Capítulo 27. Amores Del Pasado
27 DE MAYO
1994
Se escuchaba una canción en Francés por toda la casa de los Shade. Parecía ser de un musical. Los padres de Lydia siempre amaron los musicales, pero ella fue la excepción a ello, de hecho, los detestaba. No entendía el atractivo por ellos. No obstante, parecía qué su pequeña bebé, Cora, cayó en su encanto, pues era con lo único que ella accedía a dormirse. Las canciones infantiles y de pop la hacían llorar, más los musicales la mantenían mirando el techo con sus pequeños y brillantes ojos azules hasta que estos empezaban a cerrarse, y finalmente sucumbía a los brazos de Morfeo.
La joven Lydia, de veinte años de edad, bajó el volumen del estéreo y miró con el corazón pleno de dicha hacia la cuna donde dormía su pequeña, la cual había cumplido hace cinco meses un año de edad. Hace un año que ella había dado a luz a una bebé que ella no había esperado, y aun así, al mirarla, comprendía que su vida ahora era protegerla, cuidarla, amarla, porque si antes llegó a estar confundida respecto a quien era su verdadero amor, ahora sabía que Cora lo era. Eran ellas dos, solas contra el mundo.
Miró entonces el reloj en forma de luna nueva que descansaba colgado sobre la pared, por encima del marco de la puerta. Las seis de quince, y Cora apenas se había dormido. No era como si ella fuese una niña problemática. Usualmente Cora acostumbraba a dormirse a las diez de la noche, y despertaba a las cuatro para pedir leche y cambio de pañal y dormir inmediatamente. Pero esa noche estuvo más inquieta, y aunque era poco probable, Lydia sospechaba que se trataba por la ausencia de su padre, quién se había ido a acampar.
Después de un año, donde solo se dedicó a la crianza de Cora y en atender a Lydia, Harry y André retomaron sus escapadas de fin de semana mensuales al bosque para acampar y así tener tiempo para ellos, y más ahora considerando la nueva faceta de la paternidad, que era como tener un segundo trabajo que exigía más tiempo del que él tenía.
Los padres de Lydia no aprobaron esto, ya que dijeron que un padre debía estar siempre, y más aún como esposo, pues ella no podía sola con la casa, la criatura, la vida social y en buscarse un hueco para descansar. Sin embargo, ella pidió ayuda de sus padres, y éstos accedieron inmediatamente, sorprendiendo a Lydia al mostrarle que transformaron su habitación en una para ella y Cora, para que así se hicieran compañía mutuamente, y de requerir apoyo, ellos irían encantados para atender a su nieta. Pero Lydia insistió el arreglárselas solas. No quería ayuda con la maternidad, aunque algunas cosas eran nuevas para ella. Quería ganar experiencia, tropezar para así saber que hacer la próxima vez.
Jamás se hubiera imaginado que la maternidad le sentaría mejor de lo esperado. Fue como despertar de un largo sueño y descubrir que ese era el propósito de su vida. Y era feliz. Tenía una bella hija sana y risueña, un maravilloso esposo, amigos increíbles que estaban ahí para ella, y el apoyo de sus padres. No le faltaba nada.
Tomó de su cama un chal, con el cuál se envolvió y salió de la habitación para buscar un poco de agua, ya que estar tres horas seguidas con Cora intentando hacerla dormir fue algo que la dejó exhausta y con la boca seca.
La casa de los Shade era de un piso, pero era muy amplia. Todas las habitaciones, desde la sala de estar hasta los dos dormitorios con los que contaba, eran más amplios que cualquier otra casa de Mystic Falls. Según sabía Lydia, su abuela, al mudarse a Mystic Falls, había encontrado ese terreno y mando a construir para vivir sola con su hijo, el padre de Lydia. Pero, al saber que él probablemente haría una familia y querría una casa amplia, mandó hacer cada habitación cuatro metros más grandes que el resto de las casas del pueblo.
Era una casa acogedora, sencilla, pero donde el calor de hogar jamás faltaba. Fue un don que los Shade heredaron de Julia Hart, abuela de Lydia.
Al estar en la cocina, sacó del refrigerador la jarra de agua fría que guardaban sus padres y se sirvió un poco en un vaso de cristal. Bebió unos cuantos sorbos y masajeó su cuero cabelludo rubio.
Los Shade siempre fueron rubios. Era como una norma espeluznante en opinión de Lydia, y quería ser la excepción al teñirse el cabello, pero no sabía todavía de qué color. Tal vez un castaño o pelirrojo. Quería un tono que favoreciera su rostro pálido y ojos pequeños color avellana. Ya le pediría consejo a Serena, su mejor amiga.
Cuando dejó el vaso sobre la barra de la cocina, miró en dirección a la ventana que tenía a su lado. El sol ya estaba empezando a alzarse, lo cual indicaba que la primavera empezaba a abrirle lentamente el camino al verano, el cual llegaría en menos de un mes. Más calor, y significaba, por tanto, que se irían de vacaciones a un lugar templado. Ella odiaba el calor, y cuando Mystic Falls era extremo en sus inviernos, significaba que el verano sería igual.
Mientras pensaba en los planes que había hecho con su esposo para viajar en un mes y aprovechar sus vacaciones, Lydia escuchó como alguien llamaba al timbre seguido de unos golpes insistentes a la puerta que despertaron inmediatamente a Cora.
Inmediatamente su instinto era ir con Cora y pedirles a sus padres que abrieran la puerta, pero ella ya estaba en la cocina, y mientras más pronto atendiera a la persona que tocaba como un cobrador, más rápido cesaría el ruido molesto para Cora.
Soltando un gruñido, Lydia se envolvió aún más con su chal, pues seguía en pijama, y quitó los seguros de la puerta para así abrirla casi de un jalón.
-¿Qué se le ofrece?-preguntó exasperada antes de abrir del todo la puerta.
Ya estaba preparada para insultar a la persona que tuvo el atrevimiento de despertar a su hija, más su lengua se quedó atorada cuando vio que se trataba de André, y no venía necesariamente con una imagen presentable, como era su costumbre.
Su ropa estaba rasgada y llena de tierra con salpicaduras de sangre. Sus manos tenían rasguños por ramas y la tierra, mientras que su mejilla tenía un camino de sangre que había comenzado desde su cabeza, deslizándose hacia su cuello. Pero él apenas parecía percibir esto, ya que sus ojos celestes solo podían mirarla a ella con aprensión, aunque era claro que estaba intentando esconder el miedo por lo que fuera que acababa de sucederle.
-¿André?-llamó ella en un hilo de voz, conmocionada por verlo en semejante estado.
Él avanzó un paso hacia ella, y se apoyó contra el marco de la puerta. Tenía un tobillo torcido.
-Lydia. -jadeó. Acababa de hacer una clase de maratón desde el bosque, y era claro que estaba agitado por ello, más aún porque él jamás fue la persona más atlética del pueblo.
-¿Qué te sucedió?
Sabía que era una estúpida pregunta, pero estaba conmocionada. Nunca había visto a André tan alterado y aterrado como en esos momentos. Parecía que apenas y sabía dónde estaba.
-Es Harry-dijo en voz entrecortada-. Un oso nos atacó cuando levantábamos el campamento. Nos sentimos mal por dejarte sola con Cora y pensamos sorprenderte. Pero todo salió mal cuando el oso apareció y....-entonces, sollozó-. Lydia, creo que Harry está muerto.
ACTUALIDAD
El primer instinto de Lydia fue cerrar la puerta, pero su cuerpo estaba completamente paralizado de terror, así como de conmoción por ver ante ella al hombre que creyó muerto desde hace quince años atrás. Recordaba haber visto las terribles heridas de André, quién apenas conseguido escapar. Tardaron casi un año en cicatrizar y desaparecer por completo de su cuerpo. Caminó con un par de muletas durante tres meses a causa de su tobillo, el cual no se lo torció, sino que se lo lesionó hasta tener clavos.
No había posibilidades de que Harry hubiera sobrevivido al haberse quedado por detrás y caer como presa del día de aquel oso. Sin embargo, ahí estaba. Sin rastro de alguna cicatriz en su cuerpo, caminando sin dificultades, e igual de joven que antes.
No sabía si debía gritar, llorar, o abrazarlo.
-¿Cómo es posible?-preguntó ella a media voz, con sus nudillos pálidos al estar sujetando con más fuerza de la necesaria la puerta, que era lo único que la ayudaba en seguir de pie-. Tú estás muerto.
Harry metió sus manos dentro de los bolsillos se su chaqueta de cuero negra y suspiró. Se veía tan calmado, como si fuera una visita ordinaria la que él hacía, como si para él no significasen en absoluto los años que dejaron por detrás de ellos. O eso parecía a simple vista, pues Lydia, aunque detestaba reconocerlo, aún podía leer sus ojos azules como hace dieciocho años, en su época de preparatoria. Y podía ver cómo él hacía un esfuerzo monumental para no romper en llanto y suplicarle por qué ella derrumbara la barrera que los separaba, la cual era el marco de la puerta.
Lydia tragó en seco y se permitió sollozar. Él seguía muerto.
-Te convirtieron. -susurró mientras sonreía con tristeza.
Harry, si bien no había esperado que ella uniera los puntos tan rápido, asintió con pesar.
-Era la única forma.
La castaña entonces frunció su ceño y relamió sus labios. En ella estaba impedirle entrar a su casa, cerrar la puerta y pretender que nada de esto había sucedido. No solo porque enfrentar el pasado era algo doloroso, sino porque ya no se trataba de ellos como jóvenes adolescentes que fueron alguna vez, sino que todo lo que ella hacia era por Cora, y su hija no merecía que ella dejase entrar a un espectro del pasado.
No obstante, ¿Cómo fingir que no lo había visto? Él era un vampiro, la buscaría en otro momento. O peor aún, podía interceptar a André o a Cora. Además, ella necesitaba saber que fue de él. Y por qué, después de tantos años, finalmente había vuelto hacia ella cuando pudo hacerlo antes.
-¿La única forma de qué, Harry?-inquirió ella con repentina frialdad que hizo que el castaño se estremeciera-. Quince años, y ni una sola carta o visita. Porque imagino que sabías dónde estábamos. Déjame adivinar; todos en el pueblo saben de tu recuperación milagrosa, excepto André y yo ¿No es así? Al igual que con Rosalie-resopló-. Un hermano resucitado es un milagro, dos hermanos ya es una gran coincidencia. ¿Cómo es que consiguieron burlar al consejo de fundadores?
-Lydia, por favor-suplicó él, ignorando sus últimas preguntas-. Te lo explicaré todo, pero necesito que me permitas entrar. Prometo que no vengo aquí por malas intenciones, sino para hablar. Te lo debo después de tantos años. -añadió con voz queda, y ella, aunque quería mantener un semblante frío e indiferente, al final permitió que un par de lágrimas silenciosas se deslizaran por sus mejillas y prosiguió en hacerse a un lado, aún sujetándose de la puerta.
Después de todo, no era el primer vampiro con el cual ella tenía contacto.
-Supongo que de haber sido tú el vampiro que atormenta a Mystic Falls, ya estarías muerto-musitó, dándole así su voto de confianza-. Adelante.
Harry, sin embargo, se tomó su tiempo para cruzar el umbral, como si para él aquello fuese algo irreal y temiera que en cualquier momento despertaría en su habitación y oficina del hospital. Estiró su pie izquierdo, y lentamente pisó el suelo de madera de la casa. Entonces cruzó con su otro pie, y una vez que se aseguró de que en verdad estaba adentro, se permitió sonreír con melancolía y cierta amargura.
Había vuelto a casa. Pero solo como un invitado indeseado.
El cámaro tomó una vuelta en una esquina de la primera localidad que les dio la bienvenida tras recorrer su vasta carretera, y apenas hubo avanzado el automóvil para tomar aquella calle, las llantas rechinaron contra el pavimento cuando Damon pisó el freno, haciendo que Cora se viera lanzada hacia adelante. De no ser por el cinturón ella probablemente hubiera salido catapultada a través del parabrisas.
En la media hora que ella había visto a Damon conducir, podía decir con certeza absoluta de que él disfrutaba de las carreteras por qué le permitía pisar el acelerador a fondo. Y ahora aquel exceso de velocidad hizo que el auto lo resintiera cuando frenaron abruptamente.
Cora le lanzó una mirada poco amistosa, y estaba a punto de preguntarle si acaso no tenía respeto por las normas de tránsito, cuando sus ojos vieron más allá del hombro de Damon para ver con incredulidad la fachada de un bar.
Bree's tabern. Era el nombre del local que estaba lejos de una civilización. No había casas a su alrededor, solo bodegas y un edificio en construcción que ella alcanzaba a vislumbrar a medio kilómetro junto a la maquinaria y los obreros que trabajaban a temprana hora del día.
Cora exhaló.
-¿Un bar?-preguntó, incrédula-. ¿Tú viaje urgente era para solo venir a un bar de Georgia?
Siendo honesta consigo misma, aquello no le sorprendía viniendo de Damon, pero, siendo franca, había esperado que la llevase a una clase de hotel o casa antigua para visitar a un vampiro o incluso a algún humano conocedor del mundo sobrenatural e intercambiar algo entre ellos. A veces Damon daba la impresión de haber sido parte de alguna magia de los años veinte. Tenía el porte, el cinismo, y la falta de moral.
Damon chasqueó la lengua, y sin previo aviso apagó el motor para así tomar la llave del auto y abandonar el vehículo.
La mandíbula de la joven rubia se desencajó, y acto seguido escupió con desdén una maldición que fue acompañada por el nombre del vampiro ojiazul, para así quitarse con cierta torpeza el cinturón de seguridad y salir del coche.
Pero, claro, fue una terrible idea, porque su cuerpo aún le dolía por el accidente en Mystic Falls con relación al vampiro que la atacó, y, por tanto, no tenía fuerzas suficientes como para mantenerse en pie sola sin que las piernas se le doblaran y la columna vertebral se jorobara contra su voluntad, obligándola a apoyarse de la puerta del copiloto que aún no cerraba.
-Nunca juzgues un libro por su portada, Cora. -tarareó Damon con una sonrisa socarrona. Más a la rubia le hizo poca gracia aquel comentario y resopló.
-¿Acaso es un bar de vampiros?
-No. También vienen humanos. Dios ¿Acaso crees que hay locales exclusivos de vampiros? De ser así ya estaríamos todos muertos. No, este bar es importante no solo por la bebida, sino por la persona que lo dirige y definitivamente no podía hablarle por teléfono.
Cora tomó una bocanada de aire para soportar el dolor de su cuerpo y cerró la puerta del auto para así empezar a andar junto a Damon hacia el bar, aunque él no tardó en superarla por unos cuantos pasos ya que ella tenía piernas cortas y no estaba de ánimos como para trotar. Por esta ocasión prefería quedarse por detrás de Damon.
-¿Por qué? ¿Acaso le mataste a su mascota? -inquirió ella, sintiendo curiosidad al respecto. Después de todo él fue quien la arrastró hasta Georgia sin su consentimiento.
-No, le rompí el corazón. -respondió él con simpleza, y abrió la puerta para ella.
Si bien tenía curiosidad como es que había existido otra mujer después de Katherine y Estella, aunque él acababa de dejar en claro que nunca sintió nada por ella, Cora, quién quería convencerse de que no deseaba saber nada de la vida privada de Damon y su colección de corazones rotos de otras chicas, se mordió el labio inferior y se cruzó de brazos.
-Damon, me van a echar a patadas cuando vean que no tengo edad para estar en un bar.
El azabache puso sus ojos en blanco y, sin soltar la puerta, la rodeó para así entrar él primero al local.
-Vienes conmigo. Eso es un pase para ti.
Viendo que no tenía sentido alguno seguir discutiendo con Damon, y de que, al ser de mañana, tal vez la dueña pasaría por alto sus dieciséis años y la dejaría estar ahí con Damon, siempre y cuando ella no pidiera nada de beber, cosa que ella no tenía intención de hacer. El alcohol y la leucemia sencillamente no congeniaban.
Con un andar poco grácil, Cora prácticamente arrastró sus pies hacia el interior del local y su mano, por inercia de buscar soporte, se apoyó en el brazo de Damon, quién al tener unos impecables reflejos soltó la puerta para así sostenerla a ella y atraer su cuerpo hacia él, evitando así que ella se estrellara contra una de las mesas.
-Hey-llamó él, con una de sus manos sujetándola de la cintura, mientras que con la otra sostenía su mentón, obligándola así a mirarlo a los ojos mientras que él inspeccionaba sus pupilas y semblante pálido-. ¿Estás bien? Tu madre me encomendó cuidarte, y, honestamente, es una mujer aterradora cuando habla con severidad acerca de ti, y me consta que ella pondrá balas de madera en mi pecho si algo te pasa.
«No, no estoy bien», pensó ella mientras un gruñido de dolor e incomodidad se escapaba de sus labios «Me duele el cuerpo, no tengo mi medicamento, siento que los huesos van a quebrarse como las hojas secas en el otoño y solo quiero llorar y dormir para escapar de este malestar, pero aquí estoy, en un bar, contigo porque me raptaste»
Pero en su lugar, tuvo que tragarse el nudo que oprimía su garganta y con lentitud, pero firmeza asintió y se liberó de su agarre, retrocediendo un paso lejos de él para así voltear y observar el local por dentro.
El sitio era como ver el Grill de Mystic Falls, solo que quitando la zona del restaurante. Había unos escalones que llevaban a una plataforma donde estaba el área de juegos tales como el billar y hasta una mesa de póker, junto a un tablero circular colgado en la pared para los dardos.
La barra era más grande que en Mystic Grill, y era con un diseño semi circular donde había vasos de todo tipo de tamaños y formas que solo los bebedores expertos conocían por su nombre. Y por detrás de la barra había una mujer alta de piel morena que estaba terminando de limpiar la barra.
No obstante, al ver cómo Damon se acercaba a la barra, con su clásico andar de ser el dueño del lugar, la mujer exclamó un grito ahogado para así saltar por encima de la barra, dejando ver así sus largas y torneadas piernas y aterrizar sin dificultad alguna ante a Damon.
Cora, quién se había quedado unos cuantos pasos por detrás del azabache, tuvo que inclinar su cabeza hacia atrás para ver el rostro de la mujer. Era más alta que Elena, quién en opinión de Cora era la chica más alta del pueblo, pero con sus tacones y figura curvilínea, era de la misma estatura que Damon, tal vez incluso le sacaba dos centímetros de diferencia por su calzado.
-¿Damon?-exclamó la morena para después sonreírle ampliamente-. Mi gran amor.
Y sin más, se abalanzó sobre él para darle uno de los besos más pasionales que Cora jamás había presenciado. Ni siquiera se podía comparar con los besos que ella le dió a Stefan la otra noche. A su lado, Cora era una especie de novata referente al arte de besar.
Damon, como era de esperar, le correspondió el beso, y Cora, si bien había alzado sus cejas como manera de mostrar su sorpresa ante semejante reacción de ambos, ya que suponía que era la mujer a la cual Damon dijo que le rompió el corazón, apartó su mirada un tanto incómoda y se abstuvo en mirar sus zapatos. Ella podía no ser experta en el tema de los besos y demás, pero estaba segura de que, más que ser un beso por amor, era carnal. Cómo dos personas que solo recordaban sus atributos físicos, pero no sentimentales.
Aun así, empezaba a sentirse como la tercera rueda, y no sabía hacia donde mirar, o que hacer. Damon no parecía incómodo, y ella, bueno, por como lo sujetaba podía indicar que ella sabía cómo complacerlo, aunque no tenía claro si aún sentía algo por él, y de ser así, podía ser amor, u odio.
Afortunadamente, antes de que Cora pensara en irse al tablero de dardos para probar su suerte, la cual en las últimas horas era la peor y poco envidiable, la mujer de cabello oscuro soltó a Damon y como si no acabase de darle el beso más largo y pasional que la joven Beckham haya presenciado, volvió a posicionarse por detrás de la barra y sacó tres vasos de shot y sirvió tequila en ellos para así dejar dos sobre la barra y tomar ella el suyo, alzándolo por lo alto mientras miraba a su alrededor a los pocos clientes que aún quedaban. Aunque más que ser clientes, parecían ser amigos que pasaban por ahí cada noche y se iban después del amanecer.
-Atención amigos bebedores-exclamó, al tiempo de que Cora y Damon se sentaban en sus respectivos taburetes-. Brindo por el hombre que me rompió el corazón, el alma y destruyó mi vida junto a toda posibilidad de ser feliz.
Cómo si aquello fuera algo que se viera todos los días, los clientes restantes vociferaron gritos de ánimo por dicho brindis y la morena bebió su shot mientras que Damon, quién jamás se negaba a un buen trago, hacía lo propio, demostrando ser indiferente por dicho brindis.
Cora cruzó sus brazos sobre la barra y se encogió sobre sí misma, mirando así con miedo el shot porque no podía beber, suspiró profundamente. No tenía obligación de beber, pero tampoco le sabía bien negarse a un trago gratis, aunque en realidad no era por un brindis agradable.
No obstante, antes de poder decidir si debía declinar su trago y decir que no tenía edad para beber o si beber el shot, Damon extendió su mano y le arrebató el shot cuando la mujer del bar les dio la espalda y se lo bebió.
Aunque sabía que Damon lo hacía más por el placer de sentir el líquido en su garganta y su sabor, Cora le dedicó una media sonrisa de agradecimiento, gesto que él respondió con un simple encogimiento de hombros.
-Entonces-empezó a decir la ex novia de Damon-. ¿Cómo te amarró?
Cora, viendo que se dirigía a ella, titubeó antes de reírse, genuinamente divertida por la situación.
-No, él es el hermano de....
¿De quién? ¿De su novio? ¿Del chico con el que acababa de perder la virginidad? Ni siquiera ella sabía con exactitud que eran ella y Stefan, y de decirlo estaría generando un ambiente incómodo con Damon, ya que ella era la doppelganger de Estella, su exnovia quien también había escogido a Stefan.
Así que, en su lugar, solo se encogió de hombros y jugueteó con un mechón de su cabello rubio.
-Soy amiga suya-corrigió-. Nos conocimos por medio de su hermano.
No era una mentira del todo. Excluyendo la noche anterior con Stefan, ella y Damon solo tenían en común a su hermano.
No obstante, la morena solo sonrió con picardía, como si no estuviera del todo convencida de sus palabras, y exhaló.
-Si no te amarra, te atrapa-informó, y entonces la miró detenidamente, como si la viera de verdad por primera vez desde que entró al bar. Su sonrisa se desvaneció lentamente y sus ojos parecieron querer gritarle algo junto a sus labios, más en su lugar, sus labios volvieron a sonreír y apartó la mirada de ella para servir más alcohol en el shot que era de ella-. Cómo sea, tu diviértete.
Cora se abstuvo en asentir y suspirar profundamente. De nada servía rebatir cuando ni siquiera ella sabía cuál era su situación formal con Stefan. Lo cual, si lo pensaba a mayor profundidad, era un tanto desalentador y aterrador, considerando que ella ya no era virgen. Claro que también debía recordar que, hasta donde ella comprendió todo lo de anoche, ella y Stefan hablarían de su situación esa misma mañana. Pero aquí estaba ella, en Georgia, con Damon.
Era increíble como se las arreglaba para estar las veinticuatro horas con los dos hermanos Salvatore. Cualquiera diría que no era capaz de estar lejos de ellos, y eso igualmente le consternaba.
Sacudiendo su cabeza para apartar aquellos pensamientos que no la llevaban a ninguna conclusión, Cora tomó el shot que se le había vuelto a rellenar y con un simple movimiento de su dedo transformó el tequila en agua y se lo tragó antes de que la amiga de Damon sospechara.
-Entonces-dejó el shot sobre la superficie de madera y sonrió-. ¿Cómo lo conociste? -preguntó a la morena, quién suspiró melancólica.
-Estudiando. En la universidad.
Cora alzó sus cejas y su boca se abrió en una expresión de sorpresa e incredulidad para así volverse hacia Damon y mirarlo acusatoriamente.
-¿Tú fuiste a la universidad? ¿Por qué? Pensé que ser un estudiante y atarte al sistema no era lo tuyo.
Damon, por su parte, puso los ojos en blanco y le pidió a su exnovia que le sirviera más tequila. Pero ésta hizo caso omiso a su petición en su lugar le arrebató el shot vacío.
-Fue hace veinte años-se encogió de hombros, restándole importancia-. Necesitaba despejar mi mente, y dado que Stefan se esmeró por alejarse de mi por aquel entonces, pensé en gastar mi energía de otra forma y ver qué se sentía entrar en la universidad y ser "un joven realizado en su educación"-remarcó las comillas con una voz y mirada un tanto teatral, ganándose así un codazo por parte de la rubia.
-Hace veinte años-rememoró la morena-. Era mi primer año, y vi a este hermoso hombre y me enamoré. Luego me contó su secreto, pero me enamoró aún más-Cora enarcó sus cejas. Damon bien confío en ella para contarle aquello, o era porque también sabía algo de ella. Tal vez conocía a Damon desde hace menos de dos meses, pero podía decir con certeza de que empezaba a conocer sus razones por actuar. Jamás daba un paso en falso-. Entonces le dije que también tenía secretos, y que yo después le contaría.
-Ella es una bruja. -le susurró Damon a Cora, y la rubia la miró entonces con mayor atención.
Una bruja. En Mystic Falls ella no conocía a ninguna bruja. Tal vez está era su oportunidad de preguntarle más acerca de las brujas, y que sabía de Clarisse Hale.
Cómo si Damon empezará a sospechar de las cavilaciones de la joven rubia, posó su mano sobre la de ella y la apretó suavemente. Indicándole de que no era el momento, ni el lugar para ello.
Debía ser más paciente.
-Cambiaste mi mundo. -siguió diciendo la morena, a lo cual Damon, despreocupado, le sonrió encantadora y descaradamente.
-Sacudí tu mundo. -corrigió él, con arrogancia.
Cora deslizó su mano lejos de la suya, pero dicho gesto no pasó por desapercibido por la mujer mayor, quién solo alzó sus cejas y volvió a dedicarle una sonrisa cómplice.
-Él da el mejor sexo.
Aquello sonó tanto como a una recomendación, así como a una advertencia, pero Cora solo sacudió su cabeza y soltó una pequeña risa.
-Jamás lo sabré.
Pero si podía hablar referente a Stefan. Más no lo haría.
-Eso decimos todas, cariño. ¿Mi consejo? Disfruta mientras él recuerde tu nombre. Porque su único defecto, es que siempre termina por irse. Disfruta tu juventud, y vete antes de que él se vaya.
Sin más, se dio la media vuelta para dejar el shot vacío de Damon y deslizarse al otro lado de la barra para atender a otros clientes. Cora, por su parte, formó una mueca de pesar con sus labios e hizo girar entre sus manos su shot vacío que aún conservaba. Aquella mujer solo había amado a Damon, a nadie más. Y ahora su misión de vida parecía decirles a todas que la vengaran y le hicieran lo mismo a él a ella: irse, y abandonar su corazón hecho trizas.
La cuestión era que Damon también vivió eso, dos veces. Y él hacía lo propio. Tristemente, infundir el mismo dolor que a él le provocaron dejaba a más víctimas. Y si algo sabía Cora, era que no había nada más peligroso en ese mundo que una mujer despechada en búsqueda de venganza por su corazón roto.
-Entonces, dime-llamó repentinamente Damon, sacándola de sus pensamientos-. ¿Por qué huías de mi hermano?
Cora frunció su ceño y le miro desconcertada.
-¿De qué hablas?
Damon puso sus ojos en blanco y tarareó.
-Hice cálculos mientras estabas inconsciente. Venías de mi casa, y sé que Stefan ya estaba ahí a esas horas. Y dado que no has mencionado el nombre de mi hermano ni por asomo, asumo que él te hizo algo.
-No sé a qué te refieres.
Damon chasqueó la lengua.
-Ya lo descubriste, ¿Cierto? Lo de Elena.
-¿Elena? ¿Qué tiene que ver Elena? Sé que fueron novios, pero....
-Pero ahora sabes por qué-interrumpió él falsa indiferencia-. Stefan puede ser malévolo cuando lo desea ¿Verdad? Una doppelganger, de acuerdo. No pasa nada, es una coincidencia. Pero ¿Las dos? Eso ya es la perversidad en su máximo esplendor.
Cora giró su cuerpo sobre el taburete y con su magia lo obligó a él hacer lo propio y así mirarlo a los ojos para averiguar de qué diablos estaba hablando.
-¿Cómo que dos doppelganger? Explícate. -demandó saber, con su quijada tensa, aunque en realidad la estaba apretando para esconder su miedo e incertidumbre.
Damon parpadeó y la miró con lástima para después fingir que acababa de decir algo que no debía, aunque él en realidad sabía perfectamente lo que hacía y con qué objetivo.
-Stefan vino a Mystic Falls para vigilar a una vampira que él convirtió. Pero se quedó por otra razón: Elena. Luego tú apareciste y los planes cambiaron, por supuesto. Pero su objetivo era Elena, por su parecido con Katherine.
Cora sintió como si Damon acabase de apuñalarla en el pecho, y apenas y podía respirar, o sentir que lo hacía. Su rostro palideció por completo, asemejándose a la palidez de un fantasma, y sus ojos pronto se cristalizaron.
-¿Que dices?-preguntó en voz ahogada.
Damon extrajo una hoja doblada del bolsillo interno de su chaqueta y lo desdobló para así entregárselo a Cora, quién lo recibió con manos temblorosas.
Lo que vio la dejó sin aliento. Era la copia de una fotografía de la época victoriana de una mujer vestida de acuerdo con la época. Era Elena. O más bien, Katherine.
A pesar de que quisiera negarlo, de que quisiera gritar que aquello era falso, ella sabía que era posible. Después de todo, ella misma era la doppelganger de Estella Sherwood. La segunda novia de los hermanos Salvatore que igualmente les rompió el corazón, y murió.
Pero, como ella no lo admitiría en voz alta, Damon, regocijándose en su interior por aquella jugada que acababa de hacer, le dedicó a la joven Beckham una perfecta y casi creíble sonrisa de lástima para después decir lo que ella aún se negaba:
-Elena es la doppelganger de Katherine. Y me temo que él ha jugado con ustedes dos, usándolas como reemplazos de Katherine y Estella.
Cedric llevaba una hora esperando afuera de la boutique mystical fashion a qué su prima, Emma, terminase de comprar ropa para su estadía en el pueblo, pero estaba empezando a fastidiarse de estar como un guardia de Buckingham afuera de la boutique.
Había intentado contactar a Cora, pues estaba preocupado por ella desde anoche, y esa mañana no sabía si llegó a casa, y de hacerlo, que les contó a sus padres para así él y Elena respaldarla. No obstante, vaya fue su sorpresa cuando la llamó y fue Damon quién respondió.
Ciertamente saber que su amiga estaba con un vampiro asesino sabrá Dios donde no lo tranquilizaba en absoluto. No sabía dónde estaban, si ella estaba bien, y, más importante, que les diría a los padres de la joven cuando los encontrase. Mystic Falls no era tan grande. Podía encontrarse a los Beckham a la vuelta de la esquina y él no tendría a dónde huir.
Suspirando profundamente, Cedric recargó su cabeza contra la pared y cerró los ojos. Todo estaba de cabeza, o tal vez era su perspectiva, tal vez él era incapaz de aceptar los cambios, aunque estos no fueran gratos. Emma estaba de vuelta, aunque no parecía ser la misma que recordaba. Cora estaba demasiado involucrada en la vida de dos hermanos vampiros, Vicki estaba muerta, y Matt, su propio hermano, había aceptado que no volvería a ver a su hermana porque, según él creía, estaba desaparecida. Pero ya había avanzado. ¿Por qué él, quien jamás tuvo un vínculo estrecho con Vicki como Jeremy o Matt, no podía soltarla?
Tal vez porque todas las noches, sin falta alguna, tenía pesadillas relacionado a la noche de Halloween. Veía a Elena, siendo atacada por Vicki, y luego veía a ésta siendo atravesada por una tabla de madera que él usó en su contra, asesinándola sin titubeos. Un golpe limpio, directo y certero. Dónde su pulso no tembló.
No se trataba solo de la muerte de Vicki, se trataba de que él se tenía miedo. Miedo de lo que era capaz de hacer. Él descendía de un largo linaje de cazadores ¿Que tal sí él lo llevaba en la sangre? ¿Eso lo convertía en un asesino? No deseaba serlo, no quería dicho legado. No sería capaz de soportar la idea de ser un cazador y tomar vidas como si jugara a ser Dios. Ni él ni nadie tenía semejante derecho de quitar una vida.
Pero lo que más le aterraba, no era esconder el secreto de sus padres, sino la idea de decirles todo. ¿Y si ellos en lugar de reprenderlo lo felicitaban y alentaban a seguir matando vampiros? En tal caso ¿Quién sería el verdadero monstruo? Él no quería serlo.
Maldita fuera su familia y su linaje de cazadores. Y maldito el minuto donde él sostuvo aquella tabla sin rodeos y atravesó el pecho de Vicki. Si pudiera volver el tiempo atrás, habría tomado a Elena y se hubiera puesto en su lugar. Siempre existía dos opciones, y él eligió el camino fácil.
-Tomar una vida es difícil, pero lo es más el tener que vivir con la culpa de no salvar a alguien que amas.
Cedric al comienzo creyó que se trataba de una voz en su cabeza. La de la moral, tal vez. Pero después se percató de que había una mujer a su lado vestida de negro que tenía en su manos un libro encuadernado que parecía tener más se sesenta años. Sus páginas se veían rígidas y amarillentas por el paso de los años.
El pelirrojo, quién no supo decir con exactitud en qué momento apareció dicha desconocida a su lado, dio un respingo y se encontró inmediatamente con sus grandes y brillantes ojos esmeraldas. Su rostro era pálido y circular, siendo enmarcado por su cabello castaño oscuro que se escondía por debajo de un abrigo rojo con su capucha cubriéndola.
Llevaba como prenda de contraste unos leggins negros con botines de plataforma del mismo color.
Tal vez se debía a su paranoia con los vampiros, pero Cedric tenía la sensación de que ella parecía ser atemporal. Se le veía joven, pero al verla con aquel libro, y observando sus ojos esmeraldas, daba la impresión de ver a alguien que llevaba con vida cien años.
-Disculpa-se disculpó ella con una dulce y encantadora sonrisa que era digna de plasmar en papel o en algún lienzo-. Estaba leyendo y cuando me adentro en la lectura no soy consciente de cuando hablo en voz alta.
-Está bien, lamento haber reaccionado así. -musitó él con una sonrisa más torpe, mientras intentaba recuperar el aliento, así como el color en su rostro, ya que estaba pálido tal cual fantasma.
-¿Estás esperando a tu novia?-le preguntó ella, sin borrar su encantadora y amable sonrisa.
Si alguien le decía que esa mujer era Blancanieves a pesar de que no tenía el cabello azabache, Cedric lo hubiera creído sin inconveniente alguno.
-Prima, en realidad. -corrigió él con un encogimiento de hombros, a lo cual ella asintió y prosiguió en guardar el libro en su bolso negro.
-Ya veo.
-¿Y tú?
-Estaba haciendo tiempo, mientras esperaba a alguien con quién debo encontrarme en esta esquina. Pero creo que me he adelantado un poco de tiempo-dijo con una risa para después suspirar-. Supongo que debo irme.
-¿Tanto te adelantaste a él?-preguntó él mientras le sonreía con más calidez. Aquello le recordaba a Emma y su característica habilidad de adelantarse demasiado a una cita, o atrasarse olímpicamente.
-Se podría decir-ella sujetó su bolso con una mano, y con la otra le tendió la mano mientras le otorgaba una delicada sonrisa, a modo de despedida-. Fue un gusto conocerte, Cedric.
El pelirrojo le devolvió el gesto y tomó su mano, la cual sintió más fría de lo que se esperaba.
Sin embargo, cuando sus manos se soltaron, el ceño del joven Williams se frunció y le miró desconcertado. Él jamás le había dicho su nombre.
-¿Cómo...?
No obstante, su voz se apagó cuando escuchó el alegre llamado de Emma, quién venía saliendo de la tienda con dos bolsas de tela rebosantes de ropa y otros accesorios.
Se dio media vuelta para encontrarse con su prima, quién sin dejar de sonreírle le pidió ayuda con una bolsa. Él le brindó dicha ayuda, pero cuando se volvió en dirección de la mujer castaña, ésta ya había desaparecido. Cómo si el viento se la hubiera llevado, como si jamás hubiera estado ahí.
-Muy bien, Damon ¿Ahora sí me vas a decir qué quieres de mí?
El bar se había vaciado. Era medio día, por lo que la mayoría de los locales iban a casa, a trabajar o incluso a comer a alguna cafetería, por lo que Damon y Bree, su exnovia, estaban sentados en una de las mesas cercas de la ventana, dónde ambos podían ver el camaro de Damon estacionado en la acera de frente, donde igualmente estaba Cora de pie junto al vehículo intentando contactar a algunos de sus amigos de Mystic Falls.
Damon, quién estaba junto a Bree, apoyo una de sus piernas en la silla vecina de enfrente y le dio un trago a su cerveza, cortesía de Bree.
-Necesito abrir la tumba. -expresó su petición con serenidad.
Bree alzó sus cejas y aquel destello burlón que había iluminado su rostro durante los últimos tres minutos desapareció para verse cubierto por una lúgubre y melancólica nube que llegó a expandirse por su rostro. Aun así, ella intentó disimularlo lo más rápido que pudo e inmediatamente bufó.
-Después de tantos años, solo sigue existiendo una mujer en tu corazón: Katherine -chasqueó la lengua y ella le dio igualmente un sorbo a su cerveza-. Lo siento, pero no puedo hacerlo.
Damon, quién sabía que se negaría, puso los ojos en blanco y se acercó un poco más hacia ella, intentando que sus movimientos se vieran despreocupados, cuando en realidad el calculaba cada movimiento de su parte.
-Por favor. No me hagas esto.
Bree sonrió y suspiró profundamente, mientras que sus ojos parecían estar viendo más allá del bar. Estaba viendo hacia el pasado, aquella tumba olvidada en aquel pequeño pueblo de Mystic Falls al cual ella se prometió que jamás volvería a poner un pie. Había demasiada magia y oscuridad en cada rincón del bosque y la ciudad que el regresar allí sería condenar su vida. Mystic Falls era más que un pequeño pueblo, era una prisión sobre la tierra para las brujas, vampiros y licántropos.
-¿Acaso olvidas que lo intenté hace veinte años?-le recordó, endureciendo su voz. Pero no quería mostrarle que aún seguía dolida por aquel día, sería complacerlo. En su lugar, empujó la silla del azabache con su pierna para mantener la distancia prudente-. No hay forma de romper el hechizo. Se necesitan tres ingredientes que yo no tengo: hechizo, cristal y coleta.
-El segundo no lo tengo...-empezó a decir él, más la bruja se encogió nuevamente de hombros y negó con la cabeza.
-Lo siento, mi amor. Es hechizo de Emily, y nadie más que ella pueden romperlo.
-¿Y qué tal otro hechizo y cristal para anular el hechizo de Emily?-propuso.
-Es imposible, y lo sabes. Ella se encargó de ello. Yo misma lo intenté ¿Es que no me estás escuchando? Peor aún ¿No recuerdas lo de hace veinte años?-inquirió un tanto exaltada.
Damon apretó sus labios y respiró lenta y profundamente. Entonces, antes de arrepentirse o de que Bree decidiera sacarlo a patadas, propuso aquella idea que llevaba rondando por su cabeza desde hace dos semanas.
-¿Y podría una bruja caótica romper el hechizo?
El semblante de Bree se vio perturbado ante la mención de aquella criatura mística que, para toda bruja, equivalía a una diosa que adoraban y temían. La botella de cerveza que tenía en sus manos se deslizó entre sus dedos, y de no haber sido por Damon se hubiera hecho añicos en el suelo de madera.
-¿Estás loco?-gritó en voz baja, pero el miedo que se veía en su mirada era señal suficiente para Damon como para indicarle que iba bien encaminado con aquella hipótesis-. No, de ninguna manera. Olvídalo. No puedes obligar a una bruja caótica a hacer eso.
-¿Por qué no?-inquirió él, sin mostrarse perturbado por la reacción de la que fue su amante. Al contrario, parecía estar más relajado que nunca.
Bree lo miró como si acabara de salir de su frente un tercer ojo, para después bufar y reír amargamente.
-No sabes nada sobre las brujas caóticas ¿Cierto? Toda bruja tiene la obligación de estudiar a las hijas de Lilith, y cuando lo hacemos, tenemos pesadillas por ello. A pesar de que sus vidas son cortas, están destinadas a generar caos en el mundo. Y la última bruja caótica que existió fue Clarisse Hale, la única de su especie que ha tenido el honor de estar en cada grimorio de toda bruja. Sirve como una advertencia.
-Si, eso es algo que sigo sin entender-musitó-. Hasta donde yo sé, ella murió y no hizo gran cosa. Solo matar a veinte personas en Mystic Falls. ¿Por qué todos hablan de ella con temor cuando ya está muerta?
Bree le dedicó una mirada indulgente, como si él fuera un niño ignorante que no sabía nada, y decidía concederle perdón por su ignorancia por esta ocasión. Aquello hizo que Damon se indignara y ofendiera.
-Cariño, eres apuesto, tienes suerte por ello, pero no sabes absolutamente nada de Clarisse porque, afortunadamente, tú no te cruzaste en su camino. De haberlo hecho, estarías muerto ahora mismo. Las brujas caóticas son indomables. Por algo se les conoce como las emisarias del caos: nadie puede controlar el caos. Y si encontraste a otra bruja, que es la sucesora de Clarisse, entonces me temo que estás a punto de firmar tu sentencia de muerte.
Bree, más recompuesta, volvió a beber de su cerveza, está vez tragos más largos, y cuando devolvió la botella casi vacía a la mesa, miró hacia la ventana y entonces enarcó su ceja izquierda.
-Sabía que eras un idiota, pero estás siendo suicida con este plan que tienes entre manos.
-¿De qué hablas?
Bree entonces se rio.
-Ella es la sucesora de Clarisse-dedujo-. Y la tienes cercas de ti para ganar su confianza, y entonces irle con el cuento de que tú exnovia está atrapada en una tumba y solo ella puede abrirla. Por eso la trajiste ¿No? Para ganar tiempo con ella y manipularla.
Damon iba a replicar, más Bree lo interrumpió con un profundo y sonoro suspiro que brotó de sus carnosos labios y chasqueó la lengua.
-Aunque admito que se ve inofensiva-prosiguió, está vez hablando en voz baja-, no sueñes en que lograrás manipularla, amor. Ella ahora mismo es una bomba de tiempo. Crees poder irte antes de que explote, pero es una bruja del caos, y es impredecible hasta para ella misma. Tarde o temprano el caos que hay dentro de ella se alimentará de todo lo malo que la rodea, incluso del miedo, y será cuando su magia la corrompa y se dedique a cazar a todos aquellos que ella considere que la traicionaron o lastimaron. Ese es el destino de las brujas caóticas, Damon. Mientras más puro sea su corazón, más larga será la caída, y más oscuro y retorcido se volverá su corazón, hasta convertirse en otras personas. Deben morir no solo para que la humanidad viva, sino también para liberarlas a ellas mismas de su oscuridad. La muerte no es la maldición de ellas, sino una bendición.
Bree tomó su cerveza, y antes de acabarse su botella, miró a Damon a los ojos y le dijo con seriedad:
-¿Sabes? Hay algo curioso con las brujas caóticas que solo las brujas más estudiosas saben al respecto, y es que ellas sienten con mayor intensidad que los vampiros. Si ustedes los vampiros al hacer la transición sienten todo con mayor intensidad que los humanos, multiplica aquella sensibilidad a la décima potencia. Es ahí donde entran las brujas caóticas-hizo una pausa para hacer énfasis en sus palabras, así como para darle tiempo a Damon en digerir dicha información antes de proseguir con su conclusión del tema-. Es tu decisión, amor. Efectivamente, ella es la única que puede romper el hechizo-corroboró-, pero entonces ¿Dormirás tranquilo al saber que fuiste tú quien acabó con la inocencia y pureza de esta joven? Jamás subestimes a una bruja caótica, Damon. Es la única advertencia que tendrás de mí.
Damon tensó la mandíbula y apretó su puño sobre la mesa. Vio como Bree se levantaba y lo dejaba solo junto a la ventana, pero él no presto atención a nada más alrededor de su entorno, ya que solo podía pensar en la tumba.
Si bien debía reconocer que hacerle la vida miserable a Stefan tal como prometió hace años era algo gratificante, la razón por la que decidió volver al hogar donde solo tiene recuerdos amargos, era por Katherine. Ella seguía viva, lo sabía. Jamás olvidaría la noche donde vio como la metían a esa tumba dónde no mataron a ninguno de los vampiros cómo hicieron creer, sino que los privaron de la sangre para mantenerlos vivos pero disecados como momias.
Él tenía que salvar a Katherine. Así cumplirían la promesa que se hicieron varias noches sobre ser ellos dos inmortales y pasar la eternidad, juntos.
Si bien él amó a Estella, ella estaba muerta. Vio su cadáver con sus propios ojos, pero Katherine lo amaba, así como él a ella. Y estaba dispuesto a hacer lo que fuera para recuperarla. Esperó pacientemente la noche del cometa para volver, tenía acceso a dos brujas Bennett para tomar el grimorio de Emily y obtener el hechizo. Pero con el cristal destruido, no había manera de abrir la tumba. Emily se encargó de ello personalmente.
Pero ahora, después de cien años, la siguiente bruja caótica había nacido, y la tenía justamente a su alcance. Bree tenía razón, él quería manipularla para convencerla en abrir la tumba. Sabía que sería difícil, no solo por su carácter de los mil demonios y su moral de una Santa, sino porque no podía hipnotizarla, y eso hacia la labor más lenta y no tenía mucho tiempo. Pero ahora ella estaba ahí, en Georgia, absolutamente vulnerable porque acababa de descubrir "por un error suyo" que Elena era la doppelganger de Katherine, y daba la casualidad de que Stefan había decidido quedarse en Mystic Falls por Elena.
No solo acababa de arruinar toda posibilidad de una relación entre Cora y Stefan, así como la felicidad de su hermano, sino que Cora necesitaba a alguien que le dijera la verdad, un hombro en el cual apoyarse con tal de estar lejos de Stefan, y eso lo convertía en el candidato perfecto.
Damon dejó la botella de cerveza sobre la mesa y la hizo girar entre sus manos. Negarse que le atrajo Cora por su parecido con Estella sería mentir con descaro. Cuando la vio, quiso conocerla para saber si se trataba de Estella, o de su doppelganger. Cuando descubrió la verdad, pudo alejarse sin problema alguno. Más de una vez se le presentó la oportunidad, pero no quiso hacerlo, y eso le irritaba. Porque Cora tenía algo que lo volvía loco, pero también le encantaba sacarla de sus casillas. Era adorable aquel gesto suyo cuando fruncía el ceño y, a falta de altura, debía inclinar su cabeza hacia atrás para así buscar sus ojos.
Cora era una anomalía para él. No era ambiciosa como Katherine o Estella, ni siquiera ahora que sabía que era una bruja caótica. Era sencilla, buena, sensible, empática, aunque un tanto testaruda y a veces parecía ser la hermana de Thinkerbell cuando se enfadaba, pero a él le era fácil hablar con ella a pesar de que se rehusaba abrirse con alguien.
Frunció entonces su ceño. ¿En qué estaba pensando? Cora Beckham no era su amiga ni mucho menos. Él no tenía amigos. Ahora mismo tenía la oportunidad ante él de acercarse a ella y convencerla de usar su magia para ayudarlo con la tumba. Debía apegarse al plan que trazó cuando la rescató de la carretera de Mystic Falls: alejarla de Stefan y enamorarla.
Se lo advirtió a su hermano. Él no necesitaba hipnotizar a nadie para usar sus otros encantos y enamorar a las chicas. Y Cora era su siguiente objetivo. La necesitaba, y era su oportunidad para vengarse de Stefan igualmente. Dos pájaros de un tiro.
Miró en dirección a la ventana nuevamente y vio como la joven rubia se apoyaba contra la puerta del copiloto, dándole así la espalda al local, y daba con su pie izquierdo golpes nerviosos al pavimento.
Inclinando su cabeza hacia su hombro derecho, Damon agudizó su oído y escuchó la irritante voz de Cedric Williams al otro lado del teléfono de Cora.
-¿Cora?
-Cedric-suspiró aliviada al escuchar su voz y se abrazó a sí misma. Estaba temblando, lo cual no tenía sentido ya que no hacía frío. Cierto, tal vez hacia algo de viento, pero no como para hacerla temblar de pies a cabeza-. No sabes cuánto me alegra oír tu voz.
-¿Cómo estás? Más importante ¿Qué diablos haces con Damon? ¿En dónde estás? ¿Quieres que te recoja?
-Estoy bien-Damon entrecerró sus ojos. Aquello era una gran mentira del tamaño del Everest-. Estoy en Georgia.
Hubo un largo silencio, antes de que la voz ahogada del joven Williams se volviera a escuchar.
-¿Georgia?
¿Por qué todos los humanos repetían las cosas? Estaban en Georgia, no en Francia. No era tan difícil de asimilar.
-Es una larga historia que te contaré cuando regrese. ¿Cómo va todo allá?
-Bien.
-¿Bien? ¿Sin detalles?
Ella podía decir que todo estaba bien, pero cuando alguien evadía hablar de sus emociones, ella los invitaba a hacerlo. Cuidaba de todos a su alrededor, excepto de ella misma.
Damon se puso lentamente de pie y sin prisa alguna terminó de beber su cerveza, mientras escuchaba la conversación y analizaba mejor a Cora.
-Bueno, Emma está de visita y estoy con ella en estos momentos.
-¿Tu prima de Londres? ¿Qué la trajo hasta Mystic Falls?
-Honestamente no tengo idea. Ella no ha dicho mucho al respecto-suspiró-. Por cierto, hace tan solo diez minutos Stefan me buscó. Preguntó por ti ¿Que debo decirle?
-Nada. Solo que estoy indispuesta-respondió tajante, e inmediatamente carraspeó. Damon sonrió-. De hecho, me alegra que hayas respondido mi llamada. Acabo de enviarte una foto por mensaje. Creo que ya debió de haberte llegado.
Damon alzó sus cejas. Confiaba demasiado en ese chico como para compartirle semejante descubrimiento.
-Antes de que la abras, debes estar solo y no le comentes con nadie, mucho menos con Elena-le pidió la rubia al chico Williams-. Por favor.
-De acuerdo. -respondió él, confundido por aquella petición.
-Y otra cosa. Sé que es difícil porque yo lo hice cuando descubrí lo de Estella, pero no busques a Stefan. Al menos espera a que yo regrese.
-Cora, empiezas a asustarme. ¿Estás segura de que todo va bien? ¿Sucedió algo entre tú y Stefan, o con Damon?
-¿Y cuándo será el día en el que no suceda algo con ambos?-masculló ella con sarcasmo para después suspirar-. No te preocupes, te contaré todo cuando vuelva. Mientras Damon esté merodeando no quisiera entrar en muchos detalles.
Damon resopló solo para acto seguido esbozar una sonrisa de suficiencia. Tenía diez horas para cambiar aquella desconfianza que ella sentía por él, y se encargaría en completar dicha meta.
-Entiendo. Si necesitas algo, aunque sea hablar con alguien para no perder la cordura con Damon, estoy aquí para lo que necesites.
-Gracias, Cedric.
Y fue cuando Damon lo descubrió. Cora tal vez no confiaba del todo con Stefan en esos momentos, ni siquiera en Elena. Pero era Cedric Williams el que se podía considerar como su guardián y apoyo, y lo peor era que no se veían con interés romántico, sino como dos amigos. No había contado con ese detalle, y sería difícil quitarlo de la ecuación como hizo con Stefan.
Dejó la botella vacía sobre la mesa cuando vio que ella daba por finalizada la llamada y salió del bar para estar detrás suyo en cuestión de dos segundos.
Vio como ella revisaba rápidamente su saldo, y cuando se dio por satisfecha al escuchar la cantidad que aún le quedaba, se dio la media vuelta y soltó un grito seguido de un golpe que le propinó a las costillas de Damon con ayuda de su bolso.
Damon gruñó.
-¿Cuándo dejarás de reaccionar así?-preguntó a modo de queja. Pero ella, tras mirarle pidiéndole en silencio una disculpa, frunció su ceño y le lanzó una mirada un tanto indignada.
-¿Y tú cuando dejarás de hacer eso? ¡Entiende que no es normal!
Si bien Damon intentó mantener su cara de póker, fracasó en ello, ya que al segundo después ya estaba riéndose por lo bajo, causando así mayor indignación a la rubia.
-¿Todo bien? Creo haber escuchado el nombre de mi hermano.
Cora se cruzó de brazos y alzó su mentón.
-Como si te importara-resopló-. Sé que me dijiste lo de Katherine con la intención de generar daño. Felicidades, objetivo logrado.
El azabache puso sus ojos en blanco y suspiró teatralmente.
-Oh, claro. Porque yo soy el malo por decir la verdad ¿No es así?
-No, porque tú jamás das un paso en falso. Eres como el diablo: tienes todo calculado y no tienes por qué hacer nada. Solo dices la verdad cuando a ti te conviene y observas el caos que se desata-le sonrió con suficiencia-. He aprendido a conocerte.
Damon se limitó en alzar sus cejas.
-No lo suficiente, me temo.
-¿Quién dice que te diré todo lo que he aprendido sobre ti?-se levantó sobre sus puntillas para mirarlo lo mejor posible a los ojos para después dar media vuelta con la gracia de una bailarina de ballet y así rodearlo, encaminándose así de vuelta al bar-. Yo también sé jugar mis cartas, Damon.
El silbido agudo de la tetera llenó el silencio sepulcral que había invadido cada uno de los rincones de la casa de los Beckham. Lydia, quién estaba sentada frente al comedor pequeño donde la familia solía desayunar en vez de utilizar el que estaba junto a la sala, dio un respingo al escuchar aquel ruido, más inmediatamente se puso de pie y le dio la espalda a Harry, quién había estado sentado frente a ella buscando desesperadamente su mirada, la cual ella evadía como mejor podía.
Tomó un poco del café soluble que tenía guardado en una gaveta y sirvió una cucharada en la taza destinada a Harry, mientras que ella solo prefería beber té. Juntar la cafeína con el estrés era una terrible idea y no quería sufrir un colapso nervioso.
-Sigues aborreciendo el té ¿Cierto?-preguntó en voz baja y ronca, sin mirarlo mientras tomaba la tetera caliente entre sus manos.
-Si-asintió él con una media sonrisa-. Aún lo recuerdas.
-Bueno, es difícil no hacerlo. -ya que André amaba el té.
Lydia recordaba que cuando iban a un lugar para comer o beber algo, Harry siempre ordenaba café, y André té a causa de su tiempo que vivió en Londres y aquella costumbre se quedó con él.
Si bien su esposo disfrutaba del sabor del café, solo tomaba una taza al día, mientras que Harry era un adicto incorregible a la cafeína.
Sirvió el agua en las dos tazas y en la que le correspondía a ella añadió dos bolsas de té de manzanilla. Su estómago estaba hecho un nudo y lo que menos le apetecía era que el estrés pagara la cuenta con su estómago. Ya había sucedido con Cora, cuando se le diagnosticó leucemia y estuvo una semana con el estómago inflamado. Dos días vomitando, cinco sin apetito.
Le añadió dos cucharadas de azúcar al café y un poco de crema, lo batió con la cuchara y cuando terminó dejó la cuchara a un lado para así tomar la taza y dejarla frente a Harry. Una parte de ella sentía culpa por recordar hasta esa fecha como le gustaba el café, pero quería convencerse de que no era nada malo. Además, él ya no estaba muerto, así que tener en su memoria durante todos esos años el punto perfecto como le gustaba el café no debía porque ser un crimen ni mucho menos.
Lydia deslizó su mano derecha para soltar la taza y así alejarse nuevamente, pero Harry se apresuró en tomar la taza y terminó así encontrándose con la mano de Lydia.
La castaña se estremeció al sentir su tacto. Era conocido, así como totalmente extraño para ella. Era frío, y suave. Cubría por completo su mano, ya que ella tenía sus manos pequeñas, aunque esto jamás le fue un impedimento para ser policía.
Lentamente, Lydia deslizó su mano por debajo de la suya y en cuanto se liberó de su agarre volvió a darse la vuelta y pretender estar concentrada en la elaboración de su infusión cuando en realidad solo quería estar lejos de él y de sus ojos azules que seguían cada uno de sus movimientos, haciéndola sentir prisionera en su propia casa.
-Entonces-carraspeó él mientras que ella acomodaba sin prisa alguna nuevamente la tetera sobre la hornilla ya apagada-, ¿Seguiremos evadiendo el tema o hablaremos de ello?
Lydia suspiró profundamente y de manera sonora para después cerrar sus ojos y tragar saliva ruidosamente.
-No sé qué quieres que diga. -musitó con voz queda, intentando mantener la compostura cuando solo quería sentarse y romper en llanto. Sabía que no tenía comparación, pero aquello le estaba resultando ser más difícil que cuando dio a luz a Cora.
No sabía que decir, que hacer, y mucho menos en quién debía apoyarse. ¿Acaso debía decirle a André? ¿Podía compartir aquello con alguien una vez que él se fuera? Mas importante ¿Por qué razón había ido a verla?
-¿Por qué hasta ahora?-formuló aquella pregunta en voz alta y temblorosa mientras se daba la media vuelta para encararlo, más no se alejó de la estufa. La idea de estar cercas suyo, a menos de medio metro, le resultaba doloroso-. Dieciséis años, Harry. No llamaste, no nos buscaste ¿Al menos lo intentaste? Más importante ¿Que sucedió realmente ese día? La policía y tus padres te buscaron por todas partes durante cinco días. André, Liz y yo buscamos otros diez días más hasta que nos rendimos porque no encontramos nada más que tú sangre.
Recordaba perfectamente aquellos días. Aunque quería borrarlos de su memoria, le era imposible hacerlo.
Recordaba haber salido junto a André y Liz cada mañana y cada noche, recorriendo cada árbol del vasto bosque de Mystic Falls, pero a dónde quiera que ellos mirasen solo había sangre, como si él se hubiera arrastrado hasta que la tierra se lo tragó.
-Tus padres no soportaron el dolor de perder a sus dos hijos, Harry-espetó ella con voz temblorosa, abrazándose a sí misma, pues tenía miedo de que, si no se aferraba a algo, aunque sea a su propio cuerpo, caería de rodillas y éstas se quebrarían sobre el suelo-. La muerte de Rose dejó a tu madre en una profunda depresión que terminó en suicidio cuando la policía te dio por muerto. Tú padre enfermó del corazón y a los nueve meses igualmente falleció. Asistí a sus dos funerales, y tuve que pedirles perdón por no recuperar a sus dos hijos tras hacerle dicha promesa y fracasar. Dime ¿Al menos sabías todo eso? ¿Estabas al tanto del dolor que tu madre atravesó hasta que su mente se quebró? Se volvió loca por el dolor que la carcomía y tú jamás te dignaste en dejar una carta o alguna señal que indicase que seguías con vida.
Harry apartó su mirada de ella y cerró los ojos con fuerza, mientras se aferraba a la taza caliente que sostenía sin importarle que estuviera ardiendo.
-No, no lo sabía-se lamentó con voz ahogada-. Supe únicamente lo de mi padre.
-¿En serio?-arqueó las cejas-. ¿Y qué sabes, exactamente?
-Sé que él se volvió alcohólico a pesar de sus problemas del corazón, y al final falleció. -musitó mientras se masajeaba sus sienes.
-No, no sabes nada-siseó con lágrimas en los ojos. Sorbió su nariz y sonrió con tristeza-. Tu padre estaba destrozado con la muerte de tu mamá. Cada noche se quedaba a las puertas del cementerio; nunca encontró el valor de entrar. Él solo me acompañaba para dejar flores en dos tumbas vacías y una con el cuerpo de tu madre. Me decía que, si él llegaba a entrar, nunca más volvería a salir y pediría que lo enterraran vivo, porque así se sentía por dentro. Respiraba sin vivir la vida.
» Lo acompañé en su dolor por nueve meses, hasta que él murió. Yo me encargué de su funeral porque no había nadie más que cuidara de él. De no ser por André y Liz tal vez yo hubiera acabado igual que él, porque tan solo dos meses después perdí a mis padres.
-Lo lamento, Lydia-susurró con voz rota, incapaz de mirarla a los ojos-. Pero hice lo que debía hacer. Era un neófito por aquel entonces. Si aparecía en casa, no me hubiera visto capaz de controlarme.
-Así que se te hizo fácil abandonar a tu familia. ¿Al menos estabas aquí cuando murieron mis padres y André me convenció de irnos? ¿Viste desde las sombras como subíamos nuestras cosas al camión de mudanzas?
-No-confesó afligido-. Después de que Rose me dijo que nuestro padre murió, escapé. Fui a Washington y me quedé ahí, exiliado por mi culpa hasta que regresé seis meses después. Para entonces ya te habías ido.
Lydia suspiró y apoyó su peso corporal en su pierna izquierda.
-¿Rosalie fue al funeral?-inquirió en voz más baja.
-Ella ya tenía más control sobre su sed de sangre-explicó él con voz ronca-. Pero se quedó afuera del cementerio, viendo como enterraban a nuestro padre. Además, la gente todavía no sabía que ella seguía con vida. Sería como ver a un fantasma. Sin embargo, yo estaba cegado por la sangre. Todo lo que veía, en todo lo que pensaba, era en la sangre. No podía volver. Mi plan era esperar un año.
Lydia asintió para sí misma y exhaló. Sabía que sus reclamos eran en vano, ya que lo que estaba en el pasado no podía cambiar, pero el dolor que ella experimentó, perdida tras perdida, la sumergió en una depresión profunda de la cual Cora y André la ayudaron a salir, porque ambos la necesitaban. Pero, sobre todo, André fue su ancla y refugio en aquellas noches dónde los recuerdos de todas las personas que enterró la atormentaban.
-¿Quién te convirtió?-preguntó finalmente. Era una pregunta que llevaba haciéndose desde que lo vio en la entrada de su casa.
Harry esbozó una media sonrisa.
-Rosalie.
Lydia enarcó sus cejas. Tenía sentido, excepto por un cabo suelto.
-¿Y a ella quien la convirtió?
Harry frunció su ceño y sacudió la cabeza.
-Jamás me lo dijo. Todo lo que ella recuerda, o dice hacerlo, es que despertó en la casa de un hombre que sabía de los vampiros, y el que la convirtió se la encomendó para cuidarla. Más nunca conoció a su salvador. Y se niega en decirme el nombre de la persona que la cuidó.
-No la juzgo por ello-murmuró-. Después de todo, le debe la vida.
-Rosalie me encontró-continuó con su relato-. Yo había intentado volver a casa, pero aparentemente seguí la dirección opuesta y me interné en el bosque. Ella me dio de su sangre, y me llevó a un camper que ella tenía. Aparentemente ella había decidido a abandonar la casa del hombre que la salvó y vivir en el bosque para cazar animales y estar alejada de la sociedad. Cuidó de mí, y me dio sangre humana, porque solo podía completar la transición si bebía sangre humana. Y a pesar de que ella intentó convencerme de cazar animales, no pude hacerlo. Necesitaba sangre humana, era una sed que me hacía sentir furioso y me llevaba a cruzar límites que no creí que existieran hasta que los traspasé.
» Por eso no pude volver. La idea de lastimar a mis padres, a ti, a mis amigos, era insoportable. Pero tampoco podía controlarme. Así que cuando supe de la muerte de mis padres, escapé. Rose fue al funeral, y yo aproveché para huir. Estando en Seattle viví como un monstruo, asesinando a los ladrones, violadores y policías corruptos. A pesar de que eran personas malvadas, eso no me daba el derecho de quitarles la vida con tal de saciar mi hambre.
Lydia tragó en seco. Sabía que los vampiros eran incitados en hacer cosas inimaginables y libres de perdón con tal de alimentarse. Pero el hambre de Harry parecía ir más allá de la supervivencia, era la ira y el dolor que habitaba en él lo que le llevó a hacer todas esas horribles cosas.
-¿Y aún lo haces?-preguntó a media voz-. ¿Asesinas para saciar tu hambre?
-No-negó rotundamente, la culpa brillaba en sus ojos azules en compañía de lágrimas-. Una niña me vio matar a su padre-musitó un tanto arrepentido-. Ella estaba en la patrulla. Él, un policía, acababa de detener a una mujer que no cometió infracción alguna, y aun así la obligó en darle dinero con tal de dejarla ir. Yo tenía hambre, y él ciertamente no era un santo, así que me lancé hacia su cuello. Era de noche y estaba lloviendo a cántaros, así que me fue fácil arrastrarlo hacia el callejón más cercano y así romperle el cuello y beber de su sangre. Aún recuerdo el sabor, porque fue la última vida que quité. Jamás olvidas la primera y última vida que tomas. Marca un antes y después.
A pesar de que Lydia no quería oír aquello, por temor a saber cómo esa historia terminaría, se obligó en apretar sus labios y escuchar. Si quería saber la verdad, oír lo bueno y lo malo que Harry había hecho en todos esos años. Después de todo, esa era la vida de los vampiros. Todos empezaban asesinando, porque era parte de su nuevo ADN, más eran solo pocos los que recordaban su conciencia y humanidad para así buscar otros medios de consumir sangre, ya fuera humana o de animales.
-Cuando dejé su cuerpo en ese callejón, me di la vuelta, y la vi-susurró Harry-. Él la había recogido de la escuela, porque llevaba consigo su mochila púrpura con brillantina y a su muñeca en brazos. La muñeca cayó en un charco, y ella empezó a llamar a su papá mientras lloraba y suplicaba que abriera los ojos. Pero su llanto cesó cuando vio la sangre en mi boca, y entonces gritó y empezó a correr. Un auto pasó, y casi la atropella, pero fui más rápido, y la salvé. Tuve que usar la compulsión para borrar aquella escena de su mente, y la obligué en dormirse. La llevé al hospital más cercano, y llamé a una ambulancia de manera anónima para que al menos recogieran el cuerpo del hombre. Entonces fue cuando entendí de que ellos pueden ser monstruos, pero tienen hijos que no merecen quedar huérfanos. Yo no era Dios para juzgar aquello. Era un monstruo que merecía morir por todas las muertes que causé. Tal vez ellos eran bestias, pero matarlos no me hizo mejor que ellos. Sino igual o incluso peor.
La castaña exhaló profundamente y apartó su mirada de él para así mirar sus pies plantados sobre el suelo. ¿Que debía decirle? ¿Que lo entendía? ¿Que eran cosas que pasaban? Aquello era más escandaloso que escuchar la concesión de asesinatos. Juzgar a un asesino que portaba una pistola era fácil, especialmente cuando esté confesaba. Pero cuando eran vampiros, era difícil, sobre todo cuando decían estar arrepentidos.
Era imposible no querer verlos como lo que fueron antes de ser convertidos y tener la creencia de que seguían siendo ellos mismos, solo que con varios cambios en su dieta.
-¿Por qué?-preguntó con voz ronca-. ¿Por qué ahora? Pudiste irte, pero estás aquí, ante mí, justificando tus actos y ausencia durante todos estos años. ¿Por qué?
¿Por qué atormentarla? ¿Por qué recordarle lo que pudo haber sido, justo ahora que tenía una vida estable con una familia que la necesitaba y ella a ellos? Quería gritarle de que ya no había un lugar para él, ni siquiera como un amigo, porque él era un vampiro que ella alguna vez llegó a amar cuando eran adolescentes.
-Porque Rose me necesita. -musitó él, a lo cual Lydia alzó su mirada y buscó sus ojos azules para así sonreír. No era una sonrisa maliciosa, más bien estaba llena de melancolía.
-Te dijo que la vi.
-Si. Ella no sabía qué hacer. Tú y André son los únicos en el pueblo que no saben sobre nosotros y que el cielo se apiadó de nosotros. O al menos es lo que todos creen. Es mejor eso que contar que en realidad el diablo nos trajo de vuelta en forma de vampiros.
Si bien aquel comentario la habría hecho sonreír, en ese momento solo quería abofetearlo por ser sarcástico respecto a su situación.
-¿Y asesinó al idiota que le hizo aquello esa noche?-preguntó ella en su lugar. Necesitaba saberlo-. Según recuerdo, desapareció un día y jamás se le volvió a ver cuándo fue a acampar al bosque. Ni siquiera su cuerpo se encontró.
Harry tensó su mandíbula y asintió.
-No sé los detalles, no quiso compartirlos conmigo. Pero si, lo asesinó.-confirmó para después darle una vuelta completa a la taza de café entre sus manos-. Lo lamento. Sé que presentarme aquí fue algo insensible de mi parte y que tal vez te debo demasiadas explicaciones que no podría ofrecerte en un día. O jamás-sonrió con aflicción-. Pero no quería esperar a chocar en la calle contigo y André.
Ella asintió y formó una mueca.
-Créeme, de ser así ya tendrías una estaca en el corazón.
-Por eso mismo necesitaba verte. De los tres, siempre creíste en los vampiros y que estos tenían alma. Esperaba...
Se interrumpió al ver cómo Lydia tensaba su mandíbula y levantaba su mentón en lo alto, dedicándole igualmente una mirada resentida.
-¿Esperabas que yo te compadeciera y perdone la vida ante André?-preguntó con un tono de voz más elevado. Resopló-. Mi esposo puede odiar a los vampiros, y por él ya no hablo de ellos en esta casa. Pero, aunque sigo creyendo que ellos...que ustedes-se corrigió, ya que debía aceptar lo antes posible de que él también era un vampiro-tienen alma a pesar de beber sangre humana, no significa que algunos dejen de ser unos imbéciles como fueron en vida y aprovechar la ingenuidad de la creyente y defensora de lo paranormal.
-No quise insinuar eso...
-Pero lo hiciste-espetó-. Sabes perfectamente porque creo en los vampiros.
-Las historias que tu abuela te contaba de niña. -susurró mientras se relamía los labios.
Lydia asintió con fiereza.
-Mi familia tiene un pasado turbio y ligado al mundo paranormal, y eres el único que lo sabe. Ni siquiera se lo he contado a André, porque de lo contrario me repudiaría. No es algo de lo cual me enorgullezco, pero tampoco me avergüenzo-afirmó-. Solo vivo con ello e intentó alejar a mi hija de ese mundo. Porque yo habría estado mejor de no saber la verdad a una edad temprana. Solo quiero darle una vida tranquila a pesar de la magia que habita en este pueblo.
Resopló y esbozó una sonrisa amarga y un tanto sarcástica.
-Tú eras el escéptico, y ahora te convertiste en un vampiro. De no ser por las circunstancias, créeme que me reiría. Pero no lo haré, porque mi esposo te cazará a ti y a tu hermana de saberlo. Y es por eso por lo que me necesitas. No viniste para pedir perdón, sino para pedirme ayuda. A pesar de todo, sigues siendo el mismo-le lanzó una mirada despectiva-. Eso respalda mi creencia de que los vampiros conservan su esencia de cuando eran humanos.
Finalmente, Lydia movió la silla con un movimiento brusco de su muñeca y tomó asiento frente a él, manteniendo una distancia apropiada entre ella y la mesa, para así marcar mayor distancia hacia Harry.
-Seamos honestos, Harry. Lo nuestro jamás tuvo un cierre apropiado-dijo en voz baja y suave, en compañía de una melancólica sonrisa-. Y de no ser por Rosalie, tengo el presentimiento de que nunca hubieras llamado a mi puerta y permitirías que yo creyera que sigues muerto-exhaló profundamente y se recargó en el respaldo de su silla, entrelazando sus manos sobre su regazo mientras sus ojos color avellana danzaban entre el rostro de Harry y la pared que estaba detrás suyo-. Pero no pensaba decir nada sobre ella. Aunque hace tiempo que lo la veo, aún le guardo mucho cariño, y me alegra que siga viva. Y aunque no lo creas, también me alegro porque estés bien. O al menos que tengas otra oportunidad-añadió vaso en un susurro con una triste sonrisa en sus labios-. No sé si seas feliz.
Harry abrió la boca para dar su respuesta, pero inmediatamente la cerró y se abstuvo en encogerse de hombros.
-Tengo otra oportunidad-repitió lo que ella había dicho-. Y tengo a Rose conmigo-inhaló y contuvo el aliento, así como las lágrimas-. Pero perdí lo que era más importante para mí.
Lydia únicamente asintió y apartó bruscamente la mirada de él, como si fuese radioactivo.
-Como dijiste, no tenemos tiempo suficiente para ponernos al día. Ese tiempo se ha ido y no podemos recuperarlo, y tampoco lamentarnos por haberlo perdido-musitó ella mientras se volvía a poner en pie y prosiguió en mirarlo directamente a los ojos, cruzando en el acto sus brazos sobre su pecho a modo de contenerse para no lanzarse sobre él y abrazarlo como deseaba hacerlo desde que lo vio en el umbral de su casa-. Tengo una familia ahora, y tú una nueva vida. ¿Cuál es tu fachada? Necesito saber en caso de que alguien me hable de ti y así saber que decir.
-Soy doctor en el hospital general del pueblo-respondió, a lo cual Lydia, incrédula, alzó sus cejas y abrió sus ojos como platos-. Te dije que no quería ser el monstruo que fui en Seattle-recordó él-. Ahora tengo autocontrol y tomo "prestadas" algunas bolsas del banco de sangre. Dos por semana para no levantar sospechas. Balanceo mi dieta con sangre humana y de animales. Y también me ayuda a estar ocupado y lejos de la vida social. Vivo esclavizado a mí trabajo, por decir así.
Lydia relamió sus labios y asintió.
-¿Y Rosalie?
Harry se encontró capacitado para esbozar una genuina sonrisa en cuanto pensó en su hermana.
-Ella sigue siendo igual. Va y viene dependiendo de sus deseos e impulsos. Es un alma libre.
Lydia igualmente consiguió reír por lo bajo, pero inmediatamente su semblante volvió a ser lúgubre. Harry, al reparar el ello, igualmente borró la sonrisa que había en sus labios y se puso de pie.
-Rose me contó sobre Cora-susurró y sonrió tímidamente-. ¿Cómo está?
-Bien-respondió cortante. No tenía sentido contarle acerca de la leucemia de Cora, a pesar de que él fuese doctor. Y ahora con mayor razón estaba convencida de que no quería llevar a Cora al hospital del pueblo. Sería una idea catastrófica-. Pero te agradecería que no hablaras de mi hija, por favor.
-Entiendo-agachó la mirada, un tanto avergonzado-. Lo siento.
Lydia inspiró profundamente.
-Como dije, ya tengo una vida hecha. Tú te fuiste, y ya no somos adolescentes como para dejarlo todo y revivir las cenizas. Y ahora solo vivo por mi hija. Ella es mi mundo, ni siquiera lo que sentí por ti o por André puede compararse por lo que siento por ella. Así que, aunque aprecio que hayas venido a explicarme lo que sucedió, sé que no es más que la punta del iceberg; pero ya no puedo sentarme a escucharte para así rescatarte como hace dieciséis años, Harry. Ahora tengo mucho por perder. Todo lo que hago es por Cora, por nadie más.
Dicho esto, Lydia rodeó la mesa y pasó junto a Harry sin siquiera mirarlo para así dirigirse hacia la puerta y sujetar la perilla, más no la abrió.
-Te voy a pedir que te vayas, y aunque te invité a entrar, te suplico que no vuelvas a poner un pie aquí con o sin mi consentimiento-pidió ella con vehemencia-. Y mucho menos te quiero cercas de André o Cora. Ella ya tiene demasiado en su vida como para conocerte, y André te matará sin duda alguna. Y no sé si podré intervenir para salvarte de ser así.
Así pues, abrió la puerta de par en par y aguardó a que él avanzara hacia el pórtico.
-Lo lamento-se disculpó él una vez que llegó al umbral y buscó desesperadamente sus ojos, más ella se rehusó a mirarlo. No por sentir rencor hacia él ni mucho menos, sino porque se odiaba a sí misma por temer lo que ella pudiera hacer en cuanto se volviera a perder en aquellos ojos azules profundos y resplandecientes como el zafiro-. Si pudiera volver el tiempo atrás, te habría buscado y explicado lo sucedido. Y tal vez esa gente que asesine seguiría con vida.
-Tal vez-suspiró pesadamente-. Pero jamás lo sabremos. Y yo no quiero vivir en castillos de nubes donde los cimientos no son más que suposiciones de lo que pudo ser, ¿Y tú?
-No, no sería correcto. -concordó él con voz lastimera que hizo que el corazón de Lydia se estrujara, más encontró las fuerzas necesaria para mantener su semblante frío e inflexible como una roca.
-Ahora soy madre-repitió ella, pero no sabía si se lo decía a él o a sí misma. Tal vez a ambos-. Solo respondo ante Cora. Y después a André. Yo acepté tu ausencia durante todos estos años, así que acepta mi vida, por favor. Ya no hay lugar para ti-ahogó un sollozo mientras su mano se sujetaba con fuerza a la puerta hasta poner blancos como el papel a sus nudillos-. Y te suplico igualmente que Rosalie se mantenga alejada de Cora. Sé que será difícil, pero al menos comunícale mis deseos. No les pido nada más a ustedes.
Harry asintió y apretó sus labios para después exhalar y volver a asentir para sí mismo, incapaz de mirarla ahora a los ojos. Cómo si ella acabase de abofetearlo y lanzarle una cubeta de agua helada.
-Respeto tu decisión.
-No, no lo haces-dijo ella con una sonrisa que reflejaba la agonía de ambos por estar tan cercas, y a la vez tan lejos. Resultaba tan fácil estirar el brazo y tocarse, pero había demasiadas barreras entre ellos que derribarlas les tomaría más de un día-. Pero debes aceptarla.
Dicho esto, ella se apresuró en cerrar la puerta en cuanto vio que él retrocedió unos pasos, tal vez aturdido por sus palabras, e inmediatamente puso el pestillo. Su cuerpo se vio empujado hacia adelante al sentir falta de fuerza en sus rodillas, y se apoyó contra la puerta mientras que las lágrimas silenciosas corrían por sus mejillas sin parar como si de un río se tratase.
Lentamente se deslizó hacia el suelo, e ignorando si él seguía al otro lado de la puerta o si se había ido, cayó sobre sus rodillas y con su puño golpeó con rabia la madera en compañía de alaridos de cólera y agonía hasta que sus nudillos comenzaron a sangrar.
Cuando se percató de que sus nudillos habían comenzado a sangrar por la fuerza que había empleado, dejó caer su mano hacia el suelo solo para así hacerse un ovillo y llorar sin control alguno.
¿Por qué? ¿Por qué ahora? Esas eran las únicas preguntas que cruzaban por su cabeza en compañía de recuerdos del pasado. Un pasado que al cual no podía volver. Y eso era, tal vez, lo que más la atormentaba: pensar en aquel fin de semana, y el todo lo que pudo haber cambiado si tan solo ella se hubiera plantado firmemente y negar aquella salida para acampar.
Pero aquello no era un cuento de hadas ni mucho menos una historia de Hollywood. Era la vida real, donde ella ya tenía responsabilidades y el deber se regía sobre el amor. E independientemente de que él fuese un vampiro, ella tenía a Cora, y no podía fallarle. Ella era su vida entera, y de traicionarla, sería como clavarse a sí misma un puñal en el pecho. Además, André siempre estuvo para ella, y lo amaba.
Sollozó. Lo amaba tanto como a Harry. Su corazón se había dividido en dos fragmentos en la preparatoria cuando conoció a Harry y André, y a pesar de que escogió a André, nunca dejó de amar al Harry. Pero de elegir a Harry, tampoco dejaría de amar a André. Y se odiaba por eso.
Jamás pudo elegir, y cuando Harry fue declarado muerto, le fue fácil entregarse a André porque él la cuidaba, y era un buen hombre al cual ella amaba. Pero ahora que Harry estaba vivo, ¿Que significaba esto para ella y su matrimonio?
Gritó con tal fuerza que su garganta casi se desgarraba en el acto, pero poco le importó. De lo único que se arrepentía de toda su vida, era de haber amado a dos hombres por igual, y nunca haber escogido del todo a uno de ellos. Por eso Lydia mantuvo escondida aquella historia para Cora, porque no deseaba que cometiera su error, y de llegar a enamorarse, lo hiciera de un solo hombre. No solo por su propio bien, sino también por los dos involucrados.
Amar a dos hombres significaba romper tu corazón en dos, y al hacerlo, nunca se volvía a unir, porque cada parte le era entregada a los dos hombres, los cuales se disputaban por tener el otro fragmento sin importar las consecuencias.
Un par de ojos azules irritados y que expresaban fatiga le devolvieron la mirada a través del espejo mientras varias gotas de agua con la cual se había lavado la cara se llevaban rastros de lágrimas amargas que había derramado minutos atrás.
Cora cerró la llave del lavabo del sanitario del bar y se apoyó contra este para así mirar a su reflejo. Su cabello estaba hecho un desastre, sus ojos delataban la falta de sueño, así como lo afectada que se encontraba por lo que acababa de descubrir referente a Stefan, sin contar que sus labios estaban un tanto pálidos y resecos por no tomar agua, así como su medicamento. Su rostro estaba empapado y había rímel corrido debajo de sus párpados. Era una imagen desastrosa que a ella misma le inspiraba asco, así lástima, porque ni siquiera se sentía con ánimos para arreglarse.
Cerró sus ojos e inhaló y exhaló, repitiendo esto cinco veces hasta que sintió como el aire realmente llenaba sus pulmones. Sus manos se sostuvieron con más fuerza e insistencia de la necesaria del lavabo de cerámica blanca, pero a pesar de esto, su cuerpo, de pies a cabeza, estaba temblando sin control alguno y ella apenas podía controlar su respiración, la cual pasaba de ser una apena a estar un tanto agitada.
Volvió a inhalar y exhalar, y a pesar de que no lo deseaba, se obligó a sí misma en volver a mirarse al espejo y sostener su propia mirada.
No sabía que pensar o sentir. Y de nada le servía repasar los hechos, pues todo apuntaban a que Stefan era lo peor de la existencia humana, tal vez superando a Damon y su historial de asesinatos.
Él había decidido quedarse en Mystic Falls por Elena y por su parecido con Katherine para después salir con ella y usarla como sustituta de su primer amor, la cual además era una manipuladora y es la razón por la que él y Damon se odien desde hace siglo y medio. Después terminan y ella es el siguiente objetivo, y como una estúpida cayó en sus redes hasta el punto en que se entregó a él, porque confío ciegamente en él. Pero todo ese tiempo ella y Elena no fueron más que sustitutas de Katherine y Estella. Sus copias modernas.
¿Acaso había planeado jugar con ellas tal como Estella y Katherine lo manipularon a él y a Damon para después irse una noche y jamás volver? ¿Quién era Stefan en realidad? Creía conocerlo, estaba segura de que lo había leído como a un libro y entendido cada línea, pero tal vez solo le mostró una cubierta falsa para atraparla.
Tampoco quería creer que Damon era un santo de devoción. El pobre bastardo tenía sus propios pecados y crímenes por los cuales ser juzgados, y la lista era eterna. Pero al menos él le era fiel a Katherine y a Estella y no buscaba a unas sustitutas para llenar el vacío. Además, él verdaderamente la estaba cuidando. Tal vez para su propia conveniencia, o porque sabía que ella podía convertirlo en una estatua con solo chasquear los dedos. No obstante, no había razones que le hicieran creer que debía desconfiar en él. ¿Por qué hacerlo cuando acababa de ver aquella foto? No solo eso, sino que todo concordaba.
Stefan solo se interesó en Elena y Cora por ser las gemelas de sus exnovias. Y ella se entregó a alguien que tal vez no solo comparó su cuerpo con el de Estella, sino que tal vez ahora mismo debía de estar riéndose a carcajadas en su habitación por lo ingenua que fue ella.
Sin ser consciente de lo que hacía, Cora cerró nuevamente sus ojos, asqueada por verse a sí misma en el espejo y volvió su cabeza hacia un lado para así sollozar y gruñir por lo bajo.
«Fui una estúpida en creerle» pensó, enjugando en el acto sus lágrimas, «No fui más que un títere para él. Debí de haberlo dejado ir. Así ahora no tendré que mirar a mis padres mañana y avergonzarme por entregarme a alguien que jamás me amó, sino que solo me utilizó. ¡Idiota! »
Con este último pensamiento que, resonando en su cabeza como un eco profundo, Cora dejó escapar un grito y de su cuerpo emergió un rayo de luz azul que golpeó el espejo y lo rompió en varios fragmentos que salieron disparados por todo la habitación.
Soltando un gritito de confusión y miedo por lo que acababa de suceder, retrocedió temerosa dos pasos e inmediatamente se inspeccionó a sí misma. A simple vista no parecía tener alguna herida, lo cual tampoco la sorprendía del todo. Aparentemente su magia estaba capacitada para romper cosas y herir a otros excepto a sí misma. Y aquello fue el punto culminante para ella, haciéndola reír de manera histérica para después volver a llorar.
Se abrazó a sí misma y revisó el desastre que había causado. No podía sentir miedo, enojo o tristeza porque entonces sucedían accidentes como ese. Asombroso. Momentos como esos agradecería tener una especie de interruptor para así apagarse. Al menos no lastimaría a nadie en el acto.
Hoy era un espejo, pero ¿Qué hubiera pasado si estuviera en su casa, con sus padres cercas? O peor, en la escuela.
Todo esto era demasiado para ella. El mundo sobrenatural, exnovias idénticas a ella y a Elena, la magia caótica; solo quería que todo se detuviera ya mismo e irse a algún lugar remoto donde no hiciera daño a nadie, así como a ella, y morir en soledad, pero en paz.
-¿Cora? ¿Todo bien ahí adentro?
La voz de Damon al otro lado de la puerta la hizo sobresaltarse y miró aterrada a la puerta para después admirar un tanto horrorizada su obra. ¿Y ahora qué haría? No podía abrir la puerta y dejar que Damon la viera en dicho estado, así como al espejo. Pero tampoco quería que Bree viera lo que ella acababa de hacer.
-¿Cora?-volvió a llamar Damon con más insistencia cuando ella no le dio respuesta alguna.
Tragó en seco. Y entonces, sin pensarlo mucho, solo actuó.
-Un minuto. -solicitó y acto seguido alzó sus manos en dirección al espejo roto y los fragmentos empezaron a levitar en el aire rodeados por una luz azul que igualmente brotaba de sus dedos. Giró sus muñecas y con un movimiento brusco cruzó sus brazos frente a ella y el espejo ya estaba resanado, como si nada hubiera sucedido.
Su respiración se volvió agitada y tuvo que apoyarse en la pared para recuperar el aliento. Miró un tanto perpleja el espejo y se permitió sonreír. No podía creer que lo había conseguido. Ni siquiera sabía que era capaz de restaurar las cosas como habían estado antes.
Pero, por supuesto, las brujas caóticas eran capaces de hacer eso y más. Podían incluso reescribir la realidad....
-Metamorfosis. -recordó entonces uno de los principios básicos de toda bruja caótica y su sonrisa si bien se acentuó, sus ojos azules brillaban de incertidumbre por lo que estaba a punto de hacer.
Sin embargo, al estar apremiada por el tiempo, cerró sus ojos y alzó su mano derecha a la altura de su cabeza para después gritarla y cerrarla.
Al abrirlos y ver su reflejo nuevamente en el espejo, suspiró aliviada. Su blusa azul había sido sustituida por una blusa de tirantes púrpura junto a una chaqueta de cuero negra junto a unos botines de agujeta negros con plataforma, manteniendo únicamente sus jeans azules mezclilla. Su cabello rubio estaba recogido en una corona de trenzas sobre su nuca, como si acabase de ir al salón de belleza, y su rostro estaba libre de rímel, siendo sustituido por un maquillaje sencillo con sombras de ojo color cobrizo y doradas, haciendo que su piel se viera menos pálida de lo que estaba.
Acomodó un pequeño mechón rebelde de cabello que había quedado suelto sobre su frente y exhaló. No estaba nada mal para ser la primera vez que se arreglaba sin magia y reparaba un espejo que ella misma había destrozado con su magia.
Cuando Damon volvió a llamar a la puerta, Cora puso los ojos en blanco y con ayuda de su magia solo tuvo que chasquear los dedos para quitarle el seguro y abrir la puerta sin siquiera tocar el picaporte.
-¿Qué quieres, Damon?-preguntó con más rudeza de la necesaria, pero tenía sus emociones a flor de piel que ya no sabía hacia quien o qué desahogar su cólera.
El azabache frunció su ceño, claramente descontento por la reacción de la rubia, más su enfado se vio sustituido por confusión y alzó sus cejas.
-No traías esa ropa.
-Lo sé. ¿Y? ¿Ahora eres crítico de moda?
Damon resopló, pero por precaución retrocedió un paso y buscó la mirada de la joven, más Cora evadió sus ojos con diligencia y pasó a su lado para así salir de ahí y dirigirse a la barra, donde su almuerzo los esperaba.
Aparentemente se iban a quedar un poco más, y Cora, sorpresivamente, se sentía bien con esa idea. No tenía deseos de regresar a Mystic Falls. A pesar de estar acompañada de un vampiro homicida y su exnovia que era una bruja, se sentía cómoda con su compañía y no tenía prisa por regresar para encarar a sus padres o a Stefan.
Damon, quién la iba siguiendo de cercas, se sentó a su lado en uno de los taburetes y continúo analizándola con la mirada. Cora tenía la sensación de que él la observaba como si ella acabase de revelar que tenía un tercer ojo.
Sin embargo, ella decidió evadir todo tema relacionado a lo sobrenatural, y se centró en su plato de comida, el cual, al verlo, hizo fruncir su entrecejo y se volvió bruscamente hacia él.
-¿Hamburguesa y papas fritas?-preguntó con incredulidad-. Damon, ¿Si entiendes lo que es la leucemia y la dieta que debo llevar?
Pero Damon entornó sus ojos azules y la miró detenidamente.
-¿Qué sucedió ahí adentro?
-No sé de qué hablas. -contestó un tanto arisca.
-El cabello, la ropa, un ruido estridente, y luego tenemos ésta nueva personalidad tuya que no sabía que tenías hasta ahora. ¿Cómo se llama?-chasqueó los dedos y sonrió -. ¿Negación?
Cora rio sarcásticamente y sin titubear tomó una papa frita y le dio una mordida. Acto seguido suspiró profundamente y gruñó.
-Tuve un pequeño accidente con mi magia-confesó en voz baja-. Pero ya lo solucioné. Y aproveché para tener un cambio de imagen ya que estaba hecha un desastre-se encogió de hombros-. Si he de tener magia, los usaré a mi favor. Y respecto a mi actitud-tomó un sobre de kétchup y sirvió aquella salsa de tomate sobre sus papas fritas-, decidí no pensar más en Stefan o en mis padres. Esto es lo más parecido a unas vacaciones que tal vez no volveré a tener, así que no me preocuparé por eso. Ni siquiera por mi magia o la leucemia.
Damon vio con preocupación como la joven Beckham tomaba la hamburguesa sin pan que él había pedido especialmente para ella, sustituyéndolo por lechuga, y le daba una gran mordida a la carne grasosa que teóricamente ella no debía ingerir, y de hacerlo sería en cantidad mínima. Pero aparentemente Cora no pensaba en eso.
-Si ustedes los vampiros al hacer la transición sienten todo con mayor intensidad que los humanos, multiplica aquella sensibilidad a la décima potencia. Es ahí donde entran las brujas caóticas.
Las palabras que Bree le había dicho hace tan solo una hora atrás hicieron eco en su memoria, y tragó en seco. Si ella sentía dolor o furia, debía ser lo único que sentía y la llevaba a olvidarse de todo lo demás. Y él había sido el responsable de ello.
Bree, como si supiera exactamente lo que sucedía, se acercó a ellos para darle a Damon la cerveza que había pedido y le dedicó una mirada de lástima, así como de burla como quién viene diciendo el fastidioso te lo dije, e inmediatamente le dio la espalda para seguir acomodando los vasos.
El mayor de los Salvatore suspiró pesadamente. Él sabía que las brujas caóticas eran impredecibles, pero claramente subestimó el poder de sus emociones y como éstas se ligaban a su magia.
-Así que, Damon Salvatore-llamó Cora tras darle su tercera mordida a la hamburguesa-. ¿Cómo es esto de ser inmortal? Puedes decirme la verdad o una mentira, como tú prefieras.
Estaba herida. Pero ¿Por qué? Sabía que ella estaba enamorada de Stefan, y él de ella, pero no habían llegado a hablar entre ellos al respecto.... ¿O si?
Anoche ella venía de visitar a Stefan, y era muy tarde como para solo confesar sus sentimientos. A menos de que Stefan hubiera decidido tener una primera cita poco romántica con Cora, tal vez se saltaron la primera cita y fueron directamente a la acción. Y por ende, Cora sentía que acababa de confiar en alguien que le hizo perder no solo sus ilusiones en el amor, sino también porque debía sentirse como un juguete. Tal como Estella lo hizo sentir cuando le confesó descaradamente que solo amaba a Stefan y lo único que apreciaba de Damon era su cuerpo.
En otro momento y lugar, seguramente se hubiera reído por la ironía se dicha situación paralela. Pero, aunque podía hacerlo, no podía porque sabía que Cora no era como Estella. Más si sabía las emociones que ella estaba experimentado y todos esos pensamientos negativos que debían de estar dando vueltas en su cabeza como un trompo.
Suspirando con más pesadez de la que él había esperado, Damon le dio un sorbo a su cerveza y la miró de soslayo. No podía creer que encontraba dispuesto a ayudarla.
-¿Qué quieres saber exactamente?
-Lo que ahora mismo me intriga es como te gustan los pepinillos-dijo ella con una mueca de asco al ver cómo él se servía todos los pepinillos extras que Bree había puesto en un pequeño tazón.
-¿A ti no te gustan? ¿Qué pasa contigo? ¿Sabes qué? Dame eso.
Sin darle tiempo de reaccionar, tomó los pepinillos que ella ya había quitado de su hamburguesa y se los sirvió.
-Te puedo contar desde mi vida como depredador hasta mis gustos-dijo el ojiazul con una sonrisa ladeada-. Tú eliges el tema.
-De acuerdo. ¿Qué tipo de música te gusta?
-Mi gusto musical no es tan exigente como el de Stefan-respondió él-. Eso se debe a que, al contrario que él, yo si disfruto de bailar. Aunque los ochentas y noventas no fueron mis preferidos por la moda. Quiero decir ¿Has visto la ropa y los peinados?
Cora se sorprendió a sí misma riendo por lo bajo con tal naturalidad y despreocupación que hizo sonreír victorioso a Damon.
-¿Que tal la literatura?
-No soy tan aficionado de leer como tú-comentó y se tomó una pausa para masticar su hamburguesa-. Pero he leído lo que el viento se llevó y no está nada mal.
-Pero está lejos de ser de tus preferidos.
-Leí Crepúsculo-confesó mientras arrugaba su nariz-. En mi vida me había sentido tan insultado que cuando leí ese libro. ¿Desde cuándo somos lámparas andantes?
Cora se rio a carcajadas y negó con la cabeza.
-Antes de conocerte a ti y a Stefan estaba enamorada de esa idea. Ahora no puedo tomarme en serio la historia-chasqueó la lengua, y su semblante se suavizó, volviendo a ser expresivo-. Pero aún no me has dicho cuál es tu libro favorito.
Damon suspiró, tomó su botella de cerveza, y antes de dar un trago respondió en voz baja, pero con la claridad necesaria para que ella escuchase:
-La llamada de lo salvaje.
La rubia enarcó sus cejas. Jamás lo había escuchado.
-¿Y de qué trata?
-No te lo diré. Si quieres saberlo, léelo.
-¿Es en serio?
-Ajá-comió una papa frita-. Muchos dicen que no hay que juzgar a un libro por su portada. Yo digo que no hay que hablar acerca de un libro. Cada uno tiene sus propias opiniones. A lo mejor lo odias, así como tal vez yo puedo llegar a aborrecer Alicia en el país de las maravillas. O no. Ese es el criterio de cada uno.
Cora se inclinó sobre la barra y miró detenidamente a Damon, como si ante ella hubiera aparecido un alienígena y ella apenas podía creerlo.
-¿Por qué jamás he visto este lado tuyo?
-Porque no quiero mostrarle a nadie este lado mío-respondió, sin mostrarse afectado al respecto-. La gente te juzga por lo que quieres que vean. Solo ve al señor Darcy. Es el ejemplo perfecto.
-Si, pero lo que tú muestras tu lado psicópata y manipulador. No sabía que también tenías una parte filosófica.
-Pocos tienen el placer de ver este lado mío-bufó-. ¿Alguna otra pregunta referente a mi persona?
-Solo una-dijo, apoyando sus codos sobre la barra-. ¿Por qué existimos dos doppelganger?
Damon casi se atraganta con la papa frita que había estado masticando. Había creído que Cora ya se estaba olvidando del tema, pero tal parecía que no fue así. Solo estaba esperando el momento oportuno.
Tal vez ella tenía razón, tal vez lo conocía lo suficiente para saber cómo jugar sus cartas y tomarlo desprevenido.
-No tengo idea-dijo, en un vano intento por verse indiferente-. Sé que es posible, aunque nadie había visto a una. Se creían mitos. Pero ahora resulta ser que existen dos, y una de ellas además es una bruja caótica. Si esto no es señal del apocalipsis, entonces no sé de qué se trata esto.
-No es gracioso-murmuró ella, fulminándolo con la mirada para después volver a adoptar una expresión fúnebre-. ¿Stefan lo sabía todo desde un inicio?
-Así es.
-¿Tú lo sabías? ¿Por eso ambos se quedaron? ¿Cada uno se quedaría con una doppelganger?-inquirió con una amarga sonrisa.
-Tal vez no lo creas, pero yo no te veo a ti o a Elena como sustitutas de Katherine y Estella-chasqueó la lengua-. No estoy tan enfermo como Stefan. Yo sabía lo de Elena igualmente. De hecho, tuve un encuentro con ella antes que Stefan. Pero, claro, supe inmediatamente que ella no era Katherine. Era más sentimental y transparente. Katherine era misteriosa, y reflejaba lo que ella quería que vieras. Pero no suficiente.
A pesar de que Cora ya sabía cómo imaginar a Katherine, le resultaba extraño tener que imaginarse a una versión de Elena frívola y manipuladora. Lo cual la hacía comprender igualmente las palabras de Damon. Ambas chicas debieron de ser como dos caras de la misma moneda. Físicamente iguales, pero sus ojos contaban una historia totalmente diferente.
-Me quedé en parte por ella, pero para ver cómo mi hermano jugaba con ella. Luego te conocí aquella noche, cuando casi me rompes el tímpano-Cora puso sus ojos en blanco, pero Damon pasó este gesto por alto y continúo su relato-. Y quise quedarme para ver qué hacía Stefan con dos doppelganger. Su plan con Elena, evidentemente, se vino abajo. Él lo niega, pero Estella realmente lo enamoró. Verte debió ser para él como recibir una apuñalada en el corazón para después creer que este volvía a la vida, cuando solo era una ilusión. Así era amar a Estella. Dolor disfrazado con dulces y huecas palabras que solo terminaban con un dolor infinito en el pecho.
-Pero ¿Cómo es eso posible? Yo no desciendo de Estella, y Elena tampoco de Katherine. ¿O si?
-Lo ignoro.
-Tu amaste a Katherine. Y aún la amas-señaló la rubia-. ¿Por qué no olvidarla y quedarte con Elena? Sería tan fácil para ti hacerlo.
-¿Lo consideras correcto?
-En absoluto.
-Por eso mismo-suspiró profundamente. Cora no sabía si en realidad los vampiros requerían de esa acción, o si tal vez solo lo hacían para añadir drama a sus monólogos. O tal vez para recordarse como era tomar y soltar aire-. Imagina que alguien roba a la Mona Lisa. Yo podría crear una copia exacta, pero habría un solo detalle que la haría ver cómo otra obra: mis pinceladas. Esos pequeños detalles cuentan, y son los que diferencian a cada artista. Lo mismo ocurre con las doppelganger.
-Entiendo-suspiró igualmente, y decidió dejar el tema por la paz, al menos por ahora-. ¿A dónde iremos después de aquí?
-A ningún lado-contestó él, masticando su hamburguesa-. Nos quedaremos.
-¿Porqué? Damon, no sé si lo recuerdas, pero sigo siendo humana, y debo dormir.
-Relájate. Nos quedaremos un rato nada más. Debes divertirte. Estás en tiempo fuera ¿Lo olvidas?-entonces, cuando iba a darle otra mordida a su hamburguesa, se detuvo y la contempló en silencio unos segundos para así bajarla lentamente y dedicarle una mirada de desconcierto-. ¿Por qué horneas postres si jamás los vas a comer?
Aquella pregunta ciertamente la tomó desprendida, ya que se quedó muda por casi un minuto, incapaz de encontrar su voz sin que fuera para tartamudear.
-Porque hornear me relaja-musitó finalmente, manteniendo la mirada gacha-. Las elaboraciones, el aroma que emana el horno, y la emoción y orgullo que siento por ver lo que creé es algo que me hace olvidarlo todo. Además, me gusta consentir a mis padres. Se lo merecen.
-¿Y tú no te mereces algo así?
-Yo tengo todo lo que necesito. No tengo por qué quejarme. Y si bien ya no puedo comer harinas, eso no me impide hornearlas.
-Tengo curiosidad-tomó otra papa frita, pero no se la comió, sino que la movía en el aire como si de una varita mágica se tratase mientras él hablaba-. ¿Te hubieras dedicado a ser chef de no ser por la leucemia?
Cora inhaló y expulsó el aire con brusquedad.
-No sé qué me hubiera gustado hacer. -murmuró, evadiendo su mirada mientras seguía comiendo, pero sin apetito.
-Eso es falso. Todos tienen un sueño en la vida. Stefan quería ser doctor ¿Lo sabías? ¿Qué hay de ti?
-No lo sé, Damon.
-¿A qué aspiraba la pequeña Cora?-preguntó con una sonrisa socarrona, la cual sabía que iba a descolocar a la rubia y hacerla perder los estribos.
Cora gruñó por lo bajo y lo miró con cara de pocos amigos.
-Bailarina de ballet-soltó su respuesta arisca en compañía por un destello peligroso de magia caótica en sus ojos azules, el cual inmediatamente se apaciguó cuando se encontró con los ojos de Damon-. ¿Feliz?-apartó su mirada de él y exhaló profundamente-. Pero nada de eso importa ahora. Es decir, mírame-una triste sonrisa adornó sus labios en compañía de una lágrima silenciosa que rodó por su mejilla izquierda-. No soy una adolescente. Estoy lejos de estar en la flor de la vida. La muerte ya reclamó mi alma, solo falta que venga a recogerla. Y mientras eso pasa, mi cuerpo se va a deteriorar y en tres años ya no podré caminar.
Damon abrió la boca, pero inmediatamente se cerró, tragándose palabras que pudo haberle dicho, pero se acobardó.
«Yo no veo eso cuando te miro. » pensó él mientras se mordía la lengua y cerraba sus puños. ¿Qué diablos estaba sucediendo con él?
-Soñar con lo que pudo haber sido ya no me sirve de nada-concluyó Cora con resignación-. Perdería el poco tiempo que me queda para hacer lo que aún está a mi alcance.
Stefan volvió a mirar por décima quinta vez la pantalla de su celular, pero no había una sola llamada o mensaje de Cora o Damon. Aquello empezaba a preocuparle, sobre todo porque había visto esa mañana como se llevaban en una grúa el Jeep de los Beckham a menos de dos kilómetros de distancia de su casa, y ningún miembro de la familia se encontraba cercas. Y el cámaro de Damon estaba desaparecido. Y lo que era peor, Cora no estaba tampoco en casa.
No quería verse como un novio acosador.... O amigo, ya que realmente aún no tenía oportunidad de hablar con ella sobre lo ocurrido la otra noche. Por esa misma razón la buscaba. No quería lastimarla, debería ir y decirle que lo suyo no podía ser, aún estaba a tiempo de salvarla de sus demonios, porque una vez que la dejara entrar, su pasado vendría a empañar su felicidad. Lo sabía porque eso ocurrió con Estella. No quería repetir los mismos errores con Cora.
Si bien Estella fue una mujer cruel, él también tuvo gran parte de la culpa por lo sucedido. Cora no merecía cargar con las cadenas que él mismo había forjado en el pasado.
Sin embargo, ¿De verdad tendría la fuerza de voluntad para alejarse de ella? Lo había intentado, en verdad que lo hizo, pero fracasó, y ahora estaba seguro de que la amaba. A diferencia que, con Elena, él solo veía a Cora Beckham, no a Estella.
Cora era pura, genuina, inocente, espontánea, creativa y transmitía paz con solo sonreír. Si bien su cara podía ser igual a la de Estella, él veía a dos personas diferentes. Y anoche estuvo seguro de ello. Jamás haría algo que la lastimara, pero si se iba, ella le había dejado en claro que la iba a herir. Sin embargo, ella no sabía todo lo que él hizo. Que gracias a él Damon era tal como ella lo conocía. Gracias a él Katherine....
Stefan encendió la lámpara de la sala de estar mientras guardaba su celular en el bolsillo de su pantalón, e inmediatamente se detuvo en seco al sentir una segunda presencia en su propia casa, y no se trataba de su hermano.
Sentado en uno de los sillones se encontraba Cedric Williams, con una fotografía impresa de una mujer de la época victoriana que él conocía perfectamente, porque era la que él tenía en su habitación en uno de sus diarios. Y en su regazo descansaba una daga.
Se le veía alterado, pero la furia se estaba viendo aplacada por la sensatez y sentido de supervivencia, y se mantuvo sentado mirando atentamente al castaño con cara de póker. No había rastro de su característica sonrisa relajada, pero tampoco de rabia.
Stefan balbuceó unas cuantas palabras incoherentes antes de carraspear y respirar profundamente.
-¿Cómo lo sabes?-preguntó finalmente. ¿De que serviría negarlo? La fotografía hablaba por sí misma. Seguir escondiendo la verdad lo haría peor persona de la que ya era.
Cedric entornó sus ojos y deslizó la fotografía sobre la mesa de centro para acto seguido tomar entre sus manos la daga, más no hizo ademán de ponerse de pie.
-Eso no importa-respondió con voz dura e inflexible-. Verás, Stefan, cuando descubrí lo de Estella, tuve miedo por Cora porque acababas de terminar con Elena. ¿Qué tal si querías recuperar a tu exnovia por medio de Cora? Pero entonces descubro que en realidad Elena, con quien decidiste mantener una efímera relación sentimental apenas pusiste un pie aquí, es en realidad la doppelganger de Katherine, tu primera novia, según tengo entendido.
Se puso de pie y sostuvo su mirada, sin mostrar temor alguno. Cualquiera aplaudiría su valentía, o diría que era un estúpido por ir y enfrentar a un vampiro en su casa absolutamente solo. Pero Cedric sabía lo que hacía. Lo llevaba en la sangre. Stefan lo supo el día en que lo conoció.
-Si estuvieras en mi lugar y descubrieras todo esto, entenderías entonces porque estoy aquí, exigiendo unas cuantas explicaciones. Porque todo apunta a que las haz estado usando a las dos y ambas me importan. Cora se ha convertido en mi mejor amiga, y conozco a Elena desde siempre. No permitiré que las lastimes.
Stefan miro aquella daga y frunció el ceño. Aquella daga era una reliquia, debía tener alrededor de cuatrocientos años, tal vez más. Los Williams no cazaron a los vampiros hasta 1875, después de haberlos encerrado en la tumba, porque ellos creían que aún quedaban varios en el mundo. Y sabía perfectamente que esa clase de dagas se crearon para herir a los vampiros e inducirlos en un sueño del cual no despertarían hasta que les removieran la daga.
-Lo sé-respondió en voz baja, intentando mostrarse calmado, así como demostrándole su arrepentimiento, el cual era genuino-. Y no te culpo por ello. De hecho, eso demuestra cuánto te preocupas por ellas. Pero jamás tuve intención de lastimarlas. O de traicionar tu confianza. -añadió en voz baja, a lo cual Cedric reaccionó tragando saliva en seco.
-¿Entonces por qué terminar con Elena y después concentrarte en Cora? -demandó saber con frialdad-. ¿Por qué estás aquí en realidad?
Stefan suspiró pesadamente. Aquel no fue su mejor momento, y ciertamente no se sentía orgulloso de ello. Pero no podía cambiarlo, solo justificarse y pedir perdón.
-Cada determinado tiempo vengo a visitar el pueblo y a mis sobrinos. Zack era el último de ellos, el último que quedaba con vida. Vengo a revisar como va todo con la casa y si necesitaba algo. Una noche me estaba yendo, y la vi. Vi a Elena, y pensé que se trataba de Katherine-exhaló, y lentamente se acercó al sofá vecino de dónde estaba Cedric y se sentó-. Es una historia larga, y preferiría contártelo todo estando sentados.
Si bien Cedric se mostraba un tanto desconfiado, con movimientos lentos y cautelosos, tomó asiento en el sillón donde había permanecido en la oscuridad esperando a su llegada y mantuvo la daga en su regazo con un agarre firme por parte de su mano derecha, dejando en claro su postura de escucharlo, más que había perdido su confianza en él.
Stefan sabía que debía contarle todo lo relacionado a Estella, Katherine, Cora y Elena si quería enmendar su error.
-Te escucho. -musitó Cedric.
¿Qué hora era? ¿Media noche? ¿O tan solo las ocho? No tenía idea, y sinceramente no le interesaba saberlo. En todo lo que Cora podía pensar era en la euforia que la embriagaba esa noche sin la necesidad de beber alcohol. Era el buen vino de vivir la vida sin medicamentos, sin padres y vampiros sádicos. Estaba lejos de todo, con rostros desconocidos mientras que Damon bebía alegremente en la barra con un grupo de lindas chicas mientras que ella estaba en la zona de juegos bailando con varios hombres de todas las edades una canción de los setenta que sonaba en el fondo a modo de celebración por su victoria en el billar.
Su risa era risueña y despreocupada, algo que no había sentido en un largo tiempo. Sus pies se movían grácilmente sobre el suelo de madera mientras giraba entre los brazos de un chico que no debía tener más de veintiséis años y caía entonces en los brazos de un hombre de treinta y entre todos ellos bailaban.
-Bailas bien, John-halagó ella a su pareja actual.
-No tanto como tú, linda.
Ella volvió a reír y giró sobre sí. Tal vez estando en Chicago o en Mystic Falls se habría mostrado tímida por hablar y bailar con extraños, pero estando en ese bar ella sabía que nunca más volvería a verlos, que esto se trataba de una sola ocasión, así que le era fácil socializar con todos a su alrededor. Y el hecho de que fueran personas amables y ninguno la mirase con malas intenciones ayudaba.
Georgia era increíble. Ahora comprendía porque Damon no quiso irse. Eran como vacaciones que ambos, por diferentes razones, necesitaban. Un descanso de toda la amarga y tensa rutina en la que se habían visto atrapados desde hace un mes. Una noche donde ellos mismos podían olvidar hasta sus propios nombres y razones de existir para solo beber, bailar y divertirse como nunca mientras la noche aún fuera joven. Y ciertamente les quedaba mucho por delante.
Cora volvió a girar cuando la canción estaba por llegar a su final. No conocía en absoluto al grupo que cantaba, pero debía reconocer que tenían buenas canciones. Rock de los setenta con canciones románticas, y el vocalista poseía una voz rasgada y profunda que le permitía crear magia.
Sintió como dos brazos fuertes y rígidos como el acero la atrapaban como una jaula a un ave, y ella inmediatamente alzó la mirada para encontrarse con un hombre alto, de tez blanca y unos ojos marrones profundos y carentes de emoción, a pesar de que sus labios esbozaban una tensa sonrisa.
-Vienes con Damon ¿Verdad?-más que una pregunta, parecía ser una afirmación-. ¿Y te dejó aquí sola?
-¿Conoces a Damon?-preguntó ella en su lugar, intentando soltarse de su agarre, pero él, si bien aflojó un poco, no la soltó. La sujetó de su cintura y la acercó a él hasta el punto de que parecía estar cargándola con un solo brazo mientras que con el otro se abría paso entre la gente para acercarse a una mesa situada en la esquina cerca de la puerta trasera.
Cora tragó saliva. Estaba imaginando cientos de escenarios, y ninguno le estaba gustando en absoluto.
-¿Bebes?-preguntó él con fingida cortesía.
-No. Y aún no respondes a mi pregunta.
Él bufó y sonrió amargamente.
-Todos conocen a Damon Salvatore-respondió-. Tenemos historia con él directa o indirectamente.
-¿Y cuál es tu caso?
-Digamos que él me debe un favor. Hizo algo, y debe pagarme.
Cora sintió como su agarre en la cintura se hacía más insistente hasta el punto de que llegó a ahogar un grito cuando sintió como sus dedos se encarnaban en su piel.
-Y, verás, yo no quería hacer esto. Pareces ser una buena chica que solo cometió el pecado de confiar en Damon, pero él se lo buscó. No creas que es personal.
Aquello hizo sonar una alarma de alerta en el cerebro de Cora. Aquel sujeto no era un humano, sino un vampiro.
-¿De qué estás...?
Pero antes de que ella pudiera siquiera completar su pregunta o entender que sucedía, escuchó como él gruñía por lo bajo para así empujarla contra la pared hasta inmovilizarla, cubriendo su cuerpo con el suyo para dar la impresión externa de que se estaban besando y que nadie hiciera preguntas.
Cora sintió como él la cargaba y con una sola mano la obligó a levantar sus piernas para que así lo abrazara por la cintura y quedase completamente a su merced, y acto seguido el desconocido prosiguió en sacar un pañuelo blanco y lo colocó sobre la boca y nariz de la joven rubia. Se trataba de cloroformo.
Intentó contener la respiración para así no inhalar su contenido, pero le fue inútil, ya que él hizo presión sobre su garganta y la obligó a respirar el cloroformo. Fue suficiente como para hacerla sentir débil y perder la poca fuerza que quedaba en sus brazos para así sentir como él la sujetaba de su cintura y espalda alta y salían al exterior. Lo último de lo que ella fue consciente fue de como él la soltó por un breve segundo para después cargarla sobre su hombro a modo de saco de patatas y escuchó como un objeto compacto caía sobre el pavimento, antes de cerrar los ojos y entregarse a la oscuridad.
LUCIE HERONDALE SPACE
.
.
.
It's me!
Vuelvo desde ultratumba para traerles este capítulo extenso de 19,800 palabras. Me tarde demasiado en escribirlo por todo lo que quería contar pero sin soltar toda la información, y también me demoré porque esta semana empecé el curso inductivo de la Universidad y me tocó turno nocturno, así que en cuanto llegaba a casa solo quería cenar y dormir, en la mañana me dedico a la casa y en la tarde me preparo para salir de casa porque me queda a una hora de distancia entonces casi no tuve tiempo y creo que ya me estoy volviendo loca,y eso que aún no empiezo propiamente el semestre jajaja.
Pero conseguí actualizar! Y, de hecho, hoy acabo el curso, y tengo el resto de la semana libre, así que usaré estos días para escribir el siguiente capítulo.
Okay, vamos a recapitular.
Cómo pudimos ver, André no es el único con secretos. Lydia tuvo una relación con el hermano de Rosalie, el apuesto doctor Harry Montgomery. Quiero decir...¿Lo dije o lo pensé?
Rosalie y Harry son la representación de Bi panic.
Pero, no nos olvidemos de lo más importante: Lydia es perfectamente consciente del mundo sobrenatural pero decide hacerse la desentendida porque también sabe que su esposo, André, es un cazador. Y prefiere proteger a Cora de ese mundo. Pero ¿Por qué? Ya lo sabremos más adelante. Solo les diré que Harry tendrá un gran impacto en esta historia y no será la última vez que lo veremos.
Y referente a Lydia, les puedo decir esto: la familia Shade tiene más secretos que los Salvatore, Lockwood y Gilbert juntos.
Después tenemos a Cora y Damon. El maldito bastardo solo le soltó así como si nada lo de Katherine y Elena. ¿Amamos u odiamos? Pero también podemos ver cómo, efectivamente, las emociones de Cora rigen su magia. Si ella se siente triste o enfadada, la magia caótica no tiene control alguno y se manifiesta. Esto podrá causar problemas más adelante.
Y hablando de la magia caótica, Damon está bastante tentado en utilizar a Cora para abrir la tumba, pero tal parece que él igualmente se preocupaba por su bienestar. ¿Qué creen que pase?
Y no podemos olvidarnos de Cedric y la mujer misteriosa. ¿Personaje irrelevante al que podemos llamar extra, o será importante? Hagan sus apuestas jajaja. Pero después vimos como él fue a encarar a Stefan para defender a sus amigas. Gente, yo quiero un Cedric en mi vida. En serio, necesito un amigo así, pero a falta de ello, me basta con escribirlo. A diferencia de Cora, el si fue preparado. Y dado que su familia son cazadores, tiene sentido. Pero no teman, Cedric está de nuestra parte. Pero la verdad es que no hubiera estado mal darle una bofetada a Stefan, ya que a final de cuentas él si se quedó por Elena por su parecido con Katherine. O sea... Es un poco turbio si lo pensamos bien.
Bueno, espero que les haya gustado, y nos leemos el próximo lunes sin falta alguna. Lo prometo. Es más, les hago aquí y ahora el juramento de sangre. Si no cumplo el lunes por la noche, acepto quejas en comentarios y en mi perfil.
¡Los quiero! ❤️
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top