━━「 𝗖𝗔𝗣𝗜́𝗧𝗨𝗟𝗢 𝟮𝟴 」━━
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Después de varios días, empecé a notar un cambio inquietante en el comportamiento de Simone. La mujer que había estado sumida en una profunda depresión, envuelta en su dolor por la pérdida de Emma, parecía haber desaparecido. En su lugar, Simone había vuelto a ser la misma de antes, aquella figura encantadora e inocente que solía fingir ser.
Observaba cómo se movía por la mansión, su actitud ahora llena de energía y carisma. Con una sonrisa siempre presente en sus labios, Simone parecía haberse ganado nuevamente la simpatía del personal de la mansión. Sus movimientos eran gráciles y seguros, y su voz, dulce y melodiosa, resonaba en los pasillos mientras saludaba y charlaba con los sirvientes.
Notaba que los sirvientes respondían a ella con calidez, volviendo a confiar en su encanto renovado. Sus risas y conversaciones se escuchaban a lo largo de la casa, y la influencia de Simone sobre ellos crecía con cada día que pasaba. Había algo en su transformación que me inquietaba profundamente. No podía dejar de preguntarme qué había cambiado en ella tan repentinamente. Simone siempre había sido astuta y manipuladora, y su nueva actitud me hacía sospechar que algo más se estaba gestando bajo la superficie.
Mientras observaba sus interacciones, me daba cuenta de cómo Simone utilizaba su carisma para ganarse a los demás. La veía conversando animadamente con los sirvientes, escuchando sus preocupaciones y ofreciendo palabras de consuelo con una sonrisa encantadora. Aunque por fuera parecía genuina, yo conocía la verdadera Simone, y sabía que debía mantenerme alerta. Algo en su repentino cambio me decía que esto no era más que una fachada, una nueva jugada en su elaborado juego.
Mi padre el duque George, quien había mantenido una actitud distante y sospechosa hacia mi media hermana Simone tras el intento de asesinato contra mí. Las sospechas que habían oscurecido su relación parecían desvanecerse lentamente, reemplazadas por una renovada confianza en la encantadora y aparentemente inocente Simone.
Desde mi posición en un rincón del amplio salón, observaba la escena con atención. A mi lado, mis fieles sirvientas Jessy y Annie también contemplaban la situación con preocupación. Los tres intercambiábamos miradas cargadas de significado mientras presenciábamos el cambio en la dinámica familiar.
Mi padre se acercó a Simone, su expresión severa suavizándose mientras hablaba con ella en tonos bajos y confidenciales. Me resultaba imposible no preguntarme qué estaba realmente ocurriendo tras esa nueva actitud tan repentina y llamativa.
— Simone, has estado maravillosa estos últimos días. Me alegra ver que has recuperado tu espíritu. -Dijo Georgey con una sonrisa paternal-
Simone, por su parte, lucía radiante y cautivadora, respondiendo con gestos delicados y una sonrisa que irradiaba dulzura.
— Gracias, padre. He estado tratando de ser más fuerte. Quiero que todo vuelva a ser como antes. -Respondió Simone con voz suave-
La familiaridad y la complicidad entre ellos crecían a medida que la conversación avanzaba. Los sirvientes, anteriormente cautelosos, comenzaban a mostrar una simpatía renovada hacia la hija menor del duque, atraídos por su carisma y su habilidad para fingir inocencia.
Mientras continuaba observando, sentía una creciente sensación de inquietud. Sabía que debía mantener mis ojos abiertos y estar preparada para cualquier eventualidad. Simone había vuelto a la escena con más fuerza que nunca, y estaba decidida a descubrir qué se ocultaba detrás de su cambio repentino.
— Parece que el duque ha decidido confiar nuevamente en Simone. -Murmuró Jessy, la preocupación evidente en su voz.
— Sí, pero no podemos bajar la guardia. Conocemos a Simone demasiado bien para creer en su fachada. -Respondió Annie, apretando los labios con determinación-
Asentí, con mis ojos fijos en mi padre y mi hermana, observándolos con una mezcla de cautela y determinación. Sabía que debía mantenerme vigilante, pues la renovada confianza del duque en Simone podía significar un peligro inminente para mí. La familiaridad y complicidad que había resurgido entre ellos eran señales claras de que Simone estaba recuperando su influencia, y eso me preocupaba profundamente.
Mientras observaba la escena, me prometí a mí misma estar atenta a cualquier signo de traición o conspiración. Cada gesto, cada palabra, cada mirada, sería analizada con detenimiento. La batalla por el poder y la influencia dentro de la familia no había terminado, y yo estaba decidida a protegerme y a aquellos que me apoyaban. Sabía que mis aliados eran pocos, pero confiables, y con su ayuda, estaría preparada para enfrentar cualquier adversidad que Simone pudiera traer.
Mi rostro reflejaba una mezcla de serenidad y alerta, consciente de que cualquier error podría ser fatal. La tensión en el aire era palpable, y mientras mis pensamientos se centraban en estrategias y precauciones, mi resolución se fortalecía. La lucha por el control no solo era una cuestión de poder, sino de supervivencia, y estaba más determinada que nunca a salir victoriosa.
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❨ Después de unas horas. ❩
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Caminaba por los pasillos de la mansión, perdida en mis pensamientos acerca del reciente comportamiento de Simone y las tensiones familiares que surgían a mi alrededor. Mis pasos eran lentos y medidos, mientras mi mente vagaba por las innumerables preocupaciones que me acosaban. La suave luz del atardecer se filtraba por las ventanas, proyectando sombras alargadas sobre las paredes decoradas con retratos antiguos y tapices. Mis pensamientos eran una maraña de inquietudes y sospechas, tratando de desentrañar los misterios que rodeaban a mi media hermana.
Al girar en una esquina, me detuve de golpe, sorprendida al encontrarme frente a frente con mi madre, Astrid, y mi hermano menor, Cristophe. La repentina aparición de ellos me sacó de mis pensamientos, obligándome a centrarme en el presente. El encuentro fue tan inesperado que sentí un nudo en el estómago al ver sus rostros familiares.
Astrid, con su porte elegante y su siempre presente aura de autoridad, me miró con una mezcla de sorpresa y cariño. Su figura emanaba una serenidad que siempre había admirado en ella. A su lado, Cristophe, con su energía juvenil y su curiosidad insaciable, me observaba con ojos brillantes de emoción. Su expresión reflejaba una mezcla de alegría y ansiedad por compartir ese momento conmigo.
— ¡Mamá! -Exclamé, un poco desconcertada por el inesperado encuentro, mientras trataba de ocultar mi sorpresa-
Astrid sonrió, extendiendo una mano hacia mí en un gesto de saludo.
— Damaris, querida. Nos has dado un pequeño susto. -Dijo Astrid con su voz suave pero firme, que siempre lograba calmar mis inquietudes-
Cristophe, sin embargo, no esperó un segundo más y corrió hacia mí, abrazándome con fuerza. Su entusiasmo era contagioso y sentí cómo mi corazón se llenaba de ternura al tenerlo tan cerca.
— ¡Damaris! ¡Te extrañé mucho! -Dijo Cristophe con entusiasmo, apretándose contra mí con sus pequeños brazos-
Aunque sorprendida, devolví el abrazo a mi hermano menor, sintiendo el calor de su afecto. Por un momento, las preocupaciones se desvanecieron, reemplazadas por la ternura del reencuentro familiar. Sentí cómo las tensiones y dudas se disipaban momentáneamente, permitiéndome disfrutar de la simple alegría de estar con mi familia.
— ¡Hermana! ¡Hermana! -Gritó el pequeño, sus ojos brillando de emoción- ¿Podemos pasar tiempo juntos?
— Claro, Cristophe. Podemos pasar todo el tiempo que quieras. -Dijo, acariciando el cabello de su hermano- Pero primero, ¿Por qué no vas con Jessy y Annie? Ellas se encargarán de ti mientras hablo con mamá.
Cristophe frunció el ceño y sacudió la cabeza con determinación.
— No, quiero quedarme contigo, hermana. -Insistió Cristophe, apretándose más fuerte a mí-
Mi madre, Astrid, observó la escena con una sonrisa indulgente. Sus ojos se suavizaron al ver cómo mi hermano se aferraba a mí con tanta determinación. La calidez y el orgullo maternal se reflejaban en su expresión, dejando claro que comprendía y valoraba el profundo y sincero apego que Cristophe sentía hacia mí. Astrid siempre había sido perceptiva, y era evidente que veía en ese lazo fraternal una conexión que debía proteger y fomentar. La ternura de su mirada indicaba su confianza en mi capacidad para cuidar y guiar a mi hermano menor en su ausencia.
— Parece que tendrás compañía, Damaris. -Dijo Astrid, riendo suavemente- Jessy y Annie estarán cerca para ayudar, pero confío en que podrás cuidar de él mientras estoy fuera.
Jessy y Annie se acercaron con rapidez y determinación, listas para asistir en lo que fuera necesario. Jessy, con su actitud maternal y cálida, se inclinó hacia Cristophe, ofreciéndole una sonrisa tranquilizadora mientras le acariciaba el cabello. Su experiencia en el cuidado de los niños y su capacidad para transmitir calma y seguridad eran evidentes en cada uno de sus gestos.
Annie, por otro lado, siempre eficiente y organizada, se posicionó al lado de Jessy, preparada para cualquier situación que pudiera surgir. Con una mirada atenta, evaluaba rápidamente el entorno y los posibles requerimientos, asegurándose de que nada quedara al azar. Conocía bien al pequeño Cristophe y sabía exactamente cómo manejar sus necesidades y caprichos.
La combinación de la ternura de Jessy y la diligencia de Annie formaba un equipo perfecto, garantizando que Cristophe estuviera bien cuidado y que cualquier necesidad fuera atendida de inmediato. Ambas sabían cómo manejar al pequeño de manera efectiva, brindándole el apoyo y la atención que requería en todo momento.
— No te preocupes, señora Astrid. -Dijo Jessy- Estaremos pendientes de Cristophe y Damaris.
— Sí, señora. -Añadió Annie- Nos aseguraremos de que todo esté bien mientras usted está en la capital.
Mi madre asintió, satisfecha con la respuesta de las sirvientas.
— Muy bien. Damaris, te dejo a cargo. Sé que puedes manejarlo. -Dijo Astrid, dándome un beso en la frente- Cuida de tu hermano y no dudes en llamar a Jessy y Annie si necesitas ayuda.
— Descuida, mamá. -Asentí, aceptando la responsabilidad con una mezcla de orgullo y aprehensión- Nos aseguraremos de que todo esté bien. -Respondí, devolviendo el beso en la mejilla a mi madre-
— Nos vemos pronto, queridos. -Astrid se giró hacia la puerta principal, ajustando su abrigo antes de salir- Cuídense mucho. -Dijo con una última sonrisa antes de marcharse hacia la capital-
Observé a mi madre partir, luego miré a Cristophe con ternura.
— Bueno, hermanito, parece que tenemos un día lleno de aventuras por delante. -Dije, tomando su mano con cariño mientras nos dirigíamos hacia el jardín, seguidos de cerca por Jessy y Annie-
Jessy y Annie estaban presentes, observando la interacción entre Cristophe y yo con una mezcla de ternura y responsabilidad. Conocían bien la importancia de esos momentos de unión familiar y sabían que la pequeña escapada al jardín del patio delantero de la mansión era una excelente oportunidad para que Cristophe disfrutara del aire libre y para que yo tuviera un momento de tranquilidad con mi hermano menor.
Ambas se encargaron de organizar los preparativos necesarios para la actividad con la eficiencia y dedicación que las caracterizaban. Jessy, con su naturaleza maternal, se aseguraba de que todo estuviera en su lugar y de que Cristophe tuviera lo que necesitaba para sentirse cómodo y seguro. Su experiencia en el cuidado de los niños le permitía anticiparse a cualquier situación, y su actitud siempre cariñosa transmitía calma y confianza.
Annie, siempre práctica y diligente, se movía con agilidad y precisión, coordinando todos los detalles para que la tarde en el jardín fuera perfecta. Su mirada atenta evaluaba rápidamente las necesidades del momento, y con una eficacia envidiable, encontraba soluciones a cualquier imprevisto. Sabía exactamente qué juguetes y actividades disfrutaría Cristophe y se encargaba de llevarlos al jardín junto con una manta para sentarnos cómodamente.
Mientras Jessy y Annie se ocupaban de los preparativos, notaba la comunicación silenciosa entre ellas, fruto de años de colaboración y comprensión mutua. Su coordinación y esfuerzo garantizaban que todo estuviera listo para que Cristophe y yo disfrutáramos de una tarde especial juntos. La ternura con la que ambas me miraban mientras interactuaba con mi hermano reflejaba su compromiso y afecto hacia nuestra familia.
— Damaris, creo que un rato en el jardín será perfecto para Cristophe. -Dijo Jessy con una sonrisa amable- Podemos preparar todo lo necesario para que ambos se diviertan.
— Sí, podemos llevar algunos juguetes y una manta para que puedan sentarse cómodamente. -Añadió Annie, siempre práctica y eficiente-
Asentí, agradecida por la ayuda de mis leales sirvientas.
— Gracias, Jessy y Annie. Cristophe y yo nos lo pasaremos genial en el jardín. -Respondí, acariciando el cabello de mi hermano, quien me miraba con expectación-
Jessy y Annie comenzaron a coordinar los preparativos con una eficiencia admirable, moviéndose con la agilidad y la familiaridad de quienes conocían bien su labor. Jessy, con su siempre presente actitud maternal, se dirigió a la despensa. Con pasos seguros y rápidos, seleccionó una variedad de bocadillos y bebidas refrescantes, asegurándose de que hubiera opciones para todos los gustos. Su meticulosa atención al detalle se reflejaba en cada elección que hacía, desde las frutas frescas hasta las galletas recién horneadas.
Annie, por su parte, se dedicaba a encontrar los juguetes favoritos de Cristophe. Conocía bien las preferencias del pequeño y sabía exactamente qué buscar para mantenerlo entretenido. Mientras rebuscaba en el baúl de los juguetes, seleccionó cuidadosamente aquellos que sabía que traerían una sonrisa al rostro de Cristophe. Además, se encargó de encontrar una manta suave y cómoda para que pudiéramos sentarnos en el césped, asegurándose de que todo estuviera dispuesto para una tarde perfecta al aire libre.
Mientras trabajaban, Jessy y Annie no perdían la oportunidad de conversar conmigo para asegurarse de que todo estuviera perfecto.
—Damaris, ¿Hay algo en particular que te gustaría llevar al jardín? -Preguntó Jessy, colocando una canasta con frutas y galletas sobre la mesa-
— Sí, tal vez unos libros también. Cristophe siempre disfruta cuando le leo cuentos. -Respondí con una sonrisa-
— Perfecto. Me aseguraré de incluir un par de libros. -Dijo Annie, buscando en la biblioteca algunos de los cuentos preferidos de Cristophe-
Con todo listo, Jessy y Annie llevaron los artículos al jardín del patio delantero de la mansión. Colocaron la manta en un área soleada pero protegida, y dispusieron los bocadillos y juguetes de manera atractiva.
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❨ En el jardin delantero. ❩
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Después de que todo estuviera preparado, Damaris, Cristophe, Jessy y Annie salieron al jardín delantero de la mansión. El sol brillaba suavemente sobre ellos, y la brisa fresca traía consigo el dulce aroma de las flores que florecían en los parterres cercanos. La atmósfera era perfecta para una tarde relajante al aire libre.
En el césped verde y bien cuidado, la manta ya estaba extendida en un área soleada pero agradablemente fresca. La suave tela de la manta invitaba a sentarse y disfrutar del entorno. En una esquina de la manta, estaban dispuestos los bocadillos con esmero. Jessy y Annie habían colocado una selección de frutas frescas, galletas recién horneadas y una variedad de bebidas refrescantes en una canasta decorativa, añadiendo un toque de encanto al entorno.
Los juguetes favoritos de Cristophe estaban organizados en el otro extremo de la manta, listos para ser explorados y disfrutados. Los colores vivos y las formas variadas de los juguetes contrastaban con el verde del césped, creando un rincón lleno de diversión y alegría.
Damaris se sentó primero en el césped, acomodándose en la manta con una expresión de satisfacción. Cristophe, lleno de entusiasmo, la siguió de cerca y se acomodó a su lado. Sus ojos brillaban con anticipación mientras miraba los libros que habían traído, deseoso de escuchar las historias que su hermana mayor le leería.
Jessy y Annie, satisfechas con su labor, se quedaron cerca, observando con cariño cómo Damaris y Cristophe se preparaban para disfrutar de la tarde juntos. El jardín, con sus colores y aromas, era un refugio de paz y felicidad, y todos estaban listos para aprovechar al máximo ese momento especial.
— ¿Qué quieres que leamos hoy, Cristophe? -Preguntó Damaris con una sonrisa-
Cristophe observó los libros con atención, pasando sus pequeños dedos sobre las portadas. De repente, se detuvo en uno de ellos y lo señaló con curiosidad.
— Hermana, quiero que leamos este. -Dijo, señalando un libro de plantas venenosas.
Damaris arqueó una ceja, un poco extrañada por la elección de su hermano menor.
— No, Cristophe, ese no. -Dijo Damaris, intentando suavizar su negativa con una sonrisa- ¿Qué tal si elegimos otro libro? Uno que sea más divertido.
Cristophe frunció el ceño por un momento, mostrando una expresión de ligera frustración. Sin embargo, su amor y confianza hacia su hermana prevalecieron. Sus hombros se relajaron y, finalmente, asintió, dejándose convencer por su persuasiva hermana mayor. Sus ojos, llenos de curiosidad y anticipación, recorrieron nuevamente la selección de libros dispuestos frente a ellos. Finalmente, se detuvieron en uno de cuentos infantiles, un libro que había sido su favorito desde hacía tiempo. La familiar portada y las coloridas ilustraciones capturaron su atención, y una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios mientras tomaba el libro con entusiasmo.
— Ese, Damaris. Quiero escuchar ese. -Dijo, señalando el libro con entusiasmo renovado-
— Perfecto, ese suena mucho mejor. -Respondió Damaris, tomando el libro de cuentos y abriéndolo-
Mientras comenzaba a leer en voz alta, Cristophe se sentó a mi lado, escuchando atentamente. Sus ojos brillaban con entusiasmo mientras seguía la historia que leía. Jessy y Annie observaban desde una corta distancia, asegurándose de que todo estuviera en orden y disfrutando del momento tranquilo y familiar. La atmósfera se llenó de risas y alegría mientras compartíamos la magia de la lectura, rodeados por la belleza del jardín y el cariño de quienes nos cuidaban.
Jessy y Annie también se sentaron en la manta, acomodándose con gracia y comodidad. Comenzaron a preparar los bocadillos que estaban en la canasta, colocando las frutas frescas, galletas y pequeñas tartaletas en el centro de la manta. Con movimientos hábiles y rápidos, dispusieron todo de manera atractiva, asegurándose de que Cristophe y yo tuviéramos fácil acceso a las deliciosas provisiones.
Mientras trabajaban, Jessy y Annie se sirvieron un poco de té de la tetera que habían traído y se pusieron a charlar entre sí, compartiendo anécdotas y risas en voz baja para no interrumpir nuestra lectura. El ambiente era relajado y alegre, con la suave brisa del jardín envolviendo todo en una atmósfera de tranquilidad.
Yo, por mi parte, continuaba leyendo en voz alta el libro de cuentos infantiles que había elegido para Cristophe. Mi hermano escuchaba con atención, sus ojos brillando de emoción mientras seguía la historia. Sin embargo, después de un rato, volvió a insistir en su deseo original, dejando claro que su curiosidad y determinación eran inquebrantables.
— Hermana, por favor, lee el libro de plantas venenosas. Quiero saber más sobre ellas. -Pidió Cristophe, con una mirada suplicante-
Damaris suspiró, incapaz de resistirse al encanto de su hermano menor. Sabía que cumplir sus deseos era una manera de fortalecer su vínculo y de mantenerlo feliz.
— Está bien, Cristophe. Leeremos sobre plantas venenosas. -Dijo Damaris, sonriendo y tomando el libro que su hermano había señalado al principio-
Abrió el libro y comenzó a leer el contenido en voz alta, describiendo las características y peligros de diversas plantas tóxicas. Su voz era clara y melodiosa, cautivando la atención de Cristophe. Mientras Damaris leía, sus ojos recorrían las ilustraciones detalladas de las plantas, y sus explicaciones eran precisas y accesibles para su joven oyente. Cristophe se sentó en silencio a su lado, siguiendo la lectura con una curiosidad fascinada. Sus ojos se ensanchaban cada vez que Damaris mencionaba una planta especialmente peligrosa o inusual.
A medida que Damaris leía, se aseguraba de explicar los conceptos de manera que su hermano pudiera comprender, transformando el tema en una lección educativa y entretenida. Utilizaba ejemplos simples y comparaciones que Cristophe pudiera relacionar con su propio mundo, logrando que la información se hiciera más cercana y comprensible. Cada vez que surgía una palabra difícil, Damaris hacía una pausa para explicarla, y Cristophe asentía, asimilando el nuevo conocimiento con entusiasmo.
Jessy y Annie observaban la escena con cariño, disfrutando de la vista de los hermanos compartiendo un momento especial en el jardín. Sus rostros reflejaban la satisfacción de ver a Damaris y Cristophe tan unidos y comprometidos en su aprendizaje. Mientras tomaban su té y charlaban entre sí, sus risas suaves se mezclaban con la voz de Damaris, creando una sinfonía de armonía y tranquilidad.
Se aseguraban de que todo estuviera en orden, permitiendo que Damaris y Cristophe disfrutaran de su tiempo juntos sin interrupciones. La atmósfera era perfecta, con el sol brillando suavemente y la brisa acariciando las hojas de los árboles, envolviendo a todos en una sensación de paz y bienestar. Jessy y Annie, siempre atentas y cuidadosas, mantenían un ojo en los bocadillos y las bebidas, listas para asistir si surgía alguna necesidad, pero respetando el espacio y el momento especial que los hermanos compartían.
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❨ Después de unas horas. ❩
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La tarde avanzaba plácidamente, llena de aprendizaje, risas y el lazo cada vez más fuerte entre los hermanos. Sin embargo, ese apacible momento pronto se vería interrumpido por un peligro inesperado. Desde la distancia, emergieron unos hombres encapuchados que arruinaron la ocasión, avanzando con sigilo y determinación hacia Damaris y Cristophe. Sus intenciones eran claras, y la amenaza en el aire era palpable.
Sin previo aviso, los encapuchados se lanzaron al ataque. Damaris reaccionó instintivamente, protegiendo a su hermano menor.
— ¡Cristophe, detrás de mí! -Exclamó Damaris con voz urgente.
Afortunadamente, los guardias personales de Damaris, que habían estado ocultos cerca, emergieron rápidamente de sus escondites. Con una determinación inquebrantable, se lanzaron al ataque, enfrentándose a los asesinos encapuchados. La lucha fue intensa, con los guardias mostrando una valentía feroz y utilizando todas sus habilidades para repeler a los atacantes. Las espadas chocaban con fuerza, creando un sinfín de chispas en el aire, y los gritos de batalla resonaban en el entorno, elevando la tensión del momento.
Damaris, con el corazón acelerado, trataba desesperadamente de encontrar un lugar seguro para ella y su hermano. Su mente corría tan rápido como sus pies, evaluando posibles escondites mientras mantenía a Cristophe firmemente en sus brazos. La situación era crítica, y cada segundo contaba.
En medio del caos, Damaris tomó una decisión rápida. Se dirigió hacia una estatua cercana, esperando que ofreciera algún tipo de refugio. Llevaba a Cristophe en sus brazos, su pequeño cuerpo temblando mientras trataba de mantenerse en silencio. La determinación de Damaris de mantenerlo a salvo era palpable, y sus ojos buscaban cualquier señal de peligro mientras se movía con cautela. Sabía que debía ser rápida y cuidadosa, ya que cualquier error podría ser fatal.
— Vamos, Cristophe, tenemos que escondernos. -Dijo, esforzándose por mantener la calma-
Sin embargo, en un giro inesperado, la estructura de la estatua se rompió extrañamente y comenzó a tambalearse, amenazando con caer sobre ellos. El sonido de la piedra fracturándose resonó en el aire, llenando a Damaris de un miedo repentino y visceral. Con un grito ahogado, Damaris reaccionó rápidamente, su instinto de protección tomando el control. Con una fuerza y rapidez sorprendentes, empujó a su hermano lejos del peligro, utilizando todo su cuerpo para asegurarse de que Cristophe estuviera fuera del alcance de la estatua que se desplomaba. La adrenalina la impulsaba, y su única preocupación era la seguridad de su hermano mientras la monumental estructura se inclinaba peligrosamente.
— ¡Aléjate, Cristophe! -Gritó con desesperación-
Maldijo internamente por no haber traído su reloj de arena, una herramienta que podría haber cambiado el curso de los eventos. El pensamiento de su ausencia era un recordatorio cruel de su vulnerabilidad en ese momento crítico. A pesar de sus esfuerzos, la estatua cayó sobre ella, aplastándola con su peso implacable. El impacto fue brutal, y Damaris sintió el aire escapando de sus pulmones mientras la oscuridad la envolvía.
Sin embargo, en medio del dolor y la desesperación, la pulsera que Claude le había dado en su encuentro en aquella tienda brilló intensamente. La luz emanaba de la pulsera con una fuerza inesperada, creando un escudo de energía a su alrededor. El brillo se intensificó, y en un instante milagroso, la estatua se rompió en mil pedazos al impactar contra la protección creada por la pulsera.
Aun así, el daño estaba hecho. Damaris se encontraba malherida, con sangre en la boca y el dolor lacerante recorriendo todo su cuerpo. Cada respiración era un esfuerzo agonizante, y sentía como si sus fuerzas la abandonaran con cada segundo que pasaba. Observó con horror cómo su hermano yacía desmayado a unos metros de distancia, habiendo sufrido un golpe en la cabeza. El miedo y la desesperación se apoderaron de ella mientras trataba de acercarse a Cristophe, arrastrándose con dificultad.
Sus ojos se nublaban, y cada movimiento era una batalla contra el dolor. La visión de Cristophe inmóvil en el suelo alimentaba su determinación, pero su cuerpo traicionaba su voluntad. Con cada segundo que pasaba, la oscuridad se volvía más intensa y su conciencia se desvanecía. La protección de la pulsera le había salvado la vida, pero no podía detener el daño que ya había sufrido. Con una última mirada de desesperación, Damaris trató de estirar su mano hacia su hermano antes de que sus fuerzas finalmente la abandonaran.
— ¡Cristophe, despierta! -Llamó Damaris, tratando de mantenerse consciente- ¡Despierta, por favor!
Los asesinos encapuchados lograron superar a los guardias de Damaris, y en un instante de horror, se llevaron al pequeño heredero. Damaris, debilitada y asustada, extendió su mano hacia Cristophe, llamándolo con la voz quebrada.
— ¡Cristophe! -Gritó Damaris, su voz llena de desesperación, mientras su conciencia comenzaba a desvanecerse-
Jessy y Annie, que habían estado observando desde una distancia, se acercaron alarmadas al ver el caos que se desplegaba ante ellas.
— ¡Damaris! -Exclamó Jessy, corriendo hacia ella-
— ¡Damaris, aguanta! -Dijo Annie, con lágrimas en los ojos-
Los guardias, visiblemente heridos pero determinados, la cargaron con cuidado, sabiendo que cada segundo contaba. Uno de ellos, con la voz firme y urgente, se dirigió a Jessy y Annie.
— ¡Alerta a la familia! -Ordenó- ¡Damaris ha sido herida y han secuestrado al joven Cristophe!
Jessy y Annie, con lágrimas en los ojos y el corazón lleno de miedo, hicieron todo lo posible por ayudar a Damaris. Annie intentaba detener la hemorragia mientras Jessy trataba de mantener a Damaris consciente.
— Vamos, Damaris, quédate con nosotros. -Susurró Jessy, sosteniendo la mano de su ama-
Mientras tanto, los guardias corrían con urgencia por los pasillos de la mansión, sus corazones latiendo aceleradamente mientras se apresuraban a alertar a la familia sobre el terrible incidente que acababa de ocurrir. La gravedad de la situación se reflejaba en sus rostros tensos y en la prisa de sus movimientos. La tragedia había golpeado con una brutalidad inesperada, y el destino de Damaris y Cristophe ahora pendía de un hilo.
La mansión, que hasta hacía poco había sido un refugio de paz y alegría, se convertía rápidamente en un escenario de miedo y desesperación. Los eco de los pasos apresurados y los murmullos inquietos llenaban el ambiente, mientras todos luchaban por comprender y reaccionar ante la amenaza que acababa de caer sobre ellos. La atmósfera, antes llena de calidez y seguridad, ahora se sentía opresiva y cargada de tensión, a medida que la noticia del ataque se extendía entre los residentes y el personal.
Cada rincón de la mansión se vio afectado por la incertidumbre y la preocupación, mientras los guardias y los sirvientes se movilizaban para proteger y asistir a la familia. La gravedad del incidente dejaba una huella indeleble en todos los presentes, y el miedo a lo desconocido se mezclaba con la urgencia de encontrar una solución. La tragedia había dejado su marca, y el destino de todos los involucrados estaba irrevocablemente cambiado.
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❨ Dentro de la mansión Williams. ❩
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Los guardias llevaron a Damaris con cuidado, atravesando los pasillos a toda prisa hasta llegar a una habitación cercana. La tendieron sobre una cama, intentando hacerla lo más cómoda posible. Damaris, malherida y ahora inconsciente, no podía percibir lo que sucedía a su alrededor. El duque George apareció exaltado al ver a su hija en tal estado, acompañado por varios sirvientes y Simone, quien fingió estar asustada y actuó de acuerdo al escenario.
— ¡Damaris! -Exclamó el duque George, su voz llena de angustia- ¡¿Qué ha pasado?!
Los guardias colocaron a Damaris en la cama, tratando de hacerla lo más cómoda posible. Jessy y Annie, que habían seguido de cerca, intentaban detener la hemorragia y mantener a su ama estable.
— ¡Hemos sido atacados, mi señor! -Informó uno de los guardias, respirando con dificultad- Unos hombres encapuchados... se llevaron al joven Cristophe.
El rostro del duque se tensó aún más al escuchar esas palabras. Su mirada se volvió hacia Simone, quien actuaba a la perfección, mostrando una mezcla de miedo y preocupación.
— ¡No puede ser! -Dijo Simone, llevándose una mano al pecho en un gesto dramático- ¡Pobres Damaris y Cristophe!
Los sirvientes se movían apresuradamente, trayendo vendas y agua para atender a Damaris. El duque George se acercó a su hija, tomando su mano con firmeza.
— Aguanta, Damaris. Vamos a encontrarlos y a traer a Cristophe de vuelta. -Dijo con determinación, mirando a sus sirvientes y guardias- ¡Que alguien busque al médico, rápido!
Simone permanecía cerca, observando con atención mientras seguía con su actuación.
— Padre, debemos asegurarnos de que los guardias refuercen la seguridad de la mansión. No podemos permitir que esto vuelva a ocurrir. -Sugirió Simone, manteniendo su voz temblorosa-
El duque asintió, confiando en las palabras de Simone.
— Sí, tienes razón. A partir de ahora, la seguridad será nuestra máxima prioridad. -Dijo con firmeza-
Jessy y Annie continuaban atendiendo a Damaris, tratando de mantenerla estable mientras esperaban la llegada del médico. En ese momento, un sirviente entró corriendo en la habitación, seguido de cerca por el médico de la familia. El duque George se levantó rápidamente para recibirlo.
— ¡Doctor, por favor, ayude a mi hija! -Imploró el duque, señalando a Damaris-
El médico se acercó a Damaris, evaluando rápidamente sus heridas mientras daba instrucciones a los sirvientes para traer más suministros médicos. El duque George se volvió hacia sus guardias, con una expresión de firmeza y determinación.
— Debemos encontrar a Cristophe y asegurar la mansión. No podemos permitir que esta tragedia se repita. -Ordenó, su voz resonando en toda la habitación- ¡Salgan y sigan el rastro de los asesinos!
Los guardias asintieron y se apresuraron a salir de la mansión, dispuestos a seguir el rastro de los asesinos y recuperar al joven heredero. Mientras tanto, el médico atendía a Damaris con diligencia, y los sirvientes se esforzaban por mantener la calma en medio del caos.
Simone observaba la escena, manteniendo su actuación impecable mientras sus pensamientos oscuros se ocultaban tras su fachada de preocupación. La tragedia había golpeado a la familia, y el destino de Damaris y Cristophe ahora pendía de un hilo.
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— - 🌷 - To be continue. . . ୭
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