❛ 𝘅𝗶𝘃. 𝗂'𝗏𝖾 𝖻𝖾𝖾𝗇 𝗐𝖺𝗇𝗍𝗂𝗇𝗀 𝗍𝗈 𝖿𝖺𝗇𝗀 𝗁𝖾𝗋.
❛ 𓄼 CAPÍTULO CATORCE 𓄹 ៹
ELIZABETH GILBERT NO TENÍA MIEDO EN ADMITIR QUE SE ENCONTRABA CON EL ESTÓMAGO REVUELTO. Mientras buscaba un atuendo que ponerse. Mientras salía de su casa y se encontró a Rosalie y Jasper esperando por ella junto al descapotable. Los nervios aumentaban a la par en que adquirían cercanía al hogar Cullen y se alejaban de la civilización, perdiéndose entre árboles y arroyos.
Ya había conocido al clan Cullen, sí, pero en una situación no agradable donde se terminó marchando. Aquella era su oportunidad para enmendarlo. Hacer que los padres y los hermanos de Rosalie y Jasper le apreciaran.
El trío se había marchado con tiempo notable de diferencia, Edward y Bella quedándose en su burbuja de romance que la castaña pasó por alto el nerviosismo de Elizabeth. Se estiraba las mangas de su blusa blanca, desde los codos hasta las muñecas, después se las devolvía a la medida de los codos. Cuando llegaron, en un intento por disipar sus nervios, observó por primera vez la estructura del hogar, las dos veces pasadas no teniendo la oportunidad ni el tiempo.
Tenía tres pisos de altura y era rectangular y bien proporcionada. Estaba construida de madera de roble oscura y de mármol negro en aquellas partes donde no abarcaban los ventanales, era elegante. Elizabeth no encontró privacidad al principio, pero luego recordó que la vivienda estaba lo bastante lejos como para que cualquiera se decidiera por ir a explorar a las profundidades del bosque solo para poder echar un ojo a la casa Cullen.
Jasper se posicionó a un lado, Rosalie en el otro, la rubia tomó la delantera y entrelazó sus manos, dandole la bienvenida mientras abría la puerta; había música italiana en el ambiente y el olor a condimentos llegó a su nariz.
—Que sea pasta, que sea pasta —murmuró, de la mano que tenía libre entrelazó sus dedos índice y medio.
—¿Cómo te sientes? —Jasper las detuvo antes de seguir, una mano suya fue a parar con delicadeza sobre su espalda baja.
—Bien, eh, eso creo —balbucea, distraída—. Tal vez ansiosa. ¿Por qué?
—Estás apretando fuerte mi mano, ricitos —la morocha intentó soltarse para pedirle disculpas, culpando a su temor, pero la rubia Cullen no se lo permitió—. Está bien, solo queremos asegurarnos. ¿Puedes continuar?
No lo dudó, el clan cocinó y se preparó para su visita, y la de Bella, no les fallaría. —Hasta el fin del mundo —alzó su mano en puño, declarando con un deje de nervios.
Siguió a Rosalie por las escaleras que dejaban atrás el recibidor para dar lugar al segundo piso, la sala, el comedor y finalmente la cocina, donde Emmett, Carlisle y Esme se encontraban, cocinando.
—Elizabeth, nos alegra volverte a ver —Esme dejó los utensilios y se acercó a ella con una enorme sonrisa y, Elizabeth quiso suponer, que debido a su condición de vampiro la señora Cullen no tuvo inhibición en rodearle el cuerpo en un abrazo maternal. Otra vez. Aunque esté más prolongado y fuerte que el otro. Las cejas de la morocha se dispararon hacia arriba con sorpresa, atinando a dar unas palmadas incómodas para ella. No pudo evitar avergonzarse.
—Y esta vez en circunstancias menos acusatorias —Emmett levantó la mano para saludar, sacudiendo el cuchillo.
—Menos mal, ¿No? —se incomodó ligeramente, antes de recordar el don de uno de sus compañeros. Tratando de recomponer su estado de ánimo miró a Esme, después a Carlisle—. Buenos días. Gracias por la invitación.
—Sé bienvenida, Elizabeth —Carlisle dio un paso comedido y cuidadoso. Alzó una mano con timidez y la chica se apresuró para estrecharla, al contrario de su mujer él se contuvo e intentó brindarle el espacio que sus hijos le habían pedido, considerando su interacción pasada.
Al terminar de hablar el patriarca de la familia escucharon a un auto llegar, después las voces de Bella y Edward aparecieron.
—Aquí viene la humana —tarareó Rosalie, por el tono Elizabeth frunció el ceño.
—Ey —dio un tirón a sus manos sorprendentemente aún unidas, negando discretamente con la cabeza para reprender el comentario a medida en que la segunda pareja hacia su aparición. Rosalie bufó, pero también dio un gesto afirmativo.
—Carlisle, Esme, les presento a Bella —ambos adultos tuvieron mucha mayor precaución con la humana, haciendo delicados movimientos para no asustarla. Ambos le tendieron la mano con alegría—. Recuerdas a mis hermanos. Emmett, Rosalie y Jasper —el pelinegro repitió su saludo, dejando esta vez el cuchillo. Rosalie apretó los labios y asintió sin verla a los ojos.
Cuando llegó el turno de Jasper el rubio tomó el lugar de su hermana, su mano también reemplazó la de ella y Elizabeth comenzó a acariciar su dorso. —Hola, Bella —mantuvo la distancia y no le ofreció la mano, todos en el lugar lo tomaron como una victoria.
—Estamos haciendo italiano para ustedes. Pasta y un poco más —Elizabeth ejerció su mayor autocontrol para no dar saltos infantiles. La pasta era su comida favorita.
—Nos dieron una excusa para usar la cocina por primera vez.
—Espero tengan hambre.
—Sí, por supuesto.
—Siempre tengo hambre —respondieron Bella y Elizabeth consecutivamente.
—Ella ya comió —murmuró Edward.
—Más para mí —en un segundo Elizabeth ya no se encontraba entre Rosalie y Jasper, sino sentada en una de las sillas de la isla con una mirada ansiosa. La familia e Isabella se sorprendieron de que usara su velocidad vampírica con naturalidad—. Queso. Más queso —protestó cuando Emmett le tendió el plato, ganando risillas de los vampiros.
La comida la ayudó a ponerse al margen. Un poco.
—De verdad. Buena excusa le han dando Rosalie y Jasper a Esme de volver a cocinar —se burló el de enorme complexión, aunque su expresión denotaba un gesto de afecto—. Quiere algo más que hornear galletas a los humanos en el trabajo de Carlisle.
—A todo esto, ¿Dónde está Alice? —Edward se removió en su lugar, su novia no parecía incómoda con el desenvuelvo de las personas frente a ellos, él por otra parte... Nadie tuvo ocasión de responder, ya que la duendecilla apareció en ese momento caminando a lo largo del tronco de un árbol del exterior, aterrizando de un salto en el interior.
—Hola, Bella. Liz —saludó con entusiasmo. Primero echó a correr hacia Bella, una centella de pelo oscuro y tez nívea, que llegó a detenerse delante de la castaña repentinamente y con elegancia. Carlisle y Esme le lanzaron miradas de aviso, cambiando a expresiones de estupefacción cuando le dio un beso en la mejilla—. Hueles muy bien.
—Alice, ¿Qué haces? —en el rostro del castaño cobrizo se dibujó una mueca de incredulidad.
—Está bien —aseguró con despreocupación, girando sobre su eje para acercarse a Elizabeth, aún devorando la pasta, comiendo sus sentimientos de nervios y ansiedad—. Bella y yo seremos grandes amigas.
—Aunque no está equivocada —la morocha se tragó su bocado y no tuvo más que aceptar el abrazo de oso de Alice, no acostumbrada—. La sangre de Bella es tentadora. He querido echarle el colmillo desde que llegué —la broma salió naturalmente de sus labios, sin notar que los de su alrededor colocaron muecas, la de Edward contrastando con todas ellas. A Isabella, conociendo a su amiga, se le escapó una risa verdadera.
—Voy a llevarte a ver el resto de la casa —se apresuró el lector de mentes, Bella aceptando.
—Una menos —farfulla Esme con un deje de decepción, pero rápidamente se compone y se regresa a Elizabeth—. ¿Qué tal está la comida?
—Estupenda —halaga restregando sus manos sobre su falda negra, creando la necesidad de agradar a la matriarca—. Es mi segundo plato. Tienen un don para la cocina.
El doctor esbozó una sonrisa. —Nos alegra que te haya gustado. Mis hijos nos comentaron de tu apetito. ¿Más?
—De hecho —Rosalie intercedió, apartando por unos centímetros el plato de la morocha—, nos la llevaremos arriba.
—¿Tan pronto? —protesta Gilbert, deseando una tercera porción de la comida.
—Valdrá la pena —promete Jasper, apoyando a su hermana para recuperar la atención de su compañera. Ambos rubios se dieron cuenta que no sería la última vez en pelear su atención contra la comida.
—Bien —acepta—. Fue un placer volverlos a ver, la comida estuvo increíble —volvió a repetir, no se cansaría.
—Tal vez un día podamos cocinar juntas —la sugerencia de la matriarca tomó por sorpresa a Elizabeth, le agradaba. De verdad le agradaba.
—DEBEN DE ESTAR BROMEANDO —si la mandíbula de Elizabeth no estuviera sujeta a ella se le hubiese caído hasta llegar al subsuelo. Frente a ella se alzaba un cuadro enorme, con cantidades de birretes de graduación ordenados en filas—. ¿Han pasado por todo esto de escuela? —pregunta con incredulidad antes de negar con vehemencia—. No, me niego. No pasaré por esto —hizo el ademán de tener una estaca entre sus manos y se apuñaló en el corazón causando sonrisas graciosas en los rubios, finalizando con miradas de adoración.
—Lo que debemos sufrir para poder permanecer más tiempo en un lugar —suspiró Jasper, Rosalie concordando con una mueca.
—Bueno, menos mal llegué a Forks —sube un escalón, el que la separa de los rubios, poniéndose de puntas para besar la mejilla de Jasper tirando de sus cortos mechones ondulados hacia atrás. A la par en que hace eso, con su mano contrario busca la de Rosalie, enrollando sus dedos en ella y llevando su dorso a sus labios, besando con delicadeza, como en los viejos tiempos—, estarían agonizando.
Sabiendo lo que había provocado en ambos vampiros se hizo un espacio entre ellos, subiendo las escaleras hasta llegar al tercer piso en definitivo, fue cuando sintió una brisa de aire detrás de ella, haciéndola chocar contra la pared que tenía a su izquierda. Su vista se enfocó, teniendo a Rosalie parada frente a ella, aprisionando su cuerpo contra la estructura de mármol.
—Seríamos miserables —ronronea, una mirada llena de capricho resplandeciendo en su rostro. Sus labios se curvaron, los de ella igual. Jugó igualmente con su cabello, lo más rubio que nunca había visto antes; no lo iba a negar, el anhelo de besar a Rosalie, de besar a Jasper, se encontraba ahí, creciendo desde la raíz de su corazón.
Había tenido miedo al principio, asustada de encontrar por fin la felicidad después de dos años de escapes y evasiones, no sabía si de verdad estaba preparada para afrontar su pasado, permanecer en un lugar, volver a confiar en las personas y no acercarse a ellas por la utilidad que le podrían llegar a ser. Miró los labios de Rosalie, la comodidad y la calma embargando su cuerpo, su cerebro, su corazón, creyó que era obra de Jasper, pero se dio cuenta que eso era lo que le provocaba estar entre los brazos de la Cullen.
Cuando volvió al mundo real, dejando a la fantasía detrás, se encontraba besando a Rosalie. No sabía quién había dado el primer paso, la primera inclinación, el primer contacto, pero ahí estaban. La mano de Elizabeth estaba en la nuca de la rubia, las manos de Rosalie ahuecaban sus mejillas; no duraron mucho así, aunque el beso inició como una proposición sugestiva, fue precioso y cuidadoso, delicado, como si Rosalie hubiera olvidado que Elizabeth no era una humana.
—¿No es incómodo para ti, Jazz? —se giró al hermano Hale. Les había dado su espacio, permaneciendo en las escaleras y caminando lentamente hacia ellas, quedando a un lado de Elizabeth, con unos centímetros haciendo distancia. Tenía una sonrisa dibujada, reflejaba tanta felicidad que le aparecieron unos hoyuelos.
—En absoluto —asegura—. Tú eres feliz con Rosalie, y yo estoy feliz por ello. Es algo de compañeros, estoy simplemente agradecido de estar en tu vida. Es algo que mi hermana y yo hemos acordado —se comunicaron entre ellos de una manera que Elizabeth no comprendió, una mano de Rosalie desapareció y una mano de Jasper la remplazó, le acarició con el pulgar, trazando sus labios—. Tu felicidad por sobre la nuestra. A cualquier costo.
—Eso no me parece muy justo —protesta—. Me han estado esperando por un largo tiempo, no me niego a hacerlos felices.
—Liz...
—Viene de la mano con hacerme feliz. Sus palabras —sus palabras callaron a Rosalie, quien aceptó su derrota. Mirando a Jasper este le posó un beso en la frente.
Aún no conseguía un beso suyo, y no lo consiguió, Alice apareciendo con su voz cantarina y de disculpa. —De verdad odio interrumpirlos, pero, tengo excelentes predicciones.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top