𝐈. ¡𝐄𝐬𝐭𝐚́𝐬 𝐝𝐞𝐬𝐩𝐞𝐝𝐢𝐝𝐚!

𝐒𝐚𝐯𝐚𝐧𝐧𝐚 𝐕𝐞𝐠𝐚

ᴍɪʀᴇ́ ᴇʟ ʟᴜᴊᴏsᴏ ʀᴇʟᴏᴊ ᴅᴇ ᴘᴀʀᴇᴅ, todavía faltaban cuatro largas horas de jornada laboral en este sitio. Para la gente de buen dinero que visita este lugar es uno de los paraísos de la comida para su rico paladar, en cambio para mí es el infierno que diariamente tengo que aguantar.

The Aqua Chef es uno de los restaurantes más famosos y adinerados de la ciudad de Barcelona, donde ofrecen comidas diminutas de productos de alta calidad a cambio de subirte el ego.

Llevo trabajando en este lugar cerca de nueve meses y puedo decir que preferiría trabajar en Mc Donald's antes que aquí. ¿Por qué? Simplemente porque este lugar lo que tiene de adinerado lo tiene de tacaño. Con el sueldo que recibo cada mes apenas puedo pagar mi beca universitaria y llevarme algo de comer a la boca, de milagro no se me cae el techo de mi pequeño departamento encima.

¿Qué decir? Conseguir trabajo es mucho más difícil de lo que una puede llegar a imaginarse. De hecho si me ofrecieran otro trabajo ahora mismo lo aceptaría sin duda alguna, ya no es solo por el poco presupuesto que cobro a final de mes, si no por el terrible trato que me dan.

—¡Tú, niña! —me gritó el Chef, un señor de unos cincuenta años. Es regordete, calvo, tiene un grueso y canoso bigote bajo su nariz y es de mi misma altura, eso quiere decir que es bajo.

Ruedo los ojos con molestia antes de responder.

—Le he dicho mil veces que me llamo Savanna, señor Romero. —le reproché apoyando una de mis manos en mi cadera.

Aunque no fuera poco el tiempo que llevo trabajando a su lado, no es capaz ni de recordar mi nombre, o simplemente es que le gusta ser desagradable, que estoy segura que se le da mejor que la cocina.

—Me da igual. Anda, lleva estos platillos a la mesa quince. —me ordena con indiferencia ante mi comentario.

Cojo los platos con recelo, dirigiéndole una mirada de asco; A estas alturas ya ni me esfuerzo en disimular lo mal que me cae.

—¡Vamos! —exclamó con tono autoritario —. ¿A qué esperas?

Resoplando porque no me daba tiempo ni de respirar, empecé a caminar intentando ignorar el horrible dolor de pies que tengo. En este restaurante tienes que ir obligadamente con los tacones que te brindan, que son terriblemente incómodos, y con una falda de tubo negra, que aprieta tanto que cuando caminas te cuesta respirar.

Todavía no podía creer que tenía que aguantar otras cuatro horas de trabajo con estos tacones del infierno. No sé ni cómo estoy soportando el palpitante dolor que me causan.

Intentando llegar a la mesa con una cara decente y no con una que transmitiera verdadero dolor, paseo entre las mesas, ya que como guinda del pastel el restaurante no era pequeño y la mesa quince se encontraba en la otra punta del establecimiento.

De repente sentí un fornido cuerpo chocar contra mí. No pude aguantar el equilibrio, causando que me cayera abruptamente contra el suelo, de culo y con los platillos incluidos.

En ese momento me preocupé más por los platos con comida altamente cara que por lo mucho que me estaba doliendo el trasero ante la caída.

—¡Oh, mierda! Lo siento, no estaba mirando a donde iba. —dijo una linda voz masculina, que sería la persona con la que me había chocado.

Sin mirar la cara del individuo, rápidamente, me puse a recoger cada pedazo de plato roto; No era la primera vez que me pasaba.

—Ay, chacho, lo siento de verdad. —habló de nuevo aquella voz, haciendo que inconscientemente sonriera al escuchar esa mítica palabra de las Islas Canarias.

Sentí cómo esa persona se agachaba frente a mí y me ayudaba a recoger los pedazos de platos.

—No se preocupe, joven, esto es parte del trabajo. —intenté sonar lo menos estresada posible. No estaba teniendo un buen día, mejor dicho, no estaba teniendo una buena vida en general.

—De verdad, que ha sido mi culpa, lo siento.

En ese momento me digné a alzar la mirada y ver al chico que tenía en frente. Para mi sorpresa era un chico sumamente atractivo. Su rostro por alguna extraña razón me parecía familiar, de haberlo visto antes. Era un pelinegro de ojos marrones, con una escasa barba que le quedaba sorpendentemente bien.

—No se preocupe. —dije tímidamente y agaché la mirada de nuevo para seguir recogiendo.

—Señorita Vega. —escuché otra voz masculina a mis espaldas. Esta no era agradable y sabía perfectamente de quien se trataba: mi jefe.

Me levanté, haciendo que el chico frente a mí también lo hiciera. Me giré, e intentando controlar mis emociones negativas, miré a mi jefe; Un señor asquerosamente rico, alto, de cuarenta y tantos años y con una porte intimidante.

—¿Sí, señor? —hablé sintiendo cómo la gota fría de sudor caía por mi frente.

—Hablemos en mi despacho —habló en tono demandante —. Y tú, Anna —dijo dirigiéndose a mi compañera de trabajo y única amiga presente —, limpia este desastre.

Sin más me dirigí hacia su despacho, dejando aquel chico con acento canario atrás. Me senté en la silla frente al escritorio, fue poco después que mi jefe entró con un rostro que demostraba verdadero enfado. Sin más preámbulo se sentó en su silla, que es igual de lujosa que todo este establecimiento, y empezó a hablar.

—¿Qué hago contigo, Savanna? —preguntó con molestia. Yo apreté los puños en mi regazo, intentando no decir nada fuera de lugar.

—Fue un accidente, señor Lández. Hasta el chico con el que me choqué reconoció que fue culpa suya. —traté de excusarme.

—Eso ni siquiera es una excusa, Savanna, por favor. —al escuchar esas palabras apreté con más fuerza mis puños, molesta.

—Hubieras esquivado al cliente. —dijo sin más.

—¿Perdona? —solté indignada; Me estaba haciendo querer soltar la lengua, y sé que si empiezo hablar explotaré.

—La torpeza es suya, tienes que estar pendiente. ¿A caso no mira a ambos lados de la carretera antes de pasar? —habló desagradablemente, parecía que se estaba burlando.

—¿Pero qué tiene que ver? —espeté malhumorada, con un tono elevado considerando que hablaba con mi jefe.

—Mejore su tono conmigo, señorita Vega. No sea necia —habló con notable desagrado hacia mí —, la culpa fue suya.

"La culpa fue suya." ¡Que le jodan!

En ese momento me levanté de golpe, molesta, notando de nuevo el dolor en mis pies.

—Mire, señor Lández, la culpa no fue mía, yo sí estaba mirando a donde iba —él me miró con incredulidad —. Me parece muy fuerte que yo le esté diciendo que hasta el chico con el que me he chocado reconoció su culpa y usted aun así diga que la culpa fue mía —hablé con desespero y enfado —, el necio aquí es usted.

—¿Sabes con quién estás hablando? —dijo ofendido —. ¿Sabes que puedo despedirte ahora mismo?

Y con eso no aguante más. ¿Qué decir? ¡Si estaba deseando irme de aquí cuanto antes!

—Bien, señor Lández, haga lo que quiera, ¡porque no aguanto un minuto más aquí! —ya no había vuelta atrás: me estaba revelando contra mi jefe —. Estoy cansada de este trabajo de tacaños, me tratan como perros y me pagan una miseria. Como si eso no fuera suficiente me obligan a llevar estos tacones mientras trabajo, donde tengo que andar de un lado para otro sin parar con ellos puestos. Por si usted no sabe, me han salido ampollas muy dolorosas por culpa de ellos. ¿Usted acaso piensa en sus trabajadores?

En la vida me había sentido tan desahogada. Decirle todas esas cosas en la cara a mi jefe había sido, sin duda, liberador.

—Usted es una mal esucada. ¿Quién se cree para hablarme así? —habló con cólera.

—Me creo una chica de diecinueve años que no puede respirar bien cuando anda con esta falda puesta, que fíjate por donde, ¡también me obligan a usar! —su enfado no era nada comparadocon la mío.

A estas alturas ya tenía los ojos llenos de lágrimas.

—¡Pues bien! ¡Estás despedida!

Y sin más, después de soltar un sonoro sollozo, salí de ese despacho.

Después de cerrar la puerta, me quite los dichosos tacones, y con apuro, caminé hacia el baño descalza.

—¡Savanna! ¿Qué ha pasado? —me preguntó Anna, pero en ese momento no podía escuchar a nadie.

Me metí en el baño, me encerré en un cubículo y empecé a llorar. ¿Qué iba hacer ahora? Me había quedado sin trabajo.

La parte positiva es que ya no tengo que aguantar este lugar, y menos, usar esa mierda de tacones.

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Hola, gente guapa:) Hechaba de menos hablarles por aquí. La verdad no pensé que mi anterior historia llegara tan lejos, así que se los agradezco mucho.

Espero que esta historia les gusta tanto o más que la otra, ya que está está mucho más elaborada, con más drama y movimiento.

Intentaré dar lo máximo de mí para complacerles, así que espero no decepcionarles y que esta historia no quede en flop.

Pd: cualquier cosa que les gustaría ver en esta historia háganmelo saber y yo veré si puedo añadir eso:)

Atte: Ari la anónimaᕕ( ᐛ )ᕗ

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