━━「 𝗖𝗔𝗣𝗜́𝗧𝗨𝗟𝗢 𝟮𝟮 」━━
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La nobleza había estado agitada por el escándalo ocurrido en la fiesta. Los rumores y susurros llenaban los salones de las residencias nobles, creando una atmósfera de tensión e incertidumbre. Cuando finalmente consiguieron calmarse, las habladurías sobre un posible romance entre el emperador Anastacius, el segundo príncipe Claude, y Damaris Williams se discutían en privado, debido a la advertencia del nuevo emperador respecto al tema. Anastacius había dejado claro que cualquier comentario inapropiado sobre Damaris sería considerado una traición hacia la familia imperial, lo que forzó a la nobleza a mantener sus opiniones en secreto.
Una vez calmado el incidente, los consejeros del emperador empezaron a presionar para que este se comprometiera con una señorita noble, buscando fortalecer alianzas y asegurar la estabilidad del reino. Sin embargo, Anastacius se negó rotundamente y evitó el asunto durante semanas, demostrando una resistencia inusual a las tradiciones y expectativas de su posición.
Durante este tiempo, Damaris había mantenido un contacto constante con su querida amiga Sarah. La amistad entre ellas se había fortalecido a lo largo de los años, y Damaris había sido invitada al compromiso de Sarah con el marqués. Con entusiasmo, se dedicó a buscar un regalo adecuado para la pareja, queriendo expresar su aprecio y felicidad por la ocasión. Sin embargo, la vestimenta había sido seleccionada por Sarah, quien deseaba coordinar sus vestidos para el compromiso, subrayando la cercanía y la complicidad entre las dos amigas.
Esta estrecha relación entre Sarah y Damaris sorprendió a Simone durante una comida familiar. Mientras compartían la mesa, Simone escuchó a su padre y Astrid hablar sobre el evento y la elección de los vestidos, lo que despertó en ella una mezcla de celos y curiosidad. La mención de la complicidad entre las dos amigas y la importancia del evento avivaron en Simone una sensación de rivalidad y descontento, añadiendo una nueva capa de tensión a las ya complejas dinámicas familiares.
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❨ Después de un tiempo. ❩
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La joven se preparó meticulosamente para asistir a la celebración del compromiso. El ambiente en su habitación estaba lleno de emoción y expectativa. Sus criadas, Jessy y Annie, la ayudaban con esmero a vestirse con el elegante vestido que Sarah le había enviado especialmente para la ocasión. El vestido, hecho de fina seda y adornado con delicados bordados, caía grácilmente sobre su figura, resaltando su belleza natural.
Jessy se encargaba de ajustar los detalles del vestido, asegurándose de que cada pliegue y cada costura estuvieran en su lugar perfecto, mientras que Annie se ocupaba de peinar su cabello con esmero, recogiendo los mechones sueltos en un peinado elegante y sofisticado. Ambas criadas trabajaban en perfecta armonía, conscientes de la importancia del evento y deseando que su señorita luciera radiante.
Cuando finalmente Damaris estuvo lista, se miró en el espejo y sus ojos se llenaron de satisfacción y gratitud. Jessy y Annie, al ver el resultado final, no pudieron contener su emoción. Se miraron entre ellas y luego hacia su señorita, con sonrisas radiantes y ojos brillantes de orgullo y alegría.
— Señorita, el collar le queda muy bien. -Elogió Jessy, observando cómo la joya complementaba a la perfección el conjunto-
— ¡De verdad! No muchas personas se ven tan bien usando joyas elegantes. -Comentó Annie, asintiendo con entusiasmo-
Damaris sonrió, agradecida por los halagos de sus criadas y segura de que, gracias a su ayuda, estaba lista para brillar en la celebración del compromiso. Con una última mirada al espejo y un suspiro de determinación, se dispuso a unirse a su familia, preparada para enfrentar la noche que tenía por delante.
Inicialmente, Damaris planeaba usar la ropa de manera sutil e invisible, sin llamar mucho la atención. Sin embargo, recibió un obsequio del príncipe heredero Anastacius: un hermoso collar que combinaba perfectamente con el vestido que había recibido de su amiga Elisabeth para la ocasión. Aunque dudaba si sería buena idea lucir joyas tan deslumbrantes, no pudo resistirse a ponérselo. Además, decidió complementar su atuendo con los elegantes aretes que le había regalado el segundo príncipe, Claude. Los detalles de estos obsequios se alineaban maravillosamente, y la combinación de las joyas y el vestido la hacían sentir aún más especial.
Después de escuchar a sus damas de compañía elogiarla tanto, decidió llevar todo puesto. Bajó al primer piso, encontrándose con sus padres, su hermano y Simone, quienes ya estaban preparados para partir. Subió al carruaje junto a Simone y partieron hacia la residencia donde se festejaría el evento.
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❨ Después de unas horas. ❩
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Habían arribado a salvo en la imponente casa del marqués, una majestuosa mansión rodeada de jardines bien cuidados y adornada con luces que iluminaban la entrada principal. El ambiente festivo se percibía en el aire, y la emoción por el compromiso era palpable. Cuando el carruaje se detuvo y las puertas se abrieron, Damaris bajó con gracia, cuidando que su vestido no se enredara.
Apenas puso un pie en el suelo, Elisabeth apareció corriendo desde la entrada, con una sonrisa radiante y los ojos brillantes de alegría. Al verla, Damaris sintió una oleada de felicidad y cariño, y no pudo evitar mostrar una amplia sonrisa.
— ¡Damaris! -Exclamó Elisabeth, con emoción desbordante en su voz-
Damaris también se mostró contenta, sus ojos reflejaban la ternura y el aprecio que sentía por su amiga. Al encontrarse, ambas se abrazaron con fuerza, transmitiendo el cariño y la complicidad que compartían. El abrazo fue cálido y prolongado, un gesto que demostraba la profundidad de su amistad.
— He estado esperando por ti. -Sonrió emocionada Elisabeth-
— Estoy feliz de poder estar aquí. -Respondió el prometido de Elisabeth-
La conexión entre ellas era evidente, y los presentes no pudieron evitar notar la cercanía y el afecto que se tenían. Era un momento de pura felicidad y compañerismo, un recordatorio de los lazos que las unían más allá de las formalidades sociales.
— Hola, marqués Vincent. -Saludó Damaris- Este es un pequeño regalo para ustedes.
El obsequio fue entregado por los sirvientes de la mansión Williams, quienes lo presentaron con una elegante caja de terciopelo. Cuando Elisabeth y Vincent abrieron el regalo, sus rostros se llenaron de sorpresa y admiración. La expresión de asombro en sus caras reflejaba lo inesperado y hermoso que era el presente. Los detalles delicados y el esmero puesto en la elección del obsequio dejaron una impresión duradera en la pareja, quienes no podían creer la generosidad y el buen gusto de Damaris.
— Nunca hemos recibido un regalo tan hermoso como este.
— Oh, dios mío... ¿Cómo podríamos recibir algo tan precioso?
— Es el compromiso de mi mejor amiga y mi querida maestra. -Sonrió Damaris con encanto- Tenía muchas ganas de preparar algo muy especial. ¿Te agrada?
— ¡Por supuesto! -Respondió Elisabeth con entusiasmo-
Elisabeth y Damaris siguieron conversando animadamente, compartiendo detalles sobre la celebración y recordando momentos especiales de su amistad. Mientras tanto, el marqués Vincent se acercó a la familia Williams, mostrando su hospitalidad y agradecimiento por su presencia. Saludó cortésmente a cada miembro de la familia, intercambiando palabras cordiales y haciendo que se sintieran bienvenidos.
Sin embargo, el ambiente cambió cuando Simone apareció en la escena. Su presencia repentina hizo que los ánimos de Damaris se disiparan rápidamente. La chispa de alegría y relajación que había estado presente en sus ojos se apagó, reemplazada por una mirada de frialdad dirigida hacia su hermana menor. La tensión entre ambas era palpable, y aunque trataba de mantener una fachada de cortesía, Damaris no podía evitar el desagrado que sentía hacia Simone.
Simone, consciente de la reacción de su hermana, se esforzó por mantener una expresión neutral, aunque internamente disfrutaba de la incomodidad que su mera presencia provocaba en Damaris. La relación entre las hermanas seguía siendo un campo minado de emociones y conflictos no resueltos, y en ese momento, la fragilidad de su interacción era evidente para todos los que observaban.
— Hola, felicidades por su compromiso. -Dijo Simone-
— Gracias, señorita Simone. -Agradeció Elisabeth-
— Señorita Elisabeth, siempre es tan elegante y hermosa.
— Gracias por tus palabras. -Respondió Elisabeth serenamente-
— Entonces, ¿Puede educar a mi hermana Damaris con un espíritu tan elegante? -Preguntó Simone, aparentando curiosidad- Ahora que te convertirás en la esposa del marqués, serás el modelo para muchas señoritas.
— No tiene por qué pedírmelo, para mí será un gran placer enseñarle muchas cosas a Damaris, ya que compartimos muchas cosas juntas.
— Ah... sí. -Respondió Simone-
— Cuando sea el momento adecuado, le enseñaré. -Mantuvo una actitud educada Elisabeth y se reprimió- Espero que disfrutes del banquete. Debo seguir saludando a los invitados.
— Gracias, Marqués Connor. -Saludó el duque George-
La familia del duque ingresó a la lujosa residencia del marqués, donde fueron recibidos con calidez y cortesía. Mientras recorrían el majestuoso vestíbulo y se adentraban en los salones iluminados por candelabros, los miembros de la familia Williams mantenían una plática agradable, comentando sobre la belleza del lugar y los preparativos de la celebración.
Durante toda la celebración, Damaris hizo un esfuerzo por socializar con los invitados, intercambiando saludos y comentarios corteses con varios nobles. Sin embargo, a medida que avanzaba la noche, comenzó a sentirse bastante incómoda por la atención que los hombres le prestaban. Sus miradas prolongadas y los cumplidos insistentes la hacían sentir inquieta y fuera de lugar, dificultando su capacidad para relajarse y disfrutar del evento.
Cristophe, su hermano menor, fue el primero en notar la incomodidad de Damaris. Al observar cómo los hombres la rodeaban y la hacían sentir incómoda, se inquietó y decidió actuar. Aprovechando su cercanía, se acercó a su hermana.
— Her... Hermana. -Se aferro a Damaris-
— Parece que su hermano necesita estar con su hermana. -Sonrió alegremente Astrid-
— Incluso se ve muy linda sosteniendo a su pequeño hermano. -Elogió uno de los jóvenes al verla alejarse-
Cuando se estaban alejando de la multitud, Damaris percibió, por el rabillo del ojo, una cabellera rubia escondiéndose detrás de unos arbustos. Sosteniendo a su hermano con firmeza, apresuró su paso y se dirigió hacia la salida del salón de fiestas. Al atravesar las grandes puertas, se encontró con la hermosa vista del patio, iluminado por la luz de la luna y decorado con faroles que proyectaban un suave resplandor sobre el follaje.
El aire fresco de la noche acarició su rostro, proporcionándole un breve momento de alivio. Sin embargo, justo cuando menos se lo esperaba, una presencia se manifestó detrás de ella. Antes de que pudiera reaccionar, alguien la cubrió con un saco, tomándola completamente por sorpresa. Cristophe, en sus brazos, también se mostró sorprendido, sus ojos grandes y redondos reflejaban la misma sorpresa.
El corazón de Damaris comenzó a latir con fuerza, y por un instante, su mente se nubló por la confusión. Instintivamente, giró la cabeza para ver quién había sido tan audaz. Al girar, se encontró con el rostro del emperador Anastacius. Sus ojos se encontraron con los de él, y por un momento, el tiempo pareció detenerse. El emperador, con una sonrisa coqueta, la miraba con una mezcla de ternura y picardía.
Cristophe, quien cada vez se parecía más a su hermana en versión masculina, observaba la escena con una expresión de desconcierto. El pequeño intentaba procesar lo que ocurría, mientras Damaris, aún atontada por la sorpresa, trataba de recuperar la compostura.
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Estaba sorprendida por sus acciones y, cuando volteé, me encontré con el rostro del emperador Anastacius. Su mirada penetrante y su sonrisa coqueta hicieron que mi corazón se acelerara y me sonrojé al instante. La forma en que me miraba, con ese aire de confianza y cierto atrevimiento, me dejó atontada y sin palabras. Sentí una mezcla de emociones, desde la sorpresa hasta una tímida fascinación.
Sin embargo, no permitiría que un simple gesto me hiciera perder el control. Traté de reaccionar rápidamente, recordando que debía mantener mi dignidad y no caer tan bajo por un simple gesto de coquetería. Me endurezco, respiré profundamente y busqué en mi interior la fuerza para enfrentar la situación con firmeza.
— Extrañaba ver su hermoso rostro... -Sonrió apasionadamente hacia mí- Ha pasado un largo tiempo, señorita Damaris.
— S-su majestad... qué sorpresa verlo por aquí. -Me sorprendí y observé cómo me cubría con su saco para protegerme a mí y a mi hermano del frío-
— Hermana... -El pequeño estaba desconcertado y miró a su hermana-
— El viento está frío aquí... -Sonrió al ver el parecido físico de Cristophe con su amada-
— Y estás aquí... ¿Cómo? -Damaris estaba sonrojada y lo miró directamente, esperando una explicación-
— Es el compromiso del marqués Vincent. -Respondió- Aunque no es directamente uno de mis aliados, sé que puedo confiar en él para odiseas expansoras de negocios. Además, está relacionado indirectamente con un inversor apodado "Damosius" y quiero conocerlo.
— Eso explica mucho. -Me sorprendí al ver que se trataba de eso y mecía a mi hermano para que se calmara-
— Hermana...
— Tranquilo, Cristophe... él es un amigo cercano de tu hermana. -Sonreí cálidamente, y el pequeño miró con recelo al emperador-
— Es un niño tan encantador como su hermana. -Sonrió Anastacius-
— ¿Vino en secreto hoy usando su poder?
— Eso no es verdad. -Contestó- Tengo mis propios métodos para llegar hasta usted... -Sonrió-
— Otra vez empieza con sus tonterías. -Me quejé, sonrojada-
— Si hay alguien a quien no puedo mentirle, es a la señorita... Lo más aterrador sería no poder verla nunca más.
Esas palabras me tomaron por sorpresa. El tono sincero y la intensidad en la mirada de Anastacius hicieron que mi corazón se agitara. Aún sujetando a mi hermano en brazos, sentí un nudo formarse en mi garganta y el calor subir a mis mejillas. La mezcla de emociones, desde la confusión hasta una tímida fascinación, me dejó atónita.
Consciente de la cercanía entre nosotros y la necesidad de mantener el control, me alejé un paso de él. El ligero movimiento fue suficiente para crear una distancia que me permitiera recuperar la compostura, aunque el impacto de sus palabras aún resonaba en mi mente.
— Anastacius... Estoy agradecida por su sinceridad hacia mí...
— Estoy siendo muy honesto. -Se acercó a mí y me abrigó mejor- Solo cuando miro a la señorita... sé que mis piernas no van a flaquear.
— ¡Hermana!
Las palabras de Anastacius hicieron que mi corazón latiera con fuerza. Me negaba a la idea de enamorarme del hermano de Claude, pero al ver la sinceridad en sus ojos, era imposible no sentir nada. Los sentimientos se arremolinaban en mi interior, y no pude evitar pensar en cómo habría sido mi vida si Claude me hubiera querido de la misma manera que ahora lo hacía su hermano. En ese momento, supe que, probablemente, hubiera sido feliz.
Mientras reflexionaba sobre esto, unas lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos, rodando lentamente por mis mejillas. Anastacius, al percatarse de mis sollozos, se sorprendió y, con un gesto delicado, secó mis lágrimas. Luego, se inclinó y me dio un suave beso en la frente, transmitiéndome una sensación de calidez y consuelo.
Mi pequeño hermano, Cristophe, también notó mi tristeza y se mostró igualmente preocupado. Sus pequeñas manos sostuvieron mis mejillas con ternura, haciendo su mejor esfuerzo para consolarme. El gesto de mi hermano me hizo sonreír con felicidad, y besé su frente, abrazándolo con firmeza. Cristophe apoyó su cabeza en mi hombro y se aferró a mí, brindándome un consuelo inmenso en ese momento de vulnerabilidad.
Una ráfaga de viento azotó contra nosotros tres, y sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo. Anastacius, notando mi reacción al frío, me liberó de su abrazo y se alejó por su cuenta. Su acción repentina de tomar distancia me sorprendió, pero entendí que lo hacía para protegernos y mantener las apariencias. Me quedé observando cómo se alejaba, sintiendo una mezcla de gratitud y tristeza.
— Hay una persona, así que será mejor que te regreses a la fiesta, o tu familia podría preocuparse.
— Entonces, la próxima vez...
— Prometo que cuando tenga tiempo me comunicaré de nuevo por cartas. -Sonrió cálidamente-
— Hermana... mamá. -Señaló la fiesta-
Calmé a mi hermano, acariciando suavemente su cabeza y susurrándole palabras tranquilizadoras. Sentí cómo su pequeño cuerpo se relajaba en mis brazos y cómo su respiración volvía a un ritmo normal. Con una sonrisa, le di un último apretón cariñoso y lo bajé con cuidado.
Me dirigí hacia Anastacius, inclinando la cabeza en señal de gratitud y respeto. Con una reverencia elegante, me despedí del emperador, agradecida por su protección y comprensión en ese momento tan delicado. Mientras me enderezaba, nuestras miradas se cruzaron una vez más, y su sonrisa cálida me dio fuerzas para enfrentar el resto de la noche.
Retomé mis pasos hacia la ceremonia dentro de la residencia, sintiendo el peso de las emociones recientes pero también una renovada determinación. Sabía que debía mantener la compostura y continuar con la celebración, pero el apoyo de mi hermano y la presencia de Anastacius me daban un nuevo sentido de seguridad y esperanza.
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Mientras tanto, el emperador Anastacius permaneció en el jardín, aguardando pacientemente a que el intruso se revelara. La luna iluminaba débilmente su figura, proyectando sombras alargadas en el suelo. Sus ojos, atentos y vigilantes, escrutaban cada rincón, cada movimiento entre los arbustos y las plantas decorativas. La brisa nocturna susurraba entre las hojas, añadiendo un toque de misterio a la escena.
El emperador mantuvo su postura firme, con una mezcla de determinación y curiosidad. Sabía que no estaba solo, que alguien más compartía el mismo espacio escondido entre las sombras. El silencio se prolongaba, solo roto por el ocasional susurro del viento y el murmullo lejano de la fiesta en el interior de la residencia. Anastacius sabía que tarde o temprano el intruso saldría de su escondite, y estaba dispuesto a enfrentarlo.
Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, una figura comenzó a moverse entre los arbustos, emergiendo lentamente de su escondite. Al principio, solo se veía una sombra indistinta, pero a medida que avanzaba, la luz de la luna revelaba más detalles. Anastacius pudo distinguir una cabellera oscura y una postura erguida y decidida. La figura se acercó con paso firme, y cuando finalmente estuvieron cara a cara, Anastacius se encontró con Penelope.
Penelope estaba visiblemente furiosa. Sus ojos lanzaban chispas de enojo y su rostro reflejaba una mezcla de frustración y rabia contenida. La situación parecía haberla alterado profundamente, y su postura denotaba una tensión palpable. La confrontación entre ambos era inevitable, y el aire se cargó de una energía eléctrica mientras se miraban fijamente.
Anastacius, manteniendo la calma, esperó a que Penelope hablara primero. Sabía que cualquier movimiento en falso podría empeorar la situación. Penelope, por su parte, respiraba profundamente, tratando de controlar sus emociones antes de enfrentarlo. La tensión entre ellos aumentaba con cada segundo que pasaba, creando una atmósfera de anticipación y conflicto inminente.
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— - 🌷 - To be continue. . . ୭
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