━━「 𝗖𝗔𝗣𝗜́𝗧𝗨𝗟𝗢 𝟭𝟯 」━━
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Debido a la organización de la fiesta de compromiso de Simone y Asterope, la semana en el ducado fue especialmente pesada y llena de actividades. Los preparativos consumían el tiempo y la energía de todos en la residencia. Personalmente, como no me interesaba demasiado el evento, decidí centrarme en cuidar a mi pequeño hermano Christophe. Pasar tiempo con él me brindaba un respiro del bullicio constante que se vivía alrededor de los preparativos.
Mi madre, Astrid, se había recuperado recientemente de su parto y, aunque aún estaba un poco débil, empezaba a retomar sus actividades cotidianas. Mi padre, George, estaba completamente involucrado en ayudar a Simone a ultimar los últimos detalles de la conmemoración. Cada vez que veía a Simone emocionada y feliz por su próximo compromiso, sentía una mezcla de desagrado y envidia. No podía evitar pensar en cómo se veía tan radiante mientras yo lidiaba con mis propias preocupaciones y responsabilidades.
Finalmente, el día de la fiesta llegó y toda la familia se preparaba para asistir a la residencia del conde Stewart. Me aseguré de vestir a Christophe con su mejor atuendo y de que él estuviera cómodo y contento. Después de alistarme y verificar que todo estuviera en orden, me dirigí al salón con mi hermano menor en brazos. Al entrar, me encontré con Simone, quien también estaba lista para la ocasión. A pesar de mis sentimientos encontrados, la saludé con una sonrisa amable, tratando de mantener una apariencia cordial.
(N. Autora: ese es el chamaco jajajaj)
— Hola, hermana Simone. -Dije, cargando a mi hermano con cuidado, quien parecía incómodo con la presencia de Simone-
— Hola, hermana Damaris. -Respondió Simone, sonriendo con sorna mientras contemplaba al bebé- Nuestro hermano se encuentra saludable, así que cuídalo bien. -Comentó con calma-
— Oh, claro que lo cuidaré. -Respondí, manteniendo mi sonrisa a pesar de estar enojada- Después de todo, es el futuro heredero del ducado Williams. -Reafirmé su posición-
— Oh, eso es cierto. -Dijo Simone, sonriendo ligeramente molesta-
— En fin, ¿Cómo te sientes para hoy? -Le pregunté, observándola-
—Estoy muy feliz. -Suspiró contenta- Después de todo, mi futuro esposo será la persona que me gusta.
—Ya entiendo. -Respondí, tratando de calmar a mi hermano-
Nuestros padres se presentaron con la elegancia habitual, y la "bruja" sonrió como siempre, proyectando una imagen de perfección. Con todos listos, subimos a la carreta, listos para partir hacia nuestro nuevo destino. El viaje fue relativamente tranquilo, pero la tensión en el aire era palpable debido a los acontecimientos que se avecinaban.
Al llegar a la residencia del conde Stewart, descendimos del vehículo con gracia. El portavoz del conde nos anunció con una voz fuerte y clara, llamando la atención de los presentes. A pesar de la bienvenida formal, no pude evitar notar las miradas y los murmullos entre los nobles, quienes no parecían contentos con nuestra presencia, especialmente la de mi hermano, mi madre y la mía.
Junto a mi madre, mantuvimos la cabeza en alto, mostrando una expresión serena y digna. No íbamos a permitir que los comentarios malintencionados nos afectaran. Caminamos con confianza, decididas a no darles la satisfacción de vernos perturbadas por sus críticas. Cada paso que dábamos reafirmaba nuestra determinación de mantener nuestra posición y demostrar que éramos dignas de respeto, sin importar lo que otros pudieran pensar.
— ¡Sean bienvenidos! -Amemia, presentándose y recibiéndonos a todos-
— Gracias por el recibimiento, condesa Stewart. -Comentó George, con una sonrisa amable-
— Oh, seremos familia muy pronto. -Sonrió- Puede llamarme por mi nombre.
— No podría. -Negó George-
— Insisto, duque George. -Afirmó la mujer-
— Está bien. -Sonrió mi padre- Por cierto, ellos son mi familia... mi hija mayor, Damaris.
— Un gusto, condesa Stewart. -Dije, haciendo una reverencia con elegancia-
— Mi hermosa esposa, Astrid. -Mi madre también saludó con el debido respeto- Y mi heredero, Christophe.
Mi hermano observó a la condesa con seriedad, su pequeña frente fruncida en una expresión de desconfianza. Sus manos se aferraron a mi ropa con fuerza, buscando refugio en mi presencia. Sentí su cuerpo tenso y su respiración acelerada, lo que me preocupó. Con suavidad, acaricié su espalda en un intento por calmarlo. Mis dedos recorrieron su columna de manera rítmica y relajante, buscando transmitirle seguridad y tranquilidad. Poco a poco, su agarre se relajó y su respiración comenzó a normalizarse, aunque sus ojos seguían observando a la condesa con cautela.
— Es un gusto conocerlos personalmente. -Dijo la condesa, aunque parecía disgustada- Por cierto, debo admitir que Simone está hermosa hoy.
— En realidad, este vestido fue enviado por Asterope... -Comentó Simone, animada-
— ¿Ese niño? Oh... -Sonrió genuinamente al conversar con Simone- Ese niño lo hizo, y estoy segura de que le debes gustar. -Le guiñó un ojo-
—Oh, eso sería genial. -Respondió Simone-
Nos sentamos en una mesa elegantemente dispuesta, y pronto me encontré inmersa en una conversación animada con mis padres. Hablábamos de temas diversos, desde los últimos eventos en el ducado hasta anécdotas divertidas de nuestra vida cotidiana. Mientras tanto, jugaba con mi hermano, Christophe, quien parecía estar disfrutando de la atención y la compañía. Sus risas y sonrisas iluminaban el ambiente, haciendo que el tiempo pareciera pasar volando.
Sin embargo, nuestra agradable interacción fue abruptamente interrumpida por la aparición del prometido de Simone, Asterope. Su presencia cambió la dinámica de la mesa. Aunque lo saludamos por cortesía, decidí no prestarle más atención de la necesaria. Mi mirada se desviaba intencionalmente hacia otro lado, centrando mi interés en mi hermano y en la conversación con mis padres. No quería darle la oportunidad de perturbar la tranquilidad que había logrado mantener hasta ese momento.
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Estaba en medio de una conversación con Amelia, disfrutando de su compañía y del intercambio de palabras, cuando de repente noté una figura familiar acercándose a nuestra mesa. Era Asterope, y mi corazón dio un pequeño vuelco al verlo. Él me saludó primero, inclinándose levemente hacia mí con una sonrisa en el rostro.
Mi rostro se enrojeció ligeramente por la sorpresa y un poco de vergüenza, pero no pude evitar que una sonrisa se extendiera por mi cara. Sentí una mezcla de emoción y alegría al verlo de nuevo, y mis ojos brillaron con entusiasmo. Respondí a su saludo con una inclinación de cabeza y una sonrisa cálida, intentando mantener la compostura mientras mi corazón latía con fuerza.
Amelia, observando la interacción, sonrió con aprobación y comentó lo bien que lucíamos juntos como pareja. Sus palabras solo hicieron que me sonrojara más, pero no podía ocultar la felicidad que sentía por la presencia de Asterope.
— (Ah... Asterope.) -Pensé- (Esa mirada... sabía que yo era el lugar al que volverías.)
— Qué linda pareja son. -Comentó Amelia felizmente-
— ¡Señora Amelia! -Exclamé, y mis mejillas se sonrojaron de vergüenza.
— ¡Duquesa Amelia! -Se escuchó que un hombre la llamaba-
— ¿Qué está pasando? -Pregunté desconcertada-
— ¡Acaba de llegar la invitada personal de la señorita Simone, la futura duquesa Penélope Judith y su prometido, el segundo príncipe Claude!
— Oh, mi... es mi querida amiga. -Aclaré contenta-
La mayoría de los asistentes se desconcertó al ver llegar a Claude y a su prometida, Penélope, a la fiesta. Susurros y miradas sorprendidas se intercambiaron entre los invitados mientras la noticia de su presencia se propagaba rápidamente. La llegada del segundo príncipe y su prometida no era algo que muchos esperaran, y su aparición añadió una capa de formalidad e importancia al evento.
Me reuní con los demás invitados para darles la bienvenida, y fue entonces cuando noté la mirada de Damaris. Algo en su expresión me pareció extraño; quizás una mezcla de sorpresa y preocupación. Sin embargo, decidí no darle demasiada importancia en ese momento, ya que mi atención estaba centrada en recibir y atender a los nuevos invitados con la cortesía que la ocasión requería.
Con una sonrisa en el rostro, avancé hacia Claude y Penélope, extendiendo una cálida bienvenida a ambos. Les expresé lo contenta que estaba de que pudieran acompañarnos en una fecha tan especial. Aunque la situación podía ser un tanto incómoda, me esforcé por mantener la compostura y hacer que todos se sintieran a gusto, mostrando la hospitalidad y el respeto que se esperaba de mí.
— ¡Hace mucho tiempo que no nos vemos, querida amiga! -Sonrió la castaña-
— Pienso lo mismo, señorita Penélope. -Respondí mientras sentía cómo ella agarraba mis manos-
— Te deseo lo mejor para tu futuro. -Aclaró la joven de ojos verdes-
— Muchas gracias, Penélope. -Sonreí-
— Felicidades, señorita Simone. -Comentó el príncipe Claude-
— Gracias, su majestad. -Agradecí su gesto-
— ¿Señorita Damaris Williams? -Preguntó Claude, mirando a la otra rubia-
— (¿Eh?) -Miré a Damaris extrañada-
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Durante la animada conversación entre Simone y Penélope, la atención de los presentes se centró en sus intercambios amistosos. De repente, Claude, el segundo príncipe, se acercó a nuestra mesa. La sorpresa fue evidente entre los invitados, pero lo que realmente captó la atención fue cuando se dirigió directamente a Damaris para saludarla primero.
Damaris, quien estaba absorta en la conversación, levantó la vista y sus ojos se encontraron con los de Claude. Una sombra de confusión y sorpresa cruzó su rostro, seguida rápidamente por una leve sonrisa. Aunque se sentía un poco avergonzada por la atención inesperada, no pudo evitar responder con emoción y alegría al ver a Claude de nuevo.
— Segundo Príncipe... -Levantó la cabeza y lo observó-
— ¿Cómo estás? -Preguntó seriamente-
— Estoy bien. -Contestó tranquila mientras sostenía a su hermano-
— Me alegra saberlo. -Dijo con calma-
— Claude... -La castaña lo miró con severidad, y él simplemente suspiró- En fin, espero que nos puedas recibir.
—Claro. -Respondió tranquilamente-
Durante la velada, los prometidos, Simone y Asterope, se mantuvieron juntos, disfrutando de la compañía y la atención de los invitados. Mientras tanto, el segundo príncipe, Claude, intentó en varias ocasiones establecer una conversación con Damaris, la hija mayor del duque Williams. Sin embargo, cada vez que lo intentaba, algo sucedía que interrumpía la conversación, o Damaris encontraba algún pretexto para alejarse discretamente.
George, el padre de Damaris, no pudo evitar notar la situación. A pesar de estar agradecido con Claude por haber salvado a su hija, también estaba consciente del impacto que estos intentos de interacción podrían tener en la reputación de Damaris. Quería evitar que la gente siguiera hablando mal de ella, ya que eso podría perjudicar sus posibilidades de tener un buen matrimonio en el futuro.
La fiesta se extendió más de lo esperado, y cuando finalmente llegó a su fin, el conde Stewart ofreció hospedaje a la familia Williams por esa noche. Era una oferta que no pudieron rechazar, así que se prepararon habitaciones para cada invitado, incluyendo a Claude y su prometida Penélope.
Sin embargo, a petición de Penélope, Amelia le asignó a Damaris la peor habitación de la mansión. La habitación era pequeña, fría y bastante incómoda, lo que impidió que Damaris pudiera dormir. Incómoda y ansiosa, decidió pasear por la mansión en busca del cuarto de su hermano menor, temiendo que le hubieran dado una habitación similar.
Mientras recorría los pasillos oscuros y silenciosos, Damaris se encontró de nuevo con Asterope. Él la retuvo con suavidad y la examinó con sus ojos llenos de tristeza. Su apariencia reflejaba el cansancio de no haber descansado adecuadamente durante días, luciendo como un muerto viviente.
— Damaris... -Su voz apenas se escuchaba-
— Joven Stewart, ¿Qué estás haciendo? -Preguntó con seriedad, manteniendo una distancia apropiada-
— Por favor, no sé si tenga otra oportunidad de hablar contigo. -Comentó-
— Todo quedó claro en la carta. -Miró hacia otro lado, enfadada-
— Damaris... quien me obligó a dejar de escribirte fue mi madre. -Finalmente reveló-
— Sea quien sea... usted tiene el control de su propia vida, no los demás. -Lo observó decepcionada- A partir de ahora, evite dirigirse a mí o la gente podría hablar y mi poca reputación se vería manchada.
— ¿Qué está pasando aquí? -Preguntó Claude, apareciendo de repente-
— C-Claude... -Lo llamó sorprendida-
— No sucede nada, segundo príncipe. -Dijo, haciendo una reverencia-
— Entonces... márchate y deja de molestar a una señorita soltera. -Advirtió-
—Me retiraré... -Observó a Damaris una última vez y se marchó-
Damaris se mantuvo en silencio, sus ojos fijos en el suelo mientras sus dedos apretaban ligeramente la tela de su pijama, reflejando su nerviosismo y vulnerabilidad. La situación la había dejado profundamente afectada, y su mente estaba sumida en un torbellino de pensamientos y emociones. La marea de incertidumbre y tristeza que la inundaba era difícil de contener.
Claude la observó detenidamente, notando cada pequeño detalle de su postura y expresión. Percibió la angustia que la envolvía y, con un gesto suave y considerado, se acercó a ella. Su mano se posó con delicadeza en su hombro, transmitiendo un calor reconfortante y una sensación de apoyo. Este contacto inesperado sacó a Damaris de su ensimismamiento, y lentamente levantó la vista para encontrarse con los ojos de Claude.
Sus miradas se cruzaron, y en los ojos de Claude, Damaris vio una mezcla de preocupación y comprensión. La intensidad de su mirada le transmitió un mensaje silencioso: no estaba sola en ese momento difícil. A pesar de las circunstancias, la presencia y el apoyo de Claude ofrecían un pequeño rayo de esperanza en medio de su confusión y dolor.
— ¿Estás bien? -Indagó-
— Sí. -Contestó cortante-
— Por cierto, ¿Qué hacías afuera a estas horas?
— Estaba buscando la habitación de mi hermano.
— ¿Cómo se llama?
— Cristophe. -Respondió e hizo una reverencia- Debo irme.
— Déjame acompañarte. -Insistió-
— (Maldición... ¿Por qué insiste tanto?) -Pensó molesta y suspiró- Está bien, segundo príncipe.
— Llámame Claude. -Aclaró-
— No puedo, usted es un príncipe imperial y debo respetar su estatus como tal.
— Comprendo, pero solo usted tendrá ese honor. -La miró con su típica seriedad-
— Está bien, Claude. -Se rindió-
En el momento en que encontró el cuarto de su hermano, Damaris se volvió hacia Claude para despedirse.
— Gracias por acompañarme, Claude. -Dijo, haciendo una ligera reverencia-
— Cuídate, Damaris. -Respondió él con una seriedad tranquilizadora-
Damaris entró en la habitación, cerrando la puerta suavemente detrás de ella, y por un momento, se apoyó contra la madera, dejando que la separación del mundo exterior le brindara una pequeña calma. Asegurándose de no hacer ruido, se acercó a la cuna donde su hermano menor, Christophe, dormía plácidamente.
Observó su pequeño rostro sereno y se sintió reconfortada por su presencia. Con cuidado, se sentó en una mecedora cercana, meciendo ligeramente el asiento en un ritmo calmante. El cansancio del día y las emociones vividas comenzaron a invadir su cuerpo, haciéndola sentir cada vez más pesada. Poco a poco, sin poder resistir más, Damaris se dejó llevar por el sueño, cayendo en un descanso profundo y reparador.
Al día siguiente, la familia Williams se reunió para desayunar antes de partir. A pesar de la noche difícil, Damaris se sentía algo más rejuvenecida, lista para enfrentar el día que les esperaba. Desayunaron con serenidad y, una vez listos, se despidieron de sus anfitriones y se marcharon, regresando a su hogar en la carroza.
Cuando llegaron, bajaron del vehículo y George, su padre, se encargó de acordar una fecha para la boda con la familia Stewart. A medida que las puertas del hogar se cerraban detrás de ellos, la familia Williams se preparaba para las próximas responsabilidades y desafíos que les aguardaban.
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— - 🌷 - To be continue. . . ୭
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