━━「 𝗖𝗔𝗣𝗜́𝗧𝗨𝗟𝗢 𝟲 」━━







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Al día siguiente, el joven Stewart partió de regreso a la academia militar y, antes de irse, se despidió correctamente de los miembros de la familia Williams. Con una mirada solemne y un apretón de manos firme, agradeció a cada uno por su hospitalidad. Los miembros de la familia, aunque apenados por su partida, le desearon lo mejor en sus futuros esfuerzos, conscientes de la importancia de su deber.

Mientras tanto, en la espaciosa oficina de la casa, George pidió la presencia de su hija. El despacho estaba adornado con muebles de caoba oscura y una gran ventana que dejaba entrar la luz del sol, iluminando los numerosos libros que llenaban las estanterías. Ella, sin dudarlo, se dirigió hacia allí y tocó suavemente la puerta antes de entrar.

— ¿Me llamó, padre? -Damaris lo observó curiosa, tratando de descifrar la expresión en su rostro-

— Hija mía. -Dijo George mientras tomaba asiento detrás de su escritorio, su semblante reflejaba una mezcla de preocupación y afectoh

— Está bien. -Respondió Damaris y se sentó en el sillón frente a él, aún confundida por la seriedad de la situación-

George se acomodó en su asiento, entrelazando los dedos sobre el escritorio. Respiró hondo, como si buscara las palabras adecuadas para expresar lo que tenía en mente.

— Sabes que Asterope es el prometido de tu hermana, ¿No? -George la miró preocupado, sus cejas fruncidas formando una línea tensa en su frente-

— Sí. -Asintió Damaris lentamente, intentando comprender la razón detrás de su inquietud-

— Bueno, trata de mantener distancia de él. -Le observó con seriedad- Ahora que eres la legítima heredera del ducado, debes evitar que la gente siga teniendo una mala impresión de ti.

— Comprendo. -Respondió Damaris, manteniéndose seria y digna- Supongo que se enteró sobre los malos rumores que corrían sobre mí.

— Así es. -George frunció el ceño con disgusto- No puedo creer que hayan dicho tantas barbaridades, mi hija es una persona dulce.

— No se preocupe, padre. -Sonrió Damaris amablemente, tratando de aliviar su preocupación- Poco a poco los rumores desaparecerán y nadie se atreverá a faltarme el respeto, se lo aseguro.

— Confío en ti. -El rostro de George se suavizó y acarició la cabeza de Damaris con ternura-

Damaris aprovechó la oportunidad para abordar otro asunto que la inquietaba.

— Por cierto, hay algo que debo discutir con usted, padre.

— ¿De qué se trata? -Preguntó George sorprendido, sus ojos reflejando curiosidad-

— Es acerca de una fiesta de té. -Damaris suspiró, sintiendo el peso de la responsabilidad social- Las jóvenes señoritas desean verme y hace tiempo que están insistiendo en que me reúna con ellas. -Lo miró suplicante, esperando su aprobación- Temo decepcionarlas si no asisto esta vez.

George reflexionó por un momento antes de responder.

— Mmm… has demostrado tener un buen desempeño académico y no puedo arruinar tu reputación en la sociedad manteniéndote encerrada. -Suspiró, dejando escapar una sonrisa- Tienes libre el día.

— ¿En serio? -Sonrió Damaris contenta, aliviada por su comprensión-

— Sí. -Sonrió George de vuelta y, en ese momento, Damaris sintió cómo su padre la abrazaba, así que le permitió hacerlo- (Mi pequeña Damaris está creciendo demasiado rápido…) -Se podía notar la tristeza en sus ojos-

— Gracias, padre. -Damaris se separó suavemente y se retiró de la oficina con rapidez, sintiendo un nudo de emoción en el pecho-

Damaris no culpaba a su padre por haber sido manipulado por Simone. La joven había tejido hábilmente una red de engaños y persuasiones, logrando que su padre tomara decisiones que, a menudo, iban en contra de sus propios intereses y los de su familia. Le dolía ver cómo Simone lo utilizaba y lo empujaba en direcciones que él nunca habría considerado por sí mismo. Sin embargo, no podía evitar sentir una profunda compasión por él. En su esencia, su padre era un hombre bondadoso y cariñoso, alguien que simplemente quería lo mejor para sus hijos.

En esta nueva vida, Damaris había jurado que las cosas serían diferentes. Ya no permitiría que Simone interfiriera en su relación con su padre. Estaba decidida a fortalecer esa conexión de padre e hija que no existía en el pasado, a construir una base sólida de confianza y amor que Simone no pudiera destruir. Sabía que no sería fácil, que requeriría paciencia y dedicación, pero estaba decidida a recuperar el tiempo perdido y a crear un vínculo indestructible entre su padre y ella.
























❨ Unos momentos más tardé. ❩
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Tan pronto como estuvo lista, Damaris descendió con elegancia del segundo piso, su vestido rosando suavemente cada escalón mientras su dama de compañía la seguía de cerca, siempre atenta a cualquier requerimiento. Al llegar al vestíbulo, Damaris se detuvo un momento para ajustar la caída de su falda y tomar una profunda respiración para calmar sus nervios antes de dirigirse al salón principal.

El salón principal, adornado con cortinas de terciopelo y candelabros de cristal, estaba iluminado con la luz suave del atardecer. Las puertas de roble tallado estaban abiertas, permitiendo la entrada de aire fresco que le dio una sensación de calma y bienestar.

Dentro, los sirvientes se encontraban alineados discretamente a lo largo de las paredes, atentos y preparados para cualquier necesidad. Además de los sirvientes, solo la familia de Damaris estaba presente en el salón. Su padre, George, se mantenía de pie junto a la chimenea con una expresión pensativa. Su madre, Astrid, sentada en uno de los sofás, sonreía con amabilidad. Simone, su media hermana, estaba de pie al lado de su madre, con una mirada que intentaba descifrar las intenciones de Damaris.

Al cruzar el umbral, Damaris escuchó su nombre mencionado en voz baja y se acercó a la pequeña reunión familiar.

— Parece que has sido muy amable con el joven Asterope. -Comentó su madre, Astrid, con una sonrisa que reflejaba aprobación-

Damaris inclinó ligeramente la cabeza y respondió con una sonrisa serena.

— Gracias a Dios. -Dijo con alegría- El pañuelo que le di es un simple gesto de cortesía.

Los sirvientes continuaron con su discreta labor, mientras la familia observaba con interés el desarrollo de la conversación. Simone seguía a Damaris con la mirada, intentando captar cualquier indicio que pudiera darle una ventaja en su rivalidad.

— ¿Envió alguna carta? -Consultó la duquesa con una mezcla de curiosidad y expectación en su voz-

— Ah, aquí está. -Respondió el señor, entregando las cartas a las jóvenes con un gesto solemne-

Simone y Damaris intercambiaron miradas, cada una tratando de descifrar los pensamientos de la otra.

— Tengo curiosidad por saber qué les ha mandado Asterope. ¿Pueden leer la carta? -Intervino Astrid, ansiosa por conocer el contenido-

— Mi carta... ¿Puedo leerla? -Preguntó Damaris, mostrando una ligera vacilación-

Los presentes, incluidos los sirvientes y los miembros de la familia, parecían estar intrigados. Los sirvientes, discretamente alineados a lo largo de las paredes, intercambiaban miradas curiosas mientras continuaban con sus deberes, atentos a cada detalle. La familia, compuesta por su padre George, su madre Astrid y su media hermana Simone, observaban con creciente interés. George mantenía una postura seria y reflexiva, Astrid sonreía con una mezcla de simpatía y expectación, y Simone, con su habitual altivez, mantenía una mirada calculadora.

Sin embargo, aunque Damaris deseaba en el fondo restregar su victoria en la cara de su media hermana, tuvo que negarse debido a la delicada posición en la que se encontraba. Como la legítima heredera del ducado, debía mantener una imagen intachable y no permitir que los rumores y las habladurías empañaran su reputación. La presión de las expectativas y las responsabilidades que recaían sobre ella la obligaban a actuar con cautela y prudencia, a pesar de sus deseos personales.

— Está bien, léela primero, hermana Damaris. -Dijo Simone con una sonrisa molesta, claramente disfrutando del incómodo momento-

— Oh, ¿Cómo podría hacer eso? -Suspiró Damaris, tratando de mostrar una actitud apenada- ¡Es usted quien sale con el joven Asterope! -Sonrió- ¿No sería más interesante el contenido de la sincera carta de amor?

— Está bien, yo la leeré primero y luego pueden seguir con Damaris. -Cedió Simone, manteniendo su expresión altiva-

Damaris se mantuvo tranquila mientras su madre, Astrid, hacía una broma ligera que Simone se tomó en serio. Astrid, siempre con su toque característico de humor sutil, comentó con una sonrisa burlona sobre la situación, sus palabras resonando con un tono de afecto y picardía. Sin embargo, Simone, con su habitual gravedad, interpretó las palabras de su madre de manera literal, sin captar del todo la intención juguetona detrás de ellas.

Damaris observó a su madre y a su media hermana, una chispa de diversión brillando en sus ojos. Sus labios se curvaron en una ligera sonrisa mientras contenía una risa. La situación tenía un matiz irónico que no podía pasar por alto.

— Pfff... -Rió ligeramente Damaris, permitiendo que su risa resonara en el ambiente tenso- Tengo que salir ahora, pero tengo curiosidad por mi regalo.

Con una leve inclinación de cabeza, Damaris dirigió su atención hacia la sirvienta de su hermana. Su mirada, aunque amable, tenía un aire de autoridad que no podía ser ignorado. Jessy, siempre obediente y diligente, no tardó en acatar la orden. Se acercó con pasos rápidos y precisos a la caja que contenía el regalo, levantando con cuidado la tapa.

Al hacerlo, su madre, no pudo evitar expresar su asombro con un suave jadeo. Dentro de la caja, cuidadosamente doblado y protegido, había un hermoso vestido. El tejido era de una calidad excepcional, y los bordados, detallados con delicadeza, reflejaban la luz del salón. Astrid, con los ojos brillantes de emoción, sostuvo el vestido en alto, admirando su belleza.

— Prueba el vestido, querida. -Pidió Astrid a su hija, su voz cargada de entusiasmo. Sin embargo, Damaris, consciente del tiempo que se agotaba, decidió que solo se pondría la hebilla del vestido, un accesorio igualmente hermoso pero más rápido de probar-

— Ya es tarde, madre, pero me pondré la hebilla. -Dijo Damaris, esbozando una sonrisa de agradecimiento. Su decisión era práctica y mostraba su capacidad para equilibrar la etiqueta social con la gestión eficiente de su tiempo-

Durante el camino hacia la fiesta, Damaris sacó cuidadosamente la carta que había recibido. El sobre de elegante diseño y el papel perfumado le trajeron a la memoria una oleada de recuerdos. Desdobló la carta con delicadeza y comenzó a leer su contenido bajo la suave luz del atardecer, que entraba por las ventanillas del carruaje. Las palabras de Asterope estaban llenas de cortesía y afecto, con una caligrafía pulcra y cuidada.

No pudo evitar sonreír mientras leía, una sensación cálida inundando su pecho. Los recuerdos de su vida anterior afloraron con fuerza. En ese entonces, solían escribirse con frecuencia, compartiendo pensamientos, sueños y deseos. Era una conexión especial que valoraba profundamente, y que solo se vio truncada cuando se oficializó su compromiso con Claude. La tristeza de aquellos días volvió a su mente, pero ahora, con una perspectiva renovada, sentía una mezcla de nostalgia y esperanza.

Damaris suspiró profundamente, dejando escapar el aire con una mezcla de melancolía y determinación. Con cuidado, dobló nuevamente la carta y la guardó en su bolso, como un pequeño tesoro que debía ser protegido. Su mente se trasladó entonces al siguiente asunto que requería su atención: un obsequio para el prometido de Simone.

— Jessy, necesito tu consejo. -Dijo Damaris, dirigiéndose a su criada mientras guardaba la carta-

Jessy, siempre atenta, inclinó la cabeza en señal de que estaba lista para escuchar.

— Por supuesto, señorita. ¿En qué puedo ayudarla?

— Estoy pensando en un regalo para el prometido de Simone. ¿Tienes alguna sugerencia? -Preguntó Damaris, mirando a su criada con expectativa-

Jessy, conocedora de los gustos de la alta sociedad, reflexionó por un momento antes de responder.

— Una joya siempre es una opción acertada, señorita. Algo que sea elegante y significativo. Tal vez podríamos buscar una pieza única en la tienda de joyas del centro.

Damaris asintió, considerando la sugerencia.

— Me parece una excelente idea. Después de la fiesta, visitaremos la tienda de joyas para encontrar el regalo perfecto.

Mientras el paisaje pasaba desapercibido ante sus ojos, Damaris y Jessy continuaron conversando sobre las diferentes opciones, evaluando cada posibilidad con cuidado. La idea de seleccionar algo especial para Asterope le devolvió la sonrisa a Damaris, quien se sintió emocionada ante la perspectiva de elegir con esmero un objeto que representara sus mejores deseos.
























❨ Después de unas horas. ❩
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La fiesta finalizó exitosamente, llena de risas y conversaciones animadas, dejando a Damaris con una sensación de satisfacción. Los invitados se despidieron amablemente mientras ella avanzaba hacia la salida con paso firme. Al llegar al exterior, donde su carruaje la aguardaba, sus ojos verdes se detuvieron en seco al notar algo fuera de lo común.

El vehículo, que siempre había mostrado un estado impecable, ahora revelaba signos evidentes de desgaste. Las ruedas, que deberían estar perfectamente alineadas, presentaban un leve tambaleo. La pintura del carruaje mostraba rasguños y marcas, como si hubiera atravesado un camino accidentado. Los detalles que escapaban a la vista común no pasaban desapercibidos para alguien tan observadora como ella.

Con una expresión de severidad, Damaris dirigió su mirada al cochero, quien parecía incómodo bajo su escrutinio.

— ¿Qué está pasando? -Preguntó Damaris, su tono frío y autoritario-

El cochero, nervioso y visiblemente afectado por la situación, intentó dar una explicación torpe mientras su estómago gruñía por el hambre.

— P-perdón… señorita, el carruaje está mal y me ha estado doliendo el estómago. -Respondió el cochero, visiblemente nervioso, sus palabras saliendo entrecortadas mientras evitaba la mirada de Damaris-

— ¿Qué? -Levantó una ceja, incrédula- ¿Viniste de la mansión sintiéndote mal y con un carruaje defectuoso?

El cochero, sintiéndose acorralado, trató de explicar su situación.

— Bueno, no es eso… no almorcé y me sentí mal, tal vez por eso no me di cuenta… -Seguía nervioso, tratando de justificar su error-

— ¿Por qué no lo verificaste en la mansión? Creo que también trajimos el almuerzo. -Replicó Damaris, su paciencia agotándose-

— No, bueno… yo solo… -Intentó excusarse, pero sus palabras carecían de convicción-

Damaris, con su mirada penetrante y sus ojos verdes fijos en el cochero, escuchó atentamente mientras uno de sus guardias le revelaba quién era realmente la persona responsable de conducir el carruaje obsoleto. La información, una pieza más del rompecabezas, confirmaba sus sospechas y solidificaba su determinación.

El cochero intentaba mantenerse firme, pero los ojos de Damaris parecían atravesar sus defensas, exponiendo la verdad detrás de sus excusas mal elaboradas. La joven, sin perder la compostura, decidió enfrentarlo de manera directa, mostrando una mezcla de autoridad y desdén.

No se tragó ninguna de las mentiras que el viejo había dicho y, con un tono firme y decidido, desmanteló sus falsedades con pocas pero contundentes palabras. Su postura y actitud no dejaban lugar a dudas sobre quién tenía el control de la situación. La resolución en su mirada era clara: no permitiría que la engañaran ni que su seguridad se viera comprometida por negligencia.

— ¿Qué pretendes? -Frunció el ceño, mostrando su descontento- Regresa con el carruaje, yo me encargaré de mi regreso.

El cochero, temblando por no saber qué responder, asintió con resignación.

— Que… Oh, está bien…

Con una expresión afligida, el cochero se marchó, sus hombros caídos y su paso lento reflejaban la pesadumbre que sentía. Los suspiros de resignación se mezclaban con los murmullos de disculpa, apenas audibles mientras se alejaba. Cada paso parecía más pesado que el anterior, como si el peso de su error lo aplastara.

Mientras tanto, Damaris, sin perder la compostura, se volvió hacia uno de sus escoltas con una expresión de determinación en su rostro.

— Busca un nuevo carruaje. -Instruyó, su voz firme y autoritaria, dejando claro que no toleraría más negligencias-

El escolta asintió rápidamente, reconociendo la urgencia de la situación y la necesidad de actuar con prontitud. Sin demora, se dirigió a cumplir la orden, mientras Damaris observaba la escena con una mezcla de desaprobación y resolución. Sabía que su seguridad y la de su familia no podían ser comprometidas por descuidos.

Una vez asegurada una solución temporal, Damaris se dirigió con paso firme a la tienda de joyas cercana. Al entrar, fue recibida con cortesía y atención por el dueño de la joyería, quien era plenamente consciente de la importancia de su clienta. Con una sonrisa profesional, le ofreció una mesa para que pudiera observar con detenimiento las diversas piezas.

— Me gustaría ver los broches que tienen. -Pidió Damaris, tomando asiento en la mesa ofrecida, su voz suave pero cargada de autoridad-

El dueño, manteniendo su sonrisa profesional, comenzó a mostrarle una selección de broches, cada uno más exquisito que el anterior. Las delicadas piezas reflejaban la luz del establecimiento, brillando con una intensidad que captaba la atención de cualquiera.

Damaris, con ojo crítico y un profundo sentido de la estética, evaluaba cada pieza con detenimiento. Buscaba algo que no solo fuera bello, sino también significativo, un regalo perfecto para el prometido de Simone. La dedicación y el cuidado con los que escogía cada detalle demostraban su compromiso con la perfección y su deseo de cumplir con las expectativas sociales.






— - 🌷  - To be continue. . . ୭
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