Capítulo 19. La Nueva Vida Sobrenatural
Cora es incapaz de decir una palabra. Acaba de escuchar dos historias que se parecen tanto, donde ambas terminan con un trágico desenlace que separa a los hermanos, y aun así sabe que no son del todo semejantes. Katherine era una vampira, Estella una humana que logró manipular a dos vampiros sin trucos mentales, más que mentiras y secretos. Una usó su inmortalidad cómo su mayor ventaja, y la otra su lado mortal como si fuese el último día, mirando a la vida como un escenario del cual debía despedirse recibiendo la más grandes de las alabanzas, siendo amada por todos, y odiada por algunos cuantos. Era peor que cualquier cuento de terror, era espeluznante y retorcido. ¿Desde cuándo una historia de amor podía ser tan repulsiva?
La joven rubia se había sentado en lo que parecía ser un pilar del pórtico de la antigua casa de los Salvatore, donde había maleza y ramas pequeñas. Creía que había también algún insecto, pero prefería ignorar esto por completo. Su mente solo era capaz de pensar en los hermanos Salvatore y su trágico historial amoroso. Una mujer los llevó a ser inmortales, la otra les quitó su humanidad cuando ya eran vampiros. Estella Sherwood fue una rompecorazones, y Cora tenía su mismo rostro y voz.
Stefan, quién estaba de pie a unos cuantos pasos de ella contemplando con aire disperso una sortija que había sacado por debajo de otra de las columnas caídas, esperaba paciente a que la joven Beckham dijera algo. Sabía que no podía apremiarla, sería injusto de su parte considerando que él la estaba involucrando en un mundo que le había quitado a él su alma, pero era necesario que ella supiera la verdad viniendo de él que de Damon.
Cora tomó una profunda bocanada de aire, y cuando creyó que ya nada más podía sorprenderla, pues no todos los días se sabía de la existencia de los vampiros y de todas sus aterradoras habilidades como el control mental, miró con una mezcla de emociones al menor de los Salvatore y asintió con un gesto sutil de su cabeza.
—Debió ser duro para ambos verme por primera vez—musitó—. Una humana, idéntica a Estella, respirando y viviendo una vida como adolescente. Debió ser irreal para ustedes.
Ahora que veía todo en retrospectiva, tenía demasiado sentido su primer encuentro con Damon. Él debió verla desde la lejanía y creyó que se trataba de su ex a quien veía caminar por las calles de Mystic Falls. Todo lo que le dijo, la manera en cómo aparecía y desaparecía, no fueron más que pruebas para ver si ella, de ser Estella, se delataba a sí misma. Pero no fue así. Cómo Stefan, pronto realizó que se trataba de una persona completamente diferente. Dos almas que caminaban en el mundo luciendo el mismo rostro.
—Cuando te vi aquella vez en los pasillos, reconozco que pensé inmediatamente que eras Estella—confesó el Salvatore—. Me bastaron dos minutos de conversación para saber que no eras ella pese a que el parecido físico era idéntico.
Cora formó una mueca con sus labios. Tenía sentido. Cuando la vio fue como si él no diera crédito a lo que veía, como si fuese una clase de espejismo que lo tomó desprevenido. Un fantasma que él solo fue capaz de ver. Mystic Falls vio a una chica nueva aquel día, los Salvatore contemplaron la sombra de su pasado proyectada en aquella chica proveniente de Chicago.
—Jamás te vi como Estella—dijo él tras una pausa dónde Cora intentaba poner lo mejor posible sus pensamientos que gritaban cómo un torbellino—. Después de conocerte en ese pasillo, supe que eras otra persona. Tus ojos, tu forma de expresarte, tu espontaneidad, tu sencillez; no hay forma de que seas ella. Y nunca te forzaré a serlo. Sería cruel y estúpido de mi parte hacer eso. Nunca haré algo que te lastime, incluso si me deseas fuera de tu vida.
—No se trata de eso, Stefan. Ahora mismo ni siquiera sé en quien puedo confiar, pero me confiaste esto, así que sería ingrata si me comporto con recelo contigo después de hoy—suspiró—. Estoy confundida. Es bastante que asimilar en tan poco tiempo. Los vampiros eran solamente criaturas mitológicas, aquellos personajes de fantasía que amaba ver en los libros y en el cine. Ahora resulta que este pueblo tiene a dos de ellos, y se comportan como el cisne negro y el cisne blanco.
Cora entonces miró en dirección al castaño y prestó más atención al anillo que sostenía entre sus dedos. Era idéntico al suyo.
—¿Es el anillo de Damon?—inquirió en voz baja, sin saber muy bien que podía significar aquello, pero dado el semblante reflexivo que Stefan portaba, daba a entender que ese anillo era de suma importancia.
—Los vampiros no podemos caminar bajo la luz del sol, como bien sabes. Damon ahora mismo debe estar en alguna parte, encerrado, lejos de cualquier rayo del sol. Y ahora tengo que devolvérselo.
—¿Qué?—Cora inmediatamente se incorporó al escuchar aquello y le miró como si acabara de decirle que él sabía la cura del cáncer y no lo compartiría jamás con nadie—. ¿Estás loco? Me acabas de decir que Damon es un psicópata, que infligió daño hacia Caroline y a todas las personas muertas de este pueblo. No puedes darle lo único que lo deja asesinar a plena luz del día para que tú asumas la culpa.
—Si no le devuelvo este anillo, él me hará conocer el verdadero dolor.
—¿Y cómo sería eso?—Cora estaba dispuesta en dejar dormir a Stefan en su casa, encerrarlo incluso en un ataúd, con el único propósito de mantenerlo lejos de Damon.
No dejaría que aquel vampiro sanguinario le hiciera daño a Stefan o alguien más. Acababa de ver su verdadera naturaleza, sabía sus motivos, y no sentía otra cosa más que repulsión y lástima por cómo se dejó consumir por el odio causado por dos mujeres que no merecían siquiera ser recordadas.
Stefan cerró su puño, ocultando así el anillo de Damon, y miró a Cora directamente a los ojos.
—A través de ti.
Cora contuvo el aliento. Sabía lo que significaba, o al menos creía hacerlo, pero no deseaba hacerse ilusiones respecto a una situación que sin duda alguna nadie podría darle consejo alguno, porque nadie más la había vivido. Nadie se había sentido atraída hacia un vampiro que insinuaba sentirse igual, y que su hermano estaba sediento de sangre y de venganza.
Intentando mantener su mente fría e ignorando los latidos desbocados de su corazón al sentirse totalmente presa bajo la mirada esmeralda de Stefan, Cora tragó en seco y asintió, dando a entender que no rechazaba esto, pero que claramente era el peor momento para hablar de sus sentimientos cuando ni siquiera ella los comprendía.
—Damon ya intentó matarme anoche, y antes de eso creo que intentó manipular mi mente para que yo lo besara, pero no funcionó. Algo debió haber salido mal.
—Lo que intentó hacer de llama compulsión—explicó el menor de los Salvatore—, es lo mismo que hizo con Caroline para borrar los recuerdos de él bebiendo de su sangre. Tiene el fin de que hagas todo lo que sea su voluntad.
—¿Y por qué soy inmune?
—Lo único que puede evitar que alguien se resista a la compulsión es que tengas verbena contigo.
—¿Verbena?
—Es una hierba. Tiene el propósito de ser curativa, pero quién tenga un poco será inmune a la compulsión. Es como un escudo—titubeó—. Elena tiene un poco en un collar que le regalé. Se lo di con el objetivo de protegerla de Damon, y de mí mismo. A pesar de que juré que no usaría la compulsión a menos que sea necesario, no puedo confiar en mí.
—Pero yo no tengo verbena conmigo.
Stefan asintió y formó una mueca de incertidumbre.
—Me temo que no tengo la respuesta a eso, Cora. Aún no, al menos.
—Hay algo que creo que debes saber. Creo que es una de las razones por las cuales acepté hablar contigo.
Cora, sin perder tiempo, aprovechando que estaban completamente a solas y que las posibilidades de que alguien llegase eran nulas, subió la manga de su chaqueta para dejar ver su pálido e ileso brazo que hace una semana había recibido puntos tras ser cortada por una botella.
—Sucedió la mañana siguiente del accidente—musitó, viendo como Stefan miraba su brazo sin dar crédito a qué no presentara ni una sola cicatriz—. Naturalmente he tenido que esconderlo. No puedo pasearme por la escuela como si nada sucediera. Mis padres, por fortuna, no saben al respecto, pero la escuela sí. ¿Tienes idea de cómo sané tan rápido?
—¿Has dejado entrar a Damon a tu casa?
—No, y ahora menos. ¿Por qué?
Stefan sacudió la cabeza y chasqueó la lengua. Su ceño se frunció y fue cuando alzó su mirada para volver a hacer contacto visual. Pasaron varios segundos donde ninguno de los dos dijo palabra alguna. Cora solo podía sentirse inquieta al estar atrapada bajo sus ojos, pero Stefan parecía totalmente maravillado por aquellos ojos color zafiro, como si fuesen un mapa que él nunca se tomó las molestias de admirar a mayor profundidad, hasta ahora. Y con cada segundo que transcurría, él iba descubriendo secretos que creía imposibles de que existieran en el alma de aquella joven nativa de Chicago.
—Es imposible. —susurró él, liberándola de sus ojos analíticos.
—¿Qué cosa?
—Yo...—Stefan tragó saliva. Había una mezcla de maravilla como de cierto horror e incredulidad en su mirada, como si acabase de descubrir en Cora algo que nunca creyó contemplar en su larga e inmortal vida—. Creo que tengo una teoría. Pero es poco probable, aunque encaja con todos los sucesos singulares que has vivido en estos días. La noche del partido, el incendio forestal en la zona donde tú y Damon estaban anoche, tu brazo.... Todo está conectado, Cora.
—Me asusta que ni siquiera tú hayas visto algo semejante. —dijo en un hilo de voz.
Stefan estuvo a punto de añadir algo más, pero lo que fuera que iba a decir, tenía que esperar, pues fueron interrumpidos por el timbre del celular de la rubia que estaba guardado en su bolso. Cora vaciló, sin saber si debía responder o si tan solo ignoraba la llamada. No obstante, al suponer que debía tratarse de sus padres o del mismo Cedric, respondió la llamada para el tercer timbre.
—¿Si?
—Gracias a Dios—escuchó la voz cargada de alivio de Cedric al otro lado del celular—. ¿Estás bien?
—Si, lo estoy.
—¿Estas con Stefan?
—¿Por qué la pregunta?—resopló—. Te dije que tenía la situación bajo control, no tienes por qué alarmarte.
—Aunque tengo mis reservas, necesito que vengan tú y Stefan—habló de manera tan apresurada que apenas consiguió entender la mitad de lo que dijo—. Es una emergencia. Hay una situación en la casa de Elena y solo él puede ayudarnos si es que él es el hermano noble. Por favor, no sabemos más que hacer. Está fuera de control.
—¿De qué hablas? ¿Qué sucedió?
—Vengan inmediatamente. Tengo la sospecha de que Stefan entenderá una vez que lo vea.
Y sin decir nada más, Cedric colgó y dejó de lo más desconcertada a la rubia ojiazul, mirando completamente en shock su celular, como si Cedric pudiera verla cuando sabía que no era así.
—¿Dijo que están en la casa de Elena?—escuchó decir un tanto preocupado a Stefan, a lo cual ella alzó su mirada y le observó curiosa como un tanto acusatoria.
—¿Espiaste?
—Un mal hábito.—respondió algo tajante, pues su mente estaba pensando en lo que acababa de escuchar de Cedric.
—Si, están con Elena. Dijo que es una emergencia y que te necesitan. ¿Escuchaste todo?
El semblante de Stefan se había ensombrecido, y un terrible presentimiento asaltó a Cora al creer que sabía de qué, o de quien podía tratarse. Y como si confirmara sus cavilaciones, Stefan, con voz sombría, dijo:
—Lo suficiente como para saber que tiene que ver con Damon.
Stefan se dirigió con su velocidad de vampiro hacia la camioneta y sin pedirle permiso a Cora subió al asiento del conductor. La rubia le siguió lo más rápido que pudo y abordó el asiento del copiloto, pasándole de este modo las llaves del auto para que él encendiera el motor y diera marcha en reversa, sin perder un solo segundo. Cora reaccionó a esto sujetándose del borde del asiento y viendo a través de la ventana como dejaban atrás a una gran velocidad los árboles para así integrarse en menos de un minuto a la calle y dar marcha en dirección a la casa de los Gilbert.
—Damon causó estragos anoche tras lo que aconteció entre ustedes dos en el bosque—Stefan se tomó finalmente las molestias de explicarle la situación y del por qué conducía el auto de su papá como un maniático al cual Lydia o algún otro oficial podía multar en cualquier momento—. Vicki, la hermana de Matt, fue su víctima la noche de la fiesta de la cascada. Me temo que quiere terminar su trabajo para dejarme a mí el desastre, y de ser así, no podré cubrirlo y se revelará que los vampiros existen, y todo será un caos.
—¿Por qué Damon querría exponerse?—cuestionó aquello al tiempo que se colocaba el cinturón de seguridad e imploraba en silencio por qué ninguna patrulla los detuviera, o peor, que no atropellaran a nadie—. No tiene su anillo, no puede salir a la luz del día, y eres su hermano. La gente sabrá que también es un vampiro. Es estúpido este plan suyo.
—Quiere que acepte mi naturaleza como él lo hace. Que beba sangre humana—tensó su mandíbula—. El problema con eso es que yo ya lo hice, y no tengo pensado volver a esa vida.
El resto del trayecto, el cual duró menos de cinco minutos, fue de un profundo y tenso silencio que, si bien hacía sentir un poco incomoda a Cora, pues nada de lo que estaba sucediendo desde anoche tenía sentido alguno, le servía unos instantes de silencio para pensar y poner en orden sus pensamientos.
Los vampiros existían, así como las brujas y podía haber dos personas iguales físicamente sin necesidad de ser gemelas, y había algo malo en ella que ni siquiera un chico inmortal podía explicar por lo anormal que era. Si no hubiera visto con sus propios ojos el rostro de Damon adoptando una imagen grotesca al tener los ojos inyectados de sangre o de sentir sus colmillos en su cuello succionando su sangre, creería que estaba en una especie de coma y que todo era un mal sueño.
Pero era la realidad, y era momento de aceptarlo como tal y dejar de pensar de manera razonable. Y lo primero que podía pensar era que sus padres no podían saber de esto. De hacerlo, no dudarían en llevársela lejos de Mystic Falls en dirección a Escocia o Islandia.
Si bien ella detestó al comienzo aquel pueblo, viéndolo como su prisión donde esperaría a que la muerte se la llevasen en brazos cualquier día, pese a que solo llevaba dos semanas residiendo allí, era su hogar. No solo había nacido en Mystic Falls, también había hecho amigos, e ir a la escuela no era un tormento como en Chicago. Cierto, había vampiros, y las posibilidades de morir eran todavía más altas, pero no sería por la leucemia.
Además, no podía irse cuando era evidente que había algo dentro de ella que estaba ligado al pueblo, y de llegar a hacerlo, nunca sabría que era. Tal vez abriría una caja de pandora, o ésta ya se había abierto en cuanto llegó al pueblo. Cómo fuese, en lo único de que estaba segura era en que sus padres no podían saberlo, porque Cora no deseaba irse.
Llegaron finalmente a la casa Gilbert, y sin perder tiempo, Stefan apagó el motor y quitó las llaves del contacto para pasárselas en mano a Cora y así ambos jóvenes se pusieron en marcha hacia la casa, con Cora siguiéndole por detrás debido a sus cortas piernas y movimientos torpes. Aunque cualquier mortal sería torpe estando al lado de un vampiro.
Stefan ni siquiera se tomó las molestias en llamar a la puerta e irrumpió en la morada como si fuera su propia casa. Cora no tardó en seguirlo.
Caminaron en dirección a la sala, que era donde se escuchaban los gritos de seis personas, donde Cora pudo identificar al menos las voces de Cedric y Jeremy. El primero se escuchaba presa del pánico, pero parecía tener mejor idea de lo que sucedía en comparación de Jeremy, quién estaba asustado como desconcertado.
Cuando Cora logró ver lo que sucedía tras situarse junto a Stefan, una voz dentro de su cabeza le susurró con absoluta certeza de que esa escena que contemplaba no sería la última que vería.
Era todo un caos. El sillón de la sala se había volteado cuando Jeremy se estrelló sobre él tras ser empujado por Vicki, a quien se le podía ver un tanto alterada. Jeremy, naturalmente, estaba siendo socorrido por su hermana, quien intentaba calmarlo para que no fuera con Vicki mientras se aseguraba en el acto de que no tuviera algún rasguño. Matt parecía indeciso sobre si socorrer a Jeremy o ver qué era lo que tenía tan alterada a su hermana. Cedric era el único que intentaba razonar con ella, aunque era en vano; la chica Donovan había perdido el control sobre sí misma y solo gritaba, gruñía y sollozaba.
—Vicki, por favor. Todo estará bien—le decía Cedric a la castaña, quién apenas y parecía escucharlo, y de hacerlo sus palabras no parecían quedarse mucho tiempo en su cabeza—, solo ven conmigo a la cocina para que tomes un poco de agua.
Cora fue la primera en tomar la iniciativa por Stefan y con un increíble control de voz que denotaba calma, así como autoridad, pidió saber lo que sucedía. Inmediatamente las cabezas se volvieron entonces hacia los recién llegados, y Stefan rápidamente se posicionó frente a Vicki, pidiéndole con gentileza, pero firmeza que lo mirase a los ojos. Cedric, quién tenía una vaga idea de lo que el Salvatore iba a hacer, se apartó de ambos para acercarse hacia su amiga rubia.
Ninguno dijo ninguna palabra, pero por el suspiro que Cora le escucho soltar por lo bajo supo que estaba agradecido por la intervención, y de que si hubieran pasado cinco minutos más la casa seguramente ya estaría en llamas.
Matt y Elena aprovecharon que Stefan había capturado la atención de Vicki y que esto la estaba serenando con cada palabra que él le susurraba, por lo que ambos adolescentes se dispusieron en ayudar en poner de pie a Jeremy.
Cuando Vicki asintió una última vez a lo que Stefan le decía, el ojiverde la liberó de su mirada para así volverse hacia el resto de los presentes, mostrándose siempre seremos, como si solo estuviera tratando con una persona resfriada. Pero Cora sospechaba que esto no era algo que se pudiera quitar con solo dormir una siesta.
—Métanla en la cama y cierren las cortinas. Ella estará bien. —aseguró él, alternando su mirada entre Elena y Matt, quiénes eran los más responsables como interesados por el bienestar de Vicki.
Si bien Matt tenía sus reservas hacia Stefan, se trataba de su hermana, y tras ver cómo ella parecía serenarse tras lo que él le dijo, supuso que solo debía tratarse de una sobredosis o deshidratación por beber tanto y que solo necesitaba reposo, y Stefan, posiblemente, ya había tratado con alguien así y solo había brindado su ayuda. Después de todo ¿Para qué otra cosa Cedric pediría a Cora que lo trajera consigo?
Matt requirió la ayuda de Jeremy para subir a Vicki a la habitación del menor, pues era la que tenía las cortinas cerradas y la cama, por razones que Matt no quería saber ahora, era conocida para Vicki.
Una vez que se llevaron a la muchacha escaleras para arriba y se escuchó como se cerraba la puerta del cuarto de Jeremy, los cuatro chicos restantes soltaron el aire que llevaban conteniendo de forma inconsciente y se miraron los unos a los otros, cada uno sintiendo diferentes emociones respecto a la situación. Culpa, ira, confusión, miedo; esas eran las emociones que se leían en los ojos de cada uno de ellos.
Elena, por ser la que tenía que cargar con ese problema debido al afecto que su hermano guardaba hacia Vicki, y porque ahora mismo le daría asilo a la chica por un par de horas antes de que su tía volviera a casa, fue la primera en romper el silencio, y se dirigió hacia Stefan con voz fría y semblante inexpresivo.
—¿Tú sabes que tiene?—si bien pretendía escuchase neutra, su voz solo lograba transmitir una acusación severa hacia Stefan por solamente existir y respirar bajo el mismo techo que ella.
—Si.
—¿Y qué es?—demandó saber—. ¿Qué es lo que sucede?
Cora deseaba interferir y pedirle a Elena que no fuera tan dura con él, pero hace solo una hora ella misma también había desconfiado de Stefan. Sería hipócrita de pedirle a Elena que se calmase cuando solamente estaba protegiéndose a sí misma y a su hermano de un posible asesino.
—Ella está en transición.
—¿Transición a qué?—preguntó esta vez Cedric, cruzándose de brazos y mirándole más que nada con curiosidad, dejando a un lado todo perjuicio que pudo haber guardado hacia Stefan.
Stefan agachó la mirada y con una nota de culpabilidad dio la respuesta que Cora más temió escuchar.
—A vampiro.
Elena gimió, Cedric no fue capaz más que de reaccionar en abrir como platos sus ojos y tensar su mandíbula. Cora, por su parte, únicamente mostró una sutil reacción a aquello cuando sus mejillas perdieron todo color y cerró sus ojos con fuerza.
No podía estar sucediendo.
—Damon la encontró, debió haberle dado su sangre, y ahora está en transición.
—Así que ella todavía no es un vampiro. —dedujo Cedric, quién apenas tenía idea de lo que Stefan había dicho.
—Pero, entonces ¿Cómo es que eso sucederá? ¿Qué es lo que debe suceder para que ella se transforme?—inquirió Cora, su voz empezaba a temblar nuevamente.
—Debe beber sangre humana.
—¿Y si no lo hace?—preguntó nuevamente la rubia, aunque si bien temía saber la respuesta, necesitaba que Stefan lo dijera.
—Morirá.
Los tres adolescentes humanos se miraron mutuamente con horror y desesperanza. Cada uno tenía sus razones para desear que Vicki no muriera. Elena solo era capaz en Matt y Jeremy, y en como demonios les explicaría que la castaña moriría para no convertirse en un monstruo chupa sangre. Cedric pensaba en lo que sus padres decían respecto a los vampiros, y en qué no debían saber al respecto, porque de lo contrario no sería capaz de mirar a la cara a Matt y decirle que su hermana nunca más volvería a abrazarlo. Cora, por su parte, no quería que nadie muriera. Ni siquiera el desalmado de Damon. Nadie merecía una sentencia tan cruel como la que Vicki recibiría solo por estar en el lugar y momento erróneo.
Nada de eso era justo.
—¿Cuánto tiempo tiene?—preguntó Cedric, quién era el que procuraba mantener fría su cabeza y no dejarse dominar por sus sentimientos. Era algo insensible, pero entrar en pánico no ayudaría mucho.
—Un par de horas. Tal vez seis. Pero tiene que beber sangre, o morirá.
—¿Te das cuenta de que ella morirá de todas formas si se transforma en vampiro?—espetó Elena—. Su alma se irá.
Cedric suspiró con pesadez y miró con disgusto al vampiro Salvatore. Si bien él no era su persona favorita, era consciente de que desearlos muertos Cora ni siquiera estaría ahí, así que tenía razones suficientes como para tolerar siquiera su presencia y saber que era su hermano, Damon, el verdadero culpable.
—Elena—la llamó, intento razonar con ella, pero la aludida le interrumpió en el acto.
—No, Cedric—exclamó la castaña de lo más alterada, paseándose al rededor del sillón caído de su sala como un animal enjaulado—. Vicki es la hermana de Matt, y Jeremy la quiere. No permitiré que ambos sufran.
—Tampoco podemos desearle la muerte.
—¿De verdad piensas que me agrada esto? Soy la primera en estar en contra. Todo esto es absurdo—le lanzó una mirada acusatoria a Stefan—. Nadie debería porque darle ese destino a una persona.
—Stefan y Damon tampoco tuvieron opción—dijo una imposible Cora, como si solo estuviera compartiendo el pronóstico del clima—. A mí tampoco me agrada esto, pero dejar que Vicki muera nos haría peores que Damon.
—No obstante, si le damos sangre humana Vicki se volverá un blanco y todo será un caos—el pelirrojo chasqueó la lengua y soltó un gruñido de exasperación—. No estamos eligiendo que camino de la carretera vamos a tomar para un viaje de verano. Estamos siendo jueces en la vida de alguien más. No es una decisión que debamos tomar a la ligera. Debemos pensar con sensatez, y después acudir a los sentimientos; pero hay que ver por el bien del pueblo y de la propia Vicki.
—Me siento terrible por esto—masculló Elena, abrazándose a sí misma mientras dejaba de dar vueltas y veía angustiada a los dos humanos, tratando de ignorar la presencia del vampiro que hace unos días ella llegó a besar. No quería pensar en eso ahora—. ¿Qué hacemos?
Cora se mordió el labio y miró de reojo a Stefan. Él no parecía estar dispuesto a ir a algún otro lugar, pero era evidente que le incomodaba que estuvieran hablando entre ellos como sí él no estuviera ahí, porque ya no confiaban en él, a excepción de la rubia.
Soltando un suspiro, la joven Beckham miró al par y con una mueca en sus labios rosados les hizo un gesto con su cabeza para poder hablar a solas. Elena comprendió esto y en voz baja pidió ir a la cocina, donde el pelirrojo y la rubia le siguieron. Cora le dedicó por encima de su hombro una mirada tranquilizadora a Stefan, sin saber bien si en realidad deseaba ayudarlo a él o a sí misma por lo que estaba por decirles a sus amigos.
Cora rodeó con sus manos el vaso de agua medio vacío y sus ojos azules observaron con cierta ansiedad los rostros pálidos de Elena y Cedric.
Habían buscado refugio en la cocina, y tras proponerles sentarse para que escuchasen lo que iba a contarles, Cora había servido vasos de agua para los tres, más ella parecía ser la única que necesitaba de ella, pues el dúo apenas y parecían recordar dónde estaban.
No les había dicho todo, sabía que Stefan deseaba que algunos detalles fueran privados, pero si deseaba apoyar al castaño necesitaba darle credibilidad de que no era un asesino como Damon y probar su inocencia ante los prejuicios de Elena y Cedric. Únicamente compartió lo de Katherine, el como ella los transformó en vampiros a los hermanos Salvatore, en la época que sucedió, y de cómo Stefan llevaba por varias décadas una dieta libre de sangre humana, al contrario de Damon.
Sin embargo, ahora mismo la rubia dudaba de que el haber hablado posiblemente fue la peor idea, pues Elena parecía estar indecisa sobre echar a Stefan de su casa a patadas o solamente pedirle civilizadamente que se marchara para no causar más problemas. Pero era claro que no lo deseaba cercas suyo. Cora ni siquiera se detuvo a pensar en lo irónico que resultaba ahora el cómo Elena había estado enamorada de Stefan para aborrecerlo únicamente porque ahora sabía quién era en realidad.
—Sé que les pido mucho—pronunció Cora en voz ahogada tras soltar un profundo suspiro y mirar a sus amigos—, pero no deben confiar en él, sino en mí. Yo confío en que Stefan jamás le haría daño a Vicki o alguno de nosotros. Anoche pude morir, pero él me salvó. De quererme muerta ya estaría en una bolsa de plástico y no sentada antes ustedes.
—Él le dijo algo a Vicki—dijo Elena, vacilante—. Y ella le creyó todo. Fue como si cayera bajo un encanto donde acata todo lo que él le diga. ¿Eso es posible?
—Lo es. Es justo lo que Katherine le hizo en el pasado.
—¿Quién nos asegura que no nos hará eso?
—Elena, sé que confiar en él es lo que se nos advierte en las películas que no se debe hacer. Sin embargo, Stefan nunca se metería en nuestras mentes. Y de hacerlo tú estás protegida. El collar que te dio, no importa que sientas hacia él a partir de hoy, no te quites jamás ese collar, porque contiene en su interior una hierba, verbena, que previene que caigas bajo la influencia de un vampiro.
Elena soltó un jadeo y tomó entre sus manos el collar que había sido un obsequio del ojiverde días atrás, cuando todo parecía tan inocente. Ahora ya no tenía la misma perspectiva de los hechos como hace veinticuatro horas.
—¿Por qué Stefan le daría algo como eso?—inquirió Cedric cuando Elena se vio incapaz de pronunciar una sola palabra al encontrarse aturdida por demasiada información.
—Para protegerla de Damon, y de sí mismo, en caso de caer en la tentación—explicó con un encogimiento de hombros para después morderse el labio inferior y removerse sobre su silla—. Sé que es difícil—habló con voz ronca—, pero por favor, hay que confiar en él. Solo Stefan es capaz de lidiar con el asunto de Vicki.
—Todo esto es demasiado—musitó Elena con un suspiro—. Siento que estoy a punto de firmar un contrato y no sé si lo hago con el mismo diablo.
Era natural que la mente de Elena estuviera enviándole señales de peligro. Stefan era un vampiro, y por tanto esto lo volvía en un depredador que podía acabar con el pueblo entero en una sola noche. Pero ella solo veía al animal, no a la persona que luchó años por domar a la bestia sedienta de sangre únicamente por que deseaba mantener algo de humanidad y llevar una vida tranquila.
Cora era consciente de que hacerle ver eso a Elena sería difícil si no le contaba todo con lujo de detalles, más esto significaría quebrantar la confianza de Stefan. Por lo que decidió jugar una carta que tenía guardada bajo su manga. Literalmente.
—La noche del partido Damon intentó besarme—dijo en voz baja tras soltar un poco de aire que estaba conteniendo tras meditar en lo que haría a continuación—. Fue por medio de la compulsión, lo que es, en otras palabras, hipnosis. La cuestión es que yo no caí en su encanto, y no traía verbena conmigo.
—Así que eso fue lo que intentó hacer—murmuró Elena más para sí misma antes de explicar en voz alta a los presentes a lo que ella se refería—. Esa misma noche Damon dijo que yo estaba obsesionada con él, y que lo besara porque yo no amaba a Stefan. Solo me alejé, llamándolo lunático porque habló como si eso fuera un hecho. Algo que todos sabían excepto yo y deseaba convencerme de eso. Pensé que estaba loco, pero en realidad quería hipnotizarme.
—El collar previno eso. —explicó la rubia con un escalofrío. No pensó que Damon también hubiera intentado eso con Elena la misma noche ¿Que deseó él probar con eso?
—Pero tú no tienes verbena contigo—señaló Cedric—. ¿Cómo es que no caíste en su truco mental?
Cora tomó una profunda bocanada de aire, y mientras exhalaba, subió la manga de su chaqueta y mostró su brazo derecho, donde se había esperado ver todavía rastros de las puntadas de Cedric, pero estaba completamente ileso y con una textura suave en vez de áspera. Era como si jamás hubiera sido herida por aquella botella una semana atrás.
Tanto Elena y Cedric jadearon de sorpresa e incredulidad a lo que veían, pues los dos habían visto de primera mano el cómo la sangre había brotado de ese brazo. No había una respuesta científica para eso.
—¿Cómo...?
—¿Que carajo...?
—Sucedió la mañana después del incidente—dijo en voz baja en compañía de su labio inferior tembloroso ante el recuerdo de su propia reacción en la regadera—. Aún no sé a qué se debe eso, pero Stefan tampoco lo sabe. Dice tener una teoría, y de ser así, sabemos que no puede ser algo normal, sino de su mundo sobrenatural. Y lo que sea que haya sucedido, también está relacionado con mi inmunidad al control mental de los vampiros.
Bajó la manga de su chaqueta y cruzó sus brazos sobre la mesa, manteniendo el vaso de agua alejado por temor a derramar el líquido.
—Lo que les pediré es difícil, tal vez egoísta, pero si no confían en Stefan, les pido que lo hagan en mí. Él es un vampiro, yo misma tenía mis reservas, pero tengo certeza de que jamás nos haría daño. Además, lo que sea que haya en mí, no puede ser normal. Más ustedes me conocen, jamás haría daño a nadie. Por favor. No les pido que sean los mejores amigos de Stefan, solo que guarden el secreto y confíen en que hará todo en su mano para hacer lo mejor para Vicki—suspiró—. Él alguna vez también fue un humano que nunca esperó ser un vampiro.
Cora aguardó a la respuesta de sus amigos. Era consciente de que no estaban eligiendo que platillo cenar, sino algo que podría cambiar por siempre sus vidas y, cualquiera que fuese la decisión que tomasen, traería consecuencias con las cuales Stefan debería lidiar.
Elena fue la primera en hablar. Se le veía cansada, como si aquella tarde hubiera sido la más larga de toda su vida y solo deseaba cinco minutos de serenidad, así como desear que después de hoy las cosas no fueran tan alocadas y pudiera retomar su vida normal, o al menos tener momentos de ello en los próximos días mientras los Salvatore decidieran estar en el pueblo.
—Hablaré con Stefan respecto a unas condiciones que yo tengo respecto a este trato. Pero no diré nada. No lo hago por él—aclaró—, sino por Jeremy. Él ama a Vicki, y si Stefan verdaderamente puede hacer algo al respecto, entonces confío en él para eso. Aunque me da igual si vive o muere una vez que solucione este problema que Damon creó.
Cora le agradeció esto con un asentimiento de cabeza, pero todo alivio se vio esfumado tras ver el semblante serio del pelirrojo, quién no había pronunciado una sola palabra desde hace dos minutos.
—¿Cedric?
—Mis padres dicen ser cazadores. Pensé que estaban locos, pero ahora resulta que es cierto y hay dos vampiros sueltos en el pueblo—soltó un suspiro entrecortado y pasó sus manos sobre su cabeza—. Stefan no ha asesinado a nadie, lo habría hecho ya contigo o Elena. Damon merece ser detenido, pero eso llevaría a Stefan a la ruina, y creo que los vampiros no son monstruos. Al menos Stefan—chasqueó la lengua—. Mis padres probablemente me dejen sin herencia si llegan a saber que estoy encubriendo la existencia de dos vampiros—se encogió de hombros—, pero valdrá la pena. Nunca me gustó el testamento de los Williams.
Cora esbozó una sonrisa y extendió su mano para tomar la de Cédric, quién le dio un suave apretón en señal de seguridad y de que su palabra era cierta, dándole así la certeza de que, sin importar la opinión personal que guardasen hacia los vampiros, ellos no delatarían a Stefan y guardarían su secreto.
Era lo más parecido a un pacto de paz para el beneficio de todos ellos. Y eso era suficiente, al menos por el momento.
La puerta se cierra detrás de sí con un suave clic, y apenas deja reposar su espalda sobre la superficie lisa de madera siente como toda la tensión que llevaba acumulando desde la noche anterior finalmente se disipa, pues sabe que en la seguridad de su cálido está a salvo.
Cora no deseaba saber nada de vampiros o de hermanos enemistados por lo que restaba de la noche. Solo desea sentarse con su familia, tomar su medicamento, ingerir una ligera cena, leer un poco e irse a la cama. Ya habría tiempo de pensar en lo sobrenatural y lo académico.
Después de dejar el hogar de los Gilbert, donde Cedric y Elena se quedaron hablando a solas con Stefan para comunicarles ellos mismos sus pensamientos y sentimientos al respecto, Cora le devolvió a su papá la camioneta diciéndole que perdió la noción del tiempo en la casa de Elena y que volvería a pie, por lo que supo que en casa todavía debía encontrar a su mamá.
Dejando escapar un débil esbozo de sonrisa al sentir el confort que le brindaban aquellos muros de su morada de Mystic Falls que llegó a ver cómo una prisión hacía menos de una semana, la joven Beckham jugueteó con el cierre de su bolso y se adentró en la casa.
—Cora, cariño ¿Eres tú?—escuchó la voz de su mamá que provenía del piso de arriba.
—Si, mamá. —contestó, avanzando con paso calmo hacia la cocina.
—Bajo en unos minutos.
Tomando en cuenta la hora que era, Cora supuso que debía estar alistándose para ir a su trabajo y estaba terminando de vestirse con su uniforme. La ojiazul estuvo a punto de decirle que no tuviera prisa, más perdió su voz y uso de razonamiento cuando su cuerpo se vio paralizado como efecto inmediato de ver a Damon Salvatore en su cocina.
El azabache inmediatamente esbozó una sonrisa un tanto burlesca al percibir el miedo en la rubia y, con una serenidad que irritó a Cora, Damon terminó de secar con un trapo una de las sartenes y la dejó sobre la mesa para así chasquear la lengua y negar con su cabeza, acentuando con cada movimiento su sonrisa.
—Me tienes miedo—observó él—. Te seré franco, esperaba una mejor reacción. ¿Qué dirían tus padres si te vieran? No hay manera de explicar miedo ante un buen samaritano. No tiene coherencia. Debes practicar más si deseas ahorrarte explicaciones incómodas.
—¿Qué haces en mi casa?—siseó, haciendo toda fuerza de voluntad para recuperar su valor como credibilidad.
—¿Así recibes a tus invitados?
—Tú no eres bienvenido en esta casa. —dijo entre dientes, aparentando en el acto sus puños hasta que sintió como sus uñas se encarnaban en su piel.
—Tu mamá no está de acuerdo.
El corazón de Cora dio un vuelco al escuchar esto, y siendo poseída por la ira de hace una noche, avanzó a grandes zancadas hacia él y alzó su mentón para así mirarlo a los ojos y encararlo.
—¿Que le hiciste? ¿Alguno de tus trucos mentales para obligarla a que dejara entrar? Te juro que como le hayas puesto un dedo encima...
Sin embargo, Cora no pudo completar la oración, pues en ese momento pudo escuchar como su mamá descendía las escaleras y se dirigía hacia el encuentro de la rubia y el pelinegro; éste último claramente disfrutando el poder que tenía sobre Cora de sacarla de sus casillas.
Enarcando una de sus cejas, Damon reto silenciosamente a la joven para que terminase su amenaza, más ella tuvo que conformarse con tensar sus labios en una fina línea y apartarse de él bruscamente para así otorgarle su mejor cara a su mamá en cuanto la vio dirigirse hacia ella con aire alegre, vistiendo, efectivamente, su uniforme de sheriff.
—Me alegra que te haya alcanzado. Siento que no te veo ya lo suficiente—comentó Lydia, depositando un afectuoso beso sobre la frente de su hija y dándole un breve abrazo, dónde, como toda madre protectora, se aseguraba de que estuviera ilesa—. ¿Cómo está Elena? Tu papá me dijo que estuviste con ella.
—Ella está bien, los Gilbert están todos bien. —dijo, mirando de reojo a Damon para que él pudiera captar igualmente el mensaje, cosa que él reaccionó formando una mueca y conteniéndose para no poner los ojos en blanco.
Lydia, recordando entonces la presencia de su invitado, alternó sus ojos entre él y su hija, sintiéndose apenada por no haber hecho las presentaciones formales.
—Oh, Damon, perdóname. Ella es mi hija, Cora, de quién te estaba hablando. Cariño, él es Damon Salvatore, el hermano de Stefan. Te dije que Mystic Falls era pequeño pero lleno de sorpresas gratas.
Cora no pudo ignorar la sensación amarga que la invadió al escuchar la familiaridad y afecto con el cual Lydia hablaba de Damon, como si ya fueran amigos cuando en realidad ella debería estar sacando su arma y apuntándole con ella por todas las muertes que cargaba tras de si. Aquello tenía que ser un mal chiste. Tenía que serlo. No había forma de que su mamá y Damon ya fueran amigos.
—Perdón—carraspeó, completamente anonadada por recibir semejante bienvenida en su propio hogar. Lo que quería ahora mismo era echar a patadas a Damon de su casa, no solo por los asesinatos que cometió, sino porque veinticuatro horas atrás él casi la asesinaba en el bosque, y ahora debía hacer un gran esfuerzo por ser educada ante su mamá y tratarlo como una persona ordinaria—. ¿De dónde se conocen, exactamente?—inquirió con genuina curiosidad, pero aparentando su temor por debajo de una sonrisa educada.
—El primer día de tus clases yo estaba sola en casa terminando con las cosas de la mudanza. Damon estaba pasando en ese momento y me ofreció ayuda. Lo invité a pasar y amablemente me brindó su ayuda desinteresada por el resto de la mañana hasta que fui a recogerte. Lo volví a ver cuándo el cartero me traía una correspondencia de Chicago y lo invité a tomar un poco de café.
—Le decía a tu mamá que mi hermano y tu van en la misma escuela, y que, de hecho, Stefan ya me había hablado de ti, pero hasta ahora no tenía el placer de conocerte. Eres idéntica a tu madre, debo decirlo—se volvió hacia Lydia con una cautivadora sonrisa que hubiera sido envidiada por la realeza. No había un atisbo de soberbia como era costumbre—. Se parecen demasiado.
—Es por la baja estatura—dijo Lydia—. Cora se parece más a su padre.
Cora apenas podía salir de su asombro. No podía dar crédito a que ella estaba ahí mismo, en su propia cocina viendo cómo Damon se comportaba como el hombre más encantador, cautivando a su mamá y haciéndole difícil a Cora poder decir algo en su contra, como que era un asesino.
¿Cómo es que jamás supo que Damon estuvo antes en su casa y que ya conocía a su mamá? Tenía que ser una especie de mal sueño. Tal vez seguía en el bosque, con Stefan, y se había quedado dormida en el auto mientras el conducía de vuelta. Pero no era así. Damon en verdad se había ganado la aprobación de Lydia, quitándole credibilidad a Cora en un futuro de poder acusarlo cómo la criatura más vil de la tierra.
—Damon, me apena mucho, pero debo irme, o la sheriff Forbes me hará dar explicaciones si llego tarde.
—No se preocupe, señora Beckham. De hecho, yo también debo retirarme. Stefan seguramente no tarda en volver a casa y apuesto a que querrá hablar conmigo respecto a su da.
Cora iba a vomitar en cualquier momento ante tanta cortesía. Quería golpear al Salvatore en la cara hasta romperle la nariz, aunque fuera por unos cuantos minutos antes de que sanara por sí mismo. No quería seguir escuchando a su mamá llamando al azabache con afecto y respeto. Él no lo merecía.
Deseosa por tenerlo fuera de su casa, Cora se ofreció en acompañarlo a la puerta en cuanto él se hubo despedido con un beso en la mejilla de Lydia. Juraba que después de ver eso tendría pesadillas por el resto de su vida.
—Eres bienvenido cuando lo desees, Damon. —le ofreció la invitación Lydia cuando ambos jóvenes salían de la cocina. Cora casi tropezaba con sus propios pies al oír esto, y Damon, como era de esperar, sonrió ampliamente, mostrándose de lo más complacido por esto.
—Tenga por seguro que tomaré su oferta, señora Beckham. —aseguró, sonriendo como el mismo diablo.
Cora, sin ser capaz de soportar todo ese montaje un minuto más, avanzó a grandes zancadas hacia la puerta y la abrió de par en par, haciendo un gran esfuerzo para no tomarlo del cuello de su camisa y lanzarlo a la calle cómo un perro sarnoso.
—Dios, quita esa cara. No te favorece ese ceño fruncido. —le dijo él, deteniéndose enfrente de ella, renuente en poner todavía un pie afuera en el pórtico.
—Casi me asesinas. —rememoró con amargura.
—Tu fuiste la que entró a mi casa como una loca amenazándome—se encogió de hombros—. Solo devuelvo el favor. Si sabes todo sobre mi, entonces entenderás que hace años los caballeros hacían eso.
—No, tú entraste mucho antes aquí a mi casa, el mismo día que te conocí. Sabías quién era yo, pero fingiste no hacerlo—le miró con repugnancia—. Eres un psicópata.
—¿Son tus palabras o las de Stefan?
—Hablo por mí misma, no por él—dijo—. Casi muero anoche, Caroline pudo morir igualmente, y Vicki puede hacerlo porque tú la mataste tras darle de tu sangre. Acabas de ponerla en una encrucijada y quién debe limpiar tu desastre es tu hermano ¿Es que no tienes vergüenza? ¿Cómo te atreves a venir a mi casa y hacerte amigo de mi mamá después de que me chupaste la sangre?
Damon entrecerró sus ojos y rio sin gracia alguna por lo bajo.
—Es curioso que lo menciones, porque resulta que yo no soy el único aquí con secretos—chasqueó la lengua—. La chica rubia de Chicago llega a Mystic Falls solo porque su padre no tiene trabajo—suspiró—. Linda historia, pero sabemos que es solo un cuento para callar la curiosidad de los demás—una sonrisa de suficiencia cruzó por sus labios, haciéndole ver cómo alguien que tenía información privilegiada que nadie más poseía—. Tú mamá me contó, a voluntad propia, aclaró, algo muy interesante el primer día que la conocí. Acerca de tu salud.
La sangre de Cora se heló apenas lo escuchó completar la oración. Sus huesos le calaron pese a que no había una corriente de aire, y podía apostar a que su corazón verdaderamente se había detenido por un microsegundo, pues el aire le faltaba.
Al ver que tenía toda su atención, Damon se regocijo de ello y se tomó unos cuántos segundos en continuar con su brillante monólogo que tenía reservado para un momento como ese, y así tener asegurado el silencio y cooperación de la joven Beckham.
—Resulta ser que por casualidades de la vida yo cargaba con un botiquín de emergencias, uno que solo los hospitales poseen. Ella sació mi curiosidad y me contó acerca de tu historial clínico. Puede comprobarlo anoche al probar tu sangre—arrugó su nariz—. Quédate tranquila, no pienso hacerlo de nuevo. No eres para nada apetitosa gracias a tu condición. Sin ofender, claro.
Los oídos le zumbaban, sus piernas parecían que estaban por fallarle y temió por caer al suelo a causa de su aturdimiento. Había sido cautelosa, y ahora resultaba que por una caja de mudanza Damon Salvatore era conocedor de su enfermedad, y él estaba más que dispuesto a contárselo al pueblo si ella se atrevía en desvelar la identidad de los vampiros. Esto la horrorizaba, pero también le provocaba náuseas.
—No te atrevas a amenazarme—dijo en voz baja en compañía de un gruñido causado por la indignación por lo bajo que habían caído ambos al hacerse esas amenazas—, porque estoy segura de que mi caída dolerá, pero la tuya será peor.
—No lo dudo, pero debes saber que estoy dispuesto a contárselo a tus amigos como tú le digas a tus padres o algún adulto
—Adelante. Tengo menos que perder que Vicki. Ella está condenada y gracias a ti.
—Por favor, Cora—puso los ojos en blanco mientras resoplaba—. Pensé que serías menos sentimental. Ni siquiera conoces a la chica.
—No, pero tengo humanidad, algo que tú, a diferencia de tu propio hermano, ya no posees hace mucho tiempo.
—Sé cómo funciona esto—replicó el azabache, mostrándose aburrido de esa conversación—. Ella me lo agradecerá.
Cora enarcó una de sus cejas y bufó.
—¿Así como tú se lo agradeciste a Katherine?
El rostro de Damon fue como ver una obra maestra digna de estar en un museo, donde Cora pudo alcanzar a vislumbrar los primeros esbozos que estaban conformados por el dolor que significó aquella mujer en su pasado, el cómo él lidió con su nueva vida inmortal, para después abrir paso a la ira, melancolía, añoranza, y rencor. Fue como admirar una tempestad que se escondía en aquellos fríos ojos azules que, posiblemente, muy en el fondo aún conservan un atisbo de humanidad. Porque aún sentía algo hacia a Katherine. Ya fuera amor u odio, había sentimientos involucrados.
Tal vez la esperanza con Damon aún no estaba del todo perdida como Stefan pensaba. Tal vez él aún podía ser salvado.
Y se sentía una completa idiota por solo pensar esto. Pero si algo había aprendido ese día, era a no juzgar a las personas, o en este caso, a los vampiros.
—Veo que te contó toda la historia.
Cora tragó saliva al verlo apartar su rostro, percatándose de que hacía un esmero por recuperar su sonrisa socarrona, aunque lo hizo con gran esfuerzo.
—Lo suficiente. —musitó. Aquello hizo que Damon riera por lo bajo con cierta amargura que hizo estremecer el alma de la rubia.
—Lo dudo.
Damon finalmente puso un pie fuera de la casa, pero cuando Cora estaba ya dispuesta a cerrar la puerta en cuanto el abandonara por completo su hogar, el azabache giró sobre sus talones y le dedicó una mirada que podía verse en parte como una burla, así como una advertencia.
—Un consejo. Tú mamá debería empezar a tener cuidado a quienes invita a pasar.
Sin decir más, él mismo cerró tras de sí la puerta, dejando a una abrumada Cora que no sabía si gritar, llorar o solo esconderse bajo la calidez de su cama y no salir jamás de ahí.
Apenas podía procesar todo lo que acababa de suceder. Damon y Stefan habían sido invitados a pasar por su mamá, lo que significaba que dos vampiros podían entrar y salir a sus anchas de su casa. Vicki podía morir, y ella misma era una especie de reencarnación de una estrella de Hollywood muerta. Sin contar que Damon sabía de su leucemia y no dudaría en usar esa carta como ella diera un paso en falso.
¿Desde cuándo un pequeño pueblo era más conflictivo que la preparatoria o la sala de urgencias de un hospital?
Mientras maldecía en su interior a Katherine por haber transformado a los hermanos Salvatore en vampiros, Cora escuchó como su mamá salía de la cocina y terminaba una llamada telefónica.
—Damon y Stefan son los chicos más agradables que haya conocido—comentó a su hija con una inocente sonrisa que estrujó el corazón de Cora, pues su mamá era totalmente ingenua a lo que ambos hermanos escondían detrás de esas sonrisas encantadoras y buenos modales—. Me sorprende que todavía existan chicos como ellos.
Cora consiguió asentir con su cabeza débilmente y tragar saliva con dificultad.
—Tú padre y yo pensábamos en organizar una cena para convivir. Invitaríamos a los Gilbert, naturalmente, pero también me gustaría añadir a los Salvatore ¿Qué te parece?
A pesar de la terrible idea que era, y que era sugerir el peor escenario posible para todos los involucrados, comenzando por Damon, Stefan, Elena y la propia Cora, la joven Beckham se obligó a sonreír pese al pánico que la invadió ante la sola imagen de esto que sugería su madre.
—Es una gran idea, mamá.
No tenía idea de que esa sería la primera de muchas mentiras que estaría por decirle a ella o a su padre.
LUCIE HERONDALE SPACE
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I'm alive! Honestamente no he estado en mis mejores días y esto afecta a mi creatividad. He tenido algunas complicaciones referente a mi salud mental. Algunos días tengo buenos días y aprovecho para escribir. Afortunadamente creo que ya llevo una buena racha y tengo el propósito de publicar el 31 de este mes porque sigue el capítulo con temática de Halloween así que quiero aprovechar.
Entre Damon y Cora hay lo que parece ser una guerra fría donde no se atacarán el uno al otro pero tampoco las cosas están en paz, lo cual ya veremos cómo evoluciona. Igualmente veremos qué sucede referente a Cora y por qué parece ser inmune a la compulsion. Y no olvidemos de que Lydia, quién tiene la misión de proteger a Cora del peligro, ya dejó entrar a su casa a dos vampiros. Nótese la ironía en esto jajaja
Los quiero mucho! Nos leemos pronto ♥️
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