Capítulo 32. Los Viejos Hábitos Nunca Mueren

El miércoles por la tarde la casa Montgomery se convirtió en un salón de belleza. La música juvenil de la época se escuchaba en cada habitación, junto a una secadora de cabello que posiblemente llevaba enchufada a la corriente más del tiempo estimado. La habitación de Rosalie y parte de la sala de estar estaban atiborradas por ropa y zapatos que evocaban a la década de los cincuenta.

Harry sintió que más que entrar a su hogar, acababa de llegar al infierno tras vivir un turno de doce horas en el hospital.

—¡Rosalie! —llamó él, intentando, en vano, que su voz se escuche por encima de la música.

Soltando un gruñido, Harry pellizcó el puente de su nariz y cerró sus ojos. Podía ser un vampiro, pero estaba cansado y solo quería descansar, y eso conllevaba a desear estar en absoluto silencio, porque la cabeza la iba estallar en cualquier momento.

El alcalde de los Montgomery irrumpió en la habitación de su hermana, a la cual encontró cantando frente al espejo de su tocador mientras terminaba de pasar la secadora por su cabello enredado en varios tubos. Harry nunca entendería los rituales de belleza de las mujeres. Simplemente nunca lo hizo y no se tomaría las molestias al hacerlo.

Rosalie finalmente apagó el secador y fue entonces cuando se percató de la presencia de su hermano. Ella no hizo otra cosa más que recibirlo con una radiante sonrisa y prosiguió en levantarse de su silla para quitarse la bata. Harry, si bien era su hermano y sabía que Rosalie no tenía pudor alguno al desnudarse frente a él, apartó la mirada y cerró la puerta detrás de él.

—¡Harry! —exclamo ella con alegría—. Pensé que llegarías más tarde.

«Sí, puedo verlo.» Pensó el ojiazul para sus adentros, mirando consternado el desastre de ropa que ella tenía en su cuarto. Él no pensaba limpiar todo en esta ocasión.

—Rosalie, temo preguntar—dijo él, alzando levemente su voz para hacerse oír por encima de la voz de Avril Lavigne—, pero ¿De qué va todo esto?

Rosalie se puso una blusa blanca de lunares negros y tomó un pantalón de cuero negro.

—Te lo dije, acompañaré a Ava a la fiesta de la escuela. Es con temática de los años cincuenta—esbozó una sonrisa burlona—. Parece que no han sido muy creativos. Nuestras generaciones también vivieron la misma fiesta en el mismo semestre.

No obstante, Harry no pidió encontrarle la gracia, especialmente cuando veía el comportamiento despreocupado de su hermana. Por lo cual caminó con decisión hacia el estéreo para bajar el volumen de la música. Aquello provocó la indignación y confusión de la joven rubia.

—¡Oye!

—Me dijiste que saldrías a otra cita con Ava—espetó él, intentando mantener la calma, pero le estaba resultando difícil hacerlo—. Nunca menciona un baile escolar.

Si bien Rosalie al comienzo se avergonzó por omitir esos detalles, pronto su rostro se transformó en una mueca de indignación porque él lograse hacerla sentir culpable de algo irrelevante.

—¿Y qué? —soltó ella, alzando su mentón, desafiante—. Soy una vampira, no Rapunzel.

—Rosalie, no sé si te acuerdas de que no eres "solo una vampira", sino que ir a una fiesta escolar con adolescentes y adultos como acompañantes, adultos que crecieron con nosotros, es un plan suicida. Ni siquiera me importa quiénes son los padres de Ava, me preocupa que alguien más te reconozca.

—Creí que tú ya habías solucionado ese problema. —respondió ella, sin estar dispuesta en dar su brazo a torcer.

Harry estaba seguro de que su ojo izquierdo estaba siendo víctima de un tic nervioso. Podía sentir como se contraía.

Rosalie siempre hacia esto. Una vez que él solucionaba todos los cabos sueltos para dar credibilidad a su historia de cómo estaban vivos y milagrosamente el tiempo apenas parecía haberlos tocado, ella salía despreocupada por la vida, con él corriendo detrás suyo, protegiéndola y adoptando el papel del hermano sobreprotector que la sofocaba cuando solo quería proteger a su única familia que le quedaba.

Hace unos meses posiblemente él hubiera hecho la vista a un lado y le habría concedido salir a divertirse, pero ahora la situación había cambiado, y no podía tomar semejantes riesgos con el pasado y el presente colisionando en sus vidas, y encima con una cacería de Vampiros que no se detendría tan fácilmente. Conocía a los miembros del concejo de Mystic Falls y su aversión hacia los vampiros, por lo cual sabía mejor que nadie que nada los haría desistir, especialmente a los Williams y los Sulez.

Sin embargo, Rosalie seguía siendo de espíritu adolescente a pesar del paso del tiempo, y fue precisamente el tiempo lo que le fue privado hace años. ¿Cómo hacer feliz a su querida hermana sin quedar como un ogro amargado y que desconfiaba de todos?

Suspirando profundamente para calmar sus nervios y angustia, Harry se cruzó de brazos e inclinó la cabeza hacia atrás, mirando sin interés alguno el techo de la habitación de su hermana. Estaba entendiendo ahora lo que sufriría su padre en la vida cuando tuvo que cuidarlos y soportar sus fases de adolescentes rebeldes. Él tenía suerte de ser vampiro, ya que para este punto de su vida tendría canas a temprana edad como su padre.

—Tienes razón—murmuró—. Lydia prometió guardar silencio, y para el resto del pueblo tenemos una sólida historia. Es solo que me preocupa que alguien se lo lleve un comentario a André. Lo conozco, y sé que no tardará en sumar dos más dos. Él siempre fue el más inteligente de todos. —añadió esto más para sí mismo.

Rosalie se mordió el labio inferior y ablandó su semblante, cambiando su exasperación por comprensión. No tenía que ser adivina para saber que Harry le tenía miedo, pero también resentimiento al que alguna vez fue su mejor amigo. Lo conocía mejor que nadie, tal vez mejor que Lydia, y por lo tanto sabía de antemano todo lo que era capaz de hacer cuando se trataba de vampiros.

—Entiendo tu preocupación—susurró—. Y sé que a veces puedo ser imprudente y que en el pasado eso casi nos sale caro, pero no estaría preparándome para esta cita de saber que hay peligro. Las cosas están calmadas, y comprendo que es difícil creer que el peligro es inexistente, pero así es. Solo es una noche, hermano—sonrió con tristeza—. Deberías divertirte también. Antes solíamos ser el alma de la fiesta.

—Algunos hábitos se pierden, Rosalie—susurró para acto seguido asentir con su cabeza y dedicarle una media sonrisa—. No llegues tarde. Y diviértete, pero sin exceso. Tienes hasta la medianoche antes de que te llame para saber de ti. ¿Entendido?

Rosalie se balanceó sobre sus talones y se contuvo para no saltar sobre él y abrazarlo. Era evidente que justo ahora su hermano quería su espacio personal y ella no iba a invadirlo.

—Gracias. —se limitó en decir, y la sonrisa de Harry se acentuó momentáneamente, solo para después darle la espalda y retirarse de la habitación.

Rosalie se entusiasmó ampliamente para sí misma una vez que escuchó como los pasos de su hermano se alejaban y volvió a subirle el volumen al estéreo y así terminar de arreglarse para esa noche. No obstante, la casa Montgomery no era la única que sus paredes vibraban por la música. A unas calles de distancia, la casa Gilbert tenía un ambiente semejante, con Elena y Cora ayudándose mutuamente con el maquillaje y el peinado que planeaban lucir en el baile con temática de la década de los cincuenta.

Cora sabía que no tenía por qué hacer mucho alboroto por esa fiesta escolar, al fin y al cabo, era la segunda que ella vivía en Mystic Falls y por tanto sabía lo que debía esperar referente al ambiente y la gente. Aun así, no podía evitar sentir éxtasis por esa noche. Tal vez era porque en esta ocasión su pareja y novio era Stefan, y Damon no estaba por los alrededores, por lo que la noche prometía ser perfecta y normal. Sobre todo, esto último.

—No estoy segura de haber elegido bien el color de la blusa—decía Elena mientras Cora terminaba de acomodar su cabello castaño, el cual había adquirido volumen para esa noche—. Creo que debí haberle hecho caso a la chica y tomar la blusa roja.

—Pero ¿qué dices? Te ves muy bien. —le halagó Cora, asomándose por encima de su hombro derecho y así admirar mejor el reflejo de la morena.

Elena había sufrido una crisis de moda en la tienda de ropa, ya que decía que no sabía mucho de la moda de ese entonces, y de no ser por los consejos de la dependienta y de Cora probablemente nunca hubiera hecho alguna compra. Terminó por seleccionar una blusa abotonada color azul claro y vibrante con pantalones azul marino, una pañoleta rosa y zapatillas blancas que hacían juego con su diadema y aretes. Cora, por su parte, había elegido para esa noche lucir un vestido rosa con lunares blancos sin mangas en compañía de unos tacones blancos y rizar su largo cabello rubio para adornar con una pañoleta blanca a modo de diadema. Su maquillaje, al igual que el de Elena, era sencillo.

Elena resopló al ver sus reflejos y acto seguido esbozó una sonrisa.

—Tú te ves como una barbie. Te ves muy hermosa.

Cora alarmantemente y se encogió de hombros.

—Entonces tú y yo somos como la de la princesa y la plebeya. Ya sabes, soy como tú... —entonó la canción y acto seguido ambas rompieron a reírse a carcajadas al recordar la película animada que repetían en la televisión los fines de semana por la mañana y se alejaron del tocador de Elena para así recoger sus bolsos.

—¿A qué hora se supone que vienen los chicos? —preguntó Elena, cerciorándose de llevar todo lo que necesitaba para esa noche.

Cora revisó la hora en su celular y jadeó.

—En menos de ocho minutos.

Elena abrió sus ojos como platos y se asomó por la ventana. Ninguna de las dos fue consciente de en qué momento el sol se había escondido. El tiempo pasó demasiado rápido, lo cual ninguno de las dos llegó a esperar, pues si bien su amistad estaba evolucionando día con día y ambas habían compartido situaciones de vida y muerte en el transcurso de las últimas semanas, también era cierto que Stefan era el ex novio de Elena, y ahora era pareja de Cora, por lo que habían supuesto que sería algo incómodo el tener que convivir durante dos horas. Más no fue el caso. De alguna manera lograron encontrar temas de conversación alejados de los chicos e incluso podía decirse que eran más cercanos que hace un par de horas.

—Vaya, el tiempo vuela cuando no nos preocupamos por él—comentó Elena y pausó el disco de su estéreo, dando así por terminada la tarde de chicas—. Debo ir al baño. ¿Me esperas aquí o prefieres bajar?

—Te espero abajo. No vaya a ser que los chicos decidan adelantarse.

Siendo así, Cora reconoció su bolso y se dirigió escaleras abajo. Al principio se asustó por lo silencioso que se encontraba la casa, pero entonces recordó como hace media hora Jeremy y Jenna les avisaron que se irían adelantando. Por suerte les habían dejado las luces encendidas, por lo que la casa no se sentía tan desolada a pesar del silencio sepulcral que se instaló.

Respiró profundamente. No tenía por qué ver todo con recelo, como si lo sobrenatural estuviera acechando. Antes de llegar a Mystic Falls semejante escenario le resultará relajante e incluso reconfortante. ¿Por qué ahora lo asociaba como si hubiera algún vampiro o alguna otra criatura escondida en alguna parte? Era absurdo.

Intentando volcar sus pensamientos en la fiesta, Cora se sentó en uno de los sillones de la sala de estar y le envió un mensaje de texto a Ava preguntándole cómo iba todo. Ellas no hablaban mucho, pero cuando lo hacían las charlas eran animadas. Era como si en lo que iba de esa semana su vida prometía ser normal. Y francamente ¿por qué no podía serlo? Ella no había usado su magia, no se han reportado muertes misteriosas, Logan estaba muerto, Cedric y Elena dejaron atrás lo acontecido en Halloween, Stefan era feliz, y Damon parecía haber declarado una treta. Considerando que él era vampiro, dicha treta podía durar diez años.

Su vida finalmente era monótona, pero tranquila, tal como le prometieron a sus padres cuando se mudaron. Y esa noche bailaría por primera vez con su novio, Stefan, y se divertiría con sus amigos. La noche prometía ser inolvidable.

Cuando recibió la respuesta de Ava que decía que Rosalie y ella se encontrarían en el parque cercano a su casa para no alertar a sus padres, Cora escuchó como alguien llamaba a la puerta. Pensando que podía tratarse de Stefan, la joven extrajo de su bolso un pequeño espejo y revisó su maquillaje. Estaba impecable.

Sonriendo para sí misma, Cora se incorporó y abandonó la habitación, sin embargo, apenas puso un pie en el corredor un escalofrío recorrió su espalda y sus pies parecían haber quedado plantados sobre el suelo como si de raíces se tratasen. La puerta estaba abierta, y no había nadie al rededor.

—¿Cedric? —un pequeño gallo escuchó su voz cuando pronunció el nombre de su amigo. Carraspeó—. ¿Cedric, eres tú? —no hubo respuesta, y mantener la calma le estaba siendo difícil en esos momentos—. Cedric, si estás aquí toca algo con el puño, lo que sea.

Tal vez quería sorprender a Elena y entró sigilosamente. Quería pensar eso. Cedric últimamente procuraba a la morena, por lo que no era una idea absurda. Más no estaba convencida de ello.

—¿Stefan? —y al pensar en él, otra persona cruzó por su mente, y el miedo se vio reemplazado por la exasperación—. Muy maduro, Damon—dijo mientras resoplaba y caminaba hacia la puerta con la intención de cerrarla—. Asustar a unas adolescentes antes del baile. ¿Acaso estás aburrido y esto fue lo mejor que se ocurrió hacer?

Cuando su mano rozó el picaporte de la puerta, una mano fría y dura como el acero sujetó con brutalidad su hombro, y al segundo siguiente Cora se encontró a sí misma en el suelo con la sensación de mareo, como si alguien la hubiera zarandeado y golpeado con una sartén en repetidas ocasiones.

Rodando sobre sí misma, Cora se percató de que había sido lanzada hacia la sala, y que su cabeza había golpeado la parte trasera del sofá. Ni siquiera tuvo tiempo en revisar si estaba sangrando, ya que un segundo después su atacante la obligó en ponerse de pie y la acorraló contra la pared, sosteniéndola de los hombros para evitar que escapara mientras se inclinaba hacia ella, hacia su cuello.

Su agresor era un vampiro.

Soltando un grito de pánico, Cora juntó sus manos frente a su abdomén y de ellas disparó una esfera de magia azul que catapultó fuera de la casa al vampiro. La joven rubia, por inercia, se llevó su mano hacia su cuello y palpó en búsqueda de marcas, pero afortunadamente no había conseguido morderla o siquiera rozarla con sus colmillos.

Cora vio horrorizada como él se incorporaba. No podía verle el rostro, ya que llevaba capucha negra, pero podía intuir que estaba furioso. Jadeando, Cora alzó sus manos y con su magia manipuló el jarrón que estaba cerca de la puerta y lo lanzó en dirección del vampiro, pero éste fue más rápido y lo esquivó. Lo escuchó sisear, y cuando hizo ademán de entrar nuevamente, una segunda figura lo sujetó por los hombros y lo lanzó hacia la calle.

Los ojos verdes de Stefan se encontraron con los de azules de Cora, e inmediatamente corrió a su lado al verla en estado de pánico.

—¡Cora!

El vampiro se levantó del pavimento, y, echando una rápida mirada hacia la casa, desapareció por el camino, sin dejar rastro alguno, como si se hubiera tratado de un fantasma. Pero prometía regresar, porque de alguna forma él ya había sido invitado.

Pensar en esto la hizo temblar y se dejó caer sobre Stefan una vez que sus piernas flaquearon. Lo abrazó como si fuera un salvavidas, y mientras él le brindaba consuelo y besaba su coronilla igualmente se cercioraba de que no estuviera herida de gravedad.

Mientras recuperaba el aliento, Cora escuchó los pasos apresurados de Elena, quien venía bajando las escaleras y se detuvo al pie de éstas cuando vio su jarrón roto junto al marco de la puerta, así como a Stefan sujetando a Cora, cómo si ésta se fuera a desmayar en cualquier momento.

La boca de Elena se abrió en una pregunta muda, y miró perpleja a la pareja, así como la puerta abierta de su casa. Cora quiso responder sus preguntas que no expresó en voz alta, más no hubo necesidad de hacer esto, ya que en ese preciso momento la puerta emitió un crujido lastimero junto a los crujidos de la porcelana, y vieron que solo se trataba de Cedric.

El pelirrojo tenía su ceño fruncido cuando se percató de lo que había pisado, más al ver aquella escena donde Cora se mostraba pálida y Stefan intentando protegerla con sus brazos de cualquier amenaza, así como una Elena desconcertada y asustada, sus ojos se abrieron como platos e ingresó a la casa sin dudarlo, cerrando detrás suyo la puerta.

—¿Qué diablos pasó aquí?


Era como si estuviera viendo una película desde algún lugar remoto en su propia mente. Su cuerpo estaba en movimiento, sabía dónde estaba y con quienes, pero de alguna forma era como si no tuviera el control. Según pudo escuchar de Stefan momentos después de que la ayudó a sentarse y Elena le ofreció una taza de té, la cual Cora tomó más por inercia, había entrado en estado de shock. A pesar de que los demás hablaban de lo sucedido e intentaban poner las piezas en su lugar antes de entrar en pánico, la joven rubia podía sentir sobre ella las miradas de preocupación debido a su estado.

No había pronunciado palabra alguna desde hace más de diez minutos, ni siquiera se inmutó cuando Cedric sostuvo una pequeña discusión con Stefan sobre llamar a Damon, alegando que necesitaban su ayuda ya que dos humanos y un vampiro no serían suficientes.

—Vicki fue diferente—había exclamado Cedric cuando Stefan mencionó que entre ellos cuatro se las arreglaron bien aquella vez, sin la ayuda de Damon—. Tú mismo lo dijiste, era inexperta y no pensaba al actuar. Este vampiro sabe lo que hace. No puedes proteger la casa y nosotros tres por esta noche, Stefan.

—Tiene razón—apoyó Elena los alegatos del pelirrojo—. Damon es mi última persona favorita, pero esto es diferente a Halloween. Entró a mi casa, Stefan, y no sabemos si tiene invitación a otras casas. Damon es el único que puede ayudarnos.

A pesar de que Stefan estaba en contra de solicitar la ayuda de su hermano, al final lo llamó. En menos de dos minutos Damon llamó a la puerta vestido con su característica chaqueta negra de cuero que acompañaba con una sonrisa burlona dedicada a Stefan.

— ¿Solicitaste mi ayuda? Sálvense quien pueda, es señal del apocalipsis.

Stefan hizo caso omiso a sus comentarios burlón y abrió la puerta de par en par para dejarlo entrar. Entre los tres le explicaron con mejor detalle lo ocurrido en cuanto el pelinegro cuestionó a todos los presentes por el estado catatónico de Cora. Una vez que el silencio se volvió a instalar en casa Gilbert, Damon rozó sutilmente con su mano el hombro de la rubia, más ésta apenas y se inmutó. Sostenía la taza caliente como si de un salvavidas se tratase, como si fuera lo único que le recordaba dónde estaba.

El ceño de Damon se frunció una vez evaluó a la rubia y se dispuso en caminar alrededor de la estancia, con sus brazos cruzados y mirando de soslayo en dirección donde se encontraba Cora, con Elena sentada a su lado tratando de apoyarla y confortarla.

—¿Cómo entró? —preguntó Damon, sin siquiera tomarse las molestias en esconder su tono acusatorio mientras miraba a Elena como si ella fuera la responsable de todo esto.

Elena, si bien estaba ofendida por esto, no pudo evitar sentirse avergonzada y en parte culpable, ya que sabía que fue descuidada, y por su culpa atacó a Cora y ahora ella misma estaba en peligro en su propia casa.

—Yo lo invité—musitó con la mirada gacha, evadiendo los gélidos ojos azules de Damon—. Hace un par de días atrás. Vino siendo un repartidor de pizzas, y no tenía dinero conmigo ya que Jeremy ordenó la pizza así que yo...

—Sí, ya lo entendí. Ahórrate las explicaciones. —masculló el pelinegro con voz áspera y siguió caminando.

Si bien Cedric no parecía estar muy contento con la actitud pasiva-agresiva de Damon, no se atrevió en decir algo al respecto, no con Cora sumida en un silencio sepulcral que comenzaba a preocuparle.

—¿Qué debemos hacer? —se abstuvo en preguntar, ya que por eso mismo insistió en llamarlo, para que les ayude—. ¿Acaso sabes de quién se trata?

Damon chasqueó la lengua y se encogió de hombros.

—Puede ser el mismo que atacó a Cora en la carretera.

—No—la voz ronca y baja de la aludida se escuchó en la estancia, captando así la atención de todos los presentes—. No, no era él—carraspeó—. Quien me atacó ese día tenía una complexión robusta, y usaba botas. Éste era más delgado.

—¿Y qué hay de sus pisadas? —preguntó Stefan, empleando un tono de voz suave, ya que no quería alterarla más ahora que estaba volviendo en sí. Sus mejillas, a diferencia de hace rato, habían adquirido nuevamente un tono rosado—. ¿Eran las mismas?

Cora, por su parte, tragó saliva con dificultad y titubeó antes de responder con seguridad:

—Cuando escuché las pisadas el día que Elena lo invitó, creí que era el mismo. Pero no es así. Las pisadas del otro eran pausadas, firmes, y el repartidor parecía casi estar arrastrando los pies—suspirándose—. No puedo olvidar algo como eso.

—Bien, entonces al menos sabemos que el repartidor es quien te atacó esta noche, por lo que, por ahora, solo estamos buscando a un sujeto. —declaró Damon, a lo cual Cora se enarcó sus cejas y bebió un sorbo del té. El que hubiera dos vampiros que la hubieran atacado en un corto lapso no la hacía sentir mejor, pero al menos era un consuelo saber que éste atacante no la buscaba a ella.

—¿Y qué debemos hacer? —repitió Elena la pregunta que Cedric había formulado anteriormente.

Damon se detuvo detrás del sillón donde estaba sentado su hermano, cerca de donde se encontraba Cora, y miró a los dos humanos como si fueran dos niños que acababan de planificar una excursión al polo norte y pensar que lograrían llegar en una semana.

—Ustedes llevarán a Cora al baile, dejen esto a los mayores ¿de acuerdo?

Elena no pudo contenerse en esta ocasión y casi saltó del sofá.

—No sé si te has dado cuenta, pero ese vampiro entró a mi casa. No estoy a salvo aquí, así como tampoco Jenna, Jeremy y mis amigos. Esto también me incumbe gracias a que tú me involucraste en esto hace menos de un mes, ¿recuerdas?

—Vaya. No sabía que hoy es también el aniversario de un mes cuando entré a sus vidas y les di un toque de adrenalina, sacándolos de su vida monótona—exclamó con un evidente sarcasmo que exasperó a Elena, así como a los demás—. Mis disculpas, princesa.

El rostro de Elena era un poema dedicado a la ira, ya que sus ojos no veían otra cosa más que la sonrisa arrogante del pelinegro, y de no ser por la mano de Cora que cubría la suya estaba más que segura que se hubiera levantado para abofetearlo.

—Por tu culpa los vampiros regresaron—espetó la morena, soltándose del agarre de la rubia para así incorporarse y caminar lentamente hacia él—, por tu culpa no podemos tener un baile escolar normal y tranquilo, y por tu culpa casi matan a Cora. Te guste o no estamos en esto los tres, así que como te hemos soportado, es tu turno de soportarnos a nosotros. Creo que es lo justo dadas las circunstancias, ¿no te parece?

Mientras el vampiro y la joven Gilbert se desafiaban a un duelo de miradas donde no hacían más que culparse mutuamente por lo sucedido, Cora dejó su taza sobre la mesita de centro y masajeó sus sienes. Estaba agotada mentalmente. Su magia caótica ya se había encargado de alguna extraña pero conveniente forma en sanar los moratones en su piel por los golpes que recibió, pero emocionalmente estaba en el suelo y solo quería acabar con todo ese asunto.

—Un vampiro entró a esta casa—expresó sus pensamientos en voz alta, interrumpiendo así el duelo de miradas que se llevaba a espaldas de Stefan, quien fingió demencia y no buscó interferir—. No importa a quien esté cazando, sabemos que está de cacería y hay muchas otras personas en peligro allá afuera. Puede regresar esta misma noche, mañana o en una semana. Él tiene acceso a esta casa y no dudará en pedir invitación a otra vivienda si nos quedamos de brazos cruzados. Esta vez es diferente a Halloween, no tenemos alternativa. —miró en dirección a Cedric. El pelirrojo estaba mudo, pero la determinación brillaba en sus ojos, ya que todos ellos sabían lo que Cora quería decir con esto, y nadie tenía alegatos por presentar. No esta vez.

—Lo haremos esta noche. —declaró Damon sin titubeos, retrocediendo unos pasos para así alejarse de Elena.

—¿Y cuál es el plan? —inquirió Cedric, inclinándose hacia adelante sobre su asiento.

Stefan estaba por sugerir una idea, pero, sorpresivamente, fue Cora quien tomó la palabra.

—Haremos lo que Damon sugirió—miró al pelinegro y éste enarcó sus cejas, más no puso objeción al saber lo que ella tenía en mente—. Iremos al baile.

—No—se negó Stefan inmediatamente, a lo cual su hermano puso los ojos en blanco y masculló algo que Cora no pudo comprender del todo—. No jugaremos a esto de la carnada y los cazadores. No sabemos a quién buscar.

—Ustedes dos son vampiros, conocen los rostros de los estudiantes, así como también pueden reconocer a un vampiro sin sortija—replicó la joven rubia, alternando su mirada entre los dos hermanos Salvatore—. Si en verdad busca a Elena o a mí, no se rendirá tan fácil, especialmente cuando puede entrar sin problemas a la escuela. Es nuestro mejor plan.

Pero Stefan no parecía pensar lo mismo.

—Incluso si lo llevamos a cabo ustedes son tres, y también tendremos que cuidar a Jeremy, Jenna, Ava, Caroline...

—Yo puedo protegerlos—lo interrumpió Cedric—. Ustedes dos pueden quedarse con nosotros si así lo prefieren, de esa forma podemos separarnos para cubrir más áreas de oportunidad que tendrá el vampiro—su mirada se encontró con los ojos verdes de Stefan que reflejaban incertidumbre, pero Cedric estaba libre de toda duda—. Cora tiene razón, es el mejor plan que tenemos hasta ahora.

—Si no lo hacemos hoy, viviremos con miedo hasta que vuelva a aparecer, y no podemos protegernos hasta entonces. —musitó la joven Beckham, buscando la mano de su novio, quien sin vacilar entrelazó sus dedos y suspiro profundamente.

Era fascinantemente aterrador recordar como esos tres jóvenes estaban asustados ante el mundo sobrenatural, y ahora no dudaban ante la idea de matar a un vampiro. No sabía cómo sentirse al respecto, pero tampoco había tiempo para ello. No podía protegerlos si los hacía a un lado, e incluso si lo intentaba, ellos no se lo permitirían.

—De acuerdo.

Cora consiguió esbozar una sonrisa tranquilizadora y aplicó leve fuerza en su agarre, haciéndole saber de este modo que a pesar del susto que ella recibió estaba bien y podía manejarlo. Tenía que hacerlo, pues no era su vida la que estaba en peligro, sino las vidas de la familia Gilbert, y cualquier otra persona que abriera la puerta y creyera que estaba dejando pasar a sus casas a un repartidor de comida o mensajero. Y si el consejo lo descubriría, significaría más problemas para Damon y Stefan, e incluso para ella misma. Debían tomar por ellos mismos el asunto y acabar con ello.


Su madre solía decir que después de un mal rato la calma y el buen rato se hacían presentes, pero tal vez esto era una excepción cuando se tenían vampiros al rededor. Cedric había insistido en que todos irían al baile en su coche, ya que Damon no trajo su cámara, y no quería exponer a Cora en caminar para llegar a la escuela, pero lo que parecía ser una buena idea en realidad dio como resultado un largo, silencioso y tedioso trayecto de quince minutos que se sintieron como una eternidad.

Elena optó por sentarse en el asiento del copiloto, junto a Cedric, dejando como únicas opciones los asientos traseros para los hermanos Salvatore y Cora. De no ser por la música de la radio, aquello hubiera dado la impresión de ser más una carroza fúnebre por las expresiones pálidas de aquel peculiar trío, a quienes Cedric vio por el espejo retrovisor en cada oportunidad que se le presentó para asegurarse de que Damon. no hubiera lanzado del coche a Stefan, o que Cora no lo estuviera ahorcando. Por fin supo lo que sentían sus padres y tíos cuando él y sus primas se quedaban en silencio e inmediatamente corrían para saber si estaban ilesos. Prefería que se estuvieran gritando, porque era lo normal de ellos tres: gritos, golpes y comentarios cargados de humor negro.

La pobre chica había quedado en medio de ambos hermanos, y éstos evitaban a toda costa mirarse así fuera por error, por lo cual aparentaban tener un falso interés por las calles que ellos conocían como la palma de sus manos desde hace décadas, mientras que Cora optó por cerrar sus ojos y deleitarse con la música, pero era muy probable que, al igual que los Salvatore, estaba evadiendo la realidad.

Por lo tanto, Cedric nunca creyó alegrarse tanto por ver el estacionamiento de la escuela como ahora, porque significaba terminar con semejante tortura. Afortunadamente encontró un lugar que no estaba tan alejado del edificio, y convenientemente quedaba próximo a una salida de emergencia. Desde la fiesta de Halloween él tuvo la impresión de que la única forma de escapar de los vampiros era por salidas traseras y nunca por la principal, donde había docenas de testigos.

Intentando olvidar, o más bien ignorar, los recuerdos de la última fiesta escolar que se celebró, así como su desenlace, Cedric apagó el motor y los pasajeros de atrás no perdieron tiempo en abandonar el vehículo. Escuchó a Elena suspirar con alivio, o tal vez era porque, al igual que él, había estado conteniendo el aliento por temor de perturbar la calma o concentración de los Salvatore y Cora de estar evadiéndose entre ellos.

Ni siquiera había entrado y él tenía la confianza de que ese baile prometía ser peor que el anterior. Pero esta vez estaban preparados. Con estos pensamientos en su mente, Cedric le tendió galantemente el brazo a Elena una vez que salió del escarabajo rojo, y ella no dudó en sujetarse a él y sonreírle con cierta timidez. Cora y Stefan imitaron esta acción, y las dos parejas entraron a la escuela con Damon caminando detrás suyo con una mueca de asco.

No podía creer que unos adolescentes consiguieron arrastrarlo a un baile escolar donde ni siquiera tenía una pareja para bailar. Ni siquiera podía entender cómo accedió en ayudar a Stefan cuando lo llamó. ¿Qué diablos pasaba con él? Tal vez fue el bourbon que estaba bebiendo minutos antes de verso envuelto en esta cacería donde dos vampiros debían cazar a otro vampiro.

Una vez terminados sus asuntos en Mystic Falls, se encargaría de escribir sus memorias. La gente no creería cómo es que un vampiro denominado como "psicópata" y "desapegado emocionalmente" estaba siendo manipulado por una adolescente de estatura pequeña y con un carácter terrible que podía provocarle migraña a un gremlin

—Oh, Dios, ahora es cuando mi lado introvertido me está gritando que debí quedarme en cama para esta noche. —murmuró Cora una vez que llegaron al gimnasio, el cuál era un terrible escenario de la década de los cincuenta. La decoración era decadente, muchas luces azules y moradas, y estudiantes que bailaban la música de dicha década como si fuera música moderna. Damon igualmente empezaba a lamentarse por salir de casa. No se creía capaz de soportar semejante tortura por más de media hora.

No obstante, Elena y Cedric parecían de disfrutar del baile a pesar de las circunstancias. Damon enarcó sus cejas y esbozó una sonrisa burlesca. Así que el pequeño cazador finalmente era digno de la atención de Elena. Podía ver por cómo los ojos de ella se iluminaban cada vez que él le sonreía o miraba de reojo. Era enternecedor, y eso requería de alcohol para no vomitar.

—Ahora vengo—les dijo Elena al gripo, soltándose del brazo de Cedric para acto seguido tomar su mano y apretar suavemente sus dedos—. Iré a saludar a las chicas.

Cedric ascendió con la cabeza, y él murmuró algo sobre ir a saludar igualmente a su prima y su acompañante, y si bien Cora le dijo algo, Damon no prestó atención en ello y se dedicó a buscar con la alguna mirada rostro entre la multitud de estudiantes que se viera sospechoso, pero todo parecía estar en orden. No había nadie desangrándose, todos estaban bailando, charlando y riendo estridentemente con el rock de los cincuenta sonando por los altavoces.

— ¿Qué hace él aquí?

Damon enarcó sus cejas al reconocer aquella irritante voz aguda. Caroline y Bonnie no perdieron el tiempo para interrogar a Elena. Esto no hizo más que divertirle y se pospuso a escucharlas, mientras ignoraba la conversación empalagosa de Cora y Stefan sobre que ella estaría bien y que él no tenía por qué ser siempre su guardaespaldas.

—Yo lo invité. —respondió Elena a la pregunta de Caroline. Pero, por su tono de voz, se escuchaba como si hubiera sido obligado, o se arrepintiera de su decisión.

—¿Por qué? —preguntaron ambas chicas con desconcierto.

—Porque...—Elena titubeó, intentando encontrar una excusa sin mencionar a los vampiros y que uno de ellos entró a su casa y tenían la sospecha de que los seguiría al baile, para que así él y Stefan lo mataran porque ellos dos también eran vampiros—. Porque Cora quiere que se reconcilie con Stefan.

—¿Qué? —preguntó Bonnie, sin poder creer una palabra de lo que su amiga acababa de decir.

Caroline, por su parte, resopló con cierta teatralidad.

—¿Acaso está jugando al juego de las sillas y no quiere que nadie me tome a los hermanos?

—Caroline—Elena la llamó con un tono de advertencia—. No se trata de eso.

—¿De verdad? Hace menos de un mes tú eras pareja de Stefan, ahora ella no se aleja de él pero cuando no estamos en la escuela se le ha visto con Damon.

—Cora se preocupa por él tanto como lo hace por mi o Cedric—musitó Elena con cierto fastidio e incomodidad ante las insinuaciones de Caroline—. Y en verdad creo que ella puede reconciliarlos. Una chica puede ser amiga de un chico, especialmente si es el hermano de su novio. Cora, a diferencia mía, se preocupa por cada aspecto de la vida de Stefan y quiere ayudarlo. No hay nada que recriminarle a una persona desinteresada y bondadosa. Estas si existen, pero nos olvidamos de ellas porque vivimos en un pueblo pequeño.

Damon no sentía simpatía por Elena, pero tenía que reconocer que ella supo cómo insultar la mentalidad de Caroline sin ser grosera y defender a su nueva amiga. Dada su antigua y efímera relación con Stefan él pensaría que veía a Cora como una rival, pero sorprendentemente su amistad era sincera. Debía ser un talento nato que tenía Cora, porque no era natural que ella fuera capaz de llegar a un pueblo y hacer posible lo imposible y ni siquiera ser consciente de ello.

—¿Estás bien?

La voz suave de Cora lo devolvió a la realidad, y al ver como sus ojos azules lo miraban con consternación él inmediatamente frunció su ceño.

—Creo que debería ser yo quien te pregunte eso—dijo—. Hace menos de treinta minutos un vampiro te atacó y todo lo que hiciste fue retocar tu maquillaje antes de salir de casa y venir a este baile.

La joven rubia puso sus ojos en blanco, pero su mirada solo se suavizó y miró de soslayo a Stefan, quien se encontraba a su lado como si fuera su guardaespaldas.

—Me refiero a que, bueno, es un baile de los cincuenta y yo estoy...—suspiró con cierta exasperación ante sus propias vacilaciones—. Y yo me parezco a ella.

Tanto Damon como Stefan se tensaron al percatarse de ello y sus rostros palidecieron momentáneamente. Era verdad, ella se parecía más que otras veces a Estella luciendo aquel vestido con su cabello rubio rizado en perfectos caireles, como ella solía llevar su cabello, y que ni siquiera el aire era capaz de desordenar. Pero no habían visto el parecido que Cora evocaba a Estella hasta que ella misma lo señaló, porque, tal vez, ambos sabían que Cora Beckham nunca sería como Estella Sherwood; Nunca habría existido maldad y perversidad en su corazón. Solamente tenía que mirar sus ojos para saberlo.

—Puede ser—expresó Stefan su pensamiento en voz baja, haciendo contacto visual con ella, ignorando completamente a Damon, quien pronto se descubrió siendo, una vez más, el espectador de la vida amorosa de su hermano—, pero solo es ropa y maquillaje. Tú eres Cora Beckham.

Con esto dicho, Stefan se inclinó hacia ella con la intención de besarla castamente en los labios, pero Cora, al ver de reojo la mirada atenta de Damon sobre ellos y cómo no escondía sarcasmo o incluso enfado, sino lo opuesto a ello, se echó hacia atrás y en lugar de besarlo tomó su mano y lo arrastró en dirección a la pista de baile.

—Entonces, enséñame como se bailaba en esa época—le dijo con una pequeña risa—. No sé si lo sabes, pero bailar es una de mis pasiones y por lo tanto me lo tomo muy en serio.

Stefan, si bien al principio se desconcertó por cómo ella se alejó de él, le dedicó una amplia sonrisa y murmuró algo con intentar estar a la altura de sus expectativas, alejándose de Damon.

Posiblemente era por eso por lo que, a diferencia de Elena y Katherine, Damon tenía la certeza de que Cora nunca sería la sombra de Estella. Ella jamás lastimaría intencionalmente a alguien.

Los labios carmesíes de Madelaine esbozaban lo que era una sonrisa mientras veía bailar a los estudiantes y algunos profesores, mientras que ella sostenía su vaso de ponche. Ciertamente aquella bebida tenía un sabor desagradable y se estaba arrepintiendo de haberla tomada, pero no había muchas opciones para comer o beber, a excepción del agua de los bebederos de los pasillos.

—¿Acaso nadie ha tenido la osadía de invitarla a bailar, bella señorita?

La sonrisa de la joven mujer rubia se acentuó al reconocer aquel acento británico y se volvió hacia su interlocutor.

—No pensé que vendrías.

Nathaniel llevaba un pantalón de mezclilla negro con una camisa blanca arremangada y un chaleco negro. Se veía absolutamente adorable, así como fuera de lugar. Madelaine, por su parte, había optado por un vestido rojo de gala con un escote sensual, pero sin perder la elegancia, con su cabello rizado recogido en una coleta de caballo.

—Bueno, no se puede negar la invitación a un viaje hacia el pasado, mucho menos cuando se celebra en el gimnasio de una preparatoria.

Madelaine se mordió el labio para no soltar una carcajada y en su lugar se rio con suavidad.

—Una disculpa. Sé que no es la gran cosa.

—No, descuida, no quise que me interpretes así.

—Pero tampoco niegas que a tus palabras no le faltan verdad.

—La honestidad siempre se agradece, ¿no lo crees?

Madelaine se acercó con la cabeza y exhaló por su nariz de manera silenciosa. Después de que él le ayudó a cambiar el neumático de su coche comieron juntos y bebieron un poco, hablando del pasado, así como del presente, interrogándose mutuamente sobre cómo han llevado sus vidas siendo vampiros, hasta que ella mencionó su trabajo como maestra, las circunstancias. que se dieron a su llegada, y en algún punto de la charla le estaba hablando sobre el baile escolar y la temática. No faltaron las bromas al respecto, hasta que finalmente ella lo invitó. No fue una invitación formal, únicamente dijo con tono casual que debería animarse a ir. No pensé que fuera a tomarle la palabra, pero ciertamente no le disgustaba su presencia. Al contrario, se sintió cómodo a su lado.

—¿Y cómo ha ido tu estadía hasta ahora? —inquirió ella, retrocediendo junto a él unos cuantos pasos para darle paso a las parejas que bailaban como si no hubiera mañana. Madelaine apenas podía presenciar semejante tortura visual, ya que los adolescentes hacían terrible al intentar bailar como aquella época.

—Es muy pronto para dar una respuesta concreta, pero puedo decirte que ya tengo un lugar dónde quedarme.

—¿En la casa de huéspedes de la que me hablaste?

—No, decidí alquilar la casa de una joven pareja que se irá del pueblo por unos meses. Al parecer necesitan dinero y al esposo lo contrataron en Pensilvania e intentarán habituarse mientras deciden mudarse. Es una casa acogedora. Son jóvenes, todavía no tienen hijos así que por fortuna no me he tropezado con juguetes—se encogió de hombros—. De hecho, en parte estoy aquí no solo por tu invitación, sino porque recordé lo que me comentaste sobre el profesor de historia y de deportes que murió, y que, por lo tanto, existe la vacante.

—¿Aplicaste para el puesto? —preguntó mientras sus ojos azules se agrandaban por la sorpresa y alegría.

Nathaniel asintió con la cabeza y esbozó una sonrisa.

—Empiezo la próxima semana.

—¡Felicidades!

—Decidí que, si mi estadía será más larga de lo que esperaba, necesitaba asentarme lo más pronto posible. Si todo sale bien con la pareja que me alquila la casa, pronto podré comprárselas.

—Eso es excelente. Me alegro por ti.

—Gracias—un poco incómodo por la calidez y alegría genuina de la rubia, aclaró su garganta y le tendió la mano—. ¿Me concedería este baile, y con suerte el siguiente?

Madelaine arqueó su ceja mientras veía su palma extendida con falsa duda.

— ¿Qué le hace pensar que aceptaré un segundo baile con usted?

—Por favor, permítame soñar con tener el privilegio de ser el único que tendrá el honor de bailar con la mujer mejor vestida de este baile escolar.

En esta ocasión Madelaine no pudo reprimir la carcajada y por fin terminó aceptando su mano.

—Dime ¿qué hacías en esa década? —le preguntó ella una vez que se integraron al mar de parejas que bailaban.

—Bueno—Nathaniel la sostuvo con suavidad, pero con agarre firme de la cintura, indicándole así que podía confiar en él como su pareja de baile—, en realidad por ese entonces yo había tomado la decisión de dejar Europa y viajar a Estados Unidos. Una vez la guerra terminó yo quería alejarme de todo lo sucedido en Londres, quería un nuevo escenario.

—Si, entiendo a lo que te refieres. —suspendido. Aquella época sin duda alguna era un terrible recuerdo que prefería borrar de su memoria.

— ¿Qué hay de ti?

—Durante la guerra yo fui enfermera, y a decir verdad me gustó la profesión, al menos por un tiempo. Trabajé en un hospital en Francia durante dos años, pero cuando atendí a un paciente que resultó ser un profesor de arte y falleció después de insistir en salir al jardín para dibujar un poco, me di cuenta de que yo había olvidado que mi pasión era el arte—se encogió de hombros para acto seguido girar sobre su eje—. Supongo que por eso tengo una relación de amor odioso con esos años.

Madelaine se sintió como Nathaniel se estremecía ligeramente, pero cuando él la hizo girar nuevamente, su voz se escuchaba alegre y despreocupada.

— ¿Qué acaso no nos sucede lo mismo con cada década, seamos humanos o inmortales?

Pero el castaño en realidad apenas logró decir esto sin que su voz temblara, ya que sus ojos se habían posado sobre una joven pareja que bailaba en el centro de la pista. Era un joven de cabello castaño, ojos verdes y piel blanca en compañía de una chica rubia de baja estatura con un vestido rosa que bailaban como si vinieran de la misma década de los cincuenta, tal vez así porque era. Y como en ese entonces, aquel chico alto de cabello negro como la noche y ojos azules los miraba atentamente.

Eran los hermanos Salvatore y la doppelganger de Estella Sherwood.

A pesar de las circunstancias recientes, Cora realmente estaba disfrutando de aquella fiesta, posiblemente por la compañía. Stefan, quien alegaba que detestaba bailar, en realidad lo hacía bastante bien. Se movía con gracia y siguiendo perfectamente el ritmo de la música. En ese momento él la estaba ayudando a regresar sus pies sobre el suelo tras cargarla y hacerla girar en el aire. Gracias a su estatura pequeña ella fue capaz de sujetarse a él sin mucha dificultad.

—Menos mal que jamás me enseñarías esta faceta tuya. —le dijo ella con una amplia sonrisa una vez que la pista musical hubo terminada para dar paso a un poco más lenta. Cualquier canción podía ser considerada como lenta tras semejante canción de rock que acababan de bailar.

Stefan, por su parte, puso sus ojos en blanco, pero igualmente estaba sonriendo. ¿Cómo podía ser capaz de reprimir una sonrisa cuando estaba empezando a tomarle nuevamente cariño a aquella década que por muchos años se manifestó como "maldita"? Con Cora era fácil sustituir aquellas malas memorias con tan solo verla sonreír y escuchar su risa.

—Y no creo que se repita. Dudo que la escuela repita esta época para el siguiente año.

—Cierto, tal vez será la edad de la música disco.

Stefan abrió sus ojos como platos en completo horror ante la mención de aquella época.

—Dios, por favor no.

Cora se rio a carcajadas y tocando juguetonamente su hombro.

—Oye, independientemente de la moda, la música no es terrible. Hay muchos éxitos de los ochenta ¿sabes?

—No para mí. Soy un vampiro de la época victoriana, fue un milagro de la vida el que yo me haya adaptado a cada década a partir de 1910.

—Ah, entonces es mi tarea enseñarte la belleza de cada década.

Stefan enarcó sus cejas y sonrió juguetón.

—No me tientes en tomarte la palabra—acercó su mano derecha hacia su rostro y Cora inmediatamente inclinó su cabeza para sentir su tacto—. Contigo soy capaz de volver a usar esa ropa horrible de los ochenta y noventa.

—Viniendo de ti, sé que hablas en serio, así que estará más que encantada de hacerlo. Tenemos tiempo para ello.

La pareja se sonorizó cómplice y acto seguido ella se inclinó para mirarlo a los ojos y así rodear su cuello con sus brazos, acoplándose así al ritmo de la canción. Stefan reaccionó e inmediatamente rodeó su cintura con sus dos manos.

—Estoy segura de que así no se bailaba en ese entonces ¿verdad? —dijo ella en voz baja, sin importarle demasiado las normas del baile. Stefan parecía pensar lo mismo, ya que esbozó una sonrisa y sacudió su cabeza, balanceándose al ritmo de la música.

—En absoluto.

Ambos se balancearon por un minuto, hasta que Stefan rápidamente desplazó su mano izquierda hacia el brazo derecho de la ojiazul y así juntar sus manos. Le dedicó una sonrisa fugaz y pronto sus pies se desplazaron por el lugar, guiando a Cora para esquivar grácilmente a las demás parejas. Cora se sintió en las nubes, como si fuera un sueño del cual no quería despertar. Con Stefan todo era sencillo, no necesitaban usar palabras para comunicarse, y al estar con él en aquel baile escolar, rodeado de compañeros, amigos y maestros, en realidad era como si estuvieran a solas. Nada, ni siquiera los vampiros que la atacaron, importaban en ese momento. Solo eran ellos dos. ¿Así era estar enamorada? Porque de ser así sería imposible volver a la vida que tenía antes de conocerlo a él.

Él la hizo girar sin soltarla del todo, solo aflojando su agarre para que ella pudiera moverse libremente y volver así a bailar entre el mar de personas, quienes se hacían a un lado para dejarlos bailar, e incluso hubo quienes se alejaron para apreciarlos mejor. Entre los espectadores se encontraban Caroline y Bonnie, quienes tenían diferentes emociones expresadas en sus rostros. Bonnie ciertamente no había esperado que a estas alturas ambos ya estuvieran cercanos, hasta el punto de que parecía que se conocían de toda una vida, mientras que Caroline tenía sus brazos cruzados e intentaba, inútilmente, mostrarse indiferente a la pareja.

—Son unos acaparadores. —murmuraba Caroline, pero Ava, quien alcanzó a escucharla, pasó a su lado bailando con Rosalie y le dedicó una sonrisa socarrona.

—La envidia no te sienta nada bien.

Caroline siempre dijo que Ava era como ver a Blancanieves en el mundo real, con aquella piel blanca como la nieve y un rubor natural que provocaba envidia, pero esa noche, con aquel vestido azul con un listón rojo a modo de cinturón envolviendo su cintura y su cabello azabache recogido en una coleta de caballo rizada era una visión irreal.

La joven Forbes intentó replicar algo al respecto, pero Ava, al ver que no tenía palabras, esbozó una sonrisa de suficiencia y llevó con gracilidad su brazo derecho hacia atrás para ser sujetada por una delicada mano y girar sobre sí misma, cayendo entre los brazos de Rosalie Hale. Ambas chicas se sonrieron y se tomaron el tiempo necesario antes de alejarse la una de la otra para seguir bailando.

Bonnie vio como Caroline resoplaba, pero su sobreactuado enfado en realidad estaba cubriendo su tristeza, ya que no tenía una cita para esa noche, Cora tenía la atención de Stefan, Ava demostraba el por qué todos le llamaban rebelde y bailaba con una chica sin miedo. alguno de los prejuicios, mientras que Cedric y Elena bailaban en otra esquina, si bien no con la elegancia hipnótica como lo hacían Cora y Stefan, pero a juzgar por cómo se miraban mutuamente a los ojos estaban absortos en la mirada del otro, olvidándose de su entorno.

Todos estaban con la persona que les importaba, eran felices, pero ella se quedó sola, siendo una vez más una simple espectadora. Al igual que Damon Salvatore.

Él intentaba pretendiente igualmente que todo lo de ese baile le daba lo mismo, pero desde que aquella canción romántica sonó y su hermano bailó con Cora como si el mundo le diera lo mismo, olvidó por qué estaba ahí, y solo pudo beber de aquel asqueroso. ponche mientras en vano buscaba alejar los recuerdos del pasado, donde él siempre veía como Stefan se quedaba con la chica.

Su tortura duró dos piezas de baile más, y fue por la tercera pista musical cuando decidió alejarse del mar de personas y volver en sus sentidos para así buscar al vampiro y dar por finalizada esa noche. Pero estaba tan ensimismado en sus pensamientos que no fue capaz de ver el momento en dónde Elena, quien se quedó sola cuando Cedric fue a buscar ponche, recibió una llamada y sin motivo alguno echó a correr hacia las puertas del gimnasio, siendo seguida por un hombre de complexión delgada sin prisa alguna, como un cazador que se permitía jugar con su presa antes de matarla.

Cora se sentía extasiada de alegría. Nunca había disfrutado un baile escolar en toda su vida como ahora, y si bien sus pies ya la estaban matando por el pequeño tacón, ciertamente no estaba lista para dejar de bailar, mucho menos cuando Stefan estaba rebosante de felicidad y reía al unísono con ella. Mientras intentaba seguirle el ritmo para bailar rock.

No obstante, pronto la pequeña burbuja que habían conseguido crear se rompió una vez que un agitado y nervioso Cedric se les acercó, casi cayendo sobre ambos, devolviéndolos crudamente a la realidad, ya juzgar por la expresión que el pelirrojo tenía en su rostro aquello presagiaba. que tenía relación con el vampiro que irrumpió en la casa Gilbert hace una hora.

—¿Cedric? —llamó Cora, al tiempo que Stefan la sujetaba con delicadeza de las manos y miraba consternado al adolescente. Este parecía que estaba a punto de gritar con tal de que dejaran vacía la escuela.

— ¿Qué sucede? —preguntó el castaño, más tanto él como Cora temían saber cual sería la respuesta.

—Es Elena—dijo mientras tragaba saliva con dificultad—. Solo fueron cinco minutos el tiempo que la dejé sola. Ya la busqué, le llamé, pero me manda inmediatamente a buzón de voz—cerró sus ojos y tensó su mandíbula—. Sabía que debía buscar a Damon y encargarle que la cuidara. Le preguntó a Ava ya Jeremy si la han visto pero dicen que no—sus ojos asustados y llenos de culpa se encontraron con los de Cora. Ella sabía lo importante que Elena era para él, además de que había prometido cuidarla para que no fuera tediosa la noche para ninguno de ellos. Pero ahora todo había salido mal, y solo significaba una cosa.

—Él está aquí—dijo Stefan, e inmediatamente su cuerpo se tensó y buscó la mirada de la joven Beckham—. Busca a Damon, él te sacará de aquí mientras que Cedric y yo buscamos a Elena.

—¿Qué? Claro que no, yo iré con ustedes.

—No, no puedo cuidar de ustedes dos mientras busco la ayuda de Damon y cazo al vampiro sin comprometer a Elena—entrelazó sus manos y acarició con sus pulgares el dorso de ambas manos—. Por favor.

Si bien Cora quería discutir eso, sabía que cada segundo que pasaba era valioso, y si el vampiro se había llevado a Elena entonces no tenían tiempo por perder, y ella no tenía derecho a detenerlos cuando la vida de su amiga estaba en peligro.

—De acuerdo. —accedió con un suspiro y sujetó con más fuerza las manos de Stefan—. Por favor, cuídate, y también cuida de ellos—titubeó—. No quiero un desenlace como el de Halloween.

Stefan se acercó más para sí mismo, posiblemente porque esta había sido su principal inquietud cuando se sugirió el plan de ir al baile y ponerse como carnadas, pero al parecer el vampiro si quería a Elena, y ahora debían salvarla.

Siendo así, el ojiverde le depositó un suave y fugaz beso en su frente para así soltar sus manos y alejarse junto con Cedric entre el mar de personas hasta perderse de la vista de Cora, quien solo pudo apretar su mano en un puño y colocarla sobre su corazón que latía desbocado. Tenía una terrible sensación al respecto, pero también solo podía ser el miedo por no saber que era de su amiga.

Obligándose a sí misma en buscar a Damon, Cora se dirigió en la dirección opuesta de la cual habían partido los dos chicos y buscó al pelinegro con la mirada, pero no tuvo éxito. Se colocó junto a la puerta para ver si desde ahí, donde no había muchas personas, podía encontrar, más terminó en el mismo resultado.

Exasperada, Cora se dirigió a la mesa donde la profesora de inglés cuidaba los bolsos y chaquetas y una vez que recuperó su bolso abandonó el lugar y estando en el pasillo marcado al número de Damon. Ni siquiera podía creer que llegó a registrarlo, pero desde lo de Georgia ella insistió en guardar su número.

—Acaso Stefan te ha demostrado porque odia bailar y buscas una mejor compañía? —escuchó la voz burlesca del azabache al otro lado de la línea después del tercer pitido. El ceño de Cora se frunció, pero por dentro se sintió más que aliviada por estar escuchando su voz.

—¿Dónde estás? —le preguntó mientras seguía caminando por el pasillo. No había ni una sola alma ahí, porque todos estaban ocupados divirtiéndose en el gimnasio, o en el sanitario, que quedaba en el pasillo paralelo al que ella había tomado. Donde seguramente estaban Cedric y Stefan.

—Estoy afuera, tomando aire fresco y revisando el estacionamiento—chasqueó la lengua—. No sé si te acuerdas, pero lo de Vicki tuvo lugar ahí.

—Si, después de tomar consigo a Jeremy. —le recordó con amargura.

—¿Qué sucede? —preguntó al cabo de una breve pausa—. ¿Todo está bien ahí adentro?

—¡No! Por eso te estoy llamando—espetó, viéndose incapaz de controlar sus nervios por más tiempo. Pero el cinismo de Damon la estaba enloqueciendo—. Se suponía que estarías aquí, vigilando, pero se llevaron a Elena y Stefan me mandó a buscarte para que me quedé contigo.

—A ver, más despacio. ¿Cómo se llevó a Elena? ¿Qué acaso no estaba con la cabeza de zanahoria?

Cora puso sus ojos en blanco y gruñó ante el apodo que le dio a su amigo, más no se tomó las molestias en recriminárselo y le explicó lo que sucedió. Para cuando hubo terminado el relato ella ya estaba en el área de los casilleros, la cual carecía de luz. De no tener a Damon al teléfono probablemente ya estaría corriendo a toda velocidad para buscar una salida o una persona. No recordaba que aquel pasillo se viera tan terrorífico como en ese momento.

Pero solo era el efecto de las sombras, éstas siempre les daban un toque oscuro y aterrador a los objetos, sobre todo a los peluches y las muñecas. Esto era lo mismo con unos casilleros que solo guardaban libros y ropa, no había nada que temer.

—Menos mal que la iban a cuidar bien él y Stefan. —dijo él apenas Cora terminó por explicarle lo sucedido.

—¿Puedes dejar a un lado los reproches y venir? —su respiración estaba acelerada—. Creo que me perdí.

Hubo un silencio para entonces escuchar el tono de voz de incredulidad de Damon cuando volvió a hablar.

—Debes estar bromeando.

—¿Me escucho como si te estuviera haciendo una broma telefónica cuando hay un vampiro suelto?

—Mira a tu alrededor, dales forma a las sombras—dijo él, haciendo todo en su alcance para mantener la calma por ella—. ¿Tienes un salón cercano a ti?

—Eso creo.

—Ve la puerta, y recuerda cómo se ve durante el día.

Cora ni siquiera buscó discutirle esto, simplemente exhaló y adaptó su vista a la oscuridad, pero mientras reconocía algunos de los casilleros e intentaba imaginar lo que era una mañana ajetreada con todos los alumnos sacando y guardando sus pertenencias mientras charlaban con sus amigos, un grito. se escucha por el lugar, erizando su piel.

—¿Cora?—llamó Damon con cierta matiz de preocupación tiñendo su voz.

El grito se escuchó nuevamente seguido de algunos golpes, como si fueran varios objetos cayendo al suelo, y parecían provenir de unas de las aulas que si tenían iluminación, casi al final del pasillo, junto a la salida de emergencia.

—¡Es Elena!

—¿Dónde?

Pero Cora ni siquiera se tomó las molestias de responder. Colgó la llamada y echó a correr sin importarle la molestia que sus pies empezaban a sentir por estar tanto tiempo de pie y en movimiento con esos tacones. No podía dejar a Elena sola.

Una vez que irrumpió en el salón de clases, encontró este hecho un desastre. Los bancos habían sido empujados contra las paredes, los papeles estaban esparcidos en el suelo junto a algunas plumas, mientras que Elena intentaba romper el palo del trapeador, pero como éste no cedió su atacante se levantó ágilmente del suelo y la empujó contra la pared, preparado para clavar sus colmillos en su cuello. La morena volvió a emitir un grito de auxilio, así como de pánico, a lo cual Cora finalmente reaccionó y sin perder tiempo aprovechó que estaba a espaldas del vampiro y lanzó en su dirección una esfera de magia azul que cruzó el salón a una velocidad vertiginosa e impactó en su cuello.

El golpe lo hizo retroceder, así como sus rodillas flaquearon momentáneamente, dándole tiempo a Elena de alejarse de él y correr hacia la puerta donde Cora la esperaba. El miedo se había apoderado de la morena al punto de que ni siquiera se había percatado de lo que la joven Beckham había hecho, y mucho menos se tomó el tiempo en preguntarle qué hacía ahí.

—¡Vamos!

No obstante, en cuanto Elena extendió su mano para tomar la de Cora, el vampiro reapareció a sus espaldas y la tomó del cabello, lanzándola con fuerza bruta hasta el escritorio y rodar nuevamente al suelo. Pero ahora él había perdido interés en la joven Gilbert, y miraba a Cora como si fuese una exquisitez.

—No puedo creerlo—habló él con un deleite enfermizo—. Dos dobles. Katherine y Estella—silbó—. Los Salvatore en serio deben estar pagando una condena como para que este acontecimiento insólito tome lugar después de tantos años en el pueblo donde empezó todo.

—¿Quién eres, y qué es lo que quieres? —interrogó ella, y si bien su voz se escucha firme, su pulso delataba el miedo que sentía, y él podía verlo. Podía verlo en sus venas, escuchar su corazón desbocado, ver el sudor frío que corría por su frente. La podía matar de miedo antes de siquiera probar su sangre.

— ¿Tienes garras, pero no sabes cómo usarlas? Adorable.

Avanzó un paso hacia ella, y ella retrocedió otro.

—Aléjate. —siseó.

—Eres igual a ella. El cabello, la voz, los ojos—una amplia sonrisa adornó su rostro, e hizo que Cora sintiera náuseas—. No pude verte con claridad en la casa, y me alegro, porque ahora lo gozaré como no te imaginas.

No obstante, cuando él estaba dispuesto a atacar, Cora gritó y alzó sus manos en modo de defensa, las cuales se iluminaron por su magia caótica, más no fue necesario atacarlo, ya que al siguiente momento él ya estaba doblado sobre sí mismo mientras un palo de madera atravesaba su abdomen.

—Yo no lo creo. —se escuchó una voz gélida a sus espaldas.

El vampiro cayó de rodillas al suelo, revelando así el rostro enfurecido de Stefan, quien estaba acompañado por Damon y Cedric. Éste estaba último examinaba a Elena y se aseguraba de que no estuviera herida, pero ella solo podía ver horrorizada a su atacante, quien no estaba muerto, pero era claro que esa herida no sanaría pronto.

Damon, por su parte, se acercó a la joven rubia y tras dedicarle una mirada crítica que parecía ser un reproche por haber corrido directo a la boca de lobo sin siquiera decir dónde estaba, la tomó de la mano y sin soltarla cerró la puerta y con su cabeza le señaló a Cedric la segunda puerta por la cual habían entrado.

—Sácala de aquí.

Cora por un momento pensó que se refería a ella y estaba por presentar su objeción, más no tardó en descubrir que se refería a Elena, quien, a diferencia de Cora, estaba temblando de pies a cabeza.

Cedric acató la orden del pelinegro sin rechistar, y tras asegurarse igualmente de que su amiga estaba ilesa, abandonó el aula empujando a Elena, quien se negaba en dejar a Cora a solas con ellos, pero no tenía otra opción salvo seguir al pelirrojo.

En cuanto las dos puertas permanecieron cerradas, Damon la soltó y se posicionó frente a ella de una forma de que su cuerpo cubría a Cora en caso de que el vampiro fuese obstinado y buscase ponerse nuevamente en pie para atacarla. Más Stefan no estaba dispuesto en dejar que eso sucediera, ya que se cernía sobre él como un guerrero preparado para volver a apuñalarlo si éste se mostraba osado, por no decir imprudente.

—De acuerdo—Damon tomó la palabra, cruzándose de brazos y mirando al vampiro desconocido con curiosidad, así como disgusto—. Ahora creo que es tiempo de una pequeña charla.

El vampiro, quien, si bien no se encontraba en el mejor estado por tener un palo de madera atravesando su cuerpo, fue capaz de reírse entre dientes y dedicarles una mirada socarrona a los dos hermanos.

—Son unos ingenuos al creer que les diré algo.

Stefan, quien parecía tener un conflicto respecto a la situación, formó una mueca de disgusto y prosiguió en sacar el palo de su cuerpo, haciéndolo jadear, para así romperlo en dos pedazos y clavarle uno en el hombro. Cora escuchó a su atacante gruñir para reprimir un alarido y lo vio doblarse sobre su estómago ensangrentado.

—Mala elección de palabras. —dijo Stefan en voz baja, empleando un tono de voz amenazador que Cora nunca le había escuchado antes, ni siquiera cuando se enfadó con Damon por la muerte de Lexi.

—¿Quién eres? —preguntó Damon, impasible. A pesar de que su lenguaje corporal expresaba que estaba alerta, su voz reflejaba serenidad, como si estuviera sosteniendo una charla con alguien en un salón de té.

Cora se tuvo que obligar a recordar la naturaleza psicótica de Damon, y que siempre se contradecía con sus palabras y acciones.

—¿De verdad no me reconocen? —siseó para después reírse sin gracia alguna. Su risa se asemejaba más a una tos enloquecida—. Por supuesto que no, siempre vivieron en su perfecta mansión, sin convivir con los demás. Estaban ocupados siendo hipnotizados por Katherine que ni siquiera supieron que no eran los únicos a los que ella transformó.

Los hombros de Damon se tensaron y sus manos temblaron levemente al oír esto, más su rostro ni siquiera denotó algún cambio perceptible, solo intercambió miradas con Stefan, quien, a diferencia de Damon, no parecía sorprendido en absoluto por aquella revelación. Tal vez porque ya lo sabía, o porque Katherine ya no le importaba.

—¿Por qué estás aquí? ¿Por qué querías entrar a la casa Gilbert? —preguntó Stefan, manteniendo su rostro inexpresivo, pero el vampiro nuevamente le sonreía con burla.

—Haz la pregunta correcta, Salvatore—pronunció su apellido como si de un insulto se tratase—. Quieres saber por qué las ataqué, y con gusto te daré la respuesta: porque estaba aburrido, y esa chica ¿Elena? Si, creo que ese es su nombre, se parece a Katherine. Quería ver el rostro de esa perra asustada aun sabiendo que no es ella—sus ojos oscuros se clavaron sobre Cora, y si bien ella se estremeció al ver su cinismo, mantuvo la compostura y le mantuvo la mirada—. Admito que cuando la ataqué en la casa solo quise jugar con ella, calentar para cuando conociera a la doppelganger de Katherine—chasqueó su lengua y soltó una sonora carcajada que dejaba ver su terrible estado mental y lo perturbado que estaba—. Pero cuando vi que es la copia exacta de la gran Estella Sherwood, que da la casualidad de que también fue novia de ustedes, confieso que pensé en torturarla. La estrella de Hollywood no se caracterizaba por tener un buen corazón.

—Estás enfermo. —masculló Stefan con disgusto.

—¿De verdad? ¿Más enfermo que los hermanos que son los guardaespaldas de las copias de sus exnovias? —otra carcajada. Cora empezaba a sentir nuevamente náuseas—. Dos humanas frágiles, a merced de otros vampiros. ¿Por qué mejor no lanzan una moneda y son felices? No, claro que no. Siempre han de ir por la misma mujer. Ésta rubia por ahora los tiene como locos porque saben Katherine fue su primer amor y, pero ya se aburrirán e irán por la otra.

Cora, sin poder contenerse más, con su magia le arrebató el segundo palo a Stefan y se lo clavó al vampiro en su clavícula. Él dejó escapar un aullido lastimero para así mirar a la rubia con horror. Sus ojos se habían tornado de un azul zafiro que brillaba como su magia, mientras que sus manos emitían hilos de magia del mismo color.

—Me queda claro que Katherine posiblemente te traumatizó y eres un enfermo que no tiene respeto por las mujeres. No te preocupes, me ahorraré los discursos y te haré una pregunta que debe ser sencilla para responder—sin moverse de su lugar, Cora inclinó su cabeza y con solo mover su mano derecha el vampiro comenzó a gritar en agonía—. ¿Por qué entras a la casa Gilbert? Tengo la sospecha de que hasta hace poco no tenías idea de que Elena era la doble de Katherine, así que hay otro motivo detrás.

—No sé de qué hablas, maldita perra.

—Error—chasqueó sus dedos, y los palos cayeron al suelo mientras que sus heridas se cerraban y el dolor desaparecía—. Soy una bruja caótica, imbécil.

Volvió a chasquear los dedos, y uno de los palos de madera levitó en el aire para después romperse hasta ser solo astillas que se clavaron en cada parte del cuerpo del vampiro, excepto su cuello y su pecho. Su cara se volvió roja por las astillas, y nuevamente soltó un rugido de agonía que hizo que Stefan hiciera el rostro a un lado y Damon apenas podía seguir presenciando aquello. No les disgustaba que él estuviera siendo torturado, les aterraba que Cora lentamente estuviera sucumbiendo al caos. Sin embargo, ninguno de ellos intervino.

—¿Por qué entraste a la casa? —repitió la pregunta, y esta vez él respondió a causa del dolor.

—¡Por el diario de Jonathan Gilbert! —gritó—. Es necesario para abrir la tumba.

Los brazos de Damon cayeron a sus costados y se acercó al interrogado.

— ¿Qué has dicho?

—¡Ese estúpido diario tiene la clave para abrir la tumba! —dijo—. Ahí están todos, incluida ella.

—¿Cómo sabes eso? —demandó saber Stefan, sin darle tiempo a nadie de reaccionar—. ¿Con quién trabajas?

El vampiro nuevamente adoptó una expresión cínica y escupió en el suelo. No pensaba decir nada más.

Los ojos de Cora volvieron a su aspecto normal y miró de reojo a ambos hermanos, cada uno con diferentes emociones cruzando por sus rostros, hasta que Stefan intercambió una mirada sombría con Damon, y si bien él parecía dudar, terminó por asentir con la cabeza. con cierta renuencia y Stefan dio el golpe final clavando el segundo palo en el corazón del vampiro hasta atravesarlo, matándolo en el acto.

—Era peligroso—musitó Stefan cuando Cora, quien no era capaz de ver como su cuerpo se tornaba gris y caía sin vida al suelo—. Ya lo habían invitado.

Cora quería decirle que no había volteado la cara por sentir lástima por él, que simplemente seguía sin acostumbrarse en ver aquel color en una persona, pero antes de que ella o alguno de ellos dos pudiera pronunciar otra palabra, los tres se volvieron hacia la puerta. al distinguir la silueta de un hombre que se alejaba rápidamente de la puerta por la cual Cora había entrado.

Damon respiró profundamente y caminó en su dirección.

—Yo me encargo.

Si bien Cora quería pedirle que no cometiera alguna insensatez siendo guiada por sus impulsos, tenía otras preocupaciones cruzando por su cabeza, pero antes de buscar más respuestas, en cuanto la puerta se cerró detrás del pelinegro ella se dejó envolver por los brazos de Stefan y escondió su rostro junto a su pecho, inhalando el aroma de su colonia para así tranquilizarse después de experimentar la adrenalina. Sus manos sujetaron los brazos de Stefan y se le permitió exhalar con cierto alivio al sentirse segura con él.

Ava no supo decir en qué momento la noche se le hizo corta. Todo lo que sabía era que en un instante ella estaba bebiendo ponche con Rosalie y susurrándose entre ellas lo que opinaban de cada pareja y sus vestimentas, bromeando entre ellas, y terminaron bailando sin parar hasta que fueron conscientes de cómo solo quedaban unas cuantas parejas, y entre ellos no reconocieron rostros conocidos.

Entre risas y mejillas sonrojadas, las dos jóvenes abandonaron el gimnasio y se dirigieron al estacionamiento. Habían estacionado sus coches junto a una de las salidas de emergencia, pero ahí apenas había uno que otro coche visible.

—Gracias. —le dijo Rosalie repentinamente cuando las risas y comentarios sobre aquella velada hubieron cesado. Ava enarcó sus cejas y su sonrisa vaciló al ver que la rubia ojiazul le estaba agradeciendo con absoluta honestidad.

—¿Por qué? —preguntó la pelinegra, sin molestarse en esconder su consternación.

Rosalie, por su parte, se mordió el labio inferior para reprimir una gran sonrisa, pero no pudo el suspiro de melancolía.

—Por esta noche, por invitarme—aclaró. Su voz era baja, suave; era como escuchar el susurro del viento—. Nunca creí divertirme tanto en un baile de la escuela ¿sabes? No tengo gratos recuerdos de ellos.

—Lamento oírlo. —musitó.

Rosalie no hablaba mucho sobre su vida académica, y cuando lo hacía era para bromear al respecto, pero a juzgar por su mirada podía decir que no era una etapa que haya disfrutado. Ava tampoco podía decir que amaba esa fase como estudiante de preparatoria en un pueblo pequeño, pero sin duda le hacía pensar al respecto.

—No, a eso me refiero. Ahora estoy ansiosa por repetirlo—al percatarse de lo que acababa de decir ella comenzó a tartamudear—. Bueno, no es que estés obligado a invitarme, ¿cierto? No sabemos qué sucederá en un mes, pero....

Ava ni siquiera supo qué fuerza la llevó a tomar semejante acto de valentía. Tal vez fue porque ella siempre solía decir que las palabras sobraban cuando se podía tomar acción, o porque venía pensando en ello desde que bailaron una canción romántica e intentaban alivianar la tensión riéndose estúpidamente para no llamar la atención de los maestros o alumnos con mentalidad conservadora, pero en ese momento Ava hizo callar las vocecillas de inseguridad en su cabeza y se inclinó hacia Rosalie para tomar su rostro entre sus manos y unir sus labios en un beso.

Al principio Rosalie se quedó paralizada, sin comprender lo que estaba sucediendo, más al segundo siguiente ella ya tenía igualmente sus ojos cerrados y su cuerpo se relajó, sujetándose de la cintura a la pelinegra para acercarla más y que la distancia entre ellas fuera mínima, permitiéndose entregar al momento.

Los labios de Rosalie eran suaves y carnosos con sabor a fresa, por su labial, y un toque de azúcar a causa del ponche. Lentamente los labios de ambas chicas consiguieron acoplarse en un baile lento, donde ninguna de las dos tenía intención de alejarse. Pero tuvo que ser así una vez que Ava sintió que le faltaba el aliento a causa de las emociones que tenía escondidas en su pecho y que quería gritar y hacérselas saber a la rubia que estaba ante ella, igualmente recuperando el aliento mientras trasladaba una de sus manos hacia su mano, como si se estuviera sosteniendo de ella para no caer.

Ava quería sonreír, quería volver a besarla, llevarla lejos de esa escuela e ir donde nadie pudiera mirarlas. No por tener miedo al qué dirán, eso no le importaba en absoluto, sino porque no quería que nadie viera la manera en cómo se besaban, como se miraban, o que escuchasen los latidos desbocados del corazón de la joven Sulez. Quería que solo fueran ellas dos.

Pero en lugar de decir o hacer algo de esto, Ava retrocedió un paso cuando Rosalie hizo además de juntar sus frentes, soltando igualmente su rostro para poder mirarla a los ojos y expresarle así su angustia y temor. Sabían lo que estaba pasando entre ellas dos, claramente estaban lejos de la zona de la amistad, y esto había sucedido demasiado rápido debido a la química que surgió entre ellas desde que se conocieron: dos almas rebeldes, libres, que tenían sus propios corazones rotos. así como también rompían los corazones de otros. Eran tan parecidas, pero tan diferentes a la vez, y por eso mismo Ava debía estar segura de lo que ocurriría al día siguiente una vez que abandonaran el estacionamiento, y bajo qué términos.

—No puedo mirarte como a una amiga, ni siquiera como un enamoramiento pasajero—murmuró ella, tomando la palabra—. ¿Es esto solo atracción, o es algo más para ti? Necesito saberlo ahora. —exhaló. Después de Matt y vivir en castillos sobre las nubes que pronto colapsaron, no quería vivir pensando que Rosalie le correspondía plenamente. No quería enamorarse, y si bien ya lo estaba haciendo, entonces quería saber si valía la pena, o lo mejor sería alejarse. Podía verso como alguien frío e insensible por exigirle una respuesta ahora mismo, pero si no era hoy ¿entonces cuándo?

No quería volver a tropezar con la misma piedra. No quería que su corazón se rompiera nuevamente, especialmente cuando con Rosalie todo se sentía más real. Pero necesitaba escucharlo de ella en lugar de vivir suponiendo cosas.

Rosalie lentamente soltó su mano y se alejó igualmente un paso, evadiendo su mirada. Ava por un segundo pensó lo peor, que le diría que no estaba hecha para un compromiso como ese, porque de ser el caso de personas heterosexuales solo estaba en juego sus propios sentimientos, pero en el caso de ellas todo estaba en juego, y Ava No tenía miedo alguno, pero no sabía si Rosalie pensaba igual. Una vez que le dieran nombre a su relación los compañeros y amigos de la pelinegra lo sabrían, y solo sería cuestión de tiempo para ir ante sus padres conservadores y homofóbicos para contarles que era bisexual y tenía una relación con una chica. En la ciudad esto sería un escándalo, pero en un pueblo pequeño hasta el alcalde sabría al respecto. Nadie quedaría indiferente.

Ava estaba dispuesta a todo, como siempre. Pero no podía hacerlo sola. Una relación, sin importar los géneros, estaban conformadas por dos personas que se apoyaban mutuamente y estaban preparadas para luchar contra todo, juntos.

—No tienes idea de cuánto admiro tu determinación—musitó Rosalie finalmente, mirándola de soslayo mientras se apoyaba contra el capó de su auto y miraba hacia el cielo nocturno, abrazándose a sí misma—. Nunca he estado con una chica—reconoció finalmente en compañía de un profundo suspiro para acto seguido esbozar una media sonrisa que expresaba culpa y vergüenza por dicha confesión—. Yo siempre salí con chicos, y seguro que hubo una que otra chica con la cual creo que yo llegué a coquetear sin saberlo ¿es eso posible?

Ava no respondió. No quería contarle su experiencia porque no era su momento, tenía que dejar que ella se desahogara. Ella tuvo a su tío Leo para ello, así como a Cedric, pero Rosalie no parecía ser la clase de persona que le compartía absolutamente todo con su hermano mayor. Había cosas que ella se guardaba para sí misma, pero no por miedo, sino porque no sabía cómo apoyarse en otra persona. Estaba acostumbrada a hacerlo sola, o ser el soporte de alguien más.

—Nunca tuve miedo al famoso "¿qué dirán?", y eso me trajo algunos problemas en el pasado. Yo era la típica chica que de ser necesario le gritaba al mismo alcalde. Era la rebelde del pueblo, quitándole así esa reputación a mi hermano mayor, porque se había enamorado para entonces. —sus ojos azules se vieron cubiertos por el velo del pasado, pero ella sacudió su cabeza y suspiró con tristeza para así volver a sonreír, o intentarlo.

Con Ava le era difícil ser la chica despreocupada que solía mostrar a los demás, porque no quería fingir cuando estaba a su lado.

—Nunca me sentí así ¿sabes? Jamás—remarcó ella esta palabra y lo que significaba—. Nunca creí ser vulnerable ante alguien y querer serlo. Y....—gruñó y se alejó del automóvil para así acunar su rostro entre sus manos y mirarla suplicante a los ojos—. Por Dios, Ava, no quiero que sigas sufriendo por Matt porque no quiero que sigas amándolo.

Ava jadeó por la sorpresa ante el arrebato de Rosalie, más permaneció en silencio.

— ¿Eso es egoísmo? Si, porque estoy enamorada de ti—declaró la rubia con determinación—, y no quiero que te alejes de mí y tampoco quiero irme de Mystic Falls como era mi objetivo cuando llegué. Si debo enfrentar a cada persona que vive aquí y hacerles saber que me enamoré de ti y que nada ni nadie me hará cambiar de parecer, entonces lo haré. Haré lo que me pidas—rozó sus labios—. Ava Sulez, te amo, y estoy lista para lo que sea que suceda después. No tengo miedo en absoluto.

Ava dejó escapar el aliento que estaba conteniendo sin ser consciente de ello. Ya no tenía por qué escuchar a su mente cuando todas las dudas que tenía por resolver ese día acababan de obtener una respuesta, simplemente se entregó a lo que le gritaba su corazón y volvió a besar a Rosalie, quien en esta ocasión reaccionó inmediatamente al beso y con su pulgar acarició su mejilla mientras que su otra mano se trasladó hacia su cintura y la jaló hacia sí para profundizar en el beso.

A decir verdad, Ava no llegó a pensar en Matt en todo el día, porque ahora tenía a Rosalie en su vida, ya diferencia de Matt que no fue más que un primer amor en base de sueños y escenarios falsos que toda adolescente vive, lo que ellas tenían era real. Ahora estaba segura de ello.

Mientras las dos chicas formalizaban su relación y se quitaban la preocupación de cómo serían sus días después de abandonar aquel estacionamiento, el primo de la joven Sulez, Cedric, ayudaba a Elena en subir a su escarabajo rojo y se unía a ella en el interior del vehículo, pero una vez dentro ni siquiera se tomó las molestias de sacar la llave del bolsillo de su pantalón, y se quedaron sentados en silencio mirando la fachada de un local de malteadas y hamburguesas que estaba al límite de las afueras de Mystic Falls. El local en sí no era muy popular, pero en verano los adolescentes solían venir para tener la falsa sensación de que estaban fuera del pueblo, y por tanto era el dueño del establecimiento se vio en la necesidad de agrandarlo.

Cedric había conducido en silencio desde que salió de la escuela, y Elena apenas parecía prestar atención al camino, por lo que cuando se detuvieron y ella vio que no era su casa, él simplemente le respondió que necesitaban azúcar y calorías, y ese lugar era el mejor lugar para ahogar penas cuando no se tenía edad para beber.

—No creo que una malteada sea la solución. —había dicho ella, pero aun así se había quitado el cinturón de seguridad.

—Claro que sí. Una rica malteada siempre es la solución para todo, sobre todo para los casos únicos como los vampiros.

Si bien Elena se había mostrado escéptica al comienzo y solo accedió para complacer al pelirrojo, después de recibir su orden de dos malteadas de chocolate y un plato de papas fritas ciertamente su ánimo mejoró y al cabo de unos minutos se encontraba conversando con Cedric sobre la tarea de álgebra, hasta que fueron charlando de cosas triviales como el clima y qué aviones tenía para las aún lejanas vacaciones de invierno.

No supo con exactitud cuánto tiempo estuvo ahí, pero su celular no había sonado, así que significaba que Jenna no había regresado a casa.

—Gracias. —susurró la morena mientras suspiraba y reposaba su cabeza en el respaldo del asiento.

Cedric se encogió de hombros y esbozó una sonrisa. Elena estaba segura de que no había otro chico en Mystic Falls que podía sonreír incluso sin que sus labios se movieran, ya que sus ojos color avellana siempre eran expresivos y por tanto comunicaban todo lo que él sentía antes de que su boca tuviera tiempo de hacerlo. Cedric era así, transparente, cálido, alegre, apasionado y considerado.

—Ni lo menciones—dijo él en voz baja. Se veía cansado, pero eso no le impedía sonreírle como si no hubieran sido atacados nuevamente por un vampiro—. ¿Cómo te sientes?

—A pesar de que ese vampiro psicópata me persiguió y casi me mata, en realidad estoy mejor de lo que esperaba—resopló—. Creo que me estoy acostumbrando a la idea de que esta es mi nueva normalidad.

Si bien Cedric quería decirle que no tenía por qué pensar así, él tampoco creía que las cosas fueran a ser como antes. A decir verdad, no quería que así fuera, porque significaría volver a una vida de mentiras que sus padres construyeron.

—Sé que no debería, después de todo casi me mata—dijo Elena, tomando desprevenido a Cedric, ya que pensaba que no diría nada más—, pero siento lástima por él. Sé que Damon y Stefan lo matarán, con razones justificables, pero...

—Elena, lo entiendo—interrumpió él gentilmente si intento de explicarse—. Para Damon y Stefan debe ser normal quitar vidas, incluso de otros vampiros, pero nosotros no estamos acostumbrados a ello, ni siquiera si son vampiros que intentan matarnos. Significa que tenemos humanidad, algo que los Salvatore perdieron, pero creo que están en camino de recuperarlo.

—No Damon, eso es seguro—masculló para acto seguido suspirar—. Pero entiendo a lo que te refieres.

—Han pasado muchas cosas, es entendible que te tiene sentido abrumada y paralizada.

—Ni siquiera tuve miedo de enfrentarme a él sola—dijo en voz baja, mirando la fachada del local que estaba abierta las veinticuatro horas del día—. Lo que me asustó fue que él me mordiera, y acabará siendo como Viki—resopló—. Sé que así no es como se transforman, pero me daba miedo que ese vampiro me matara o me convirtiera y después volviera a casa y atacara a Jeremy o a Jenna. Por supuesto, ser lanzada por los aires tampoco es una experiencia grata y mi cerebro se puso en blanco en ese momento, pero no le tengo ya tanto terror a los vampiros.

—Eso es bueno. ¿Quién sabe? Tal vez si practicamos...

—No—se negó ella—. Quiero descansar por ahora. Ya tuve la adrenalina de una semana por esta noche, planifica eso para después.

Ambos se rieron por esto y Cedric ascendió con la cabeza, mostrándose de acuerdo.

—¿Sabes? —Elena bajó sus ojos hacia sus zapatillas blancas y sus labios se curvearon en una media sonrisa—. Lo único que en verdad lamento de esta noche es que no pude bailar contigo como lo imaginé.

—¿De qué hablas? Si bailamos dos piezas...—su voz se apagó al creer comprender lo que Elena le decía, pero ¿acaso ella lo decía de verdad, o solo estaba siendo amistosa?

Elena, por su parte, se armó de valor para mirarlo de soslayo y lentamente giró su cuerpo sobre su asiento para mirarlo de frente. Algunos mechones de su cabello lacio cayeron sobre su mejilla derecha, pero a ella no le importó. Nada más le importaba ahora que finalmente había dado un paso a escuchar sus sentimientos, aquellos que llevaba reprimiendo desde la secundaria y ahora debía saber si eran recíprocos, o solo eran eso, sentimientos de una adolescente que desaparecerían algún día como si nunca hubieran existido.

Tomó una bocanada de aire y lentamente expulsó el aire, buscando las palabras adecuadas para comunicarle lo que llevaba dándole vueltas desde aquel día que la llevó a la cabaña en el bosque.

—Todo ha cambiado, y no me refiero solo a los vampiros—musitó, él alternaba su mirada de su rostro hacia el parabrisas, porque no estaba seguro si esto era real, o estaba soñando—. Cuando salí con Matt, pensé que estaba todo bien. Yo le gustaba, y estar con él era fácil, pero me faltaba algo, y creí que lo tenía con Stefan. Había esta extraña atracción que sigo sin entender, pero con él me faltaba lo que tuve con Matt. Quería estar con alguien con quien poder hablar a todas horas, sentirme acompañada, así como sentir esta sensación de bienestar y pasión—volteó su cabeza hacia un lado, sintiéndose repentinamente avergonzada—. Tú siempre has estado ahí, pero eras el primo de una de mis amigas. Te consideré solo un buen amigo. Ya sabes, el chico bueno del pueblo que es tu vecino, y nada más. Me dije que me sonrojaba cuando hablábamos en los recesos o en educación física porque eres atractivo. Caroline también se ponía así, por lo que asumí que era algo que a todas le pasaba.

» Por eso acepté ser novia de Matt. Y aún lo amo, pero no de la manera en la que él quería. Solo me engañé a mí misma y en el acto lo lastimé. Acepté ser su novia porque ese dulce chico pelirrojo ganó músculos durante el verano antes de entrar a décimo año, y todas las chicas, si no estaban detrás de Tyler, suspiraban por ti. Seguí engañándome, hasta que te vi con Cora. Lo que tienes con ella es una bella amistad. Es como verte con Ava, incluso me atrevo a decir que tienes más confianza en Cora que con tu prima, como si fuera tu hermana. Nunca la he visto reaccionar como otras chicas cuando está contigo, y entonces me dije que las chicas pueden ser amigas de los chicos sin que esto se vuelva algo más, e intenté acercarme a ti y ser solamente tu amiga. Pero en estas semanas me he dado cuenta de que

Elena nuevamente tomó una bocanada de aire tras hablar rápidamente al decirle todo lo que llevaba rondando por su cabeza por tanto tiempo. No quería guardarse nada, estaba cansada de ello. Estaba cansada de pretender algo que no era cierto y solo decir lo que pensaba y sentía en voz alta. Quería decírselo a él antes de perder la oportunidad de estar a solas con él, lejos de rostros conocidos. Era algo que solo Cedric debía escuchar.

—Estoy enamorada de ti, Cedric. —confesó en un suspiro mientras que sus ojos se cristalizaban. Decirlo en voz alta, frente a él, era como sentir que se estaba quitando un peso de encima, así como también esperaba la sentencia final, si sus sentimientos eran correspondidos o iba a rechazarla.

El joven pelirrojo, por su parte, exhaló profunda y ruidosamente al tiempo que bajaba la mirada hacia el volante del coche. Elena por un momento pensó que él diría que ella estaba agitada por lo ocurrido, que era la adrenalina hablando y que lo mejor era ir a casa y pretender que no dijo absolutamente nada. Pensar esto hizo que ella jadeara mientras sentía como su corazón parecía estrujarse.

Sin embargo, antes de que ella pudiese pensar en cómo disculparse por su arrebato, Cedric se volvió hacia ella y sin darle tiempo en reaccionar se inclinó y posó sus labios sobre los de ella, sujetándola con una increíble delicadeza y dulzura de su barbilla.

Elena al principio, totalmente desprevenida, emitió un gritito ahogado, pero al comprender lo que estaba ocurriendo, sus hombros se relajaron y se inclinó hacia él, cerrando así sus ojos mientras que sus labios acariciaban los de Cedric. Sintió como la mano de él se desplazaba lentamente hacia su mejilla, y su pulgar trazaba círculos, acariciando su piel tersa.

Fue un beso dulce, donde sus labios parecían arder porque finalmente se habían encontrado después de tantos años soñando por ello, más consiguieron contenerse y las caricias no pasaban más allá de sus rostros, así como ella se permitió acariciar su nuca y sentir su cabello entre sus dedos, provocándole a él un escalofrío por que fue un movimiento que no esperó de ella, más fue gratificante.

Finalmente, cuando ambos se vieron en la necesidad de alejarse para recuperar el aliento, Cedric soltó su rostro solo para así tomarla de la mano y acariciarla como si fuese lo más preciado que él tenía en su vida. Aquel brillo que sus ojos avellana que dejaban ver la devoción que sentía por ella embriagó a Elena, quitándole el aliento y solo pudo sentir como su corazón se expandía en su pecho por el júbilo.

—¿Me creerías si te dijera que te he amado desde que soy un niño? —musitó él con una tímida sonrisa, acompañada por un rubor que cubrió su cara—. Me dije que esa clase de amores son raros, pero sigo amándote, y que tú me digas esto—su sonrisa se expandió por todo su rostro, iluminando aún más sus ojos—. Dios, ahora mismo podría bailar en el techo.

—Por favor no. No quiero tener que llevarte al hospital después de esto. —dijo ella mientras se reía y ambos se inclinaban para volver a besarse.

No importaba nada de lo que pasó ese día, nada podía opacar la felicidad que los dos enamorados sentían porque finalmente sus respectivos sentimientos pudieron salir a la luz y ser correspondidos. Solo eran ellos en un estacionamiento, disfrutando de su compañía sin nadie más al rededor. Era como si esa noche cupido hubiera decidido brindarle un halo de halo de felicidad a los adolescentes de aquel pequeño pueblo en Virginia, encontrando el amor cuando menos lo esperaron.

Sin embargo, si bien había una pareja de enamorados que ya habían confesado sus sentimientos, en esos momentos estaban enfrentando varios problemas, y tenían que descifrar cómo resolverlos.

Cora y Stefan habían llegado a pie a la casa de la rubia después de los eventos en la escuela con el vampiro que Stefan tuvo que matar porque representaba una amenaza. Ambos estaban sentados en las escaleras del pórtico de la casa Beckham, y si bien el padre de la chica ya sabía que estaban ahí, su esposa, Lydia, quien no tuvo turno esa noche, tuvo que obligarlo en cederles unos minutos a solas.

Cora tenía su cabeza recostada sobre el hombro de Stefan, y su mano estaba entrelazada con la de él, mientras pensaban en lo que había ocurrido, y lo que harían después de esa noche.

—Así que Damon está empecinado en abrir la tumba donde los vampiros fueron encerrados hace ciento cuarenta y cinco años únicamente para liberar a la vampira que los transformó a ustedes y posiblemente a los demás que yacen ahí encerrados.—murmuró Cora, sus ojos azules estaban posados sobre la calle, pero en realidad su mente estaba lejos de ahí, pensando en Damon, en el bosque y que había una peligrosa cantidad de vampiros hambrientos y furiosos encerrados, y en cuanto se les abriera la puerta Mystic Falls volvería a ser lo que fue en 1864, tal vez incluso peor.

—Si—suspiró Stefan—. Damon realmente quiere hacer esto.

—¿Y tú?

—Esa tumba no puede abrirse, Cora—dijo sin siquiera dudarlo—. Katherine no puede ser liberada. Nadie de ahí debe salir de ahí.

—¿Y qué harás con Damon? Él no se detendrá solo porque tú se lo pidas.

Stefan torció sus labios en una mueca y exhaló.

—Después de que regresó y te pedí que me esperaras en el estacionamiento, le dije que lo ayudaría para liberar a Katherine.

Cora inmediatamente levantó su cabeza y su ceño se frunció, mirándolo como si estuviera delirando.

—¿Qué?

—No es lo que piensas—dijo apresuradamente, sujetando su mano cuando ella hizo ademán de soltarlo—. Si finjo que lo ayudo, solo así conseguiré impedir que logre su cometido.

Por alguna razón esta justificación no hizo sentirla mejor.

—Pero por primera vez desde que los conozco ustedes no se pelearon—dijo ella—. ¿Estás seguro de que no hay otra manera de impedirle abrir la tumba sin poner en riesgo tu relación con él? Si haces esto, Damon nunca te perdonará.

—Soy consciente de ello, pero nuestra relación ya está fragmentada, Cora. No hay nada que pueda conseguir que volvamos a ser como antes de que Katherine llegase a nuestras vidas—tragó saliva—. También te digo esto porque Damon necesita una bruja para abrir la tumba. Y de no conseguirla, él puede llegar a ser persuasivo contigo por esta relación que hay entre ustedes. Eres una bruja caótica, solo tú puedes romper el hechizo de la tumba—chasqueó su lengua—. A decir verdad, no entiendo cómo es que no te lo pidió antes.

Cora quiso ofenderse y decirle a Stefan de que ella nunca aceptaría algo como eso, pero pensó en Damon, en su viaje a Georgia, en cómo él dijo que necesitaba algo de ahí, y buscó a su exnovia, quien casualmente era una bruja. ¿Qué tal si él fue a pedirle consejos sobre como abrir la tumba? Y de ser así ¿él pensó en usarla? No, Damon podía ser muchas cosas, pero de querer manipularla para abrir la tumba ya lo habría hecho desde hace días.

—No pienso ayudarlo—dijo ella—, pero tampoco pienso dejarte solo en esto. Te ayudaré en lo que sea que necesites.

Porque ella tampoco quería que esa tumba fuera abierta. Los habitantes de Mystic Falls no estaban preparados para un ataque de vampiros, y ella ciertamente no quería ver como Damon se iba con Katherine, si es que ella no decidía volver a jugar sus juegos macabros y también buscaba llevarse a Stefan. A pesar de que apenas los conocía de hace poco tiempo, Cora se preocupaba por ambos, y si Katherine regresaba, sería como regresar a los días donde su miseria dio inicio.

Stefan, por su parte, le dedicó una sonrisa de agradecimiento y apretó con suavidad su mano al tiempo que suspiraba.

—Gracias—entonces se soltó con delicadeza de su agarre y se puso de pie—. Creo que ya debes entrar. Desde aquí puedo escuchar como tus padres discuten sobre si deben o no pedirte que entres.

A pesar de que Cora aún no quería despedirse de Stefan, no tuvo alternativa más que ponerse en pie igualmente y caminar hacia la puerta.

—Supongo que te veré mañana en clases. —dijo ella, intentando mantener una conversación "mundana" junto a la puerta en caso de que sus padres ya estuvieran escuchando.

—Buenas noches, Cora.

Stefan se acercó a ella para depositarle un suave beso en su frente, pero antes de que él tuviera la oportunidad de alejarse, ella tomó su mano y buscó su mirada.

—Siento haber perdido en control—susurró, casi por debajo de su aliento—. Me molestó que él hablara de ustedes, de mí y de Elena como si supiera quienes somos. Solo quería demostrarle que se equivocaba.

Si bien Stefan no había querido tocar aquel tema porque él mismo desconocía aún muchas cosas sobre las brujas caóticas, estaba preocupado por aquel arrebato suyo, principalmente porque significaba que estaba cada vez más en contacto con su lado caótico, y esto podía ser indicio de una mala señal.

No obstante, él solamente esbozó una sonrisa tranquilizadora y acarició su mano.

—No pienses en eso ahora. Ya terminó.

Sin embargo, una vez que Cora se despidió de él y entró a su casa para saludar a sus padres y subir a su habitación, ella tenía el presentimiento de que lo que ocurrió esa noche con su magia solo era la punta del iceberg de todo lo que ella tenía la capacidad de hacer con tan solo desearlo. Y era preocupante. 

LUCIE HERONDALE SPACE

I'm back! ¿Me extrañaron? *proceden a lanzarle una silla y tabiques ¡Auch! Si, creo que me lo merezco

Han pasado 3,000 mil años.... En realidad fueron dos meses y medio, pero si, se sintió como una eternidad, sobre todo después de sobrevivir a un semestre que casi acabó conmigo emocionalmente. No quiero profundizar al respecto porque francamente los estaría deprimiendo, así que solo les diré que si son swifties o conocen a alguien que les pone música de Taylor Swift mi vida en los último 12 meses se resume por sí sola con las canciones de The Tourtured Poets Department.

Pero justo ahora me siento mejor. Es decir, estoy viva, y el bloqueo lector y escritor se fue después de mi primera semana de vacaciones (sip, he sido libre desde el 31 de mayo) y en verdad estoy emocionada porque extrañaba a Cora y otros de mis personajes que tengo abandonados pero ya me estoy poniendo al corriente con todo paso a paso. Tengo dos meses para eso, y parece mucho tiempo pero no, no lo es, así que intentaré ponerme al full con Wattpad pero con ciertos límites porque tampoco quiero exigirme y perder nuevamente la inspiración.

Bueno, ya explicada mi ausencia y lo que ha sido de mi, así como mi estado mental actual, les quiero pedir perdón por este capítulo. Honestamente siento que este capítulo empezó bien, después no me sentí cómoda con lo que escribí con la escena de la escuela, pero el final si me gustó, así que tengo una sensación agridulce, pero no quise editar más porque lo que yo quiero es quitarme el estrés y ya tengo más capítulos por delante para mejorar. A parte, he de confesar que este capítulo no me entusiasmaba tanto, pero salió decente.

Ahora, algo que quiero explicar es la relación de Ava y Rosalie. Recordemos que por ese entonces (2009) las relaciones homosexuales pues eran mal vistas, y yo recuerdo que en Pretty Little Liars se hizo mucho énfasis en las primeras dos temporadas de que los homosexuales eran vulnerables porque en un pueblo pequeño no existen los secretos. Mystic Falls es un pueblo pequeño, con personas conservadoras (los padres de Ava, pero ya llegaremos a eso más adelante) así que, como se explicó en la escena, Ava necesitaba que todo se aclarara entre ella y Rosalie. No solo por sus sentimientos, sino porque de dar ese paso, en verdad tendrán que enfrentarse a todo el pueblo. Por eso la intensidad.

Algo que si me gustaría comentar es que mientras escribía lo de Caroline donde ella se siente como la espectadora de las vidas amorosos de todos a su al rededor yo solo podía pensar en Klaus y mi ship frustrado. ¡Klaroline era endgame!

Perdón, me emocioné un poco.

En fin, no me queda nada más que decir, excepto agradecerles su paciencia, y también saludar a los nuevos lectores que se han unido en estas semanas. Sé que es un fanfiction, pero estos personajes que conozco desde hace diez años siempre significaron el mundo para mi, y poder añadir a ese mundo nuevos personajes que tienen su propia historia por contar y que ustedes me aguanten significa mucho para mi.

Acabo de sobrevivir a un semestre en una carrera nocturna, sigo medio emocional ¿okay?

El próximo capítulo, según yo, es corto, pero, cielos santo, en verdad se viene una revelación que me muero por escribir. Pista: viajaremos a 1860. Y si todo marcha bien estará listo para el próximo viernes. Igual enciendan sus velas y manifiesten, nunca está de más tomar esas medidas de precaución jajaja

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