XLII
H.
LOS PRIMEROS CUATRO MESES DESDE MI REGRESO fueron todo menos sencillos, pero no me quejaba. Sabía que la sanación no sería un proceso lineal ni inmediato. Tenía que estar dispuesto a enfrentar el caos dentro de mí si realmente quería salir adelante.
Lo primero que hice fue buscar apoyo psicológico. Parecía algo fácil al principio, pero me di cuenta de que encontrar a alguien con quien pudiera sentirme realmente cómodo era más complicado de lo que imaginaba. Las primeras cuatro personas que visité me dejaron con la misma sensación: algo no encajaba, y no era culpa de ellos, sino mía. Siempre pensé que bastaba con tener la disposición y el dinero para ir a terapia, pero la realidad era más compleja. No bastaba con sentarse frente a alguien y empezar a hablar. Necesitaba sentir que esa persona me entendía, que podía abrirme sin reservas.
"Es fundamental que te sientas cómodo con quien te trate", me dijeron todos. Y aunque al principio me frustraba no encontrar esa comodidad, entendí que no había prisa. No se trataba solo de Melissa o Louis; había capas más profundas de dolor que aún no había explorado.
Después de algunas semanas, finalmente encontré a alguien con quien conecté. Fue entonces cuando empezamos a desenterrar mucho más de lo que imaginaba. El abandono de mi padre antes de que naciera y la muerte de mi madre eran heridas que siempre pensé que ya estaban sanadas. Sin embargo, en cada sesión descubría que solo las había cubierto con capas de distracción, nunca las había dejado cicatrizar por completo. Mi manera de sobrevivir había sido ignorarlas, pero el dolor no desaparece solo porque decides no mirarlo.
Lo más irónico de todo fue que comencé la terapia queriendo sanar lo que había ocurrido con Melissa y Louis, pero terminé trabajando en partes de mí que llevaba arrastrando desde mucho antes. Como si la pérdida reciente solo hubiera sido el detonante de algo que siempre estuvo ahí, esperando ser atendido.
Además de la terapia, empecé a darle espacio a otras cosas en mi vida. La fotografía me ayudaba a ver el mundo de manera diferente, con más detenimiento. Planear la boda de Keyla con Niall también me mantenía ocupado. Me hacía feliz saber que, después de todo lo que había pasado, ellos aún tenían su futuro brillante delante. Lo mínimo que podía hacer era ayudar a Keyla con los detalles, después de todo lo que ella había hecho por mí en Nueva Orleans.
Tomé algunas clases de cocina, aunque debo admitir que nunca fui un experto. También encontré un nuevo lugar para vivir, uno que no estaba cargado de los fantasmas del pasado. Cada pequeño paso, cada decisión, me fue acercando un poco más a algo que creía perdido: la paz.
—¡Harry, mira este vestido, es precioso, parezco princesa!—exclamó Keyla con una emoción contagiosa, saliendo del probador de la tienda. Su sonrisa irradiaba tanta luz que por un momento todo lo demás desapareció—. ¡Creo que este es el indicado!
—Llevas diciendo eso de todos los vestidos que te has probado —me reí.
—¡No puedo evitarlo, me veo espectacular en todos! —respondió, girando sobre sí misma como si el mundo entero girara con ella—. ¿Y si compro tres vestidos diferentes? Uno para la ceremonia, otro para la fiesta, y un tercero por si acaso mancho alguno.
—Elige lo que quieras —dije entre risas—. Te puedo comprar dos, pero el tercero corre por tu cuenta. Tampoco soy millonario
A pesar de todo lo que había pasado en los últimos meses, en ese momento me sentí en paz. Ver a Keyla tan feliz me recordó que, aunque había atravesado tormentas que parecían interminables, el sol siempre regresaba. Y no solo para ella, sino también para mí. Por primera vez en mucho tiempo, me permití sentir que estaba bien. Tal vez no todo estaba solucionado, pero lo que había hecho hasta ahora, lo que había construido dentro de mí, me hacía sentir... completo.
Ahí, en esa tienda, rodeado de vestidos de novia y risas, con Keyla a mi lado y una sensación de calma en el pecho, supe que estaba en el camino correcto. Y eso, a pesar de todo, era suficiente.
(...)
Cuando entré al consultorio de la doctora Evans, me sentí diferente. Había algo en mí, una calma que no había experimentado en años. Las sesiones con ella me habían ayudado a poner todo en perspectiva, a encontrar el equilibrio que tanto había buscado. Me senté en el sillón de siempre, notando lo acogedor que era ese espacio, tan familiar a estas alturas. Ella me saludó con una sonrisa tranquila, como siempre, y después de intercambiar algunas palabras de cortesía, me miró esperando a que empezara.
—Honestamente, me siento bien —dije, cruzando las manos sobre mi regazo—. De hecho, feliz, diría. Sé que suena raro después de todo lo que ha pasado, pero siento una especie de paz en mi vida. He estado disfrutando las pequeñas cosas: mi trabajo, la fotografía, planear la boda de Keyla con Niall... hasta he comenzado a cocinar, aunque no soy precisamente un chef.
La doctora Evans asintió, observándome con esa mirada de curiosidad profesional que siempre me hacía sentir que veía más allá de lo que decía.
—Por primera vez en mucho tiempo, me siento en calma. Y sé que la terapia ha tenido mucho que ver con eso. Me ayudaste a entender que no podía seguir ignorando todo lo que me había hecho daño, que necesitaba enfrentar esos demonios en lugar de esconderlos. Y aunque no todo está resuelto, he aprendido a manejar mejor las cosas.
Se quedó en silencio un momento, dejando que mis palabras flotaran en el aire. Sabía que ese silencio no era casual; era su forma de darme espacio para seguir hablando si lo necesitaba, pero también para preparar la próxima pregunta.
—Me alegra escuchar eso, Harry. Has trabajado mucho en este proceso, y es bueno que puedas reconocer tu progreso —respondió finalmente, con una pequeña sonrisa—. Sin embargo, quisiera hablar sobre algo que no has mencionado en las últimas sesiones. Louis. ¿Has tenido contacto con él recientemente?
Sentí cómo mi estómago se tensaba al oír su nombre. La calma que había sentido momentos antes pareció desvanecerse por un segundo, como si alguien hubiera apagado una luz dentro de mí. Apreté las manos, evitando su mirada por un instante.
—No... no he hablado con él —respondí, notando cómo mi tono se volvía más serio— No desde todo lo que pasó en Nueva Orleans. Y si te soy sincero, no sé si eso sea algo bueno o malo...
La doctora Evans no dijo nada, pero su silencio me animó a continuar.
—Por un lado, me siento... aliviado de no tener que lidiar con todo eso de nuevo. Siento que he logrado estabilizar mi vida, y no quiero que nada de lo que pasó entre nosotros vuelva a sacudirme de esa manera. Pero por otro lado... —hice una pausa, tratando de ordenar mis pensamientos—. No puedo evitar sentir que falta algo. Como si esa distancia solo estuviera poniendo una venda sobre una herida que aún no ha sanado del todo.
Miré a la doctora Evans, esperando una respuesta, algún tipo de validación. Ella se inclinó un poco hacia adelante, manteniendo su tono suave y sereno.
—Es normal que sientas ambas cosas. A veces, alejarnos de una situación nos da el espacio para sanar, pero también puede hacernos evitar enfrentarnos a lo que realmente sentimos. ¿Cómo te haría sentir volver a hablar con él?
La pregunta me golpeó más fuerte de lo que esperaba. No tenía una respuesta clara.
—No lo sé —admití, con una risa nerviosa—. Parte de mí siente que sería volver atrás, revivir cosas que ya debería haber superado. Pero otra parte... tal vez quiera cerrar ese capítulo de verdad, no solo dejarlo en pausa... como si necesitara volver a verlo una vez más...
La doctora asintió, dándome tiempo para procesar mis propios pensamientos. Sabía que tendría que lidiar con esto tarde o temprano, pero la idea de enfrentar a Louis otra vez, de hablar sobre lo que pasó, todavía me daba miedo.
—No tienes que tomar una decisión ahora, Harry. Pero lo importante es que te permitas sentir lo que sea que estés sintiendo, sin juzgarte por ello. A veces, el cierre no se trata de resolver todo, sino de aceptar que ciertas cosas simplemente no tienen una solución perfecta.
Me quedé en silencio, dejándome llevar por sus palabras. Aunque el solo hecho de hablar de Louis había removido algo en mí, me di cuenta de que también me había dado una nueva perspectiva. Tal vez no se trataba de "arreglar" lo que pasó, sino de aprender a vivir con ello. Y en ese momento, a pesar de la incomodidad que sentía, una pequeña parte de mí comenzó a sentir alivio.
Tal vez, solo tal vez, estaba listo para cerrar ese capítulo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top