━━「 𝗖𝗔𝗣𝗜́𝗧𝗨𝗟𝗢 𝟭𝟮 」━━







┏━━━━━━༻❁༺━━━━━━┓
· • ❝. 𝖭𝖠𝖱𝖱𝖠𝖣𝖮𝖱𝖠 .❞ • ·
┗━━━━━━༻❁༺━━━━━━┛


La semana había sido angustiante debido al embarazo de Astrid. Cada día parecía arrastrarse con una mezcla de ansiedad y expectación. En cualquier momento, ella daría a luz a su bebé, y Damaris se encontraba dividida entre sus estudios de economía y el cuidado de su madre. La preocupación constante por el bienestar de Astrid y la seguridad del bebé mantenían a Damaris en vilo. No confiaba en el personal de la residencia del duque, temiendo que alguno de ellos pudiera intentar envenenar a su madre. Esta situación la obligaba a estar en constante alerta, vigilando cada detalle y asegurándose de que todo estuviera en orden.

El paso del tiempo parecía acelerarse en un torbellino de responsabilidades y tareas. En general, la semana pasó rápidamente y, antes de darse cuenta, llegó el festival de primavera. Este evento marcaba una oportunidad para despejar su mente y descansar, aunque fuera solo por un día. Annie, siempre perceptiva, decidió aprovechar la ocasión para marcharse, y Jessy, en un intento por aliviar las preocupaciones de Damaris, la invitó a la conmemoración del festival. Astrid, entendiendo la necesidad de un respiro, no quiso retenerla por más tiempo y le permitió ir.

Se prepararon con entusiasmo, eligiendo sus mejores atuendos y asegurándose de que todo estuviera en orden antes de partir. Partieron hacia la capital junto a un escolta, notando el bullicio y la animación de la zona al acercarse. Las calles estaban llenas de vida, con puestos de comida, música y risas por doquier. La atmósfera festiva era contagiosa y, por un momento, Damaris sintió que podía dejar atrás sus preocupaciones.

Durante toda la tarde, disfrutaron de la comida y del entretenimiento que algunas personas ofrecían. Probaron diversos platillos locales, desde dulces hasta manjares salados, y se dejaron llevar por el ambiente alegre del festival. Sin embargo, la mente de Damaris no dejaba de cuestionar muchas cosas sobre su vida. Se sumergió en sus pensamientos, reflexionando sobre su futuro, sus responsabilidades y los desafíos que enfrentaba. La preocupación por su madre y el inminente nacimiento del bebé siempre estaban presentes en su mente.

De repente, una voz conocida la sacó de su ensimismamiento. Al levantar la vista, se encontró con la seria y familiar figura de Claude, cuya presencia parecía añadir una capa adicional de complejidad a sus pensamientos.

— No esperaba encontrarme con usted por aquí. -Dijo Claude, mostrando su habitual seriedad-

— (¿Por qué tengo tanta mala suerte?) -Pensé con desagrado, mientras esbozaba una sonrisa forzada.

— Hola... Claude.

— ¿Qué te parece el festival? -Preguntó con curiosidad-

— Me parece interesante, pero... -Lo observé- No comprendo por qué el segundo príncipe está merodeando por la capital.

— Bueno... -Permaneció en silencio unos segundos antes de responder- Tenía curiosidad de cómo sería un festival en esta zona.

— Qué bueno, también pensé que sería bueno venir. -Suspiré, mirando hacia el frente—. Creo que fue un error dejar sola a mi madre.

— Oh, vaya.

De repente, entre la multitud y el bullicio del festival, apareció una figura encapuchada que se dirigió directamente hacia Claude. Reconocí la silueta de Thaddeus, su leal escolta y confidente. Con pasos rápidos y decididos, se acercó a Claude y le susurró algo al oído. La expresión de Claude cambió inmediatamente, su rostro adquirió una seriedad aún mayor mientras escuchaba atentamente cada palabra de su escolta.

Claude asintió ligeramente, indicando que comprendía el mensaje. Se quedó pensativo por unos segundos, evaluando la información recibida y las posibles implicaciones. Luego, con una calma calculada, le habló en voz baja a Thaddeus antes de que este se retirara tan sigilosamente como había llegado. La tensión en el ambiente era palpable, y aunque no podía escuchar lo que se decía, podía intuir la gravedad de la situación.

Justo cuando el rubio volvió su mirada hacia mí, sus ojos llenos de una mezcla de determinación y preocupación, un estruendo ensordecedor rompió el aire. Una explosión resonó detrás de él, sacudiendo el suelo y llenando el ambiente de polvo y gritos de pánico. El caos se desató a nuestro alrededor mientras las personas huían en todas direcciones, intentando escapar del peligro inminente.

—¿Qué es eso? ¿Una bomba? -Me levanté en estado de shock, mis ojos muy abiertos y mi corazón latiendo con fuerza en mi pecho. No podía creer lo que acababa de escuchar-

La explosión había sido ensordecedora, y el estruendo resonaba en mis oídos mientras me tambaleaba ligeramente, tratando de recuperar el equilibrio. Mis pensamientos estaban dispersos, y la confusión reinaba a mi alrededor. Las personas gritaban y corrían en todas direcciones, tratando de escapar del peligro inminente.

En ese momento de caos absoluto, sentí una mano firme que me agarraba con determinación. Era el segundo príncipe. Su mirada decidida me devolvió a la realidad, y sin decir una palabra, me arrastró junto a él, alejándome de la fuente de la explosión. Comenzamos a correr juntos, sorteando obstáculos y esquivando a las personas que huían en pánico.

Mi sirvienta personal, asustada y angustiada, gritaba mi nombre entre la multitud. La vi tratando de abrirse paso entre la gente, desesperada por alcanzarme, pero la marea de personas en pánico la empujaba en todas direcciones. Sus ojos reflejaban el miedo y la preocupación mientras me veía desaparecer entre la gran multitud que corría descontroladamente.

El sonido de los gritos y el caos nos envolvía, pero el príncipe no soltaba mi mano, manteniéndome cerca mientras nos abríamos camino entre el tumulto. A pesar del miedo y la incertidumbre, su presencia a mi lado me brindaba un pequeño consuelo en medio del desastre. En ese momento, sabía que tenía que confiar en él y seguir adelante, esperando llegar a un lugar seguro.
























❨ En otro lado. ❩
 ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄
























En el ducado, las noticias desde la capital sobre la desaparición de Damaris llegaron rápidamente y causaron una gran alarma en la familia. Astrid y George, los padres de Damaris, se llenaron de preocupación al enterarse de que su hija mayor estaba desaparecida. Esta información provocó que Astrid entrara en un estado de pánico, su respiración se volvió rápida y sus manos temblaban. George, tratando de mantener la calma, hizo todo lo posible por tranquilizarla.

— Cariño, tenemos que mantener la calma. -Dijo George, tratando de sonar convincente mientras le sujetaba las manos-

— ¡Pero Damaris! ¡Es nuestra hija! -Respondió Astrid, con la voz temblorosa y los ojos llenos de lágrimas-

George la abrazó con fuerza, tratando de brindarle consuelo y apoyo en medio del caos. Sin embargo, el estrés resultó ser demasiado para Astrid. En ese momento, rompió aguas y comenzaron las primeras contracciones. El dolor y la sorpresa hicieron que Astrid gritara, intensificando aún más la urgencia de la situación.

— ¡Llamen al médico, rápido! -Ordenó George a los sirvientes con voz autoritaria, mientras sostenía a Astrid entre sus brazos-

Con sumo cuidado y sin perder un segundo, George trasladó a su esposa a sus aposentos. La recostó sobre la cama con delicadeza, asegurándose de que estuviera lo más cómoda posible dadas las circunstancias. Los gritos de dolor de Astrid resonaban en la habitación, aumentando la sensación de desesperación y ansiedad.

Al poco tiempo, el médico llegó apresuradamente y tomó el control de la situación. Con profesionalismo y calma, le pidió al duque que saliera de la habitación para poder trabajar con tranquilidad.

— Duque, por favor, necesito que espere afuera mientras atiendo a la duquesa. -Dijo el médico con seriedad-

A pesar de su deseo de quedarse al lado de su esposa, George obedeció y salió al pasillo, donde la incertidumbre y la preocupación lo invadieron. Mandó llamar a su mayordomo y le dio instrucciones claras y precisas.

— Manda a la guardia personal del ducado a buscar a mi hija. Que no dejen de buscar hasta encontrarla. -Ordenó George con voz firme y decidida-

El mayordomo asintió rápidamente y se apresuró a cumplir con las órdenes del duque. Mientras tanto, George permaneció en el pasillo, tenso y angustiado, escuchando los gritos agonizantes de su amada desde el otro lado de la puerta. Nunca había experimentado tanta angustia como en ese momento. Ni siquiera al perder a la madre de Simone sintió tal nivel de pánico y desesperación.

— ¡Padre! -Apareció Simone- Me enteré de lo sucedido- Se la veía preocupada.

— Simone... -George se sentía un poco triste por no haberla tenido en cuenta en todo ese tiempo-

— Debemos mantenernos fuertes. -Trató de sostener su hombro, pero él se apartó de ella-

— ¡Lo sé! -Respondió con enfado- Pero, ¿Cómo puedo mantenerme fuerte...? ¡Tu hermana está desaparecida y podría perder a mi esposa junto a tu hermano! -La miró con decepción-

— Padre... -Simone demostró tristeza y bajó la mirada-

— Lo siento... -Suspiró cansado y acarició la cabeza de su hija- Regresa a tu cuarto, ¿Sí?

— Está bien, padre. -Asintió y prefirió marcharse- ¡Preferiría que se murieran los tres! -Pensó con rabia mientras secaba sus lágrimas, y su dama de compañía intentó reconfortarla-

El clamor de la duquesa se apaciguó lentamente, y el ambiente se llenó de una calma tensa. De repente, el llanto claro y fuerte de un recién nacido rompió el silencio, trayendo consigo un alivio inmenso. George, quien había estado esperando con el corazón en un puño, respiró profundamente, permitiéndose sentir una oleada de alivio al escuchar el sonido que confirmaba el nacimiento de su hijo.

Intentando reponerse de la tensión acumulada, George se apoyó brevemente contra la pared del pasillo, tomando un momento para calmar su mente y cuerpo. La mezcla de emociones era abrumadora, pero la alegría de saber que el parto había sido exitoso comenzaba a ganar terreno en su corazón.

Con pasos decididos, George se dirigió a la puerta de sus aposentos y, con cierto temor y esperanza, la abrió para entrar. Al cruzar el umbral, sus ojos se posaron de inmediato en su esposa. Astrid estaba descansando en la cama, sus facciones relajadas y su respiración tranquila, evidentemente agotada por el esfuerzo del parto. La paz en su rostro era reconfortante.

Una sirvienta se acercó con cuidado, llevando al recién nacido en sus brazos. Al ver a George, esbozó una sonrisa y le entregó al bebé con delicadeza. George lo tomó en sus brazos con ternura, sintiendo la calidez del pequeño cuerpo contra su pecho. El bebé, aún con los ojos entrecerrados, parecía estar contento de verlo, emitiendo pequeños sonidos que llenaban de alegría el corazón de su padre.

Mientras observaba a su hijo, una sensación de gratitud y amor lo invadió. Acarició suavemente la mejilla del bebé, maravillado por la pequeña vida que sostenía en sus brazos. La angustia y el miedo que había sentido minutos antes comenzaron a desvanecerse, reemplazados por la dicha de ser testigo de un milagro tan hermoso.

— ¿Qué es? -Preguntó el duque, dirigiéndose al médico-

— Es un varón, Duque Williams. -Contestó el doctor-

— Gracias por traer a mi hijo sano y salvo. -Dijo George, observando que su hijo parecía sonreírle-

Astrid recuperó la conciencia lentamente, sintiendo el leve peso de la fatiga en su cuerpo. Abrió los ojos y parpadeó, adaptándose a la luz suave de la habitación. Lo primero que vio fue a su esposo, George, de pie junto a la cama, sosteniendo en sus brazos a un pequeño bebé envuelto en mantas. La expresión de George era de pura ternura y alivio, su mirada estaba fija en el recién nacido con una mezcla de amor y admiración.

Con movimientos cuidadosos, Astrid se incorporó, apoyándose sobre los codos antes de sentarse en la cama. Aún sintiendo el agotamiento del parto, se tomó un momento para orientarse y reunir fuerzas. George, al notar que su esposa estaba despierta, se acercó de inmediato, sus ojos llenos de preocupación y felicidad.

— Cariño, estás despierta. -Dijo George con voz suave, una sonrisa cálida iluminando su rostro-

Astrid extendió los brazos hacia su esposo y el bebé, deseando tener a su hijo cerca. George se inclinó con cuidado y colocó al bebé en los brazos de Astrid, asegurándose de que estuviera bien apoyado. Astrid miró al pequeño rostro del recién nacido, sus ojos llenos de lágrimas de felicidad mientras lo sostenía con ternura.

— Es perfecto, George. -Susurró Astrid, su voz llena de emoción- Gracias por estar aquí.

— Siempre estaré a tu lado. -Respondió George, tomando asiento junto a la cama y acariciando la mano de su esposa- Hemos pasado por mucho hoy, pero lo hemos logrado-

Astrid acarició suavemente la mejilla del bebé, maravillada por la pequeña vida que sostenía en sus brazos. La conexión entre los tres era palpable, y en ese momento, todo el dolor y la angustia parecían desvanecerse, reemplazados por una inmensa sensación de amor y gratitud.

— ¿Es una niña? -Preguntó curiosa Astrid-

— Es un niño. -Respondió él-

— Parece que ganaste la apuesta. -Rió ligeramente Astrid- Por cierto, ¿hay noticias de Damaris? -Preguntó inquieta-

— No, pero me encargué de enviar a los guardias. -Suspiró George- Ya deben haber empezado la búsqueda.

— Comprendo. -Dijo Astrid, pidiendo a Dios que su amada niña estuviera a salvo-2

El duque dejó a su esposa al cuidado de sus criadas de confianza, asegurándose de que estuviera rodeada por personas en las que podía confiar plenamente para atender todas sus necesidades. Se despidió de Astrid con una mirada llena de amor y preocupación, acariciando suavemente su mano antes de salir de la habitación. Sabía que era crucial estar disponible para cualquier noticia sobre Damaris y que tenía que dividir su atención entre ambas situaciones.

Una vez fuera de los aposentos, George se dirigió hacia su despacho, desde donde podía coordinar la búsqueda de su hija mayor. Su mente estaba ocupada con pensamientos preocupantes, pero se mantenía firme y decidido a encontrarla. No podía permitirse mostrar debilidad en este momento tan crítico.

Mandó llamar a su mayordomo y a la guardia personal, dándoles instrucciones detalladas para la búsqueda de Damaris. Cada rincón del ducado y sus alrededores debía ser inspeccionado meticulosamente.

— Quiero informes constantes sobre cualquier avance en la búsqueda. No dejen piedra sin mover hasta encontrar a mi hija. -Ordenó George con voz firme-

El mayordomo y la guardia asintieron, saliendo rápidamente para cumplir sus órdenes. George permaneció en su despacho, rodeado de mapas y documentos que podrían ser útiles en la búsqueda. Cada tanto, recibía informes de los soldados y servidores, pero hasta el momento no había indicios claros del paradero de Damaris.

La espera era angustiante, y los minutos parecían alargarse en eternidad. George se mantuvo al pendiente, escuchando cada sonido y esperando con ansias cualquier noticia que pudiera traer algo de esperanza.
























❨ En otro lado. ❩
 ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄
























Los jóvenes habían estado corriendo durante un tiempo que les pareció interminable, sus pies golpeaban el pavimento mientras las luces de la ciudad se difuminaban a su alrededor. Finalmente, cuando llegaron a un punto de aparente seguridad, la joven rubia se detuvo, jadeando y tratando de recuperar el aliento perdido. Su pecho se levantaba y bajaba rápidamente con cada respiración, y un fino sudor cubría su frente. Claude, el segundo príncipe, no le quitaba los ojos de encima, preocupado por su estado. Sus ojos se movían con rapidez, evaluando su condición física.

Una vez que Claude se cercioró de que Damaris estaba bien, él también permitió que su cuerpo se relajara un poco, liberando la tensión acumulada. Sin embargo, la preocupación por su bienestar seguía reflejada en su rostro.

Damaris, aún respirando con dificultad, comenzó a examinar los alrededores. La confusión y el desánimo se reflejaron en su expresión cuando se dio cuenta de que estaba completamente perdida. La joven sabía que nunca había estado en esa parte de la ciudad antes, lo que incrementaba su sensación de vulnerabilidad. A pesar del dolor que sentía en su tobillo, decidió ignorarlo y comenzó a caminar en línea recta, su mente buscaba desesperadamente una solución.

— ¿Sabes cómo regresar? -Preguntó Claude, rompiendo el silencio con voz calmada, aunque su preocupación era evidente-

— No lo sé. -Respondió Damaris- Pero si observas el camino más brillante de las estrellas... puede ser la respuesta para encontrar el camino de vuelta a casa.

— ¿Es eso así...? -Claude sonrió ligeramente-

Claude observó con atención los gestos de incomodidad y el dolor en el rostro de Damaris mientras caminaba. Notó cómo cojeaba ligeramente, esforzándose por ignorar el dolor en su tobillo. Sin pensarlo dos veces, decidió intervenir.

— Deja que te ayude. -Dijo, inclinándose hacia ella y extendiendo sus brazos-

Damaris protestó de inmediato, tratando de rechazar su ayuda con un movimiento de la mano.

— No es necesario, puedo caminar. -Insistió, aunque su voz denotaba el cansancio y el dolor que sentía-

Claude, sin embargo, no se dejó convencer. Con una determinación que no aceptaba negativas, la levantó con facilidad, sosteniéndola firmemente entre sus brazos.

— No voy a permitir que te lastimes más. -Dijo con firmeza-

A pesar de sus protestas iniciales, Damaris se rindió ante la evidencia de su situación. Sentía el dolor punzante en su tobillo y la debilidad en sus piernas. Aceptó la ayuda de Claude, permitiéndole cargarla en sus brazos. Claude la levantó con facilidad, asegurándose de que estuviera cómoda y segura. Comenzó a caminar con pasos firmes y seguros, su expresión mostraba determinación mientras avanzaba por las calles. La ciudad a su alrededor seguía bulliciosa y agitada, pero Claude mantenía un ritmo constante, protegiéndola del tumulto y de cualquier peligro potencial.

Cada paso que daba Claude parecía infundirle confianza a Damaris, quien, aunque avergonzada, se aferraba a él. El segundo príncipe la sostenía con delicadeza, pero con la seguridad de alguien que sabía exactamente lo que estaba haciendo. El recorrido fue más fácil de lo que Damaris había anticipado, ya que Claude evitaba con destreza cualquier obstáculo en su camino.

Después de avanzar varios metros, la familiar figura de Jessy y los demás guardias del ducado Williams apareció en la distancia. Los guardias, al reconocer a la joven en brazos del príncipe, se apresuraron a acercarse. Sus rostros reflejaban una mezcla de alivio y preocupación, ya que finalmente habían encontrado a la joven.

— ¡Señorita! Me alegra saber que se encuentra a salvo. -Mencionó Jessy, aliviada-

— Parece que el duque se enteró. -Comentó Claude seriamente-

— ¿Puedes bajarme? -Preguntó avergonzada Damaris-

— Oh, lo siento... -Claude la soltó con cuidado y se dirigió a la sirvienta de la joven- Por favor, asegúrate de que reciba tratamiento en sus pies. -Aclaró el segundo príncipe-

— ¡Está bien, segundo príncipe! -Respondió Jessy, realizando una reverencia-

— Cuídate, señorita Damaris. -Claude se acercó a su oído y susurró algunas palabras-

— C-Claude... -Sus mejillas se sonrojaron y se mantuvo distante, mientras sus cejas se fruncían-

— Nos vemos, señorita Williams. -Dijo Claude, volteando y desapareciendo en la oscuridad-

— Adiós... -Se despidió Damaris-

Damaris permaneció inmóvil, observando cómo Claude se alejaba. Su figura se desdibujaba lentamente en la penumbra, y el ambiente nocturno parecía engullirlo con cada paso que daba. Los sonidos del bullicio de la ciudad gradualmente se suavizaban a su alrededor, pero su atención estaba completamente fija en la silueta del príncipe mientras se alejaba.

El segundo príncipe caminaba con determinación, y aunque la distancia aumentaba entre ellos, Damaris podía sentir la persistente presencia de su mirada. Los latidos de su corazón todavía resonaban en sus oídos, una mezcla de emociones que la dejaban algo aturdida.

A medida que Claude se adentraba más y más en la oscuridad, la luz tenue de las farolas apenas iluminaba su figura. La joven rubia seguía cada uno de sus movimientos, negándose a apartar la vista hasta que él desapareciera completamente de su campo de visión. Finalmente, su silueta se desvaneció en la distancia, dejando a Damaris con una sensación de vacío y una mezcla de sentimientos difíciles de describir.

Las sombras de la noche envolvieron el espacio que Claude había dejado atrás, y Damaris dejó escapar un suspiro. La fría brisa de la noche la envolvió, trayendo consigo un sentimiento de soledad, pero también de resolución. No pudo evitar preguntarse sobre el significado de sus últimas palabras y lo que depararía el futuro.
























❨ Después de unas horas. ❩
 ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄
























Finalmente, regresaron a la mansión. Las puertas grandes y ornamentadas se abrieron para recibirlos, y el duque estaba esperando en el vestíbulo, con una expresión de alivio y alegría. Al ver a su hija mayor sana y salva, su rostro se iluminó con una sonrisa que reflejaba tanto el amor como la preocupación que sentía por ella.

—¡Damaris! -Exclamó el duque, extendiendo los brazos hacia ella-

Damaris, sorprendida por la efusividad de su padre, no esperaba el abrazo que siguió. El duque la envolvió en sus brazos con fuerza, como si quisiera asegurarse de que realmente estaba allí. Damaris, aunque sorprendida, decidió corresponder al abrazo en silencio. El calor y la seguridad de los brazos de su padre le proporcionaron un breve momento de consuelo en medio de su preocupación.

Mientras estaba en los brazos de su padre, sus pensamientos se dirigieron rápidamente al estado de su madre. La noticia de su delicada situación había llegado a sus oídos, y la preocupación la invadía. Sabía que debía estar con ella lo antes posible.

— Quiero verlos. -Dijo Damaris, separándose de su padre-

— Están en la habitación. -Respondió él-

Al entrar en la habitación de sus padres, Damaris avanzó con pasos suaves y cuidadosos, tratando de no hacer ruido. La tenue luz del crepúsculo entraba por las ventanas, envolviendo la estancia en un ambiente tranquilo y sereno. Sus ojos recorrieron la habitación hasta encontrar a su madre y a su pequeño hermano dormitando juntos en la cama.

La figura de su madre descansaba plácidamente, con el rostro relajado y una mano protectora apoyada sobre el bebé. El pequeño, envuelto en suaves mantas, se acurrucaba contra su madre, respirando de manera rítmica y tranquila. La escena era conmovedora y llenó el corazón de Damaris de ternura y alivio.

Damaris se acercó sigilosamente, casi conteniendo la respiración para no perturbar la paz que los envolvía. Cada paso era calculado y ligero, su atención se centraba en no hacer el más mínimo sonido. Al llegar junto a la cama, se inclinó con cuidado y besó la frente de su madre, sintiendo el calor y la suavidad de su piel.

— Mamá, he regresado. -Dijo Damaris mientras la movía con cuidado-

— Damaris... -Su madre despertó y sostuvo firmemente la mano de su hija, sonriendo aliviada- Mi pequeña... nos tenías preocupados.

— Me alegra saber que están bien. -Suspiró Damaris, observando a su pequeño hermano- Es muy bonito.

— Deberás cuidarlo por tu madre. -Rió ligeramente su madre y besó la frente del bebé-

— Con gusto lo haré. -Respondió Damaris, sonriendo contenta-

Después de compartir ese tierno momento, Damaris permaneció al lado de su madre, observando cómo el bebé dormía plácidamente en sus brazos. La imagen del pequeño, acurrucado y respirando de manera suave y rítmica, llenó su corazón de una profunda sensación de gratitud. Cada respiración del bebé era un recordatorio constante del milagro de la vida, y Damaris no podía evitar sentirse agradecida por estar allí, rodeada de su familia, en un momento tan especial.

Pasaron varios minutos en silencio, mientras madre e hija disfrutaban de la compañía mutua. El ambiente de la habitación estaba lleno de paz y tranquilidad, un marcado contraste con la angustia y el estrés que Damaris había sentido horas antes. El simple acto de estar junto a su madre y su hermano, observando su calma y bienestar, era un bálsamo para su alma.

Durante esos momentos de quietud, la madre de Damaris acariciaba suavemente la cabecita del bebé, sus dedos rozaban con ternura el fino cabello del recién nacido. Sus ojos, llenos de lágrimas de felicidad, reflejaban la inmensa alegría y alivio que sentía por tener a sus dos hijos a salvo. La conexión entre los tres era palpable, y en ese instante, el amor familiar parecía ser el hilo que unía sus corazones de una manera indescriptible.

— Eres una chica fuerte, Damaris. -Dijo su madre en un susurro- Sé que cuidarás bien de tu hermano y nos apoyarás en todo momento.

Damaris asintió, decidida a cumplir con su promesa. La conexión entre madre e hija se fortalecía con cada palabra, y el vínculo familiar se sentía más poderoso que nunca. Sabía que, a pesar de las dificultades, enfrentarían juntos cualquier desafío que se les presentara.

La joven se quedó un rato más al lado de su madre y su hermano, sintiendo la calidez y el amor que los unía. Finalmente, cuando los párpados de su madre comenzaron a cerrarse nuevamente debido al cansancio, Damaris besó su frente una vez más y se levantó con cuidado.

— Descansa, mamá. Estaré cerca si me necesitas. -Dijo en voz baja antes de salir de la habitación-

Al cerrar la puerta detrás de ella, Damaris sintió una renovada determinación. Estaba lista para asumir su papel en la familia y enfrentar cualquier obstáculo que viniera, sabiendo que el amor y el apoyo de su madre siempre estarían con ella.
























❨ Unos días más tarde. ❩
 ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄
























Habían pasado algunos días desde el incidente, y durante ese tiempo, Damaris estuvo descansando mientras cuidaba a su pequeño hermano. Aprovechando estos momentos juntos, el niño comenzó a desarrollar un fuerte apego hacia su hermana mayor, la rubia Damaris. Cada día se hacía más evidente el vínculo especial que se estaba formando entre ellos. El pequeño siempre parecía más tranquilo y feliz cuando ella estaba cerca, disfrutando de su compañía y del cariño que le brindaba.

Mientras tanto, Annie, una de las damas personales de Damaris, estuvo a su lado en todo momento. No solo le ayudó a cuidar del niño, sino que también se encargó de investigar más sobre lo ocurrido durante el incidente. Annie se esmeró en recabar información y, cada vez que descubría algo nuevo, se lo comunicaba a Damaris con diligencia. Su dedicación y empeño fueron invaluables, ya que mantenían a Damaris al tanto de los últimos detalles y la ayudaban a comprender mejor la situación que había vivido.

— ¡Señorita! También escuché algo nuevo. -Anunció Annie, entrando en la habitación con entusiasmo-

— ¿Qué es? -Preguntó Damaris, apartando la vista de su libro y observando a Annie con atención-

— Bueno, es sobre la señorita Simone... -Annie se rascó la mejilla, nerviosa- Ella dijo que le escribió a la madre del joven Asterope.

— ¿Y qué decía la carta? -Preguntó Damaris, intrigada-

— ¡Se decía que estaba hablando sobre su compromiso con el Sr. Asterope!

— ¿Dónde está Simone ahora? -Preguntó Damaris con serenidad-

— Asistió a la casa de la familia de su prometido y parece que va a hablar para fijar una fecha definitiva para su boda. -Respondió Annie-

— Gracias, Annie. -Dijo Damaris, sonriéndole y entregándole una vincha de color violeta como muestra de agradecimiento-
























❨ En otro lado. ❩
 ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄
























Simone llegó a la imponente residencia de la familia de su prometido con una mezcla de nerviosismo y emoción. Al cruzar la entrada principal, fue recibida con calidez por su futura suegra, Amelia Stewart. Amelia, una mujer de porte elegante y cabellera azul, la recibió con los mejores honores, demostrando la hospitalidad y el respeto que se le tenía a la futura esposa de su hijo.

Ambas mujeres se dirigieron a un salón decorado con buen gusto, donde los rayos del sol se filtraban a través de las ventanas, iluminando el ambiente con una luz suave. Se sentaron en cómodos sillones, y Amelia le ofreció a Simone una taza de té recién preparado. La conversación fluyó de manera natural y agradable, tocando temas diversos y encontrando puntos en común que fortalecían el vínculo entre ellas.

Mientras tanto, Asterope, el prometido de Simone, hizo su entrada en la sala. Vestido con elegancia y con una expresión de cortesía, se acercó a las dos mujeres. Con un movimiento fluido y respetuoso, tomó asiento junto a Simone y la saludó con una leve inclinación de cabeza, sus ojos reflejaban una mezcla de formalidad y afecto. La escena era serena y armoniosa, reflejando la importancia del encuentro y la buena voluntad entre las familias.

— Tanto tiempo sin vernos, joven Asterope. -comentó alegremente Simone- Oh, ¿Se encuentra bien?

— Sí, me encuentro bien. -Respondió él con una sonrisa forzada, tomando la taza de té y bebiendo de su contenido-

— En fin, ¿Saben por qué he querido reunirlos aquí? -Preguntó Amelia, observándolos a ambos-

— No. -Respondió Simone, negando con la cabeza-

— He decidido que es momento de oficializar su compromiso. -Anunció Amelia, mirándolos con firmeza- ¿Qué les parece?

— Madre, ¿No crees que es muy pronto? -Preguntó Asterope con calma, mientras su madre lo observaba atentamente-

— Cuando me casé con tu padre, tenía la misma edad que la señorita Simone y me parece apropiado. -Explicó Amelia- Además, serías el yerno perfecto para el duque Williams.

— Al menos... ¿Podríamos esperar un año más? -Consultó Asterope-

— Asterope, tu padre y yo hemos decidido que sería mejor que te cases este año. -Dijo su madre, sonriendo severamente-

— Comprendo... -Suspiró Asterope, bebiendo de su café y quedándose en silencio-

— ¿Qué opinas, señorita Simone? -Preguntó Amelia-

— Yo estaría muy feliz, señora Stewart.

— Por favor, dime Amelia. -Sonrió la mujer de cabellera azul- Después de todo, pronto serás parte de la familia, Simone.

— Oh, mi... me avergüenza mucho, Amelia —dijo Simone, sonriendo con encanto.

Amelia propuso celebrar la fiesta de compromiso ese mismo mes. Con entusiasmo y una sonrisa en el rostro, explicó que, después de unas semanas, se llevaría a cabo la boda, marcando el inicio de una nueva etapa en sus vidas. La propuesta fue recibida con gran emoción por Simone, quien no podía contener su alegría y expectativas sobre el futuro. Sus ojos brillaban de felicidad al escuchar las palabras de su futura suegra.

Por otro lado, Asterope fingía estar contento y de acuerdo con todo lo que se decía. Mantenía una sonrisa educada y asentía en los momentos apropiados, pero en su interior, sabía que no amaba a Simone. A pesar de sus sentimientos, era consciente de que romper un compromiso que había sido planeado durante tanto tiempo sería extremadamente difícil y problemático para ambas familias. Decidió seguir adelante con la farsa, esperando encontrar una solución en el futuro.

Cuando llegó el momento de marcharse, Simone se levantó con gracia, agradeciendo a Amelia por la agradable reunión y los planes hechos. Asterope se ofreció a acompañarla hasta la salida, manteniendo las apariencias de un prometido atento y considerado. Mientras caminaban juntos por el pasillo, intercambiaron algunas palabras corteses, pero la distancia emocional entre ellos era palpable.

Al llegar a la puerta, Simone se despidió con una sonrisa radiante y un beso en la mejilla de Asterope. Él correspondió el gesto, tratando de mantener su compostura. La observó mientras se alejaba, sintiendo una mezcla de frustración y resignación. Sabía que el camino que tenía por delante no sería fácil, pero en ese momento, no veía otra opción que continuar con el compromiso.

— Asterope, hijo mío. -Llamó Amelia, observándolo seriamente-

— Madre...

— Debes tener en cuenta que no puedes descuidar esta relación, ¿Comprendes? -Dijo Amelia, mirándolo fijamente-

— Sí, madre. -Respondió Asterope-

— Sabes que necesitas influencias si quieres progresar como caballero imperial. -Le recordó, poniendo el abanico en la comisura de sus labios- Espero que te tomes esto en serio o esa mujer que amas podría recibir algún tipo de daño, ¿Entiendes?

— C-como... -Asterope fue interrumpido-

— No importa cómo me enteré... -Se acercó a su hijo y lo miró con ojos fríos- Espero que no me decepciones y te prometo que no le pasará nada malo. Créeme cuando digo que esto es por tu bien. Como tu madre, debo corregirte y mostrarte el camino correcto para que tengas un futuro.

— S-sí, madre... -Bajó la cabeza y apretó los puños-

— Me alegra que hayas entendido. -Dijo Amelia, acariciando su mejilla antes de retirarse-

El joven regresó a sus aposentos con una sensación de desesperanza y resignación. La conversación con su madre había dejado un sabor amargo en su boca, y sabía que debía tomar una decisión difícil. Se sentó en su escritorio, donde los rayos de la luna se filtraban a través de la ventana, iluminando el papel en blanco frente a él.

Con un suspiro profundo, tomó una pluma y comenzó a escribir una última carta a la mujer que realmente amaba, Damaris. Las palabras fluyeron con dolor y sinceridad, expresando sus verdaderos sentimientos y el conflicto interno que lo consumía. En la carta, le explicó la situación en la que se encontraba y lo difícil que sería para él romper el compromiso que se había planeado durante tanto tiempo. A pesar de todo, quería que Damaris supiera cuánto la amaba y lo mucho que significaba para él.

Después de revisar la carta y asegurarse de que había expresado todo lo que sentía, la selló con cuidado. Luego, llamó a un sirviente de confianza y le entregó la carta, pidiéndole que se la llevara a Damaris de inmediato. El sirviente, consciente de la importancia del mensaje, asintió con seriedad y partió sin demora para cumplir con la tarea encomendada.
























❨ En otro lado. ❩
 ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄
























En el ducado, Annie apareció con una carta en la mano, proveniente del joven Asterope. Damaris, con sus ojos verdes llenos de curiosidad y aprehensión, tomó la carta y la abrió con cuidado. Sus manos temblaban ligeramente mientras desplegaba el papel y comenzaba a leer el contenido.

En la carta, Asterope le explicaba con dolor que no podrían seguir escribiéndose debido a su compromiso con Simone. A pesar de lo difícil que era para él, deseaba la salud y el bienestar de Damaris. Las palabras de la carta eran sinceras y llenas de tristeza, reflejando el conflicto interno de Asterope.

Damaris respiró hondo, intentando mantener la calma y contener las lágrimas que amenazaban con escapar de sus ojos. Sabía que algo así podría suceder, pero enfrentarse a la realidad escrita en papel era un golpe duro. Lentamente, dobló la carta y se la entregó a Jessy para que la guardara con cuidado.

Aunque intentaba mantener su compostura, no podía evitar sentirse profundamente afectada por la situación. Sus pensamientos se dirigieron a quién podría ser la persona que estaba detrás de esta separación, recordando eventos similares que ocurrieron en su vida pasada. La intriga y la determinación comenzaron a crecer en su interior mientras meditaba sobre quién podría estar manipulando sus vidas.

— Annie... -Llamó Damaris, mirando a su criada-

— ¿Sí? -Respondió Annie, atenta-

— Por favor, tráeme agua. -Pidió Damaris con seriedad-

— ¡Sí, señorita! -Dijo Annie, saliendo de la habitación con rapidez-






— - 🌷  - To be continue. . . ୭
─────────────────

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top