Chapter 2: Soy un raro, entiende.

Después de dejar a Taehyung en su casa —o más bien, a un par de cuadras de distancia, porque él había insistido en no querer ser visto juntos—, Jungkook retomó su camino con una mezcla de alivio y frustración arremolinándose en su pecho. El auto se desplazaba lentamente por las calles semivacías, el sonido tenue del motor casi un consuelo contra el eco de sus pensamientos. En el asiento del copiloto, su celular vibraba intermitentemente, la luz de la pantalla parpadeando con cada nuevo mensaje de su madre.

Ella, como siempre, no paraba de enviarle textos preguntándole si se había perdido, su preocupación manifestándose en una cadena interminable de notificaciones. Jungkook soltó un suspiro profundo, y deslizó su mano por el volante, decidiendo no responder. Sabía que de todas formas tendría que escuchar lo que su madre tenía que decirle en cuanto cruzara la puerta de su casa, pero en ese momento prefería el silencio que le ofrecía el viaje, aunque durara solo unos minutos más.

Cuando finalmente llegó, la escena que lo recibió fue exactamente como la había anticipado: su madre lo esperaba en la sala, sentada al borde del sofá con una inquietud palpable que parecía llenar el espacio. En cuanto lo vio entrar, se levantó de golpe, sus manos entrelazadas frente a su pecho, como si buscaran contener la ansiedad que había estado acumulando durante su ausencia.

Sus ojos, cargados de preocupación, recorrieron su figura de arriba abajo, casi como si quisiera asegurarse de que estaba entero. Sin decir una palabra, el ambiente entre ambos se llenó de una tensión conocida.

—¿Por qué no respondías mis mensajes? Estaba preocupada por ti, hijo.

—¿Ahora te preocupas por mí? —replicó él, cargando su voz de ironía mientras esbozaba una sonrisa que no llegaba a sus ojos—. No soy un niño. Puedo cuidarme solo.

No esperó respuesta alguna. Sin decir una palabra más, subió las escaleras y se dirigió directamente a su habitación.

Aunque Jungkook entendía por qué había quedado al cuidado de sus abuelos cuando era pequeño, no podía evitar la molestia que aún sentía hacia su madre. Cuando ella se marchó, le dieron una explicación simple, intentando protegerlo de la complejidad de la situación por su corta edad. Pero, para un niño que acababa de ser abandonado por su padre, la partida de su madre le generó una herida similar, haciéndolo sentir, una vez más, esa misma sensación de vacío e incomprensión.

Esa era la raíz de su actitud distante hacia su madre. Al crecer, llegó a conocer los detalles de lo que realmente había sucedido, pero aunque intentó dejar atrás esos sentimientos amargos, le resultaba difícil desprenderse de ellos. Las heridas del pasado, por más que intentara ignorarlas, seguían presentes, enraizadas en lo profundo de su ser.

Se dejó caer en la cama, permitiendo que el cansancio del día lo envolviera. Cerró los ojos con fuerza, como si eso bastara para apartar los pensamientos que lo acosaban, pero estos se aferraban a su mente como sombras persistentes. Suspiró, largo y pesado, decidiendo no darles más espacio. En cambio, dejó que su mente vagara hacia lo extraño que había sido ese primer día.

Nunca habría imaginado que conseguir lo que tanto había buscado resultaría tan sencillo. Todo había ocurrido de forma casi mecánica, sin los obstáculos ni los giros inesperados que había anticipado. Pero, a pesar del alivio que debería sentir, había algo que lo carcomía. El vacío seguía ahí, inamovible, inquebrantable, como una herida abierta que ni siquiera la atención recién recibida podía sanar.

Esa sensación lo había acompañado por tanto tiempo que era casi como una vieja conocida, una presencia constante que le susurraba al oído, recordándole que nunca sería suficiente, que no importaba cuánto intentara llenar ese hueco, siempre habría algo faltante.

Y, sin embargo, en lo más profundo de su ser, todavía quedaba un resquicio de esperanza, tenue pero persistente. Una parte de él se aferraba a la idea de que, tal vez, algún día, ese sentimiento desaparecería, llevándose consigo el peso que cargaba sobre el pecho. Tal vez. Pero hasta entonces, solo le quedaba esperar.

Eso lo llevó inevitablemente a pensar en Taehyung. Cómo desearía poder ser más como él: alguien que parecía navegar por la vida sin la constante carga de buscar la aceptación de los demás. Era como si Taehyung viviera en un mundo donde las expectativas externas carecían de peso, y esa libertad lo envolvía con un aura que resultaba imposible de ignorar.

Mientras sus pensamientos vagaban, algo curioso emergió: de todo el día, el único momento en el que su ansiedad se había disipado por completo fue cuando estuvo con él. Jungkook no pudo evitar detenerse en ese detalle. Era como si, en presencia de Taehyung, el bullicio interno que lo atormentaba quedara en silencio, reemplazado por una calma que rara vez experimentaba.

Se dio cuenta de que, tal vez, una de las razones por las que no podía apartarse de él era precisamente esa intriga constante. Había algo en él que lo fascinaba, una cualidad tan natural como inalcanzable: su espíritu libre. Esa despreocupada forma de vivir, esa habilidad para moverse por el mundo sin vacilar, era algo que Jungkook anhelaba con todo su ser, pero que se sentía tan lejano como las estrellas. Y cuanto más trataba de comprenderlo, más se daba cuenta de que era esa misma distancia lo que lo mantenía irremediablemente atraído hacia él.

¿Libertad? ¿Se le puede llamar realmente así a lo poco que nuestros ojos logran percibir? Porque aunque, para Jungkook, Taehyung parecía vivir exactamente como quería, lo que no consideraba era que cada persona construye su propia prisión, una que solo es visible para sí misma.

25 de marzo del 2021.

Cinco días habían pasado desde que su vida cambió por completo. Aquella mañana, fue despertado por los rayos de sol que se filtraban a través de las cortinas. Se estiró, intentando liberar la tensión de su cuerpo, y luego frotó sus ojos con pereza. Alargó la mano hacia la cómoda junto a su cama y tomó su celular; la alarma sonaría en cinco minutos, así que aprovechó para desactivarla antes de que interrumpiera el silencio. Permaneció unos momentos mirando al techo, inmóvil, mientras esperaba escuchar el sonido de la puerta principal cerrándose o cualquier indicio de que su madre ya se había marchado al trabajo.

Una vez que se aseguró de estar solo, se levantó de la cama y fue directo al baño para lavarse el rostro y cepillarse los dientes. Luego, bajó a la cocina y, como de costumbre, encontró el desayuno listo sobre la mesa, acompañado de una pequeña nota que su madre había dejado antes de salir.

"Desayuna antes de irte, ten un buen día. Mamá."

Aunque Jungkook solía pasar por alto muchas de las cosas que su madre hacía por él —los recordatorios constantes, las preguntas sobre su día, incluso las pequeñas notas adhesivas que dejaba pegadas en el refrigerador—, el desayuno era una excepción que no podía ignorar.

El aroma dulce y cálido de los waffles recién hechos lo envolvió en cuanto bajó las escaleras, invadiendo sus sentidos como una invitación imposible de rechazar. Sobre la mesa, un plato humeante lo esperaba, acompañado de un vaso de leche de plátano, su favorita. Su estómago rugió en respuesta, traicionando cualquier intento de aparentar indiferencia.

Desayunó lo más rápido que pudo y, al terminar, lavó los platos. Luego, regresó a su habitación, se metió en la ducha y dejó que el agua caliente lo despertara por completo. Unos veinte minutos después, ya estaba completamente listo, con la ropa en su lugar y todo lo necesario preparado. Tomó sus cosas y, sin pensarlo demasiado, se apresuró a salir hacia la escuela.

El trayecto no le tomó mucho tiempo, pero al llegar al estacionamiento, decidió detenerse un instante. Se quedó allí, con el motor del auto apagado, y dejó escapar un profundo suspiro. La presión de la expectativa lo envolvía como una manta pesada. Sabía que tenía que fingir ser la persona que todos esperaban que fuera. Se colocó esa máscara que ya era familiar para él, una que ocultaba su verdadero ser, consciente de que tras ella se escondían emociones y dudas que nadie parecía notar. En ese momento de quietud, luchaba con la idea de quién era realmente.

Aunque para ser honesto, ni siquiera él lo sabía.

Se bajó del auto y comenzó a caminar hacia el instituto, sintiendo el bullicio familiar del lugar que lo rodeaba. Sin embargo, al levantar la vista, se detuvo en seco al ver a Taehyung entrar por la puerta principal. Un impulso inmediato lo llevó a seguirlo; desde la última vez que hablaron, el castaño había comenzado a evitarlo de manera descarada, y esa evasión había dejado un vacío en su pecho que no podía ignorar.

Apresuró el paso, decidido a alcanzarlo y aclarar las cosas entre ellos. Pero justo cuando estaba a punto de cruzar el umbral, un llamado resonó a su lado, interrumpiendo su tren de pensamientos. Se giró, la expectativa y la frustración entrelazándose en su interior, mientras su mirada buscaba la fuente de la interrupción.

—¡Jk! —saludó Hoseok con entusiasmo, acercándose al azabache con una amplia sonrisa—. ¿Por qué tanta prisa? —añadió con curiosidad.

—Hey, hola. No es nada —respondió Jungkook, tratando de restarle importancia—. Vi a alguien que llamó mi atención, pero gracias a ti perdí la oportunidad.

No es que Jungkook quisiera ocultar que estaba siguiendo a Taehyung, pero aún necesitaba entender qué había detrás de la forma en que Hoseok había catalogado al castaño. Esa percepción lo intrigaba y le generaba dudas, y antes de revelarle cualquier cosa, quería desentrañar los motivos del moreno.

—Hoy tenemos entrenamiento —escuchó a alguien decir a su lado. Jungkook se giró y se encontró con Yoongi, sorprendiéndose de que no se hubiera dado cuenta de su presencia—. Tenemos un partido importante en unos días, así que necesito que te integres al equipo de inmediato.

—Entendido —respondió el azabache, asintiendo con la cabeza y esbozando una sonrisa.

Su conversación se interrumpió con el sonido del primer timbre, que anunciaba el inicio de las clases. Tras despedirse de Yoongi, ambos chicos se apresuraron hacia su primera clase, una en la que Jungkook estaba convencido de que tendría la oportunidad de ver a Taehyung: literatura. La expectativa crecía en su interior mientras se dirigían al aula, deseando que el día le brindara una oportunidad para hablar con él.

Llegaron justo antes de que el señor Miller ingresara al salón, y una oleada de emoción recorrió a Jungkook al divisar a Taehyung al fondo, sentado en su habitual lugar. El castaño estaba profundamente concentrado, absorto en lo que escribía en la libreta negra que siempre llevaba consigo, sus ojos fijos en el papel como si el mundo a su alrededor no existiera.

Jungkook deseaba ir a sentarse junto a Taehyung, sintiendo un anhelo silencioso por la cercanía, por la posibilidad de compartir incluso unos minutos de su compañía. Estaba a punto de dar un paso hacia él, cuando, de repente, Hoseok lo tomó del brazo con una sonrisa entusiasta y lo guió hacia otro asiento, justo al lado de él. Por un momento, Jungkook dudó, con las ganas de resistirse a esa presión, de seguir su impulso y acercarse a Taehyung. Pero algo dentro de él, ese estúpido sentido de pertenencia que siempre lo hacía ceder, lo obligó a aceptar la decisión de su amigo. Con un suspiro interno, se dejó llevar, acomodándose en el nuevo lugar, mientras una sensación amarga se apoderaba de él: la oportunidad de acercarse a Taehyung se desvanecía una vez más.

La clase comenzó, y con cada minuto que transcurría, Jungkook sentía que se moría de aburrimiento. Sus pensamientos divagaban, y el murmullo monótono del profesor parecía desvanecerse en el aire. Sin embargo, justo antes de que la clase llegara a su fin, el profesor mencionó un tema que logró captar su atención de inmediato.

—Deberán entregar en pareja un ensayo sobre una de las grandes obras literarias que se encuentran en esta lista —explicó, levantando una hoja de papel en alto para que todos pudieran verla.

Esa era su oportunidad; ahora solo tenía que encontrar la manera de que lo emparejaran con Taehyung.

—Hagámoslo juntos —sugirió Hoseok a su lado, colocando una mano en su hombro para captar su atención.

—¿Dos imbéciles que no saben nada de literatura trabajando en equipo? Excelente combinación —respondió Jungkook con un tono burlón, buscando la manera de negarse a la propuesta y, al mismo tiempo, anhelando que Hoseok no lo impidiera.

No fue necesario pensar demasiado, ya que pronto el profesor anunció que él mismo se encargaría de formar las parejas, lo que sumió al salón en un profundo silencio. Al menos se había salvado de hacer el trabajo con Hoseok. No es que le desagradara trabajar con él, pero quizás estaba un poquito ansioso por encontrar la manera de acercarse a Taehyung sin darle la oportunidad de ignorarlo.

¿Por qué sentía tanta curiosidad por Taehyung? Ni siquiera Jungkook podía explicarlo. Había algo en él, una fuerza inexplicable, que lo atraía de una manera que no podía descifrar. Sabía que no podría entender la razón de esa atracción si no encontraba la oportunidad de acercarse, y descubrir qué era lo que realmente lo cautivaba. La inquietante sensación de querer saber más sobre el castaño lo empujaba, casi como una necesidad. Pero, a la vez, la posibilidad de ser ignorado lo aterraba, como si esa cercanía pudiera destruir todo lo que había imaginado. A pesar del miedo, el impulso seguía creciendo dentro de él, exigiendo una respuesta que no sabía cómo obtener.

Si Jungkook no había creído en el destino anteriormente, ese pensamiento se desvaneció por completo en el instante en que el profesor anunció que su pareja para el ensayo sería Taehyung. Una oleada de emoción recorrió su cuerpo, y sus ojos brillaron con intensidad, sintiendo que la fortuna finalmente le sonreía. Era la oportunidad perfecta que había estado esperando para acercarse al castaño. Sin embargo, la reacción de Taehyung no podía haber sido más opuesta; una mueca de desagrado se formó en su rostro tan pronto como escuchó el anuncio, dejando claro que no compartía la misma emoción.

Después de que las parejas se formaron y se les entregó una copia de la lista de obras, la clase llegó a su fin. Los estudiantes se levantaron lentamente, recogiendo sus pertenencias mientras se preparaban para dirigirse a su próxima clase.

—¿Vienes? —preguntó Hoseok, lanzándole una mirada curiosa a Jungkook mientras guardaba su cuaderno en la mochila.

—Voy enseguida. Tengo que organizar lo del ensayo primero —respondió Jungkook, señalando sutilmente con la cabeza hacia Taehyung, quien en ese momento parecía estar inmerso en medio de una conversación con el profesor.

—Suerte con el raro —murmuró Hoseok con una sonrisa burlona en los labios, acompañando su comentario con un guiño antes de colgarse la mochila al hombro y salir del aula.

Jungkook esperó a que Hoseok saliera del aula antes de girarse y caminar hacia el escritorio del profesor, donde la conversación entre Taehyung y el docente se había tornado tensa.

—¿¡Pero por qué!? Yo siempre trabajo solo —reclamó Taehyung, visiblemente molesto. Su ceño estaba profundamente fruncido, y mantenía los brazos cruzados en una postura que reflejaba su descontento.

—Lo sé, Taehyung —respondió el profesor con paciencia, sin perder la compostura—, pero con la llegada de Jeon, el número de alumnos es par, así que ya no es necesario que trabajes por tu cuenta. —Había un brillo de diversión en los ojos del profesor, quien observaba con cierta simpatía la frustración evidente en el rostro del castaño, que negaba con la cabeza con exasperación.

—¡Agh! —exclamó Taehyung en un gesto de derrota, incapaz de seguir discutiendo. Sin decir una palabra más, se dio la vuelta y salió del aula con pasos rápidos, como si quisiera escapar de la situación.

El profesor, soltando un leve suspiro, miró a Jungkook con una sonrisa comprensiva.

—Tenle paciencia. Es un buen chico, solo que no está acostumbrado a trabajar en equipo. —Le aconsejó en tono amable.

Jungkook asintió en silencio, sin dar respuesta. Las palabras del profesor resonaron en su mente, pero su atención ya no estaba en ellas. Con la mente centrada en Taehyung, no perdió ni un segundo. Sin pensarlo más, se apresuró a seguirlo, sus pasos rápidos y decididos. Quería alcanzarlo, hablar con él antes de que se alejara demasiado.

Recorrió con la mirada ambos lados del pasillo hasta que lo vio doblar la esquina, lo que le dio una clara idea de hacia dónde se dirigía: el aula donde se conocieron. Aunque tenía otra clase a la que debería asistir en ese momento, esa idea ni siquiera cruzó por su mente cuando fue con mucha determinación detrás del castaño sin dudarlo, alcanzándolo justo cuando este comenzaba a subir las escaleras.

—¿Puedes dejar de ignorarme? —pidió Jungkook, subiendo los escalones tras él. Taehyung apenas giró la cabeza para mirarlo de reojo, chasqueando la lengua con evidente fastidio antes de seguir adelante sin molestarse en responder—. Oh, vamos, solo quiero que nos organicemos para el trabajo que tenemos que hacer —insistió Jungkook, tratando de sonar razonable a pesar de la tensión en su voz.

Taehyung se detuvo bruscamente al llegar al aula, abriendo la puerta con un gesto seco. Entró y se volvió hacia Jungkook, quedándose de pie en el umbral. Sus ojos, fríos y desinteresados, lo escrutaron por un momento antes de hablar.

—Está bien, te diré cómo lo haremos —comenzó, con un tono cortante—. Yo haré todo el trabajo y pondré tu nombre al final, ¿te parece bien? ¿Sí? Genial. Ahora, ¿podrías dejarme en paz? —sentenció con frialdad, cerrando la puerta en la cara de Jungkook antes de que este pudiera responder.

—¿De verdad crees que soy uno de esos idiotas que se aprovechan del sabelotodo para no hacer nada? —replicó Jungkook, levantando la voz con un toque de indignación.

La puerta se abrió un instante después, lo justo para que Taehyung pudiera asomar la cabeza con un gesto desafiante.

—¡Sí! —respondió, casi gritando, antes de volver a cerrar la puerta con un golpe seco.

Jungkook se quedó en silencio por un momento, procesando lo sucedido. Luego, con una sonrisa sarcástica, se llevó una mano al pecho.

—Auch, me hieres, Kim —dijo con fingido dramatismo—. Pero bueno, si no quieres hablar conmigo como personas decentes, entonces me quedaré aquí hasta que decidas salir—. Con determinación, dejó caer su mochila al suelo y se sentó junto a ella, cruzando las piernas y los brazos, como si planease quedarse allí el tiempo que fuera necesario.

Taehyung estaba claramente irritado por la persistencia de Jungkook. Creía que mantenerlo alejado era lo mejor para ambos, y no entendía por qué el otro seguía buscándolo con tanta insistencia. Además, la extraña sensación que sentía en su pecho, con el corazón acelerado cada vez que Jungkook estaba cerca, lo ponía nervioso. Esa incomodidad lo obligaba a estar siempre alerta, tratando de evitar cualquier contacto directo con él.

Suspiró con fuerza y se dirigió a su lugar habitual, sacó su libro Al faro, con la esperanza de sumergirse en algo que le ayudara a despejar su mente. Sabía bien que este libro no era fácil de leer; su narrativa era tan intrincada que perder la concentración por un instante significaba extraviarse en la trama. Para muchos, resultaba tedioso, incluso incomprensible, pero no para Taehyung. A él lo fascinaba la manera en que la autora entrelazaba emociones y pensamientos de forma tan sutil que cada lectura le revelaba algo nuevo. Había algo irresistible en cómo convertía sus propias experiencias en un enigma, lleno de significados ocultos. Cada página, cada línea, le ofrecía la oportunidad de descubrir una nueva perspectiva, una interpretación distinta, y eso lo mantenía cautivado una y otra vez.

Y habría sido realmente interesante seguir leyendo, de no ser por cierto azabache al otro lado de la puerta, cuyo canto no dejaba de distraerlo.

—Let's go to the park. I wanna kiss you underneath the stars. Maybe we'll go too far, we just don't care, we just don't care, we just don't care.

Era una canción que Taehyung conocía a la perfección, curiosamente una de sus favoritas. Nunca se había imaginado que Jungkook tendría ese gusto musical y que podía cantar con tanta libertad, como si, justamente... nada más importara.

Después de varios minutos tratando de ignorarlo, la curiosidad de Taehyung se volvió demasiado fuerte para resistir. Se levantó de su lugar, sintiendo una mezcla de intriga y deseo de acercarse. Caminó hacia la puerta y se sentó en el suelo, apoyando la espalda contra el marco, justo al lado de ella, para poder escuchar mejor.

—You know I love it when you loving me. Sometimes it's better when it's publicly. I'm not ashamed I don't care who sees, us hugging and kissing a love exhibition, ¡Oh!

Taehyung estaba completamente hipnotizado por la voz del azabache, cada nota resonando en su interior como un eco agradable. Jungkook, al otro lado de la puerta, ya se había dado cuenta de que no estaba solo en ese momento; al notar la sombra que se proyectaba bajo la puerta. Eso le hizo sonreír ampliamente al imaginar al castaño sentado a su lado, separados solo por un delgado panel de madera. Con un impulso, llevó su mano hasta la puerta, como si intentara alcanzarlo a través de ella, deseando sentir su presencia más cerca.

—¿Ya me dejarás entrar? —preguntó finalmente, riendo suavemente, lo que logró sacar a Taehyung de su trance.

Parpadeó un par de veces antes de regresar a la realidad, como si acabara de salir de un profundo sueño. Soltó un suspiro pesado, tratando de liberar toda la tensión acumulada, y se levantó para quitar el seguro de la puerta. Luego, regresó a su lugar, donde había dejado su libro, sintiendo que el ambiente a su alrededor había cambiado sutilmente.

Al escuchar el sonido de la puerta, Jungkook no pudo evitar moverse rápidamente. Recogió sus cosas y se acercó para abrir la puerta, ansioso por ver a Taehyung. Cuando finalmente la abrió, lo encontró sentado en una silla, con los brazos y las piernas cruzadas, mostrando una actitud relajada. En su mano derecha sostenía el libro que estaba leyendo —o que parecía estar leyendo—, con una expresión despreocupada.

Jungkook se vio completamente cautivado al observarlo. El estilo clásico de Taehyung, combinado con los anteojos que usaba, le conferían esa aura de intelectual que parecía sacado de otro tiempo, casi como si fuera parte de algún culto de sabiduría oculta. Sin decir una sola palabra, se acercó y tomó asiento frente a él, colocando su mirada fija en Taehyung, incapaz de apartar los ojos. La intensidad de su observación fue tal que el castaño, aunque intentaba concentrarse en su lectura, no pudo evitar percatarse de cómo lo miraba. El peso de esa mirada lo distrajo, haciendo que las palabras en la página se desdibujaran y su mente comenzara a divagar.

—Comprendo que te guste acosar a los demás, pero deja de mirarme así, detente, es molesto —declaró Taehyung con seriedad, apartando la mirada de su libro para fijar su ceño fruncido en Jungkook. La intensidad de su mirada hizo que el azabache no pudiera evitar sonreír de inmediato, una sonrisa tan genuina que hizo que Taehyung, por un momento, se sintiera más nervioso de lo que habría querido admitir.

—De acuerdo, dejaré de hacerlo... si me respondes algo —respondió Jungkook, inclinándose ligeramente hacia adelante, la sonrisa nunca abandonando sus labios.

Ya bastante frustrado, Taehyung cerró su libro con un golpe seco y soltó un suspiro profundo, cargado de fastidio, casi como si tratara de calmarse antes de ceder a la conversación.

—¿Qué cosa?

Jungkook lo miró fijamente, sus ojos brillando con curiosidad mientras formulaba la pregunta con toda la sinceridad que podía reunir.

—¿Por qué estás ignorándome?

Taehyung no tardó en replicar, su voz cargada de una ligera irritación que contrastaba con el tono calmado de Jungkook.

—¿Por qué estás prestándome atención? —respondió con rapidez, logrando que el azabache frunciera el ceño, confuso por la inesperada reacción.

—Yo pregunté primero.

—Eso no hace que tu pregunta sea más importante.

—Deja de desviar el tema, Tae.

Taehyung estaba preparado para continuar el debate, pero en el instante en que escuchó a Jungkook llamarlo de esa manera, una que hacía mucho tiempo nadie se atrevía a usar, se quedó completamente inmóvil. La sorpresa lo paralizó por un segundo, y por más que intentaba procesar el apodo que acababa de escuchar, no podía evitar sentirse desconcertado. Era como si, de repente, toda la distancia que había entre ellos se hubiera reducido en un solo suspiro, y la rápida confianza que el azabache parecía tomarse lo dejó sin palabras. No sabía si sentirse irritado o cautivado, y, por un momento, simplemente observó a Jungkook, incapaz de reaccionar, con la mente demasiado abrumada para comprender el cambio en el aire entre ambos.

—Eres un idiota, es evidente —dijo Taehyung finalmente, con una franqueza que hizo que Jungkook abriera los ojos y la boca, visiblemente ofendido—. Si tuvieras una pizca de sentido común, sabrías que chicos como tú no se relacionan con personas como yo.

Jungkook, un tanto desconcertado, parpadeó, sin saber si sentirse insultado o intrigado. Su respuesta fue inmediata, aunque algo cargada de curiosidad.

—¿Y cómo son las personas como tú?

Taehyung lo miró con desdén, su tono más cortante mientras evitaba hacer contacto visual.

—Deja de darle vueltas al asunto. Si quieres seguir en la cima de esa estúpida pirámide social, entonces deja de seguirme y empieza a ignorarme como todos los demás —declaró con firmeza, sus palabras como una sentencia que lo alejaba aún más.

Jungkook no se dejó intimidar. Su mirada se tornó desafiante mientras se levantaba lentamente de su asiento, acercándose a Taehyung. Su postura era tranquila, pero cargada de una determinación implacable.

—¿Y si no quiero, qué? —preguntó con una sonrisa provocadora, recargándose en el respaldo de la silla de Taehyung. Con cada movimiento, se fue acercando más, acorralándolo entre sus brazos, sin permitir que el espacio entre ellos creciera. La tensión en el aire era palpable, y Jungkook no parecía dispuesto a ceder.

—Tú serás el que salgas perdiendo.

Jungkook, sin embargo, no pareció escuchar del todo. Estaba demasiado concentrado en el pequeño lunar cerca del labio inferior de Taehyung, ese punto minúsculo que parecía llamar su atención más que cualquier palabra que saliera de su boca. La conversación comenzó a desvanecerse en el aire, desdibujada por la tensión creciente entre ellos.

—¿Y eso quién lo define? —cuestionó Jungkook, la mirada fija ahora en los labios de Taehyung, casi como si estuviera atrapado en ese pequeño detalle, olvidando por un momento todo lo demás.

—Soy un raro, entiende.

Jungkook sonrió de forma ligera, pero con un dejo de desafío en su voz.

—¿Y qué si quiero ser un raro contigo? —respondió, su sonrisa tan suave que contrastaba con la tensión palpable en el aire, como si esa simple frase tuviera el poder de deshacer la distancia entre ellos.

Taehyung lo miró con incredulidad, sintiendo la presión en su pecho aumentar. No estaba acostumbrado a que alguien lo desafiara tan directamente, y mucho menos con esa expresión tan sincera.

—No tienes idea de lo que hablas —dijo, lamiéndose inconscientemente los labios, un gesto que, aunque pequeño, fue suficiente para que Jungkook lo notara. Algo en su interior se encendió, una chispa que no pudo controlar. La distancia que quedaba entre ellos se volvió insoportable. Con un solo movimiento, redujo el espacio entre ellos hasta hacerlo desaparecer por completo.

La reacción de Taehyung fue inmediata, pero en un primer momento se quedó congelado, como si su mente no pudiera procesar lo que estaba sucediendo. Sin embargo, lo que lo sorprendió aún más fue que, en lugar de apartarse, correspondió al beso con una intensidad que ni él mismo había anticipado. El contacto de sus labios con los de Jungkook parecía borrar todo el resto del mundo, dejando solo una abrumadora sensación de necesidad y urgencia que los envolvía por completo.

El beso se profundizó, cargado de una tensión eléctrica que ninguno de los dos parecía dispuesto a soltar. La mano de Jungkook, firme pero delicada, se deslizó hasta la mejilla de Taehyung, acariciándola con suavidad para evitar que se apartara, como si la mera idea de romper el contacto fuera insoportable. Cada segundo que pasaba, se sentía más como una condena que como una elección, y Taehyung, completamente atrapado, no encontró fuerzas para separarse. La idiotez, pensó, podría ser contagiosa, pero la sensación de estar perdido en ese beso, de pertenecer a ese momento, lo hacía sentirse más vivo que nunca.

Estaban completamente inmersos en ese beso, tan intensamente que apenas se separaban, solo para robar un respiro antes de volver a fundirse en la conexión, como si sus labios se hubieran convertido en una necesidad irrefrenable. La tensión crecía entre ellos, cada roce se volvía más desesperado, más urgente, mientras el tiempo parecía desvanecerse en una eternidad de sensaciones compartidas.

Pero de repente, como un golpe inesperado, la lucidez se hizo presente en la mente de Taehyung. Fue como si el mundo a su alrededor hubiera vuelto a encajar en su lugar, y en un instante, la confusión lo invadió por completo. Con un movimiento brusco, se separó de Jungkook, alejándose de él, como si intentara escapar de algo que ya no podía controlar. Su mano se levantó instintivamente hacia su boca, como pudiera tocar el rastro de lo que había hecho.

¿Qué mierda acababa de suceder? No tenía ni la menor idea, pero eso, sorprendentemente, no era lo que más lo perturbaba en ese momento. Lo que lo consumía, lo que realmente lo desconcertaba, era la necesidad inexplicable de volver a sentir los labios de Jungkook sobre los suyos. ¿Se había vuelto loco? Posiblemente.

Era lo único que podía pensar, la única explicación posible para la forma en que su cuerpo había respondido a algo que, en su lógica habitual, debería haberlo alejado. Pero en lugar de eso, había dado un paso hacia lo irracional, hacia lo desconocido, sin poder detenerse. Lo peor de todo era que no sabía si quería detenerse.

La vergüenza lo golpeó de inmediato, un calor incómodo subiendo por su cuello cuando su mirada se cruzó con la de Jungkook. Los ojos oscuros del azabache lo observaban en silencio, con una intensidad que lo hizo sentirse vulnerable, expuesto de una manera que no estaba preparado para enfrentar. Fue como si el peso de ese instante lo aplastara, y una oleada de nerviosismo lo invadió por completo.

Sin pensarlo dos veces, Taehyung recogió sus cosas con rapidez, casi como si estuviera huyendo de algo que no entendía del todo. El movimiento fue apresurado, casi torpe, mientras su mente trataba de procesar lo que acababa de ocurrir. En su prisa por escapar, apenas se percató del silencio absoluto que reinaba en el aula, el cual se sentía aún más pesado con cada segundo que pasaba.

Con un suspiro entrecortado, se dio la vuelta y salió de la habitación sin mirar atrás, sus pasos resonando en el pasillo. No necesitaba mirar para saber que Jungkook seguía allí, inmóvil, observando su partida. Pero a pesar de esa certeza, Taehyung no se atrevió a volver la vista atrás. El nudo en su estómago y la confusión que lo envolvía eran suficientes para mantenerlo alejado, aunque una parte de él deseaba, con desesperación, saber qué pensaba el azabache.

Ese era su refugio. Taehyung no tenía otro lugar al que ir, así que lo único que se le ocurrió fue ir a la enfermería y fingir que se sentía mal para poder quedarse allí a descansar. El sonrojo en sus mejillas, aún persistente por la vergüenza, hizo que la enfermera le creyera, pensando que tal vez tenía fiebre.

Taehyung siempre había sido considerado raro por los demás, pero ahora empezaba a convencerse de que tal vez no solo lo veían así, sino que realmente estaba loco. No podía entender por qué su corazón latía con una fuerza arrolladora por un chico, y no solo eso, sino que ese chico representaba todo lo que él odiaba en alguien. La contradicción lo devastaba. Cada vez que sus pensamientos volvían a Jungkook, sentía cómo sus emociones se desbordaban como un torbellino, arrasando con todo a su paso, sin piedad ni control.

Suspirando con frustración, sacó su libreta de la mochila, buscando alguna forma de calmar el caos que invadía su mente. Sabía que no podía seguir ignorando lo que sentía, pero tampoco quería enfrentarse a ello de inmediato. Con la punta del bolígrafo, comenzó a escribir todo lo que lo abrumaba, plasmando en las hojas todo lo que su corazón no lograba comprender. Quizás, con suerte, al escribirlo, podría liberarse de ese torbellino de sentimientos y entender, siquiera por un momento, lo que realmente estaba sucediendo dentro de él.

¿Cómo distinguimos lo correcto de lo erróneo? 
¿Qué nos define, si ya hemos perdido la cordura? 
¿Cómo detonar lo que en mí provocas, 
cuando, aunque todo tiene su explicación, 
no encuentro respuesta a lo que nadie jamás cuestionó?

Tantas preguntas que convergen en un solo punto. 
Desearía tener la ecuación perfecta que me lleve a la verdad, 
porque, antes de perderme en tu boca, 
nunca clasifiqué nada como perfecto.

Tantas preguntas... 
Y tan pocas respuestas; solo una, 
aquella que hace latir mi corazón con fuerza: 
"Tú".

Jungkook permaneció inmóvil, intentando procesar lo que acababa de suceder. No era la primera vez que besaba a un chico, pero sí era la primera vez que lo hacía impulsado por algo tan irracional, algo que parecía surgir de lo más profundo de su ser. Su corazón latía con una intensidad que no había experimentado antes, y esa sensación lo desconcertaba aún más. ¿Qué lo había impulsado a besarlo? No podía encontrar una respuesta clara. No entendía por qué, de repente, se sentía tan fascinado por alguien que acababa de conocer. Esa atracción inexplicable lo desbordaba, y cuanto más lo pensaba, menos entendía de sí mismo. Cada vez que cerraba los ojos, la imagen de Taehyung lo invadía, y con ella, una sensación de confusión y necesidad de descubrir lo que estaba ocurriendo en su interior.

Estaba completamente desconcertado. Con un suspiro pesado, se dejó caer en la silla detrás de él, cubriendo su rostro con ambas manos como si intentara bloquear no solo lo que acababa de ocurrir, sino también la tormenta de pensamientos que se desataban en su mente.

—Bien hecho, Jeon —se dijo a sí mismo, su voz cargada de frustración—. Ahora sí que te pasaste. Ya nunca volverá a hablarte.

Por más que intentara convencerse de que el beso había sido solo un impulso del momento, no podía quitarse de la cabeza la imagen de los labios de Taehyung, tan perfectos y tentadores, con ese pequeño lunar en el labio inferior que parecía haber quedado grabado en su memoria. Cada vez que cerraba los ojos, era esa imagen la que lo invadía, haciendo que su mente se desbordara de pensamientos que no quería enfrentar.

Inconscientemente, humedeció sus propios labios, como si ese simple gesto pudiera devolverle la sensación de aquel beso, esa conexión fugaz y electrizante que había sentido. Pero, en el fondo, sabía que no podía replicar lo que había experimentado. El recuerdo seguía ardiendo en su pecho, dejando un vacío que no sabía cómo llenar. La confusión lo envolvía, y por más que intentara distraerse, el deseo de revivir ese momento seguía acechándolo, imposible de ignorar.

Sacudió la cabeza, como si intentara deshacerse de esos pensamientos que lo asaltaban sin cesar. Con un suspiro resignado, buscó una de sus libretas y, con rapidez, escribió una breve nota. La deslizó entre las páginas del libro que Taehyung había estado leyendo, ese que, por la prisa del momento, se le había quedado atrás. Al hacerlo, sintió un leve peso en el pecho, pero no lo pensó demasiado. Guardó sus cosas con una calma tensa, y antes de salir, colocó el seguro para asegurar la puerta. Luego, sin mirar atrás, se alejó, con la mente aún llena de dudas.

El sonido del timbre lo arrastró de vuelta a la realidad, una llamada que lo hizo darse cuenta de que había perdido la noción del tiempo y, con ello, una clase completa. Miró el reloj: ya era la hora del almuerzo. Con un suspiro, se dirigió hacia la cafetería, caminando hacia la mesa que el equipo de baloncesto solía ocupar. Vio a los chicos llegar uno a uno, hasta que finalmente Hoseok apareció, acercándose rápidamente hacia él.

—¿En dónde te metiste? ¿Cómo te atreves a saltarte la clase de salud sin mí? —se quejó su amigo, exagerando el tono y cruzando los brazos, su rostro arrugado en una expresión de falsa indignación.

—Me perdí de regreso, así que decidí sacrificar la increíblemente emocionante clase de salud —respondió con sarcasmo, esbozando una sonrisa juguetona.

Hoseok puso los ojos en blanco, su reproche desvaneciéndose en el aire tan pronto como vio a Yoongi entrar. Con una sonrisa de complicidad, dejó de lado su queja y caminó hacia él sin pensarlo. Mientras tanto, Jungkook permaneció en su lugar, observando el bullicio que llenaba la cafetería.

Los grupos se destacaban claramente, como si cada uno tuviera su propio espacio, marcado por la identidad de los clubes a los que pertenecían. En una esquina, los chicos de ciencia conversaban de fórmulas y teorías, mientras más cerca de la ventana, el grupo de cocina se reía con entusiasmo, compartiendo anécdotas sobre los últimos experimentos culinarios. No muy lejos, los chicos punk ocupaban su rincón habitual, con su actitud desafiante y sus estilos inconfundibles. La cafetería era un microcosmos de personalidades y mundos que coexistían, cada uno con su propio territorio.

Jungkook se encontró reflexionando brevemente sobre en qué tipo de grupo encajaría Taehyung. Sus ojos recorrieron la cafetería hasta detenerse en la mesa del club de literatura, donde los estudiantes discutían animadamente sobre libros y teorías. Sin pensarlo, se imaginó a Taehyung allí, rodeado de palabras y pensamientos profundos. Pero rápidamente desechó la idea. El castaño era demasiado bonito y sofisticado como para encajar en ese entorno. Jungkook negó ligeramente, como si con ese gesto pudiera disipar la ridiculez de sus pensamientos. ¿Por qué estaba pensando en eso?

Trató de concentrarse en la conversación que mantenía el equipo, pero su mente no dejaba de divagar. Las palabras de los demás se desvanecían como ecos lejanos, y en su lugar, sólo quedaba la imagen del beso compartido con Taehyung. Ese que había llegado sin previo aviso y que, sin que él lo supiera en ese momento, había marcado un antes y un después en su vida. Por más que intentó sacarlo de su cabeza, no pudo evitarlo. Cada vez que trataba de alejarse de ese pensamiento, el recuerdo lo arrastraba de nuevo, dejándole una sensación agridulce y desconocida.

Ya que esa fue la primera vez que Jungkook sintió que, por fin, encajaba a la perfección.

Holaaaaaa, que satisfacción poder narrar ese beso mucho mejor. Realmente que esta historia necesitaba varias mejoras, espero que las estén disfrutando. Ya sea que estén leyendo por primera vez, así como los que están releyendo. Vi alguien por ahí que decía que leería por quinta vez dfldslfds.😳

La canción que está en la cajita multimedia es la que Kook cantaba, por si la quieren escuchar, es preciosa.🩷

Muchas gracias por todo el apoyo, les traje el capítulo hoy como regalito de año nuevo. Espero que lo hayan disfrutado. Les mando un fuerte abrazo y muchos besitos.🫂💕

Volveré pronto, hasta entonces, manténganse sanos.🌷

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