𝖝𝖛𝖎𝖎. the hog's head


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CAP. 017 cabeza de puerco ❫ ˊˎ-

POCO A POCO, UMBRIDGE Y el Ministerio se estaban apoderando de Hogwarts. La vieja cara de sapo había empezado a poner reglas que parecían volverse más y más ridículas a medida que se multiplicaban. Daba la sensación de que había succionado por completo toda la diversión de Hogwarts y la libertad de los alumnos. Se estaba volviendo absolutamente absurdo que Dumbledore le permitiera pasearse por el lugar como si fuera la dueña del colegio.

El primer fin de semana de octubre, un puñado de alumnos fueron informados por Hermione Granger de que debían reunirse en Cabeza de Puerco. La idea parecía interesante, ya que había sido comunicada a más personas de las que Hermione había previsto. Estaban formando un grupo para que les enseñaran adecuadamente a defenderse contra las Artes Oscuras.

Camille, junto con sus amigos, empezó a dirigirse desde Honeydukes al pub de aspecto dudoso. No era nada comparado con las Tres Escobas. Parecía mucho más pequeño y estaba lejos del resto de tiendas concurridas y llenas hasta los topes de estudiantes.

—¿Creéis que aquí podríamos pedir whisky de fuego sin tener que ser mayores de edad? —pensó Nolan en voz alta. Los cinco estaban a escasos metros del pub.

—Podríamos fingir que somos de séptimo año si ellos no lo hacen —animó Bradley, chocando los cinco con Nolan.

Willow los fulminó con la mirada.

—No vais a tomar nada de alcohol bajo mi vigilancia —regañó, y luego se volvió hacia Camille—. Apóyame en esto. Eres prefecta.

Camille se encogió de hombros, no queriendo involucrarse en la pequeña discusión que los tres estaban a punto de tener.

El grupo de cinco entró en Cabeza de Puerco. Allí ya había un puñado de gente. Harry, Ron y Hermione estaban delante, hablando entre ellos. Luna Lovegood miraba soñadoramente el sucio pub como si fuera una especie de castillo etéreo. Ginny charlaba con su nuevo novio, Michael Corner. Cho Chang tenía los ojos fijos en Harry mientras su amiga soltaba risitas a su lado. No pasó mucho tiempo antes de que más estudiantes empezaran a amontonarse en el pequeño pub.

Cuando todos estuvieron sentados, Fred pidió una cerveza de mantequilla para todos. El camarero lo fulminó un instante con la mirada; luego, de mala gana, dejó el trapo, como si lo hubieran interrumpido cuando hacía algo importantísimo, y empezó a sacar polvorientas botellas de cerveza de mantequilla de debajo de la barra.

—¡Salud! —exclamó Fred mientras las repartía—. Soltad la pasta, yo no tengo suficiente oro para pagar todo esto. . .

Todos cogieron sus cervezas y hurgaron en sus bolsillos en busca de monedas para dárselas al camarero.

—¡Hola, Harry! —saludó Neville Longbottom, rompiendo el silencio en el pub. Todos se volvieron hacia los tres estudiantes de Gryffindor, expectantes.

Hermione se levantó nerviosa, mirando alrededor de la habitación.

—Em. . . hola —empezó, hablando en voz más alta de lo habitual debido al nerviosismo—. Ya sabéis todos por qué estamos aquí. Necesitamos un profesor. Un buen profesor. Alguien con experiencia en defenderse contra las Artes Oscuras.

—¿Por qué? —dijo Zacharias Smith. Era un Hufflepuff rubio de quinto año del que Camille nunca fue una gran admiradora.

—¿Por qué? Porque Quien-tú-sabes ha vuelto, torpe —defendió Ron, lanzando dagas con los ojos al chico.

—¿Qué pruebas tenéis de que Quien-vosotros-sabéis ha regresado? —preguntó una chica de Ravenclaw con tono bastante agresivo.

—Bueno, Dumbledore lo cree. . . —empezó a decir Hermione.

—Querrás decir que Dumbledore lo cree a él —aclaró Zacharias señalando a Harry con la cabeza.

—Si Potter nos contara algo más de cómo murió Cedric Diggory. . . —añadió Michael Corner, que recibió un golpe de Ginny en el brazo.

Todos los ojos se volvieron hacia Harry. Él miró al grupo inexpresivamente. Si les contaba lo que había pasado aquella noche, tal vez todos dejarían de pensar que se estaba volviendo loco. Entonces, sus ojos se posaron en Camille. Ella miraba hacia abajo y no lo miraba expectante.

—No voy a hablar de Cedric —empezó Harry, levantándose de su asiento—, si estáis aquí por eso, os podéis ir ahora mismo.

Acababa de comprender por qué había venido acudido tanta gente a la convocatoria. Algunas personas —quizá incluso la mayoría— sólo acudieron con la esperanza de escuchar de primera mano la historia de Harry.

—Pero, ¿qué es exactamente lo que te permite afirmar que Quien-tú-sabes ha regresado? —insistió Zacharias.

—¿Quieres saber qué es exactamente lo que me permite afirmar que Quien-tú-sabes ha regresado? —preguntó mirando a los ojos a Zacharias—. Yo lo vi. El año pasado, Dumbledore le contó al colegio en pleno lo que había ocurrido, pero si tú no lo creíste, no me creerás a mí, y no pienso malgastar una tarde intentando convencer a nadie.

El grupo en su totalidad había contenido la respiración mientras Harry hablaba, hasta el camarero, que seguía secando el mismo vaso con el trapo mugriento y lo ensuciaba aún más, lo escuchaba. 

A continuación Zacharias dijo desdeñosamente:

—Lo único que nos contó Dumbledore el año pasado fue que Quien-tú-sabes había matado a Cedric Diggory y que tú habías llevado el cadáver a Hogwarts. No nos contó los detalles ni nos dijo cómo habían matado a Diggory, y creo que a todos nos gustaría saber. . .

—Oh, pírate, Smith —le espetó Bradley en tono robusto. Camille miró a su amigo como si no quisiera que les prestaran atención. La gente ya la miraba sólo con mencionar el nombre de Cedric. Empezó a tirarle del abrigo como pidiéndole que se olvidara del asunto.

Bradley fulminó con la mirada al otro Hufflepuff, que también le devolvió el gesto. El silencio en el pub era ensordecedor. El sonido de una cabra llenó el lugar haciendo que algunas personas miraran a su alrededor con confusión.

—¿Es cierto que puedes convocar un Patronus? —preguntó Luna Lovegood en medio del ensordecedor silencio de la sala. Todos se giraron hacia Harry, interesados en lo que tenía que decir.

—Sí —respondió Hermione por él—. Yo lo he visto.

—Caray, Harry. No sabía que podías hacerlo —dijo Dean Thomas asombrado.

—Y-y mató a un basilisco —tartamudeó Neville—, con la espada en el despacho de Dumbledore. Me lo dijo uno de los retratos.

—Y en nuestro primer año salvó la Piedra Filosofal de Quien-vosotros-sabéis —dijo Camille desde su asiento, haciendo sonreír a Harry.

—En tercero, se enfrentó a cien dementores por lo menos —recordó Ron.

Todos intercambiaron miradas de asombro. El sonido de la cháchara volvió a llenar el pub.

—Por no mencionar —habló Cho, mirando a Harry con una sonrisa en la cara— las pruebas que tuvo que superar en el Torneo de los tres magos el año pasado: se enfrentó a dragones, a la gente del agua, a las acromántulas y a todo tipo de cosas. . .

—Y el año pasado, a Quien-vosotros-sabéis en persona —agregó Hermione.

En la sala se oyó un murmullo de aprobación impresionado.

—Esperad —dijo Harry sobreponiéndose, y todos callaron al instante—. Escuchad, suena muy bien cuando lo contáis así, pero la verdad es que casi todo fue pura suerte. No sabía lo que hacía casi nunca. Y casi siempre tuve ayuda.

—Es un chico modesto —dijo Hermione al grupo.

—No, Hermione, no lo soy —respondió Harry con desdén—. Enfrentarse a esas cosas en la vida real no es como en el colegio. En clase, cometes un error, y puedes intentarlo nuevamente. Pero ahí fuera. . . cuando estás a un segundo de ser asesinado o viendo cómo muere un amigo ante tus propios ojos. . . No sabéis lo que es eso.

Hubo un breve silencio antes de que Hermione volviera a hablar en voz alta.

—Tienes razón, Harry, no lo sabemos —volvió a sentarse junto a Harry—. Por eso necesitamos tu ayuda. Porque si queda alguna opción de derrotar a. . . Voldemort.

—¿De verdad ha vuelto? —preguntó un joven de tercer año. Harry asintió lentamente con la cabeza como respuesta, mirándole.

—¿Estamos de acuerdo en que queremos que Harry nos dé clases? —preguntó Hermione, que sonaba mucho más segura de sí misma que cuando empezó la reunión.

Hubo un murmullo general de aprobación. Zacharias se cruzó de brazos y no dijo nada.

—Muy bien —dijo Hermione, que pareció aliviada al comprobar que al menos se habían puesto de acuerdo en algo—. Entonces, la siguiente pregunta es con qué frecuencia queremos reunirnos. Creo que, como mínimo, deberíamos reunirnos una vez por semana. . .

—Un momento —terció Angelina—, tenemos que asegurarnos de que esto no interferirá con nuestros entrenamientos de quidditch.

—Eso —coincidió Cho—. Ni con los nuestros.

—Ni los nuestros —añadió Bradley, que era el nuevo capitán de Quidditch de Hufflepuff.

—Estoy segura de que podremos encontrar una noche que le vaya bien a todo el mundo —afirmó Hermione impacientándose un poco—, pero pensad que esto es muy importante, estamos hablando de aprender solos a defendernos de Vo-Voldemort y de los mortífagos. . .

Entonces Hermione tuvo un desacuerdo con Luna Lovegood sobre el ejército privado de heliópatas del Ministro. Los heliópatas son espíritus de fuego. La mayoría de la gente no creía que fueran reales, aunque ha habido innumerables testimonios oculares.

—Wills, ¿qué te parece esto? —Nolan seguía intentando persuadir a Willow para que les permitiera beber whisky de fuego— Si consigo que la mayoría de esta gente piense que Umbridge está aquí, nos dejarás coger una botella.

Willow puso los ojos en blanco, irritada por el balbuceo del chico.

—Bien —respondió ella poniéndose de brazos cruzados.

Nolan se sentó derecho en su silla, enviando a Willow una sonrisa antes de carraspear:

Ejem, ejem.

Camille se rió disimuladamente. Por simple que fuera, le pareció una imitación muy buena. Hizo que varias personas miraran a su alrededor alarmadas y luego se rieran cuando se dieron cuenta de que era una broma.

Una vez que se acallaron todas las preguntas, se pasó un pergamino y una pluma donde tenían que firmar. Algunos dudaban. La idea de que la profesora Umbridge los descubriera era como una pesadilla. Cuando todos terminaron de firmar, empezaron a filtrarse en sus grupos.

El grupo de cinco Hufflepuffs se quedó atrás. Nolan y Bradley se acercaron a la barra, donde el camarero estaba limpiando jarras de cerveza de mantequilla (aunque parecían seguir bastante sucias). Willow estaba regañando tanto a Camille como a Matthew por dejar que sus amigos compraran alcohol siendo menores de edad.

—Un poco de whisky de fuego no nos matará —le decía Matthew a una angustiada Willow.

El trío de Gryffindors se acercó a ellos con la confusión dibujada en la cara.

—¿Qué hacen esos dos ahí? —preguntó Hermione, mirando hacia la barra, donde Bradley y Nolan seguían hablando con el camarero.

—Intentando comprar whisky de fuego —Willow suspiró en señal de derrota.

Nolan y Bradley se dirigieron hacia el grupo con sonrisas traviesas. Nolan levantó una botella de whisky de fuego como si fuera un trofeo. Camille se rió ligeramente del infantilismo de sus amigos. Ron empezó a quejarse a Hermione.

—¿Por qué tú no me dejas hacer cosas divertidas? —decía él.

Hermione gruñó.

—Oh, dame eso —soltó ella mientras arrebataba la botella de las manos de Nolan. Él hizo un puchero como si fuera un cachorro al que no le dan un premio—. Esto está confiscado.

—Ni siquiera estamos en Hogwarts, Hermione —se quejó Bradley, ganándose una mirada desafiante de la chica de pelo tupido.

El nuevo grupo de ocho emprendió el camino de regreso al castillo de Hogwarts. Por el camino, iban discutiendo los posibles lugares donde podría tener lugar su clase secreta de Defensa.

—¿Sabes qué? Toma —empezó Hermione, con un pequeño destello de picardía en sus ojos castaños claros. Le devolvió la botella a Nolan, que la cogió agradecido—. De todos modos, estamos saltándonos las reglas. Es decir, es excitante, ¿no?

Los demás la miraron atónitos y confusos. Que Hermione Granger se emocionara por saltarse las reglas del colegio era algo poco frecuente.

—¿Quién eres tú y qué has hecho con Hermione Granger? —bromeó Ron, ganándose las carcajadas de los demás— Por cierto, ¿qué pensáis hacer con esa botella de whisky de fuego?

—Guardarla para la evidente victoria de Hufflepuff en nuestro primer partido de quidditch —respondió Bradley con una sonrisa socarrona en la cara—. Estamos planeando ganar la Copa de las Casas este año.

—¿Qué te hace pensar eso? —preguntó Harry. El quidditch siempre hacía interesante una conversación. Fue una de las habilidades que Harry descubrió que se le daban muy bien.

—Tenemos un nuevo y brillante capitán —respondió Nolan.

—¿Quién? —preguntó Ron, cada vez más interesado en el tema en cuestión.

—Yo —dijo Bradley con orgullo—. Me pasé casi todo el verano anotando ideas para nuevas tácticas. Además, conté con la ayuda de mi padre.

—¿No jugaba tu padre en las Flechas de Appleby? —preguntó Ron, a lo que Bradley asintió con la cabeza— Caray, es posible que Hufflepuff gane este año, Harry.

—No te preocupes, Potter —Camille se volvió hacia el chico con una sonrisa juguetona en la cara—, no presumiremos demasiado.

—No te pongas tan gallita, Diggory —replicó Harry, sonriéndola.

Decir que fue surrealista ver a los dos convertirse en amigos era quedarse un poco corto. Durante años, lo único que Camille y Harry habían hecho era discutir por un incidente sin importancia. Ahora, ahí estaban; habían llegado a gustarse el uno al otro y a olvidar algún rencor infantil.

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