Capítulo siete

— Bien. Sí, yo puedo conseguirla. —habló por teléfono— Siempre y cuando me pagues bien por ella, yo lo haré. Adiós. —colgó.

A todo esto, Yeonjun entraba a la oficina del castaño con una de sus remeras, viéndose completamente adorable a los ojos del mencionado; la ropa oversized le quedaba de maravilla.

— ¿Quién era? —preguntó.

— Huang Xiao, el líder de un grupo importante. —negó— Quiere hacer negocios.

— Hmm... Me suena conocido. —se sentó en su escritorio— ¿Qué grupo?

— ¿Por qué te importa eso? —rió, tomándolo de la cintura y girándolo para quedar frente a frente.

— ¿Por nada? Solamente quiero saber. —hizo un puchero.

— ¿De dónde podrías conocerlo? —lo miró con ojos entrecerrados— ¿Qué hiciste en mi ausencia?

— Dije que me sonaba conocido. —envolvió su manito en el cabello del castaño— No que lo conocía. —tironeó levemente— ¿Vas a decirme o continuarás haciéndome una jodida escena, amor?

— Está bien, no seguiré con mi escena. —rodó los ojos, acomodándose en las piernas del rubio— Tengo sueño... —abrazó los muslos de su novio.

Yeonjun rodó los ojos y estuvo a punto de volver a preguntar pero cuando lo vió respirando tranquilamente en su pierna, pensó que podría preguntarle nuevamente después. De verdad sentía que había oído ese nombre antes.

— ¿Vamos a desayunar? —preguntó el rubio.

— ¿Qué hay? —su voz fue ronca, al parecer sí tenía sueño.

— Medialunas y capuccino, le dije a una de las chicas que fueran por las cosas. Yo no tenía ganas de cocinar. —se estiró, bostezando y logrando así que el castaño también.

— Bien, vayamos. —bajó a Yeonjun de su escritorio y luego se paró.

No era tan largo el camino hasta la cocina, pero aun así Soobin tomó a Yeonjun de la mano y comenzaron a caminar juntos hasta allí.

— Yeonjun... —dijo el castaño— Mira, tú sabes que odio dejarte pero... Tengo que ir a resolver unos asuntos con un imbécil del grupo Feng y... Volveré en menos de una semana, lo juro. Ese es el grupo del que hablaba en la mañana.

El rubio simplemente rodó los ojos y bufó, cosa que molestó al mayor puesto que odiaba cuando Yeonjun le hacía eso; pero no podía quejarse de su molestia, después de todo él tenía la culpa de la misma.

— Me secuestraste hace un poco más de dos meses ¿y ya quieres irte? Tú sí que eres fantástico, amor mío. —rió sarcásticamente.

Aunque por dentro quería morirse.

— Yeonjun... Volveré en menos de una semana... Es más, estaré hospedado en un hotel, por si quieres llamar. —dijo.

— Lo que sea, Choi. —se encogió de hombros mientras se terminaba su capuchino— En un hotel también podrían dispararte en el culo y lo sabes, idiota. —se paró de la mesa.

— Te amo. —tomó su brazo.

— Voy a darme una ducha. —se soltó bruscamente y salió caminando hacia el pasillo.

Soobin estaba mintiendo.

Ese hijo de puta, bastardo, infeliz y malnacido, le estaba mintiendo.

Lo supo desde el momento en el que sus labios temblaron ligeramente cuando le dijo que volvería en menos de una semana. Probablemente tardaría un mes o más.

Estúpido, imbécil, basura, horrible, pariente de la mismísima mierda, jodido idiota y muchas otras cosas eran las que el rubio murmuraba por lo bajo mientras unas lágrimas se le escapaban, perdiéndose con el agua de la ducha.

— Yeonnie... —tocaron la puerta del baño— Cariño... —no respondió y él mayor siguió tocando— Bebé...

— ¿Qué quieres? —bufó.

— Perdóname... Pero de verdad te prometo que volveré lo antes posible y hoy podemos hacer lo que más te guste. —su voz tembló— Almorcemos fuera...

— Voy a pensarlo, por ahora puedes irte bien a la mierda. —respondió, terminando de ducharse.

Se puso su bata y salió del baño, metiéndose al vestidor; sabía que Soobin estaba parado detrás de él pero poca importancia le dió, arrojó la bata al suelo y comenzó a vestirse bajo la mirada de su novio.

— Tendría que haber saltado del putísimo balcón y haberme ido a mi maldito departamento. —rodó los ojos— Estaría muchísimo mejor.

— No digas eso. —pidió— ¿Acaso no te alegras de verme? —su voz se oyó lastimada y el rubio se volteó hacia él.

— Siempre estaré feliz de verte, pero jamás de que te vayas. —pasó a un lado suyo— Almorzaré fuera, pero no contigo...

Soobin suspiró y realmente quiso decirle que no fuese tan dramático pero eso sería peor; lo que él jamás notaba era que Yeonjun era mucho más inteligente y hábil para leer a las personas.

El mayor sabía qué era lo que Soobin pensaba en ese momento, que se comportaba como un crío. Pero él no tenía idea de lo mal que se sentía cuando debía irse, le daban náuseas de sólo pensar qur algo malo podía ocurrirle a su novio.

— Iré con Jonas. —le informó, por si se le ocurría buscar al chico.

Rápidamente, bajó las escaleras hasta el hall y allí buscó a su matón favorito de todos los que trabajaban para Choi.

— ¿Maneja usted o yo? —preguntó el joven amablemente.

— No te preocupes, yo manejaré.

Condujo rápidamente hasta uno de los restaurantes de la zona, no era de esos llenos de gente rica porque mierda, odiaba esos lugares donde todos se hacían los sofisticados y se lamían los traseros unos con otros.

— ¿Volviste a pelear con el jefe, no? —rió.

Jonas era un hombre un poco más bajo que Soobin, lleno de tatuajes y con una pequeña barba. Castaño y con ojos color miel, con más cicatrices que ganas de vivir.

— ¿Cómo lo supiste? —preguntó el rubio de la misma forma.

— ¿Por qué fue ahora?

— El irá mañana a resolver asuntos con el grupo Feng y... Estoy asustado, tú bien sabes que hace mucho no lo veo y... Encontrarlo ahora para que él tenga que irse. —mordió su labio— Es muy molesto.

— Mañana no iré con él, pedí quedarme. —le comentó— Si quieres podemos salir en las semanas...

— Eres tan amable... No sé como terminaste aquí. —acarició su cabello.

— Necesitaba dinero, mi esposa está embarazada y... ¿Le dije que también  diagnosticaron un tumor en la cabeza? Eso también. —negó— Siento que la vida está en contra de nosotros, pero haré todo lo posible para que ella y mi hija estén bien.

— Dios mío... —el rubio suspiró— ¿Y cómo andas de dinero?

— Bien, justo pero llegaré. —sonrió.

— Tú sabes que siempre puedes acudir a mi ¿sí? —le dijo al chico.

— No me gustaría... —negó— Mire si el jefe se entera y se enoja con usted.

— Ese imbécil no puede enojarse porque no es su dinero. —rió— Yo tengo mi dinero, antes de volver con él tenía un trabajo bastante alto...

— Aprecio mucho su gesto, jefe, si algún día llego a necesitarlo lo haré. —le sonrió.

Lo que restó de la tarde lo pasó de compras con el chico, ayudándolo a elegir regalos para cuando su hija naciera y también para su esposa.

Quizá Taehyun podría tener un puesto vacante para él.

— Gracias por las cosas, jefe. —Jonas le dió un fuerte abrazo— Espero que se arregle con el jefe grande. —rió.

— Ve a casa con cuidado, y saluda a Lilly de mi parte. —se despidió, entrando a la mansión.

Allí saludó a las señoras de limpieza, que estaban haciendo su trabajo y por esa razón, Yeonjun se quitó los zapatos y pasó corriendo de puntitas.

— ¿Por qué llegaste tan tarde? —la voz de Soobin hizo eco en la habitación.

— Porque se me dió la gana. —arrojó su campera a un lado, arrojándose directo a la cama.

— Te dije que me iba mañana y que quería pasar el día contigo, pero al parecer no me oíste.

— Estoy enojado, furioso y con ganas de ser yo quien te golpee. —bufó— No quería ganas de verte hoy, porque no tenía ganas de seguir discutiendo.

— Voy a volver, te lo prometo. —se recostó a su lado— ¿Alguna vez rompí mis promesas?

— No... Pero aún así... Me duele no verte y saber que corres peligro a cada segundo. ¿Por qué no puedes ver más allá de tu punto de vista?

— Amor... Te entiendo, pero esto no es algo que pueda resolver por teléfono o enviando a alguno de mis hombres.

— Bien... —suspiró.

— ¿Puedes llenarme de besos? Quiero que me alcancen el tiempo que esté fuera. —hizo un pucherito.

Y Yeonjun volvió a caer rendido ante él.

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