Capítulo 6. Adaptaciones
Cora cerró su ejemplar de Historia de dos ciudades y suspiró con frustración. Desde que había llegado a Mystic Falls tenía problemas para concentrarse en cualquier lectura, y ahora que parecía tener tiempo de sobra para leer su mente se encontraba bloqueada, haciéndole imposible salir de la página veinte del libro. Levantó su mirada azul de su regazo donde tenía descansando su libro y miró la calle poco transitada que tenía delante suyo.
Después de clases su madre la había recogido y llevado a casa, pero apenas y ella se descuidó al recibir una llamada telefónica por parte de Liz Forbes Cora recogió su bolso junto a su libro y le hizo señas a su madre de que saldría. Antes de que Lydia pudiera presentar alguna objeción ella ya estaba fuera de la casa avanzando a grandes zancadas. Sentía que necesitaba estar tiempo a solas, sin su familia que la mirase como si fuera una flor que estaría por marchitarse en cuanto la descuidaran por un minuto, o por las miradas curiosas de sus compañeros y de los mismos profesores. Desde que llegó a Mystic Falls no había tenido la oportunidad de estar realmente sola, recorriendo las calles por su cuenta sin ser interceptada por alguien. Quería ver el pueblo, descubrir los encantos de los que tanto le hablaban, y tal vez así podría sentirse como si estuviera en un nuevo hogar y no en una prisión.
No obstante, esto no parecía estar funcionando. Todo lo contrario, Cora sentía que cada día que pasaba ella se estaba asfixiando. Y la reciente conversación que mantuvo con su nueva maestra de artes tampoco le ayudaba demasiado como para sentirse serena. Era como si ella fuera un pez de agua dulce y sus padres acababan de lanzarla a un cuerpo de agua salada. Se sentía sofocada, superada por todo, y tenía la impresión de cómo si ella fuera a cometer la imprudencia de hacer o decir algo indebido todos sabrían que ella padecía de cáncer.
No quería pensarlo, no quería ser una víctima que culpaba al cáncer de cada una de sus desgracias, porque ella misma sabía que no era así, pero tampoco podía negar que esa enfermedad la estaba limitando. Tenía que aferrarse a una dieta, tomar medicamentos a una hora correspondiente, no podía hacer deportes extremos por que corría el riesgo de desmayarse o de que su propio cuerpo la derribase al tener sus articulaciones más frágiles que otra persona. El cáncer podía ser tratable, pero se le advirtió que ella no podía ser insolente y creerse superior a la enfermedad. Tenía que ser prudente, pero tampoco encerrarse. Pero no veía como podía seguir con su vida con tantas restricciones.
El cáncer la llevó a mudarse a un pueblo pequeño, su madre la trataba más como a una enferma que como si fuera su hija, y Cora tenía terror de salir de casa porque nadie podía saber que ella estaba enferma. No quería la compasión de nadie más, suficiente tenía con estar confinada en su casa, la cual parecía más un hospital. Su mamá estaba acondicionado el baño con toallas de papel, gel antibacterial, y jabones especializados para piel sensible. Cora ni siquiera había llegado a un estado tan crítico como para requerir semejantes tratados. ¿Cómo podía sentirse normal cuando su mamá era como su enfermera?
Solo quería tener un espacio donde pudiera ser ella misma, que alguien fuese capaz de mirarla y ver a una chica normal, con quien ella pudiera conversar sin temor alguno de que se le escapase la palabra leucemia. Deseaba que Mystic Falls tuviera algo más para ofrecerle además de una prisión.
Cora guardó su libro dentro de su bolso, resignada a que tenía un bloqueo lector y que lo mejor que podía hacer era dejar en paz al libro hasta que ella deseara continuar la historia. Se planteó a sí misma en ir al Grill para comer papas fritas y contemplar la idea a ser la chica solitaria del pueblo, cuando en ese momento se percató, gracias al reflejo de una camioneta que se estacionó en la acera vecina, que ella se había sentado enfrente de la tienda de antigüedades de su padre.
La rubia no supo si reírse ante la situación o golpear su cabeza contra la luminaria que tenía a su lado derecho en la banca donde estaba sentada. ¿Cómo es que ella buscaba alejarse de sus padres y terminaba en frente de la tienda donde trabajaba su papá? ¿Es que acaso estaba tan inmersa en sus pensamientos que no se percató de ello?
Cora se mordió el labio inferior y cerró sus ojos. Había un cincuenta por ciento de probabilidad de que su papá no la hubiera visto aún por la ventana, y eso le daba la oportunidad de huir. Pero ¿a quién engañaba? Lo conocía lo suficientemente bien como para saber que él ya era consciente de su presencia y sólo le estaba dando espacio, pero si Cora se daba a la fuga haría que él se preocupase más por ella, comentándolo con Lydia, y todo sería peor para Cora.
Lo más sensato que podía hacer era ir ahí y hablar con él de frente.
Recogió su bolso y se incorporó para así rodear la banca y entrar al local que tenía pintura verde oscura con una puerta de vidrio con un marco de madera que dejaba ver hacia adentro. Cora se adentró ahí y sobre su cabeza sonó una pequeña campana que anunciaba su llegada.
El lugar era más grande por dentro de lo que aparentaba ser en el exterior. Había cientos de mesas que mostraban figuras de madera y de porcelana, así como varios comedores de aspecto antiguo. Las paredes eran del mismo color que la fachada, y en ellas había cuadros que parecían ser hechos desde la época victoriana, y uno de ellos capturó por completo la atención de Cora en cuanto lo vio.
En aquel cuadro se podía ver a una mujer pelirroja de ojos esmeraldas con un vestido celeste que estaba junto a un hombre alto de cabello castaño oscuro y de ojos marrones profundos. Él la tenía abrazada por detrás, mientras que la hermosa mujer de radiante sonrisa tenía sus manos sobre su vientre. Estaba embarazada. Era una pintura sencilla, y tan hermosa en opinión de Cora, porque el artista había logrado plasmar la mirada penetrante del hombre, y de cómo sus ojos se iluminaban de dicha mientras tenía en sus brazos a la mujer pelirroja. Igualmente logró captar la esencia de la joven, quien con sólo sonreír daba la sensación de que el sol podía envidiarla por como su sonrisa iluminaba todo a su paso. Cualquiera podía ver el amor que la pareja se tenía, y de cómo con solo estar juntos ellos ya tenían todo lo que podían necesitar en esa vida: un amor puro, apasionado e inocente sin alguna pizca de maldad o dolor.
—Hija.
La aludida se volvió hacia donde provenía la voz, e inmediatamente vio a su padre detrás de un mostrador de madera pintada de negro observándola por detrás de su gafas que usaba siempre que requería leer algo. Él tenía problemas de visión cuando se necesitaba leer lo que fuese, pero se negaba en usar sus gafas fuera del trabajo. Cora no estaba segura si era por vanidad o porque no sentía necesario usarlas en casa gracias a que lo único que debía leer era el periódico, y ese siempre lo alejaba la distancia que él necesitaba para poder leerlo.
Ese día su papá vestía un pantalón azul marino con una camisa blanca y una saco del mismo color que su pantalón, y con sus gafas hacía que sus ojos azules resaltaran todavía más. Ella y su mamá siempre solían decir que el color negro y azul se había creado para su padre, ya que cuando él usaba alguna de las dos prendas de vestir se veía igual de apuesto que un personaje de una novela literaria que se podía encontrar en un libro. En otras palabras, era el hombre que toda mujer podía soñar, como un príncipe azul encantador.
Posiblemente la gente nativa de Mystic Falls era más atractiva de lo que había pensado, después de todo sus padres también era originarios de ahí. Eso podía explicar la belleza de Caroline o por qué Stefan y Damon eran apuestos. Era la explicación más lógica que podía encontrar a dicha situación que se veía un tanto absurda.
—¿Qué haces aquí?—preguntó él con una gentil sonrisa—. La gente de tu edad no suele visitar a sus padres al trabajo, especialmente cuando su trabajo es estar con antigüedades—bromeó, pero al ver que Cora ni siquiera esbozaba una sonrisa, él le miró consternado—. ¿Está todo bien?
La rubia suspiró y agachó la mirada ¿qué caso tenía mentirle a su papá? Era preferible confiarle a él lo que le sucedía que arriesgarse a que su madre y él se aliaran para saberlo. Y no es que no confiara en su mamá, pero no era un buen momento como para soportar su preocupación asfixiante y un tanto exagerada.
—En realidad no lo sé—musitó—. Hoy tuve clases de artes, y la maestra me dijo algo sobre los cambios, y que debo abrirme para poder adaptarme, y sé que tiene razón, pero es difícil cuando la sombra de la muerte me sigue, junto a la sombra de mi madre la enfermera loca.
—Tu mamá solo quiere protegerte. —dijo él en voz baja y con semblante gentil.
—Lo sé—respondió con un chasquido de lengua—. Perdón, no me estoy expresando bien.
—Creo que lo haces, y por eso mismo te sientes abrumada—indicó él en voz baja—. No estás razonando, y cuando te sucede eso te sientes alterada, porque no tienes el control. Eres mi hija, te conozco mejor que la palma de mi mano—frunció el ceño—. Hablo en serio, hasta hace una semana no sabía que tenía un lunar en el dedo índice.
—Papá. —llamó ella para hacer que él le dijese el punto de todo eso.
—Claro—carraspeó—. Lo que quiero decir, Cora, es que soy consciente de que todo esto es culpa mía y de tu madre, y en verdad lo lamento. Lo cierto es que me encantaría que cuando uno es padre alguien te dé un manual, porque es difícil cuidar de los hijos sin hacer que se sientan sofocados y que se aíslen del mundo. Es lo último que quiero para ti—suspiró—. Tu mamá está convencida de que Mystic Falls es un buen lugar para ti donde puedes hacer una nueva vida, donde te podrás integrar, hacer amigos, y es fácil hacer viajes en carretera para el hospital de Chicago durante todo un fin de semana. Sé que no lo puedes ver ahora, a mi también me costó ver el punto de vista de tu mamá, pero ella tiene razón, Cora. Mystic Falls es un lugar tranquilo, donde estarás a salvo, y la gente aquí es comprensiva, y si lo necesitas verás que ellos son las personas más dispuestas para ayudarte en caso de que tu mamá o yo no podamos. Esperemos que eso jabas suceda.
» Tú también tomaste una decisión en esto, y fue no decir nada a nadie de tu enfermedad, y respeto esto. La preparatoria es dura y lo último que deseas es ser vista como un bicho raro, o peor, como alguien que debe ser cuidada. Pero aún puedes hacer muchas cosas. Tienes el arte, puedes pintar, tienes una biblioteca a tu alcance para leer; hay más cosas que este pueblo te puede ofrecer, sólo tienes que encontrarlo. Encuentra la forma de integrarte, ya sea por medio de tus compañeros de escuela o por otro lado. Siempre hay opciones, algunas fáciles y otras más difíciles, pero nunca se te cierra el camino. ¿Comprendes lo que digo?
» Un ejemplo puede ser la leucemia. Te está limitando a una dieta para seguir, así como te dará días malos y difíciles, pero también te ofreció la oportunidad de mudarte a un lugar donde nadie te conoce, donde puedes ser quien tú desees. Piensa en esto como en un libro. Eres la protagonista ¿qué haría Jane Eyre, o Jo? ¿Cómo actuarían ante un cambio como éste?
—Probablemente lo afrontarían con la frente en alto. Encontrarían la forma de adaptarse sin perder su esencia. Sin perder su voz. —susurró tras unos segundos dónde meditó su respuesta.
André asintió con una media sonrisa en sus labios.
—¿Qué te impide a ti hacer eso mismo?
—Supongo que el miedo—dijo en un hilo de voz—. Estoy tan confundida, papá. Por un lado sigo asimilando que tengo cáncer. No es algo que esperas oír a tus dieciséis años—una risa ahogada y débil brotó de su garganta, y se apoyó por completo sobre el mostrador—. Antes de esto yo bailaba ballet, podía practicar hasta las tres de la madrugada en el ático de nuestra casa. Aquí no hay un ático, sino un sótano. No me siento inspirada para pintar, tengo bloqueo lector que me impide concentrarme en lo que me quiere contar el libro, y todos los chicos de mi escuela ya tienen sus grupos de amigos. Mi maestra dice que siempre puedo integrarme, pero lo dudo. Hay unas chicas que se portaron amables conmigo, pero las veo, y pienso que no puedo unirme a ellas. Son un trío de oro como Harry, Ron y Hermione, o como la trinidad de Wonder Woman, Superman y Batman. No necesitan ser un cuarteto conmigo.
» Me siento perdida, papá. Mystic Falls es un pueblo pequeño, pero yo me siento más pequeña que nunca. No sé qué hacer, mudase de hogar es duro, y más cuando el motivo es mi mal estado de salud.
—Cora—su papá extendió su mano para así sujetar la suya y darle un suave apretón, pero ella vio como detrás de la calma que él intentaba transmitirle, por dentro se estaba desmoronando. Podía verlo gracias a las lágrimas que sus ojos buscaban contener y que estaban empañando su mirada—. Los cambios son duros, y a nadie le gustan. Estas en un momento de tu vida donde los desafíos son arduos, y crees que no te podrás levantar. Y con tu enfermedad esto hace que algunas veces creas que así será, que lo mejor que puedes hacer es quedarte en el suelo y esperar lo peor. Pero no tienes que hacer eso.
» Yo siempre estaré aquí para ti. Sin importar qué. Eres mi hija, eres lo mejor que me pudo haber sucedido en esta vida. Amo a tu madre, pero tú eres mi gran amor, por quien siempre veré primero, por quien me voy a desvelar. Sabes que si pudiera vendería mi alma al infierno para que tú estés sana. Haría lo que fuera por ti, Cora. Y en verdad tengo la esperanza de que, con el tiempo, puedas ver a Mystic Falls como un hogar para ti.
—Lo sé, papá. —susurró ella con un hilo de voz, buscando no llorar para mantener la compostura por él. No quería que su padre la viera flaquear todavía más. Si ella lloraba, él era capaz de derrumbarse junto a ella.
—Bien, porque tu mamá me va a asesinar como descubra esto.
Confundida, Cora vio como él esbozaba una débil sonrisa por detrás de las lágrimas que se habían escapado y rodaban por sus mejillas, y sacaba del bolsillo de su saco un papel, el cual parecía ser un folleto.
«La noche del cometa», decía con grandes letras negras, y debajo de esto se podía ver que la fecha era para mañana por la noche. La rubia frunció su ceño al creer estar comprendiendo lo que él le estaba insinuando.
—Papá... —comenzó a decir, pero él la interrumpió.
—Lo sé. Tuviste suficiente con la fiesta de la otra vez, y mi deber como padre debería ser alejarte de todo esto, pero en verdad creo que debes ir. El cometa es algo muy importante, yo no pude verlo cuando vivía aquí, no era la época. Es una oportunidad única, algo que verás una sola vez en tu vida. Y si eres creyente de todo lo que dicen por aquí, entonces cabe la posibilidad de que el cometa te depare algún deseo.
—¿Como una estrella fugaz?
—Los cometas son mejores que las estrellas fugaces, y lo sabes.
—Cierto—exhaló—. Mamá no aprobará esto.
—Entonces no le digas.
Cora miró aquel volante que descansaba sobre el mostrador y bufó. Era muy probable que la mitad de la escuela estaría ahí, entre ellos Caroline, Bonnie, Elena, y Stefan. No estaba segura si quería verlos, sobre todo a estos dos últimos. Elena era la clase de persona que podía hacerte sentir mal pero que no podías odiar. Cora sabía que ella y Stefan tenían una conexión, todos en los pasillos lo decían, y sin embargo la rubia no tenía por qué importarle esto. Apenas un conocía a Stefan ¿Por qué tenía que sentir celos? Cierto, ella también había sentido una conexión con el chico Salvatore, pero también se podía deber a que los dos eran nuevos y tenían esto en común.
Además, sus días estaban contados ¿Por qué perderse la oportunidad de ver a un cometa que no volvería a pasar por el cielo de Mystic Falls hasta dentro de ciento cuenta años. Era un evento que sólo sucedería una vez en su vida. Y quién sabe, tal vez era una señal de buena suerte, o de desgracia. Como fuese, ella jamás había podido contemplar el cielo nocturno en Chicago, pero en Mystic Falls eventos como este tenían el aspecto de ser más deleitante para los ojos.
Tomó el volante y le dio una pequeña palmada al brazo de su padre.
—Eres una terrible influencia ¿lo sabias? —dijo, a lo cual André alzó sus manos en alto y rio.
—Hago lo que puedo.
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La campana sonó nuevamente por encima de su cabeza, está vez para anunciar su retirada, y Cora no pudo ignorar el hecho de que sentía un poco mejor en comparación de hace diez minutos que fue cuando entró ahí. Hablar con su padre le había sentado bien, y por lo menos ya tenía un plan hecho para la próxima noche, lo cual, en una extraña forma, la confortaba, pues esto quería decir que tenía nuevamente la oportunidad para integrarse, sobre todo en una noche donde el centro de atención sería el cielo nocturno, y la conversaciones serían más limitadas. Al menos eso esperaba.
Guardó el volante en el bolsillo de sus jeans, y se alejó de la tienda de su padre para dirigirse a la calle donde ella creía que se encontraba el Grill. Cada vez estaba más convencida de que necesitaba comer algo, aunque fueran unas papas fritas. No debería por qué comer ese alimento, pero estaba motivada a romper una pequeña regla durante ese día.
No obstante, la rubia adolescente no pudo conseguir avanzar demasiado por la acera, ya que en ese momento escuchó como una voz femenina gritaba tras ella una advertencia, para acto seguido sentir como algo se impactaba sobre su espalda y la catapultaba hacia adelante. Cora tuvo que buscar el apoyo de una luminaria para no caer de bruces al suelo.
—¡Que torpe!—escuchó la exclamación de aquella persona, más sonaba como si se estuviera reprendiendo a sí misma—. ¡Lo lamento tanto! No veía por donde iba. ¿Estás bien?
Cora sintió como su cabeza había comenzado a dar vueltas, brindándole la sensación de que el suelo bajo sus pies giraba rápidamente en círculos. Tragó en seco. Se le advirtió que podría llegar a experimentar vértigo, y que cundo eso sucediera, estaría agradecida por que fuese el único malestar que pudiera llegar a sentir. Pero ella no quería sentir ningún malestar.
Obligándose a sí misma en erguirse, Cora se recordó a sí misma que el vértigo estaba en su cabeza, que era algo pasajero, y que mientras no tomase la decisión de correr, no se caería.
Dio media vuelta sobre sus talones y se encontró con una mujer rubia de estatura mediana. Vestía un suéter rosa junto a unos jeans y su cabello parecía haber sido atacado por una bandada de aves. A simple vista Cora podía asumir que ella no pasaba de sus treinta años, tal vez tenía veinticinco, era difícil saberlo gracias a que se movía como una joven universitaria, pero hablaba como una adulta que buscaba encontrar su lado serio en sí misma. Pero sí algo estaba segura la joven rubia era que esa desconocida era menor que su madre, Lydia.
—En serio lo siento—seguía disculpándose mientras se colocaba de cuclillas para recoger las cajas de cartón y bolsas de plástico que contenían cosas para preparar la cena—. Estaba tan metida en mis pensamientos que no me di cuenta por donde iba. No te hice daño ¿verdad?
—Estoy bien—dijo con un asentimiento al tiempo que veía como aquella mujer parecía estar a punto de tener un colapso—. Pero parece que tú no lo estás—colocándose a la altura de aquella mujer, Cora le ayudó a recoger algunas de sus compras—, ¿acaso compraste todo el departamento de verduras?
—Ojalá, así no tendría que salir a diario—suspiró—. Tuve un mal día. Se me cuestiona como autoridad dentro y fuera de mi casa. Bueno, en realidad no es mi casa como tal, pero ahora lo es—titubeó—. Es complicado.
Cora enarcó su ceja y vio con mayor detalle a aquella rubia. Si bien su aspecto era de ser alguien joven, sus ojos no decían lo mismo. Se le veía cansada, como si llevase noches sin dormir, y que miles de pensamientos preocupantes rondaban por su mente y la hacían dudar.
—Lo siento, no me he presentado como se debe—extendió su mano derecha—. Soy Jenna.
—Cora. —la ojiazul aceptó su mano para darle un suave apretón como forma de saludo—. Soy la nueva.
—¡Claro! Eres hija de Lydia Shade. Bueno, ahora es Beckham, pero...—chasqueó sus labios—. Te pareces demasiado a tu padre. Tienes la misma mirada de André, así como sus facciones.
Cora se limitó a sonreír. No era la primera vez que le decían que ella se parecía más a su padre a que su mamá. Ella misma lo reconocía. Sentía que lo único que tenía de similitud con su madre era la baja estatura, y si acaso la misma forma del rostro, pero todo lo demás eran rasgos que se debían a su papá. Desde el color de sus ojos, hasta el cómo ambos tenían la manía de dar vueltas como dos dementes por toda la casa cuando hablaban por teléfono. No importaba su era algún conocido o no al otro lado de la línea, padre e hija tenían la tendencia de caminar por cada rincón de la casa con el teléfono en mano hasta colgar.
—Conocí a tus padres hace ya mucho tiempo, tú todavía ni siquiera nacías—explicó—. Perdón, debo de parecer ser una psicópata que habla de tus padres y tú ni siquiera me conoces. Por si fuera poco, acabo de chocar contigo.
—No me molesta en absoluto—dijo, y cuando se aseguró de que no quedaba nada más de la compra en el suelo, ambas rubias se incorporaron—. Es solo que estoy un poco confundida. Mis padres apenas y me han hablado de sus amistades de por aquí.
—No me extraña. En primer lugar, yo no era unida a ellos. Los conocí muy poco, pero Lydia siempre fue amable conmigo, y tu padre siempre fue un caballero. Eran el típico matrimonio de por aquí que todos deseaban tener. Siempre se completaban el uno al otro, y lo mejor es que nadie esperó ver aquella unión. Al menos eso es lo que yo sé—frunció sus labios—. Pero debe ser difícil para ti todo esto. Ya sabes, el cambio de una gran ciudad a un pueblo pequeño.
—No es tan malo—se encogió de hombros, todavía con algunas de las bolsas de compras en sus manos—. Estoy aprendiendo a adaptarme—hizo una breve pausa, donde puso más interés del debido en las cajas y bolsas que traía consigo Jenna, y pensó nuevamente en las palabras de su profesora de arte, así como en su reciente conversación con su padre—. ¿Necesitas ayuda?
Aquella simple pregunta pareció tomar completamente desprevenida a Jenna, ya que la rubia adulta dio un respingo y miró con mayor intensidad a Cora, como si la estuviera viendo en verdad, analizando mejor cada uno de sus rasgos, el color de su cabello, las ondas naturales que había en él y como su piel era tan blanca como la nieve pero que hacía contraste con sus mejillas que estaban suavemente sonrojadas, sin llegar a ser un tono rojo, sino más bien rosado.
—No es necesario—respondió atropelladamente—. Además, tú debes tener tus planes.
—En realidad no. Solo tenía una cita con un libro, pero siempre puedo posponerla para más tarde.
Jenna rápidamente comprendió lo que la muchacha le estaba diciendo de forma indirecta, y era que no tenía todavía amigos, y que sus padres estaban ocupados, por lo que estaba sola. Cora pudo verlo gracias a la pequeña chispa que brotaba en los ojos verdes de Jenna, quien al instante asintió con mayor gentileza y una débil, pero de lo más sincera sonrisa en forma de agradecimiento.
—De acuerdo. Te lo agradezco—sujetó con más fuerza las cajas que traía consigo y con su mentón señaló hacia la acera de enfrente—. Mi auto está estacionado ahí. Mi casa no queda lejos, así que llegaremos rápido.
—Estupendo.
Siendo de este modo, Cora acompañó a Jenna, y en el camino, aunque fuese corto, ambas rubias no demoraron demasiado para abrirse la una con la otra y comenzar a contarse lo que más las estaba carcomiendo por dentro. Fue como encontrar una especie de red donde ambas pudieron caer cuando sintieron que caerían al vacío como siguieran estando en soledad durante ese día. Un rayo de sol a través de mí que parecía ser un día nublado.
—Ser la chica nueva siempre fue algo que me intrigó, y al mismo tiempo me aterraba—decía Cora cuando dejaron atrás el tercer y último semáforo de su trayecto—. A veces me preguntaba qué sería ir a un lugar donde nadie te conoce, pero ahora veo que lo malo de todo esto es que soy el centro de atención. Todos me miran como si viniera de Marte o algo así.
—Los chicos son así—respondió Jenna—. Vienes de una ciudad, eres hermosa, y te mudaste a un pueblo pequeño donde lo más interesante que tenemos es un cometa que pasa cada ciento cincuenta años—chasqueó la lengua—. Eso y el evento de Miss Mystic Falls.
—¿Cómo un Miss Universo?—preguntó, escéptica. No tenía idea de qué en los pueblos como Mystic Falls tenían dichos eventos. Pero tampoco le sorprendía del todo teniendo en cuenta que Caroline era la chica más atractiva del lugar, sin mencionar la belleza singular de Elena. Ella no podía ser rubia y poseer un iris claro, pero era su sonrisa junto a sus facciones lo que la hacían destacar y verse igual de hermosa como Caroline.
—Ajá. Este año se llevará a cabo el evento. Todavía falta, pero las inscripciones aún no cierran hasta dentro de un mes—le miró de reojo al tiempo que sus labios tiraban de una sonrisa—. Deberías inscribirte. Así podrías cerrarle la boca a esos imbéciles que deben verte como un trozo de carne fresca. Ser Miss Mystic Falls te dará respeto, y la autoridad de enviar al demonio a todo que quiera sobre pasar los límites.
—Oh, no—dijo con una pequeña risa nerviosa—. No podría participar en algo así. Ni siquiera conozco el pueblo ¿cómo puedo pensar siquiera en competir por una corona que me daría la imagen de ser alguien que se preocupa por este lugar? No, lo que quiero es adaptarme, y sobrevivir a mi primer mes.
—La preparatoria es dura—dijo Jenna tras un instante en silencio que llegó a preocupar en su momento a Cora—. Y estas es una edad donde todo es complicado. Este es un cambio difícil. Y antes de que me lo preguntes, sí sé lo que se siente que todo tu mundo cambie. Que de un día a otro estés en otro lugar, con otras personas, asumiendo nuevas responsabilidades, adoptando una nueva vida. El problema es que esa vida también le puede pertenecer a alguien más, y en tu caso eres tú y el pueblo. Ellos deben conocerte, y tú a ellos. Debes saber medir a las personas para descubrir en quienes confiar.
—¿Cuál fue tu experiencia? —preguntó la rubia en voz baja, un tanto curiosa por saber que pudo sucederle a Jenna como para haber dicho aquellas palabras.
Jenna soltó un prolongado suspiro de agotamiento y negó con su cabeza.
—Bueno, digamos que soy tía. Yo estaba bien con ese papel visitaba a mis sobrinos, podía consentirlos cuando sus padres no estaban, y al final siempre podía irme sabiendo que ellos no eran mi responsabilidad, ya que para eso estaba mi hermana y mi cuñado. Nunca fui una persona de compromisos ¿Sabes? Siempre tuve un novio mensual cuando tuve tu edad, y eso ya era un logro. Era un completo desastre. Aún lo soy.
Jenna tragó en seco y tamborileó con sus dedos el volante. Cora veía como la adulta parecía sumergirse en su propia nube de pensamientos, haciendo que ella tuviera miedo de mover un solo músculo con el temor de que llegase a alterarla.
—Mi hermana y mi cuñado murieron hace poco—dijo—. Van solo unos meses ¿Sabes? Ni siquiera son cinco meses y hay días donde siento que ya pasado toda una vida, y otros, como hoy, donde tengo la sensación de que acabo de volver del entierro. Mi hermana me hizo la tutora legal de mis dos sobrinos, y eso no puede más que asustarme, Cora. Estoy asustada porque no son mis hijos, sus padres murieron, y están en la etapa de la adolescencia.
» Elena es tan comprensiva, ella me ayuda más de lo que debería. Se parece tanto a su madre, lo cual, en mi egoísmo, me conforta. Pero sé que no puedo apoyarme del todo en ella, porque esta no es su batalla, sino mía. Yo soy responsable por dos vidas, debo cuidar de ellos, asegurarme de que estén bien, velar por ellos cuando lleguen a enfermar, ser su roca cuando se sientan perdidos en la tormenta de la adolescencia. El problema es mi sobrino, Jeremy. Él está enfadado con todos por la muerte de sus padres, lo cual es comprensible, pero también está en la fase de la juventud, donde necesitan culpar a alguien de sus problemas. Es como que tener una bomba de tiempo en casa, y yo siempre soy la villana, pero prefiero serlo a dejar que Jeremy culpe a Elena cuando ella desea ayudarlo.
La ojiazul sintió como se atragantaba con su propia reparación cuando realizó de que Jenna era la tía de Elena, y que se dirigía ahora mismo a su casa. No es que esto le molestase, pero tampoco le hacía gracia ir a la casa de una de sus compañeras de clase. Pero Jenna no parecía estar bien, y por lo que había dicho momentos atrás, parecía ser que sus dos sobrinos estaban fuera de casa.
Y ciertamente no se sentía bien con la idea de dejar tan rápido a Jenna, no cuando parecía estar cómoda y desahogando todo lo que parecía estar cargando durante semanas, pero que no había tenido la oportunidad de hacerlo por, quizá, miedo a ser juzgada.
—Jamás fui la hija perfecta. Mi hermana era la del gran futuro brillante, y yo la que estaba destinada a estar sola, y arreglar mi supervivencia como mejor pudiera. Ella tendría a los hijos y al marido perfecto en una preciosa casa llena de armonía. Yo viviría en una ciudad, en un departamento. Tendría citas, pero nada oficial, porque todos los hombres son unos idiotas. Pero resulta ser que la vida tenía otros planes, y me entregó la vida de mi hermana. Solo que se transformó en el caos que yo cargo por dentro. Jeremy no me escucha, y Elena cuida tan bien de sí misma como de todos los demás que me temo que tal vez ella no sepa ver más allá de las responsabilidades y se pierda de su vida.
—Elena es como su madre, pero ¿qué hay de Jeremy?
—¿Qué?
—¿A quién puede parecerse Jeremy? ¿A su padre? Todos nos parecemos a alguien de nuestra familia, porque tendemos a imitar algunas cosas de ellos. La forma de pensar, de caminar, o de vestir. Ahora está de luto, pero al ser el hermano menor, y tras haber perdido a sus padres, él se siente sólo, perdido.
—Ay por dios—susurró Jenna un tanto conmocionada, mientras apagaba el motor del vehículo, y Cora se percató de que ya habían llegado a su destino. Pero la rubia no se movió, se quedó inmóvil delante del volante, mirando el tablero como si este le hubiera otorgado la revelación que necesitaba para su vida—. Soy yo. Jeremy es como yo.
—Entonces sabes que hacer. Haz lo que te hubiera gustado que tus padres hicieran contigo—frunció su ceño—. Mi mamá es quien cuida de mí, a veces demasiado, pero, aunque me enfado con ella por eso, sé que lo hace porque se preocupa por mí, porque me ama—una triste sonrisa se dibujó en sus labios al tiempo que sentía una punzada de culpa en su pecho, pues entendió que ella también había estado juzgando mal a su mamá, cuando en realidad quería protegerla, y que era su forma de reaccionar ante la incertidumbre de los peligros que pudieran rodear a Cora. El cáncer la estaba matando, pero también a sus padres, y mudarse era su forma de querer cuidarla.
Había sido tan egoísta, una adolescente caprichosa, que no consideró lo que sus padres estaban atravesando. Siempre fue consciente de que sufrían por ella, porque ningún padre está preparado para escuchar las noticias de que su hija se irá de ese mundo antes que ellos. Pero, aunque mudarse era algo complicado, estaban juntos en eso. Solo tenían que encontrar la forma de adaptarse a ello y solucionar sus diferencias.
—Jeremy lo verá con el tiempo—prosiguió—, y sabrá que la tarea de ser la figura adulta en una casa es más difícil, y lo sabrá valorar. Hasta entonces, sabes que cuentas con Elena. Y si no te sientes segura, te puedo prestar un libro que me dieron a leer en Chicago sobre los adolescentes. Son trescientas páginas, y cada una se siente como una bofetada. No es de una guía profesional, pero da la orientación en algunos ámbitos. Como en saber cuándo alzar la voz, cuando ser su amiga, y cuando su tía, en tu caso.
—Jeremy me ve como su tía, ese es el problema—respondió en un hilo de voz—. No me toma en serio. Y, honestamente, no puedo culparlo. No sé nada de él, lo que le gusta, o si tiene amigos. Y de tenerlos, no tengo idea si son buena influencia.
Cora se mordió el interior de su mejilla y apretó sus labios. Ella no conocía del todo bien a Jeremy, pero las pocas ocasiones que lo había visto lo encontró con personas que, a su parecer, no ofrecían una buena imagen. No obstante, Jenna no tenía por qué saberlo, no en ese momento, al menos. La pobre ya se le veía afligida, no tenía por qué saber que su sobrino se drogaba o tenía conflictos con un chico de la escuela únicamente por que les gustaba la misma chica.
—Es solo que no sé qué hacer con él. Esta colmando mi paciencia cuando llega a casa y se encierra en su habitación. Necesito que se abra conmigo, o con alguien. Pero no quiero que atraviese esto solo. Elena tiene a sus amigas, lo cual me consuela, pero Jeremy...
—¿Y tú?
Jenna parpadeó un tanto confusa, como si aquella pregunta fuera la última que esperaba oír.
—¿Yo?
—Eres su pilar—indicó con voz suave mientras le dedicaba una gentil sonrisa—, pero también necesitas a alguien. Perdiste a tu hermana, y cuidas de sus dos hijos adolescentes. Muchos se habrían dado la vuelta, diciendo que esos chicos no son suyos, que no son su responsabilidad. Pero tú elegiste quedarte. Sin embargo, los tres están asimilando una pérdida, y un cambio en sus vidas. Si algo sé de las familias, es que las discusiones jamás se harán ausentes, pero lo bueno de ellas es que después de los gritos están las disculpas. Jeremy es joven, cometerá errores, pero creo que también puede ser sensato. Antes del accidente tu hermana lo cuidó, eso me hace pensar que él debe tener compasión y podrá desarrollar inteligencia emocional.
—¿Sabes?—Jenna apoyó su cabeza contra al respaldo de su asiento y lanzó un suspiro profundo para acto seguido esbozar una media sonrisa—. Jamás pensé que me desahogaría con una extraña que tiene la edad de mi sobrina, pero me escucha y da consejos como alguien de mi edad—le miró de reojo—. Siento tanto contarte mis problemas. Tú también tienes los tuyos. Eres nueva, y no tienes s amigos. Y en lugar de te aconseje estoy quejándome de todo.
—Debíamos empezar la conversación de algún modo. —dijo con una pequeña risa, y Jenna imitó su acción.
—Tienes respuestas para todo. Te llevarías bien con Elena. Las dos tienen esta madurez temprana, y esta habilidad de ser sensibles, pero con un fuerte carácter. Puedo verlo en tus ojos—dijo algo en voz abogada que fue difícil de comprender para Cora pese a que estaba cercas suyo. No obstante, al segundo siguiente ya estaba volviendo a hablarle en voz alta—. Gracias, por ayudarme con todo esto. En verdad lo necesitaba. Todos aquí no hacen más que juzgarme, pero, siendo una extraña para ti, accediste a escucharme.
Cora no había esperado aquello, pero al oír aquellas palabras de la tía de Elena, no pudo sentir otra cosa más que sobrecogimiento, así como el pensamiento de que estaba viviendo una experiencia irreal, ya que no había esperado que ese día encontraría a una persona con quien pudiera sentirse segura y confiada, con la sensación de que podía hablar con ella hasta la noche y sin cansarse. Era fácil hablar con Jenna, y sobre todo escucharla.
Tal vez Mystic Falls si tenía un lugar para ella, solo que era con personas que menos había esperado que lo encontraría. Tanto ella como Jenna estaban solas, cada una cargando con diferentes cargas, pero que si llegaban a quejarse con alguien más serían inmediatamente lanzadas al centro de los reflectores donde todos la juzgarían. Si Jenna flaqueaba, la tacharían como una persona irresponsable y poco capaz de cuidar de dos chica. Si Cora exponía su enfermedad, todos la verían como alguien débil y frágil, alguien a quien deberían cuidar y ver como una carga en lugar de como una adolescente.
—Cómo sea, volviendo a ti ¿en verdad no hay nadie que conozcas?
—Hay una persona que, tal vez no me agrada, pero no puedo dejar de pensar en él por las formas en cómo nos hemos encontrado.
—¡Él!—exclamó Jenna, y Cora, sin saber muy bien por qué, se sonrojó como reacción a ello—. Así que hay un chico—una sonrisa pícara tiró de sus labios y giró sobre su siento para mirarla de frente—. Cuéntame los detalles.
—Bueno—la rubia adolescente pasó tras su oreja un mechón de cabello y se mordió su labio inferior. Jamás había hablado con alguien acerca de chicos, ni siquiera con su mamá. No obstante, si bien deseaba hablarle a Jenna sobre Stefan, porque, por una razón inexplicable no podía dejar de pensar en él igualmente, no podía hacerlo ya que Elena parecía tener una conexión con Salvatore, y era muy probable que Jenna estuviera informada de ello. Pero eso no quería decir que pudiera buscar el consejo para lidiar con otro chico—. Se llama Damon, y todas las veces que nos hemos encontrado literalmente siento que aparece de la nada. Claro que, en todas esas ocasiones, yo he estado un poco distraída porque todavía me cuesta reconocer las calles de aquí.
—Interesante.
—No, no lo es. Asusta, porque nuestros encuentros han sido de noche.
—¿Y han intercambiado varias palabras? ¿Tal vez números telefónicos? Sabes su nombre, así que debieron hablar bastante. —señaló con picardía, y la ojiazul reaccionó a ello comenzando a sudar frío en su frente.
—No tanto, pero...
—Alto. Primero que nada ¿cómo es él físicamente? Lo creas o no, el físico cuenta mucho. Sabes si es apuesto pero un imbécil, lindo y amable, o solo un idiota con cara de estúpido.
—Bueno, es más alto que yo, debe medir como metro ochenta. Cabello azabache como la noche, piel pálida y ojos azules. Lo que me confunde es su personalidad. A veces se comporta reflejado como sarcástico, y otras veces es como si se descuidara y me dejase ver por unos segundos su lado más sensible, siendo empático y todo un caballero.
—Atractivo, complicado, han conversado, y dices que aparece de la nada—Jenna frunció los labios—. Si tuviera que decir algo, diría que es un chico peligroso. ¿Has visto películas? Ese chico puede ser un Romeo atormentado. Ten cuidado, esos tipos son los peores. Son intensos con sus emociones, pero sobre todo cuando buscan esconderlas, tanto así que hacen y dicen cosas que hieren a los demás. Por eso les llamo así porque, como Romeo, se enamoran de alguien intensamente, pero están atormentados por algo que jamás nos quieren decir, y al final nos lastiman creyendo que así nos protegen al alejarnos. El problema es lo que sigue después de la separación, y es que no quieren dejarnos ir, y empieza la relación tóxica, que es lo que hubiera sucedido con Romeo y Julieta si es que ellos hubieran decidido vivir. Te lo digo yo, que conozco a toda clase de hombres.
Cora apenas y consiguió asentir. Damon podía ser un chico al cual ella apenas y conocía, pero Jenna tenía razón. Ya lo conocía lo suficiente como para que ambos supieran el nombre del otro. Sin embargo, la rubia no conocía el apellido de aquel misterioso joven, donde vivía, o siquiera si todavía vivía con sus padres. Era obvio que no eran de la misma edad, sólo tenía que ver la forma en cómo se movía y expresaba. Era descarado, pero su mirada parecía tener la madurez suficiente como para saber que sus problemas eran más allá del colegio. Sin mencionar que había estado caminando solo por la calle y él en ningún momento mencionó a algún familiar. Todo adolescente dice, ya fuese de forma inconsciente, que tiene o no el permiso de su madre o padre de estar fuera a altas horas de la noche. Y él sabía que Cora era menor de edad gracias a que escuchó su conversación telefónica que sostuvo con su papá.
Además, en la fiesta que se organizó cercas de la cascada él dijo que estaba ahí para recoger a una amiga, no para ser parte de la celebración.
Pero, claro, no podía decirle a Jenna que Damon podía ser mayor que ella. Y ¿Por qué tenía que darle tanta importancia a Damon? Si, ella se sentía atraída por él pero por el aura misteriosa que cargaba consigo, no por algo más. Sentía curiosidad por saber cómo es que él tenía la habilidad de aparecer y desaparecer ante ella de la nada. Pero tampoco podía negarse a sí misma que había sentido una conexión con él. Era como si ella fuese capaz de quedarse ahí de pie en medio de la noche a solas con él y conversar hasta que amaneciera. Era fácil hablar con Damon, porque, además de tener respuestas sarcásticas para todo, él la había escuchado cuando se sintió sofocada por la presión de enfrentarse a sus compañeros y buscar la forma de integrarse. Aún trabajaba en eso último, pero ese día el chico de cabello azabache le ayudó de una forma inesperada. La hizo sentirse más segura y confiada.
El inconveniente era que, al no ser alumno de la preparatoria, la posibilidad de volver a verlo era casi escasa, pero no imposible.
Cora pestañeó y se obligó a bajar de su nube de pensamientos un tanto incoherentes. ¿En qué demonios estaba pensando? Leer demasiados libros la estaba alejando de la realidad, y ésta era que la chica nueva no se quedaba con el chico apuesto, mucho menos que existían las almas gemelas. Estaba bien en soñar, pero no en creer en la fantasía que se volviera realidad.
Era lo que su madre siempre le dijo que debía tener cuidado con los libros, y ahora estaba por cometer ese error.
—Elena no ha de tardar—dijo Jenna entonces—. Está con sus amigas, pero mientras llega ¿Quieres pasar? Me vendría bien un poco de tu ayuda.
La rubia ojiazul titubeó. No obstante, al encontrarse a sí misma dudando sobre aquella oferta que se le hacía, se reprendió mentalmente. Si deseaba encajar en Mystic Falls para eso tendría que arriesgarse en convivir con algunas personas, y eso implicaba entrar a sus hogares, cosa que Jenna, amablemente, le estaba ofreciendo cuando fácilmente podía decirle que se fuera a casa.
Valía la pena arriesgarse a descubrir si la tía de Elena era una persona en quien Cora pudiera confiar y ser capaz de abrirse, tal como se le había estado diciendo durante todo el día.
—Por supuesto.
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La mansión de los Salvatore era el único lugar de Mystic Falls que era capaz de irradiar misterio, soledad, así como una belleza hipnótica. La vivienda más cercana a dicha propiedad debía de estar a varios kilómetros, rodeándose así de la naturaleza, sin vecinos, sin personas que pudieran atestiguar lo que sus muros escondían entre los árboles del bosque.
Stefan Salvatore miraba con rabia a aquel chico de cabello azabache y ojos azules que vestía ropa del mismo color de su cabello, y en sus labios tenía una sonrisa un tanto socarrona que despertaba en el chico el instinto de querer lanzarse sobre él para borrársela. Sus oídos zumbaban, y sus manos temblaban, pero inclusive bajo aquel estado de cólera fue capaz de oír como la puerta principal se cerraba débilmente, anunciando así la retirada de Elena Gilbert, quien con las más puras e inocentes intenciones había llegado ahí para visitar a Stefan, pero en su lugar se encontró a alguien más.
Damon, su hermano mayor. El causante de la gran mayoría de sus desgracias durante varias décadas, que a veces le resultaba difícil de creer que hacía un tiempo ellos pudieron llegar a ser unidos. Esos días eran como si los hubieran vivido otras personas, en otra época, y en otro mundo.
—Que chica—decía Damon, mirando una vez más por encima de su hombro hacia la puerta ahora cerrada—, tiene una chispa que la hace tomar la iniciativa—entonces miró a su hermano menor con una cara de reproche—. Tú, por otro lado, te ves fatal. Espera, déjame adivinar ¿el hospital?
—Alguien tenía que limpiar tu desastre. —respondió con voz neutra, buscando controlar su enfado hacia él.
Damon chasqueó la lengua.
—Recuerda que si no te alimentas bien no será exhaustiva para ti la habilidad de la persuasión. Las ardillas no te ayudarán con eso.
—¿Cuánto tiempo estuvo Elena aquí?—preguntó un tanto arisco, cansado de los juegos de Damon.
—¿Acaso te preocupas? ¿Te asusta que estemos condenados a repetir el pasado?—tronó sus dedos y sus ojos se iluminaron de una forma peligrosa—. No, eso es lo que tú estás buscando al venir aquí y jugar al adolescente. Elena y Cora—pronunció ambos nombres con tal delicadeza que Stefan creyó sentir escalofríos, pero era difícil saberlo, ya que con Damon cercas él siempre estaba tenso—. Esta vez no quieres ser una de las opciones, quieres que ellas dos sean las que vivan en ascuas en un drama tedioso de jóvenes de preparatoria que se preguntan quién se quedará con el chico. ¿A quién elegirá Stefan? ¿Rubia o morena? Es difícil de saber. Aunque debo darte el crédito esta vez, hermanito. Me sorprendió cuando vi que no solo posaste tu atención en la bella Elena, sino también en la dulce Cora. Pero eso es lo que vuelve todo esto aún mas interesante.
—¿Cómo es que conoces a Cora?
—También he estado ocupado, hermano. Ella es muy diferente a Estella respecto al carácter—bufó—. ¿Sabes? Por un instante creí que era ella, pero luego pensé: claro, si existe una chica que es idéntica a Katherine ¿Por qué no alguien que se parezca a Estella? Después de todo tú y yo sabemos mejor que nadie que este pueblo siempre tiene sorpresas.
—La conociste desde anoche. —dijo, horrorizado por la idea de que Cora Beckham haya estado a solas con Damon y tal vez más de una ocasión.
—Ya estabas alterado, no quería darte una preocupación más—se encogió de hombros—. Cora es un imprevisto para ti ¿no es así? Viniste por Elena, yo vine por ti, pero Cora es esa clase de piedra en el camino que sacude todo tu mundo. Su sonrisa, su espíritu, su dulce voz; lo veo, Stefan. Veo como eso te cautivó, pero estás enamorado de Elena, eso también puedo verlo. Así que, como dos chicas ya te escogieron antes, y da la casualidad de que son idénticas a estas dos hermosas chicas ¿Por qué no ser ahora el que elija a una de ellas dos? Ambos sabemos que lo disfrutas. Te deleitas al estar con ambas, ser amable con Cora, y abierto con Elena. Hablas con una, y escuchas a la otra, justo como Estella hizo con nosotros dos. El problema con esto es que yo también tengo mis cartas preparadas para lanzar y jugar igualmente.
—¿A qué juegas, Damon?—siseó Stefan, y el ojiazul le dedicó una sonrisa socarrona.
—Bueno, supongo que pronto lo sabremos.
¡Estoy viva! Lamento tanto la ausencia, pero después de solucionar algunas cosas finalmente pude actualizar.
Okay, hagamos una rápida recapitulación de lo que vimos. ¿Alguien vio venir una amistad entre Cora y Jenna? Sinceramente quería que fuese Elena la primera amiga de Cora, pero Elena ya tiene a sus amigas, y si bien Cora también será importante para esas tres amigas, no se me hacia coherente que integraran a Cora tan rápido en el grupo. Son amistosas con ella, pero todavía no hay confianza. En cambio creo que Jenna es perfecta para ser esta confidente que Cora necesita en estos momentos. La mudanza la está sofocando, y creo que necesita a una persona que tenga más experiencia pero también tenga un caos en su interior como Jenna. Ambas se pueden complementar mejor de lo que creemos.
Luego tenemos a los hermanos Salvatore. Elena, como dije antes, si es el foco central para Stefan, pero tal vez no para Damon. Tal vez. Ya veremos que planes tiene él.
Espero que les haya gustado el capítulo, y nos leemos pronto.
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