𝑃𝑒𝑟𝑑𝑖𝑑𝑎 𝑒𝑛 𝐼𝑡𝑎𝑙𝑖𝑎

𝗗𝗮𝗿𝗰𝘆 𝗛𝗮𝗹𝗲

¿Ya era demasiado tarde para arrepentirme?

Aún estaba a tiempo de retroceder, tomar el próximo vuelo a los Estados Unidos y fingir que nada de esto pasó.
Inventaría alguna excusa sobre el porqué desaparecí por más de 10 horas, recibiría un sermón sí, pero disfrutaría de la comodidad de mi hogar.

Temprano por la mañana, Alice y Bree me acompañaron al aeropuerto, ellas me cubrirían hasta que fuera notoria mi ausencia. Estuve al menos unas 8 horas trepada en el avión y nunca se me pasó por la cabeza la conversación que tendría con él.

Ahora he estado sentada en la banca de un parque, recibiendo miradas de: "¿lo ves? esa tonta chica está perdida" o al menos eso me hacía creer mi subconsciente.

Miré mis zapatos de plataforma como si fueran la cosa más entretenida del mundo. Y si tenían la duda, al final opté por el abrigo azul marino y un precioso vestido del mismo color, haciendo juego con una diadema sobre mi cabello. Ni siquiera sabía porque me preocupaba tanto como me veía, si mi cabello aún estaba peinado o si mi maquillaje seguía viéndose bien.

Entonces, primero lo primero. Me levanté de mi asiento y tomé mis cosas, que no eran muchas, pues tenía pensado ir de compras aprovechando la situación. No iba a vagar por todo el país cargando con bolsos, así que Alice me hizo el favor de hospedarme en un pequeño hotel en Toscana.

A decir verdad, sabía a dónde tenía que ir, más no cómo llegar. Salí del edificio a caminar sin ninguna prisa y agradecía el clima de otoño, pues no había necesidad de esconderme de los rayos de Sol.

Disfruté mi caminata por las hermosas calles de Florencia, admirando su arquitectura y pasando frente a numerosos restaurantes envidiando a las personas que podían disfrutar de la gastronomía. Miré por el escaparate de las boutiques, memorizando algunas de ellas para volver en otra ocasión.

Si Alice estaba en lo correcto, él estaría fuera de Volterra lo cuál era ventajoso para mí. En estos momentos le menos ideal es que Aro se enterara de mi visita.

Me trasladé en tren por aproximadamente 3 horas hasta llegar a Siena. En todo el trayecto dejé que miles de pensamientos me consumieran, después de nuestro último encuentro antes de la batalla en el Claro, lo corrí de Forks como si de un perro se tratase. ¿Y si no tenía ganas de hablarme?

Suspiré como si lo necesitara. Me sentía tan ridícula haciendo esto, ¿quién viaja a otro país de un día a otro sólo para hablar con alguien?
¡Nadie!

Para eso existen los celulares, aunque para los Volturi no, claramente.

Suspiré de nuevo con la mirada perdida, teniendo una pelea interna que no noté a alguien más.

Levanté la vista encontrándome con una mujer mayor. Ésta me sonrió dulcemente y le respondí de la misma manera. Se acomodó en el asiento del frente y me saludó.

── ¿Es tu primera vez aquí?

── No, para nada. Ya vine antes pero no pude disfrutar del paseo.

── ¡Ah! ¿Vienes a visitar a alguien entonces?

── Creo que sí. ── Sonreí pero parecía más una mueca que una sonrisa.

── Uy pues espero que ese joven se encargue de enseñarte las maravillas de éste lugar.

── ¿Cómo... cómo sabe que se trata de un chico?

── Era una suposición. Todo el año sin importar la temporada, jóvenes enamorados vienen de visita, no por nada Italia es conocida por tener "ciudades del amor". ── Expresó alegremente y yo negué riendo, ya que esas no eran mis intenciones.

── ¿Y qué hay de usted? ¿También visita a su enamorado? ── La mujer carcarjeó con tal gracia y delicadeza, que me pareció hipnotizante.

── De ninguna manera, visito a mi vieja amiga Susan, ¿lo ves? ── Me mostró una canastita con galletas y varios tipos de postres.

── Ya veo... ah, discúlpeme, soy Darcy. ── Estiré mi mano hacia ella quien la estrechó de inmediato.

── Un gusto querida, llámame Greta. ── Pero algo en su mirada me resultó extraña. Familiar. Observó mi mano con intriga y recordé mi temperatura corporal.

Rápidamente y sin tratar de verme grosera, la aparté y continué con naturalidad. Durante la hora restante siguió contando algunas anécdotas, finalmente cuando el tren se detuvo, extendió su mano y me ofreció una galletita en forma de corazón con un moño y holanes. Sin más la guardé en el bolsillo de mi abrigo despidiéndome para continuar con mi travesía.

Ya quedaba poco para llegar y los nervios me carcomían. Creo que fui descuidada al olvidar pedirle ser mas específica a mi hermana, porque ahora andaba por toda la ciudad en busca de ese estúpido vampiro.

19:15

El Sol comenzaba a esconderse y lo único que había logrado hasta ahora era sacar bonitas fotos con la cámara de Bella.

Comencé a dudar de Alice y sin mucho ánimo, me senté en una silla a fuera de una cafetería. Me dediqué a eliminar las fotos que no me gustaban, de vez en cuando ignorando las sonrisas de los chicos que caminaban por ahí.

Miré dentro del lugar, era una cafetería grande y muy rústica. Decidí entrar admirando los bellos pilares, había personas ahí pero no demasiadas y lo que me llamó la atención fue un bello patio en la parte trasera. Bajé algunos escalones, aún recorriendo el ligar con la mirada y buscando una buena mesa.

Oh no, creo que los dioses me habían escuchado.

Su lacio cabello se movía ligeramente a causa del viento y su mirada permanecía fija en el libro en sus manos. Traía puesto una gabardina oscura junto con un cuello de tortuga que lo hacía ver increíble.

Lucía tan extraviado en sus pensamientos que no se percató de mi presencia. Esperé un rato analizando sus movimientos, aunque permanecía muy quieto y su mirada no parecía viajar por los renglones de su libro. ¿En qué estaba pensando?

Una mesera se acercó a mí para tomar mi orden pero en voz baja le hice saber que estaba bien y esperaba a alguien más. ¿Debía actuar o no? Cansada me levanté y con pasos sigilosos me planté a un metro de él.

Pensé en espantarlo aprovechando su distracción, pero dudé de que alguien como él reaccionara a eso, así que elegí algo mejor. Hablar como cualquier persona decente.

── Llevas más de 10 minutos en la misma página. ¿Algo te tiene distraído o es qué no sabes leer?

Giró su cabeza con rapidez y me vio con sorpresa.

Lo hubiera asustado.

Sonreí y sin pedir permiso moví la silla del frente y me senté. Su cara era todo un poema.

── ¿Qué intentas leer? Así te ayudo.

── ¿Darcy?

── Así me llamo. ── Mantuve mi sonrisa arrogante.

── ¿Cómo es que estás aquí? ── Sus ojos recorrían todo mi ser tratando de averiguar si era real o una ilusión.

── Ah bueno, tomé un avión desde Washington hasta Roma, de Roma a Florencia y en Florencia viajé en tren hasta aquí en dónde conocí una anciana muy linda. Y probablemente, luego de estar todo el día fuera de casa, sin avisar, mis padres se hayan dado cuenta y me castiguen hasta que cumpla 100. Pero eso no es importante. ── Hice una seña con la mano restándole importancia.

Abrió la boca sin saber que decir. Realmente no esperaba verme. Me miró confuso y con miles de preguntas en la punta de la lengua.

── ¿Por qué estás aquí? No ¿cómo sabes que estaría aquí? ── Cerró su libro y me hice la desentendida.

── Alice. ── Respondí con simpleza.

── Ah, la vidente. ── Asentí con inocencia. ── Ahora, responde la otra pregunta.

── Vaya, esperé cualquier reacción menos esa. ¿Crees que sólo tu puedes hacer visitas inesperadas? Rompes mi corazón, Volturi. ── Expresé con sarcasmo.

Su semblante cambió de inmediato a uno más relajado. ── Me tomaste por sorpresa, no creí verte por aquí tan pronto.

¿"Tan pronto"?

── Sí, ahora soy yo la vino hasta ti. Es un avance ¿no lo crees? ── ésta vez fue un tono sincero. ── Y dejando los juegos de un lado, venía a disculparme por la última vez que hablamos.

── Me gritaste. ── Su rostro no reflejaba indignación, parecía calmado.

── No te grité, te hable fuerte. ── Me dedicó una sonrisa torcida y bajó la mirada. ── No estás enojado por eso.

── No estoy enojado. Creí haberlo demostrado en campo aquella vez. ── Su voz era honesta.

── Y gracias por eso, espero no haber causado ningún problema con Aro.

── Has alegrado mi día, Darcy y con respecto a Aro, es por eso que no deberías estar aquí, si algún guardia te ve...

── Ya lo sé, ha enviado cartas. Carlisle piensa que no lo sé, pero aquí entre nos, Edward no es el único metiche. ── Murmuré.

Soltó una pequeña risa, que sólo había escuchado un par de veces anteriormente. Conectó sus ojos con los mios y por inercia mordí mi labio reprimiendo una sonrisa impaciente.

── Así que... tendremos que ser precavidos, porque estaré uno días aquí y tú conoces Italia mejor que yo.

── ¿Quieres que te de un tour? ── enarcó la ceja.

── Si no quieres puedo pedírselo a alguien más, pero te estarías perdiendo de una gran oportunidad.

Alec Volturi jamás rechazaría la oportunidad de pasar 5 días con su (todavía no) chica. Fue como un regalo caído del cielo y ambos estaban emocionados por ello.





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