𝐶𝑖𝑒𝑟𝑟𝑎 𝑙𝑜𝑠 𝑜𝑗𝑜𝑠

Me sorprendió lo rápido que pasó el tiempo durante mi estadía. Aún faltaba mucho por recorrer pero el tiempo sólo hacía su trabajo. Sólo quedaba un día para regresar a mi hogar y no estaba ansiosa por ello.

Nos dirigíamos a Roma, pues mañana a primera hora, saldría el avión de vuelta a Estados Unidos y Alec aseguró que aún faltaba la mejor atracción de todas.

Sabía que no era el mejor momento para preocuparme por lo que pasaría luego de dejar el país. Pero mi mente trabajaba a mil por hora. Alec me miró de reojo confuso por mi silencio.

── ¿En qué piensas?

Parpadee un par de veces y sonreí negando con la cabeza. ── En nada.

Sabía que mentía, pues entrecerró los ojos y me miró interrogante. Parecía leerme.

── ¿Qué es lo que te preocupa? ── puso una mano sobre mi rodilla descubierta y apretó levemente en muestra de apoyo.

── Mmh... ¿Por qué Aro envía cartas a mi familia? ── No solo eran cartas, también enviaba como regalo un collar con la característica "V" símbolo del clan Volturi. Me hacía una idea de lo que significaba.

Pensó durante un momento. ── No lo sé, sólo comparte sus ideas con los demás reyes. ── Lo dudo.

── Pero puedes imaginarlo.

No parecía querer hablar de eso, pero tampoco quería quedar mal conmigo. Algo que había notado es su suma sinceridad cuando hablaba conmigo. Era transparente y sensible, cuidadoso con las palabras que soltaba.

Aún con la mirada sobre el camino, demoró unos segundos pero asintió seguro. ── No es un secreto que Aro disfruta de coleccionar dones y cuando hicieron presencia en el castillo no dudó de demostrar su interés por ustedes ── hizo una mueca ── él cree que tiene ventaja contigo.

── ¿Por qué?

Me observó unos segundos comunicándose con la mirada. Aro creía tener ventaja conmigo por lo que existía entre su guardia y yo.

── Ha sido muy paciente. Si se tratara de cualquier otro, ya habría acabado con el clan entero y los llevaría a la fuerza. El valora su amistad con Carlisle y está siendo cuidadoso, pero todo tiene un límite. ── En su última oración su voz sonó más dura. Bajé la mirada y lo escuché soltar un suspiro. ── No te pediré que vayas en contra de tu moral, ni mucho menos que dejes atrás todo con lo que te familiarizas, no seré egoísta contigo, no puedo. Jamás haría algo que te disguste... pero ambos sabemos que Aro no piensa igual. No tendrá piedad.

── ¿Y si me niego? digo, aceptar su oferta.

── Encontrará la forma... Aprovecha su amabilidad mientras dure. Él siempre tiene dobles intenciones. ── Endurecí la mirada y fruncí en ceño ante sus palabras. Notó mi gesto y me ofreció una media sonrisa. No podía enojarme con él, yo fui la que sacó el tema, así que intenté sonreír de vuelta, cosa que no salió porque parecía más una mueca. Me giré hacia la ventana mirando el paisaje y esperando llegar pronto a nuestro destino.

La capital de Italia, Roma, también conocida como "La ciudad eterna" lucía como sacada de una película de fantasía. Era tal y como se describía en los libros y se veía en las revistas.

Una ciudad repleta de turismo, hoteles, hermosa arquitectura, museos e historia. No sabía que es lo que deseaba ver primero, así que solo me dejé guiar por el chico a mi lado, tomada de su mano y siguiendo su paso a dónde quiera que vaya.

En primer lugar, aún era muy temprano, pocas personas se encontraban merodeando las calles, entonces, decidimos visitar la Fontana di Trevi, en opinión propia, la fuente más hermosa que alguna vez haya visto.

¿Sabían que hay que tirar una moneda a la fuente para obtener buena suerte? O eso dicen. De cualquier forma, no me iba a arriesgar.

Cada pequeño rincón que observara estaba hecho con tanta dedicación, podía detectar cada detalle de la arquitectura barroco en los museos históricos. Fotos, fotos y más fotos. A ese paso le debería una cámara nueva a Bella.

Volteé tan arriba como mi cuello lo permitió. Analizando cada obra de arte que componía a la galería, pero la mejor de todas fue la gran pintura que yacía encima de nosotros.

Sentí a Alec apretar mi mano e hizo una seña con la cabeza. Seguí su camino hasta un gran salón que era custodiado por un par de guardias. En seguida lo noté. Ellos eran como nosotros. 

No dijo nada y solo asintió con la cabeza, ellos hicieron el mismo gesto y quitaron la cinta que prohibía el paso. En seguida entramos en el lugar, dejándome ver un salón casi tan grande como los anteriores, pero a diferencia de ellos, éste estaba completamente solo. Era iluminado por candelabros y los pilares tenían pequeños detalles dorados. Mis zapatos hacían eco sobre los brillantes pisos de mármol.

Me sentí extrañada.

── ¿Quiénes son ellos? ── señalé con la cabeza al par de chicos que aguardaban afuera.

── Trabajan para la guardia. ── Abrí los ojos tanto como pude. Entonces ellos trabajaban para Aro. ── No dirán nada, eso te lo aseguro.

── A este paso dejará de ser secreto. ¿Qué sigue? Llamar directamente a Aro y decirle "¡hey viejo! ¿Nos prestas tu castillo? Es que Darcy nunca había visto uno"

── ¿Nunca habías visto uno?

Ladee la cabeza lo miré seriamente. Él soltó una risa y negó con la cabeza en forma de burla.

── Entonces lo añadiré a la lista.

── ¿Qué lista?

── Cosas que me gustaría enseñarte.

Entrecerré los ojos con una sonrisa. ── Mmh, ¿y que más hay en esa lista?

Levantó ambas manos con inocencia e hizo una mueca fingiendo no saber de lo que hablaba.

── Esta es una de las tantas maravillas que Aro utiliza para conseguir turistas.

── Admito que es inteligente. ── Asintió repetidamente con la cabeza.

Caminé por los alrededores observando cada pieza, sintiendo su presencia justo detrás de mi. Me detuve a mirar una pintura a simple vista muy antigua, en la que se retrataba a un par de jóvene. Un caballero real y una dama. Parecían esconderse detrás de unos muros, tal vez esperando no ser atrapados por alguien.

Alec se posicionó detrás de mi y me permití recargar mi espalda sobre su pecho. Nos quedamos un buen rato mirando solo esa pintura, tanto que hasta cierto punto deje de prestarle atención y me sumergí en mis pensamientos.

── Deja de preocuparte tanto. ── Susurró cerca de mi oído.

── No lo hacía. ── Sonreí ante la sensación.

── ¿Entonces? ── Colocó sus grandes manos sobre mi y me dio vuelta para quedar frente a frente.

Observé a la pareja atrapada sobre el lienzo pensando en las similitudes. ── Nada... es ridículo, no pienses en ello.

Me miró con desdén dispuesto a reprochar pero no lo deje y en su lugar seguí mi camino hacia la salida.

── En Italia oscurece muy temprano. ── Cambié rápidamente de tema.

── También hay cosas buenas de noche, como ver los espectáculos nocturnos o simplemente vagar por ahí y hacer lo que tu quieras.

Asentí con la cabeza pensando. ── Escuché a un par de turistas comentar acerca de un buen pub por aquí.

── ¿Un bar? ── preguntó incrédulo.

── ¿Qué tiene? Dijiste que lo que yo quisiera. Además ya no me queda mucho tiempo aquí y es lo más cercano. ── Expliqué con simpleza.

── ¿Al menos sabes en dónde queda?

── No pero podemos buscarlo.

Okey. Es más ambiente del que esperaba. Pero nunca había estado en un bar así que no sabía como lucían o las diferencias entre ellos.

── ¿Sabes qué es lo que sorprende más? ── hablé cerca de su oído debido a la música a alto volumen ── ni siquiera pidieron nuestra identificación.

Había luces de colores parpadeantes por todas partes, muchas personas bailando y riendo animadamente. Tanto en la primera como en la segunda planta podíamos encontrar personas divirtiéndose. Aunque Alec no parecía demasiado cómodo en ese ambiente.

── Ven, vayamos a otra parte.

Caminamos sobre los grandes pasillos del lugar. Un alto y rubio mesero, se acercó a nosotros con una gran sonrisa y nos ofreció un par de bebidas. Según sé, en la cultura italiana es descortés rechazar lo que te ofrecen, así que ambos aceptamos los tragos con gusto pero nunca los bebimos. En cambio nos dedicamos a explorar en busca de un lugar más solitario.

Encontrando así una sección de grandes terrazas y solo un par de las estaban ocupadas, entonces decidimos seguir hasta el fondo en busca de un balcón en el cual descansar.

Contemplé por última vez la extravagante vista de la ciudad, iluminada por las luces de los edificios.

── Extrañaré esto. ── Dije sin apartar mi vista de las calles.

── Entonces quédate.

── Si claro. ── Expresé con sarcasmo aunque la idea de vivir en Italia no me disgustaba.

── Estos días han sido los mejores que he alguna vez haya tenido en siglos. ── Habló con sinceridad.

── Bueno, tal vez lo que te hacía falta era una buena compañía. ── Mantuve una postura arrogante sacándole una pequeña risa.

── Y no te equivocas. ── Tomó unos mechones de mi cabello y los enredó entre sus dedos formando rulitos.

Sin nada más que decir sólo desvié mi mirada de la suya y la redirigí hacia la nada. Tomó con suavidad mi cara y la volteó hacia él obligándome a verlo de nuevo. Posó su mirada sobre mis labios y nerviosa intenté alejarme pero no lo permitió.

── Por favor, déjame hacerlo antes de que te vayas. ── Dijo en un tono suplicante. Sabía muy bien lo que hacía y de verdad que funcionaba.

── Es que, yo no... ── Lo miré con una mueca sin saber como explicarme ── no se como besar.

Río curioso ante mi expresión de miedo puro y en ese momento me sentí ofendida. En más de medio siglo de existencia y nunca había tocado los labios alguien, me sentí avergonzada.

Alzó sus hombros restándole importancia. ── Cierra los ojos ── murmuró cerca de mi pero sin llegar a tocarme. ── Haz lo que yo hago. ── Sin dejarme reaccionar antes, se abalanzó sobre mi poniendo una mano sobre mentón y la otra sobre espalda para aumentar la cercanía.

Sentí que me faltaba aire ¿cómo es posible? Ni siquiera estoy viva. Me tomó unos segundos reaccionar. Pero se sentía tan bien. ¿Es posible que un corazón muerto vuelva a latir?

Con timidez puse mis manos sobre sus hombros y bajó la velocidad del beso para permitirme seguirle el paso. Al inicio fue extraño, solo hacía lo mismo que él. Aún así, no me tomó mucho acostumbrarme. Sólo me dejé llevar por la sensación y presté más atención al momento. Lo sentí sabotear mis labios con hambre, como si hubiera esperado mucho tiempo por eso, e hice lo mismo. Sus labios eran suaves y dulces. Como si de una golosina se tratase.

Una vez que sentí más confianza subí mis manos hacia su cuello y lo sentí bajar las suyas hacia mi cintura, aferrándose a ella. La cercanía, el sonido húmedo de nuestras bocas acariciarse hizo que la intensidad se apoderara de nosotros.

Sonrió satisfecho en medio del beso y por inercia hice lo mismo, en un momento rápido y sin previo aviso metió su lengua en mi boca. No fue raro, fue satisfactorio. Subí mi mano hasta su oscuro cabello, acariciando y jugando con él.

Ladeamos nuestras cabezas incrementando la profundidad y aferrándonos al otro. No sabía como describir el cosquilleo que sentía en mi interior pero si estaba segura de una cosa. No quería separarme de Alec. Podría besar sus deleitosos labios por horas, o incluso por el resto de la eternidad.

𝗡𝗼𝘁𝗮:

No me gusta esto de actualizar cada fin de semana, pero la escuela ya me tiene como su perra. 2 semanas y ya debo la mitad de los deberes.


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top