━━「 𝗖𝗔𝗣𝗜́𝗧𝗨𝗟𝗢 𝟮𝟭 」━━







┏━━━━━━༻❁༺━━━━━━┓
· • ❝. 𝖭𝖠𝖱𝖱𝖠 𝖠𝖭𝖠𝖲𝖳𝖠𝖢𝖨𝖴𝖲 .❞ • ·
┗━━━━━━༻❁༺━━━━━━┛


Bajo la luz plateada de la luna y el suave murmullo del viento entre las hojas, Damaris y yo comenzamos a bailar en el jardín al compás de la música suave que nos alcanzaba desde el salón. La tenue iluminación de las linternas colgantes y el brillo de las estrellas acentuaban aún más la belleza de Damaris, mientras sus movimientos gráciles reflejaban la elegancia natural que poseía. A nuestro alrededor, las flores nocturnas desprendían su fragancia, creando una atmósfera mágica e íntima que nos envolvía.

A medida que nos movíamos rítmicamente entre los parterres y los senderos de grava, me acerqué a ella, decidido a lanzarle un cumplido. Su proximidad hacía que cada detalle de su rostro fuera aún más cautivador bajo la luz de la luna. Noté cómo sus ojos se posaron en mí, llenos de sorpresa y algo más, una chispa que me alentó a continuar. La delicada brisa nocturna jugaba con su cabello, y todo en ese momento parecía conspirar para hacerlo perfecto.

— Tu cabello es tan suave y sedoso. ¿Te lo peinas con las manos de los ángeles? -Sonreí coqueto-

Al decir esta frase, la mirada de Damaris se posó en mí y respondió a mi cortejo.

— No sabía que su majestad seguiría cortejándome en este último baile. -Rió levemente Damaris-

— Te ruego que te des cuenta de algo. Este baile para mí no tiene nada de último. Aún estoy tratando de ganar tu corazón, mi dama, y no estoy dispuesto a rendirme así de fácil.

— Sin duda, es un hombre persistente. -Sonrió encantada-

En algún momento del baile, noté cómo Damaris se quedó observándome detenidamente. Sus ojos se clavaron en los míos, llenos de curiosidad y análisis, como si intentara desentrañar mis verdaderas intenciones y comprender el significado detrás de mis acciones. Cada movimiento suyo, aunque elegante, mostraba una leve vacilación, como si estuviera luchando internamente para descifrar lo que yo realmente sentía.

La intensidad de su mirada me hizo consciente de su intento por entender mis pensamientos y sentimientos. La música suave que nos rodeaba parecía intensificar el momento, creando un ambiente cargado de tensión y expectativa. Decidí aprovechar este instante y acerqué nuestros cuerpos un poco más, acortando la distancia entre nosotros. La proximidad entre ambos se volvió palpable, y la electricidad en el aire era innegable.

Me incliné hacia ella de manera natural, asegurándome de que mi cercanía no fuera invasiva. Manteniendo mis ojos fijos en los suyos, dejé que viera la sinceridad reflejada en mi mirada. Observé con deleite cómo su respiración se volvía un poco más rápida y percibí el rubor que comenzaba a teñir sus pálidas mejillas. Este ligero sonrojo destacaba aún más su belleza, y me sentí cautivado por la delicadeza de su reacción. Era evidente que mi presencia y mis palabras estaban dejando una impresión profunda en ella.

— No es eso... -Tosió ligeramente para desviar mi atención- A veces no puedo saber con exactitud lo que piensa su majestad.

Comencé a reír a medias, disfrutando del leve nerviosismo que había provocado en ella. Su incomodidad no hacía más que intensificar mi interés. Con cada risa, sentía cómo la tensión entre nosotros crecía, y mis movimientos se volvían más deliberados. Lentamente, fui acercándome a su rostro, acortando la distancia que nos separaba. La cercanía era palpable, y podía sentir su respiración mezclándose con la mía.

Cuando estuve justo a su lado, tan cerca que podía ver cada matiz de sus ojos y sentir el calor que emanaba de su piel, susurré con voz suave y cargada de intención:

— Mira... Fui sincero con mis sentimientos hacia ti y tengo la certeza de que estos hermosos ojos son en los que quiero verme siempre reflejado. En cuanto a lo que dijiste, puedo decir con seguridad que soy persistente.

— Parece que no me he equivocado en mi suposición sobre su persistencia, majestad. -Sonrió con cierta malicia y me acerqué a su rostro, percatándome de su sorpresa-

En el preciso instante en que nuestros labios estaban a punto de encontrarse, un sonido inesperado rompió la burbuja de intimidad que habíamos creado. El eco de una voz nos interrumpió abruptamente, sacándonos del hechizo en el que nos encontrábamos. Desvié mi mirada hacia el intruso, sintiendo cómo la atmósfera se cargaba de tensión. Para mi sorpresa, el intruso no era otro que mi hermano menor, Claude. Su presencia inopinada me obligó a tomar una posición más defensiva, consciente de que la confrontación era inminente. La chispa de cercanía y vulnerabilidad que compartíamos con Damaris se desvaneció al enfrentarnos a la inesperada interrupción.

















































┏━━━━━━༻❁༺━━━━━━┓
· • ❝. 𝖭𝖠𝖱𝖱𝖠𝖣𝖮𝖱𝖠 .❞ • ·
┗━━━━━━༻❁༺━━━━━━┛


Cuando los jóvenes se marcharon y dejaron atrás a Claude, este permaneció en la fiesta por un buen rato. Sin embargo, la ansiedad comenzó a crecer en su interior por la ausencia de su hermano mayor y Damaris. Sentía un mal presentimiento que lo desconcertaba, y a pesar de sus esfuerzos por calmar su mente, la preocupación no lo dejaba en paz. Finalmente, no pudo resistir más y decidió ir a buscarlos al jardín.

Al llegar, la escena que se desplegó ante sus ojos lo dejó sin aliento: su hermano estaba a punto de besar a Damaris. Algo en su pecho se tensó y una mezcla de emociones se agolpó dentro de él. Sintió una presión en el pecho y frunció el ceño, incapaz de ocultar su desagrado. La situación inesperada lo incomodaba profundamente, y su reacción instintiva fue interrumpir el momento antes de que fuera demasiado tarde.

Con pasos decididos, Claude se adentró en el jardín, observando a su hermano con indiferencia. La tensión en el aire era palpable, y el ambiente se volvió aún más tenso. Claude no pudo evitar sentir un profundo desagrado hacia Anastacius, y la atmósfera entre ellos se cargó de una hostilidad silenciosa. Damaris, al percatarse de la situación, decidió intervenir para evitar que las cosas se salieran de control.

— ¿Qué pasa, mi querido hermano? -No parecía darle una sonrisa genuina-

— No lo sé... yo solo pregunté algo, querido hermano. -Usó el mismo término y mantuvo su mirada fría, mientras Anastacius solo sonreía con falsedad-

— No estábamos haciendo nada... Simplemente su majestad y yo estábamos conversando sobre la hermosa vista del jardín, ¿Verdad? -Miró al emperador y sonrió forzadamente-

Anastacius, con una expresión de suficiencia, giró la cabeza ligeramente y lanzó una mirada irónica a su hermano. Sus ojos se entrecerraron, mostrando una mezcla de desafío y burla. Era evidente que Anastacius disfrutaba de la tensión del momento y de su aparente control sobre la situación. Sin embargo, su confianza se vio ligeramente socavada cuando se dio cuenta de que Claude, con su mirada penetrante, podía ver a través de su pequeña mentira.

Claude no necesitaba palabras para expresar su escepticismo. La frialdad y la determinación en sus ojos dejaban claro que no se dejaría engañar tan fácilmente. Anastacius sintió un leve pero incómodo pinchazo en su orgullo, consciente de que su hermano menor había percibido la verdad oculta tras su falsa cordialidad. La atmósfera entre ellos se volvió aún más tensa, mientras Anastacius intentaba mantener su fachada de indiferencia y control.

— ¡Por supuesto! Solo estábamos disfrutando de una linda conversación sobre el paisaje que adorna este palacio. -Su mirada se volvió más fría y su tono pasó a ser más sarcástico-

— ¿En serio? -Respondió sin creerle y no mostró expresión alguna, solo indiferencia, y siguió el juego- Entonces... me gustaría unirme a la conversación. -Se puso al lado de Damaris-

— ¿Eh? -Se sorprende Damaris-

La joven, visiblemente confundida por la situación, se detuvo un instante, tratando de procesar lo que estaba ocurriendo. Su mente trabajaba rápidamente, buscando una forma de mantener la compostura y no revelar su desconcierto. Tomando una profunda respiración, decidió actuar con la mayor normalidad posible. Con gracia y elegancia, hizo una reverencia, inclinando suavemente su cuerpo y bajando la cabeza en señal de respeto. Cada movimiento fue calculado y preciso, tratando de disimular su incertidumbre.

Mientras se enderezaba, fingió no estar al tanto de nada, manteniendo una expresión serena en su rostro. Sus ojos evitaban encontrar la mirada de cualquiera de los presentes, especialmente la de los dos hermanos, en un intento de no delatar sus verdaderos sentimientos. Todo su ser emanaba una calma estudiada, aunque por dentro su corazón latía con fuerza y su mente continuaba trabajando para entender las implicaciones de la escena que se desarrollaba ante ella.

— Disculpen, pero debo irme, no me encuentro bien... así que... me retiro. -Se marchó rápidamente del jardín-

Anastacius y Claude observaron cómo la figura de la joven se desvanecía en la distancia, sus pasos apresurados llevándola de regreso hacia el interior del palacio. La silueta de Damaris, envuelta en su elegante vestido, se mezclaba con las sombras del jardín, mientras la luz de las antorchas proyectaba su contorno en las paredes de piedra. Ambos hermanos permanecieron en silencio, sus miradas fijas en la joven que se alejaba, conscientes de la tensión que había dejado tras de sí.

Damaris, con el corazón aún acelerado por las emociones vividas, se empeñaba en regresar hacia donde se encontraban sus padres. La mezcla de sentimientos en su pecho la hacía sentir afligida y vulnerable. Al llegar al gran salón, buscó desesperadamente entre los rostros de los invitados hasta encontrar a su familia.

George, al verla, se acercó rápidamente a ella y la sostuvo por los hombros, sus ojos reflejando un alivio palpable al verla en buen estado. La preocupación había estado latente en su semblante, y ahora se desvanecía al tener a su hija frente a él.

— ¿Te encuentras bien? -Preguntó George, su voz cargada de preocupación paternal-

Damaris asintió con la cabeza, tratando de calmar sus propios nervios.

— Sí, estoy bien, padre. -Respondió con un tono tranquilo, aunque su interior todavía estaba agitado-

Su madre, que también parecía preocupada por la condición de Damaris, se acercó y le ofreció una mirada reconfortante, mientras Cristophe, su hermano menor, observaba la escena con atención, compartiendo la inquietud de sus padres.

En cuanto a Simone, su media hermana, estaba complacida por cómo los nobles hablaban pestes de Damaris. Oculta entre los invitados, Simone disfrutaba de las habladurías y los murmullos que circulaban sobre su hermana. La expresión de satisfacción en su rostro era evidente, ya que veía en esto una oportunidad para menoscabar aún más la reputación de Damaris.

— ¿Te encuentras bien? -Preguntó preocupado, sosteniéndola por los hombros-

— Sí, estoy bien, padre. -Contestó tranquila.

— Será mejor que no vuelvas a involucrarte con el emperador, hija. -La miró preocupada Astrid-

— Lo sé, madre... -Se dio cuenta de las miradas que le daban los nobles-

— Desde un principio debías haber escuchado a padre... pero acabaste empañando la reputación de la familia Williams. -La miró y fingió preocupación- Deberías haber pensado en la familia.

— (Esta perra nunca pierde la oportunidad para hacerme perder los estribos.) -Puso una expresión triste- Sí, tienes razón... fui egoísta y no pensé en la familia. -Algunas lágrimas fingidas cayeron de sus ojos- Pensé que podría manejarlo sin molestar a nuestros padres. -Se tapó el rostro y sollozó-

Simone se sorprendió y mordió su labio, sin esperar que Damaris actuara de esa manera. La reacción inesperada de su hermana menor la dejó momentáneamente descolocada, y por un breve instante, sus ojos se llenaron de frustración contenida. Mientras tanto, su padre y Astrid estaban visiblemente preocupados por Damaris, lo que solo intensificó el disgusto de Simone. Observó a su hermana mayor con una mirada cargada de resentimiento y desaprobación.

Cerró la boca y desvió la mirada hacia otro lado, tratando de controlar sus emociones. El desagrado que sentía hacia Damaris era palpable, y tuvo que hacer un esfuerzo considerable para aguantarse las ganas de golpearla por haber jugado en su contra tan astutamente. La tensión entre las dos hermanas era evidente, y Simone se quedó allí, lidiando con su ira interna mientras trataba de mantener una fachada de calma.
























❨ En otro lado. ❩
 ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄
























Claude y Anastacius estaban enfrentados, sus figuras erguidas con una mezcla de tensión y hostilidad palpable en el aire. Ambos hermanos se miraban con recelo, sus ojos reflejando emociones encontradas y resentimientos acumulados a lo largo del tiempo. Anastacius, con su porte imponente y mirada fría, intentaba mantener la fachada de control, mientras que Claude, el rubio menor, mostraba una determinación feroz en sus ojos, una chispa de desafío que no podía ocultar.

El silencio entre ellos era denso, cargado de palabras no dichas y conflictos latentes. Finalmente, Claude rompió el silencio, su voz resonando con una firmeza que no admitía réplica. El tono serio y decidido del hermano menor dejaba claro que no estaba dispuesto a ceder fácilmente, y su postura desafiante subrayaba su resolución inquebrantable.

— No sé qué estás planeando ahora... pero procura mantener las distancias con Damaris o acabarás empañando su reputación. -Dijo con seriedad-

— Mi querido hermano... no te imaginas por cuánto he esperado esta oportunidad. Y tú, mi hermano menor... no eres nadie para decidir quién puede o quién no puede tener una relación con ella.

— Es verdad, pero tienes que tener en cuenta que Damaris no es completamente noble. Su madre era una prostituta que acabó subiendo de posición por contraer un matrimonio morganático con el Duque George. -Respiró hondo- Comprendo su situación, porque he pasado por las limitaciones al ser hijo de una simple concubina y sería muy complicado que crean que ella no sea una trepadora como su madre al meterse contigo.

Anastacius se quedó callado, sus palabras atrapadas en su garganta mientras procesaba la verdad en las palabras de Claude. Por un momento, su fachada de confianza y control se tambaleó, reconociendo que su hermano menor también tenía razón. La razón y la lógica de los argumentos de Claude hicieron mella en su resistencia, dejando un rastro de duda en su mente. Sin embargo, decidido a no mostrar ninguna debilidad, trató de mantener el rostro frío y su expresión inmutable.

Mantuvo su postura firme, sus ojos adoptando una mirada gélida mientras su mente trabajaba en busca de una respuesta. Aunque internamente se debatía entre sus propios deseos y la realidad presentada por Claude, se esforzó por mantener una apariencia de control. El silencio que siguió a las palabras de su hermano menor se sintió pesado y cargado de una tensión inquebrantable, mientras Anastacius intentaba reafirmar su compostura.

— Lo entiendo muy bien... Pero me parece que ella merece tener el derecho de elegir con quién estar sin importar los antecedentes de su madre, ¿Verdad?

— Así es... pero ella tiene limitaciones por sus orígenes. -lo miró serio- Damaris no puede casarse con cualquiera, porque no posee la misma reputación que su hermana Simone, que sí viene de linaje noble desde generaciones. -Suspiró-;Si bien, puede casarse con cualquiera... sería difícil que la familia política la acepte por los orígenes de ella y su madre que prácticamente no son nobles.

Anastacius se quedó de nuevo callado, sus pensamientos girando en torno a las palabras de Claude. Reconocía que su hermano menor tenía mucha razón, y la verdad de sus argumentos se hacía cada vez más evidente. Lo que más lo perturbaba era lo que Claude había dicho sobre Simone; cada palabra parecía desenterrar una realidad que preferiría ignorar. Mientras reflexionaba sobre esto, una sombra de tristeza cruzó su rostro, sus ojos mostrando un atisbo de melancolía.

Sin embargo, decidido a no revelar sus emociones, Anastacius se esforzó por mantener la expresión fría. Su rostro adoptó una apariencia inmutable, intentando esconder la batalla interna que se desarrollaba dentro de él. A pesar del dolor y la tristeza que sentía, su determinación de mostrar una fachada de control seguía firme, incluso ante la verdad incontestable que su hermano había expuesto.

— Entonces es cierto, ¿No? Si ella quiere estar con alguien, siempre será una dura pelea porque el resto de la gente la verá de otra forma.

— Sí. -Suspiró- No sé cómo harás, pero debes buscar una manera de mejorar su imagen ante los nobles, porque hoy manchaste su reputación y ahora mismo debe estar siendo juzgada por las frías miradas de los nobles que te apoyan.

Anastacius asintió con la cabeza, un gesto silencioso que indicaba su aceptación de la realidad expuesta por Claude. Permaneció callado por un momento, sumido en sus pensamientos, mientras trataba de idear un arreglo para esta complicada situación. Sus ojos se oscurecieron con una mezcla de tristeza y decepción, reflejando el peso emocional que sentía en ese instante. La verdad era difícil de aceptar, pero sabía que su hermano tenía toda la razón.

El silencio se prolongó mientras Anastacius reflexionaba, su mente trabajando frenéticamente para encontrar una solución viable. Aunque se sentía abatido por la situación, comprendía que debía asumir la responsabilidad y actuar con determinación para corregir el problema. Internamente, se comprometió a hacer lo necesario para enmendar las cosas, sabiendo que el camino no sería fácil, pero con la certeza de que era un paso imprescindible.

— Entiendo... De hecho, tengo una idea, pero necesito que me ayudes en esto. ¿Podrías hablar a favor de Damaris y defenderla de los maliciosos comentarios de otros nobles?

— Al fin estamos de acuerdo en algo... -Dijo con frialdad y asintió- Haré lo posible para defenderla. —Se marchó del jardín y entró a la fiesta dentro del palacio.

Anastacius sonríe levemente, un gesto casi imperceptible que apenas curva sus labios, y se queda solo en el jardín por un momento más. La suave brisa nocturna acaricia su rostro mientras la luz de la luna proyecta sombras sobre el suelo adoquinado. Se queda pensando en lo que había ocurrido, reflexionando sobre cada detalle y las implicaciones de las acciones de esa noche. Su mente está ocupada con la pregunta de cómo va a hacer para mejorar la imagen de Damaris a fin de conseguir el permiso de los nobles, una tarea que se avecina como un desafío monumental.

Sus pensamientos se arremolinan, considerando las posibles estrategias y los pasos que debería tomar para reparar el daño hecho a la reputación de Damaris. La tristeza y la preocupación nublan su semblante, pero está decidido a encontrar una solución, consciente de la importancia de este asunto.

Justo cuando está a punto de reanudar su camino de regreso al palacio, un sonido rompe la quietud de la noche. Una voz emergió desde la oscuridad, llamándolo por su nombre. Anastacius se detuvo en seco, sus sentidos alerta, y su mente retrocede en el tiempo, reconociendo instantáneamente la voz. Era un timbre familiar, una voz que había escuchado cuando era un niño, cargada de memorias que nunca había olvidado.
























❨ En la fiesta. ❩
 ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄
























En algún punto de la incómoda fiesta, el segundo príncipe, Claude, hizo su aparición, captando de inmediato la atención de los presentes. Con paso decidido, se acercó al centro de la sala, donde los murmullos y habladurías sobre Damaris habían empezado a circular entre los nobles. Con voz firme y segura, Claude comenzó a defender a Damaris, disipando las suposiciones maliciosas que se cernían sobre ella. Sus argumentos claros y contundentes lograron poco a poco silenciar las críticas y restablecer cierta cordura entre los presentes. Su intervención evitó que la imagen de Damaris empeorara aún más, y su valentía no pasó desapercibida para el duque Williams, quien se mostró visiblemente agradecido por su ayuda.

Después de unos segundos de tensión contenida, el emperador Anastacius apareció en la escena, atrayendo todas las miradas hacia él. Con una presencia imponente, dirigió su atención a los nobles reunidos y advirtió en un tono autoritario que cualquier persona que se atreviera a hablar mal de la hija del duque Williams estaría cometiendo un acto de traición hacia él. Explicó con determinación que Damaris era una persona preciosa y especial para la familia imperial, subrayando la importancia de su posición y el respeto que merecía.

Simone, al observar la escena, se mordía las uñas por la rabia contenida. Sentía una frustración inmensa al ver que su hermana no sería tan fácil de deshacerse de ella como había pensado. La ira la consumía por dentro cuando se percató de que Damaris estaba riéndose en su cara, disfrutando de la defensa que recibía por parte del príncipe y el emperador. A pesar de la furia que la embargaba, Simone supo controlarse lo suficiente para no delatarse enfrente de su padre, manteniendo una fachada de calma exterior.

La festividad concluyó sin más incidentes, y después de un tiempo de conversaciones con otros nobles, la familia Williams fue la primera en retirarse y regresar a su residencia. El camino de vuelta estuvo envuelto en un silencio tenso, reflejo de las emociones encontradas que cada uno de los miembros de la familia intentaba procesar.

Nada más llegar a la residencia, Simone se encerró en su habitación, incapaz de contener la ira que había estado acumulando durante la fiesta. Su criada personal la acompañó, observando con preocupación cómo su ama tiraba un jarrón de flores contra la pared en un arranque de furia. Simone, con el rostro enrojecido y los ojos encendidos de rabia, se desplomó en el sillón de su habitación, mirando fijamente hacia el suelo con el ceño fruncido y los puños apretados.

La criada, conocedora de los temperamentos de Simone, permaneció cerca, dispuesta a escuchar y ofrecer consuelo. Simone respiraba con dificultad, tratando de calmarse mientras su mente maquinaba nuevas estrategias para deshacerse de su hermana. La batalla interna entre la ira y la necesidad de mantener la compostura seguía librándose en su interior, y la noche en la residencia Williams se teñía de una atmósfera de tensión contenida y emociones a flor de piel.

— ¿Por qué es tan difícil deshacerse de esa perra? -Espetó con rabia-

— Mi señorita... ¿Quiere que procedamos con el plan inicial? -Preguntó-

— No actuemos rápidamente, debemos esperar el momento correcto, después te daré la señal y Bárbara deberá cumplir lo predicho. -Dijo un poco más calmada y reflexionando-

— Esperemos que pueda ser la esposa del señor Stewart. -Dijo para calmar a su ama-

— Todo se hará de acuerdo al plan.

Mientras tanto, Damaris se encontraba en su habitación, preparándose para acostarse. La suave luz de las lámparas de aceite proyectaba sombras tranquilas en las paredes, creando un ambiente de calma contrastante con la tumultuosa velada que había vivido. La joven se sentía exhausta, tanto física como emocionalmente, después de haber lidiado con la situación estresante en la fiesta. Cada pensamiento que pasaba por su mente la hacía consciente de lo cerca que había estado de una catástrofe social.

Se sentó frente a su tocador, soltando su cabello y permitiendo que cayera en suaves ondas sobre sus hombros. Mientras se desmaquillaba, los eventos de la noche volvían a su mente con una claridad abrumadora. Sabía que sin la intervención de Claude y Anastacius, su reputación habría quedado manchada de por vida. La gratitud que sentía hacia ambos era profunda, pero también era consciente de que el peligro no había desaparecido por completo.

Damaris se quitó el pesado vestido de gala, reemplazándolo por una suave y cómoda bata de dormir. Se deslizó bajo las sábanas, dejando escapar un suspiro de alivio al sentir la suavidad de la cama. La tensión en sus músculos comenzaba a ceder lentamente, pero su mente seguía alerta, repasando cada detalle y buscando consuelo en la certeza de que, por esta noche, había logrado mantener su dignidad intacta. Cerró los ojos, intentando dejar atrás las preocupaciones del día, agradecida de haber salido airosa, aunque sabía que el futuro aún presentaba desafíos que tendría que enfrentar.






— - 🌷  - To be continue. . . ୭
─────────────────

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top