❛ 𝘃𝗶𝗶. 𝗂𝗇𝗍𝖾𝗋𝗋𝗎𝗉𝗍 𝗒𝗈𝗎𝗋 𝗅𝗈𝗏𝖾 𝗌𝗍𝗈𝗋𝗒.




❛ 𓄼 CAPÍTULO SIETE 𓄹 ៹




          LA MESA DE ISABELLA SEGUÍA VACÍA PARA CUANDO PUSIERON UN PIE EN EL SALÓN, faltaban unos cuantos minutos para el comienzo de la clase y el profesor Banner estaba repartiendo un microscopio y una cajita de diapositivas por mesa.

—Señorita Gilbert —interrumpió cuando Elizabeth estaba por sentarse junto a Mike—. Le pediré que hoy tome la clase en compañía de Swan y Cullen; el señor Newton necesita prestar atención a esta lección si es que no quiere reprobar.

Aturdida, la morocha asintió pasándose frente a Bella.

—Él vendrá —descansó su codo sobre la superficie, su mejilla sobre su palma—. ¿Me toca en el medio o extremo? No quiero interrumpir su historia de amor.

Isabella rodó los ojos, ocultando una mueca divertida. —En el medio está bien, Elizabeth.

Comenzaron a murmurar una conversación de manera desinteresada, debido a la insistencia de Bella por ignorar la presencia del muchacho que acababa de arrastrar la silla contigua a Elizabeth.

—Hola —dijo una voz tranquila y musical.

El par giró la vista, sorprendidas de que les hablara. Llevaba el pelo húmedo y despeinado, pero, aún así, parecía que acababa de rodar un anuncio para una marca de shampoo. El deslumbrante rostro era amable y franco. Una leve sonrisa curvaba sus labios, pero los ojos aún mostraban recelo, inclusive un deje de confusión dirigido a Elizabeth.

—Me llamo Edward Cullen —continuó—. No tuve la oportunidad de presentarme la semana pasada. Ustedes deben ser Bella Swan y Liz Gilbert.

Ella soltó un suspiro abatido, levantando la mano hacia el profesor.

—¿Puedo ir a la enfermería? Problemas femeninos —se justificó antes de recibir una respuesta negativa, reuniendo sus cosas tan pronto como el profesor asintió y regresando la vista a Edward, junto a una sonrisa respetuosa—. Un gusto, Edward. Diviértanse, te veré en el estacionamiento, Bells.

Se levantó y besó distraídamente la parte posterior de la cabellera castaña de Swan, dirigiendo sus pasos hacia la salida, y comenzando a deambular por los pasillos.

Había tomado cercanía a uno de los ventanales y dejado su mochila junto a sus pies, observando con interés y atención el exterior. Para su tristeza, la nieve estaba por desaparecer en su totalidad.

Sintió dos presencias a sus espaldas, pero el perfume de Rosalie y el aroma familiar de Jasper le indicó que no debía alterarse. —¿Fan del clima? —una sonrisa se plasmó en su rostro al mismo tiempo que giraba para ver a los mellizos.

—La número uno —afirma—. ¿También se están saltando clase? No creí que fuera algo que ustedes harían.

—Rosalie tiene horario libre y yo decidí no necesitar la lección de literatura —la morocha fingió una expresión sorprendida, agarrando su mochila y dirigiéndose a Jasper y Rosalie; el primero por instinto había dejado de respirar.

—Oh, me alegra.

—¿De verdad? —la rubia levantó la mirada para poder verla a los ojos, debido a los botines de tacón de Elizabeth, esta misma le sacaba algunos centímetros más de los que ya lo hacia.

—¡Por supuesto! —exclama poniéndose una de las correas de la mochila en su hombro, entrelazando sus brazos con los de Rosalie y Jasper para quedar en medio mientras los arrastraba—. Necesito ir a la enfermería, pero aún no se dónde queda después de una semana y ustedes me pueden orientar.

—¿Te encuentras bien? —Jasper fue quien se posó frente a ella, el brazo unido a ella se había separado para dar lugar a la mano del chico en su codo.

Elizabeth frunció el ceño sintiendo el alivio recorrer su anatomía, mirando con extrañeza a los Hale. —Eh, sí, solo necesitaba dejar de ser el muro entre Bella y Edward. Sería incómodo, ¿No es así?

—Jasper, basta. La estás asustando —escuchó el murmullo de Rosalie por debajo del radar de escucha humana, teniendo que usar su odio sobrenatural. Jasper, quien estaba alejado de su melliza lo suficiente como para escuchar aquello, reaccionó a sus palabras con una sonrisa tensa.

—Mi hermano tiende a volver los asuntos incómodos —concuerda a su manera—. Esa es la razón por la que tiene a Alice. Bueno, en realidad, debería de incluirnos a Rosalie y a mí también.

Gilbert asiente sin poder evitar una risa, regresando los ojos a Rosalie.

—Entonces, ¿Quién tiene a Emmett? ¿O a quién tiene Emmett?

—Él es ambos, para nuestro alivio.

De repente, como si apenas fuera visible, notó una diferencia en los rostros de los rubios. En encuentros anteriores con Jasper en clases de historia y algunos vistazos desde la lejanía a Rosalie en el almuerzo detallaba en sus ojos dorados, de un ocre extraño. Ese día un color negro los remplazaba.

Decidió dejarlo pasar por aquella ocasión, pero no olvidarlo.

—¿Qué tal tu vida en Forks hasta ahora? —Hale jaló de ella hacia la izquierda, continuando con el propósito de dirigirla a la enfermería.

—Me gusta la lluvia, tengo amigos, una casa —se encogió de hombros—, no me quejo.

—¿Y cómo llegaste a este pueblo en medio de la nada?

Elizabeth se encogió de hombros para ella misma, no hacía daño alguno contarlo a los mellizos. —No es que lo grite a los cuatro vientos, pero tuve problemas familiares. A mi tío, que en realidad es mi padre, lo mandé al infierno.

—Lamentamos oír eso —una expresión triste se dibujó en el rostro de Rosalie, preocupando a Elizabeth de ser la causa de ello.

—Oh, no pasa nada, en verdad. Hace dos años me dejó de importar —cuando Jasper dobló a su derecha se encontraron con el cartel que indicaba su llegada a la enfermería, por lo que alzó las cejas en sorpresa—. Vaya, no tuve oportunidad de conocerlos.

Justo en el segundo, el timbre sonó.

—Ya tendremos un oportuno momento, Elizabeth —Jasper asintió como despedida, siendo seguido de Rosalie cuando regaló una dulce sonrisa a la morocha.

          DESPUÉS DE DIEZ MINUTOS EN LOS QUE TUVO QUE USAR LA COMPULSIÓN SOBRE LA ENFERMERA PARA OBTENER UN JUSTIFICANTE Y ENTREGARLO A LA SEÑORA POPE, Elizabeth había enviado un mensaje a Bella para lamentar su tardanza y avisar que se encontraba en camino al estacionamiento lo más rápido que un humano podía correr.

Iba bajando las escaleras saludando a los Cullen, aún corría hacia la camioneta de Bella cuando escuchó un sonido extraño.

Era un chirrido fuerte que se convertía rápidamente en un estruendo. Una furgoneta azul oscuro patinaba con las llantas bloqueadas chirriando contra los frenos, dando un brutal trompo sobre el hielo del estacionamiento. Estaba por chocar contra la parte posterior del vehículo de Isabella, y la castaña estaba en medio de los dos.

—¡Bella! —gritó en desesperación Elizabeth, a punto de meterse en el camino de la furgoneta azul para impedir el accidente; no le importaba si con eso tenía que mudarse al ser expuesta.

Pero antes de poder dar más de tres pasos, sintió dos pares de brazos envolverla desde la espalda, impidiendo que se moviera de su lugar.

—¿En qué diablos piensas, Elizabeth? —la voz desesperada de Rosalie Hale.

—¿Estás bien? —ese era Jasper, con una expresión preocupada.

Ignoró sus preguntas, se deshizo de sus brazos y volvió a emprender camino al choque de autos, donde varios adultos necesitaron de sus fuerzas para desplazar la furgoneta de forma que pudieran pasar las camillas.

Estaba por seguir a una de las camillas donde se encontraba Swan, en la parte posterior de la ambulancia, siendo detenida por los paramédicos.

—Voy con ustedes —ordenó, su pupila expandiéndose—. Bella, corazón, ¿Cómo te encuentras?

—M–mi cabeza palpita —balbucea—. ¿Viste a Edward Cullen? Estaba al otro lado del estacionamiento cuando me salvó. Fue como verlo en un vistazo borroso.

Elizabeth frunció el ceño.

—¿Lo viste, Elizabeth? No puedo estar volviéndome loca.

—Rosalie y Jasper —murmuró—, estaban a varios metros, pero cuando estaba por correr hacia ti... Aparecieron justo detrás mío —suspiró, pensativa.

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