Capítulo 7. La Noche Del Cometa
El agua de la tetera comenzó a hervir y rápidamente Cora corrió hacia la estufa para apagar la hornilla y así servirse el agua caliente a su taza de cerámica azul. La rubia ojiazul era consciente de que no tenía permitido beber té, pero no había dormido casi nada anoche, por lo que necesitaba algo semejante a la cafeína. Además, su mamá no tenía por qué saberlo, y su padre estaba dispuesto en hacerse de la vista ciega por esta única ocasión.
Había vuelto a casa hasta tarde. Se quedó más tiempo del estimado en la casa Gilbert, ayudando a Jenna en guardar las cosas que compró. Ambas charlaron un poco en la cocina, donde Cora se limitó en pedir un vaso de agua cuando se le ofreció algo para beber. Las dos rubias habían charlado de todo un poco, hasta que llegó el momento de hablar acerca del menú semanal y de cómo se debían alimentar a los adolescentes. Cora, en un intento de querer ayudarle a Jenna con sus deberes, se ofreció en ayudarla a cocinar. Si bien la ojiazul no era una experta en la cocina, sí que sabía algunas recetas, y Jenna no pudo estar más agradecida con ella por este gesto.
Fue así como ambas empezaron a picar verdura y a marinar pechugas de pollo que Cora empapeló y metió al horno.
—Solo digo que, si ese chico te gusta, deberías ir detrás de él—le había estado insistiendo Jenna una vez que el sol estaba empezando a ocultarse para dar paso a la noche. Por esa hora el pollo estaba casi en su punto, y las verduras que preparaban como guarnición estaban ya preparadas para ser salteadas en la sartén.
—Pensé que habías dicho que era peligroso para mí. —indicó la muchacha con una pequeña risa que le salió tan natural.
—Y lo es. Sostengo cada palabra que dije—afirmó Jenna y apartó unos mechones de su cabello de su frente—. Pero también es cierto que puedo estar equivocada. Tengo un largo historial, Cora, ningún chico es lo suficiente bueno. Pero tal vez este muchacho es diferente. Eres nueva aquí, no te conoce, y obviamente tú tampoco a él. ¿Por qué no lo buscas en la noche del cometa?
—No lo sé. No quiero empezar con un drama de romance. Solo quiero adaptarme, y después iré viendo.
—Bueno, el problema es que no eliges cuando, donde, ni de quien enamórate—le dijo, señalándola en el acto con una zanahoria—. Y no necesariamente tiene que ser amor. Ya hiciste conexión con alguien de aquí. Puede que sea tu mejor amigo de acuerdo con el destino, o lo que sea que tú quieras creer. Y no se les cierran las puertas a candidatos para ser tus amigos.
—Puede que tengas razón—reconoció—. Damon es alguien carismático, al menos cuando quiere. La mayor parte del tiempo es demasiado sarcástico. Y no conozco a muchas personas por aquí, así que puede caber la posibilidad de que podamos ser amigos, si es que él no es un psicópata.
—Y si resulta serlo, siempre puedes golpearlo con una rama. Hay muchas por aquí, no te será difícil encontrar una para defenderte.
Cora había estado por responder que ella había estudiado ballet, por lo que lo último que le faltaba era fuerza en piernas. Sin embargo, en el preciso momento en el cual la hornilla se encendió bajo la sartén negra donde se sirvieron las verduras, la puerta principal se abrió y dejó entrar así a Elena Gilbert.
—Que bien huele—escuchó Cora la dulce y melódica voz de la morena que ingresaba a su casa, deteniéndose en la entrada para dejar sus llaves y bolso—. Te dije que solo era cuestión de práctica para que aprendieras a usar el horno, tía Jenna. ¿Qué estas...?
Elena se detuvo en seco en la entrada de la cocina cuando reparó en la presencia de Cora, y miró un tanto confundida a ambas rubias.
—Cora—titubeó—. No quiero sonar grosera—dijo finalmente, frunciendo su ceño—, pero ¿qué haces aquí?
—Encontré a Cora en la calle—respondió Jenna con una radiante sonrisa, ocupándose de mezclar bien las verduras en la sartén, manteniéndolas en constante movimiento—. Me está enseñando a preparar un platillo. Si a ti y a Jeremy les gusta solo háganlo saber, así podré secuestrar a Cora para que me ayude.
—Espero no importunar. —dijo apresuradamente la ojiazul a la castaña. Ésta última negó rápidamente con su cabeza y esbozó una gentil sonrisa.
—No. Nada de eso. Es solo que me sorprende verte aquí, con mi tía—suspiró—. Aunque debo admitir que no es lo más raro que he visto hoy.
—Uh-oh. Presiento que se trata de un chico—dijo Jenna, mirando sobre su hombro a su sobrina—. ¿Matt?
—Stefan—pronunció Elena su nombre con otro suspiro, esta vez más breve, pero con la suficiente energía como para brindarle sentimiento al momento. Cora sintió escalofríos al instante y se removió un tanto incomoda en su sitio—. Le hice caso a las chicas y fui a su casa.
—¿Fuiste a su casa?—preguntó Jenna, escéptica—. ¿Y qué sucedió?
—No mucho—respondió Elena con una mueca en sus labios—. Descubrí que tiene un hermano, con el cual se lleva mal por lo que alcance a ver. Él era amable conmigo, pero Stefan lo veía como si quisiera arrancarle la cabeza.
—Eso es normal en todos los hermanos varones. —dijo Jenna.
—No tanto como que su casa parece el escenario de la casa que se ve en Cumbres Borrascosas—masculló la morena—. Sin mencionar que Stefan tiene una exnovia. Aparentemente, por lo que su hermano me dijo, fue una ruptura dolorosa para Stefan.
Cora apretó los labios para contener las ganas que tenía de expresar su desconcierto por ello. ¿Qué más le daba a ella lo que sucediera con Elena y Stefan? Era claro que había algo entre ellos dos, se podía sentir la tensión cuando estaban cercas. Como almas gemelas. Cora creía en las almas gemelas, aunque mucha gente decía que sólo eran cosas de cuentos de hadas. Estaba segura de que todos en ese mundo estaban atados a alguien, a ese compañero de vida que reconocerías en cuanto las miradas se encontraran. Esa persona que le daría un nuevo significado a los latidos del corazón, revolucionando todo, y que le daría un nuevo sentido a las noches que se pasaban sin dormir, por que significaba que, al estar enamorado, ese amor era tan fuerte y hermoso que no se necesitaban de los sueños cuando la realidad ya era preciosa.
Indudablemente Elena y Stefan tenían eso. Y ella, como una ingenua, creyó tener una conexión con él. Lo mejor era olvidarse de ello y abstenerse a la realidad, y está era que tenía que adaptarse al pueblo, y no en jugar a buscar el amor. Su condición de vida no le permitiría esto.
—Bueno—decía Jenna, en un claro intento de animar a su sobrina—, al menos es una exnovia. Espera a que salgas con un chico con problemas de apego a su madre, o que te engañe—frunció sus labios—. O las anfetaminas.
—Tal vez solo tienes que hablar con él, sin la intervención del hermano—sugirió Cora sin pensarlo. No sabía por qué quería consolar a Elena, pero todo lo que sabía era que quería animarla y hacerla sentir mejor al respecto, darle esperanzas de que podía acercarse a Stefan—. Posiblemente no mencionó antes lo de la exnovia porque es algo duro para él. Las rupturas son dolorosas para algunos chicos. No sabes cómo es la historia completa. Puede que él te lo quería contar para después pero su hermano te lo dijo para molestarlo.
—Exacto. Los hermanos siempre hacen eso, especialmente los mayores. —corroboró Jenna, apoyando a Cora.
—No juzgues hasta oír la versión de Stefan—sugirió la ojiazul, encogiéndose de hombros—. Si crees que te miente, entonces déjalo. Pero creo que Stefan merece el beneficio de la duda. Acaba de volver a Mystic Falls. Es claro que no es un libro abierto, pero si conversaron toda la noche, puede que esté dispuesto a intentar algo nuevo, algo que lo haga sentir mejor. Ser alguien mejor en comparación como pudo ser con su ex.
—No sabrás cuando arriesgarte, Elena—dijo Jenna—. Pero cuando te enamores, lo harás. Nadie sabe cómo es el amor a ciencia cierta. Es imposible explicarlo. Muchos te dirán que te hace hacer estupideces, otros que te hace sacar la mejor versión. Y a veces que vas a sufrir. Todo eso es cierto. Porque eso es amar. No se piensa, solo sientes y saltas al vacío, confiando en qué alguien te atrapará.
Cora cerró los ojos e inspiró profundamente cuando sintió la calidez de su taza de té entre sus manos, devolviéndose a sí misma al presente.
Después de esto las cosas se salieron de control por completo en la casa Gilbert. Los problemas familiares no hicieron más que aumentar para Elena, solo que esta vez le tocó a su familia sufrirlos en cuanto su hermano menor, Jeremy, llegó a casa y trató a Jenna con descaro cuando ella intentó hablar con él respecto a la reunión que tuvo en la escuela donde se le informó que él se ha estado saltando clases. Fue entonces cuando Cora anunció que se retiraba. No obstante, para su sorpresa, Elena se ofreció en acompañarla a la salida.
—Lamento que hayas tenido que ver eso—fue la disculpa de la morena cuando salieron al pórtico de su casa—. Jeremy usualmente no es así. Es solo que ha sido algo difícil para nosotros...
—Está bien, no me debes explicaciones por ello—la consoló Cora en cuanto percibió la sombra de la tristeza amenazando con opacar el bello rostro de Elena—. No es fácil para alguien atravesar lo que tú y tu familia han tenido que vivir, pero el tiempo lo sana todo. Agradece que es más sentimental por lo que pasa Jeremy. Una enfermedad incurable sería desastroso. Estará bien, al igual que tú y Jenna.
Elena soltó una exhalación que pareció expresar alivio como consuelo y asintió en forma de agradecimiento en compañía de una media sonrisa en sus labios.
—Gracias. Yo lamento si no pude hablarte hoy en clases, estaba algo distraída y con demasiadas cosas en la cabeza. Pero Bonnie y yo hablamos en serio con respecto al recorrido por el pueblo.
—Lo pensaré—no quería hacer promesas que luego no podría cumplir, pero tampoco quedaría cerrarse del todo ante aquella propuesta—. Todavía sigo adaptándome, y quiero terminar con desempacar todo en la casa. Todavía quedan varias cajas.
—Si gustas, podemos ayudar con eso. Además, parece que tú y mi tía se llevaron bien.
—Si, eso fue algo inesperado para mí, créeme—confesó con una pequeña risa que contagio al instante a Elena. No obstante, la risa de la rubia fue la primera en apagarse, y su corazón dio un vuelco dentro de su pecho cuando se percató de podía irse sin decir más, pero no quería. No se sentiría bien irse a casa con la culpa del egoísmo donde ella pudo callarse y ganar terreno con Stefan. No habría sido lo correcto. Así que lo dijo: —. Respecto a Stefan, hablé con él durante el primer día de clases, y es claro que le gustas. Pude verlo en el Grill. Todos lo vieron. Tú también saliste de una relación, pero cuando él está cercas, creo que hablo por todos al decir que tú eres más feliz. Necesitas justamente eso: sonreír por qué quieres, no por qué es tu deber. Después de la terrible tragedia, mereces ser feliz. Stefan saca esas sonrisas espontáneas por qué es alguien transparente, y un alma sensible. Sabe de libros, es fácil deducir eso—chasqueó la lengua—. Solo digo, Elena, que, si sientes que hay algo entre los dos, deberías ver si es real, o solo una ilusión. Pero, en mi opinión, creo que lo que tienen es algo real, y puede llegar a ser hermoso y mágico para ti.
Cora apretó con fuerza sus ojos y golpeó suavemente su frente contra la pared de la cocina y se maldijo a sí misma mentalmente.
¿Por qué? ¿Por qué su gran boca tuvo que abrirse esa noche? ¿Por qué demonios no podía ser egoísta y así ahorrarse la miseria de ver a Elena y Stefan como si fueran Romeo y Julieta? Pudo ser su oportunidad para hablar con Stefan en la escuela, ver si aquel sentimiento que él evocó en ella el primer día de clases seguía ahí, o si solo fue algo de una sola vez. Pero, por supuesto, no podía ahora hacer esto, no después de todo lo que me dijo a Elena. Pero lo peor de todo, lo que la hacía sentir terrible consigo misma era que todo lo que le dijo a la castaña anoche era cierto. Ninguna palabra que dijo fue falsa. Todo lo que llegó a expresarle lo dijo desde el corazón.
No cabía duda: a veces pecaba de alma caritativa, y siempre se perjudicaba a sí misma.
En ese momento André entró a la estancia, y al ver cómo su hija se daba de topes en la pared se detuvo para contemplarla mejor. Sin embargo, en lugar de tomarse las molestias para inventar alguna excusa que justificara aquella acción suya, Cora se limitó en apartarse y miró a su padre un tanto inexpresiva.
—No preguntes. Créeme, es mejor así.
—¿Se trata de tus pastillas?
—Nada que involucre mi salud—respondió con un suspiro, tomando asiento en su silla respectiva donde ya la esperaba un plato de cereal, sin azúcares añadidos. Su dieta era la peor de todas. Ni siquiera la gente con azúcar alta comía como ella debía hacerlo—. Solo a mi acongojado corazón.
—Nadie de tu edad dice acongojado.
—Es culpa de Dickens que yo lo diga—replicó—. Y eso es lo de menos.
André enarcó su ceja y tomó asiento frente a su hija, mirándola detenidamente mientras que ella se disponía a comer su plato de cereales con leche libre de grasa y lactosa.
Alguien tenía que darle un premio por comer sin rechistar cosas que carecían de sabor. Mientras que un adolescente de su edad desayunaba panqueques o huevo con tocino, ella comía cosas insípidas.
—Dios, siempre tuve miedo de que esta conversación llegara—pronunció André con cierto pesar, lamentándose por la situación—. Me sentía mejor cuando te enamorabas de personajes ficticios.
—Sigo haciéndolo.
—No. Ya no—exhaló—. ¿Cómo se llama?
—Papá...
—Cora. Fui adolescente, conozco la mirada de alguien que sufre por una persona de la escuela que crees que no te ve y de la cual estás enamorada.
—Se llama Stefan—respondió finalmente, resignada. ¿Qué más daba si se lo decía? Si ella no se lo comentaba, entonces él iría a buscar a la mamá de Cora, expresándole su preocupación por la vida amorosa de su hija, y sería entonces cuando todo se volvería más complicado como incómodo para la rubia—. Él vivía aquí, pero se mudó siendo un niño. Ahora volvió, y charlamos. Fue lindo, pero... —mordió su labio inferior—. Es raro ¿Sabes? Cuando vi sus ojos, cuando hicimos contacto visual, fue como si todo, absolutamente todo, desapareciera. Me hizo sentir bien por un instante. Y luego la magia terminó. Hay una chica, Elena Gilbert, que le gusta Stefan, y es claro que a él también le gusta ella. Anoche fui a su casa y literalmente le acabo de decir que luche por él.
—Eso es algo noble de tu parte. —dijo su padre en un claro intento de consolarla y hacerla sentir mejor, pero, obviamente, no era lo que Cora necesitaba escuchar en ese momento.
—Si, lo sé. Pero me siento mal porque ahora tendré que ir a la escuela y verlos sonreírse mutuamente como dos tortolos—bufó—. Creo que lo que es la cereza del pastel de mi miseria es que ambos se ven bien juntos. Pero creo que lo que hace esto más frustrante para mí es que no llevo una sola semana de conocerle y estoy en este estado ¿cómo es eso siquiera posible?
André esbozó una sonrisa que parecía albergar cierta melancolía y chasqueó la lengua.
—El amor a veces puede hacerte parecer ser la persona más estúpida sobre la tierra. Yo pensé que era un completo idiota pese a que mis calificaciones eran extraordinarias—la señaló entonces con el dedo índice—. Por cierto, tenemos que hablar también de tus clases.
—Papá.
—Claro. —carraspeó.
Su padre a veces podía ser un tanto distraído, por eso era que le atraía todo lo antiguo, porque él con cualquier historia que encontrase en un objeto, por pequeño que fuera, ya estaba interesado en ello y podía dejar a un lado todo lo que hubiera estado haciendo. De hecho, una vez Cora recordaba que él la estaba ayudando con una tarea de matemáticas en la secundaria, pero por error ella había dejado abierto el libro de historia, y su papá no demoró demasiado en tomarlo y empezar a hablar sobre la revolución francesa. Curiosamente fue por eso por lo que Cora había adquirido Historia de dos ciudades por que quedó maravillada por cómo su papá se apasionaba por la historia y quería saber más al respecto.
—Sabes que tú madre era la popular de la escuela, yo el típico nerd. Una historia cliché, si quieres llamarle así, pero por algo se llama cliché, porque es algo que puedes ver en la vida real y en muchos matrimonios—formó una mueca con sus labios—. Yo quedé enamorado de ella en cuanto la vi, cosa que me tomó desprevenido. Yo siempre fui un hombre de ciencia, aunque no lo parezca debido a lo que me dedico, pero la ciencia era mi mundo, lo único en lo que yo era bueno, y la ciencia, por lo tanto, no podía explicarme los misterios del amor. ¿Cómo es que con sólo mirarla a los ojos yo estaba enamorado? No tenía sentido. Era estúpido. Algo así debes sentir ¿no? Apenas y conoces a ese chico y no dejas de pensar en él.
—Procuro no hacerlo—confesó—,pero cuando lo veo con Elena es como si me entrara ese peligroso deseo de separarlos y ser yo quien lo haga sonreír, pero luego me doy cuenta de que no quiero lastimarla. Ella perdió a sus padres, merece ser feliz, y Stefan la hace feliz.
—El amor no tiene razón de ser, y mucho menos respeta tus deseos. Te enamoras de alguien, y a veces puedes lastimar en el camino a otra persona.
—¿Eso pasó contigo y mamá? ¿Alguien más salió lastimado?
—No, pero pudo pasar de no ser porque algo pasó primero.
—¿Qué cosa?
—Un animal. Algo atacó al que era novio de Lydia. Jamás encontraron el cuerpo, sólo sangre que concordaba con la de él. Era demasiada cantidad que todos sabían que nadie podía sobrevivir a tal pérdida. Eso me dio oportunidad de acercarme a tu madre. Ya éramos amigos, así que no fue tanto el camino que tuvimos que recorrer.
—Mamá jamás me contó que estuvo enamorada de alguien más. —musitó con su ceño fruncido, totalmente desconcertada por esta revelación que se le hizo acerca del pasado de sus padres.
André soltó lentamente el aire que estaba conteniendo y negó más para sí mismo con la cabeza.
—Tú madre decidió que quería olvidar eso. No me preguntes porque, ella jamás me dio razones, y por lo tanto no quise insistir. Te recomiendo que tampoco se lo menciones—entrecerró sus ojos—. A veces, solo a veces, me siento culpable, porque de no ser por esa tragedia, Lydia nunca se hubiera convertido en mi esposa. Y yo jamás hubiera sido tu padre. Pero luego pienso en lo que gané, y él ya no está, así que ¿por qué sentirme culpable? Tengo una hermosa familia, y es todo lo que siempre quise.
—Si, pero estoy enferma, papá—susurró con voz afligida, sintiendo como su corazón se oprimía con solo pensar que sus padres, un día, estarían destrozados frente a un ataúd, donde su cuerpo estaría, esperando a ser sepultada—. No sabemos cuánto tiempo me queda con exactitud.
—No pensemos en eso ahora—pidió él, extendiendo su mano sobre la mesa para así tomar la suya y sujetarla con fuerza—. Piensa en tu presente. Y en que ese chico, si sientes que hay una conexión entre los dos, no renuncies a él. No creo en el destino, pero a veces me gusta pensar que algunas cosas no salen como las planificamos. Ahora piensas que él y Elena Gilbert están destinados, pero puede que no. Ojalá y ella jamás sufra lo que aquel chico que fue el novio de tu madre, pero son adolescentes, y no todo es para siempre a esta edad en la que están ustedes. Solo vive, y ten la mente abierta para lo que la vida te tenga deparado en Mystic Falls. Tienes el privilegio de que, por tu situación, puedes vivir la vida al límite. Apóyate en todo lo bueno, y deja de darle poder a lo malo, porque si no te quedarás estancada.
❍▬▬▬▬▬▬ ☬ ▬▬▬▬▬▬❍
Stefan Salvatore había visto a los humanos por un largo tiempo, y en los últimos años procuró estar entre ellos para recordarse como era moverse y hablar con uno más, sin embargo, todavía le costaba entender a los adolescentes de la época actual, algo bastante irónico considerando que él, en teoría, tenía la misma edad.
Los chicos, por ejemplo, tenían esta necesidad de ser siempre rudos, dándole un mal significado a la masculinidad, siendo machos prepotentes, especialmente los que pertenecían a los equipos deportivos. Muchos de ellos veían a las chicas como aperitivos sexuales, y lamentablemente la gran mayoría de ellas querían eso. Querían que un chico les quitase su virginidad, como si esto fuera un logro.
Posiblemente era por esta razón por la cual él se veía todavía incapaz de sentarse cercas de algún grupo de adolescentes en el receso, y en su lugar se quedaba en una banca cercas de la sombra del árbol, contemplando a todos mientras tenía entre sus manos una copia de Romeo y Julieta, libro que todavía no entendía como es que había llegado a su mochila. Sospechaba que se trataba de Damon, quien quiso ser un tanto irónico dada la situación en la que se encontraban ambos hermanos.
Todavía podía rememorar su discusión, detalle a detalle, haciendo eco en su mente hasta hacerlo sentir el deseo de gritar iracundo a los cuatro vientos y correr hacia su hermano para detener cualquiera que fuese su plan. Por supuesto, no podía hacer nada de esto, porque sabía que hablar con Damon y hacerlo razonar era igual a intentar detener la caída de un relámpago. Nadie podía detener a Damon cuando él se proponía algo. Era bastante inteligente como para estar siempre dos pasos por delante, siempre teniendo en cuenta todos los imprevistos que pudieran surgir en el camino y así ser capaz de evadirlos. Era peor que Maquiavelo, de eso no cabía duda.
—¿Recuerdas a Estella?—había dicho Damon la noche en la que Stefan había entrado a la preparatoria de Mystic Falls para conocer a Elena—. Yo sí. Ella me dio acceso a múltiples puertas del Hollywood de los años cincuenta. Fue la mejor época de mi vida, si me permites decirlo. No como los ochenta. Dios, esa moda jamás te quedó. Katherine era diabólica, pero Estella era la imagen viva de Lilith. Hermosa, inteligente, apasionada por lo que hacía, pero también era perversa. Katherine nos manipuló, pero Estella nos destrozó. Esperemos que Elena no sea idéntica a Katherine y a Estella y termine lo que ellas empezaron. No soportaría verte agonizar por eso. No de nuevo.
—¿Y tú, Damon? ¿Acaso olvidas cómo Estella te humilló de la peor manera, sólo para después morir? Me consta que ella y Katherine están en el infierno ahora, mientras que nosotros estamos aquí, peleando por dos amores del pasado.
—Es más que eso, y lo sabes.
—¿De verdad? Katherine te rompió el corazón, sin embargo, fue Estella quien lo hizo cenizas. Elena es diferente a ellas dos. Créeme cuando te digo que Elena no es idéntica a Katherine, y mucho menos terminará lo que las dos mujeres que amamos empezaron. ¿Por qué habría de ser igual la historia entonces cuando no eres capaz de amar, Damon? Elena nunca será Katherine. Lo sé.
—Estás enamorado, es entendible. Tiene el rostro de Katherine, y la bondad que Estella aparentó tener. Te hace sentir especial ¿no es así? Espera a que saque su otra cara. Ahora está indefensa, pero ¿qué pasará cuando sepa que tiene poder sobre ti? Sabrá cómo destrozarte. Y cuando eso suceda, no bosques mi ayuda, porque estaré ocupado diciéndote te lo dije
Katherine y Estella. Los dos amores de ambos hermanos Salvatore. Las dos mujeres de las cuales ambos cometieron el fatídico error de llegar a enamorarse, y hoy el solo hecho de recordarlas hacía sentir a Stefan el mismo dolor que sintió cuando descubrió las verdaderas intenciones de ambas, y de cómo esas dos mujeres nunca amarían a alguien más que a sí mismas. Egocéntricas, crueles y sin escrúpulos; nadie en esa tierra era tan malvado como Katherine Pierce o Estella Sherwood.
Stefan pasó de página su libro pese a que apenas y le estaba prestando atención, cuando en ese momento la vio.
Estaba sentada en la mesa que estaba frente a él, completamente solitaria sin más compañía que la de un libro que descansaba sobre su regazo y ella leía con más interés del esperado. Sus grandes ojos azules analizaban con detalle cada línea, y de vez en cuando su rostro dejaba ver reacciones de alegría, tristeza o frustración por lo que se contaba en dicho libro, entregándose por completo a la historia que estaba escrita en esas páginas.
Stefan fue cerrando lentamente su libro, como si temiera que ante cualquier movimiento brusco de su parte ella fuera a asustarse e irse corriendo de ahí, y contempló totalmente maravillado, el cómo sus espesas cejas, que eran de un rubio oscuro casi castaño, se juntaban cuando algo del libro la desconcertó. En su pálida y blanca frente, que era como la porcelana, se creó una diminuta arruga que ya parecía ser recurrente cada vez que ella leía.
Cora Beckham era para Stefan un enigma que lo dejaba maravillado, así como desconcertado, cada vez que tenía el placer de observarla a la distancia. Cuando llegó a Mystic Falls sabía lo que encontraría: a Elena Gilbert, siendo idéntica físicamente a Katherine. Su voz, su rostro, estatura, color y tamaño de ojos, las cejas; era idéntica a la que fue su gran amor, y sin embargo Cora apareció en su camino, y fue para hacerlo sentir más confundido.
Cora era parecida a Estella, un rostro que creyó que nadie más podía ser capaz de poseerlo. Su voz melódica, sus cejas espesas, el color del cabello, incluso el largo de éste. Todo en Cora le recordaba a Estella, excepto de que había algo diferente en ella, y eran sus ojos. Estella si bien los tenía azules, Cora tenía un color azul de ojos tan profundo que era como navegar en un océano. Como dos piedras zafiro. Estella los tenía más celestes, mientras que Cora era de un color zafiro.
La pequeña rubia era como un libro cerrado para Stefan, uno que tenía una portada semejante al de Estella, y sin embargo eran pequeños detalles los que las hacía ser tan opuestas. Estella siempre fue ambiciosa y egoísta, enamorada de la fama y el éxito del cine, pero Cora era un alma sensible, podía verlo cuando la muchacha no era consciente de que él la observaba en clases o en el receso.
Lo que sentía por Elena era fuerte, no podía negarlo. Era como si algo la conectara a ella, donde él quería protegerla, hacerla ver la luz del sol y de la esperanza tras aquella trágica perdida que sufrió. Era algo inexplicable lo que él sentía hacia Elena, pero tal vez no era lo suficientemente fuerte como para que él pensara durante dos noches seguidas en esos ojos zafiro y en aquella gran y radiante sonrisa angelical.
Damon tenía razón, ahora él era el egoísta que se estaba enamorado de dos personas, y tenía que detenerse. No sabía que estaba sucediendo, como era posible que dos chicas tuvieran los mismos rostros de sus dos amores del pasado, pero estaba claro que no tenían la misma personalidad, y mucho menos eran conscientes de la oscuridad que alguna vez acechó al pueblo. Y así debía seguir.
Lo mejor que Stefan podía hacer para ellos tres era concentrarse en la única persona por la que decidió salir de las sombras: Elena.
—Cora.
La dulce voz de Elena llegó a sus oídos en ese momento y vio como la morena se acercaba hacia la banca donde estaba la rubia ojiazul, quien alzó su mirada del libro y vio un tanto confundida a Elena, claramente desprevenida por tenerla delante suyo.
—Elena.
Stefan agudizó su oído y se vio a sí mismo contener el aliento. Era tan extraño para él escucharlas interactuar, le causaba escalofríos. Era como si, por un momento, fuesen Estella y Katherine conversando entre ellas. De ser así nadie estaría preparado para algo como eso. Pero eso no hacía estremecedora la visión de la rubia y morena intercambiando palabra.
—Mi tía, Jenna—carraspeó, parecía un poco incomoda al respecto—, me pidió que te dijera de su parte que lamenta mucho lo de anoche.
—Está bien, no pasa nada.
—Esto es de parte de ambas. Si gustas, cuando lo desees, eres bienvenida a nuestra casa. Parece que ustedes dos congeniaron bien, y dice que eres buena en la cocina y escuchando a la gente. Yo misma puedo testificar de eso último.
Stefan frunció su ceño. ¿Cora había visitado la casa de los Gilbert?
—¿No te es raro que tu tía y yo nos llevemos bien?
—Un poco. Pero creo que me gusta la idea de que ambas se lleven bien. Y créeme, la casa necesita recibir más visitas. Y, quien sabe, tal vez Jeremy sepa comportarse si ve que gente entra y sale.
—Dale tiempo. Se ve que te ama—entonces Cora vaciló antes de añadir con cautela:—. No debería decirlo, pero he visto cómo te protege de los demás chicos, aunque no lo creas.
—¿Jeremy hace eso?—preguntó Elena con voz suave, y Stefan detectó una sonrisa en su voz.
—Algunos dicen cosas sobre ti, como que rompiste con Matt y ahora estás con Stefan. O cosas algo más estúpidas. Pero no lo sofoques. Tarde o temprano verá que eres su hermana, y te necesita como tu a él. Son hermanos, no estarán distanciados para siempre.
Stefan formó una mueca. Era absurdo, pero al escuchar decir a la rubia esto último por un momento, solo por un pequeño momento, sintió como si se lo estuviera diciendo a él respecto a su relación con Damon.
—Eso espero—Elena suspiró—. Por cierto, esto es más de mi parte. ¿Vendrás esta noche a ver el cometa?
—No lo sé. Escuché que a veces es un mal presagio, o algo así.
—Es solo un cometa. En Mystic Falls jamás suceden cosas malas. No ahora, al menos. Además, apuesto a que en Chicago nunca pudiste apreciar el cielo nocturno en su totalidad. Puede que te algo te cautive además del cometa. Todos irán, deberías unirte también.
—Tendré en cuenta tu invitación. Gracias.
—Por cierto ¿has visto a Stefan? Llevo buscándolo durante todo el día.
—No...espera. Creo que lo vi sentado en esa banca.
Pero cuando Elena se volvió hacia el lugar donde Cora le apuntaba, no quedaba nada más que una banca vacía, dejando así un tanto desconcertadas a ambas chicas.
❍▬▬▬▬▬▬ ☬ ▬▬▬▬▬▬❍
Cora sintió escalofríos cuando la suave y fría brisa de la noche golpeó su espalda apenas y se detuvo en la entrada del Mystic Grill. Tras haberlo debatido, decidió hacer a un lado todas las dudas, emprendiendo así camino hacia dónde todos se reunirían para ver el cometa. Su padre, por supuesto, le había pedido, casi suplicado, que tuviera cuidado, y que de preferencia regresara temprano a casa, ya que no quería que su madre descubriera que él le había dado permiso de salir esa noche. No obstante, Cora ya tenía decidido el no quedarse mucho tiempo. Solamente apreciaría al cometa y después volvería a casa. Era obvio que todos tendrían ya asignados sus grupos de amigos, y ella no era parte de ninguno de estos. ¿Por qué torturarse respecto a su soledad?
La joven se abrazó a sí misma para darse más calor a pesar de que traía consigo una chaqueta de imitación de cuero blanca por encima de una blusa negra y suspiró. Estaba acostumbrada al frío, Chicago siempre fue semejante a la Antártida cuando se trataba del invierno, por lo que una brisa de verano-otoño no era nada en comparación, pero también era verdad que ella no era la misma respecto a su salud, y cualquier viento, por mínimo que fuera, podía llegar a ser como un golpe para su piel y huesos.
Cora vio como la mayoría de los chicos traía consigo una vela encendida, pero ella no necesitaba de eso. Podía ver perfectamente desde donde estaba el curso del cometa.
Sus ojos azules se abrieron como platos y alzó por completo la vista hacia el cielo nocturno. Elena tenía razón. Chicago jamás le habría otorgado una visión tan majestuosa como esa. Nunca vio lluvia de estrellas, salvo en la televisión, y sabía que la mayoría era creación de computadoras, así que ver a ese cometa cruzar el cielo oscuro era algo que nunca jamás habría esperado ver ni en sus mejores sueños.
Era como ver una gran bola de nieve atravesando el cielo sin prisa alguna, como si quisiera detener el tiempo y quedarse el mayor tiempo posible sobre las cabezas de los habitantes de Mystic Falls. Dejaba tras de sí una estela de luz azul casi de un color zafiro casi hipnótico en opinión de Cora. Siempre creyó que los cometas eran esferas de fuego anaranjado, pero nunca creyó ver algo así. Claro que también tenía que recordarse que el fuego no siempre era anaranjado, sino también azul mientras más puro fuera el ambiente. Al menos eso había aprendido en química, y su padre se lo repitió muchas veces cuando ella pintaba alguna chimenea en su cuaderno de dibujos.
—Muchos creen que el fuego es anaranjado, y lo es—habían sido las palabras que André le dijo cuando ella tenía catorce años—. Pero la mayoría olvida que el fuego no es necesariamente un solo color. El fuego es implacable, el elemento más poderoso de todos. Mientras más lo contemples, encontrarás que no tiene una sola matiz de color, sino varias.
Cora contuvo el aliento y sintió como el frío que había sentido era remplazado por una sensación de calor, y de repente sintió el impulso de querer ir por un lienzo y pinturas para plasmar aquel momento por siempre. Era algo hermoso que la naturaleza les estaba dando, y sin embargo parecían ser pocos los que estaban apreciando aquel precioso escenario.
—¿Sabes? Dicen que los forasteros saben apreciar más las costumbres del lugar al que llegaron que los propios nativos.
Cora dejó escapar lentamente el aliento y apartó su mirada azul del cielo para volverse hacia su costado izquierdo, donde estaba Stefan mirándola de soslayo mientras aparentaba prestar atención al cometa.
—¿Eso lo dices tú o es algo que todos afirman?—preguntó ella con fingida indiferencia, cuando la realidad era que estaba haciendo toda fuerza de voluntad para no mirar aquellos ojos verdes que la hacían olvidarse de todo, hasta de la gravedad o todas las leyes de la física.
—Ambos—respondió con una sonrisa ladina, y Cora maldijo en su mente que ella sintiera escalofríos cada vez que lo escuchaba hablar. Su voz era tan suave que hacía que cualquier palabra adquiera profundidad—. Pensé que no vendrías.
—Soy una chica de ciudad. Sé cuándo apreciar un cielo libre de edificios altos o del humo de la contaminación que cubre a todas las ciudades—arrugó su nariz—. Tienes razón. Esta imagen que tengo ante mí es hermosa, y aun así puedo decir que nadie más que tú y yo estamos viéndolo ahora. Están ocupados viendo sus teléfonos celulares y bebiendo alcohol. Pero yo nunca me había detenido a admirar la naturaleza de este modo. Da mucho por pensar.
—¿Cómo qué no tenemos el control sobre muchas cosas, aunque lo creemos así?
—Si, en síntesis, eso era lo que pensaba—se mordió el interior de su mejilla y clavó su atención en aquel cometa—. Veo ese cometa y pienso que nosotros somos tan pequeños, y hay cosas más grandes sobre nosotros que, de quererlo así, podrían destruirnos. Pero no es así. Y sin embargo el ser humano busca invadir y apropiarse de todo. Y al ver este cometa me hace pensar que existen cosas que la ciencia puede resolver, pero otras es mejor no intentarlo. Solo míralo cruzar el cielo. Lo hace en una órbita eterna, pasando cada ciento cincuenta años por aquí, estancado en este bucle. Es lo que hace a este pueblo interesante, así como especial en comparación que la ciudad: te demuestra que eres afortunado de estar vivo, y que tienes que vivir al máximo. La naturaleza aquí abunda en cada rincón, nosotros sólo convivimos con ella—entonces se permitió esbozar una tímida sonrisa—. Así que, si, creo que tienes razón. Los forasteros apreciamos mejor la tierra donde no nos criamos, pero la respetamos porque nos recibe de brazos abiertos. En un sentido metafórico, claro.
Para entonces Cora y Stefan habían dejado de lado su timidez para mirarse frente a frente, ignorando por completo las personas que estaba reunidas dentro y fuera dos Mystic Grill, siendo acobijados por la luz de la luna llena y la intensa como cálida luz del cometa que cruzaba por todo el cielo de Mystic Falls hasta volver a desaparecer y no hacer reaparición hasta dentro de ciento cincuenta años. Tal vez sólo era una coincidencia, posiblemente se debía a una simple casualidad de todos los sucesos, pero si alguien hubiera estado ahí como testigo habría jurado que era más bien causa del destino. El cometa, Stefan Salvatore, y Cora Beckham; los tres juntos en un solo lugar. No podía ser esto una coincidencia aleatoria. Un creyente habría clamado a los cuatro vientos esa noche que algo estaba por suceder esa noche, sellando en destino de Mystic Falls.
El color azul zafiro de los ojos de Cora se fusionó con el verde oscuro de la mirada de Stefan, ambos perdiéndose en los ojos del otro hasta que les fue imposible recordarse donde estaban, y mucho menos como es que habían terminado ahí. No hacía falta decir nada, porque con solo mirarse les bastaba para saber lo que él otro sentía. Una conexión que en definitiva no era algo que la lógica pudiera explicar, pero la lógica jamás mostraba resultados cuando se trataba de fuerzas más grandes.
Sin embargo, Cora rápidamente tuvo que apartar la mirada de los ojos de Stefan cuando vio a la distancia como Matt Donovan salía del Grill a toda prisa y se detenía en seco al ver a ambos chicos, y es que la rubia se percató de cómo Stefan se había estado inclinando hacia ella, mientras que la rubia en algún punto había alzado su mentón para quedar más hacia su altura.
¿Qué fue lo que había sucedido? ¿Como es que cada vez que estaba cercas de Stefan ella perdía los sentidos de razonamiento?
Totalmente avergonzada por esto, Cora escondió su cara, la cual ya estaba igual de roja que un tomate, lo mejor que pudo entre su cabello rubio para que Matt o Stefan no se percatasen de su sonrojo. Matt ya tenía conflicto con Stefan, ella lo veía a en los pasillos cada vez que él contemplaba desde la distancia a Elena con ojos de cachorro herido, para solo ver con recelo y dolor a Stefan, como si el ojiverde fuera el responsable de que su exnovia hubiera terminado con él. Lo último que Cora quería era que Matt fuera corriendo hacia Elena y le contase lo que acababa de ver. Elena pensaría que ella solo le dio el consejo de Stefan con hipocresía, cuando no había sido así.
Sin embargo, una parte de ella, la parte más egoísta de su ser que casi nunca salía a flote, quería que Matt se lo comunicara a Elena. Ella sabía lo que sintió con Stefan en ese momento, y estaba segura de que él también lo sintió. ¿Acaso eso también era capaz de tenerlo con Elena?
Cómo fuese, no importaba, al menos eso fue lo que se dijo a sí misma en silencio. Fue un error, uno que no podía volver a suceder.
—Hey.
—Hola. —farfulló Cora en dirección de Matt. Se sentía tan avergonzada que no era capaz de mirarlo de frente, sólo de reojo.
—Yo...—Matt frunció su ceño y miró a ambos chicos con recelo, como si acabase de ver algo que acaba de concluir, y tenía sus sospechas de lo que pudo haber sucedido ahí antes, pero no tenía pruebas necesarias como para confirmar sus especulaciones—. ¿Han visto a Viki? No la encuentro por ninguna parte.
Cora tardó un momento en recordar que Viki era la chica que había sido atacada por un animal la noche de la fiesta en la cascada, donde tuvo un segundo encuentro con Damon, el chico misterioso de ojos azules y cabello azabache. Viki era hermana de Matt.
En mal momento Viki había tenido que desaparecer.
—No—Cora carraspeó y señaló al interior del Grill—. ¿Alguien ya buscó en el baño? Tal vez está ahí.
—No está. Ya buscaron las chicas y no hay rastro de ella.
—No creo que esté en peligro—intentó ser razonable la rubia—. El animal que la atacó está en el bosque, y dudo que ella esté ahí. A menos que nadie haya sido capaz de verlo y solo se obsesione con una sola presa.
—Hay animales que así son algunas veces. Son testarudos—masculló Stefan—. Estaré atento por si la llego a ver. —le dijo a Matt, pero en chico Donovan no hacía más que mirarlo con desconfianza.
—Igual yo—dijo Cora, y como si hubiera sido un milagro enviado del cielo, en ese momento sonó su celular. No tardó mucho en aprovechar esta oportunidad para escapar de lo que parecía ser una escena un tanto incomoda y así poder atender la llamada—. Disculpen.
Alejándose de ahí a grandes zancadas, al menos tanto como sus piernas cortas se lo permitieron, Cora entró al Grill y respondió el celular.
—¿Si?
—Tu madre pregunta por ti, le dije que estabas tomando un baño caliente. Así que si mañana por la tarde hace preguntas le dices que te dejaron mucha tarea y que estabas exhausta.
Cora pestañeó un tanto sobresaltada al escuchar la urgencia en la voz de su padre, como si estuvieran en una clase de misión donde eran agentes secretos y tenían que informarse uno al otro lo sucedido.
—¿Ella te llamó?
—No la juzgues, cariño. Sabes que solo se preocupa por ti.
—Si, lo sé.
—¿Cómo van las cosas? Desde aquí puedo ver el cometa, pero me imagino que tú tienes mejor vista.
—¿Qué? Oh, sí. El cometa—Cora estaba viendo por la ventana como Stefan se alejaba de Matt y cruzaba la calle, pero no pudo ver a donde se dirigía ya que volvió a prestar atención a su padre—. Es precioso.
—¿Sabes? Hay muchas cosas que dicen respecto a ese cometa. Pero son sólo mitos. Tú disfruta de esta noche, y si puedes estoy seguro de que cuando tengas oportunidad grabaras los recuerdos del cometa en un lienzo. ¡Oh! Antes de que se me olvidé, cena algo, por favor. Apenas y comiste algo cuando te fuiste.
—Lo haré, papá—solo quería que dejasen de preocuparse tanto por su dieta—. Te veo al rato. Te quiero.
—Y yo a ti.
Sin más que decir, Cora colgó la llamada y suspiró. Tal vez lo mejor era irse de ahí. No veía a Elena o a Bonnie por ninguna parte, y mucho menos veía rastros de aquella cabeza de cabello color azabache. No tenía sentido porque ella había esperado ver a Damon por ahí esa noche, pero era claro que él no haría aparición, y todos estaban ocupados buscando a Viki. Mejor encontraría un lugar más íntimo para ver el cometa a solas, al menos por unos minutos más y luego mataría un poco de tiempo yendo a comprar algún libro. Tenía dinero suficiente consigo para darse ese gusto.
Siendo así, Cora salió del local y sin siquiera darse el tiempo de orientarse o recordar siquiera por qué dirección había llegado al Grill, la rubia ojiazul tomó la calle de la derecha, dirección opuesta a donde había visto marchar a Stefan, y caminó a toda prisa por la acera, penando que tal vez podía encontrar una banca y hacer un rápido un esbozo del cometa, plasmando solo la base esencial para luego pasarla a un lienzo. Siempre cargaba en su bolsa un cuaderno de dibujo, era algo primordial para ella, así como un lápiz, borrador y sacapuntas. Ella ya estaba acostumbrada a dibujar con la luz natural del cielo, y, teniendo en cuenta que el cielo de Mystic Falls era más abierto y despejado que el de Chicago, sus ojos apenas y se lastimarían.
Caminó por lo que le pareció ser más de diez minutos hasta que le fue casi imposible escuchar las voces de los adolescentes reunidos para ver el cometa, alejándose de todos hasta que finalmente encontró una banca colocada en una calle que estaba prácticamente desierta, salvo por los locales que seguían abiertos, pero sin gente alguna. La mayoría de los pueblerinos estaban en sus casas o reunidos en algún otro lugar del pueblo para admirar el cometa que sólo verían una sola vez en sus vidas.
Cualquier punto de Mystic Falls era ideal para apreciar al cometa, por lo que ese lugar no le era de ningún inconveniente. Tomó asiento y comenzó a dibujar en aquella hoja en blanco lo que era el cometa. Estaba ya profundizando en algunas líneas apenas y el esbozo parecía estar hecho, cuando entonces una voz se alzó entre la desolación de la calle, haciéndola pegar un respingo en su asiento.
—Hola, forastera.
La rubia rápidamente sonrió un tanto aliviada al reconocer al dueño de esa voz y como respuesta cerró su cuaderno y asintió en su dirección.
—Hola, Diggory. Quiero decir, Williams.
El chico pelirrojo había prácticamente aparecido de la nada, y se dirigía hacia ella un tanto alegre como decidido. Por fortuna venía solo, así que no le sería nada incómoda su presencia.
Esa noche la luz natural parecía estar a favor de Cedric, ya que, con cada paso que el joven daba, Cora podía apreciar mejor con mayor detalle el color pelirrojo de su cabello, de cómo su sudadera negra hacia resaltar cara hebra de su cabello que contrastaba con su pálida piel y ojos color avellana.
—No lo olvidaste. —dijo él con una suave sonrisa que mostraba gratificación por ello.
Cora se encogió de hombros.
—Imposible olvidarlo.
—¿Sabes? Aunque Cedric Diggory murió en los libros, es grato ser comparado con Robert Pattinson.
Cora sonrió esta vez con burla y se hizo a un lado para dejar más lugar en la banca.
—¿Te cuento un secreto? Robert Pattinson es mi amor platónico respecto a celebridades.
Cedric tomó asiento a su lado y le miró con una ceja enarcada.
—Déjame adivinar ¿por Crepúsculo?
—No necesariamente—dijo, y arrugó su nariz en el acto—. Pero en parte. Ya me gustaba desde Harry Potter. Pero no le digas a nadie.
—Tú secreto está a salvo.
Ambos se rieron como los dos adolescentes despreocupados que podían ser esa noche y Cora advirtió que él traía consigo una bolsa de papel. Lo que fuese el contenido parecía ser pesado, pues la bolsa tenía el aspecto de estar a punto de romperse.
—¿Qué traes ahí?—preguntó, girando su cuerpo para así sentarse en posición de flor de loto sobre la banca y mirarlo mejor. Una de las ventajas de tener piernas cortas era que podía adoptar esa postura sin dificultad alguna.
—Litros de limonada. —respondió, y de la bolsa sacó dos botellas de lo que, efectivamente, era limonada. Había al menos como cinco botellas de un litro ahí adentro.
—¿Por qué?
—Mi abuelo está de visita en casa de mis padres. Para ver el cometa. Mamá dijo que no podemos beber alcohol, tanto porque yo soy menor de edad, así como que mi abuelo ya no puede beber eso. Originalmente iban a ser solo cuatro limonadas, pero decidí comprar tres extras. Suerte que hice eso.
Cedric dejó la bolsa de papel en el suelo con el resto de las limonadas y abrió una de las botellas de vidrio para así ofrecérsela a Cora apenas y le quitó la rosca. La rubia pestañeó totalmente desconcertada por ese gesto del pelirrojo, más tras vacilar unos instantes aceptó la bebida con una media sonrisa.
No había esperado aquello. Pero por alguna razón estar con Cedric era algo natural, sin sentirse incomoda o que en cualquier momento su corazón se saldría de su pecho. Tal vez era por su sonrisa transparente, o porque su voz transmitía serenidad, así como dulzura, algo bastante sorpresivo para un chico deportista, pero eso tal vez hacía que Cedric le agradara aún más.
—Gracias.
—Yo ya te dije por qué cargo varias botellas de limonada conmigo—dijo él, igualmente volviendo su cuerpo hacia ella para mirarla de frente, y adoptó la misma posición de flor de loto como ella, solo que le causó un poco más de dificultad gracias a que él era más alto que la ojiazul—. Ahora dime ¿qué haces aquí tan sola a mitad de la calle sin otra compañía más que un cuaderno de dibujo?
—Digamos que estaba charlando con alguien—respondió tras un momento de cavilación—, pero él tuvo que irse porque alguien llegó y pues en realidad los dos no teníamos por qué estar conversando.
—Me perdí. ¿Quién es quién exactamente?
Cora suspiró y le dio un sorbo a su limonada para así explicarse mejor.
—Estaba hablando con Stefan Salvatore, pero Matt Donovan llegó y dijo que su hermana estaba desaparecida. El problema es que Matt es el ex novio de Elena, y ella ahora es muy cercana a Stefan.
—Si Matt los veía juntos a ustedes dos pensaría que Stefan juega con Elena. —comprendió entonces el pelirrojo.
—No sólo eso—chasqueó su lengua—. Ayer prácticamente le dije a Elena que se arriesgara con Stefan. Si Matt le cuenta a Elena que nosotros dos casi nos besamos pensara que yo fui una doble cara o algo peor.
—Wow, espera—exclamó, y sus ojos se abrieron como platos—, ¿se iban a besar?
—No lo sé. Puede ser. Y eso no es lo importante. Acabo de decir que la hermana de Matt desapareció.
—Seguramente sólo está con Tyler teniendo sexo en algún árbol—respondió con una mueca disgusto—. Así es él.
—Presiento que no te agrada Tyler.
—Es complicado—exhaló—. En resumen, no somos amigos, pero tampoco quiero llevarme mal con él. No me conviene. Es un imbécil en todos los sentidos, un macho prepotente, si gustas verlo así. No acepta un no como respuesta.
Cora tragó en seco.
—¿Viki acaso...?
—No lo sé—respondió con voz sombría e inquietante—. No quiero meterme en eso. Cada vez que lo escucho hablar de chicas prefiero irme a otro lado—frunció su ceño—. Es asqueroso.
—¿Y Matt sabe qué clase de persona es su amigo?
—Claro. Bueno, al menos la mitad. La otra cara no la ve por qué no quiere o solo porque esta depresivo por Elena—arrugó su nariz—. ¿Lo has visto? Cada vez que la ve parece que quiere lanzarse a sus pies y rogarle que vuelvan a estar juntos. Entiendo que está enamorado, pero Elena rompió con él antes del accidente. Ella sabía lo que hacía a pesar de que Tyler le dice que sólo está sensible, que ya se le pasará. Solo alimenta en vano las esperanzas de Matt.
—En verdad no te agradan. —murmuró al ver con cuanto desprecio pronunciaba los nombres de ambos chicos.
—Soy parte del equipo de fútbol—respondió con un encogimiento de hombros—, y ellos son parte de ello. Tengo que aprender a tolerarlos, pero créeme, si Salvatore entra al equipo, harán lo que sea para hacer su vida miserable. Sobre todo, Tyler como todo lobo que marca su territorio y quiere asegurarse de ser el alfa. Tyler me tacleó muchas veces en mi prueba para ingresar, con más fuerza de la debida. Me acorraló en los baños, y me lanzó una amenaza sobre que si no sabía cuál era mi lugar lo lamentaría solo porque yo había saludado a Viki. No soy un chico de peleas, así que me quedé callado y busqué hacerme de un perfil bajo.
—Es un imbécil. —concordó ella con el adjetivo que Cedric había usado para referirse a Tyler anteriormente.
—Si, lo es—dijo con una risa ahogada para acto seguido suspirar—. Pero no hablemos más de cosas desagradables como eso. Mejor volvamos a ti.
—¿Qué hice yo ahora?—preguntó ella un tanto inocente.
—Qué no hiciste—alzó sus cejas pelirrojas y llevó la botella a sus labios—. ¿Acaso te gusta Salvatore?
—Por supuesto que no—negó ella casi gritando mientras que él bebía de su limonada—. Apenas y lo conozco.
—Cora, te guste o no, no eres un libro cerrado. Tampoco abierto, pero sin duda dejas expuestas todas tus emociones y sentimientos. Solo un ciego no sería capaz de ver como tus ojos brillan más que ese cometa cuando se menciona su nombre.
—¿No es raro para ti hablar de chicos?—preguntó ella con recelo, pero Cedric negó un tanto divertido con su cabeza.
—Tengo una prima, pero es casi como mi hermana. Desde los doce años se la pasa hablándome de chicos, y ahora, mágicamente, soy como un sabio que da consejos al respecto. Así que puedes hablar de ello conmigo con toda libertad. Créeme, no puede ser peor de las cosas que escuché decir a mi prima. Salvatore al menos no es un profesor de historia, eso ya es ganancia.
—¿Tú prima se enamoró de su profesor?—preguntó un tanto escéptica, alzó sus cejas e hizo una mueca—. Eso es un cliché.
—Por algo existen los clichés: por que suceden en la vida real.
—Touché—ambos volvieron a reír al unísono—. Mis padres son como este cuento de hadas que escuchas toda tu vida. Crecí enamorada de la idea del amor gracias a ellos dos. No tenía idea de qué mis expectativas serían saciadas por personajes literarios. Nunca me he enamorado, porque en Chicago yo no era atractiva para ningún chico, pero estaba bien con eso. Tenía a los libros, eso era más que suficiente. Pero apenas llego aquí me encuentro con este chico de mirada penetrante, labios carnosos, y los ojos más gentiles que pudiera encontrar. Su voz es dulce, así como aterciopelada. Pero lo que hizo esto más confuso para mí es que él me vio a mí el primer día de clases. No vio a una chica nueva, solo me vio a mí por quien soy. Me es fácil hablar con él. Los dos siempre completamos lo que él otro dice, y comparte amor por los libros.
—Cómo un cuento de hadas.
—El problema es que yo soy la Có-protagonista—murmuró—. Elena y él tienen algo especial. Sería una tonta de pensar que algo puede suceder entre nosotros dos.
—De ser así ¿Por qué ella no está con sus amigas hablando de cómo se siente con Stefan?
—Tal vez por qué no sabemos eso ya que no están aquí. —indicó con una risa apagada.
—Cierto. Mi punto es que puede que tú le hayas dicho a Elena que se arriesgue con Stefan, y también tienes razón con que los dos parecen tener una conexión. Pero algo que debes saber, Cora, es que Elena no siempre fue así. Antes del accidente ella era la típica animadora popular que no sabía lo que quería. Ahora puede ser otra, lo cual sería estupendo, sobre todo para ella misma, todos merecemos la oportunidad de cambiar. Pero creo que tú también mereces la oportunidad de dejar de ver las historias de otros y ser la protagonista en esta ocasión. La vida es corta, no sabemos qué pasará en un futuro. Pero ahora creo que debes arriesgarte e ir con Salvatore.
Cora tomó una profunda bocanada de aire que llenó suavemente sus pulmones, y exhaló. Algo tan simple como esto, una acción que todos los humanos realizaban parecía tan simple, sin embargo, para ella era algo gratificante, algo que la hacía sentir tan bien. Le recordaba que estaba viva, y que él reloj seguía corriendo para atrás hasta detenerse. Tenía que aprovechar cada minuto.
Tal vez solo era algo estúpido, algo que no tenía futuro, pero no perdía nada volviendo a ver a Stefan. La noche aún no terminaba, y el cometa seguía en lo alto del cielo. Tal vez era una señal para ella.
—Tú prima si es que es afortunada en tenerte—musitó para acto seguido golpear suavemente su hombro—. Gracias por la charla.
—Para eso existen los buenos samaritanos.
Ambos dieron un breve brindis con sus botellas de limonada y bebieron en nombre del cometa sólo para que después Cora tomase su bolso y dejase ahí lo que restó de su bebida para así despedirse de Cedric y volver sobre sus pasos hacia el Grill.
Sabía que no debía hacer esfuerzo alguno como correr, pero dada la situación era lo mejor que podía hacer.
—¿Han visto a Stefan?—le preguntó a un grupo de chicos que estaba fuera del establecimiento—. Alto, ojos verdes, cabello castaño. ¡El chico nuevo!—exclamó esto último alterada.
Uno de los jóvenes le dijo que lo más seguro es que haya ido a su casa, cosa que no hizo más que hacer sentir miserable a Cora. No tenía idea de dónde vivía. Sin embargo, cuando su esperanza parecía estar ya por los suelos, Bonnie Bennett apareció a su lado, está vez sin una botella de cerveza en mano, y pidió hablar con ella.
—¿Buscas a Stefan?
Cora se percató de que Bonnie estaba evitando tocarla, y la rubia pensó que se debía a la supuesta visión que tuvo la otra noche en la cascada. No obstante, Cora no tenía tiempo para hablar de brujas y mitos.
—Si.
—Escucha, Elena es mi amiga—empezó a decir Bonnie, cosa que hizo tragar en seco a la ojiazul—, y su felicidad me importa—suspiró—. Matt nos dijo que tú y Stefan estaban en una posición bastante significativa, y cree que si él no hubiera llegado seguramente estarían ahora mismo en el bosque haciendo dios sabe qué.
—¿Qué? No—Cora cerró los ojos e inhaló. Después de lo que había hablado con Cedric estaba convencida de Tyler y Matt no eran sus personas favoritas en Mystic Falls—. No es lo que crees—susurró y volvió a abrir los ojos sólo para encontrarse con una confundida y angustiada Bonnie. Pero ella no parecía estar preocupada por lo que Cora le decía, sino por algo más que la rubia desconocía por completo. Tal vez pudo haberse detenido para preguntarle a la morena si todo estaba bien, y posiblemente las cosas serían diferentes. Pero no fue así—. Matt si me vio con Stefan. Y sé que a Elena le gusta. Pero no quiero verlo porque a mí también me guste. Apenas lo conozco.
—Igual que Elena. Igual que todos nosotros—frunció su ceño—. Elena no sabe lo que pasó, y honestamente no sé si quiero que lo sepa. Así que te haré este favor.
Bonnie sacó de su bolso negro un papel doblado que parecía ser arrancado de un cuaderno de matemáticas y se lo tendió a Cora.
—Elena me dio la dirección de Stefan solo por si necesitaba un rescate o algo así. Le insistí en que me hiciera saber dónde estaba cuando quiso ir a visitarlo—cuando Cora alargó su mano para tomar aquel papel, pero Bonnie retiró abruptamente el papel de su alcance—. Elena es mi mejor amiga, jamás haría algo para herirla. Si te doy este papel es porque tal vez quiero que ella se aleje de Stefan.
—Lo sé—exhaló, y su mirada azul se llenó de una sorpresiva determinación—. Pero quiero dar ese salto. Es tiempo de que tome riesgos.
Dicho esto, le quitó a Bonnie y aquel trozo de papel, se despidió de ella con una media sonrisa, la cual fue un tanto tensa y llena de incomodidad, y volvió a echar a correr hacia la dirección donde estaba situada la casa de los Salvatore.
❍▬▬▬▬▬▬ ☬ ▬▬▬▬▬▬❍
Antes de Mystic Falls, antes del cáncer, Cora solía pensar en que era absurdo pensar que una persona podía enamorarse de alguien a quien apenas había conocido. Pero ahora sabía de qué esto iba más allá del físico atractivo. Era esa sensación de que cuando veía sus ojos sentí como una revolución sacudía su mundo, la hacía sentir segura cada vez que hablaba con él. La escuchaba, y comprendía. Era tan fácil poder hablar con él por qué siempre complementaban la oración del otro. Y esa noche, cuando se miraron a los ojos, fue como si ambos se estuvieran diciendo un secreto del cual nadie más sabría. Nunca antes había sentido lo que sentía con Stefan. Y si sus padres creyeron que en Mystic Falls ella sería capaz de vivir una mejor vida que en Chicago, entonces era momento de saberlo y tomar riesgos como este.
Pasó como quince minutos corriendo como una desquiciada por las calles del pueblo hasta que finalmente llegó a lo que creía que era su destino. Al comienzo pensó que Bonnie le había engañado, que la envió a la mitad de la nada, pero entonces fue cuando la vio asomada entre los árboles: la silueta de una casa. No obstante, con cada paso que dio, donde también aprovechó para recuperar el aliento, descubrió rápidamente que no era una casa, sino una mansión, y supo también que Elena tenía razón: era una mansión que fácilmente podía ser el escenario de Cumbres Borrascosas, o cualquier novela gótica.
La mansión tenía el aspecto de llevar años en pie, tal vez cien, no podía saberlo a ciencia exacta. El diseño le decía que podía ser a mediados o casi finales de la época victoriana, pero Mystic Falls era como un bucle del tiempo, combinando actualidad con elementos del pasado.
Cora vio una camioneta estacionada frente a la casa, y una gran sonrisa llena de nervios y ansiedad iluminó por completo su rostro hasta llegar a sus bellos ojos zafiro. Suponía que aquel vehículo debía ser del tío de Stefan, o de éste último, dándole así a entender a la rubia que él debía de estar en casa.
Acomodando lo mejor que pudo su chaqueta blanca, quitándole así un polvo que ni siquiera tenía, Cora avanzó con cierta timidez por el terreno de la mansión hasta llegar al frente de la casa.
La luz era bastante tenue que le fue difícil encontrar al principio donde podía estar la puerta, no obstante, cuando dio con la que era la entrada, su sonrisa se fue apagando lentamente cuando los vio.
Estaban afuera de la casa, la puerta estaba abierta, dando a entender que Stefan debió salir de su hogar, dejando lo que fuera que estuviera haciendo, para estar con ella. Con Elena. Los vio demasiado cercas que la distancia era prácticamente nula, solo para ser cortada en ese momento y así uniendo sus labios en lo que era un delicado, suave y dulce beso. Vio cómo Elena llevaba su mano hacia el rostro de Stefan, y él al instante imitó su gesto y acarició suavemente el rostro de la castaña con afecto.
Fue así como Cora sintió que, bajo la tenue y blanca luz de la luna llena, y con el cometa siendo testigo de ello, su corazón y alma caían a sus pies y todas sus ilusiones se hacían trizas, sintiéndose desdichada por pensar que momentos atrás ella pudo haber estado ocupado el lugar de Elena Gilbert esa noche.
*saca su violin e intenta entonar una melodia triste pero todo lo que consigue es ser denunciada por tortura auiditiva* el violin no es lo mío ¿okay?
Empezamos con el maratón ¡que emoción! El maratón constará de un capítulo diario (Lunes, Martes y Miércoles)
Bueno, sinceramente me dio bastante tristeza tener que hacer pasar por eso a Cora, pero, oigan, vean el lado positivo. Al menos, si las cosas fallan con Elena hay oportunidad de que la relación entre Stefan y Cora pueda desarrollarse mejor durante este tiempo en el que Stefan y Elena estén como pareja. Antes de correr hay que saber el camino que se quiere recorrer, y Cora puede tener ahora esta ventaja.
Y si alguien odia a Matt por lo que hizo, por favor manifiéstense. Honestamente yo jamás odié a Matt en la serie, tampoco es mi preferido, pero en las dos primeras temporadas me desesperaba. Especialmente en la primera por que parecía cachorro pateado cada vez que veía a Elena. Mijo, un poco más de dignidad ¿no? Más que dar pena da vergüenza.
La relación de padre e hija entre Cora y André es algo que me encanta. Y antes de que alguien pregunte que onda con Cora y Lydia, Cora es una adolescente que tiene problemas de salud. Una madre promedio es algo asfixiante para su hija, para Cora es más como si Lydia fuera su enfermera que una mamá, cosa que tampoco está mal, pero ella ahora se siente sofocada por eso. Pero no crean que tengo olvidada a Lydia, es solo que, como la mayoría de las veces, Cora ve a su papá como su aliado en quien puede confiar, y a su mamá la ve pues como esta mujer histérica que se preocupa por todo y su instinto es no contarle todo. Tal vez nada. Está mal, pero admitan que muchas relaciones entre los padres e hijos así son.
Si me conocen saben que siempre procuro que la familia sea muy importante para mis protagonistas, por lo que André y Lydia tienen un papel importante para jugar que más adelante será revelado. Por ahora la prioridad es Cora relacionándose con los chicos. Una vez establecido esto es cuando se desata el caos. Por lo menos hay que darle por unos capítulos más la sensación de que Mystic Falls es un pueblo inofensivo ¿no? (Mystic Falls inofensivo. Hasta yo me rio por eso jajajajaja) Vamos a ver cuanto tiempo dura esta idea para Cora.
Bueno, espero que les haya gustado el capítulo y nos leemos mañana ❤️
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top