❛ 𝘅𝘃𝗶𝗶. 𝗍𝗈 𝗌𝖾𝖾 𝗒𝗈𝗎 𝖽𝗈𝗂𝗇𝗀 𝖺 𝗉𝖾𝗇𝖼𝗁𝖾́.




❛ 𓄼 CAPÍTULO DIECISIETE 𓄹 ៹




ERAN LAS TRES DE LA MADRUGADA Y ELIZABETH SALIÓ DEL HOTEL PARA ESTIRAR LAS PIERNAS, su estado de alerta habiendo matado el sueño horas antes. Hicieron un viaje de tres días en uno solo para llegar a Valle del Sol, en Phoenix. Se establecieron en un hotel cerca del aeropuerto en caso de emergencia, la morocha había dejado a Bella descansando en la cama, Alice y Jasper cuidando del entorno cuando salió con la justificación de sentirse como un león enjaulado.

Era cierto, pero a la vez le faltaba verdad. No se había alimentado desde la mañana del día anterior, y le estaba costando concentrarse. Por lo general era constante en su alimentación a base de sangre, pero después de tales acontecimientos no había tenido tiempo. Toda la preocupación consumiendo su energía, causando el desnivel de ella. Miró por un largo tiempo a los clientes del bar que se encontraba unos locales más abajo, buscando a su bolsa de sangre.

No quería un ebrio, el alcohol diluyéndose con la sangre y causando un sabor amargo en ella. A veces, dependiendo de la situación, tenía preferencias por la persona a quien le hincaría el diente, esa vez a falta de tiempo no. Así que atrapó a la primera persona que salió del lugar en solitario, arrastrándola detrás.

—No grites. No te alarmes. Solo tomaré de tu sangre y al final te dejaré ir —la miró a los ojos, asegurándose de no traumarla aunque la haría olvidar ese momento después, porque definitivamente no le gustaba las hormonas que se disparaban con el miedo—. ¿Si?

La rubia asintió en transe, permitiendo a Elizabeth sacar sus colmillos y enterrar su rostro en el cuello de la mujer, tomando su sangre de la manera más urgente que podía, una alarma en su cabeza activándose queriendo regresar a la habitación. Así que al finalizar, le brindó un poco de su misma sangre para cerrar las perforaciones que había hecho, haciéndola olvidar su interacción y regresando al hotel en unos segundos.

—¿Me he tardado? —inquirió en un tono de voz inocente, cuando tres pares de ojos cayeron sobre ella.

Bella ya se encontraba despierta, parada ante la mesita de la sala con Alice y Jasper sentados en el sofá, por sus miradas y gestos corporales estaban serios y enfocados en lo que estuviera sobre el mueble.

—Llegaste a tiempo para descubrir dónde está o estará el rastreador —balbuceó Bella.

—¿Escapó? —no hizo falta una respuesta, porque ya la conocía—. ¿Y bien?

—Un estudio de Ballet —Alice habló, girando la hoja para que la morocha viera el dibujo. Había pintado una habitación grande y rectangular, con una pequeña sección cuadrada al fondo. Las tablas de madera del suelo se extendían a lo largo de toda la estancia. En la parte inferior de las paredes había unas líneas que atravesaban horizontalmente los espejos, y también una banda larga, a la altura de la cintura, que recorría las cuatro paredes, como un arco—. Acorde a las palabras de Bella, hay uno aquí, en Phoenix. En la esquina de la calle donde vive su madre.

—¿Tomabas clases de ballet, Bells? —sonrió juguetona, sin poder imaginar a la castaña practicando una disciplina de tal equilibrio como lo era el ballet—. Quiero verte haciendo un penché.

—¿Sabes lo que es un penché? —arrugó el ceño, desviando la atención de ella.

—Niña prodigio —se explicó encogiéndose de hombros, fingiendo humildad—. Por eso hubiese arrasado con mi bateo esta tarde —rodeo la mesita y se dejó caer junto a Jasper chocando sus piernas, mirando la comida frente a ella para comenzar a agarrar de todo un poco—. Vamos, dame un penché.

—Vete al diablo, Liz —la rizada soltó una carcajada ante la expresión enfurruñada de Swan—. Sabes que soy una bailarina espantosa. No pude manejar un partido de béisbol.

—Eso es mala suerte de principiante —le apuntó con la papa frita en mano.

Elizabeth se giró a Jasper, quien ya no se encontraba a su lado, ahora sentado lo más alejado posible de ella. Desde el comienzo del viaje mantuvo su distancia con su compañera, a lo cual no le daba sentido, tratándola como si fuese una humana a la que en cualquier momento le saltaría encima para drenarla. Entendía esa actitud con Bella, pero no con ella. Había intentado mirarlo, pero el rubio desviaba sus ojos o los mantenía en el camino o estancados en la televisión. No buscaba el contacto físico que Rosalie buscaba en ella, o el que mantenían Esme y Carlisle. Tal vez él no se sentía con la comodidad para hacerlo frente a su familia, tal vez se había sobrepasado al besarlo en el juego, tal vez lo estancó. Tal vez, en algún punto entre la llegada flanqueando a Bella a la casa Cullen y la salida de los cuatro a Phoenix, algo cambió para Jasper. Tal vez el amor no era tan puro e incondicional para todos.

Una nube se posó sobre ella, gris y con llovizna. De pronto su humor le había dado un bajón a sus emociones y ya no sentía la necesidad de llenarse el estómago con comida humana. Lo dejó donde estaba y sabiendo que Jasper había captado sus emociones se disculpó en un farfullo abandonando la sala, metiéndose en el dormitorio y cerrando las puertas detrás de ella.

CUANDO SE DESPERTÓ NO ESTABA AL TANTO DE LA HORA, solo de la insistencia de Alice por sacarla de la cama y hacerla tomar una ducha.

—¿Tan mal me veo? —preguntó estirando su cuerpo. Sabía que no tenía un aspecto desaliñado por lo que estaba confundida.

—Liz, Jasper te quiere —se sentó en la orilla de la cama y la miró con dulzura, y un rastro de pena—. Pero ha pasado por mucho, y teme perderte. No es seguro como Rosalie, pero él te quiere con la misma intensidad.

—Entonces no son ideas mías —se derrumbó devuelta a la cama, quejándose—. ¿No está aquí? —no creía que la duendecilla estuviera hablando de su hermano con tanta libertad si el rubio no se encontrara en la habitación.

—Fue a reconocer terreno cerca de la casa de la madre de Bella. Ustedes tomarán un vuelo con Edward cuando llegue, nosotros nos quedaremos para proteger a su madre —se extrañó, ¿Cuánto tiempo durmió?—. Está afuera, hablando con ella. Yo iré a recepción y tú tomarás una ducha, ¿Entendido?

—Alice, no hace falta que actúes como mi madre. No quiero una madre. Ya la tuve y terminamos odiándonos a muerte —intentó bromear con ello, pero su tono de voz le falló, ambas lo supieron—. Lo que hace un rastreador y el desapego de Jasper —se dirigió a la ducha y se desvistió, abriendo las llaves para encontrar la temperatura ideal mientras Alice se marchaba a recepción y Bella se escapaba para verse con James.

AL DIABLO CON BELLA, al diablo con el rastreador, al diablo con Phoenix y al diablo con Edward. Bella escapó, no supo decir si para su irritante sorpresa, justo unos momentos antes de que el vuelo donde Carlisle, Edward y Emmett se encontraban aterrizara. El trio que se encontraba con Bella se encontró con el que acababa de aterrizar en el aeropuerto, poniéndose entre todos al corriente.

—Qué idiota —insultó Elizabeth, frustrada consigo misma por perder a Bella de su vista.

❛ Nosotros tres no éramos suficiente. Ella moría ❜. Se repetía una y otra vez la explicación que Alice le dio a ella y luego a Edward sobre por qué no fueron al estudio de ballet, sabiendo la ubicación. Por un momento se odió, ella no sería suficiente para salvar a Bella si intentara ir.

Y luego recordó la carta que Alice le había dado. La letra de Bella. Una explicación. Un rehén. Dos disculpas. Dos súplicas. Le dejó sus más sinceras palabras a ella... Y a Edward.

Se removió en su lugar. Robaron un Subaru en el estacionamiento del aeropuerto, Edward sacando toda la velocidad del automóvil además de los dos cartuchos de óxido nitroso, presionando para llegar a Bella antes de que muriera. Estaba casi sentada en el regazo de Alice, entre ella y el cuerpo enorme de Emmett no le dejaban mucho espacio para respirar.

Era desordenado, caótico, peligroso el cómo conducía Edward, pero justificado. Perdieron los dos espejos retrovisores y un silencio mortal rondaba el reducido espacio; a veces hablaba Alice, a veces hablaba Edward, pero suponía que el resto se lo comunicaban por la mente de la pelinegra, así que los chirridos y la velocidad del vehículo le angustiaban. Si no llegara a tiempo... Si no pudiera salvar a Bella...

—Liz —su rostro brincó como un resorte a Edward, a su espalda, llamándola por primera vez por su apodo. Aunque estuviese el tono de impaciencia, tratando de controlar su instinto animal, escuchó un segundo. Familiaridad en la manera en que Edward la llamaba.

—Para, Edward —insistió Alice.

—Cuando yo te diga debes de salir y seguirme. Solo así le compraremos unos segundos a Bella —no hizo falta que le preguntara si entendió.

—Edward, no es la manera.

—Alice, llega cuanto antes —fue bajando la velocidad, Elizabeth miró a Emmett y luego a Alice, a Carlisle por el retrovisor y por último a Jasper—. ¡Ahora!

Hubo un cambio entre Edward y Alice por el asiento del conductor en una fracción de segundo, luego en cinco segundos se encontraba a horcajadas sobre una elegante motocicleta negra, rodeando la cintura del castaño cobrizo para sostenerse cuando este no dio pie a que manejaría prudente.

—¡Debes sacar a Bella de ahí! —ordenó—. Yo atacaré al rastreador, no sé cuánta ventaja les proporcione.

Gilbert asintió, reuniendo todo el coraje posible a medida en que se acercaban. Cuando debieron detenerse e ir a pie una cuadra antes, Elizabeth solo tenía pensamientos asesinos.

¡Último capítulo mañana! Intento
terminar el primer acto antes del
Año Nuevo, así que si hay errores
de lógica u ortográficos los voy a
corregir el siguiente año, aunque
ya saben que me lo pueden decir
o preguntar al respecto. ¡Bye!

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