━━「 𝗖𝗔𝗣𝗜́𝗧𝗨𝗟𝗢 𝟮𝟬 」━━







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Había pasado un tiempo desde la festiva celebración del cumpleaños de Cristophe, y diversos eventos inesperados llevaron a la familia Williams a posponer los preparativos para la boda de Simone y Asterope. La vida en la mansión se llenó de tensiones y expectativas cuando se recibieron noticias inquietantes desde la capital.

La muerte del emperador fue anunciada, y como se había predicho en la línea de sucesión, Anastacius fue nombrado el nuevo emperador. Asumió su cargo formalmente después de varios días de luto por el fallecimiento del antiguo soberano. Este cambio en el liderazgo del Imperio de Obelia desencadenó una serie de incertidumbres y ajustes en la corte.

Damaris, aunque mantenía una distancia prudente de los asuntos de la familia imperial, no pudo evitar sentirse preocupada por las repercusiones de estos cambios. Sabía que el ascenso de Anastacius al trono podría traer consigo nuevas políticas y posibles alteraciones en el delicado equilibrio de poder. Sin embargo, decidió mantenerse al margen, concentrándose en sus propios asuntos y en la protección de su familia.

Mientras tanto, la vida cotidiana en la mansión continuaba, aunque con una atmósfera cargada de expectación. Damaris no podía dejar de pensar en las palabras de advertencia de Claude y en lo que el futuro podría deparar para ella y para aquellos que amaba.
























❨ Después de un tiempo. ❩
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La familia del duque recibió la esperada invitación a la fastuosa fiesta oficial de coronación del nuevo emperador. Rechazar una invitación de tal magnitud sería visto como un acto de traición, lo que obligó a la familia Williams a prepararse minuciosamente para asistir al evento. Sabían que la presencia de todas las familias nobles era fundamental para mostrar su lealtad y respeto hacia el nuevo soberano, consolidando así su posición en la corte.

Con cada día que pasaba, la fecha de la ceremonia se acercaba, aumentando la anticipación y los preparativos en la mansión ducal. Vestidos de gala, joyas y atuendos formales fueron cuidadosamente seleccionados para asegurarse de que la familia Williams estuviera a la altura del evento. La mansión era un hervidero de actividad, con sirvientes corriendo de un lado a otro, ajustando los últimos detalles.

Finalmente, el día de la coronación llegó. La familia del duque se presentó en el palacio imperial, siendo recibida con los más altos honores. Al cruzar las imponentes puertas del palacio, su presencia fue anunciada con gran pompa, y todos los nobles presentes en el gran salón dirigieron su atención a los recién llegados, dejando a la familia Williams ligeramente desconcertada por el repentino escrutinio.

El nuevo emperador, Anastacius, les dio la bienvenida con una amplia sonrisa. Su presencia era imponente y majestuosa, irradiando autoridad y confianza. Después de los saludos y reverencias correspondientes, Anastacius se mostró cordial y accesible, integrándose con facilidad a las demás familias nobles que se encontraban en la celebración.

El ambiente en el gran salón era de festividad y júbilo. Los nobles comenzaron a unirse en el centro del salón para dar inicio a los bailes de celebración. La música empezó a sonar, y las parejas se formaron, llenando el salón con gracia y elegancia. Mientras los invitados se movían al ritmo de la música, Anastacius buscaba con la mirada a Damaris, deseando invitarla a bailar.

Sin embargo, el nuevo monarca quedó visiblemente molesto al ver cómo su hermano menor, Claude, se había adelantado para pedirle a Damaris que bailara con él. Claude, con una sonrisa encantadora- y un gesto seguro, tomó la mano de Damaris y la condujo hacia la pista de baile, dejando a Anastacius observando con una mezcla de frustración y resignación.

— Segundo príncipe... -Hace una reverencia-

— En un placer verla de nuevo. -Se mantuvo serio y ofrecio su mano, inclinándose ante ella- Gustaria bailar conmigo. -Espero su respuesta-

— Mmm... -La joven dudo, ya que sentía la penentrante mirada de Anastacius encima de ella- Es un gran honor bailar con usted. –Tomo la mano de Claude incomoda por la mirada del nuevo emperador-

— Damaris... -Su padre la miro preocupado-

— Estaré bien padre. -Sonrió amable-

— Bien... -Se mordio la lengua y miro hacia otro lado con molestia-

— La cuidare Duque Williamns

— Confiare en tus palabras. -Dijo resignado-

Los dos jóvenes se dirigieron hacia el centro del salón, con sus pasos en perfecta sincronía, llamando la atención de todos los presentes. La música llenaba el aire mientras Damaris y Claude comenzaban a danzar, moviéndose con una gracia y elegancia que parecía casi sobrenatural. Los asistentes no podían apartar la mirada de la pareja, cuyos movimientos fluían con una armonía y conexión innegables. La química entre ellos era evidente, y sus sonrisas compartidas solo alimentaban los murmullos y susurros que comenzaban a recorrer el salón.

Los nobles, intrigados y fascinados, comenzaron a susurrar entre sí acerca de la posible relación entre Damaris y Claude. Las especulaciones se difundieron rápidamente, y muchos se preguntaban si había algo más que una simple amistad entre ellos. La idea de una posible unión entre Damaris y el príncipe se volvió el tema principal de conversación, desatando una ola de rumores y comentarios.

Entre los presentes, Anastacius observaba la escena con una expresión severa. A pesar de su intento por mantener la compostura, no pudo evitar sentir una punzada de celos al ver la atención que Claude y Damaris atraían. Las habladurías que llegaban a sus oídos solo aumentaban su inquietud. Sabía que debía encontrar una manera de controlar la situación sin perjudicar la reputación de Damaris, quien empezaba a ocupar un lugar especial en sus pensamientos.

La mente de Anastacius comenzó a trabajar rápidamente, evaluando las posibles estrategias para poner fin a los rumores sin dañar la imagen de la joven. Mientras los otros nobles continuaban observando y susurrando, Anastacius decidió que tendría que actuar con sutileza y precisión para manejar esta delicada situación y proteger tanto su posición como sus sentimientos por Damaris.

















































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No le di importancia a las habladurías sobre mí, porque no las consideraba relevantes. Todo habría salido bien si me hubiera marchado después de terminar de bailar con Claude. Sin embargo, el destino tenía otros planes para mí. De repente, Anastacius, el nuevo emperador, se reincorporó de su trono y, con pasos decididos, se abrió paso entre la multitud hasta llegar a nosotros. Su presencia imponente y su mirada decidida captaron de inmediato la atención de todos los presentes.

Con una elegancia impecable, Anastacius se detuvo frente a mí y extendió su mano con una leve inclinación, mostrándose como un perfecto caballero.

— Señorita Damaris, ¿Me ofrecería el siguiente baile? -Se inclinó y extendió su mano hacia mí.

El murmullo de los asistentes se apagó, y todas las miradas se volvieron hacia nosotros. Sentí cómo mi corazón latía con fuerza mientras evaluaba la situación. Fingiendo una sonrisa, traté de ocultar mi incomodidad y respondí con una aparente humildad.

— (Carajos... ¿Por qué siempre me meten en estas situaciones?) -Pensé, molesta, mientras fingía estar gustosa por su ofrecimiento- Es un gran honor que me haya ofrecido esta oportunidad, pero... ¿Puedo bailar con el emperador siendo de un origen tan bajo? -Dije, fingiendo inocencia-

Claude, claramente incómodo, intentó intervenir en mi defensa.

— Damaris... -Susurró preocupado Claude, mirando a su hermano- Su majestad, creo que este ofrecimiento...

— Silencio... -Lo miró directamente- Eres mi querido hermano, pero no olvides a quién tienes enfrente ahora.

De repente, Anastacius miró a Claude y levantó su mano, deteniéndose un momento mientras esbozaba una sonrisa falsa que no alcanzaba sus ojos. La tensión en el salón aumentó de inmediato, como si un manto de silencio hubiera caído sobre los presentes. Todos los invitados, que hasta entonces disfrutaban de la música y la danza, se quedaron en silencio, susurrando entre ellos, con los ojos fijos en los tres protagonistas del inesperado drama que se estaba desarrollando.

La atmósfera estaba cargada de expectación, y el aire parecía casi tangible con la acumulación de miradas y susurros. Los murmullos se intensificaron mientras la tensión crecía y la situación amenazaba con volverse incómoda para todos. Comprendiendo la delicadeza del momento y la necesidad de evitar un conflicto mayor, decidí intervenir para que todo acabara de una manera digna.

— Está bien... -Dije, sosteniendo la mano de Anastacius y esbozando una sonrisa tranquilizadora- Por favor, guíame.

— Con gusto lo haré. -Me sonrió genuinamente y me guió, dando la señal para que comenzara la siguiente canción-

Comenzamos a bailar al compás de la música clásica, nuestros cuerpos moviéndose rítmicamente con una elegancia innata. Cada paso fluía con gracia y precisión, como si hubiéramos ensayado esta danza muchas veces. La música llenaba el aire con sus melodías suaves y armoniosas, creando una atmósfera mágica que envolvía a todos los presentes.

A medida que la danza avanzaba, podía sentir cómo el emperador me acercaba más a su fornido cuerpo. Su mano, firme y segura, descansaba en mi cintura, mientras la otra sostenía la mía con delicadeza. Su proximidad y el contacto cercano provocaron un sonrojo en mis mejillas, una respuesta involuntaria a la intimidad del momento. Mi corazón latía con fuerza, y mis pensamientos se entremezclaban entre la compostura que debía mantener y la emoción que experimentaba.

Su mirada penetrante y su postura imponente me hacían sentir pequeña y vulnerable, pero al mismo tiempo, no podía negar la atracción que emanaba de su presencia. Cada movimiento suyo era preciso y controlado, guiándome con una confianza que solo un emperador podría poseer. La cercanía entre nuestros cuerpos intensificaba la sensación de calidez y conexión, haciendo que el mundo exterior se desvaneciera por un breve instante.

— S-su majestad... esto es inapropiado. -Dije, alejándome un poco mientras seguíamos bailando-

— ¿Inapropiado? -Fingió inocencia y ladeó la cabeza- Yo no pienso que bailar con una dama hermosa sea inapropiado.

— N-no me refiero a eso... -Miré hacia otro lado y me quedé en silencio-

— Sigo sin comprender sus pensamientos, señorita Damaris. -Dijo el emperador-

Cuando la música terminó, nos separamos, y en ese momento crucial sentí cómo Anastacius se interpuso en mi camino de regreso hacia mi familia. Su mano se extendió y tomó la mía con firmeza, impidiéndome avanzar. Sus ojos, intensos y decididos, no dejaban lugar a dudas sobre sus intenciones. Sin decir una palabra, me arrastró con él fuera de la fiesta, bajo la atenta mirada de todos los nobles presentes. Los murmullos y susurros comenzaron a circular entre los invitados, creando una atmósfera cargada de curiosidad e intriga.

Me llevó a través de los pasillos del palacio con paso firme y decidido, hasta que finalmente llegamos al jardín imperial. La transición del bullicio del salón al tranquilo entorno del jardín fue casi surrealista. Me guió hacia un rincón apartado y escondido, donde mis flores favoritas adornaban el paisaje. La vista del patio era sorprendente, con un mar de colores vibrantes y delicadas flores que se balanceaban suavemente con la brisa.

La belleza del jardín y el gesto de Anastacius me conmovieron profundamente. No pude evitar sentir una mezcla de asombro y gratitud por el esfuerzo que había hecho para crear este momento especial. Cada detalle estaba cuidadosamente pensado, y la dedicación detrás de este acto me hizo sentir valorada y apreciada de una manera que no esperaba.

— Dime... ¿Te gusta? -Me observó, esperando mi respuesta-

— ¿C-cómo es posible que su majestad hiciera algo así por una humilde persona como yo? -Lo miré, dudosa y conmovida-

— En las cartas me comentaste sobre tus flores favoritas, y quise sorprenderte. -Sonrió-

— ¿Tú las mandaste a plantar? -Indagué-

— Sí, pero personalmente me encargué de cuidarlas para este momento. -Expresó, contento por su hazaña-

— No esperaba que su majestad me tuviera algo preparado. -Sonreí, avergonzada-

— Acordamos que me llamarías por mi nombre cuando estuviéramos a solas. -Parecía decepcionado-

— Bueno, no podría... usted ahora es el emperador.

— Ya te lo dije, tú serías la única en poder llamarme por mi nombre.

— Bien... Anastacius.

















































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Me quedé examinando la sorpresa inicial en su rostro y no pude evitar emocionarme al verla, pero no podía permitir que mi hermano me la arrebatara de mi lado. Había planeado una propuesta de matrimonio con la esperanza de asegurar nuestro futuro juntos.

— Dime... ¿Aceptarías mi propuesta? -La miré, mis ojos llenos de expectación-

— ¿Eh? -Respondió Damaris, visiblemente confundida-

Me acerqué a ella y, con un gesto solemne, me arrodillé. De mi bolsillo saqué una pequeña caja que contenía un hermoso anillo.

— ¿Aceptarías convertirte en mi esposa? -Pregunté, mis ojos mostrando una calidez genuina hacia la persona por la que sentía algo-

— Yo-yo... -Damaris parecía angustiada y permaneció en silencio-

— Por favor, acéptame... -Imploré, sintiendo que debía ganar su atención- Sé muy bien que su padre evitaría este matrimonio... -Susurré, levantándome y acercándome a centímetros de su rostro- Pero no puedo seguir ocultando mis sentimientos hacia usted.

Damaris se mantuvo en silencio, su expresión desconcertada, y finalmente negó en silencio.

— Lo siento, Anastacius, pero seguiré fielmente los deseos de mi padre -Dijo, evitando mirarme- Es muy hermoso el gesto que ha hecho para mí, pero siento que no puedo evitar seguir los deseos de mi padre.

Me quedé parado por un momento, confundido y triste. Mi rostro se sonrojó de vergüenza y sentí el peso de su rechazo, pero bajé la cabeza en señal de aceptación.

— Entiendo... Sin embargo, ¿Te puedo pedir un favor? -Susurré resignado-

— ¿Qué favor me pedirás? -Me examinó, curiosa-

— Dame un último baile antes de irme. Me gustaría quedarme con ese último recuerdo contigo y el sentimiento de tenerte en mis brazos. -Dije, con un pequeño resquicio de esperanza en mis ojos-

— Está bien, aceptaré bailar con usted por última vez. -Accedió después de pensarlo, sonriendo cálidamente-

Estaba contento de que aceptara mi petición y se aproximó hacia mí, sosteniendo mi mano con delicadeza.

— El honor es mío de tener una dama tan hermosa en mis brazos. -Reí ligeramente, notando cómo se sonrojaba levemente- Creo que estaré muy agradecido por este pequeño gesto.

En ese momento, una música tranquila comenzó a tocar y empezamos a danzar. Me moví con mucha destreza, demostrando una expresión suave y dejando que todos mis sentimientos se reflejaran en mis movimientos. Mientras tanto, Damaris se sintió completamente atraída por mi elegancia y comenzó a relajarse. Mientras seguíamos bailando en el jardín, me incliné hacia Damaris y le susurré para molestarla un poco más.






— - 🌷  - To be continue. . . ୭
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