━━「 𝗖𝗔𝗣𝗜𝗧𝗨𝗟𝗢 𝟭𝟱」━━







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Después de algunas semanas, Damaris recibió una nueva sirvienta por parte de Simone, su media hermana, a quien siempre había tenido resentimientos profundos. La joven, llamada Bárbara, fue enviada para asistir en las labores del hogar, pero desde su llegada, Damaris notó que Bárbara mostraba un desempeño mediocre. Sus habilidades no mejoraban, a pesar de los esfuerzos iniciales por guiarla.

Damaris pronto sospechó que Bárbara no solo era incompetente, sino que también podría tener otras intenciones. Su conexión con Simone, conocida por su enemistad hacia Damaris, no pasaba desapercibida. Decidida a abordar la situación, Damaris organizó una reunión privada con Bárbara. La joven sirvienta entró en la habitación con una expresión desafiante, consciente de que estaba a punto de enfrentarse a una reprimenda.

— Bárbara, quiero hablar contigo sobre tu desempeño. -Dijo Damaris con un tono firme- He notado que tu trabajo no ha sido satisfactorio. Necesitamos asegurarnos de que cumples con los estándares que se esperan aquí.

Bárbara bajó la cabeza, asintiendo con desdén.

— Lo siento, mi señora. -Respondió ella, su voz impregnada de ironía- Haré todo lo posible por mejorar.

Reconociendo la necesidad de un enfoque más severo, Damaris decidió pedir exclusivamente a sus damas de compañía, Jessy y Annie, que la ayudaran a tratar con Bárbara. Ambas mujeres, experimentadas y leales, sabían cómo manejar al personal problemático.

— Jessy, Annie, necesito vuestra ayuda para asegurarme de que Bárbara reciba la formación adecuada. -Ordenó Damaris-

— Por supuesto, mi señora. -Respondió Annie con una sonrisa tranquilizadora- Nos encargaremos de que Bárbara mejore sus habilidades.

Sin embargo, a medida que pasaban los días, se hizo evidente que Bárbara no tenía intención alguna de mejorar su desempeño. Sus errores y falta de voluntad eran constantes. Jessy y Annie, frustradas con la situación, comenzaron a utilizar métodos de corrección más severos, aplicando castigos para intentar disciplinarla.

Un día, Damaris encontró a Bárbara en la cocina, con una expresión de dolor y resentimiento en su rostro. Annie y Jessy estaban cerca, observando con atención.

— Bárbara, parece que no has aprendido nada desde tu llegada. -Dijo Damaris, sus ojos destellando con determinación- Mi paciencia tiene un límite.

Bárbara, con los ojos llenos de ira, murmuró algo inaudible. Damaris sabía que Simone había enviado a Bárbara para desestabilizar su hogar y no podía permitirlo. Decidió que la situación requería una vigilancia aún más estricta.

Por otro lado, se acercó el día de la esperada reunión. Damaris, preparada y resuelta, se dirigió a la zona específica donde se llevaría a cabo. Al llegar, fue recibida por un grupo de hombres de la aristocracia que la acogieron con entusiasmo. Habían oído hablar de su inteligencia y habilidad para asesorar a su padre, el Duque George, y estaban interesados en escuchar sus opiniones y propuestas.

Después de las presentaciones formales, se sentaron alrededor de una mesa en una sala elegantemente decorada, preparada para el debate. La atmósfera estaba cargada de anticipación y seriedad. Los temas a tratar eran de gran importancia, y el destino del casino era uno de los puntos principales en la agenda.

Damaris, tomando asiento junto a los demás, sintió la mirada atenta de los hombres sobre ella. Sabía que su presencia en esa reunión no era común y que sus palabras serían escuchadas con atención. Con determinación, empezó a participar en la discusión, ofreciendo sus perspectivas y argumentos de manera clara y concisa. La reunión se prolongó durante varias horas, y Damaris demostró su valía una y otra vez, ganándose el respeto y la admiración de todos los presentes.

Al final del día, Damaris se marchó con la sensación de haber cumplido con su deber y con la certeza de que sus contribuciones habían sido valiosas. Sabía que aún había muchos desafíos por delante, pero estaba preparada para enfrentarlos con la misma determinación y coraje que había demostrado en esa reunión.
























❨ Una hora más tarde. ❩
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El encuentro había concluido con éxito, y Damaris se sentía satisfecha con el desarrollo de la reunión. Había demostrado su valía y se sentía orgullosa de haber ganado el respeto de los presentes. Con una ligera sonrisa en sus labios, comenzó a recoger sus pertenencias, organizando cuidadosamente sus papeles y objetos personales. Cada documento y pluma fue colocado con esmero en su bolso, reflejando su atención al detalle y su dedicación al trabajo bien hecho. Se tomó un momento para mirar alrededor de la sala, apreciando la atmósfera de logro que impregnaba el lugar.

Estaba lista para marcharse de la habitación cuando una voz familiar resonó a sus espaldas, deteniéndola en seco. El sonido de aquella voz, inconfundible y cargada de una mezcla de autoridad y calidez, hizo que su corazón latiera un poco más rápido.

— Señorita Damaris, ¿Podría tener un momento más de su tiempo? -Dijo la voz-

Giró lentamente sobre sus talones, con una mezcla de sorpresa y curiosidad pintada en su rostro. Al alzar la vista, se encontró con la figura del Príncipe Claude, quien se encontraba de pie a poca distancia, observándola con una expresión serena y un destello de interés en sus ojos. La luz del atardecer que se filtraba por las ventanas realzaba sus rasgos, dándole un aire aún más majestuoso. El juego de sombras y luces sobre su figura lo hacía parecer casi etéreo, un príncipe salido de las historias más románticas.

Sus palabras la sorprendieron, añadiendo un giro inesperado a la tarde que había transcurrido hasta ese momento. La formalidad de la reunión se disolvió en el instante en que sus miradas se encontraron, y Damaris sintió un ligero estremecimiento recorrer su espalda.

— Príncipe Claude, por supuesto. -Respondió ella, tratando de mantener la compostura mientras su corazón latía con fuerza-

Claude dio un paso adelante, cerrando la distancia entre ellos.

— ¿Qué te pareció este encuentro, señorita Damaris? -Preguntó tranquilamente el príncipe, su voz suave y envolvente.

— Estuvo entretenido, príncipe. -Respondió ella, esbozando una ligera sonrisa-

— Me alegra que te haya parecido interesante. También espero que sigas asistiendo a nuestras reuniones. -Mencionó con seriedad, sus ojos fijos en los de ella-

— Claro. -Contestó Damaris con entusiasmo- Aunque, no comprendo por qué me invitaste.

— Como lo he mencionado antes... -Dijo el príncipe, acercándose y tocando suavemente su hombro- Estoy muy interesado en tu inteligencia. -Sonrió ligeramente, retirando su mano con elegancia-

— ¿Eh? -Damaris se sorprendió, y sus mejillas se sonrojaron levemente- (¡¿Por qué eres tan diferente ahora?!) -Pensó, frunciendo las cejas y volteándose- ¡Bueno... debo irme!

— Está bien. -Respondió el príncipe, volviendo a su expresión cotidiana- Nos vemos, señorita Damaris, y espero que puedas asistir a mi fiesta de cumpleaños.

— Oh, bueno... deberé ir de igual forma. -Dijo Damaris, sonriendo y haciendo una reverencia- Nos vemos, Príncipe Claude.

Damaris salió de la sala, con el eco de las palabras del príncipe resonando en su mente. Cada frase que Claude había pronunciado, cada gesto que había hecho, se repetían en su cabeza una y otra vez. Sentía una mezcla de confusión y curiosidad, intentando descifrar el verdadero significado detrás de sus palabras y gestos. ¿Por qué había mostrado tanto interés en ella? ¿Qué pretendía con esas palabras tan amables y esa cercanía inesperada?

El viaje de regreso a la residencia de la familia Williams pasó en un suspiro. Los paisajes familiares que solían reconfortarla apenas captaron su atención. Su mente estaba ocupada, analizando cada detalle del encuentro con el príncipe. Sentía que había algo más allá de lo evidente, algo que debía descubrir.

Al llegar a la residencia, el cochero detuvo el carruaje suavemente. Damaris bajó del vehículo, agradeciendo al cochero con una ligera inclinación de cabeza. Sus damas de compañía, Jessy y Annie, la siguieron de cerca, notando la expresión pensativa de su señora. Subió las escaleras con pasos decididos, aunque su mente seguía inmersa en el torbellino de pensamientos.

Al llegar a sus aposentos, cerró la puerta detrás de ella, buscando un momento de calma. El ambiente familiar de su habitación la recibió, lleno de libros y papeles esparcidos sobre su escritorio. Se dirigió al escritorio y se sentó, dispuesta a retomar sus estudios. Sin embargo, su mente seguía volviendo al enigma que era el Príncipe Claude.

Con un suspiro profundo, Damaris abrió uno de sus libros, tratando de concentrarse en la lectura. Pero las palabras en la página parecían perder sentido, reemplazadas por las imágenes del príncipe y sus expresiones enigmáticas. Su mente viajaba una y otra vez a la sala donde habían tenido aquella conversación.

Mientras intentaba disipar sus pensamientos, no podía evitar preguntarse qué le depararía el futuro. Las palabras del príncipe insinuaban un interés genuino en sus capacidades e inteligencia, pero también despertaban una serie de incertidumbres. Damaris sabía que tenía que mantener la calma y concentrarse en sus objetivos, pero el misterio alrededor de Claude y su inesperada atención seguían fascinándola.

Esa noche, mientras la luna se alzaba en el cielo, Damaris se prometió a sí misma que descubriría las verdaderas intenciones del príncipe. Y con esa resolución, se dispuso a enfrentar los desafíos del mañana con una renovada determinación.
























❨ Unos días más tarde. ❩
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Recibieron la invitación para asistir a la fiesta de cumpleaños del segundo príncipe de Obelia, y estaba claramente establecido que debían presentarse. La etiqueta y las expectativas sociales no dejaban lugar para excusas, por lo que comenzaron a prepararse con antelación. Damaris y su familia sabían que la celebración sería un evento importante, con la asistencia de las familias más nobles del imperio, y querían asegurarse de estar a la altura.

Los preparativos fueron exhaustivos. Damaris, junto con sus damas de compañía, Jessy y Annie, eligieron cuidadosamente sus atuendos, buscando los vestidos más elegantes y sofisticados. Damaris optó por un vestido de seda azul que resaltaba su figura y su porte noble, complementado con joyas discretas pero deslumbrantes. Jessy y Annie trabajaron diligentemente para que todo estuviera perfecto, desde el peinado hasta los pequeños detalles de maquillaje.

Cuando llegó el día de la celebración, una emoción contenida se apoderó de la casa. Los carruajes lujosos de las familias nobles desfilaron hacia el palacio, donde la entrada estaba decorada con flores y luces, creando una atmósfera de magia y opulencia. Al llegar, Damaris y su familia descendieron del carruaje con elegancia, y se dirigieron hacia la entrada principal del palacio.

Sin embargo, la atmósfera cambió en el momento en que la familia del duque hizo su entrada. Como era costumbre, Damaris llamó la atención de ambos príncipes, Anastacius y Claude. Su presencia era magnética, y su belleza y elegancia la hacían destacar en cualquier reunión.

Anastacius y Claude, desconcertados por su atracción hacia ella, comenzaron a seguirla con la mirada. George, el padre de Damaris, notó la situación y decidió intervenir para proteger a su hija de la atención indeseada. Con una sonrisa discreta y una ligera inclinación de cabeza, se acercó a Damaris y le susurró al oído, sugiriendo que se retiraran a un lugar más tranquilo.

George ayudó a Damaris a esconderse discretamente, llevándola a uno de los balcones del palacio. El balcón, decorado con plantas trepadoras y flores fragantes, ofrecía una vista espectacular del jardín iluminado. Desde allí, Damaris podía observar la fiesta sin ser vista, permitiéndose un respiro lejos de las miradas inquisitivas.

Claude, mientras tanto, también había comenzado a buscar a Damaris. Su curiosidad y el interés que sentía por ella lo impulsaron a explorar el palacio. Sabía que su presencia en la fiesta no era casual, y deseaba comprender mejor sus intenciones y pensamientos. Sin embargo, justo cuando estaba a punto de salir al jardín en su búsqueda, una mano firme se posó en su brazo, deteniéndolo en seco.

Penélope Judith, su prometida, lo miraba con una expresión decidida y un brillo posesivo en sus ojos. Era bien conocida por su carácter dominante y su tendencia a no permitir que nadie, ni siquiera Claude, actuara sin su consentimiento.

— Claude, ¿Dónde crees que vas? -Preguntó Penélope, su voz fría y autoritaria-

— Penélope, estoy... -Comenzó Claude, pero ella lo interrumpió.

— No me importa lo que estés haciendo. Es nuestra obligación social bailar juntos en esta fiesta, y no voy a permitir que me dejes sola. -Dijo ella, tirando de su brazo con fuerza-

Claude, aunque frustrado por la interrupción, no tuvo más remedio que cumplir con las demandas de su prometida. Con un suspiro resignado, asintió y la acompañó a la pista de baile. La música suave y melodiosa llenaba el salón, y las parejas giraban elegantemente bajo las luces brillantes.

Penélope apoyó una mano en el hombro de Claude y la otra en su mano, guiándolo al compás de la música. Sin embargo, la frialdad entre ellos era palpable. No había calidez en sus miradas ni en sus gestos.

— ¿Por qué estás tan distante, Claude? -Preguntó Penélope, su voz cortante-

— Simplemente estoy cumpliendo con mi deber. -Respondió Claude, tratando de mantener un tono neutral-

— ¿Tu deber? ¿Eso es todo lo que represento para ti? -Replicó ella, con un tono frio-

— Penélope, sabes que esta alianza es más por conveniencia que por amor. -Respondió Claude, con franqueza pero sin intención de lastimarla-

Penélope apretó los labios, su expresión se endureció.

— Siempre tan pragmático, Claude. A veces desearía que mostraras un poco más de pasión, aunque fuera por conveniencia. -Dijo ella, con un destello de amargura en su voz-

Claude no respondió de inmediato. Sus pensamientos seguían centrados en Damaris y en lo que podría estar haciendo en ese momento. La idea de Penélope como su prometida era un peso que había aceptado por deber, pero no podía evitar sentir una creciente insatisfacción.

— Bailamos porque es lo que se espera de nosotros, Penélope. Nada más, nada menos. -Respondió finalmente, con una frialdad que reflejaba la distancia emocional entre ellos-

La música continuó, pero la atmósfera entre ellos estaba marcada por una tensión palpable. Penélope, aunque molesta, decidió mantener las apariencias y continuó bailando con elegancia.

Claude, por su parte, contaba los minutos, esperando que el baile concluyera para poder retomar su búsqueda de Damaris. Sabía que el encuentro con ella podría ofrecerle algo que estaba buscando, algo que su relación con Penélope nunca podría darle.

Mientras tanto, Anastacius, no perdió tiempo en su búsqueda. Determinado a encontrar a Damaris, recorrió los pasillos del palacio, cada vez más intrigado por su ausencia. Finalmente, su persistencia lo llevó al balcón donde Damaris se había escondido.

















































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El ambiente en el balcón era tranquilo, con la brisa nocturna acariciando mi rostro y el suave murmullo de la fiesta filtrándose desde el interior del palacio. Me permití un momento de calma, observando las luces del jardín que titilaban como estrellas en la oscuridad. Pero mi paz fue interrumpida cuando escuché una voz familiar a mis espaldas.

— Con que aquí estabas. -Dijo Anastacius, acercándose con una sonrisa juguetona-

Me giré, sorprendida al verlo entrar al balcón. Su presencia imponente llenó el espacio, y sus ojos brillaban con un interés que me hizo sentir un leve escalofrío.

— ¿Eh? -Respondí, intentando mantener la compostura- Un saludo al príncipe heredero de Obelia.

— Un placer volver a verla, señorita Damaris. -Sonrió coquetamente y se acercó aún más-

Sentí mi corazón latir con fuerza mientras trataba de mantener una expresión serena. Sabía que debía ser cuidadosa en mis palabras y acciones.

— Ya veo, no me sorprende. -Sonreí incómoda, intentando mantenerme calmada-

Anastacius comenzó a conversar de manera natural, pero había un tono de coquetería en su voz que era inconfundible. Se acercaba cada vez más, sus movimientos eran fluidos y seguros. Intenté desviar la conversación hacia temas más formales, pero él siempre encontraba la manera de volver a los halagos y cumplidos.

— Debo admitir, señorita Damaris, que su presencia ilumina cualquier lugar al que va. -Dijo, sus ojos fijos en los míos-

— Le agradezco sus palabras, príncipe, pero debemos recordar que somos personas de alto rango y debemos mantener los límites adecuados. -Respondí, tratando de establecer distancia-

— Entiendo perfectamente, pero no puedo evitar sentirme atraído por su elegancia y gracia. -Replicó él, acercándose aún más-

Me sentí cada vez más acorralada, el borde del balcón presionando contra mi espalda. Anastacius era encantador, pero su cercanía me hacía sentir incómoda. Intenté retroceder, pero no había a dónde ir.

— Príncipe Anastacius, por favor... debemos mantener las apariencias. -Dije, mi voz temblando ligeramente-

— No se preocupe, señorita Damaris. Solo estoy disfrutando de una conversación agradable con una dama encantadora. -Dijo, su tono era suave, pero su mirada intensa-

Finalmente, Anastacius se acercó tanto que podía sentir su aliento en mi piel. Me quedé inmóvil, mi mente buscando una manera de salir de esa situación sin causar un escándalo. Sus ojos, brillantes y fijos en los míos, reflejaban una mezcla de deseo y determinación. Sabía que Anastacius tenía intenciones de conquistarme, y su presencia dominante lo dejaba claro.

— Señorita Damaris. -Dijo, su voz baja y envolvente- Desde la primera vez que la vi, no he podido dejar de pensar en usted. Su inteligencia, su gracia, su belleza... todo en usted me cautiva profundamente.

Mis mejillas se sonrojaron, y traté de mantener la compostura mientras sus palabras resonaban en mi mente. Sentía una mezcla de halago e incomodidad, y sabía que debía ser firme para mantener los límites adecuados.

— Príncipe Anastacius, sus palabras son muy amables, pero debo insistir en que mantengamos las apariencias y el decoro. -Respondí, tratando de alejarme ligeramente, aunque el borde del balcón me lo impedía-

Él no pareció inmutarse por mi intento de distanciamiento. En lugar de eso, levantó una mano y la posó suavemente sobre mi mejilla, obligándome a mirarlo directamente a los ojos.

— Damaris, sé que siente algo por mí, aunque trate de ocultarlo. No tiene que seguir pretendiendo. -Dijo, su tono era persuasivo y lleno de confianza- Quiero que acepte mis sentimientos y que me permita demostrarle que puedo ser más que un príncipe para usted.

Mi corazón latía con fuerza mientras sus palabras me rodeaban. Sabía que debía ser cuidadosa, y aunque su cercanía era intimidante, también podía ver la sinceridad en sus ojos.

— Príncipe Anastacius, estoy honrada por sus sentimientos, pero debemos ser prudentes. La gente nos observa, y cualquier rumor podría dañarnos a ambos. -Respondí, tratando de mantener mi voz firme y serena-

Él se acercó aún más, sus labios apenas a unos centímetros de los míos. El mundo parecía detenerse, y la tensión entre nosotros era palpable.

— No me importa lo que piensen los demás, Damaris. Lo único que importa es lo que sentimos aquí, ahora. -Dijo, su aliento cálido rozando mi piel-

Sentí que mi resolución flaqueaba, pero sabía que debía mantener mi posición. Respiré hondo y levanté una mano, posándola firmemente sobre su pecho para crear un poco de distancia.

Anastacius pareció entender mi gesto y se detuvo. Su mirada se suavizó, y noté que mi propia actitud comenzó a cambiar. De repente, me sentí más tímida y vulnerable. El deseo de conquistarme seguía presente en los ojos de Anastacius, pero ahora estaba yo optando por una postura más reservada.

— Señorita Damaris, no quiero presionarla. Solo deseo que sepa lo importantes que son para mí sus sentimientos. -Dijo, su voz más suave y controlada-

— Príncipe Anastacius, le agradezco su comprensión. Pero, antes de considerar cualquier propuesta, necesito ser sincera con usted. -Respondí, respirando hondo para calmar mis nervios- No podría aceptar su propuesta.

El príncipe heredero parecía desconcertado, y aunque pude ver una chispa de molestia en sus ojos, decidió escucharme en lugar de estallar.

— Me gustaría escuchar su argumento. -Dijo, esbozando una leve sonrisa, aunque la tensión era evidente.-

— Tengo orígenes humildes. -Comencé, mirándolo directamente a los ojos- Mi madre era una prostituta, y no creo que sea apropiado que el heredero de la nación se case con la hija de sangre impura del Duque Williams.

— De hecho… ya eres considerada una noble debido al matrimonio de tus padres. -Respondió él, tratando de minimizar la importancia de mi pasado-

— Sí, pero eso no hace que desaparezcan los prejuicios en mi contra. -Suspiré, sintiendo el peso de mis palabras- Además, no creo que la emperatriz permita que nos comprometamos.

Anastacius levantó una ceja, sorprendido por mi determinación.

— ¿Estás segura? -Preguntó, su tono desafiante- Porque realmente me da igual si mi madre lo aprueba o no. Eres valiosa para mí, y haré todo lo que esté a mi alcance para conquistarte… tenlo por seguro.

La mirada del Príncipe Heredero se veía determinada, lo que me sorprendió. La cercanía entre nosotros era innegable, y por un momento, creí que nos besaríamos. Sin embargo, fuimos interrumpidos por la desagradable presencia de una persona. Tanto Anastacius como yo, inconscientemente, nos alejamos el uno del otro para evitar que esa persona propagara rumores.

— ¿Estoy interrumpiendo algo? -Se oyó una voz femenina-

Fijamos nuestras miradas en la persona en cuestión en cuestión de segundos. Era Penélope Judith, con una expresión inquisitiva en su rostro. La tensión en el aire se hizo palpable, y su presencia solo complicaba aún más la situación.






— - 🌷  - To be continue. . . ୭
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