❛ 𝘅. 𝗒𝗈𝗎 𝖺𝗋𝖾 𝗏𝖺𝗆𝗉𝗂𝗋𝖾𝗌.




❛ 𓄼 CAPÍTULO DIEZ 𓄹 ៹




          PUEDE SER QUE ELIZABETH REPUDIARA EL PLAN DE SUS AMISTADES HUMANAS DE IR A LA PLAYA, en la reserva, pero no podía aceptar la combinación de playa con el clima de esa mañana.

Sus extremidades se encontraban, heladas, temblando. Se había enfundado en unos pantalones, una blusa de manga larga bajo un abrigo enorme y grueso de color rojo y cambió sus botines negros por unas botas cafés simples.

—Bells, ¿Me darías otro? —haciendo pucheros se inclinó a la castaña, toqueteando su hombro.

—¿No llevas ya un paquete? —preguntó estupefacta, pero aceptando darle otro regaliz.

Elizabeth se encogió de hombros volviendo a acomodar uno de los extremos de la manta sobre su hombro, pegando su costado con el de Ángela.

—Bella —una voz masculina y suave exclamó el nombre de la castaña, dejando ver a tres muchachos de cabellos largos.

—Hola, Jacob —saludó de regreso—. Chicos, este es Jacob. Jake —Elizabeth sintió un jalón en su manga, tropezando con sus pies para terminar casi sentada sobre la rodilla de Bella—, ella es Elizabeth, mi vecina. Llegó una semana después de mí.

—Hola —intercambiaron saludos, antes de que la morocha se girara a los dos acompañantes de Jacob.

—Oigan, deberían acompañar a Bella —sugirió Jessica—. Su cita le falló.

—Jessica —espetó Gilbert en tono de advertencia. No era su asunto por lo que no debería de comentarlo en voz alta.

—¿Quién? —Mike y Eric giraron sus rostros como resortes.

—Invitó a Edward —se burló.

—Bien, muñeca, déjalo morir —su advertencia verbal pasó a ser un apretón firme de muñeca, sacando un quejido de Jessica.

—Yo creo que es lindo que lo haya invitado —murmura Ángela. Elizabeth sonrió por su amable contribución, agradecida por la dulzura de su amiga.

—Los Cullen no vienen aquí —negó uno de los muchachos.

Bella y Elizabeth intercambiaron miradas, sospechando el tono peculiar que se había usado. Ahora, Elizabeth le lanzó una mirada hacia Jacob y luego a la playa, insinuando separarlo del grupo para hacer un interrogatorio.

La castaña observó a su amiga emplear coqueteos con Jacob, se inclinaba a él, enviaba miradas encantadoras y halagaba su aspecto, todo para convencerlo de contarles por qué los Cullen no bajaban a La Push.

—¿Conocen alguna de nuestras leyendas ancestrales? —comenzó, no había sido reto alguno para Elizabeth—. Me refiero a nuestro origen, el de los quileutes —Bella y Elizabeth negaron—. Bueno, existen muchas leyendas. Una afirma que descendemos de los lobos, y luego están las historias sobre los fríos.

Las piernas de la morocha flaquearon por un segundo, temiendo por su vida. Sabía perfectamente que los hombres lobo eran reales, y una sola mordida suya le causaría la muerte. Sus pensamientos la llevaron a marcharse de aquel lugar, subirse a un avión y huir a otro estado, pero la necesidad e intriga por descubrir a los Cullen, en específico a Rosalie y Jasper, la aventuró a quedarse el tiempo suficiente para averiguarlo.

—¿Los fríos? —preguntó Isabella sin esconder su curiosidad.

—Sí. Las historias de los fríos son tan antiguas como las de los lobos, y algunas son mucho más recientes. De acuerdo con la leyenda, mi propio tatarabuelo conoció a algunos de ellos. Fue él quien selló el trato que los mantiene alejados de nuestras tierras. 

—¿Tu tatarabuelo? —le animó.

—Era el jefe de la tribu, como mi padre. Ya sabes, los fríos son los enemigos naturales de los lobos, bueno, no de los lobos en realidad, sino de los lobos que se convierten en hombres, como nuestros ancestros. Ustedes los llamarían licántropos.

—¿Tienen enemigos los hombres lobo?

—Solo uno —Elizabeth murmuró para sí misma un ❛ nosotros ❜—. Ya sabes, los fríos han sido tradicionalmente enemigos nuestros, pero el grupo que llegó a nuestro territorio en la época de mi tatarabuelo era diferente. No cazaban como lo hacían los demás, supuestamente eran capaces de sustituir a los animales como presas en lugar de hombres. No debían de ser un peligro para la tribu, por lo que mi antepasado llegó a un acuerdo con ellos. No los delataríamos a los rostros pálidos si prometían mantenerse lejos de nuestras tierras.

Elizabeth tenía las suficientes deducciones para saber que no necesitaría pruebas, era un hecho para ella. Y con toda la calma del mundo que pudo aparentar, se excusó con Jacob y Bella con la primera justificación que llegó a su mente, corriendo de regreso a la camioneta y de ahí perdiéndose entre los árboles.

Mientras corría con su velocidad vampírica, intentó recordar dónde habitaban los Cullen. Había escuchado sobre su hogar en el recóndito bosque, pero el bosque de Forks era igual de inmenso y confuso que el de Mystic Falls.

Al cabo de unos segundos recorriendo inclusive los límites del territorio Cullen, encontró el lugar. También a Rosalie y Jasper, parados en la entrada.

Caminó a ellos, evaluando el perímetro a su alrededor para prevenir alguna amenaza en su contra, pero Jasper habló, conociendo sus emociones.

—Solo somos nosotros, Liz —entonces Elizabeth se detuvo a metros de distancia, dubitativa—. Nunca te haríamos daño, no a ti.

—¿Podemos hablar? —Rosalie bajó los escalones con una expresión consternada, sus manos jugando nerviosas—. No tengas miedo de nosotros, por favor.

—No tendría miedo de un vampiro otra vez —admitió, dejando salir un suspiro. Rosalie y Jasper se miraron—. Está bien, hablemos.

Pasó de largo a Rosalie, llegando al pórtico y dejándose caer en los asientos del exterior observando a los rubios sentarse frente a ella. Miró de reojo volviendo a analizar el lugar, todo en caso de necesitar un escape.

—¿Cuándo fueron transformados? —fue su primera pregunta, tratando de romper el hielo.

—Mil novecientos treinta y tres —respondió Rosalie, abatida, como si no quisiera recordar esa fecha.

—Mil ochocientos sesenta y tres —Elizabeth parpadeó, tenían casi la misma edad que los Salvatore, los vampiros que la involucraron en el mundo sobrenatural allá en Mystic Falls.

—Vaya, yo fui transformada hace solo dos años —el escepticismo se plasmó en los rostros de los Hale, junto a la confusión—. Por lo que entiendo no somos lo mismo.

—Elizabeth, no creo que lo estés tomando como deberías de hacerlo —dudó Rosalie, esperando gritos, el pánico y la huida.

—Descuida, estoy bien. Ustedes son vampiros. Lo sé.

—¿Desde cuándo?

—El accidente de Bella —respondió—. Edward si estaba al otro lado del estacionamiento, y ustedes no podrían haber llegado tan rápido a detenerme.

—¿Nos tienes miedo? —Rosalie arrugó el ceño en preocupación.

—No —declaró.

Los tres callaron después de eso.

—La verbena me afecta, me quema la piel. No puedo caminar bajo el sol, así que uso un anillo solar —mostró el accesorio en alto. En su dedo anular poseía un anillo plateado con una piedra pequeña ovalada de lapislázuli, rodeada por sus lados izquierdo y derecho con pequeñas piedras.

—Elizabeth, perdón —tartamudeó Rosalie aún sin creer en sus palabras—, pero creo que sigues en negación.

Elizabeth rodó los ojos, levantándose y revelando su lado vampiro. Sus colmillos salieron, sus ojos adquirieron un tono rojizo oscuro y algunas venas se marcaron en la zona inferior del ojo.

Jasper reaccionó, por impulso antiguo de su cuerpo, aprisionando a Elizabeth contra la pared, su mano envuelta con firmeza por el cuello.

—No me quejo de esto —aclaró con una sonrisa ladeada—, pero parece ser que aún tenemos mucho por hablar.

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