━━「 𝗖𝗔𝗣𝗜́𝗧𝗨𝗟𝗢 𝟮𝟳 」━━






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Las semanas que siguieron al incidente del envenenamiento vieron un aumento notable en la popularidad de Damaris en la alta sociedad. La atención que había recibido tras el atentado no solo la había convertido en el centro de las conversaciones, sino que también le había abierto puertas que antes le estaban cerradas. Los nobles y las damas de la aristocracia se mostraban curiosos y ansiosos por conocer a la mujer que había sobrevivido a un intento de asesinato y que ahora se erigía con más fuerza y gracia que nunca.

Damaris empezó a recibir múltiples invitaciones a fiestas de té, bailes y otros eventos exclusivos organizados por la clase alta. Su presencia era solicitada en todo tipo de reuniones sociales, donde se codeaba con la élite del continente. En cada evento, Damaris desplegaba su elegancia y encanto, ganándose el favor y la admiración de todos. Su habilidad para socializar y su astucia en la conversación la convirtieron en una figura querida y respetada en la alta sociedad.

No obstante, a pesar de su ajetreada vida social, Damaris encontraba consuelo y tranquilidad en el jardín de la mansión. Este lugar se había convertido en su refugio, un espacio donde podía escapar de la atención constante y disfrutar de momentos de paz. El jardín era un verdadero paraíso, con una hermosa estatua en el centro que parecía vigilar las flores y plantas que la rodeaban. La variedad de plantas y flores, con sus colores vibrantes y fragancias encantadoras, creaban un entorno sereno y relajante.

Damaris solía pasar sus tiempos libres en el jardín acompañada por su hermano menor, Cristophe, de dos años. El pequeño Cristophe traía alegría a cada rincón del jardín con su risa contagiosa y su curiosidad insaciable. Jugaban juntos entre las flores, y Damaris le contaba historias mientras él exploraba cada planta y mariposa que encontraba en su camino.

Además, siempre estaban presentes sus damas de compañía de confianza, Annie y Jessy. Ambas mujeres habían demostrado una lealtad inquebrantable y se habían convertido en amigas cercanas para Damaris. Juntas, paseaban por el jardín, compartiendo conversaciones, risas y confidencias. Annie, con su intuición y habilidad para los negocios, siempre tenía ideas interesantes para discutir, mientras que Jessy, con su espíritu alegre y vivaz, llenaba el ambiente de energía positiva.

Esos momentos en el jardín se convirtieron en una parte esencial de la vida de Damaris, un respiro de la ajetreada vida social y una oportunidad para conectarse con quienes más apreciaba. A través de esos días tranquilos y llenos de belleza natural, Damaris encontraba la fuerza y la serenidad para enfrentar los desafíos que la vida en la alta sociedad le presentaba.

Por otro lado, A pesar de la distancia que mantuvieron el emperador Anastacius y el segundo príncipe Claude debido a sus obligaciones, ambos encontraron la manera de mantenerse en contacto con Damaris durante este tiempo. El colapso del casino y la exposición de varios nobles corruptos habían requerido su atención constante. Tenían que manejar minuciosamente los asuntos relacionados con las investigaciones y las repercusiones políticas de sus descubrimientos, lo que les dejaba poco tiempo libre para visitas personales.

Sin embargo, esto no impidió que Anastacius y Claude se esforzaran por mantener su conexión con Damaris. Solían comunicarse con ella por correspondencia, enviando cartas regularmente para mantenerse informados y brindar apoyo.

Las cartas de Anastacius eran siempre formales y cuidadosamente redactadas. En ellas, el emperador solía compartir detalles sobre el progreso de las investigaciones, las medidas que se estaban tomando para asegurar la justicia y los desafíos que enfrentaban en el proceso. A pesar de la formalidad, sus palabras transmitían una sincera preocupación por el bienestar de Damaris y su deseo de que se mantuviera fuerte durante estos tiempos turbulentos.

"Querida Damaris,

Espero que esta carta te encuentre bien. Quiero informarte de que hemos avanzado significativamente en las investigaciones relacionadas con el casino y los nobles corruptos. Aunque el camino ha sido arduo, estamos comprometidos en asegurar que se haga justicia y que el imperio se libere de estas influencias malignas.

Entiendo que estos tiempos pueden ser difíciles para ti. Quiero que sepas que pienso en ti a menudo y que tu fortaleza es una fuente de inspiración para todos nosotros. Espero que encuentres consuelo en el jardín y en la compañía de tus seres queridos.

Con afecto,
Anastacius"

Por otro lado, las cartas de Claude eran más informales y personales. A menudo compartía anécdotas sobre su vida diaria, sus pensamientos y reflexiones sobre los eventos recientes, así como palabras de aliento y apoyo. Sus cartas reflejaban una calidez y una cercanía que hacían que Damaris se sintiera apreciada y respaldada.

Mi querida Damaris,

Quería escribirte para contarte cómo van las cosas por aquí. Ha sido un período intenso, pero estamos logrando grandes avances. A veces es difícil ver el final del túnel, pero pienso en ti y en todo lo que has pasado, y encuentro la fuerza para seguir adelante.

Espero que estés encontrando momentos de paz en el jardín. Me encantaría pasear contigo entre las flores algún día. Hasta entonces, cuídate mucho y recuerda que siempre estoy aquí para ti.

Con cariño,
Claude

Estas correspondencias no solo mantenían a Damaris informada sobre el progreso de los asuntos del imperio, sino que también le proporcionaban un sentido de apoyo y conexión emocional. A través de estas cartas, Damaris sentía la preocupación y el afecto de Anastacius y Claude, lo que la ayudaba a mantenerse fuerte y esperanzada durante estos tiempos difíciles.
























❨ En la residencia del clan Judith. ❩
 ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄
























Penélope estaba sentada en su lujosa sala de estar junto a su hermana Rosalía, rodeada de opulentos muebles y cortinas de terciopelo que caían pesadamente desde las altas ventanas. El ambiente en la habitación estaba cargado de tensión y expectativas, cada susurro de las hojas de té en sus tazas parecía resonar con la urgencia de sus pensamientos. Las paredes, adornadas con retratos de sus antepasados, parecían observar el desarrollo de los eventos con un interés silencioso.

El plan que habían estado urdiendo durante semanas estaba a punto de ponerse en marcha. Penélope no podía contener la emoción y la determinación en su mirada. Sus ojos verdes brillaban con un fuego peligroso, reflejando la luz del candelabro de cristal que colgaba del techo. Hace semanas que vigilaba a Damaris, anotando cada uno de sus movimientos y hábitos, y ahora no dudaría en llevar a cabo su meticuloso plan. La mente de Penélope era un torbellino de estrategias, cada una más calculada que la anterior.

— Todo está listo, Rosalía. -Dijo Penélope con una sonrisa maliciosa- Finalmente, nuestro plan será perfecto. He estado vigilando a Damaris durante semanas, y ahora es el momento de actuar.

Rosalía asintió, su expresión reflejaba una mezcla de admiración y preocupación. Sus ojos, habitualmente serenos, estaban ahora entrecerrados en una mueca de inquietud. Sabía que su hermana mayor era implacable y calculadora, cualidades que en muchas ocasiones habían admirado y emulado, pero en este momento, esas mismas cualidades la llenaban de una inquietante sensación de temor. El plan que Penélope había diseñado era audaz y despiadado, y aunque Rosalía confiaba en la habilidad de su hermana para llevarlo a cabo, no podía evitar sentir un ligero escalofrío recorrer su espalda ante la magnitud de lo que estaban a punto de hacer.

Cada detalle, cada posible contingencia había sido analizado y previsto por Penélope con una precisión casi aterradora. La frialdad y la determinación en los ojos de su hermana, brillando bajo la tenue luz del candelabro, contrastaban marcadamente con la fragilidad que Rosalía sentía en su propio interior. Mientras observaba a Penélope, una parte de ella se preguntaba si realmente estaban preparadas para enfrentar las consecuencias de sus acciones, pero otra parte, la parte que admiraba a su hermana mayor, se negaba a dejar que el miedo la dominara.

— ¿Estás segura de que esto es lo correcto, Penélope? -Preguntó Rosalía con voz temblorosa- ¿Y si algo sale mal?

— No te preocupes, Rosalía. -Respondió Penélope, apretando la mano de su hermana con fuerza- Todo saldrá bien. Hemos llegado demasiado lejos para echarnos atrás ahora. Damaris no sabe lo que le espera, y cuando todo esto termine, habremos logrado lo que tanto deseamos.

En ese momento, Thomas, el leal mayordomo de Penélope, apareció en el umbral de la puerta. Su figura alta y delgada proyectaba una sombra alargada en el elegante salón, acentuando la solemnidad de la escena. Vestido impecablemente con su uniforme negro, Thomas se inclinó ligeramente en señal de respeto, un gesto refinado que denotaba su dedicación y profesionalismo. Sus manos, enguantadas en blanco, descansaban a los lados, mientras esperaba pacientemente a que Penélope le diera la indicación de proceder.

La luz del candelabro de cristal iluminaba su rostro sereno y controlado, mostrando apenas una pizca de la determinación y lealtad que sentía hacia su ama. Sus ojos, observadores y atentos, captaron rápidamente el ambiente tenso de la habitación y la urgencia en la mirada de Penélope. Con una voz firme y respetuosa, estaba listo para recibir las instrucciones que sellarían el destino de Damaris.

— Señorita Penélope, todos los preparativos están listos. Elena y yo hemos seguido sus instrucciones al pie de la letra. Estamos listos para actuar en cuanto lo ordene.

Penélope sonrió con satisfacción. Sus labios se curvaron en una sonrisa lenta y calculada, reflejando la confianza que sentía en ese momento. Sabía que podía confiar en Thomas y Elena para ejecutar su plan sin fallos. La lealtad y competencia de ambos habían sido probadas en numerosas ocasiones. Thomas, con su discreción impecable y atención al detalle, y Elena, con su astucia y habilidades para manejar situaciones delicadas, eran piezas clave en su complot.

Penélope podía visualizar cada paso de su plan ejecutado con precisión, sin margen de error. La certeza de que Thomas y Elena cumplirían con sus tareas sin despertar sospechas le daba una sensación de control absoluto. En su mente, todo estaba alineado perfectamente, y los dos sabían exactamente lo que tenían que hacer para garantizar el éxito del plan. La satisfacción de Penélope era profunda, alimentada por la seguridad de que, con aliados tan competentes a su lado, su complot estaba destinado a triunfar.

— Excelente, Thomas. -Dijo Penélope- Asegúrate de que todo siga según lo planeado. No podemos permitirnos que Damaris sospeche de nuestras intenciones hasta que sea demasiado tarde.

Thomas asintió con determinación antes de retirarse del salón. Rosalía, aún sentada junto a su hermana, miró a Penélope con una expresión seria.

— ¿Cómo planeas hacerlo exactamente? -Preguntó Rosalía, tratando de entender los detalles del plan-

— Será un accidente. -Penélope se llevó una mano al mentón, pensativa- Damaris suele pasar tiempo en el jardín de su mansión. El lugar es hermoso, pero también puede ser peligroso si se utiliza correctamente. Nos aseguraremos de que algo "accidental" ocurra allí.

— Debemos ser muy cuidadosos. -Dijo Penélope, mirando a Rosalía y Thomas- No puede haber margen de error. Nadie debe sospechar que estuvimos involucrados.

— Estoy de acuerdo, hermana. -Rosalía asintió- Sabes que siempre puedes contar conmigo. Hagamos lo que sea necesario para proteger nuestra posición.

— Thomas, necesito que te asegures de que todas nuestras acciones sean discretas. -Dijo Penélope, con firmeza- No debemos dejar rastro alguno.

— Por supuesto, lady Judith. -Respondió Thomas con una inclinación de cabeza- Tengo algunos contactos que podrían ayudarnos.

Penélope sonrió con satisfacción, una sonrisa que reflejaba tanto la confianza como la crueldad que emanaban de su ser. Se recostó ligeramente en su silla, dejando que el momento se impregnara en el ambiente. Con una mirada decidida y calculadora, comenzó a detallar su plan con una precisión que dejaba ver su meticuloso carácter.

Sabía que con la ayuda de su hermana Rosalía y su leal mayordomo Thomas, cada pieza del plan caería en su lugar como un engranaje bien engrasado. La presencia de Rosalía a su lado le daba un toque de seguridad adicional, mientras que la eficiencia y discreción de Thomas aseguraban que no habría errores.

Cada paso, cada acción, estaba perfectamente orquestada. Desde la vigilancia inicial de Damaris hasta los movimientos finales que llevarían a su desaparición. Penélope articulaba cada detalle con claridad, asegurándose de que Rosalía y Thomas entendieran la importancia de sus roles en este complot. Sabía que, una vez llevado a cabo, Damaris no sería más que un obstáculo eliminado en su camino hacia el poder y la influencia que tanto ansiaba.

La determinación en los ojos de Penélope se intensificó mientras hablaba, cada palabra cargada de la convicción de que nada, ni nadie, se interpondría en su camino. Con la ayuda de su hermana y su mayordomo, estaba segura de que el éxito estaba al alcance de su mano.
























❨ Unos minutos más tardé. ❩
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Después de la intensa conversación en el salón, Penélope se levantó con determinación y se dirigió a su habitación. Sus pasos eran rápidos y seguros, resonando ligeramente contra el suelo de mármol, reflejando la urgencia de sus pensamientos. Su mente estaba llena de planes e intrigas, y sabía que debía actuar con rapidez y precisión. Nada más entrar en su habitación, cerró la puerta tras de sí con un movimiento decidido. La habitación estaba decorada con opulencia, con cortinas de seda, muebles de caoba y un gran escritorio situado junto a una ventana que dejaba entrar la suave luz del atardecer.

Penélope se detuvo un momento, observando la habitación que tantas veces había sido testigo de sus conspiraciones y estrategias. Su mirada se dirigió rápidamente hacia el rincón donde se encontraba el pequeño timbre de bronce. Sin vacilar, lo pulsó con firmeza, sabiendo que su llamada sería respondida de inmediato.

Unos instantes después, la puerta se abrió y entró Elena, la leal sirvienta de Penélope. Elena hizo una reverencia rápida y respetuosa, con la mirada baja, esperando las instrucciones de su ama.

— Elena, tráeme papel y una pluma. Necesito escribir una carta de inmediato. -Ordenó Penélope, su voz firme y autoritaria-

— Sí, lady Judith. -Respondió Elena, inclinándose ligeramente antes de apresurarse a cumplir la orden-

Elena asintió rápidamente y salió de la habitación para cumplir la orden, dejando a Penélope en la penumbra de su habitación, donde la luz dorada del atardecer proyectaba sombras alargadas y dramáticas sobre las paredes.

Mientras esperaba, Penélope se acercó al escritorio junto a la ventana. La luz del sol iluminaba la superficie de madera pulida, creando un contraste con la oscuridad de sus pensamientos. Las sombras de los árboles danzaban en la pared, como si fueran cómplices silenciosos de sus maquinaciones. Penélope tomó un profundo respiro, dejándose envolver por la tranquilidad momentánea antes de la tormenta que estaba a punto de desatar.

Elena regresó rápidamente con el papel y la pluma, caminando con pasos ligeros y cuidadosos. Colocó los materiales con esmero sobre el escritorio, asegurándose de no perturbar la concentración de su ama. Penélope asintió brevemente, agradecida por la eficiencia de su sirvienta, y se sentó, lista para redactar la carta que pondría en marcha su meticuloso plan.

— Puedes retirarte. -Dijo Penélope, sin apartar la vista del papel en blanco-

Elena hizo una reverencia y salió de la habitación, moviéndose con la gracia y la eficiencia que la caracterizaban, dejando a Penélope sola con sus pensamientos y sus planes. La puerta se cerró suavemente tras ella, y el silencio volvió a llenar la habitación. La luz del atardecer seguía proyectando sombras alargadas sobre las paredes, creando un ambiente de serena determinación.

Penélope tomó la pluma, sintiendo su peso equilibrado en su mano, y comenzó a escribir con mano firme y decidida. Cada trazo de la pluma sobre el papel reflejaba la claridad y precisión de su mente, mientras trazaba las palabras que pondrían en marcha su intrincado plan. La tinta negra fluía con facilidad, marcando el inicio de una nueva fase en su estrategia meticulosamente elaborada.

"Querida Simone,

Espero que esta carta te encuentre bien, aunque sé que estos tiempos son difíciles para ti. Quiero ofrecerte mis más sinceras condolencias por la pérdida de Emma, tu leal sirvienta. Sé lo que significaba para ti, y lamento profundamente tu dolor.

Sin embargo, hay algo más que debemos discutir. He estado vigilando a Damaris durante semanas, y ahora estoy preparada para llevar a cabo mi plan para deshacernos de ella. Pero hay otro asunto que requiere atención: tu medio hermano Cristophe. Es un obstáculo que debe ser eliminado, y quiero ofrecerte la oportunidad de participar en este plan con una participación mínima.

Tus habilidades y tu conocimiento podrían ser de gran ayuda en este proceso, y estoy segura de que juntas podemos lograrlo sin levantar sospechas. Espero tu respuesta para coordinar nuestros esfuerzos.

Con afecto y determinación,
Penélope Judith"


Penélope selló la carta con su sello personal y llamó a Elena nuevamente.

— Elena, lleva esta carta a su destino. Es de vital importancia que llegue a Simone lo antes posible. -Ordenó Penélope, entregándole la carta-

— Sí, lady Judith. -Respondió Elena, aceptando la carta con ambas manos y saliendo de la habitación apresuradamente-

Penélope observó a Elena salir, siguiendo su figura mientras desaparecía por la puerta con una reverencia rápida y respetuosa. Una vez que estuvo sola, se permitió un momento de relajación, dejando escapar un suspiro de alivio. Con un movimiento elegante, se dejó caer en su sillón favorito, tapizado en terciopelo rojo, que estaba estratégicamente colocado junto a la ventana.

La suave luz dorada del atardecer bañaba la habitación, proyectando sombras danzantes sobre las paredes decoradas con tapices antiguos y obras de arte. Penélope cerró los ojos por un instante, disfrutando de la sensación de satisfacción que la envolvía.

Una sonrisa lenta y calculada se formó en sus labios, una sonrisa que reflejaba la confianza en su propio ingenio y la certeza de que todo estaba saliendo según lo planeado. Sabía que el juego estaba en marcha y que cada pieza se estaba moviendo en la dirección correcta. La adrenalina de la conspiración y la anticipación del éxito alimentaban su determinación, y estaba lista para ver cómo se desarrollaba su meticuloso plan.
























❨ En la residencia de los Williams. ❩
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Simone había llegado hace un buen tiempo a su hogar y se mostraba de buen humor, mientras bajaba del carruaje y entraba a casa. Notó como una de sus sirvientas de confianza se acercaba a entregarle una carta. Nada más ver el nombre en el sobre, sintió un disgusto horrible, ya que odiaba a la remitente por ser responsable de la muerte de Emma. Suspiró con resignación y, sin más preámbulos, se dirigió a su habitación para leer la carta con desgano.

Una vez en la tranquilidad de su habitación, Simone abrió la carta con cierta apatía, pero a medida que avanzaba en la lectura, su interés se despertó. A pesar del odio que sentía hacia Penélope, los planes descritos en la carta captaron su atención. Especialmente la posibilidad de deshacerse de su medio hermano menor, Cristophe.

Con una mezcla de desprecio y curiosidad, Simone leyó en voz alta algunas partes de la carta.

— (Me pregunto que querrá ahora.) -Penso molesta y frunció su ceño-

Simone dejó la carta sobre la mesa con un movimiento deliberado, sus dedos soltando el papel con una mezcla de desdén y curiosidad. Cruzó los brazos sobre su pecho, adoptando una postura reflexiva mientras su mirada se perdía en algún punto lejano de la habitación. La propuesta de Penélope era tentadora, y aunque cada fibra de su ser odiaba a la mujer responsable de la muerte de Emma, la perspectiva de eliminar a Cristophe era algo que no podía ignorar.

Sus pensamientos se arremolinaban en una tormenta de posibilidades y consecuencias. A pesar de su desagrado por Penélope, Simone sabía que esta alianza podría brindarle la oportunidad que había estado esperando. Eliminar a Cristophe significaba eliminar un obstáculo significativo en su camino hacia el poder y la influencia que deseaba. Mientras reflexionaba, su mente afilada comenzó a trazar posibles escenarios, sopesando los riesgos y las recompensas de aceptar la oferta de Penélope.

La luz del atardecer entraba por la ventana, bañando la habitación en tonos dorados y naranjas, mientras Simone permanecía inmóvil, completamente absorta en sus pensamientos. Cada detalle de la carta, cada palabra escrita con precisión por Penélope, resonaba en su mente, subrayando la gravedad de la decisión que tenía ante sí. La tentación de aprovechar esta oportunidad era innegable, y Simone sabía que, a pesar de sus sentimientos hacia Penélope, esta podía ser la jugada maestra que necesitaba para cambiar el rumbo de su destino.

— Interesante... muy interesante. -Murmuró para sí misma- Parece que Penélope y yo podemos tener algo en común después de todo.

Decidida a tomar ventaja de la situación, Simone comenzó a planear su respuesta con meticulosa precisión. Su mente aguda evaluaba cada posible implicación y estrategia, consciente de que debía actuar con cautela y astucia. La oportunidad de deshacerse de Cristophe y mejorar su posición era demasiado buena para dejarla pasar.

Con una sonrisa maliciosa, Simone se sentó en su escritorio de madera oscura, iluminado por la suave luz de una lámpara de aceite. Tomó una hoja de papel de alta calidad y una pluma estilográfica, y comenzó a escribir con mano firme y deliberada. Cada trazo de la pluma reflejaba la determinación de sus pensamientos, mientras trazaba cuidadosamente las palabras que aceptaban la propuesta de Penélope y sugerían algunas ideas propias para asegurar el éxito de su complot.

Simone detalló cada sugerencia con precisión, añadiendo toques personales que demostraban su ingenio y perspicacia. Sabía que esta alianza, aunque incómoda, era una jugada maestra que podría cambiar el rumbo de su destino. La carta no solo era una respuesta, sino una declaración de intenciones, una señal de que estaba lista para jugar su parte en este peligroso juego de poder.

Después de contestar la carta de Penélope y enviarla a través de un guardia de confianza, Simone se dirigió a la chimenea que ardía brillantemente en su habitación. Con un movimiento decidido, sostuvo la carta en el aire por un momento, contemplando la llama danzante. Luego, la arrojó al fuego, observando cómo el papel se retorcía y ennegrecía, convirtiéndose en cenizas en cuestión de segundos. Satisfecha con la eliminación de cualquier evidencia, Simone se apartó de la chimenea, asegurándose de que no quedara rastro alguno de su corresponsalía conspirativa.






— - 🌷  - To be continue. . . ୭
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