Katia. —dijo él apoyando sus manos en su cadera.

De un momento a otro, Katia, que la recuerdo por ser mencionada por Anna, giró la cabeza hacia mí con un gesto sarcástico. Esto provocó que se percatara de mí presencia.

—Es esta, ¿no? —habló de malas formas señalándome.

Pedri dirigió la mirada hacia donde Karia señalaba, encontrándome a mí. Agaché la cabeza avergonzada, dándome cuenta de lo fisgona que había sido.

—Lo siento, acabo de llegar —mentí rascando mi cuello —. Solo he venido porque me aturdió el escándalo. —me excusé volviendo a alzar la mirada.

Katia rió irónicamente apoyando las manos en su cintura, mirándome.

—Entonces esta es la nueva "empleada" —dijo haciendo comillas con sus dedos —. Muy joven, ¿no?

Me aclaré la garganta antes de hablar.

—Pedro tiene razón, señorita. Soy la nueva empleada de servicio. —sostuve cruzando mis brazos.

—Ya veo. —dijo repasándome de arriba a bajo con su mirada verde.

Intenté cubrir mi repugna ante su acto. Me miraba con desprecio y superioridad.

—Bueno, me voy. —dije dándome la vuelta.

—¿Tú nombre? —escuché la pregunta de la rubia.

—Savanna, Savanna Vega. —respondí volviéndome a girar para mirarla.

Después de unos pocos de segundos me giré de nuevo marchándome del lugar. Me dirigí a la cocina; Con todo esto me había entrado sed.

Al llegar abrí el frigorífico y saqué una jarra de agua. Cogí un vaso y me serví el líquido transparente en él. Se me hacía raro entrar a una cocina de la casa de otra persona y servirme de esta forma, como si fuera mi casa. Al fin y al cabo se podría decir que era "mi casa", más bien trabajaba en ella.

Desde mi posición podía escuchar los exclamos de la pareja, que por lo visto habían decidido seguir discutiendo.

—Hola. —escuché una voz mientras veía agua, haciendo que me sobresaltara por la sorpresa.

Empecé a toser, ya que me había atragantado también. La mujer que habló se acercó a mí y empezó a darme golpecitos en la espalda.

—Perdón, hija. Te he asustado. —dijo amablemente.

—No se preocupe. —dije sonriendo.

Me giré hacia ella y la pude analizar mejor. Era una una mujer de alrededor cuarenta, cincuenta años. Era más bajita que yo y rellenita. Era morena y tenía una bonita melena negra recogida en un moño, con notables canas que ya empezaron a salir.

—Eres la nueva empleada, ¿no? —dijo dedicándome una sonrisa.

Asentí con dulzura.

—Sí, esa soy yo —confirmé pasando un mechón de mi pelo tras mi oreja —. ¿Suelen discutir mucho? —pregunté con curiosidad.

Ella asintió repetidas veces antes de hablar.

—Sí. La señorita Acosta es muy celosa y mal pensada. —respondió empezando a limpiar la encimera de la Isla de la cocina.

—Comprendo. No fue muy agradable conmigo. —le conté después de terminarme el agua de mi vaso.

—Entre tú y yo, debo de decir, que no la trago, nunca lo he hecho. —confesó sin parar su trabajo.

—Entiendo. ¿Lleva muchos años trabajando aquí? —pregunté guardando la jarra en el frigorífico.

Ella asintió y habló.

—Desde que Pedro se mudó a Barcelona. Eso fue hace uno, dos años; Cuando el Barça lo fichó. —me contó sonriente —. Es un chico estupendo, lo quiero como si fuera mi hijo.

—¿Tienes hijos? —pregunté de nuevo.

Negó con la cabeza.

—Pero lo conozco desde chico, chico. Soy de Valladolid, pero viví durante mucho tiempo en las Islas Canarias. Yo soy muy amiga de la madre de Pedro. —me explicó ya terminada su labor de limpiar la encimera.

Yo solo asentí con la cabeza repetidas veces, lentamente.

—¿Cómo te llamas, cielo? —me preguntó calidamente poniéndose a mi lado.

—Savanna Vega —respondí —. ¿Y usted?

—Sofía Carrero.

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Lo siento por la tardanza, pero como creo que ya les dije, estoy ocupada con mis estudios. Espero les guste, ¡Recuerden votar!

Atte: Ari la anónimaᕕ( ᐛ )ᕗ

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