❛ 𝘃𝗶𝗶𝗶. 𝗂𝗍'𝗌 𝖺 𝖻𝖺𝖽 𝗌𝖾𝖺𝗌𝗈𝗇 𝖿𝗈𝗋 𝗐𝗂𝗅𝖽𝖿𝗅𝗈𝗐𝖾𝗋𝗌.
❛ 𓄼 OCTAVO CAPÍTULO 𓄹
ELIZABETH DEFINITIVAMENTE LO DISFRUTÓ, siguiendo sin complicaciones ni quejas las palabras de Bella. El volver a Forks después de aquella semana con sus compañeros no la desalentó, regresando al pueblo con energía renovada y rezumando suspiros de enamoramiento. Las cenas, las caminatas, las pequeñas citas e incluso el solo quedarse en el dormitorio con ellos —Elizabeth se guardaría los detalles sexuales— resultó bueno para causar una chispa que encendió su corazón nuevamente.
El día estaba nublado, pero casi seco, un tiempo realmente bueno en el caso de Forks cuando aparcó el auto en la entrada de su vivienda, saliendo a los segundos para ver la espalda de su conocida amiga castaña subiendo a su vehículo naranja, bajando las ventanillas que no reparó en su llegada. Elizabeth esbozó una sonrisa traviesa, usando su velocidad sobrenatural para correr hacia la puerta del copiloto y aparecer frente a su amiga, acompañándolo del golpe de su cuerpo contra el metal.
—¡Bu! —Isabella gritó, asustada. Por un momento cerró sus ojos y llevó su mano a su pecho, tratando de respirar cuando se dio cuenta que era su amiga.
—Maldita seas, Elizabeth —frunció la mirada hacia ella, tomando una chaqueta que Elizabeth había dejado la última vez y arrojándoselo a su rostro a través del hueco de la ventanilla, fallando.
—Muy lenta, otra vez —la morocha toma la prenda y se sube al auto, mirando con burla a su amiga—. Me extrañaste, ¿Verdad que sí? Di que me extrañaste. ¿A dónde vamos?
Swan miró a su mejor amiga con incredulidad, antes de suspirar con cansancio y encender el motor, saliendo de la propiedad de su padre.
HABÍAN DEJADO LA CAMIONETA MINUTOS ATRÁS, Elizabeth refunfuñando y quejándose de los seis kilómetros recorridos a pie, maldiciendo por haberse subido al vehículo antes de preguntar a dónde se dirigía.
En el camino, ella le contó en un resumen su semana junto a sus compañeros, recibiendo a cambio la historia —la cual Bella dio sus explicaciones para contradecirla— de la repentina enfermedad de Jacob después de haber asistido al cine una semana atrás, quedándose sin su amigo Black debido a la mononucleosis.
Elizabeth arrugó el ceño en un gesto cómico, secundando a Bella con escepticismo. —Pero la mononucleosis se contagia con besos. ¿Jacob besó a alguien...? ¿Besaste a Jacob?
—¡No! —la regañó por su descaro.
Su contraria inclinó la cabeza, chasqueando la lengua. —Entonces pronto le haremos una visita obligatoria. Que trate su padre de decirme que no.
Después de eso Bella le contó del prado que buscaba, habiéndolo descubierto en meses anteriores... Gracias a Edward.
—¡Sé lo que vas a decir! Pero déjame explicarte antes —la humana retrocede cuando ve que la vampiro da un paso hacia ella, con toda la intención de arrastrarla de regreso al auto. Ante el silencio de la segunda, Bella continúa con un suspiro—. Quiero despedirme, después de meses de silencio, me siento lista para comenzar a olvidar a Edward.
Vio cómo su amiga reprimió cualquier movimiento de labios para no revelar sentimiento alguno, pero sus ojos se suavizaron con orgullo y alivio.
—Bueno, ¿Estamos cerca? —la alentó a continuar su camino, siguiéndola por detrás y cruzando bajo el arco formado por dos arces para —abriéndose paso entre los helechos, que les llegaban hasta el pecho— entrar en el prado.
Esta vez Gilbert no suprimió una mueca, donde anteriormente y con seguridad se encontraba un claro con un pasto verde vivaz y flores de distintas tonalidades de azul y morado, ahora quedaba un suelo rebosante de una densa hierba muy alta y marchita.
—Es una mala estación para las flores silvestres —murmuró lo suficiente alto para que Bella escuchara, pero no lo suficiente como para romper su perplejidad al encontrarse con el área. Fue así, como el desencanto fue casi tan inmediato como el reconocimiento, viéndola caer de rodillas al borde del claro, empezando a respirar entrecortadamente y apretando un puño contra su pecho—. ¡Bells!
En un segundo estaba arrodillada frente a ella, sus manos en sus hombros y luego en su rostro, levantándolo para encontrarse con sus ojos.
—Dame un segundo —suplicó Bella, apretando sus ojos con fuerza antes de obligarse a ponerse de pie debido al dolor que aquel lugar ahora vacío le generaba, mucho para soportar. Fue cuando lo vio, detrás de Elizabeth—. Laurent —llamó cuando la golpeó el reconocimiento, sorprendida.
Elizabeth se levantó, se giró y se posicionó frente a Bella en un segundo demasiado lento para su gusto, analizando al hombre y a la situación frente a ellas con cautela.
—¿Bella? ¿Elizabeth? —preguntó; parecía más sorprendido que ellas. Luego esbozó una sonrisa—. No esperaba encontrarlas aquí —se acercó a ellas en un milisegundo.
—¿No debería ser al revés? Somos nosotras quienes viven aquí. Pensamos que te habías ido a Alaska.
Se detuvo a tres metros de distancia al tiempo que ladeaba la cabeza. Elizabeth suponía que debía de haber cambiado, por supuesto, ya que se había ido a Alaska para vivir con el otro aquelarre civilizado que allí había, la otra familia que se negaba a beber sangre humana por razones éticas. Supuso mal, retrocediendo hacia Bella cuando la humana hizo aquella pregunta y denotó los curiosos ojos de color rojo oscuro de Laurent siguiendo su movimiento.
—Tienen razón. Me marché a Alaska. Aún así no imaginaba... Fui a visitar a los Cullen, pero la casa está vacía —comenzó a pasear alrededor de ellas, Elizabeth se sintió como una presa—. Me sorprende que las hayan dejado aquí. ¿No eran una especie de mascota para ellos? —sus ojos reflejaban que no pretendía ser ofensivo, aún así la morocha no lo tomó de esa forma.
—Sus compañeras —Elizabeth corrigió, cruzándose de brazos, a la defensiva.
—Ah —él asiente—. Los Cullen, ¿Vienen de visita a menudo? —preguntó, inclinando su figura a ellas.
Gilbert respondió, no esperando por Bella. —A veces, otras veces vamos a visitarlos a Olympia. Venimos regresando de un fin de semana allá —se inclinó también, pero hacia su amiga, sonriendo secamente.
—Les diremos que viniste a verlos —se escuchó el murmullo suave de Bella a sus espaldas—. Pero tal vez no debería de decirle a Edward. Sigue un poco susceptible con todo el asunto de James.
Laurent probablemente vio a través de la mentira de Bella, porque preguntó con incredulidad si era cierto.
—¿Por qué estás aquí?
—Vine por hacerle un favor a Victoria —la expresión tambaleó a ambas—. Me pidió que averiguara si seguían bajo la protección de los Cullen. Victoria pensó que sería más apropiado matarte a ti que a Edward, un intercambio justo, pareja por pareja —miró a Elizabeth—. Aunque aún está insegura si matarte a ti o a tus rubios compañeros —obtuvo a su comentario un gruñido—. Los tres tienen la misma responsabilidad en la muerte de James.
—Estaré encantada que venga a por mí personalmente —hace de sus manos puños.
—Edward sabrá que has sido tú y vendrá a buscarte —la humana amenaza, la angustia escapando en su tono de voz.
—No creo que lo haga. Después de todo, ¿Cuánto puedes importarle si te dejó aquí desprotegida?
—Desprotegida estará cuando yo tenga una estaca en el corazón —masculla la rizada—. Puedes creer lo que quieras de Edward y Bella, pero acabo de regresar de Olympia donde sé por juramento que se encuentran Rosalie y Jasper.
La sonrisa de Laurent se hizo más amplia. Recorrió con la mirada el pequeño claro entre los árboles. —Las próximas lluvias borrarán mi olor y nadie va a encontrar sus cuerpos; habrán desaparecido, Elizabeth. No hay razón para que ni Edward ni Rosalie y Jasper piensen en mí. Podrás ser fuerte como vampiro, pero no tanto como yo.
—Pude con James —ella encaró.
—Lo tomaste por sorpresa con la ayuda de Edward. Yo no soy tan irracional y emocional como mi difunto compañero —Laurent negó con la cabeza sin perder la expresión amable—. Pueden estar seguras de que esto no es nada personal, chicas. Victoria no se pondrá muy feliz si las mato, pero mírenlo de este modo. Tienen suerte de que sea yo quien las haya encontrado.
—¿Ah, si? —Bella dijo sin hablar, moviendo solo los labios, mientras a la par retrocedían un vacilante paso. Laurent las siguió, ágil, grácil.
—Sí —aseguró—. Seré rápido, no van a sentirlo, se los prometo. Luego le mentiré a Victoria, por supuesto, solo para aplacarla, pero si supieran lo que había planeado para ti, Bella, para ustedes... —sacudió la cabeza con un movimiento lento, casi de disgusto—. De verdad, deberían estarme agradecidas por eso.
—¡Corre ahora, Bella! —chilló Elizabeth arrojándose sobre Laurent, dándole tiempo a la castaña para alejarse corriendo del claro, deteniéndose lo suficientemente lejos para refugiarse detrás de un árbol, siendo incapaz de marcharse sin Elizabeth.
La mencionada no tuvo el resultado que esperaba, siendo Laurent un vampiro con unas décadas más de edad, acompañada de una experiencia en peleas, la tomó de los hombros y la arrojó sobre su hombro, haciéndola caer de espaldas contra la tierra. Se subió encima de ella, Elizabeth batallando para hacerlo rodar y cambiar de posiciones, tratando de agarrarse a cualquier miembro de él que pudiera arrancar a su favor.
Presionó su brazo contra el cuello de Laurent para inmovilizarlo, siendo solo un intento cuando él golpea su cabeza contra la de ella, haciendo que de su nariz empiece a brotar hilos de sangre, aturdiéndola y haciéndola retroceder.
—Estás haciendo de esto más difícil de lo que tiene que ser, Elizabeth —dijo entre dientes por el esfuerzo, dando una patada a su pierna con una fuerza impresionante que ella se dobló en un alarido escuchando sus huesos romperse.
—¿Es que acaso no te enteraste? Me gusta hacer de las cosas algo difícil —ella levantó su puño para impactarlo contra su costado, no siendo demasiado rápida porque él atrapa su muñeca y dobla su mano, rompiendo más huesos—. ¡Maldita sea, Bella, vete de aquí! —gritó con miedo, dolor y frustración, tanto por ella como por su amiga.
—Solo cierra los ojos, Elizabeth —Laurent empujó su mano libre contra la caja torácica de Gilbert, tomando en un fuerte agarre su corazón palpitante.
—¡Por favor no lo hagas! —escucharon la súplica y la desesperación en la voz de Bella varios metros lejos de ellos.
—Lo siento, Elizabeth —el moreno se sincera con lástima, una lágrima de dolor cayendo del ojo de Gilbert mientras jadea y lloriquea. Un crujido a su izquierda, uno que Elizabeth no capta entre sus propios quejidos, alerta a Laurent, girando bruscamente la cabeza—. No puedo creerlo.
Soltó el corazón de Elizabeth y retrocedió, sacando su mano y comenzando a alejarse de ella lentamente. Bella no dudó y corrió hacia ella lo más rápido que sus piernas le permitieron, lo más rápido que jamás había corrido, tomándola en brazos y comenzando a arrastrar su cuerpo con la poca ayuda que Elizabeth le podía proporcionar. La mirada de la humana revoloteó del prado a Laurent, que ahora se retiraba más deprisa sin dejar de horadar el bosque con la vista.
Regresaron al árbol donde Bella había tomado refugio, tirándose junto a su amiga morocha mientras la veía aún jadear y removerse del dolor.
—Toma mi sangre, Liz —le tendió su muñeca sobre sus labios, un movimiento entre la gentileza y el apuro. Elizabeth balbuceó palabras incomprensibles, alarmada. ❛ Hombres lobo. Huir. Correr. Van a matarme ❜. Fue lo que quiso decir, no demostrando la intención de hincarle los colmillos—. Elizabeth, necesitas sangre —le habló con una severidad que desconocía, sorprendiendo a la vampiro que parpadeó, saliendo de su estupor.
Sus ojos pararon en las venas de su pálida muñeca y a los segundos cambiaron, sus colmillos crecieron y gimoteó, su amiga enterrando su piel en ellos a pesar de sentir las punzadas de dolor al ser su carne perforada. Fue cuando lo divisó.
Una gran figura negra salir con calma de entre los árboles, silenciosa como una sombra, para luego acechar con parsimonia al vampiro. Era enorme; tenía la altura de un caballo, pero era más corpulento y mucho más musculoso. El gran hocico se contrajo con una mueca que reveló una hilera de incisivos afilados como cuchillas. Profirió entre dientes un gruñido espeluznante que retumbó por todo el claro como el estallido de un trueno. De repente, asombrada ante los ojos desmesurados y aterrados de Laurent, al denominado lobo le flanqueaban otros dos gigantes compañeros, uno con pelaje gris oscuro y el otro castaño. El gris salió a escasos metros de ellas, pero con la mirada fija en Laurent. Dos más le siguieron, uno de pelambrera color ladrillo al alcance de su mano, no la volteó a ver hasta que ella profirió un grito ahogado y saltó hacia atrás, pero luego sus ojos cayeron en el rostro de Elizabeth, sus colmillos manchados con la sangre de Swan.
Los último dos lobos gruñeron hacia ellas, hacia la vampiro, y cuando Elizabeth estaba a punto de aceptar su fatal destino por segunda vez en diez minutos, Bella se lanzó sobre ella como protección y escudo, su mente haciendo click de inmediato sobre la rivalidad entre lobos y vampiros de las historias que había leído.
—Está bien, Liz, sobre mi cadaver —murmuró con la voz ahogada, pero entre gruñidos y chasquidos de fauces los lobos cruzaron la hierba del claro siguiendo a Laurent, perdiéndose en el bosque.
¿Pueden creer que con este capítulo
ya vamos a la mitad de luna nueva?
Este fue el resultado de una noche de
escritura sin pausa, así que veo que
así se me da mejor seguir con los
capítulos.
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