━━ PRELUDIO
Querido diario, la vida de una adolescente está marcada por constantes cambios. Todos creemos que en este punto de nuestras vidas nuestras decisiones van a definir nuestro futuro para siempre, que lo que digamos o hagamos quedará grabado en la piedra de la eternidad. Y, en parte, es cierto. La infancia, esa época más sencilla de nuestras vidas que en algún momento deseamos abandonar, creyendo que ser adulto lo era todo, se va por una puerta que jamás volverá a abrirse para nosotros. La ayuda de nuestros padres es limitada, pues confiamos en que deben soltarnos para que abramos nuestras alas, y no hacernos dependientes de ellos. Pero también está la siguiente fase de ser adulto, que es la que más nos asusta.
¿Qué queremos hacer? ¿Cuál es nuestra vocación? ¿Podemos trabajar persiguiendo nuestros sueños, o debemos "despertar" y enfrentar la cruda realidad, esa que dice que nuestros sueños no nos darán lo suficiente para sobrevivir en nuestra economía? A veces, cada día parece ser insignificante, pero hay otros en los que la muerte significa más para algunos de nosotros.
En mi caso, la adolescencia es peor que ser golpeada por el mismísimo demonio.
Hoy abandoné la vida que tenía en Chicago para mudarme a un pequeño pueblo en Virginia, Mystic Falls. Es el lugar donde mi madre vivió su adolescencia y parte de su vida adulta, antes de embarazarse y mudarse con mi papá lejos de aquí, para alcanzar sus aspiraciones. Pero ahora, gracias a mí, ella tiene que renunciar a todo lo que había construido junto a él para regresar al lugar del cual tanto le costó salir.
Hace cinco meses me diagnosticaron leucemia. Resulta que los dolores de cabeza y mareos que sufría en la escuela eran más que simple estrés por las tareas. Fue duro. Fue difícil ver al médico sostener aquellos análisis de sangre y escucharle decir que tengo leucemia crónica, que, a diferencia de la leucemia aguda, se desarrolla con más lentitud, pero no por eso deja de ser mortal. Estima que no me queda más de un año y que la enfermedad ha sido silenciosa, como la mayoría de los casos, por ende es que apenas se me fue diagnosticada.
Estamos a tiempo para prevenir una tragedia, pero la lista de trasplantes de médula ósea es larga, y hay casos más graves que el mío, así que solo puedo esperar. Estoy bien con eso. Pero mis padres no lo están, y no sé qué hacer para consolarlos. Quisiera decirles que estará bien, pero sería mentir descaradamente. Nadie tiene control sobre esto; No puedo ordenar a mis células para que no me maten.
El doctor dice que, como solo tengo dieciséis años, es una ventaja y una desventaja a la vez. Mis defensas son fuertes, pero por lo mismo de que sigo en desarrollo, puede resultar en desventaja cuando los síntomas de la leucemia se hagan presentes. A veces tendré días tan buenos que creeré que estoy sana, y habrá otros muy malos, y con el tiempo esos días se convertirán en una tortura.
Mis padres creen que la vida de ciudad me puede agitar y perjudicar, por lo que consideran conveniente mudarnos a Mystic Falls, donde la vida de pueblo es más tranquila. No me hace feliz mudarnos, pero si eso los hace sentir en paz, estoy dispuesta a aceptar este cambio.
Sinceramente, no sé cómo sentirme al respecto. Creo que podré superarlo; el hecho de ser joven me da más posibilidades de sobrevivir unos años antes de estar al comienzo de la lista para el trasplante. Pero en días como hoy me pregunto si en verdad podré llegar, aunque sea, a mis dieciocho años. Tengo sueños, y aunque algunos son simplemente estúpidos (como querer comprarme un coche), no quiero que mi vida termine. Pero, más importante, no quiero que mis padres sufran por ello.
Tengo que estar bien, por ellos y por mí misma.
Nadie en este pueblo me conoce, así que puedo empezar de cero. Una nueva vida, donde nadie me mire con lástima. Puedo mantener la fachada de ser un adolescente normal. Viviré al máximo mientras pueda hacerlo, y cuando lleguen los días de hospital y cama, al menos quiero saber que hice todo lo posible por aprovechar mis días en este lugar.
Sonreiré, será la chica nueva que desea hacer amigos, pero no me vincularé demasiado con nadie, porque eso significaría abrirme y dejar que alguien vea mi enfermedad. Quiero que me vean por quien soy, no por mi enfermedad. Si tengo que bailar, lo haré; si tengo que saltar de un avión, saltaré; y si voy a discutir con alguien, lo haré. Haré todo lo que una adolescente sana haría. No quiero tratos especiales, solo quiero ser yo misma hasta donde tenga la oportunidad de serlo.
Mystic Falls no será mi refugio de paz, sino mi último destino en este mundo, donde pienso vivir al máximo, hasta donde me sea posible llegar.
Y pase lo que pase, estaré bien. No tengo otra opción más que estar bien.
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