𝐴𝑙𝑙 𝑚𝑦 𝑙𝑜𝑣𝑖𝑛𝑔
Suspiré cerrando los ojos y mordiendo mi labio para evitar estallar en risas. El ceño de Alec estaba fruncido al igual que sus labios, mientras revisaba aquel papel entre sus manos una y otra vez.
── Creí que era mentira eso de que "los hombres nunca admiten cuando están perdidos", ahora veo que es cierto. ── Me burlé de su expresión de pocos amigos.
── No estamos perdidos, Darcy. Dudo que alguien pueda perderse en un lugar como este. Además, sólo hace que lea el mapa y ya está.
── Está al revés. ── Señalé el folleto, se dio cuenta de esto y de inmediato lo enderezó. ── Déjame ver, no seas necio.
── Como sea, ¿y si mejor vamos a ver las focas? ── Arrugó el mapa haciéndolo bolita, para luego meterlo en sus bolsillos y comenzó a caminar disimulando su vergüenza. Puse una de mis manos sobre mi boca y contuve una sonrisa.
── ¡Pero ya fuimos dos veces! Sólo... préstame eso. ── Lo jalé de la ropa sin cuidado y hurgué en los bolsos de su chaleco. Miré el mapa de nuevo sin idea alguna de a dónde ir, la última vez que estuve ahí fue hace poco menos de una década, ¿cómo podía ser todo tan diferente en tan poco tiempo? ── Olvídalo, ya sé que hacer. ── Jalé sus mangas obligándolo a caminar, de inmediato tomó mi mano y lo llevé a la parte interna del establecimiento.
Los pisos eran de mármol y el ambiente ahí adentro era frío, la mayor parte del camino era oscuro y estaba siendo únicamente iluminado por las luces violetas y azules de los estanques. Niños corrían de un lado a otro, siendo regañados por sus madres; turistas tomaban fotos hasta del más diminuto rincón y una gran cantidad de encargados se distribuían por el área dando breves exposiciones acerca de las diversas criaturas marinas que fácilmente se podían ver a través de los grandes cristales.
── No es como lo recordaba. ── Dije mirando al frente, sin saber a dónde nos dirigíamos.
── ¿A no? ── Levantó una ceja y pude sentir su mirada de reojo.
── No, es mucho mejor.
── ¿Venías mucho aquí? ── Asentí con la cabeza aún con mi vista perdida.
── No tanto, en ocasiones Carlisle tenía que hacer algunas visitas especiales a sus pacientes y de regreso nos traía a Esme y a mi aquí. ── Hice un mohín con la boca recordando que era mi cumpleaños y aún no sabía nada de él. Asintió en silencio y observó sus pies. Nuestro paso fue reduciendo con lentitud y sin darme cuenta nos detuvimos frente a un tanque.
Era un área mucho más solitaria que las otras atracciones, el acuario se extendía desde una gran esquina acaparando más de 4 metros de largo y 6 de alto, según lo que calculaba. Era decorado por arrecifes de coral y peces de colores nadaban a gran velocidad, sacándonos unas sonrisas.
── Aw, son tan pequeñitos. ── Hice un gesto con mis manos.
── Si, se llaman Poecilla Reticulada, son de agua dulce y los caracterizan mucho sus colores vivos. ── Dijo rápidamente y sin pausas. Alcé las cejas haciendo una mueca con la boca.
── Poe... ¿Poe qué?
── Son peces Guppy. ── Soltó una risa nasal al ver mi cara de sorpresa.
── ¡Yo tenía de esos cuando era pequeña!
── Déjame adivinar, no te duraron más de un mes. ── Abrí la boca ofendida, pues no tenía la razón del todo.
── Pues te falló ahí, he, porque fueron dos meses y no fue culpa mía; salí con mis padres de viaje un par de semanas y cuando volví, estaban todos boca arriba. Lloré una semana entera y no me dejaron tener mascotas nunca más. ── Lo escuché reírse a lado de mí y cuando me giré a verlo, tapó su boca con la mano.
── Lo siento, eso fue cruel. ── Me abrazó aún mordiéndose el labio para esconder sus risitas.
── ¿Tu alguna vez tuviste mascotas? ── Se separó y entrecerró los ojos pensando. Permanecimos en la misma posición: el rodeándome con sus brazos, y por mi parte, recargué mi peso en su pecho y la vista de ambos se centró en los animalitos frente a nosotros.
── Creo que no. Bueno, cuando Jane y yo éramos pequeños tuvimos cabras, pero en una ocasión nos tocó ver como mamá mataba una para hacer la cena y para mí ese momento fue muy traumatizante. Jane se burló de mí. ── Saqué todo el aire que tenía tratando de evitar que las comisuras de mis labios se elevaran.
── No hablas mucho sobre tus padres y yo ya te conté cada experiencia vergonzosa que se me ocurre.
── La verdad es que no los recuerdo mucho, no recuerdo casi nada de lo que pasó antes de... ── Refiriéndose a antes de que fuera convertido en vampiro y su vista se perdió en alguna parte del suelo. No sabía cómo era él en vida, pues nunca hablaba sobre eso, ni tampoco sobre su transformación, pero no me atrevía a preguntar. A veces olvidaba que venimos de épocas completamente distintas y era muy extraño. Curioso.
[...]
── ¿Cuál te gusta más? ── Le señalé dos figuras de los estantes: eran un peluche de un tiburón ballena y el otro era un delfín.
── No me gustan mucho los delfines. ── Arrugó su nariz haciendo una seña con la mano de que ese definitivamente no.
── A mi tampoco.
Imité su acción dándole la razón y me aproximé a tomarlo antes de que un niño me lo ganara. Le sonreí con complicidad y nos dimos la vuelta caminando por toda la tienda de recuerdos. Lo último que escuché fue al pequeño quejarse con su mamá de que aquel peluche ya no estaba.
Me adelanté al mostrador y el amable cajero me atendió rápidamente, pagué y me despedí con cortesía para luego darme la vuelta y notar que Alec ya no estaba ahí. Eché un vistazo a la tienda sólo para confirmarlo, pero poco a poco se iba quedando vacía. Salí casi corriendo y por poco caigo cuesta bajo de no ser por la barandilla de los escalones.
── ¡Alec! ¿¡Qué mierda!? ── Sentí sus manos posicionadas a ambos lados de mi cintura y miraba hacia el frente por encima de mi hombro. ── ¿Por qué te fuiste sin avisar?... ¿Qué estás viendo?
── ¿Esa de allá es Esme? ── Mis ojos se abrieron reflejando miedo y lentamente giré mi cabeza en la dirección que señaló. Al otro lado de la acera estaba la mujer pelinegra con un par de grandes bolsas colgadas de sus brazos y justo detrás venía Rosalie hablando de algo. ¿Qué demonios estaban haciendo allí?
El chico y yo nos miramos asombrados por un par de segundos, ambos con intensas ganas de meter la cabeza en el suelo, pero esa no era una opción.
── ¿Hacia dónde? ── Preguntó exaltado.
── ¡No lo sé!
── ¡La americana eres tú! ── Y como si nuestra vida dependiera de ello... en realidad, nuestra vida dependía de ello, tomados de las manos corrimos en dirección contraria de donde ellas venían. Evité chocar con alguna persona por miedo a lastimarla con mi fuerza, aunque a Alec que interesó poco, nos abrimos paso entre toda la multitud buscando algún lugar en el cual refugiarnos de las dos vampiresas a escasos metros de nosotros.
── ¡Por allá! ── La estación de metro subterráneo estaba en casi completa oscuridad y bajando los escalones de dos en dos, nos perdimos detrás de uno de los muros.
── ¡Dios! ── Aunque quise contenerme, estallé en risas, tal vez por los nervios de ser atrapada, sentía que lo que estaba haciendo estaba muy mal.
Alec peinó su cabello con los dedos, debido a que el aire lo había dejado todo por ninguna parte, suspiró con alivio y luego sonrió ampliamente. Mentiría si no dijera que me encantaba.
── ¿Crees que nos hayan visto?
── Quién sabe, dudo que eso importe ahora. ── Alzó las cejas con la misma sonrisa torcida y asintió tentado. ── Ven aquí.
── ¿Qué haces?
Rodeé sus hombros con mis brazos atrayéndolo a mí, no sabía si se debía a la adrenalina del momento o simplemente había estado aguando las ganas de sentirlo de nuevo. Con mi mano jalé el cuello de su camisa color vino tinto y antes de que la inseguridad de no saber besar me ganara, estampé mis labios contra los suyos. Ignoré su sorpresa, pero no le tomó mucho tiempo reaccionar, era como si estuviera esperando por ello.
Sus labios rojizos y carnosos eran totalmente adictivos, sabía muy bien cómo usar su boca, por lo que no se tornó muy difícil seguirle el ritmo. No era retraído con sus movimientos, era firme y extasiante.
Recargué mi espalda sobre su pecho,
él dejó caer todo el peso en el tronco
de un árbol, sus dos piernas estaban
separadas a ambos lados de mi cuerpo
y ambos permanecimos sentados
sobre el verde pasto.
Recosté mi cabeza sobre su hombro
aún sin separar mi vista del cielo.
Poco faltaba para la puesta del sol y
las nubes se adornaron encima de
nosotros. Los colores violetas y
azulados resaltaban entre las nubes, suspiré entrecerrando los ojos y me encogí entre sus brazos.
── Mira ── apunté con mis manos
hacia arriba ── esas parecen orejitas
de gato. ── Alec frunció el ceño, al
mismo tiempo enfocando su vista
intentando ver lo mismo que yo.
── Parece... una bota. ── Puse los
ojos en blanco y solté una risa nasal.
── Te falta imaginación. ── Giré
sobre mi lugar haciendo contacto
visual y separé moví un mechón de su
cabello hacia un lado permitiéndome
ver sus oscuros ojos.
── Tu tienes suficiente para ambos. ── Puso sus dedos sobre mi mentón y dejó un corto beso en las comisuras de mis labios.
── Me gusta esto. ── Sonrió orgulloso. ── Tarado, me refiero a que me gusta... cuando estamos así. Admito que al inicio no me agradabas del todo.
── Ah, pues gracias. ── Reímos levemente. ── ¿Y ahora? Quiero creer que ese sentimiento cambió. ── Negué con la cabeza haciendo una mueca.
── No... la verdad no.
── ¿Y qué puedo hacer para que cambies de opinión? ── Sonrió con altanería y bajó su vista a mis labios, puse una mano sobre su boca y lo empujé lentamente hacia atrás.
── Sabes muy bien lo que haces.
── ¿Y funciona?
¿Lo hacía?
Negué con la misma expresión. ── ¿Qué sucede contigo hoy? ── Alzó los hombros con simpleza.
── A veces me cansa todo este asunto de... la distancia.
Hice un mohín con la boca sin saber como responder, porque sabía a dónde nos llevaría esta conversación y yo no tenía ganas de continuar. Alec ya había hecho ese tipo de menciones antes y mi respuesta seguía siendo la misma.
── Ahora no. ── El chico mordió el interior de su mejilla y asintió entendiendo.
Ninguno mencionó algo similar el rato que restó, sólo intercambiaron besos y alguna que otra conversación. Darcy había decidido confesarle lo que había ocurrido en su hogar esos últimos días y la manera en la que la hacía sentir. Ahora Alec entendía la molestia con la que Carlisle se había dirigido a él y al escuchar la manera en la que su "padre" la había tratado, un inmenso resentimiento creció dentro él.
Todo esto irritaba al joven vampiro, no tenía las agallas suficientes para llegar al punto. Lo único que deseaba es que la rubia fuera suya de una vez por todas y no de manera erótica. Quería sostenerla sobre sus brazos y protegerla haciéndole olvidar todo a su alrededor. Cada minuto del día, pensaba e ideaba alguna manera para convencer a Darcy o en su defecto, a Aro, para que la chica por fin pudiera estar de su lado. Pero era tan difícil.
Sabía la lealtad que existía en el clan Cullen, y a menos de que la amenaza fuera muy grande, ella nunca lo elegiría por encima de su familia.
── ¿Ese es tu plan? ¿Chantajearla hasta hacerle creer que lo que tu quieres es lo correcto? ── Demetri alzó una ceja esperando encontrar alguna señal de broma en el rostro de su amigo.
── ¿Y qué otra opción tengo? ¿Tu que harías en mi lugar?
── Si yo estuviera en tu lugar, la familia de esa chica ya habría ardido en llamas hace un buen tiempo y ella viviría entre los muros de este castillo. ── Expresó sin ninguna emoción en su rostro, pues hablaba en serio. Alec no haría eso, era la última de sus opiniones, pero ya no seguiría actuando como si no le importara. En ese momento, estaba dispuesto aceptar cualquier cosa que su amo le ofreciera para resolver todo dilema existente en su interior.
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