━━「 𝗖𝗔𝗣𝗜́𝗧𝗨𝗟𝗢 𝟴 」━━
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La joven amaneció sintiéndose un poco mejor y con un buen presentimiento. Decidida a enfrentar el día con ánimo, se preparó con la ayuda de Jessy y Annie. Las dos asistentes trabajaban con eficiencia y cuidado, ajustando cada prenda y peinando su cabello con destreza. La atmósfera en la habitación era tranquila y llena de esperanza mientras compartían ligeras conversaciones y risas.
Una vez que terminaron, Damaris salió de sus aposentos y se dirigió al comedor. El sol de la mañana iluminaba los pasillos mientras caminaba, llenando el ambiente con una calidez reconfortante. Al llegar al comedor, tomó asiento en una de las elegantes sillas. Poco después, los demás miembros de la familia se unieron a ella, y pronto todos estaban reunidos alrededor de la mesa, disfrutando de un desayuno tranquilo y agradable. La conversación fluía con naturalidad, y el aire se llenó del sonido de utensilios y risas.
Al finalizar el desayuno, la presencia del mayordomo llamó la atención de Damaris. Había algo diferente en su comportamiento. Se presentó ante ella con una actitud notablemente más respetuosa y formal de lo habitual. Sus movimientos eran precisos y su postura reflejaba una deferencia que no había mostrado antes hacia la primera hija del duque Williams.
— Señorita Damaris. -La llamó el mayordomo con una voz firme pero respetuosa- Vino una persona de la joyería y la está esperando en la puerta principal.
Damaris levantó la vista, su curiosidad claramente despertada por la noticia.
— ¿De verdad? -Respondió con una mezcla de sorpresa y emoción, asintiendo agradecida- Gracias.
El mayordomo hizo una ligera reverencia antes de retirarse, dejando que Damaris asimilara la información.
— Parece que ha llegado el regalo que preparé para Asterope. -Comentó Damaris con un brillo de entusiasmo en sus ojos- Se lo daré a cambio por el obsequio que envió.
Astrid, quien había estado observando la escena con interés, se unió a la conversación con una sonrisa entusiasta.
— Vamos, no tardes mucho, que te están esperando. -Dijo Astrid, reflejando el mismo entusiasmo de Damaris-
— Sí, no me tomará mucho tiempo. -Aseguró Damaris, levantándose de la mesa con determinación y una energía renovada. Se dirigió hacia la puerta principal con paso firme, ansiosa por recoger el regalo y continuar con su plan-
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Una vez que se aseguró de que todo estaba en orden, Damaris entregó la caja a su dama de compañía, Jessy, y le indicó que la mantuviera guardada hasta el momento de la entrega. Jessy asintió y se dispuso a cumplir con su tarea mientras Damaris regresaba al salón.
Al entrar, Damaris se dio cuenta de la multitud reunida en el salón. La atmósfera estaba cargada de expectación y tensión. La joven sabía que su madre estaba a punto de revelar su veredicto, así que decidió quedarse para presenciar toda la escena.
En ese momento, Damaris notó la expresión distorsionada de Simone. Su rostro mostraba signos evidentes de malestar y ansiedad. Con un rápido vistazo, Damaris comprendió que Simone no estaba bien. Decidida a aprovechar la oportunidad, llamó la atención de la menor y, frente a los demás, le obsequió un collar. Con este gesto, no solo buscaba aliviar la incomodidad de Simone, sino también ganarse la empatía del público presente.
Astrid, observando la interacción, elogió a ambas por demostrar que tenían una “buena relación” y se retiró satisfecha, mientras los demás se dispersaban de igual forma.
Damaris regresó a su cuarto y le pidió a Jessy que le trajera una hoja con una pluma. Se acomodó en su escritorio, esperando con paciencia mientras bebía un poco de té traído por Annie. Su mente trabajaba incansablemente, planeando su siguiente jugada con meticulosa precisión.
— Señorita, el mensajero ya llegó. -Le informó Jessy, entregándole lo pedido-
— Eso fue más rápido de lo que pensaba. -Sonrió Damaris- Le escribiré una carta.
No sería una carta larga, solo unas pocas líneas para expresar su agradecimiento por el obsequio. Damaris se tomó su tiempo para elegir las palabras adecuadas, queriendo transmitir su sinceridad y aprecio. Sabía que estas palabras eran importantes y que podrían ayudar a fortalecer la relación que deseaba recuperar. Con una escritura elegante y fluida, describió su gratitud por el obsequio recibido y dejó entrever su esperanza de ser aceptada nuevamente como en el pasado.
Al concluir con el escrito, Damaris dobló cuidadosamente la hoja de papel y la selló dentro de un sobre. Usó un sello de cera con el emblema de su familia para asegurar la carta, agregando un toque de formalidad y seriedad a su mensaje. Una vez lista, se la entregó a Jessy con instrucciones precisas.
— Empácalo junto al regalo y pide que se entregue tan pronto como sea posible. -Indicó Damaris, asegurándose de que Jessy comprendiera la importancia de la tarea-
— Sí, señorita. -Respondió Jessy, asintiendo con diligencia antes de marcharse para cumplir con el encargo-
La joven tomó el delicado reloj de arena que descansaba sobre su escritorio, un objeto que siempre había tenido un simbolismo especial para ella. Con cuidado, lo volteó, observando cómo los granos de arena comenzaban a descender lentamente, marcando el paso del tiempo. El suave sonido de la arena al caer tenía un efecto calmante, permitiéndole concentrarse en sus pensamientos.
Cerró sus ojos, permitiendo que su mente vagara libremente. En su imaginación, visualizó el rostro de su hermana menor. Se preguntó cómo sería su expresión cuando recibiera el regalo y la carta que le había enviado. Tal vez sus ojos se abrirían con sorpresa y sus labios esbozarían una sonrisa sincera, o quizás una mezcla de emociones la embargaría al recordar los tiempos pasados.
A medida que los granos de arena continuaban cayendo, la joven se sumergió más en sus pensamientos, sintiendo una mezcla de esperanza y nostalgia. El simple acto de voltear el reloj de arena y cerrar los ojos le proporcionaba un momento de introspección, un espacio en el que podía imaginar y planear con claridad.
— Señorita, ¿Escribirá la carta?
— Eh… -Dijo confusa, mirando a Jessy a su lado-
Después de volver a redactar la carta con las palabras adecuadas y sellarla cuidadosamente dentro del sobre, Damaris la entregó a Jessy con instrucciones precisas para su envío. Mientras observaba a Jessy marcharse, Damaris se sumió en una profunda reflexión sobre los eventos recientes.
Con el reloj de arena en sus manos, recordó el poder que había descubierto para retroceder en el tiempo. Durante una temporada, había practicado prudentemente este poder, utilizando el reloj con cautela y observando los efectos. Había notado que cada vez que utilizaba el reloj, una gran parte de su energía se consumía, dejándola exhausta.
En esa época del mes, Damaris no recibió respuesta a su carta, lo que aumentó su inquietud. Decidió enviar a un escolta para averiguar la causa de la demora. Al regresar, el escolta le informó que Asterope estaba ocupado con los exámenes, lo que explicaba la falta de respuesta. Comprensiva ante la situación, Damaris recompensó al escolta por cumplir con su orden y se mostró paciente, entendiendo las obligaciones académicas de Asterope.
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Damaris recibió una respuesta a su carta y, con cuidado y atención, leyó cada palabra. La carta contenía detalles importantes y sentimientos que ella debía considerar antes de formular su respuesta. Después de reflexionar un momento sobre el contenido, decidió que era necesario responder de inmediato para mantener la comunicación fluida.
Girándose hacia Jessy, quien estaba siempre cerca para asistirla, Damaris le pidió con firmeza pero con amabilidad:
— Jessy, por favor, tráeme una hoja y un bolígrafo para responder.
Jessy, eficiente y atenta como siempre, asintió rápidamente y salió de la habitación para cumplir con la solicitud. En unos minutos, regresó con una hoja de papel y un bolígrafo, colocándolos cuidadosamente en el escritorio frente a Damaris. Luego, se retiró unos pasos, respetando el espacio necesario para que Damaris pudiera concentrarse en su tarea.
Damaris tomó el bolígrafo en su mano, sintiendo el peso de las palabras que estaba a punto de escribir. Comenzó a redactar su respuesta, cada palabra elegida con precisión para transmitir sus sentimientos y pensamientos de manera clara y sincera. Mientras escribía, el silencio en la habitación permitía que sus ideas fluyeran con facilidad.
Jessy esperó pacientemente, observando a Damaris con admiración y lealtad, mientras esta se sumergía en la escritura de su respuesta.
— (Parece que soy la única que sabe que esta carta es para Asterope...) -Pensó Damaris, su mente llena de preocupaciones- (¿No sería bueno que la señorita Simone lo supiera? Ella es dulce y gentil, así que no debería ser un gran problema, pero...)
Mientras estas preocupaciones giraban en su mente, Damaris comenzó a redactar su respuesta. Cada palabra era elegida con esmero, cuidando cada detalle para asegurarse de que la carta estuviera bien escrita y reflejara adecuadamente sus pensamientos y sentimientos. El silencio en la habitación le permitió concentrarse completamente en la tarea, el sonido de la pluma sobre el papel llenando el espacio.
Una vez que terminó de escribir, Damaris leyó la carta con atención, verificando que todo estuviera correcto. Sus ojos recorrían cada línea, asegurándose de que no hubiera errores y de que el mensaje fuera claro y sincero. Satisfecha con el resultado, dobló cuidadosamente la carta y la metió en un sobre.
Con la misma precisión y cuidado que había empleado al escribir, selló el sobre, utilizando un sello de cera para darle un toque de formalidad. Una vez listo, se lo entregó a su sirvienta, confiando en que el mensaje llegaría a su destino sin contratiempos.
— Haz que se la envíen al joven Asterope -Dijo Damaris con una sonrisa encantadora- Espero que lo envíes lo antes posible.
— Sí, señorita... -Respondió Jessy, tomando el sobre y observándolo con cierta inquietud- (¿Qué es este sentimiento... que me tiene inquieta?)
Cuando Jessy se dirigió a enviar la carta, Damaris se quedó en su habitación, sintiendo una mezcla de nerviosismo y anticipación. Sabía que la carta era importante y que debía llegar a su destinatario sin contratiempos. Jessy, eficiente y responsable, salió rápidamente de la mansión y se dirigió al punto de entrega.
Mientras tanto, Damaris intentó ocupar su mente con otras tareas, pero su pensamiento volvía constantemente a la carta y al mensaje que había enviado. Poco después, Jessy regresó a la mansión y se dirigió al cuarto de Damaris.
Al entrar, le informó con calma que la carta había sido entregada según lo previsto. Damaris sintió una ola de alivio al escuchar que todo había salido bien. Jessy regresó a su lado y, con una sonrisa tranquilizadora, se aseguró de que todo transcurriera con normalidad.
La habitación se llenó de una atmósfera de tranquilidad y rutina. Damaris, aliviada, pudo concentrarse nuevamente en sus tareas, sabiendo que había hecho lo correcto y que la carta estaba en buenas manos.
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Se estaba acercando la fecha del cumpleaños de la hija mayor, un acontecimiento que siempre traía consigo alegría y emoción en la familia. Con esta ocasión especial en mente, el duque George y su esposa Astrid decidieron reunir a sus hijas para compartir una noticia que creían alegraría a todos.
El salón estaba iluminado por la suave luz del sol de la tarde, creando una atmósfera cálida y acogedora. Las hijas se sentaron alrededor de la mesa, intercambiando miradas curiosas y expectantes. El duque y la duquesa entraron juntos, sus rostros radiantes con sonrisas de felicidad y complicidad. Se colocaron frente a sus hijas, tomando un momento para disfrutar del suspenso que habían creado.
La hija mayor, con una expresión de curiosidad en el rostro, no pudo contenerse y preguntó.
— ¿Sucede algo, madre? -La pregunta flotó en el aire, cargada de anticipación-
La madre, incapaz de contener su alegría, intercambió una mirada significativa con su esposo antes de responder, lista para desvelar la emocionante noticia que cambiaría sus vidas.
— Sí. -Respondió la madre, con una gran sonrisa de felicidad en su rostro. Su emoción era palpable y llenaba la sala de una atmósfera alegre y expectante-
— Esperamos que estén felices. -George, con una sonrisa cómplice-
— ¿Qué crees que será, hermana Damaris? -Simone, intrigada por el ambiente de anticipación, miró a su hermana Damaris-
— Estoy embarazada. -La duquesa, sin poder contener su emoción, anunció con alegría-
La noticia tomó por sorpresa a Simone, quien no pareció digerirla de inmediato. Trató de fingir una sonrisa, aunque su incomodidad era evidente.
— Es algo... muy bueno. -Dijo Simone, esforzándose por mantener una apariencia de alegría-
— ¡Me alegra que estés embarazada! -Damaris, visiblemente emocionada, exclamó con entusiasmo-
— Gracias, hija. -Su madre le devolvió la sonrisa y respondió con ternura-
— Deberás cuidarte mucho ahora. -Comentó preocupado por la salud de su esposa-
— Sí, es verdad. -Simone, tratando de ser considerada- Estás embarazada y, debido a tu edad, puede ser riesgoso.
— Simone tiene razón, pero mi madre es fuerte y sobrevivirá al parto. -Damaris Intervino, con una sonrisa que ocultaba un leve reproche- Deberías desearle buenos deseos y no perjudicarla, ¿Verdad?
— C-claro. -Simone responde, nerviosa y sintiendo la presión de la situación- (Esta maldita perra…)
La atmósfera en la sala se relajó un poco más mientras continuaban discutiendo los posibles nombres y los preparativos para el nuevo miembro de la familia. Las risas y las sugerencias comenzaron a fluir, llenando el espacio de una energía renovada. La conversación se volvió animada, con cada miembro de la familia aportando ideas y sueños para el futuro del bebé.
La familia comenzó a unirse en torno a la idea del nuevo bebé, encontrando alegría en los planes y sueños para el futuro. Hablaron sobre la decoración de la habitación del bebé, los juguetes que le comprarían y las experiencias que compartirían como familia. Cada detalle discutido parecía fortalecer los lazos familiares, y la idea del nuevo miembro pronto se convirtió en una fuente de felicidad colectiva.
Simone, aunque aún inquieta, hizo un esfuerzo consciente por mantener una actitud positiva. Sabía que mostrar cualquier signo de descontento podría complicar las cosas. Así que, con una sonrisa en el rostro y su mente en constante alerta, se unió a las conversaciones, añadiendo sus propias ideas y comentarios, contribuyendo al entusiasmo general mientras ocultaba sus verdaderos sentimientos.
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Elisabeth pasó a visitar a Damaris, y tan pronto como esta se enteró de su llegada, corrió a recibirla. Al encontrarse, Elisabeth la envolvió en un abrazo cálido, su afecto genuino irradiando a través del gesto. La rubia joven, con una sonrisa resplandeciente y ojos llenos de alegría, no pudo evitar sentirse conmovida por el encanto de la jovencita.
Elisabeth, con su presencia encantadora y su voz suave, transmitía una calidez que hacía imposible no caer rendida ante su encanto. Sus cabellos dorados brillaban bajo la luz del sol, y su risa melodiosa llenaba el aire de una energía positiva. Cada palabra y gesto de Elisabeth reflejaban su sinceridad y dulzura, creando un ambiente de amistad y camaradería que envolvía a ambas.
— ¡Maestra! -Exclamó Damaris con entusiasmo al ver a Elisabeth-
— Oh... -Elisabeth, con una sonrisa juguetona, respondió- ¿Cómo es que la señorita Damaris ha cambiado tanto desde que nos conocimos? ¿Olvidaste la etiqueta?
Damaris, sonrojándose ligeramente y con una sonrisa avergonzada, explicó.
— ¡Oh, no! Cuando volví a verte, no me di cuenta. -Se detuvo un momento, luego añadió con una voz más suave- Saludemos educadamente esta vez, ¿Si?
Damaris se irguió y, con una elegancia que reflejaba su entrenamiento, hizo una reverencia profunda, mostrando respeto y afecto hacia Elisabeth. Ambas compartieron una risa, y la atmósfera se llenó de una calidez amigable mientras continuaban con su encuentro.
— Hola, ¿Cómo ha estado, maestra? -Preguntó Damaris con una sonrisa, sus ojos reflejando el afecto y respeto que sentía por Elisabeth-
— Gracias a ti, he estado muy bien, señorita Damaris. -Respondió Elisabeth con amabilidad, su voz cálida y serena- Hace un poco de frío aquí, así que, ¿Podemos subir y conversar dentro?
Damaris asintió, y juntas subieron las escaleras, sus pasos resonando suavemente contra los escalones de madera. Mientras subían, el aire se llenaba del aroma del fuego de la chimenea que ya ardía en el salón superior. Al llegar, el contraste con la fría temperatura del exterior era inmediato: una cálida y acogedora atmósfera las envolvió, proporcionándoles una sensación de comodidad y bienestar.
El salón estaba decorado con gusto, combinando elegancia y simplicidad en cada detalle. Las paredes estaban adornadas con delicadas pinturas y tapices que contaban historias de épocas pasadas. Los muebles, aunque sencillos, emanaban una sofisticación atemporal que hacía sentir a los visitantes como en casa.
Se acomodaron en unos sillones cómodos junto a la chimenea, cuyos leños crepitaban suavemente mientras las llamas danzaban al ritmo de su propia música. La luz del fuego proyectaba sombras cálidas y fluctuantes en las paredes, creando un ambiente relajante y acogedor.
Elisabeth miró a su alrededor, admirando la decoración con una sonrisa de aprobación. Sus ojos recorrieron cada rincón del salón, apreciando la elegancia y la armonía del lugar.
— Este lugar es realmente encantador, Damaris. Has hecho un trabajo maravilloso con la decoración. -Comentó Elisabeth, su voz reflejando la calidez del entorno-
— Gracias, maestra. Me alegra que le guste. -Respondió Damaris, contenta por la apreciación de su maestra-
Con la calidez del fuego envolviéndolas, Damaris y Elisabeth se acomodaron en los sillones junto a la chimenea y comenzaron a conversar sobre el regalo que Damaris quería ofrecer. La atmósfera acogedora facilitó el intercambio de ideas y permitió que ambas se sintieran cómodas para compartir sus sugerencias.
Damaris abrió la conversación explicando el propósito del regalo y lo que quería transmitir con él. Elisabeth escuchó atentamente, asintiendo mientras Damaris hablaba, mostrando su interés y comprensión.
Discutieron varias opciones, sopesando los pros y los contras de cada una. Primero consideraron regalar joyas, algo que siempre es apreciado, pero parecía un tanto impersonal para lo que Damaris quería expresar. Luego pensaron en libros, que podrían ser significativos, pero no tenían la inmediatez del uso diario que Damaris buscaba. También contemplaron la idea de una prenda de vestir elegante, pero ninguna de estas opciones parecía capturar completamente lo que Damaris deseaba transmitir.
— ¿Qué te parece un pañuelo? -Sugirió finalmente Elisabeth- Un pañuelo puede ser un gesto elegante y práctico.
Damaris reflexionó sobre la idea, sopesando los pros y los contras.
— Es cierto, maestra. Además, un pañuelo puede llevar consigo un toque personal, algo que lo haga especial. -Dijo, asintiendo-
Elisabeth, viendo la reacción positiva de Damaris, continuó.
— Podríamos elegir un diseño único, tal vez bordar sus iniciales o algún motivo que sea significativo para la persona que recibirá el regalo.
— Me gusta esa idea, maestra. -Damaris sonrió, satisfecha con la sugerencia- Creo que un pañuelo será perfecto. Agradezco mucho tu ayuda.
Una vez resuelto el tema del regalo, la conversación derivó naturalmente hacia el próximo debut de Elisabeth. Sentadas cómodamente en los sillones junto a la chimenea, comenzaron a discutir los preparativos y las expectativas para el tan esperado evento.
Elisabeth, con una mezcla de emoción y nerviosismo, compartió sus pensamientos y sentimientos sobre el debut. Habló de los preparativos que había hecho, desde la elección del vestido perfecto hasta la práctica de sus modales y habilidades para presentarse ante la sociedad. Sus ojos brillaban mientras describía la emoción que sentía al pensar en el gran día, pero también había un rastro de ansiedad en su voz.
— Estoy emocionada, pero no puedo evitar sentirme un poco nerviosa. -Confesó Elisabeth, mirando a Damaris con sinceridad-
Damaris, con una expresión de comprensión y apoyo, escuchaba atentamente cada palabra. Sabía lo importante que era este evento para Elisabeth y quería asegurarse de que se sintiera respaldada en todo momento.
— Es natural sentirse así, maestra. -Respondió Damaris con una sonrisa reconfortante- Un debut es un momento significativo y todos esos sentimientos son parte de la experiencia. Estoy segura de que lo harás maravillosamente.
Elisabeth asintió, reconfortada por las palabras de Damaris. Continuaron hablando sobre los detalles del evento, incluyendo la lista de invitados, la música y los discursos. Damaris ofreció consejos útiles y compartió anécdotas de su propia experiencia, lo que ayudó a Elisabeth a sentirse más segura y preparada.
El tiempo pasó rápidamente mientras conversaban, la calidez de la chimenea y la compañía hacían que las horas volaran. Cuando llegó el momento de regresar a su residencia, Elisabeth se levantó y se despidió de Damaris con una sonrisa agradecida.
— Ha sido un placer verte, señorita Damaris. Gracias por la cálida bienvenida y la agradable conversación.
— El placer ha sido mío, maestra. Gracias por visitarme. Cuídese mucho y hasta pronto. -Respondió Damaris, acompañando a Elisabeth hasta la puerta-
Mientras Elisabeth se alejaba, Damaris se quedó en la puerta, observando cómo su querida maestra se marchaba, sintiendo una profunda gratitud por su visita y por los momentos compartidos.
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— - 🌷 - To be continue. . . ୭
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