━━「 𝗖𝗔𝗣𝗜́𝗧𝗨𝗟𝗢 𝟰 」━━







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Las acciones de Claude me pusieron nerviosa; su mirada fría y su postura autoritaria me intimidaban. Sentí cómo mi corazón latía con fuerza en mi pecho y un sudor frío recorría mi espalda. A pesar del miedo que me infundía, traté de mantener la calma. Simplemente me limité a observarlo en silencio, evitando cualquier movimiento brusco que pudiera empeorar la situación. Respondí a sus preguntas con voz baja y temblorosa, esperando no provocar más su ira. Cada palabra que pronunciaba era una lucha interna por no dejar que mi nerviosismo se apoderara de mí por completo.

— Si deseas escuchar una respuesta, será mejor que sueltes mi mano. -Lo miré seriamente, tratando de mantener mi compostura-

— ¿Qué? -Levantó una ceja, claramente sorprendido por mi petición-

— ¡Duele! -Puse una expresión lastimera, esperando que comprendiera la situación- Sería un problema si no puedo usar mi mano correctamente.

— Ahora responde. -Claude, aunque con cierta reticencia, soltó mi mano con cuidado-

— (Qué raro... si fuera por él, creo que hubiera sido más brusco.) -Suspiré aliviada y sobé mi muñeca, notando el leve enrojecimiento que había dejado su agarre. Tomé un momento para recuperar la calma antes de hablar-

— Solo escuché que el casino estaba en bancarrota. -Respondí, esperando que mi información fuera suficiente-

— ¿Cómo es eso posible? -Su incredulidad era evidente en su voz-

— Luper hizo unas inversiones y vio un gran déficit, hasta se rumorea que está a punto de deshacerse del casino y escapar. -Me encaminé lentamente hacia la puerta, deseando poner fin a la conversación- En fin, ahora...

— Espera... -Lo escuché llamarme, y lo examiné de reojo, preguntándome qué más podría querer-

La cercanía entre nosotros era evidente. Podía sentir su aliento en mi piel y ver el reflejo de su rostro en mis ojos. De repente, sentí cómo volvía a sostenerme de la muñeca, su agarre firme y decidido. Antes de que pudiera reaccionar, Claude me colocó una pulsera mágica alrededor de la muñeca. La pulsera se ajustó rápidamente con fuerza, causando un dolor agudo que recorrió todo mi brazo y me hizo contener la respiración. El dolor era intenso, como si cientos de agujas se clavaran en mi piel.

Intenté mantener la compostura y no mostrar el dolor que sentía, pero no pude evitar que una mueca de incomodidad se dibujara en mi rostro. Claude no apartó la mirada, sus ojos fríos y calculadores observaban cada uno de mis movimientos, como si intentara descifrar mis pensamientos.

— Si tu respuesta es falsa. -Dijo con una voz grave y firme mientras observaba la pulsera- Tendrás que afrontar las consecuencias.

Sentí un escalofrío recorrer mi espalda ante sus palabras. A pesar del miedo que me infundía, decidí mostrar valentía y no dejarme intimidar.

— No le tengo miedo, majestad. -Susurré lo último con determinación, sosteniendo su mirada- Si no tiene nada más que decir, me marcharé.

Por un instante, sus ojos expresaron sorpresa. No esperaba que le respondiera con tanta firmeza. Sin embargo, rápidamente recuperó su compostura y se apartó de mi lado, permitiéndome continuar.

Me dirigí hacia la salida de la tienda, cada paso que daba se sentía como una liberación. El dolor en mi muñeca persistía, pero lo ignoré, concentrándome en alejarme de ese lugar lo antes posible. No me importaba no despedirme apropiadamente del príncipe; lo único que deseaba era poner distancia entre nosotros y encontrar un lugar seguro donde pudiera recuperarme de la tensa situación.

En mi corazón, aún permanecía ese profundo resentimiento por la muerte de mi hijo no nato. Era una herida que nunca había sanado, una sombra constante que oscurecía mis pensamientos y emociones. Cada vez que recordaba aquel trágico evento, sentía una mezcla de dolor y rabia que me consumía por dentro. No podía olvidar ni perdonar a quienes me habían causado tanto sufrimiento.

La pérdida de mi hijo no nato había dejado un vacío en mi vida, un vacío que nada ni nadie podía llenar. Cada día, esa ausencia me recordaba el dolor y la injusticia que había sufrido. Sabía que no descansaría hasta cobrar todo el daño que me habían ocasionado. Mi determinación era inquebrantable, y estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario para obtener justicia y venganza.
















































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Estaba meditando sobre la hostilidad que mostró Damaris y me pareció extraño, ya que apenas habíamos cruzado algunas palabras en el baile y recientemente nos reencontramos. Aunque debo admitir que había quedado intrigado por ella. Decidí partir de la tienda y verla irse en su carruaje. Mientras la observaba, mi escolta, Thaddeus Greymantle, apareció en mi campo de visión.

— Parece que una de las hijas del duque Williams estuvo aquí. -Comentó Thaddeus-

— ¿Sabes algo de la hija mayor? -Lo observé con seriedad, esperando alguna información útil.

— No mucho. -Respondió apenado- Solo escuché que George Williams se casó después de la muerte de su primera esposa y trajo a su nueva mujer junto a su hija bastarda a la mansión... Sobre la señorita Simone, supe que está comprometida con el hijo menor del marqués Steward.

— Entiendo... -El carruaje de Damaris desapareció de mi vista, pero mi curiosidad persistía-

— ¿Quiere que alguien la siga? -Preguntó Thaddeus, examinándome con interés-

— No es necesario. -Dije con indiferencia- Primero tendremos que ir al casino.

— ¿En serio le creyó? -Se notaba sorprendido- No tenemos suficiente información, por lo que el plan no es perfecto.

— Es mejor evitar lo inevitable, ¿Verdad? -Respondí con aburrimiento- Incluso si no tenemos un plan, se volvería problemático si llega a escapar y no logramos resolver este caso que me confió el Emperador.

— Nunca he oído que estén arruinados, pero lo haremos a la perfección. -Sonrió nervioso- Entonces, ¿Cuándo?

— Hoy... -Lo observé con frialdad- Prepara a los hombres para dentro de una hora y vayan de inmediato.

— Está bien, segundo príncipe. -Hizo una reverencia y se retiró, aún un poco nervioso.

Posicioné mi mirada en mi mano, observando cada línea y cicatriz que la recorría. Pensé por unos segundos, reviviendo el momento en que la tomé con brusquedad. La sensación de su piel suave bajo mi agarre y la expresión de dolor en su rostro se quedaron grabadas en mi mente. Fruncí el ceño, sintiendo una mezcla de culpa y frustración por haber perdido el control de esa manera. Intenté no pensar demasiado en ello, pero la imagen persistía.

Sacudí ligeramente la cabeza, alejando esos pensamientos, y me encaminé con determinación hacia donde estaban mis hombres. Era momento de centrarme en preparar todo para la misión. Mi mente debía estar clara y enfocada en lo que teníamos que hacer. No podía permitirme distracciones, especialmente en un momento tan crucial.
























❨ En otro lado. ❩
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Cuando ingresé en la mansión, el personal me recibió con una mezcla de alivio y preocupación. Sus ojos reflejaban el peso de los acontecimientos recientes, pero no dejé que eso me afectara. Con un aire de determinación, subí las escaleras al segundo piso, cada paso resonando en el silencio de la casa.

Entré a una pequeña sala, un refugio donde podía pensar con claridad. Me senté en un sillón mullido, cerrando los ojos por un momento, permitiéndome un respiro antes de enfrentar la situación que tenía por delante. Medité sobre una solución para cambiar el carácter de los dos escoltas negligentes que no habían podido protegerme. Sus rostros de incompetencia se entrelazaban en mis pensamientos.

Aunque inicialmente pensé en informarle a mi madre, rápidamente descarté esa idea. Preferí optar por otra solución, una que demostrara mi capacidad para manejar la situación por mi cuenta. Jessy, siempre atenta a mis necesidades, entró en la sala y me entregó un vaso de agua. El gesto simple me inspiró una idea brillante para disciplinar a los escoltas de manera efectiva.

— ¿Tuvieron muchos problemas? -Pregunté, observándolos detenidamente-

— ¡Sí, sí! -Contestó uno de ellos rápidamente-

— Oh, son más débiles que mis muñecas. -Comenté mientras movía mis muñecas, notando lo decaídos que estaban-

En ese momento encontré la oportunidad perfecta para poner en marcha mi plan.

— Bueno, parece... que está algo tibio. -Dije mirando a Jessy y levantando mi mano, mientras guiñaba un ojo para que entendiera mi indirecta- Ah... si alguien me trajera un poco de agua fría... Siento que me sentiría un poco mejor.

— ¡¡Yo voy primero!! -Dijo uno de los escoltas, apresurándose-

— ¡No, yo voy primero! -Exclamó el otro, con el mismo entusiasmo-

— Idiotas. -Reflexioné internamente-

No pude evitar soltar una carcajada, disfrutando del ingenio de mi plan. Con un gesto de la mano, ordené a Jessy que se retirara. Una vez sola, sostuve la caja del reloj de arena con firmeza y me acerqué a una pared decorada con cuadros y tapices. Toqué una zona específica en la pared, justo detrás de un viejo cuadro, y sentí un leve clic. Con un movimiento suave, la entrada secreta se abrió, revelando un pequeño compartimento oculto.

Con cuidado, deposité el reloj de arena sobre una mesa de luz que se encontraba en el interior del compartimento. Examiné brevemente el objeto para asegurarme de que estuviera en perfectas condiciones. Luego, me aseguré de cerrar la entrada secreta de forma segura, evitando cualquier posibilidad de que alguien descubriera mi escondite.

Poco después, los dos guardias y mi sirvienta se presentaron nuevamente en la sala. Me senté en el sillón mullido, recibiendo los vasos de agua con una sonrisa encantadora en el rostro. Debía mantenerme fiel a mi papel de "una buena señorita", y lo hacía a la perfección.

— Muchas gracias, cuídenme mucho en el futuro.

— ¡Estamos a su servicio, señorita Damaris! -Contestaron al unísono-

Era consciente de lo que sucedería en el futuro, pero sabía que no estaba suficientemente preparada para enfrentar los desafíos que se avecinaban. La experiencia de hoy había sido una dura lección, y no podía permitirme cometer los mismos errores. Necesitaba adiestrar a mis escoltas de forma correcta para que se convirtieran en buenos y fieles servidores, capaces de protegerme y cumplir con sus deberes de manera eficiente.

El recuerdo de la incompetencia de mis escoltas y la vulnerabilidad que había sentido me impulsaban a tomar medidas drásticas. No quería volver a pasar por lo mismo, no podía permitirme otra situación similar. Cada día que pasaba, mi determinación de fortalecer mi posición y asegurarme de que todos a mi alrededor fueran competentes se hacía más fuerte.

Además, no podía dejar de pensar en Claude. El encuentro de hoy había sido más perturbador de lo que estaba dispuesta a admitir. Su frialdad y la manera en que me había tratado me habían dejado una impresión duradera. Esperaba no cruzarme con él de nuevo; la tensión y el riesgo eran demasiado altos. Mi prioridad era asegurarme de que aquellos que me rodeaban fueran leales y eficientes, para que jamás tuviera que enfrentar una situación tan peligrosa nuevamente.
























❨ Unos días más tarde. ❩
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Estaba conversando con Elisabeth sobre la próxima fiesta de té. Durante la conversación, ella mencionó un pequeño obsequio rutinario que solía darse en esas ocasiones. Con una sonrisa, me propuso que aprovechara la oportunidad para mostrar mis grandes habilidades en el bordado, sabiendo lo mucho que disfrutaba de esa actividad.

— Iniciemos de inmediato. -Me animé, sintiendo una oleada de entusiasmo-

— Está bien. -Respondió Elisabeth, sonriendo ligeramente mientras asentía con la cabeza-

Con esa aprobación, me puse manos a la obra. Preparé todo lo necesario: hilos de colores, agujas y la tela sobre la que trabajaría. Cada puntada que daba me llenaba de satisfacción, sabiendo que el resultado final sería un obsequio hermoso y significativo. La precisión y el cuidado en cada detalle reflejaban mi dedicación y amor por el bordado. Sentía cómo mi concentración aumentaba y el tiempo parecía volar mientras trabajaba en el proyecto, ansiosa por ver el resultado final y compartirlo en la fiesta de té.
























❨ Unas horas más tarde. ❩
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¡Al fin! Ya había finalizado con los obsequios y solo quedaba un bordado. Decidí regalarle ese último a Simone, no sin antes recordarle sutilmente sus pobres habilidades en este campo. Lo hacía siempre manteniendo mi papel de "buena hermana". Con una sonrisa falsa y un tono de voz suave, le entregué el bordado.

— Espero que te guste, Simone. -Dije, intentando que mi voz sonara genuinamente amable-

Simone aceptó el regalo, sonriendo ligeramente, aunque no pude evitar notar la incomodidad en sus ojos. Tan pronto como acabé la conversación, me retiré a mis aposentos con una gran sonrisa en mi rostro, satisfecha con mi pequeño juego.

En el instante en que entré a mi habitación, Jessy estaba allí, lista para ayudarme a prepararme para la velada. Con movimientos rápidos y eficientes, me ayudó a cambiarme y a arreglarme, dejándome presentable en poco tiempo.

— Gracias por tus servicios, Jessy. -Le dije, agradecida por su diligencia-

Nos dirigimos a la salida y subimos al transporte que tenía como destino la residencia de Elisabeth. Mientras avanzábamos por el camino, no pude evitar sentir una leve sensación de nerviosismo. Era como un mal augurio que se cernía sobre mí, pero decidí ignorarlo.

Al llegar a la residencia de Elisabeth, descendí del carruaje con cierta prisa. Sabía que debía apresurarme para no llegar más tarde de lo normal. Caminé rápidamente, tratando de mantener una apariencia tranquila y serena, pero mis pensamientos estaban llenos de incertidumbre.

— Discúlpenme, ¿Llego tarde?

Las jóvenes me quedaron mirando, y pude percatarme de la presencia de Penélope Judith, una de las nobles más influyentes y temidas del reino. Mantuve mi compostura y les sonreí con educación.

— Hola, mi nombre es Damaris Williams. Yo... no sabía qué vestir en un día como hoy. -Fingí estar apenada- Por eso llegué tarde.

Usualmente, el personaje principal de cada historia es el último en llegar, y esta no sería la excepción.

— Ah, ya que la señorita Damaris está aquí... -Dijo Penélope, sonriendo para animar el ambiente- ¿Podemos comenzar?

El personal comenzó a traer los bocadillos, y me asombré por los distintos tipos de dulces que traían en las bandejas. Había pastelillos de crema, tartas de frutas y un sinfín de delicias que hacían agua la boca.

— Señorita Williams... -Habló Penélope, levantando una ceja con interés- ¿Acaso es su primera fiesta de té?

— Así es, es mi primera vez. -Contesté, sintiendo una gota de sudor en la sien-

— Vaya... no me extraña. -Sonrió "amable" esa bruja- Me imagino la emoción del primer momento.

— Eso es cierto. -Respondí con una sonrisa, aunque internamente me sentía molesta- (Esta maldita no ha cambiado mucho... al menos no me sentiré culpable de su miserable destino.)

— Oh, debe estar muy emocionada. -Comentó otra joven con un tono de voz condescendiente-

— Su vestimenta y reacciones... son muy diferentes a los rumores... -Susurró una jovencita, sin saber que la había escuchado-

— ¡Ah! ¡Está delicioso! -Exclamé al probar un alfajor, dejando que la dulzura llenara mi boca-

— ¡Nos da mucho gusto! -Respondieron al unísono las jóvenes, con una sonrisa que casi parecía sincera-

Penélope no perdió tiempo en continuar la conversación, observándome con atención.

— Damaris, ¿qué opinas de las fiestas de té hasta ahora? -Preguntó, buscando sacar algún comentario de mí-

— Me parecen encantadoras, una oportunidad perfecta para conocernos mejor. -Dije, intentando mantener mi tono amigable-

— Oh, claro. Pero, ¿No te sientes un poco intimidada? -Insistió otra joven, como si buscara alguna grieta en mi fachada-

— Un poco, pero estoy aprendiendo rápidamente. -Respondí con una sonrisa- Además, todas han sido muy amables.

Los comentarios seguían, cada uno más incisivo que el anterior, pero me mantuve firme, tratando de no mostrar ninguna debilidad. Mientras continuaba la charla, no pude evitar sentir que el verdadero objetivo de esta reunión no era solo disfrutar de una taza de té.
























❨ Unas horas más tarde. ❩
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La velada fue absolutamente increíble y estuve socializando bastante. Desde el primer momento, me encontré rodeada de conversaciones animadas y risas contagiosas que fluían con naturalidad. Las jóvenes nobles compartían anécdotas divertidas y debatían sobre las últimas tendencias, creando un ambiente cálido y acogedor que facilitaba la interacción y el disfrute de todos los presentes. Las lámparas de araña brillaban suavemente, iluminando la sala con un resplandor dorado que hacía que todo pareciera aún más encantador.

En un momento oportuno, decidí aprovechar para disculparme por cualquier incomodidad que pudiera haber causado anteriormente. Con una sonrisa sincera, me dirigí a las damas reunidas alrededor de la mesa principal.

— Discúlpenme si en algún momento las desanimé. -Dije con sinceridad-

Las jóvenes me miraron con curiosidad, sus ojos reflejaban un interés genuino por lo que estaba a punto de hacer. Algunas de ellas asintieron con comprensión, reconociendo mi intención de disculparme y enmendar cualquier incomodidad anterior. Fue entonces cuando, con una sonrisa sincera, saqué los pañuelos que había preparado con tanta dedicación.

Con movimientos cuidados y elegantes, los presenté uno por uno, entregándolos a cada una de las presentes. Observé sus reacciones mientras recibían los pañuelos, notando la sorpresa y el aprecio en sus rostros. Cada pañuelo representaba no solo mi habilidad en el bordado, sino también mi esfuerzo por integrarme y mostrarme como una buena anfitriona y amiga.

— Estos son pañuelos que he bordado yo misma. Espero que les gusten. -Añadí, dejando en claro mi dedicación y el aprendizaje que había tenido con la señorita Elisabeth-

— ¡Oh, Dios mío, ha estado aprendiendo esto durante solo dos semanas! -Exclamó una de las jóvenes, sorprendida por mi habilidad-

— La señorita Damaris es rápida aprendiendo. -Contestó orgullosa Elisabeth con una sonrisa de satisfacción-

— Muchas gracias, pero no soy digna de tales elogios. -Respondí, fingiendo un poco de vergüenza-

— No te preocupes, realmente tienes talento, señorita Damaris. -Comentó Penélope, mostrando una sonrisa fingida que no lograba ocultar del todo su envidia-

Las jóvenes nobles continuaron admirando los pañuelos, sus dedos deslizándose suavemente sobre los bordados delicados mientras intercambiaban comentarios de admiración. Cada una de ellas expresaba su aprecio por los detalles y la calidad del trabajo, sus ojos brillaban con sorpresa y aprecio. La habitación estaba llena de exclamaciones y risas suaves, creando una atmósfera de camaradería y agrado.

La conversación pronto derivó en temas más ligeros. Hablaban sobre las últimas tendencias de moda, eventos sociales recientes y anécdotas divertidas de sus vidas cotidianas. La risa y el entusiasmo llenaban el aire, haciendo que el ambiente se sintiera aún más acogedor y cálido.

Mientras tanto, yo me sentía profundamente satisfecha por haber mostrado mi dedicación y habilidad. Sabía que mis esfuerzos no habían pasado desapercibidos y que había logrado ganarme el respeto y la admiración de las presentes. Este pequeño triunfo me ayudaba a consolidar mi posición en el grupo, estableciendo una base sólida de relaciones y confianza.

Mientras los nobles debatían sobre dónde sería su próximo encuentro, sostuve la taza de té con elegancia y bebí un sorbo, disfrutando del sabor suave y reconfortante. Escuchaba atentamente sus palabras, analizando cada propuesta y comentario. Sin embargo, un leve malestar comenzó a instalarse en mi estómago. La conversación había girado hacia un tema que prefería evitar: el segundo príncipe, Claude.

— Señorita Damaris, todo estará bien. -Dijo una joven, sosteniendo mi mano con preocupación, su gesto me ofrecía un consuelo temporal-

— Sí, no te preocupes tanto. -Añadió otra, tratando de tranquilizarme con una sonrisa-

Agradecí sus palabras, aunque el malestar persistía. Cuando la fiesta concluyó, observé cómo las nobles comenzaban a retirarse, cada una de ellas despidiéndose con cortesía. Mientras meditaba sobre la velada y las impresiones que había dejado, pensé en darle algo de trabajo a mi lindo perrito. Al ubicarlo entre la multitud, me arrimé con discreción y lo llamé por su nombre.

— ¿Podrías hacerme un favor? -Le pregunté suavemente, asegurándome de que solo él pudiera escucharme, mi tono era firme pero dulce-

— Claro, señorita Damaris. ¿Qué necesita? -Respondió él, con una mezcla de interés y respeto reflejado en su rostro-

La noche había sido un éxito, pero sabía que aún quedaban muchas cosas por hacer y personas por manejar. La clave estaba en mantener las apariencias y jugar bien mis cartas, siempre con la mirada puesta en mis objetivos.

— John. -Me crucé de brazos, adoptando una postura imponente y segura- Tengo que pedirte algo. -Mi expresión se volvió oscura, mis ojos se entrecerraron, y la atmósfera se tensó-

John levantó la cabeza, sorprendido por mi tono y actitud. Sin perder un segundo, se puso de pie, mostrando respeto y una pizca de temor.

— Levántate y escucha a tu maestra. -Ordené, mi voz firme y autoritaria, dejando claro que no aceptaría ninguna resistencia-

La sala quedó en silencio mientras él se ponía de pie, atento a mis palabras, esperando instrucciones. Sabía que mi demanda no era algo trivial y que tenía que cumplir con mis expectativas.






— - 🌷  - To be continue. . . ୭
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