━━「 𝗖𝗔𝗣𝗜́𝗧𝗨𝗟𝗢 𝟭𝟲 」━━
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Penélope Judith fue quien interrumpió su agradable conversación. Su llegada fue repentina y notablemente intrusiva, cortando de golpe el flujo natural de la interacción con Damaris. El Príncipe Heredero mostró su descontento de inmediato; sus cejas se fruncieron y una chispa de irritación cruzó sus ojos. Penélope, con su actitud altiva y su porte seguro, parecía disfrutar del poder que su presencia ejercía sobre ellos. Su mirada evaluativa pasaba de Anastacius a Damaris, y su sonrisa apenas velada parecía subrayar su satisfacción por haber causado una interrupción.
Damaris no podía dejar que su comportamiento la afectara. A pesar del comportamiento grosero de la castaña, decidió responder con amabilidad. Manteniendo su compostura, esbozó una sonrisa amistosa y se preparó para dirigirse a ella con cortesía.
— No se preocupe, Lady Judith. -Dijo con un tono calmado y sereno, su sonrisa permanecía intacta- En fin, será mejor que me retire. -Hizo una reverencia cortés, inclinándose ligeramente ante ella-
Penélope la miró con desdén, evidentemente complacida por haber interrumpido la conversación. Sus ojos brillaban con una satisfacción que no se molestó en ocultar. La tensión en el ambiente era palpable, y Damaris sabía que permanecer más tiempo solo serviría para aumentar la incomodidad y posiblemente dar lugar a más rumores.
— Señorita Williams... -Intentó detenerla el príncipe Anastacius, su voz cargada de una mezcla de frustración y preocupación-
Damaris le dedicó una última sonrisa serena antes de despedirse.
— Nos vemos. -Dijo, dirigiéndose hacia la salida del balcón con paso firme y decidido-
A medida que Damaris se alejaba, sentía las miradas de ambos clavadas en su espalda, un peso casi tangible que la acompañaba en cada paso. La tensión en el ambiente era palpable, y aunque había logrado mantener su compostura, no podía evitar sentir un alivio momentáneo por dejar atrás esa situación incómoda. Sin embargo, era consciente de que esta no sería la última vez que enfrentaría desafíos similares en la corte. Los juegos de poder y las alianzas estratégicas siempre estaban presentes, y cada movimiento era observado y analizado minuciosamente por todos a su alrededor.
Decidida a encontrar refugio en su familia, se dirigió hacia ellos con pasos firmes pero medidos. La gran sala del palacio, llena de luces y música, parecía un remanso de normalidad en medio del torbellino de emociones que sentía. Sus damas de compañía, Jessy y Annie, esperaban pacientemente cerca de la entrada principal. Les ofreció una sonrisa tranquila, tratando de transmitir que todo estaba bajo control.
— Todo está bien, no se preocupen. -Les aseguró suavemente, aunque el encuentro con Anastacius seguía pesando en su mente-
Mientras avanzaba por el corredor principal, a mitad del camino, su trayecto fue interrumpido por una figura imponente que se cruzó en su camino. Era el segundo príncipe, Claude. Su porte era elegante y su expresión, aunque seria, reflejaba una mezcla de preocupación y determinación. Intenté ignorar su presencia, enfocando mi vista en un punto más allá de él, pero me detuve en seco cuando escuché que me llamaba.
— Señorita Williams... -Dijo Claude, su voz profunda y seria resonando en el pasillo- Es bueno volver a verla.
Damaris se giró para enfrentarlo, una mezcla de sorpresa y curiosidad en su rostro. No esperaba encontrarse con él en ese momento, pero decidió que lo mejor era mantener la cortesía.
— También es un placer verlo de nuevo, Príncipe Claude. -Respondió, esbozando una sonrisa amable-
Claude la observó durante unos momentos, como si estuviera evaluando sus emociones. Sus ojos, normalmente serenos, mostraban un brillo de interés que no pudo pasar desapercibido para Damaris. La conversación con Anastacius aún estaba fresca en su mente, y ahora enfrentaba otra interacción que podría ser igualmente compleja.
— Espero que esté disfrutando de la fiesta. -Comentó Claude, intentando romper el hielo-
— Lo estoy, gracias. Es un evento maravilloso. -Respondió ella, manteniendo su tono cortés-
El silencio se instaló entre ellos por unos instantes, solo interrumpido por el murmullo lejano de la fiesta. La presencia de Claude era imponente pero reconfortante al mismo tiempo. Había una autenticidad en sus palabras y gestos que Damaris apreciaba.
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En otro lugar del palacio, Anastacius y Penélope parecían enfrascados en una acalorada discusión en uno de los balcones. Aunque se aseguraron de mantenerse a una distancia prudente del bullicio principal de la fiesta, sus voces, aunque controladas, eran claramente tensas. Estaban lo suficientemente lejos del público para evitar miradas indiscretas, situándose en una esquina más aislada del jardín, donde las sombras de los árboles y la suave luz de las linternas creaban un ambiente íntimo y apartado. La tensión entre ellos era palpable; sus expresiones reflejaban una mezcla de frustración y desdén, cada palabra dicha con una precisión cortante para mantener el conflicto fuera del alcance de oídos curiosos.
Penélope, con su porte altivo y su postura firme, intentaba imponer su voluntad en la conversación. Sus ojos verdes brillaban con determinación, reflejando su enojo y su desagrado por la situación. Anastacius, por su parte, mantenía una mirada severa, claramente descontento con la intervención de Penélope. Cada gesto suyo transmitía una autoridad indiscutible, una fuerza que no estaba dispuesto a ceder.
La conversación entre ellos era una batalla de voluntades y resentimientos, ambos ajenos a la celebración que continuaba a su alrededor. Las risas y la música de la fiesta se perdían en la distancia, mientras Anastacius y Penélope se enfrentaban en un duelo verbal, cada uno tratando de imponer su punto de vista. La luz de las linternas iluminaba sus rostros de manera intermitente, creando un juego de sombras que acentuaba aún más la tensión en el ambiente.
— Debes tener cuidado con la hija bastarda del Duque Williams. -Comentó Penélope enfadada, sus ojos verdes brillando con desdén-
— ¿Por qué debería hacerte caso? -Respondió Anastacius, su tono cargado de desprecio-
— Anastacius... -Intentó decir Penélope, pero fue interrumpida bruscamente-
— Lady Judith, ¿En qué momento permití que me llames informalmente por mi nombre? -Su expresión se endureció y sus ojos se volvieron fríos como el hielo-
— ¡...! -Penélope se mordió el labio inferior, luchando por contener su frustración- (No puedo creer que haya cambiado tanto por esa mujer promiscua) -Pensó, profundamente molesta- Perdone mi osadía, príncipe heredero.
— Debería controlarse en cuanto a entrometerse en mi vida privada, ¿entiende? -Su mirada se volvió amenazadora, un claro recordatorio de su posición-
— S-sí... -Contestó Penélope, bajando la mirada y apretando los bordes de su vestido nerviosamente-
— Si desea mantener su lugar en la corte, haría bien en recordar su posición. -Continuó Anastacius, su tono gélido- No quiero volver a escuchar comentarios como ese de nuevo.
— Lo entiendo, príncipe heredero. -Murmuró Penélope, su voz apenas audible, mientras sus manos temblaban ligeramente-
— Y otra cosa. -Añadió Anastacius, inclinándose un poco hacia ella- No vuelva a interferir en mis asuntos personales. Sus opiniones no son bienvenidas ni necesarias.
Penélope asintió, sin atreverse a mirarlo directamente a los ojos.
— Bien. -Dijo Anastacius, tocando su hombro antes de susurrar- Debe recordar su posición en la corte, Lady Judith, o su cabeza podría rodar.
Anastacius se separó de Penélope y se retiró, sintiéndose agotado por tener que soportar a aquella chica insolente. Cada paso que daba lejos de ella lo liberaba un poco más del peso de la tensión acumulada en la discusión. La irritación seguía presente, pero la distancia física ayudaba a calmar su mente. Se dirigió hacia una zona más tranquila del jardín, buscando un respiro en la serenidad de la noche.
Mientras avanzaba, sus pensamientos volvían una y otra vez a la conversación interrumpida con Damaris. Recordaba cada palabra, cada gesto, y lamentaba no haber tenido más tiempo a solas con ella. Anastacius sentía una conexión especial con Damaris que no había experimentado con nadie más. Su elegancia, inteligencia y la forma en que mantenía su compostura bajo presión lo fascinaban profundamente.
El deseo de conocerla mejor y ganarse su favor se había convertido en una fuerza motivadora para él. Anastacius estaba convencido de que haría lo necesario para demostrarle sus sentimientos y conquistarla. Sabía que el camino no sería fácil, que enfrentaría obstáculos y desafíos, pero estaba decidido a no rendirse.
Finalmente, encontró un rincón apartado del jardín, donde las luces eran más suaves y las sombras ofrecían un refugio del bullicio de la fiesta. Allí, se permitió un momento de introspección, reflexionando sobre sus próximos pasos. La imagen de Damaris aparecía una y otra vez en su mente, reafirmando su determinación.
Anastacius estaba listo para enfrentar cualquier desafío que se presentara en su camino. Su resolución se había fortalecido, y sabía que no descansaría hasta ganar el favor de Damaris y demostrarle que podía ser más que un príncipe para ella. La noche aún tenía muchas horas por delante, y con cada momento, su convicción crecía más.
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Volviendo con Claude y Damaris, se encontraban en una animada conversación con un grupo selecto de nobles. La atmósfera era relajada pero cargada de expectativas, mientras discutían dónde sería su próxima reunión. Analizaban diferentes opciones y lugares que podrían proporcionar el ambiente adecuado para sus discusiones. La conversación fluía de manera natural, con aportaciones y sugerencias de todos los presentes, que asentían y debatían con entusiasmo.
Finalmente, acordaron la hora y el lugar, optando por un sitio que ofreciera privacidad y comodidad. Eligieron un salón discreto en una mansión cercana, conocido por su elegancia y por ser un refugio lejos de las miradas inquisitivas.
Tan pronto como cerraron el acuerdo, cambiaron hábilmente de tema para evitar ser descubiertos por el príncipe heredero, Anastacius. No querían atraer atención innecesaria ni levantar sospechas sobre la naturaleza de su encuentro futuro. La conversación se deslizó hacia asuntos más triviales y menos comprometidos, asegurándose de mantener una apariencia de casualidad y cordialidad. Los nobles comenzaron a hablar sobre sus últimas aventuras, intercambiando anécdotas y comentarios sobre la moda y las festividades locales.
Con la ceremonia llegando a su fin, la familia Williams se preparó para regresar a su residencia. Los carruajes fueron preparados con diligencia, los caballos relinchaban suavemente mientras se ajustaban los arneses. Tras las formalidades de despedida, con reverencias y palabras cordiales, emprendieron el camino de vuelta a casa. La jornada había sido larga y agotadora, llena de tensiones y momentos que requerían una cuidadosa gestión de sus emociones y comportamientos.
Durante el trayecto, Damaris observaba el paisaje pasar a través de la ventana del carruaje, sumida en sus pensamientos. Las luces del palacio se desvanecían lentamente en la distancia, y el sonido de las ruedas sobre el camino de piedra creaba un ritmo constante y tranquilizador. El rostro de Anastacius seguía presente en su mente, así como las intensas miradas que habían intercambiado.
Una vez que llegaron a su residencia, el cansancio acumulado se hizo evidente en sus rostros. Los sirvientes se apresuraron a recibirlos, ayudándolos a descender del carruaje y llevar sus pertenencias. Cada miembro de la familia se dirigió a sus respectivas habitaciones, buscando el refugio y la tranquilidad de su espacio personal.
Jessy y Annie, las damas de compañía de Damaris, la ayudaron a desvestirse y prepararse para descansar. Con movimientos precisos y cuidadosos, desabrocharon su vestido y soltaron su cabello, permitiéndole relajarse tras la agotadora jornada. Asegurándose de que estuviera cómoda y relajada, la arroparon en su cama, ajustando las mantas con delicadeza.
Damaris, ya en su habitación, reflexionó sobre los eventos del día. Sabía que las interacciones con Anastacius y Claude tendrían repercusiones y que tendría que estar preparada para lo que viniera. La incertidumbre y las intrigas de la corte la mantenían alerta, consciente de que cada acción y cada palabra podían tener consecuencias significativas.
Con esos pensamientos en mente, finalmente permitió que el sueño la venciera, descansando en la seguridad de su hogar. La calma de la noche envolvía la residencia de los Williams, brindando un merecido descanso tras un día lleno de desafíos y emociones intensas.
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Últimamente, mi agenda ha estado completamente ocupada con numerosos eventos sociales. Desde el cumpleaños del segundo príncipe, los rumores sobre mi posible relación con Anastacius han ganado fuerza y se han extendido rápidamente entre la nobleza. Cada reunión, baile y cena se convierte en un campo minado de susurros y miradas inquisitivas. Estos rumores han generado una constante inquietud en mi mente, creando un ambiente de tensión que es difícil de ignorar.
A pesar de mi molestia con estos rumores, he observado un efecto colateral inesperado pero beneficioso. A medida que la curiosidad y las especulaciones crecían, también lo hacía mi número de seguidores leales. Personas intrigadas por el misterio y la intriga que me rodeaban han decidido apoyarme y respaldar mis acciones. La notoriedad que los rumores me han otorgado ha fortalecido mi posición y ha atraído aliados que antes permanecían neutrales o incluso distantes.
Después de un largo día lleno de reuniones y conversaciones, suspiré exhausta. Sentía el peso de las responsabilidades y las expectativas sobre mis hombros. Cada evento social requería un despliegue de habilidades diplomáticas y una atención meticulosa a los detalles. Mientras me preparaba para un merecido descanso, mis pensamientos se dirigieron a Annie, mi dama de compañía.
Observé a Annie con un interés renovado, pensando en la información valiosa que tenía sobre su familia. Sabía que era el momento adecuado para avanzar con mis planes y utilizar esa información de manera estratégica. Mis interacciones con ella habían sido calculadas y cuidadosas, y ahora estaba lista para dar el siguiente paso.
— Annie, ¿Puedo pedirte conocer a tu hermano? -Pregunté, manteniendo mi mirada fija en ella-
Annie me miró atentamente, evaluando mi solicitud en silencio. Pude ver la cautela en sus ojos, sabiendo que cualquier solicitud de mi parte podía tener implicaciones importantes.
— Tengo que asignarle algunas tareas, así que dile que venga de inmediato. -Añadí con una sonrisa- He estado planeando esto desde hace un buen tiempo.
Annie asintió lentamente, procesando mis palabras. Después de un breve momento, hizo una ligera reverencia y se dirigió hacia la puerta para cumplir mi petición. Supe que tomaría algún tiempo, pero confiaba en que ella haría lo necesario para traer a su hermano.
Mientras esperaba, me acerqué a la ventana de mi habitación, observando las luces de la ciudad a lo lejos. Las sombras de la noche se extendían por el paisaje, y las estrellas brillaban en el cielo despejado. El suave murmullo de la actividad nocturna llegaba hasta mis oídos, proporcionando un telón de fondo tranquilo para mis pensamientos.
Mi mente estaba llena de planes y estrategias. La información que tenía sobre la familia de Annie era crucial para mis próximos movimientos. Sabía que su hermano podría ser un recurso valioso y estaba ansiosa por conocerlo y ver cómo podría colaborar en mis objetivos. Todo debía ser manejado con precisión y cuidado, asegurándome de mantener una fachada impecable mientras movía mis piezas en este complicado juego de poder.
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Me encontraba preparada para recibir a Andrew. Había anticipado su llegada con gran expectativa, consciente de la importancia que su papel podría tener en mis planes. Cuando fue presentado en el salón, me saludó con educación, inclinando ligeramente la cabeza en un gesto respetuoso y mostrando una postura adecuada. Sus modales impecables y su actitud profesional confirmaban que era la persona adecuada para lo que tenía en mente.
Aproveché la oportunidad para comentarle sobre mi negocio de azúcar. Este producto, considerado un lujo, ha sido monopolizado por la aristocracia durante años, lo que les ha permitido controlar todas las rutas de abastecimiento y obtener grandes beneficios. Le expliqué cómo el azúcar había sido acaparado por la nobleza, convirtiéndose en un símbolo de estatus y poder. Detallé mis planes para involucrarme en este comercio, resaltando que el manejo del azúcar es sencillo y ofrece grandes beneficios.
— Andrew, me alegra verte. Quería hablar contigo sobre mi negocio de azúcar. -Comencé, observando su reacción con atención-
Andrew asintió, mostrando interés en lo que tenía que decir.
— Claro, señorita Damaris, estoy a su disposición. ¿Qué tiene en mente? -Respondió con una expresión de curiosidad-
— El azúcar es un producto codiciado, su demanda supera con creces la oferta, lo que lo convierte en una mercancía extremadamente rentable. -Expliqué, manteniendo un tono serio- La aristocracia ha monopolizado las rutas de abastecimiento, controlando quién puede acceder a este lujo y quién no.
Andrew asintió, comprendiendo la magnitud del desafío.
— Entiendo, señorita. Pero, ¿Cómo planea romper ese monopolio? -Preguntó, sus ojos mostrando un destello de determinación-
— Pronto, la familia Pinonua comenzará a cortar los suministros de lujo, uno a uno. -Continué- Necesitamos anticiparnos a sus movimientos. Primero, debemos asegurarnos de tener una fuente confiable de azúcar. He estado en contacto con algunos productores en el extranjero que podrían proporcionarnos el suministro necesario.
— Eso suena prometedor. ¿Y qué pasa con la distribución? -Inquirió Andrew-
— Ahí es donde tú entras en juego -Respondí, esbozando una sonrisa- Necesitamos establecer una red de distribución eficiente y discreta. Podemos utilizar rutas menos conocidas y aprovechar contactos dentro y fuera del país. Además, ofreceremos incentivos atractivos a aquellos dispuestos a colaborar con nosotros.
Andrew asintió, mostrando su aprobación.
— Podemos utilizar los puertos más pequeños para evitar llamar la atención. -Sugirió- También sería prudente contar con el apoyo de algunos nobles influyentes para asegurarnos de que nuestras actividades no sean obstaculizadas.
— Exactamente. Debemos ser cautelosos y estratégicos. La clave es operar bajo el radar, al menos hasta que tengamos una posición sólida en el mercado. Una vez que logremos eso, podremos competir directamente con la aristocracia. -Expliqué-
— Entendido, señorita Damaris. Me aseguraré de contactar a nuestros aliados y poner en marcha los preparativos necesarios. -Dijo Andrew, con firmeza-
— Perfecto, Andrew. Sé que podemos lograrlo si trabajamos juntos. -Respondí, sintiendo una renovada confianza en nuestros planes-
Andrew se retiró para comenzar a trabajar en la red de distribución. Su figura desapareció por el pasillo mientras yo me quedaba en el salón, sumida en mis pensamientos. La habitación, adornada con elegantes cortinas y muebles de fina madera, estaba bañada por la suave luz de las lámparas, creando un ambiente propicio para la reflexión.
Mientras observaba las sombras danzantes en las paredes, mis pensamientos se centraban en los próximos pasos. Sabía que el éxito de nuestro emprendimiento no solo dependía de la calidad del azúcar y la eficiencia de nuestra distribución, sino también de nuestra capacidad para anticiparnos a los movimientos de la familia Pinonua.
Me dirigí hacia mi escritorio, donde un mapa del país estaba desplegado. Señalé con el dedo las rutas comerciales que habíamos identificado como potenciales. Necesitábamos asegurarnos de que nuestro suministro de azúcar llegara a tiempo y sin contratiempos. Cada punto en el mapa representaba un puerto, una ciudad o un contacto clave que podría facilitarnos la entrada de la mercancía sin atraer demasiada atención.
Tomé nota de los aliados que habíamos asegurado, aquellos nobles influyentes que estaban dispuestos a apoyarnos en este proyecto. Su respaldo era crucial, ya que nos permitiría operar con una mayor libertad y reducir el riesgo de ser interceptados por la familia Pinonua.
Mientras revisaba los detalles, una idea comenzó a tomar forma en mi mente. Podríamos utilizar los contactos que teníamos en el extranjero para recibir información privilegiada sobre los movimientos de la familia Pinonua. Tener acceso a esa información nos daría una ventaja significativa y nos permitiría adelantarnos a cualquier intento de sabotaje.
— (Debo sacar provecho del azúcar) -Pensé, mientras trazaba mentalmente los próximos pasos. Sabía que el camino sería desafiante, pero estaba decidida a lograr nuestro objetivo-
Con el plan tomando forma y la determinación renovada, me sentí lista para enfrentar los desafíos que se avecinaban. Sabía que con una estrategia bien pensada y aliados confiables, podríamos establecer nuestra posición en el mercado del azúcar y competir con la aristocracia.
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Pasaron algunos días y recibí noticias alentadoras de Andrew. Durante ese tiempo, no dejó de trabajar con diligencia y astucia para avanzar en nuestro proyecto. Finalmente, llegó el día en que Andrew entró en mi despacho con una expresión de satisfacción en su rostro. Sabía que traía buenas noticias.
Andrew había logrado establecer un trato con mis productores de azúcar del extranjero. Gracias a su habilidad para negociar y su conocimiento del mercado, había conseguido acuerdos favorables con estos productores, asegurando un suministro constante y de alta calidad. Esto era un paso crucial para garantizar que nuestro negocio no solo tuviera éxito, sino que también pudiera competir con las rutas de abastecimiento de la aristocracia.
Además, Andrew había conseguido el apoyo de algunos nobles influyentes. Estos nobles, atraídos por la perspectiva de diversificar sus inversiones y aprovechar una oportunidad lucrativa, estaban dispuestos a colaborar en nuestro proyecto. Su respaldo no solo proporcionaba los recursos necesarios para expandir nuestro negocio, sino que también ofrecía una capa adicional de protección contra posibles represalias de la familia Pinonua.
Con estos avances, sentí una renovada confianza en nuestros planes. La combinación de alianzas estratégicas y un suministro confiable de azúcar nos colocaba en una posición sólida para competir en el mercado de lujo. Sabía que aún quedaban desafíos por delante, pero con Andrew a mi lado y el apoyo de nuestros nuevos aliados, estábamos preparados para enfrentarlos y prosperar.
— Señorita Damaris, todo está listo. Hemos asegurado una fuente confiable de azúcar y establecido una red de distribución eficiente. -Informó Andrew-
— Excelente trabajo, Andrew. Estoy impresionada con lo rápido que has logrado todo esto. -Respondí, genuinamente satisfecha con su desempeño-
— Gracias, señorita Damaris. ¿Cuál es el siguiente paso? -Preguntó, ansioso por seguir adelante-
— Ahora debemos asegurarnos de que nuestros productos lleguen a los mercados sin ser detectados por la familia Pinonua. También necesitamos promocionar el azúcar como un lujo accesible, para atraer a aquellos que buscan una alternativa a los monopolios aristocráticos. -Expliqué-
— Podemos organizar eventos discretos para presentar el azúcar a la nobleza y demostrar sus beneficios. Además, podríamos usar intermediarios para evitar levantar sospechas. -Sugirió Andrew-
— Me parece una excelente idea. También deberíamos considerar el uso de propaganda sutil para resaltar la superioridad de nuestro producto sobre el de la familia Pinonua. -Agregué-
— Estoy de acuerdo. Haré los arreglos necesarios para los eventos y la propaganda. -Respondió Andrew con determinación-
Con todo en marcha, me sentí segura de que estábamos en el camino correcto. La combinación de estrategia, discreción y alianzas clave nos brindaba una sólida ventaja en nuestro plan. Cada decisión había sido cuidadosamente calculada, cada movimiento planeado con precisión. La estrategia que habíamos adoptado se basaba en anticiparnos a los movimientos de nuestros competidores y asegurarnos de que nuestras acciones fueran invisibles a sus ojos hasta que estuviéramos listos para competir directamente.
La discreción era un componente crucial. Nos movíamos con sigilo, utilizando rutas menos conocidas y evitando llamar la atención. El éxito dependía de nuestra habilidad para operar bajo el radar, al menos hasta que tuviéramos una posición firme en el mercado. Las reuniones se realizaban en lugares privados y nuestras comunicaciones eran llevadas a cabo con la máxima cautela.
Las alianzas clave que Andrew había asegurado con nobles influyentes no solo nos proporcionaban los recursos necesarios, sino que también nos ofrecían una capa de protección. Estas alianzas fortalecían nuestra posición y nos permitían operar con mayor libertad, sabiendo que contábamos con el respaldo de figuras poderosas en la nobleza.
A medida que avanzábamos, era consciente de que no sería fácil. Los desafíos eran inevitables y los obstáculos, numerosos. La familia Pinonua no se quedaría de brazos cruzados mientras perturbábamos su dominio en el mercado de lujo. Sin embargo, mi determinación era inquebrantable. Sabía que esta era una oportunidad única, y estaba decidida a aprovecharla al máximo.
Cada paso que dábamos nos acercaba más a nuestro objetivo. Con una planificación meticulosa, la colaboración de aliados estratégicos y una ejecución impecable, estaba convencida de que lograríamos establecer nuestra posición en el mercado de lujo y competir con los monopolios existentes. La misión era clara, y la visión, compartida. Nos dirigíamos hacia un futuro prometedor, y no permitiría que nada nos detuviera.
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La fecha acordada con los demás nobles y el segundo príncipe Claude en su fiesta de cumpleaños se aproximaba rápidamente. La anticipación se podía sentir en el aire, y todos los asistentes estaban preparados para una reunión de gran importancia. Sabía que este encuentro sería crucial para discutir los problemas que aquejaban a la nobleza y buscar soluciones viables.
Cuando llegó el día, me presenté puntual en un lugar secreto en la capital. Las grandes puertas se abrieron para recibir a los nobles que, como yo, habían sido convocados. El salón donde nos reuniríamos estaba elegantemente decorado, con candelabros que iluminaban la estancia y un mobiliario de lujo que reflejaba la opulencia de nuestra clase. Los ventanales permitían la entrada de luz natural, creando un ambiente solemne pero acogedor.
Al entrar, fui recibida por el príncipe Claude, quien me saludó con una inclinación de cabeza y una sonrisa cordial.
— Damaris, me alegra verte. Por favor, siéntate. -Dijo, señalando uno de los asientos cercanos-
A medida que los demás nobles llegaban, tomaban sus lugares alrededor de la gran mesa que dominaba el centro del salón. La mesa, hecha de madera oscura y exquisitamente tallada, simbolizaba la riqueza y el poder de la nobleza reunida. El ambiente estaba cargado de una mezcla de anticipación y tensión, mientras los murmullos de conversaciones privadas llenaban el aire. Los nobles intercambiaban comentarios en voz baja, algunos con expresiones preocupadas, otros con miradas de determinación.
Las sillas alrededor de la mesa se fueron ocupando poco a poco, cada noble tomando su lugar con una ceremonia silenciosa. La disposición de los asientos reflejaba la jerarquía de la nobleza, con los más influyentes sentados más cerca del príncipe Claude. A medida que el salón se llenaba, las conversaciones se fueron apagando gradualmente, hasta que solo quedó un silencio expectante.
El príncipe Claude, vestido con una túnica real que reflejaba su posición, se levantó de su asiento al final de la mesa. Su presencia imponente y su porte regio capturaron la atención de todos los presentes. Con un gesto tranquilo, pidió silencio, y los murmullos restantes se desvanecieron por completo.
— Damas y caballeros, les agradezco su presencia. -Comenzó Claude, su voz firme y autoritaria resonando en el salón- Hemos sido convocados para debatir sobre los problemas que enfrenta nuestra nobleza y buscar soluciones que beneficien a todos.
Los nobles se inclinaron ligeramente hacia adelante, atentos a cada palabra del príncipe. La importancia del momento no se les escapaba, y sabían que las decisiones que se tomarían en esa reunión tendrían un impacto significativo en el futuro de la nobleza.
El escolta de Claude, un hombre de aspecto severo y postura recta, se adelantó para tomar la palabra a continuación. Su semblante reflejaba la seriedad de la situación, y su voz, aunque calmada, transmitía una sensación de urgencia.
— Si la situación continúa por medio año más, cinco familias aristocráticas caerán en la bancarrota. -Dijo, sus ojos recorriendo la sala- Estoy seguro de que la baja nobleza pagará por la aristocracia.
La declaración del escolta hizo que algunos nobles intercambiaran miradas preocupadas. La gravedad de la situación era evidente, y las discusiones que seguirían serían cruciales para encontrar una solución viable. Con el príncipe Claude guiando la reunión y el escolta proporcionando la información necesaria, el debate estaba listo para comenzar.
— (Como se esperaba... Será interesante ver quién saldrá perjudicado en lugar de quién hizo esto. ¿Acaso estaremos lidiando con una nueva perspectiva?) -Pensé curiosa-
Esa pregunta pasó por mi cabeza, pero me limité a mantenerme en silencio y escuchar cuidadosamente las palabras de los demás. Me sorprendieron algunas de las propuestas que se discutieron.
— ¿Qué pasó? El segundo príncipe no tenía la intención de vender el casino... -Exclamé-
— Creo que deberías haber considerado que no vendería el casino. -Respondió alguien con una expresión seria-
— Es verdad. -Dije, sonriendo incómodamente-
—¿Por qué? -Preguntó Claude, fijando sus orbes celestes en mí-
— (¡¿No lo vendieron en el pasado?!) -Pensé-
Según tenía entendido, en mi vida anterior Claude vendió el casino y fue duramente criticado. A esto se sumó la escandalosa ruptura de sus compromisos con Lady Judith.
— Entonces, se lo compró a Lupre y ahora lo está vendiendo de inmediato. ¿A nadie le parece extraño? -Expliqué-
—Por el contrario, solo lo adquirí para poder investigarlo. -Respondió Claude, sin dejar de mirarme- ¿Qué piensas de la venta? ¿Crees que se lo vendió a la persona adecuada?
Me quedé en silencio, reflexionando sobre lo que acababa de descubrir. Me di cuenta de quién era la persona adecuada a la que se refería y respondí.
— ¿Cómo dijiste? Este movimiento es en contra de la aristocracia. -Dije, manteniendo mi serenidad- Acabas de mencionar que la persona correcta fue elegida y, en esta situación, administrará el casino debido a su propio mérito. Mientras tanto, es solo cuestión de tiempo antes de que ocurra el accidente. Intentará resistir ante la aristocracia mientras tanto.
Claude asintió, reconociendo la lógica de mi respuesta, lo que infundió una renovada energía en la discusión. Los nobles, sintiendo la importancia del momento, comenzaron a debatir con mayor intensidad y pasión. Cada palabra y cada propuesta eran examinadas meticulosamente, conscientes de que no había margen para errores.
La sala estaba llena de una tensión palpable mientras las ideas y estrategias se intercambiaban a un ritmo vertiginoso. Algunos nobles sugerían alianzas comerciales, mientras que otros proponían reformas estructurales para fortalecer la economía de la nobleza. La voz de cada participante resonaba en la amplia estancia, creando una sinfonía de opiniones diversas y, a veces, conflictivas.
Claude, manteniendo su postura autoritaria, intervenía ocasionalmente para guiar la conversación y asegurarse de que se mantuviera enfocada en los objetivos principales. Su liderazgo era evidente, y su habilidad para sintetizar y evaluar rápidamente las propuestas de los nobles mantenía la discusión en un curso productivo.
Sabía que nuestras decisiones en ese salón definirían el futuro de nuestras familias y nuestro lugar en la nobleza. El peso de la responsabilidad era grande, y cada uno de nosotros comprendía las implicaciones de nuestras acciones. La presión de preservar nuestras fortunas y prestigios personales se mezclaba con la necesidad de proteger y fortalecer la estructura de la nobleza como un todo.
El debate continuó por varias horas, y a medida que avanzábamos, se hizo evidente que había una creciente convergencia de ideas. Se empezaron a formar alianzas y compromisos que antes parecían improbables. La combinación de diferentes perspectivas y experiencias enriquecía la conversación, y poco a poco comenzamos a delinear un plan de acción coherente y viable.
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❨ Después de un rato. ❩
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Una vez que terminó la reunión, salí de la habitación, sintiendo el alivio de haber concluido un debate tan intenso. Caminé por los pasillos decorados del palacio, escuchando el eco de mis pasos en el suelo de mármol. Las luces de las antorchas iluminaban mi camino mientras avanzaba hacia la salida, dejando atrás el bullicio de las conversaciones y risas que llenaban el ambiente.
A medida que me acercaba a la puerta principal, mi mente aún estaba ocupada procesando los temas discutidos y las decisiones tomadas. Estaba a punto de cruzar el umbral y dirigirme a mis carruajes cuando, repentinamente, una voz familiar me detuvo.
— Lady Damaris. -Llamó el segundo príncipe Claude, su tono inconfundible resonando en el aire-
Me giré rápidamente, reconociendo su figura imponente. Claude estaba de pie, su porte majestuoso y su expresión serena transmitían autoridad. Hice una reverencia ante su presencia, bajando la cabeza y doblando ligeramente las rodillas, con una mezcla de sorpresa y respeto. Mi corazón latía con fuerza mientras me esforzaba por mantener la compostura frente a él.
— Oh, segundo príncipe. -Dije, tratando de mantener la compostura-
Claude me miró con una expresión imperturbable, su rostro de poker no revelaba sus pensamientos. Sus ojos, tan azules como el océano en un día claro, mantenían un brillo enigmático que hacía difícil adivinar sus intenciones. Sus facciones, perfectamente esculpidas, permanecían serenas y controladas, proyectando una calma que contrastaba con la intensidad de la situación. La leve inclinación de su cabeza y la firmeza en su postura mostraban su dominio absoluto sobre sus emociones y pensamientos. Frente a él, sentía que cada palabra y gesto estaban cuidadosamente calculados, como piezas en un juego de ajedrez en el que Claude siempre llevaba la delantera.
No
— Estuvo increíble el día de hoy. -Dijo con voz firme-
Su comentario inesperado me tomó por sorpresa, y una ola de nerviosismo me invadió.
— Oh, ya veo... es halagador, gracias... Príncipe Claude. -Respondí, tratando de ocultar mi nerviosismo-
Claude, sin perder su calma habitual, continuó.
— La señorita debe saber que no miento. -Aclaró, su tono tranquilo y seguro.ñ-
— Claro. -Respondí, asintiendo, aún intentando procesar sus palabras-
Después de intercambiar unas últimas palabras de cortesía, Claude se despidió con una ligera inclinación de cabeza y una sonrisa enigmática. Observé mientras se alejaba, su figura desapareciendo entre los pasillos del palacio. La elegancia de su caminar y la firmeza de su postura reflejaban la autoridad que siempre llevaba consigo.
Yo, por mi parte, me dirigí a mi carruaje para regresar a casa. Los sirvientes ya estaban esperando, y uno de ellos abrió la puerta del carruaje con un gesto respetuoso. Mientras subía al carruaje, no pude evitar que las palabras de Claude siguieran resonando en mi mente, como un eco persistente. La manera en que había hablado, sus insinuaciones y la seriedad en su mirada me dejaron con muchas preguntas sin respuesta.
Me acomodé en el asiento acolchado del carruaje, sintiendo el balanceo suave mientras los caballos comenzaban a moverse. Las luces del palacio se desvanecían lentamente en la distancia, y el ruido del bullicio de la corte se fue apagando, reemplazado por el sonido rítmico de las ruedas sobre el camino empedrado.
Miré por la ventana, viendo cómo la noche se adueñaba del paisaje y las estrellas comenzaban a brillar en el cielo. Mientras viajaba de regreso a mi residencia, reflexionaba sobre lo que Claude me había comentado. Sabía que sus palabras tenían un significado más profundo, y estaba decidida a desentrañarlo. La enigmática naturaleza de nuestra conversación me dejó intrigada, y no podía sacudir la sensación de que había algo más que debía entender.
El viaje de regreso me permitió ordenar mis pensamientos y planear mis próximos movimientos. Sabía que debía mantenerme alerta y preparada para cualquier eventualidad. La conexión con Claude, y lo que él sabía, podría ser crucial para los desafíos que se avecinaban.
— (¿Qué quiso decir con eso?) -Pensé, sumida en mis reflexiones. Al principio de la reunión, Claude no había mencionado nada sobre sus verdaderas intenciones, y ahora me encontraba analizando cada detalle de nuestra conversación-
El viaje de regreso a casa fue tranquilo, el suave balanceo del carruaje y el sonido rítmico de los cascos de los caballos proporcionaban un telón de fondo calmante. Las calles del palacio se desvanecían lentamente en la distancia mientras nos adentrábamos en la tranquilidad de la noche. Sin embargo, a pesar de la serenidad del entorno, mi mente no dejaba de darle vueltas a lo que había ocurrido durante la reunión.
El enigmático comentario de Claude se repetía una y otra vez en mi mente. Su tono de voz, su mirada, la elección cuidadosa de sus palabras, todo parecía estar cargado de un significado más profundo que no podía descifrar en ese momento. Sabía que Claude no era alguien que hablara sin un propósito claro, y estaba decidida a descubrir qué se escondía detrás de su enigmática declaración.
Mientras el carruaje avanzaba, observaba las luces de la ciudad a través de la ventana, intentando organizar mis pensamientos. Me preguntaba si Claude estaba intentando enviarme una señal o si había algo que necesitaba investigar más a fondo. Cada detalle de nuestra conversación se volvía relevante y merecedor de análisis.
La frialdad de la noche no hacía más que acentuar mi determinación. Sabía que, para comprender completamente las intenciones de Claude, debía estar atenta y vigilante. Sus palabras podían ser la clave para desentrañar un entramado más amplio de intrigas y estrategias dentro de la corte.
Cuando finalmente llegué a casa y bajé del carruaje, supe que no podía dejar pasar lo ocurrido. Estaba decidida a investigar, a buscar respuestas y a estar preparada para cualquier desafío que pudiera surgir. La enigmática naturaleza de nuestro encuentro se convertiría en el impulso para seguir adelante y descubrir la verdad que se escondía detrás de las palabras de Claude.
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— - 🌷 - To be continue. . . ୭
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