━━「 𝗖𝗔𝗣𝗜́𝗧𝗨𝗟𝗢 𝟮𝟯 」━━
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Haber visto al emperador junto a Damaris me dejó un mal sabor de boca. La escena se grabó en mi mente, y la devoción que Anastacius mostraba por la hija de una prostituta que había ascendido en posición al casarse con el Duque George me parecía incomprensible e injusta. Cada gesto y mirada que él le dedicaba a Damaris llenaba mi corazón de una profunda ira.
Sentía una rabia ardiente crecer en mi interior, ya que no podía obtener la atención del emperador. Damaris representaba una piedra en mi camino, un obstáculo que impedía que alcanzara mis objetivos. Mi frustración era tal que mordía mi labio inferior con fuerza, intentando contener el enojo que amenazaba con desbordarse.
De repente, la fría voz de Anastacius rompió el silencio, dirigiéndose a mí con una firmeza que me sobresaltó.
— Sal de tu escondite. -Me sorprendió- Sé que estás cerca, así que no debes seguir escondiéndote.
— ¿Cómo su alteza supo que estaba escondida? -Salgo de mi escondite-
— Siempre lo supe, porque noté que hace rato seguías mis pasos. -Me miró con seriedad-
— ¿Cómo cree...? No sería capaz de cometer tal ofensa.
— Entonces, ¿Qué hacías escuchando una conversación ajena?
— Bueno, s-solo estaba de pasada... y bueno, no pude evitar querer escucharlos.
— Es una falta de respeto escuchar conversaciones ajenas, ¿No lo crees? -Los fríos ojos del emperador me miraron con dureza-
— Sí... su majestad. -Bajé la mirada, molesta, y apreté mis puños-
— Entonces, la próxima vez que hagas una falta de nuevo contra tu emperador, te cortaré el cuello sin pudor alguno.
— Lo comprendo, su majestad. -Hice una reverencia y me retiré con la mirada gacha-
En ese instante, sentí cómo mi corazón se apretaba, como si una mano invisible lo estuviera estrujando con fuerza. La mezcla de emociones, desde la rabia hasta la impotencia, era casi insoportable. No quería prolongar más la confrontación con Anastacius, así que decidí regresar al evento, dejando atrás al emperador y tratando de recomponerme.
Mientras caminaba de regreso, mi mente seguía nublada por los pensamientos turbulentos y los sentimientos de frustración que había experimentado. Los sonidos del evento parecían lejanos y difusos, como si estuviera caminando a través de un sueño. Todo lo que podía pensar era en la injusticia de la situación y en la figura de Damaris, que seguía siendo una espina clavada en mi lado.
Fue en ese momento, sumida en mis pensamientos, cuando me percaté de la presencia de Simone en el vestíbulo. Ella, como siempre, estaba reservada y distante, con una expresión de introspección que sugería que también estaba lidiando con sus propios problemas. A pesar de su aparente indiferencia, vi en ella una oportunidad para establecer una conversación que podría resultar beneficiosa.
Viendo una oportunidad, me acerqué a ella con paso decidido, tratando de mantener la calma y la compostura.
— Simone, ¿Podrías darme un momento? -Pregunté, tratando de sonar lo más tranquila posible-
Simone levantó la mirada, claramente sorprendida por mi acercamiento. Sus ojos se encontraron con los míos por un momento, reflejando una mezcla de sorpresa y cautela. Pude ver que no estaba del todo receptiva a mi intento de conversación; su expresión era reservada y parecía querer mantenerse distante. Sin embargo, después de unos instantes de silencio y evaluación, accedió a escucharme, asintiendo ligeramente con la cabeza.
— Claro, Penélope. ¿De qué se trata? -Respondió con una mezcla de curiosidad y cautela-
— Me gustaría invitarte a compartir una taza de té en otro momento. Creo que podríamos hablar tranquilamente sobre algunos asuntos que nos conciernen a ambas. -Propuse, esperando que aceptara-
Después de unos instantes de reflexión, Simone asintió ligeramente.
— Está bien, Penélope. Podemos arreglarlo para otro día. -Dijo, aunque su tono reflejaba cierta duda-
Aprovechando su aceptación, decidí organizar la reunión en mi casa. Consideré que sería el lugar más adecuado para hablar sin interrupciones, lejos del bullicio y las distracciones del evento. Además, en un ambiente más relajado y acogedor, ambas podríamos abordar los temas con mayor tranquilidad y franqueza. Con esta idea en mente, comencé a planificar los detalles de la reunión, asegurándome de que todo estuviera perfecto para la ocasión.
— Perfecto. Entonces, te invitaré a mi casa después de la finalización de la fiesta de coronación del emperador Anastacius. Será un buen momento para discutir. -Concluí, esbozando una sonrisa que esperaba transmitiera sinceridad-
Con la confirmación de Simone, sentí una leve sensación de alivio. Al menos había logrado avanzar en un frente y asegurar una oportunidad para discutir asuntos importantes en un ambiente más controlado. Sin embargo, a pesar de este pequeño triunfo, no podía ignorar la persistente sombra de la presencia de Damaris que seguía acechándome. Su influencia y cercanía al emperador eran como una espina constante en mi costado, recordándome que aún quedaba mucho por resolver.
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❨ Después de unos días. ❩
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Simone se presentó en mi residencia, y con una sonrisa calculada, la dejé pasar. Mientras caminábamos por el vestíbulo, mi mente no dejaba de trabajar en posibles estrategias. La idea de formar una alianza con ella para deshacernos de Damaris era irresistible. Sabía que esta podría ser la oportunidad perfecta para poner en marcha mis planes y consolidar mi posición.
Cada detalle del ambiente estaba cuidadosamente preparado para recibir a Simone. Las luces suaves y los aromas sutiles creaban una atmósfera acogedora pero formal. Mientras nos dirigíamos al salón, no podía evitar pensar en cómo aprovechar esta ocasión para asegurar mi futuro. Cada paso que daba me acercaba a la posibilidad de ascender y convertirme en la madre del heredero al trono.
Al llegar al salón, le ofrecí un asiento con una sonrisa amigable, pero con la mente enfocada en mi objetivo. No podía desaprovechar esta oportunidad dorada, y estaba decidida a sacar el máximo provecho de la situación. Simone, aunque algo recelosa, parecía dispuesta a escuchar, y eso era todo lo que necesitaba para empezar a tejer mi red.
— Estaba por llamarle, señorita Simone...
— Mucho tiempo sin vernos. ¿Cómo ha estado, señorita Judith?
— Siéntate, por favor. -Le sonreí y le ofrecí un asiento mientras esperábamos el té- Bueno, como la señorita sabe, no todo ha ido bien. Alguien ha esparcido rumores acerca del triángulo amoroso entre el emperador y el segundo príncipe, Claude, con la señorita Damaris.
— Sí, los he escuchado y puedo confirmar que son mentiras, ya que mi hermana no ha querido relacionarse con ellos y ha evitado estar con el segundo príncipe. -Reveló molesta- Si hay algo en lo que pueda ayudar...
— Gracias, me siento aliviada gracias a usted. -Sonreí encantada y bebí mi té- (Si supiera que realmente ella está en algo con el emperador... sería un gran peligro para mi posición como futura emperatriz... pero hay una cosa en la que me puede ayudar.) -Pensé con malicia y la miré- Como antigua amiga suya, me gustaría pedirle un último favor... creo que realmente me ayudaría mucho. Además, nos estaríamos beneficiando mutuamente en este problema.
— Te escucho. -Sostuvo su taza de té y me observó curiosa-
— Bueno... -Sonreí- Es acerca de "esa mujer". Desde que...
— Se refiere a mi hermana Damaris, ¿No?
— Exactamente... desde que el duque trajo a esa sucia mujer y a su hija, he estado en contra. Aún los aristócratas hablan de eso y después de lo ocurrido en la fiesta por la coronación del nuevo emperador, las personas han estado hablando... Antes de que sea demasiado tarde, ¿Podrías quitarla del camino? -La miré y esperé su respuesta- Señorita Simone.
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La propuesta repentina de Penélope me tomó completamente por sorpresa. Nunca hubiera esperado que sugiriera algo tan audaz y peligroso. Tras reflexionar un poco, comencé a considerar las posibles ventajas de deshacerme de mi hermana en ese preciso momento. Ella siempre ha sido una espina en mi costado, y su eliminación podría abrir muchas puertas que actualmente están cerradas para mí. Sin embargo, también sabía que este era un camino lleno de riesgos.
Mi relación dañada con mi padre, el duque, complicaba aún más la situación. Desde que formó una nueva familia, parece haber relegado a un segundo plano a su primera hija, a mí. Esta preferencia por su nueva familia ha sido una fuente constante de dolor y resentimiento. Mi padre parece dispuesto a hacer cualquier cosa por ellos, mientras que a mí me ha dejado en la sombra. Con esto en mente, cualquier movimiento contra mi hermana podría agravar aún más nuestra relación.
— (Me he quedado sentada sin hacer nada, pero me es desagradable verlas... incluso a esa criatura que acaba de nacer.)
Recordé las palabras de mi nana, quien siempre había estado a mi lado protegiéndome. Ella me había advertido muchas veces sobre los peligros de dejar que mis enemigos se acerquen demasiado. Mientras fruncía el ceño, no pude evitar pensar en lo acertada que estaba. Tenía razón, y ahora se me había ocurrido una buena idea para deshacerme de ella de una vez por todas.
— Lo entiendo. -Dije, mirándola directamente- Haré algo al respecto. ¡Por el bien de nuestro futuro!
— Depositaré mi confianza en su ayuda. -Sonrió Penélope- Si hay complicaciones, no tendré problema en darle una mano si no funciona su plan inicial.
Después de esa breve conversación con Penélope, decidí marcharme. Me encaminé hacia mi carruaje, pensando en lo que habíamos hablado. Tenía razón, debía deshacerme de mi hermana lo antes posible, ya que estaba interfiriendo con mis planes futuros y debía actuar antes de que fuera demasiado tarde.
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❨ En la residencia del duque Williams. ❩
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Damaris se encontraba absorta en la lectura de su libro favorito, sumergida en las historias y personajes que las páginas desplegaban. Sentada en su elegante butaca, disfrutaba del silencio del momento, roto solo por el suave susurro de las hojas al ser volteadas. Mientras tanto, Bárbara, su fiel sirvienta, estaba en la cocina preparando el café que Damaris siempre disfrutaba en sus momentos de lectura.
Sin embargo, algo en la actitud de Bárbara llamó la atención de Damaris. Desde su lugar, podía percibir una inquietud inusual en los movimientos de la sirvienta. Bárbara parecía estar actuando de manera extraña; sus manos temblaban ligeramente y sus ojos evitaban el contacto directo. Era evidente que algo la perturbaba profundamente.
Damaris cerró el libro con delicadeza, marcando la página donde había dejado la lectura. Sus ojos, ahora libres de la distracción del libro, se centraron en Bárbara con una mezcla de curiosidad y preocupación. La observó detenidamente, tratando de descifrar la razón detrás de su nerviosismo. La inesperada conducta de Bárbara no podía ser ignorada, y Damaris, siempre perspicaz, sabía que debía averiguar qué estaba ocurriendo.
— Bárbara...
— S-sí, mi señorita... -Parecía nerviosa- ¿Sucede algo...?
— (¿Por qué actuará raro?) -Pensó Damaris, extrañada-
Justo cuando Damaris estaba por hablar, la puerta se abrió de golpe y Annie entró, visiblemente emocionada. Su rostro estaba iluminado con una amplia sonrisa y sus ojos brillaban de entusiasmo. Sin perder un segundo, comenzó a comentar a su señorita sobre los pretendientes que había ganado durante la fastuosa fiesta de compromiso de Elisabeth. Annie, siempre optimista y llena de energía, parecía especialmente animada por las recientes atenciones recibidas.
Mientras hablaba, Annie sostenía una carta en sus manos, el papel blanco contrastando con su vestido oscuro. Sus dedos jugaban nerviosamente con la carta, doblando y desdoblando las esquinas, hasta que finalmente decidió abrirla. Con una expresión de sorpresa y emoción, confirmó que se trataba de un nuevo negocio en el que el segundo príncipe, Claude, había decidido invertir. Sus ojos se abrieron aún más, revelando un mar de pensamientos y posibilidades.
—Es increíble, señorita —dijo Annie, casi sin aliento—. ¡El segundo príncipe ha decidido invertir en este nuevo negocio! No puedo dejar de pensar en lo que esto podría significar para nuestras relaciones comerciales.
Annie, siempre llena de ideas y preocupaciones, estaba claramente sobrepensando las implicaciones del movimiento de Claude. Su relación de negocios con el segundo príncipe era algo que ocupaba su mente constantemente, y este nuevo desarrollo solo añadía más capas a su intrincada red de pensamientos.
— ¿Qué demonios te pasa? ¿No te dije que me sirvieras una taza de té? ¡¿Ahora me estás ignorando?! -Regañó a Bárbara-
—... -Bárbara solo se mostró confusa-
— ¿Ahora qué sigue? ¿Quieres que yo misma me sirva el té? ¡Señorita, mírela!
Damaris suspiró y se negó a beber del té.
— Annie, bebe de mi té. -Dijo desganada Danaris- Bárbara acaba de servirlo, pero no tengo sed ahora.
— Oh, ¿Sí? -A Barbara le bajó una gota de sudor por la mejilla-
— (Me parece extraño su conducta...) -Pensó Damaris, examinando mejor a Bárbara.
Bárbara estaba visiblemente nerviosa, y sus manos temblorosas eran una clara señal de su inquietud. Al servir el té a Annie, sus movimientos torpes hicieron que el líquido caliente se derramara sobre el impecable uniforme de la criada más confiable de Damaris. La rubia observó la escena con suspicacia; la conducta errática de Bárbara y el incidente con el té despertaron en ella una alarma interna. Mientras Annie se quejaba del desastre, Damaris se dio cuenta de inmediato de que el té podía tener algo raro.
Con una mirada fría y calculadora, Damaris sostuvo el reloj de arena en sus manos, observando todo con cautela. El escándalo que estaba creando Annie, tratando de limpiar su uniforme, proporcionaba una distracción perfecta. De repente, Annie cayó al suelo, su rostro pálido y sus ojos vidriosos. Los efectos del veneno se manifestaron de inmediato, causándole un desmayo. Damaris, con un rostro impasible, registró cada detalle de lo sucedido.
Por otro lado, la mente de Damaris trabajaba a toda velocidad. Había logrado descubrir quién fue la culpable de la muerte de su madre, ocurrida años atrás y causada por el veneno. La ira la invadió, y con una determinación furiosa, dio vuelta al reloj de arena, regresando en el tiempo antes de que su sirvienta consumiera el té.
— ¿Señorita? -Habló Bárbara, confusa- ¿Cuándo se levantó de su asiento?
— (Y pensar que hace un momento estabas muerta...) —Damaris se sentó nuevamente y guardó el reloj de arena.
— ¿Señorita, se encuentra bien? -Annie se preocupó por la rubia- (Pensé que estaba de buen humor.)
Damaris tomó la taza de té con elegancia, observando a Bárbara con el rabillo del ojo. Fingiendo estar despreocupada, acercó la taza a sus labios, simulando un pequeño sorbo sin realmente beber el contenido. Mientras sostenía la taza, podía notar la expresión de Bárbara, quien inicialmente parecía contener la respiración y estaba visiblemente nerviosa, sus ojos fijos en cada uno de los movimientos de Damaris.
Decidida a descubrir la verdad, Damaris dejó lentamente la taza en la mesa, asegurándose de que el gesto pareciera natural. Actuó con una maestría impecable, dejando entrever una ligera mueca de incomodidad en su rostro, como si comenzara a sentir los efectos del supuesto veneno. Sus manos temblaron levemente y un destello de preocupación se reflejó en sus ojos.
Al notar la actuación de Damaris, Bárbara experimentó un cambio drástico en su expresión. La preocupación y el nerviosismo se desvanecieron, reemplazados por una sonrisa de satisfacción. Creyendo que su plan había funcionado, su rostro se iluminó con una felicidad contenida. Se permitió relajarse, confiada en que había logrado su objetivo.
— Bárbara, el té sabe extraño... ¿Qué pusiste en él?
En el momento en que Damaris se desmayó, la escena se volvió un caos. Su cuerpo cayó al suelo con un golpe sordo, y sus damas de compañía comenzaron a gritar y correr para pedir ayuda. La confusión y el pánico se adueñaron de la habitación, creando la distracción perfecta para Bárbara.
Con los ojos llenos de determinación, Bárbara aprovechó la oportunidad para escapar. Su mente trabajaba rápidamente, evaluando la situación. Miró a su alrededor, buscando el camino más rápido y seguro hacia la libertad. Sus manos temblaban levemente, pero sabía que no podía permitirse ningún error.
— ¡Ayuda! ¡Damaris se ha desmayado! -Gritó Annie, atrayendo la atención de todos los presentes-
Bárbara vio su momento y, con pasos decididos, se dirigió hacia la puerta. Abrió la puerta con el menor ruido posible y se deslizó fuera de la habitación, asegurándose de que nadie la viera. Caminó por los pasillos con cautela, sus ojos escudriñando cada rincón en busca de posibles obstáculos. Cada vez que escuchaba pasos acercándose, se ocultaba en las sombras o detrás de las columnas, esperando a que el camino estuviera despejado.
— ¡Rápido, alguien traiga agua! -Clamó otra dama de compañía Annie, avivando el alboroto-
Finalmente, Bárbara llegó a una puerta trasera que daba al jardín. Miró rápidamente a su alrededor para asegurarse de que nadie la estaba observando. Con un último vistazo a la mansión, empujó la puerta y se adentró en la oscuridad de la noche, escapando de la escena del intento de asesinato.
Mientras tanto, dentro de la mansión, la madre de Damaris llegó a la escena con el rostro lleno de angustia.
— ¡Damaris! ¡Mi querida hija!-Exclamó, arrodillándose junto a su hija inconsciente-
Su pequeño hermano, al verla así, comenzó a llorar desconsoladamente. Los sirvientes lo sacaron de la habitación, tratando de alejarlo de la perturbadora situación.
—¡Alguien encuentre al responsable de esto! -Ordenó el duque, su voz llena de furia- ¡No descansaré hasta que se haga justicia!
La mansión se puso patas arriba, con los sirvientes y guardias buscando frenéticamente pistas y evidencias que pudieran revelar quién había intentado asesinar a la hija mayor de George. El ambiente se llenó de tensión y sospechas, mientras cada rincón de la mansión era revisado minuciosamente en busca de respuestas.
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❨ Unas horas más tarde. ❩
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— - 🌷 - To be continue. . . ୭
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