❛ 𝗶𝗶. 𝗁𝖾𝗋𝖾 𝖼𝗈𝗆𝖾𝗌 𝗆𝗒 𝗀𝗂𝗋𝗅𝖿𝗋𝗂𝖾𝗇𝖽'𝗌 𝖻𝗈𝗒𝖿𝗋𝗂𝖾𝗇𝖽.
❛ 𓄼 SEGUNDO CAPÍTULO 𓄹 ៹
LOS MESES DE JULIO Y AGOSTO SE ESCABULLERON EN UN DESLIZ, Elizabeth ocupó sus vacaciones en viajes a Seattle y Port Angeles con Jasper y Rosalie en múltiples citas que iban desde noches de cine hasta cenas, una tarde de compras junto a la rubia y un día de biblioteca en compañía de Jasper, la mayoría del tiempo los rubios tomaban turnos para citas individuales, aunque hubieron momentos que prefirieron realizar planes juntos para los tres dado lo mucho que ellos significaban para Elizabeth.
Si le preguntabas a Elizabeth ella diría que aquellas salidas fueron sus favoritas, porque se moriría si dijera que los viajes que disfrutó fueron gracias a la fortuna Cullen, siendo llevada por sus compañeros a Milán y Florencia, y a un viaje familiar a Canadá. Nunca antes había tenido la oportunidad de salir del país, viajando y huyendo constantemente sin permitirse disfrutar de las singularidades de cada estado, por lo que apenas sus pies pisaron otro país, se desconectó de su mente y se enfocó en grabar en ella todas las estructuras, todos los monumentos, toda la belleza. Todo. El gasto que implicaba ella para los Cullen en aquel viaje no le supuso problema, si algo tenía en común con su antecesora Katherine Pierce era la extravagante vida de lujos que les encantaba llevar en cada una de sus huidas.
Así fue como el resto del clan Cullen no se quedó atrás en recibir a Elizabeth como una más de la familia. Empezando por Esme, la matriarca nunca perdía oportunidad en cada visita de Elizabeth para alimentarla, experimentando con todo tipo de sabor y cultura a la hora de hacer su comida, estaba extasiada de por fin tener a una persona que cuidar y alimentar como un oso. De hecho, la manera en la cual la mujer cuidaba a Elizabeth a veces hacía que la morocha se abrumara y se confundiera ante la atención de una figura materna. A veces, por instinto y sin querer molestar a Esme, se encogía, le rehuía.
Por el lado del patriarca Cullen, definitivamente estaba mostrando favoritismo; Gilbert aprovechaba cada segundo de su tiempo fuera del trabajo para hacerle preguntas sobre su trabajo, tímidas preguntas que comenzaban por cordialidad y se trasformaban en una variedad más. Cuando Carlisle se enteró de que ella quería estudiar igualmente cirugía general como él, le dio la bienvenida a su estudio y a las noches donde llevaba el trabajo a su hogar. Sin mentir, el rubio sentía agradecimiento hacia su hijo Edward por estudiar medicina debido a él, pero sinceramente podía ver el brillo en los ojos de Elizabeth al hablar de su futuro en la medicina. Su pasión por ella era de las mismas dimensiones que las del rubio, pero, al igual que con su mujer de ojos dorados, llegaba un punto en la noche cuando Elizabeth se frenaba a sí misma, su escudo ante un padre volvía a rodear su cuerpo y se disculpaba para terminar escapándose.
Pese a tener una relación cautelosa con los padres, los hijos adoptivos eran otro asunto. La caótica hermandad que formó con Emmett no se podía detener; ellos arrasaban con su infantilismo y sentido del humor, sobre todo si se trataba de molestar al cobrizo. Los dos compartían la impaciencia en general, pero siempre que el enorme vampiro estaba a punto de tomar una decisión precipitada, el cerebro Petrova de Elizabeth lo frenaba y lo hacía reconsiderar y pensar en una alternativa. Con Alice se formó un vínculo de ❛ hacemos lo que queremos y si no estás de acuerdo con ello te mandaremos al diablo ❜; eran las encargadas de obligar a la familia de salir de su burbuja de ❛ somos vampiros y debemos recluirnos ❜, no aceptaban un no por respuesta y les encantaba organizar las actividades.
Finalmente su amistad con Bella. Cuando Elizabeth no se encontraba con sus compañeros se aseguraba de eclipsar la atención de su mejor amiga lejos del castaño, robándola en un parpadeo frente a sus narices. Nunca había gozado de una amistad tan sincera y recíproca como la suya, así que la estaba disfrutando y proclamando su amor por Swan a los cuatro vientos. Como aquella mañana, trece de septiembre y el décimo octavo cumpleaños de Bella Swan.
Cuando Bella salió apresuradamente de casa, saltándose el desayuno, encontró estacionado frente a ella el auto de Elizabeth, el cual tenía amarrado globos dorados a las puertas y al menos diez cajas de regalos encima del cofre y la cajuela. La dueña se encontraba con una pierna sobre la otra sentada en el techo del vehículo.
—¡Feliz cumpleaños mi rayo de sol! Oficialmente has cumplido tus dieciocho, una edad no de mierda si te planeas convertir en vampiro —bajó de un brinco, acercándose a la humana que se encontraba en un estado de impresión y desconcierto. La envolvió en un abrazo cariñoso—. Recuerdo mis últimos momentos como humana a la perfección antes de resultar como Jack Dawson.
Bella salió de su estado para parpadear incrédula a la rizada por la broma con respecto a su muerte, un tema que ya habían hablado únicamente ellas dos en Canadá, cuando Elizabeth estaba emocional debido al alcohol. Lo recordaba todo. El agua entrando a sus pulmones, sintiendo cómo estos quemaban pidiendo oxígeno y respirar, fue una experiencia traumática, lenta, tortuosa y nada pacífica que la derivó a llantos, sollozos y un trauma por cualquier piscina, lago, río y mar. Aún así, desde aquel día la morocha soltaba ocasionales bromas que para ella pretendían aligerar la tensión, pero que en realidad sacaban de calma a Bella. Elizabeth se limitaba a argumentar ❛ mis traumas, mis chistes ❜.
—Bueno, ¿Qué tal te están tratando tus dieciocho? ¿Quieres faltar a la escuela, emborracharte y hacernos tatuajes? —justo en ese instante Charlie salió del hogar, mirando fijamente a la criatura—. ¿No? Porque yo tampoco. Mira, ya vamos tarde a la escuela, ¡Adiós, Charlie! —le dio la espalda al adulto y se apresuró a guardar los regalos dentro del auto, desatando los globos y empujándolos a los asientos traseros—. ¡Dios! Tu padre va a llevarme a la cárcel, vi su mano moverse a sus esposas —comenta como un chiste nervioso mientras conducía camino al instituto, pero ante el silencio de la castaña desvió su vista del camino para verla—. ¿Qué pasa? Estás igual de callada a como si estuvieras hablando con Jessica.
—Dije no regalos —dice con ojos desorbitantes mirando los asientos traseros.
—¿Qué? Preparo todo esto, incluyendo un desayuno sorpresa ya no tan sorpresa, desde las cuatro de la mañana, ¿Y solo me dices eso?
La humana suspiró derrotada. —Gracias, Liz, fue precioso. No debiste molestarte.
—Oh, claro que sí. Hoy es tu día, hoy eres el centro de atención y como tú representante —❛ ¿Representante? ¿En qué me representas? ❜ murmura por lo bajo Bella sabiendo que la escucha—, es mi trabajo hacer que todos te feliciten.
—¿Dirigir toda la atención a mí? ¿Amiga o enemiga? Debí suponer que me odiabas —se encoge en su asiento cuando entraron en el conocido aparcamiento que se extendía junto al instituto de Forks, pasando junto a sus amistades humanas quienes las saludaron.
—No te odio, Bells, estoy tratando de hacer tu cumpleaños dieciocho inolvidable —y vaya que lo sería—. Quiero que dentro de unos años mires atrás y veas que este día no fue nada de lo que esperabas.
Dentro de la castaña afloró una sensación cálida, se le escapó una sonrisa y una mirada particular que hizo a Elizabeth desviar los ojos.
—Bien. Estaré abierta, pero no puedes decirle a nadie —la morocha frunce el ceño—. ¿Qué? Es parte de la sorpresa, ¿No? Quien conozca mi cumpleaños, los demás no deben sentirse forzados.
—Trato injusto, pero aceptable —refunfuña la criatura con colmillos, tomando su mochila por una de las correas y echándosela al hombro. Ambas se reunieron con el resto de sus amistades humanas—. Ugh, deseo que vuelva el verano.
—También nos alegra de verte, Liz —saluda Eric, recibiendo un puñetazo en el pecho mientras ella rodaba los ojos. Saludó con un abrazo a Angela y Mike, con uno tenso a Jessica recordando que las dos últimas personas estaban en la incómoda fase de amistad posterior a la ruptura.
—Hoy es el gran día, Bella —Elizabeth alzó las cejas, sorprendida de que de entre tantas personas Jessica recordara su cumpleaños—. Tenemos que entregar la composición —procedió a dibujar una mueca, ¿Cómo sabrían los demás del cumpleaños de la castaña si se empeñaba en hablar poco de ella misma? Hasta cierto punto lo entendía.
—¿Por qué eres tú, Bella? —imitó Mike a las viejas películas de Shakespeare. Ahora era distinta la forma en que peinaba su cabello rubio: en lugar de llevarlo pinchudo, se lo había dejado más largo y modelado con gel en una especie de desaliño casual. Era fácil ver dónde se había inspirado.
Todos rieron. —Déjenme tomar una foto de ustedes, chicos. Mi mamá quiere que prepare un álbum de fotos de recuerdos —Bella habla sin mucho entusiasmo, pero sus amigos son quienes se encargan de hacerlo juntándose en un abrazo. Elizabeth muestra sus perlados dientes entre Mike y Jessica.
Cuando la foto ha sido tomada, los cuatro humanos y la vampiro pueden ver llegar el Volvo de Edward, la sonrisa de los primeros cuatro decae un poco incómodos y fuera de lugar con la relación que tenían las chicas con los Cullen.
—Aquí viene el novio de mi novia —se burla Elizabeth cuando Edward ha alcanzado la cintura de la cumpleañera.
—Rosalie le fascinaría escuchar eso —regresa, recibiendo una mirada asesina. Ya de por sí se sentía fatal a causa de la graduación de la rubia, que las limitaba a estar juntas después del periodo escolar.
—A mí me fascinaría echarle una mano a ese piano tuyo —guiñó el ojo, causando una reacción de pánico en el vampiro—. ¿Qué tanta fuerza vampírica resiste?
—No lo harías, no lo haremos —se apresura a negar.
—Feliz cumpleaños, Bells —deposita un beso sobre la mejilla de la castaña y se apresura al interior de las instalaciones.
Sube al segundo piso buscando a su novio, encontrándose de frente con Alice, la duendecilla de ojos dorados que aquel día llevaba una bufanda y una chaqueta azul, contrastando con su color de ojos.
—¡Buenos días, Liz! —la envuelve en un abrazo demoledor para cualquier humano, pero para ella uno apasionado.
—Hola, Al. Luces increíble —se separa de ella a los segundos, buscando a su lado y detrás de la Cullen—. De por casualidad, ¿No has visto a un precioso y magnífico rubio por aquí? —no solo obtuvo su respuesta porque la joven desvió su mirada a sus espaldas, sino porque el aroma a bosque y dietes la envolvieron, con el rubio abrazándola por la cintura—. Creo que lo encontré —Jasper se posó a sus espaldas, acariciando sobre la ropa y depositando un casto beso en el cuello, después de eso regresó a su recta postura como un guardaespaldas ante la vista de los humanos, aunque para los vampiros estaban pegados.
—¿Dónde está la cumpleañera? —preguntó ansiosa Alice, con un deje de cariño por las dos personas que se encontraban frente a ella, más por su hermano, quien después de tanta espera y agonía logró reunirse con su compañera, quien en lo mejor de los casos le ayudaría a calmar su sed.
—Estacionamiento —responde—. Probablemente entrando —Alice suelta un chillido dándose la vuelta y comenzando a dar saltitos hacia la dirección donde comenzaba a visualizar a la humana.
Elizabeth por su parte giró sobre sí misma, conectando sus ojos chocolates con los dorados de su pareja. El cabello de Jasper había cambiado de estilo durante el verano, ahora sus rulos rubios se esponjaron, como el cabello de un niño pequeño. Ella le rodeó el torso por debajo de la chaqueta café, escondiendo su rostro en la unión de su cuello con su hombro.
—Es una pena que no tengas sangre —murmura, enterrando su nariz y oliendo su fragancia natural—, quiero darte un mordisco.
El cuerpo de Jasper se sacudió ante la risa de sus palabras. —Lamento su pena, ma'am, seguramente habrá algo que pueda hacer para recompensarla.
Elizabeth no se lo pensó mucho, sonriendo con malicia.
—Me acompañarás a comprar un vestido para la celebración de Bella, ¿Verdad? —el rubio esbozó una mueca; la idea de encontrarse rodeado de la población humana no lo entusiasmaba, pero la ilusión de Elizabeth por probarse ropa lo llevó a aceptar—. Veamos cómo le va a Alice con Bella.
Siguieron el camino de la azabache con Gilbert por delante, su mano descansando en su espalda baja mientras sus dedos se mantenían enlazados con los fríos del vampiro.
—Vamos, será divertido —logran escuchar a Alice, tratando de convencer a Bella de presentarse saliendo de clases a su festejo.
Los ojos de Jasper se mantienen en Bella, mientras Edward convence a Alice de retrasar su planeación hasta las siete, argumentando que tendría más tiempo de organizar todo.
—Está bien.
—¡Genial! —Alice regresó junto a ellos, casi bailando.
—¡Jasper! —llama Swan. La mano izquierda del vampiro sube a la cintura de Elizabeth, sus manos derechas entrelazadas a un costado. Ambos se giran a la humana—. No es justo si controlas las emociones.
—Disculpa, Bella —una sonrisa sincera y divertida se dibuja en él, recibiendo un manotazo de reprimenda de su compañera—. Feliz... —el rostro consternado de Swan lo calla—. Olvídalo —y los tres se deslizan fuera de su vista.
El hermano y su pareja acompañan a la chica Cullen a su respectiva clase, despidiéndose de ella para moverse a la suya antes de ser detenidos por él.
—Sé que es el primer día devuelta a clases, pero...
—¡Sí! —Elizabeth no necesitaba escuchar más, cualquier propuesta que Jasper le tuviera la aceptaría sin pensarlo dos veces.
—Apenas he dicho nada —ríe.
—¿Es necesario cuando confío plenamente en ti, compañero? —se alzó en puntillas y besó su mejilla.
—Definitivamente no —observó sus hoyuelos, Elizabeth trazándolos con sus pulgares antes de desaparecer del pasillo junto a Hale.
Cuando el rubio se detuvo y Elizabeth comenzó a peinarse su voluminosa cabellera, detectó el aroma a rosas de su otra compañera, girándose a ella para lanzarse sobre su cuerpo enredando sus piernas alrededor de su cintura.
—Creí que te vería esta tarde, Lils —la morocha amaba el segundo nombre de Rosalie. Creía que Lillian era un precioso nombre para una persona preciosa, había comenzado a usar aquel apodo después de que el resto de la familia solo usara su primer nombre por hábito, adoptándolo solamente para ella.
—Quería desearte suerte en tu primer día de clases —responde con una sonrisa de dientes perfectos, bajando sus manos hasta estar peligrosamente sobre el trasero de Gilbert—. Es una pena que nos hayamos encontrado a mitad de mi último año, no pude disfrutar de mi tiempo contigo. La escuela pudo haber sido menos tediosa aún con todos esos humanos siendo hormigas.
—Aunque admito que es una pena, saltarme clases no creo que sea la forma adecuada de desearme suerte —se inclina a la rubia, descansando sus manos sobre su cuello le levanta la cabeza y acerca su rostro para poder plantar un beso en sus labios, pero el impacto de su espalda contra un árbol le saca un quejido, no precisamente de dolor.
—Tal vez no merezca ninguna suerte, en ese caso —Jasper se burla posicionándose junto a su hermana, cruzándose de brazos con una sonrisa petulante.
—No creo que sea justo —dice Rosalie—. Será solo tuya toda la semana mientras yo me quedo sin mi chica. Yo también merezco suerte.
—Te puedo dar toda la que quieras, Rose —se lanzaron en un beso necesitado, jugando con su ropa hasta que los labios cambiaron de rubio y comenzaron a arrancar prendas, mordisqueando piel y cayendo sobre la tierra de rodillas.
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