❛ 𝘃𝗶𝗶. 𝖺𝗌 𝗂𝖿 𝗐𝖾 𝗐𝖾𝗋𝖾 𝗋𝗈𝗈𝗆𝗆𝖺𝗍𝖾𝗌.
❛ 𓄼 SÉPTIMO CAPÍTULO 𓄹
SU PUERTA FUE ABIERTA ANTES DE TENER LA OPORTUNIDAD DE APAGAR EL MOTOR, sintiendo un par de brazos envolver su cintura y sacarla del vehículo, apenas dándole tiempo de reconocer a la persona antes de tener los labios de la misma sobre los suyos, besándola de una manera que haría avergonzar a un transeúnte.
Cuando no pudo seguir el ritmo, sus pulmones ardieron por la falta de aire y Rosalie se inclinó mucho más a ella para prolongar el beso, Elizabeth se apartó con una sonrisa exhausta, besando su mejilla y después su nariz.
—Lo siento, Lills, yo también te he extrañado, pero aún necesito respirar —retrocedió un paso, recuperando el aire y con la intención de apagar el auto, pero Jasper ya lo había hecho, sentado en el asiento del conductor—. Gracias —gesticula con los labios, apoyándose en las piernas de él para inclinarse y besarlo, siendo el rubio que tiene un mayor control y la besa con profundidad pero sin tomar todo su aire.
Jasper sonríe mostrando sus dientes, asintiendo. —Mi placer —la rubia aleja a Elizabeth volviéndola a tomar de la cintura, permitiéndole a él bajar y cerrar la puerta, revisando su celular mientras entrecerraba los ojos—. Debemos marcharnos, se hace tarde.
—¿Qué se supone que haremos? —la morocha ladea la cabeza.
—Veremos una película —responde Rosalie tomando la mano de su compañera, comenzando a caminar por las calles oscuras de Olympia con una sonrisa enorme en sus labios, recargando su cabeza en el hombro de Gilbert. La misma asiente, enredando sus dedos alrededor del brazo de Jasper—. ¿Qué tal las cosas en Forks?
Elizabeth se encoge de hombros, no queriendo profundizar mucho en el tema. —Me hacen falta allá. Deberían un día escabullirse a Forks, prometo esconderlos en mi habitación y quedarme las veinticuatro horas con ustedes.
—Oh, por favor no nos tientes a romper las reglas de Carlisle —la rubia gruñe y se queja, pero los tres presentes saben que le tiene bastante respeto y amor al patriarca de la familia como para desobedecer la orden impuesta después de la reunión que Edward había convocado.
—Descuida —besa su cabeza—, me encanta venir a ustedes —ocultó una mueca, las horas en el auto de ida y de vuelta ya no eran tan cómodas y divertidas como en un principio, pero se afirmaba que todo valía la pena cuando estaba en los brazos de ellos.
Se dejó guiar y al cabo de los minutos llegaron al cine, separándose para Jasper encargarse de los boletos y Rosalie de acompañar a Elizabeth a la dulcería. Una vez compró palomitas tamaño grande y una Coca-Cola junto con unos chocolates, se reunieron con Jasper, adentrándose en la sala semi oscura.
—No hay nadie —la criatura habla con un puñado de palomitas en la boca, frunciendo el ceño por la falta de personas.
—Es porque hemos alquilado la sala completa para nosotros —responde Jasper con una pequeña sonrisa—. ¿Te agrada?
La rizada se gira a él, la emoción reflejándose en sus ojos. —¿Bromeas? ¡Me encanta! Sabes que no puedo evitar comentar las películas. Es una fantástica idea —Elizabeth da un salto y en un segundo se encuentra en medio de la función, acomodándose—. Al menos esta vez no nos sacarán del lugar.
Jasper y Rosalie intercambiaron miradas, riendo a la par de Elizabeth al recordar cuando en una cita en el cine, durante las vacaciones, la morocha no paraba de hablar sobre la película, ocasionando quejas que terminaron siendo expulsados de la sala.
LAS PALOMITAS, los dulces y el refresco se terminaron mucho antes de la mitad de la película, ambos rubios se ofrecieron en comprarle más, pero la morocha se negó, absorta en ❛ La Propuesta ❜ como para que se fueran de su lado. Había quedado enamorada de la película, así como de las interpretaciones de Ryan Reynolds y Sandra Bullock.
—Quiero volver a verla, pronto —su voz suena demandante, pero su ánimo y sus ojos demuestran que el viaje y la salida la han agotado, bostezando a cada minuto—. Margaret me recuerda a ti, Rose.
Hale frunce el ceño procesando las palabras y, por su parte, Whitlock oculta una sonrisa al atraer la cabeza de Gilbert a sus labios.
—Cambiando al tema que realmente nos interesa, necesitas dormir. Puedo ver en tus ojos que no cumples con tus horas de sueño habitual, ¿Es a causa de Bella? —el de ojos dorados choca con suavidad su hombro contra el de Elizabeth, haciéndole saber que podían hablar del tema como si fuese cualquier otro.
Ella suspira, restregándose los ojos. —Solo la estoy cuidando, ella está mucho peor. Cuando sane podré relajarme.
—Te estás descuidando —resalta su contraria.
—Sí, lo sé —admite, sintiéndose un poco culpable—. Pero sé que Bella haría lo mismo por mí —al ver las miradas de sus compañeros sobre ella se apresura en añadir—, y sé que no es excusa para ello.
—Tengo una idea —la de piel pálida se mueve y se coloca detrás de Elizabeth, como si fuese un diablillo sobre su hombro mientras sube sus manos a los hombros de ella—. Como una persona externa y de juicio neutro, que no busca ningún beneficio de ello, ¿Por qué no le das espacio? Has sido una buena amiga, pero Bella necesita su propio espacio para procesar sus emociones y pensamientos, déjala respirar un poco.
—¿Cuánto espacio crees que debería de darle? —su ceño se arruga, consternada—. Se supone que mañana me regresaría a Forks temprano —dice. Se piensa la propuesta, soltar a Bella podría brindarle una perspectiva de afrontamiento autónoma.
—Deberías quedarte, Liz —Jasper las hace detenerse, girándose para estar frente a frente con Elizabeth. Sus manos van a sus mejillas metiendo su cabello detrás de las orejas, sonriendo con adoración—, pero ahora solo queremos la noche completa contigo. ¿Qué te parece eso por ahora?
—Si me miras así y me hablas de ese modo no me puedo negar —asiente, besando sus labios, después voltea hacia su rubia para hablarle brevemente antes de regresar a él—. Tienes razón, Rose, lo voy a considerar. Ahora, Jazz, cárgame sobre tu espalda, mi cuerpo ya no va a funcionar sin una dosis de sangre —suspira dramáticamente.
Jasper y Rosalie ríen, pero el primero asiente y deja que Elizabeth salte sobre su espalda, enredando sus piernas alrededor de su cintura y enterrando su nariz en su cuello.
—Cuando lleguemos al apartamento será lo primero que te daremos —asienten al unísono.
En el momento en que están a menos de cincuenta pasos de llegar, Elizabeth olisquea el perfume de Jasper en su cuello, frunciendo el ceño, pensativa.
—¿Cómo creen que reaccionaría a su veneno?
Hale se encoge de hombros, insegura. —No tenemos la intención de descubrir qué podría causar en un vampiro de tu especie.
—Sí, tal vez en otro momento.
Lo primero que hicieron al adentrarse al piso fue colocar a Gilbert en la cama, Jasper buscando sangre en la nevera para su consumo mientras Rosalie la ayudaba a desvestirse para acomodarse en un conjunto de pijama más cómodo.
—Es sangre humana, ¿Verdad, Jazz? No quiero que sea como la última vez —en su visita anterior Jasper le había ofrecido una bolsa de sangre, entregándole por error una de sangre animal, la cual por su sabor Elizabeth escupió, no acostumbrada.
—Esta vez la etiquetamos —asegura, mostrando el nombre de ❛ Lizzie ❜ escrito con plumón negro.
La rizada sonríe divertida. —Como si fuéramos compañeros de apartamento —al beber las primeras gotas se siente despierta en un segundo, aunque siente el cansancio en sus huesos la sustancia le permite claridad para acabársela y cepillarse los dientes antes de hacer la rutina de cremas que le había ordenado Rosalie—. Tal vez llame a Bella —sale del baño después de unos minutos de haber sopesado la idea—, decirle que planeo quedarme una semana aquí —no había terminado la oración cuando una mano ya le había tendido el celular, Elizabeth la apartó de un manotazo suave—. Muy divertida, Rose, pero planeo esperarme a mañana. Ella estará dormida y yo estoy cansada.
Rosalie ríe sin una pizca de vergüenza. —Buscaré lugares dentro de Olympia que podamos visitar, no hay muchos sin ti, pero ahora que estás las posibilidades varían —comienza a parlotear sobre organizar visitas a distintos lugares dentro de aquella semana, decidiendo que se pondría manos a la obra aquella noche.
Gilbert mira a Jasper con una sonrisa divertida e incrédula, antes de subirse a la cama y sentarse sobre ella velozmente, interrumpiendo sus palabras al callarla con el beso profundo que la rubia buscaba desde hace horas.
—Sé que no puedes dormir, pero primero un descanso, Lills. Quédate conmigo esta noche —sintió los dedos de ella presionarse contra sus caderas, pero se deshizo con facilidad del agarre para dejarse caer rodando sobre la cama, girándose a Jasper para recargarse sobre su codo.
—A ti no te tengo que decir nada, ¿Verdad? —Jasper niega con una sonrisa orgullosa, pasando su brazo por la cintura de ella para acercarla a su torso.
—Oigan, no me dejen fuera —protesta Rosalie, apagando la luz y acomodándose a espaldas de la morocha, dejándola en un abrazo ajustado.
AL TERCER TONO LA CASTAÑA LE RESPONDIÓ, Elizabeth la saludó con un tono cantarín, pero nervioso.
—Bells, bonito día, ¿No crees? —sabía que había grandes probabilidades de que Forks estuviera bajo un clima lluvioso, el cual aún no terminaba por agradar a Isabella—. Dime, ¿Ya me extrañas?
—Disculpa, ¿Con quién hablo? —la voz de la castaña salió ronca.
—Grosera —Elizabeth finge un tono ofendido, rodando los ojos dramáticamente aunque la contraria no pueda verla.
A la humana se le escapa una pequeña risa. —No me despiertes a esta hora la próxima vez. ¿Qué hora es para empezar? —se escucha la cama crujiendo bajo su peso, tomando su alarma entre sus dedos—. ¿Qué pasa contigo y por qué me despiertas a las ocho de la mañana un sábado?
—¡Pero tú eres la que me despierta a esa hora! —rebate.
—¡Y tú eres la que me ha contagiado levantarme tarde! —suelta un gruñido exasperado—. ¿Dónde está el cuerpo?
—¿Ahora de qué demonios me estás hablando? —frunce el ceño, entre la confusión e indignación.
—Liz, no te juzgo si mataste a alguien, pero claramente que estés despierta me preocupa. Así que si no mataste a nadie, debe de haber algún incendio.
—Quiero que sepas lo mucho que me ofende tu suposición, porque no he matado a nadie desde que te conozco —hace un tono melodramático—, puedes tener una idea de lo mucho que me has cambiado.
—Liz, ¿Qué pasa?
—Estaba considerando quedarme una semana en Olympia —murmura, jugando con el dobladillo de su blusa, abarcando el motivo de la llamada—. ¿Qué piensas al respecto?
En tres segundos de silencio Swan respondió con voz suave y de apoyo. —Me parece una fantástica idea. Seguro Jacob extrañará que lo estés molestando —Bella omite que la noche anterior ella, Mike y Jacob asistieron al cine, del cual el último después de dejarla en su hogar manifestó sentirse extraño, pero Bella sabía que su amiga merecía esa semana para ella. Tal vez incluso podría tomárselo para si misma también.
—¿Segura?
—Definitivamente, Liz. Estoy segura que Olympia te traerá un subidón de energía.
—Isabella Swan, ¿Qué acabas de decirme? —ella se burla, sorprendida por el tono de voz sugerente de la humana.
—Ya me escuchaste, solo cuídate.
—No me puedo embarazar —balbucea, despistada.
—¡Dios mío, Elizabeth! No me refería a eso esta vez. Es muy temprano para esto, te dejo.
—Te veré en una semana, Bells —ella sonríe, sus ojos desviándose a la puerta por quienes cruzan los rubios, regresando de comprar su desayuno. La morocha levanta el pulgar, señalando el celular.
—Disfrútalo, Liz.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top