Capítulo 16. En La Boca De Lobo
Un escalofrío recorrió su espalda en compañía de sudor frío pegado en su frente cuando Cedric cerró tras de ellos la puerta de su casa y le echó llave por dentro.
Sin decirle nada, el pelirrojo le indicó con un gesto de su mano que fuera escaleras arriba, las cuales estaban a menos de cuatro metros ante la puerta. Se percató de que las escaleras no eran tan diferentes a la casa de Elena, así como el color de las paredes. Era algo más clásico, de la época victoriana. De hecho, de los pocos muebles que alcanzó a vislumbrar, algunos parecían tener más de cien años debido al desgaste de la pintura y de que algunas partes tuvieron que ser restauradas.
Al llegar a la segunda planta, Cora caminó hacia la única habitación de dónde provenía luz. Los padres de Cedric, según de lo poco que le dijo el pelirrojo durante el trayecto, habían salido a cenar, dejando prácticamente a solas a Cedric durante gran parte de la noche.
Todas las puertas estaban pintadas de un color beige, pero cuando Cora entro a la única que era alumbrada por una solitaria lámpara, entendió que ese lugar era el santuario de Cedric. La cama era lo primero que uno veía apenas se entraba. El colchón estaba cubierto por un edredón azul marino y fundas que cubrían las almohadas del mismo color. La cabecera no era muy grande, y por tanto se podía apreciar la ventana cuadrada que había detrás de la cama y sus cortinas blancas.
Junto a la cama, al lado derecho, había un librero blanco que estaba repleto de comics y libros clásicos como de fantasía y ciencia ficción. En la pared del lado derecho de la puerta había dos grandes libreros blancos que, igualmente, guardaban una gran colección de comics, figuras coleccionables de Star Wars, Star Trek demás, como de algunos cuadernos viejos. Diarios.
En la pared contraria había un escritorio del mismo color de los libros con una computadora, impresora, una laptop que se estaba cargando, así como una lámpara plateada donde la bombilla descansaba bajo una cúpula blanca que simulaba tener el diseño de la luna. Era una habitación totalmente diferente a la de Jeremy, no era del típico chico de preparatoria, pero tampoco demasiada sobria. Solo era la esencia de Cedric plasmada en cada uno de los muebles y paredes que confirmaban dicho cuarto.
No fue hasta que Cora volvió a posar sus ojos en la cama cuando reparó en que ésta ya era ocupada por alguien más. Elena.
La chica Gilbert estaba hecha un ovillo y parecía estar ya en el séptimo sueño con Morfeo. Cora no podía ver bien lo que vestía ya que Cedric la había arropado con una manta amarilla. A juzgar por su aspecto, ella no había pensado quedarse dormida ahí. Pero por la taza que descansaba en la mesa de noche que estaba al costado izquierdo de la cama, se podía decir que Elena ni siquiera había estado cansada veinte minutos atrás.
Cedric, al ver qué Cora miraba con sorpresa a Elena, carraspeó y se rasco con nerviosismo la nuca.
—Estaba muy alterada. Tenía miedo de que se fuera de aquí en ese estado. Sería mi culpa si la dejaba marchar así.
—La drogaste. —fue lo primero que salió de su boca, realmente sin pensarlo demasiado.
—No. La calmé, es diferente.
Claramente buscando evadir el dar explicaciones sobre por qué Elena Gilbert estaba dormida en su cama, Cedric rodeó a Cora para sentarse ante su computadora y abrir un archivo que ya tenía designado.
—¿Recuerdas al hombre que te confundió con alguien más en el Grill?
—Si ¿Cómo olvidarlo? ¿Qué tiene que ver eso? Cedric, tengo muchas preguntas y hasta ahora solo añades más a la lista y no me das ni una sola respuesta.
—Cora, solo necesito que veas esto. Después te prometo que la mayoría de las preguntas que tienes serán respondidas.
—¿Qué es eso?—pregunto, mirando con recelo el vídeo que Cedric había abierto en la computadora. La imagen era a blanco y negro, y el escenario que se podía alcanzar a ver mostraba que se trataba de una escena de crimen.
—El señor que conociste el otro día es abuelo de una amiga de Caroline. Tikki. Nada agradable, por cierto. Elena y yo lo encontramos hoy en el auto lavado y le preguntamos con quién creyó confundirte a ti y a Stefan el otro día. Dijo que se parecen demasiado a dos personas que conoció hace tiempo cuando él fue huésped de los Salvatore. En 1953.
—¿Qué? Pero....
—Cora, solo ve el video. Por favor. Es mejor que sepas ahora antes de que algo más suceda.
Cedric se veía realmente pálido, la angustia se veía reflejada en sus ojos color avellana cada vez que la miraba, como si temiera que alguien o algo se la fuera a llevar delante suyo y ser incapaz de salvarla. Nunca antes había visto a Cedric, o a alguien más, tan alterado como en ese momento. Y lo que fuera que lo tuviera así, Elena también lo había visto y fue por ello que Cedric tuvo que tomar la medida de sedarla por un tiempo.
Sus manos se envolvieron alrededor de la correa de su bolso, el cual sentía más pesado por causa del reloj. Un reloj que no sabía ya si en realidad pertenece a los Beckham, o que tal vez ella había hurtado y se había condenado a una vida como criminal.
Recordó el incidente en el Grill, en la mansión Lockwood, sus pesadillas recurrentes, aquel lazo invisible que sentía que la unía a los hermanos Salvatore, el acontecimiento en el partido de fútbol, su brazo; todo eso le había generado preguntas que había estado intentando ignorar. Pero ahora que Cedric la había llevado hasta ahí para darle la promesa de que ese vídeo que tenía en su computadora le daría algunas de las respuestas que requería, sabía que no podía desperdiciar esa oportunidad. Necesitaba saber. Además, ella confiaba ciegamente en su amigo pelirrojo, y si él le insistía en ver ese vídeo, por su semblante sabía de qué no se traba de ninguna broma.
Cedric se levantó de la silla para darle espacio a Cora cuando vio que ella se aproximaba a paso cauto, como si ella estuviera encerrada en una jaula y el león indomable fuera esa computadora. ¿Que esperaba encontrar ahí? ¿Respuestas? Si era así ¿Qué tipo de respuestas? Y más importante ¿Estaba preparada para saberlo?
Esa pregunta tal vez la hubiera repetido en su cabeza más veces de saber que cuando reprodujo ese vídeo cambiaría para siempre el rumbo de su vida.
Su mano condujo al mouse para que la flecha de la computadora reprodujera la cinta vieja transformada en formato de video, y sus ojos azules no se despegaron ni por un solo instante de la pantalla, prestando atención a todo lo que sucedía.
Era un reportaje del verano de 1953 de Mystic Falls dónde se informaba de un asesinato de un hombre provocado por un animal salvaje. La víctima era Joseph Salvatore. En el reportaje no se dice como murió, pero Cora no tiene por qué escucharlo para saberlo: una mordida rápida pero eficiente en el cuello, tal y como había estado empezando a suceder durante los últimos días.
—¿Ese es el sobrino?—pregunta el reportero al camarógrafo, a lo cual él parece asentir y prosiguen a mostrar un acercamiento a la entrada de la casa. La imagen se ve modificada, y es que se hizo una gran ampliación que Cedric debió haber editado momentos atrás.
Aquel plano amplificado dejaba ver a un chico adolescente en compañía de una joven mujer de notoria baja estatura considerando de que ella ni siquiera alcanzaba a rozar la altura del hombro de su pareja. Pero esto no parecía importar, ya que ella tenía un porte grácil cómo imponente al mismo tiempo, otorgándole del mismo modo una imagen que podía causar admiración o terror, dependiendo la situación y la persona.
Aquella chica tenía su cabello largo y de tonalidad clara. Rubia o pelirroja, Cora no podía saberlo bien. Sus cejas eran espesas más eso acentuaba sus facciones y hacía resaltar sus ojos, y su rostro redondo se veía perfectamente cuidado a pesar de su imagen que intentaba verse desarreglada, pero por alguna razón incluso un saco de papas le luciría como un vestido de alfombra roja. La mirada de aquella mujer se posó en la cámara cuando le susurró a su pareja que volvieran al interior, y él le hizo caso sin rechistar. Para cuando la mirada de aquella joven mujer se clavó en el lente de la cámara para mirar a cada espectador con soberbia y altanería, como si ella fuera la única persona en saber el mayor secreto de la vida y no pensaba revelarlo a nadie, Cora tenía sus ojos cristalinos y sus labios, así como cada centímetro de su cuerpo, empezaron a temblar. Conocía a esa mujer perfectamente, así como a su pareja.
Era Stefan Salvatore, y esa mujer era ella.
¿Cómo podía ser eso posible? Las personas nacen, crecen, envejecen y mueren. Así funciona el ciclo de la vida. Era lo que hacía que vivir fuera todavía más preciado, donde nadie sabe cuánto tiempo tendrá y por tanto busca vivir lo mejor posible y así atesorar cada momento vivido cuando se llega al final de la meta.
La magia, la inmortalidad, el mundo sobrenatural; todo eso era únicamente formado por la mente humana para crear un mundo ficticio dónde poder escapar, creer en lo imposible cuando se estaba harto de la vida mundana monótona, pero no era real. No tenía coherencia alguna. ¿Cómo era posible que alguien no envejeciera ni un solo día? ¿Y por qué los vivos se parecían a los muertos hasta el punto de asemejarse a sus cuerpos reencarnados, pero con otra alma, más teniendo el rostro de un ángel, o un demonio?
Sus manos se sacudían como maracas cuando Cedric se sentó delante suyo y con delicadeza le ofreció una taza de chocolate caliente. Cora ni siquiera se dignó en darle un sorbo, pero sostuvo la taza con todas las fuerzas que le quedaban. Necesitaba sentir algo real a lo cual sujetarse antes de perder su mente.
Su corazón latía con fuerza, su cabeza parecía dar vueltas con cada latido desbocado de su corazón, provocando así que si cuerpo se viera asaltado por espasmos intermitentes. A pesar de que las ventanas estaban cerradas y no había una sola corriente de aire, Cora sentía que sus huesos estaban calados por un frío crudo que la envolvía.
—El abuelo de Tikki nos habló acerca de Stefan—estaba diciéndole Cedric tras un momento de pausa donde él la ayudó a bajarse de la silla para sentarse en el suelo de madera. Su voz era suave, hablándole con cautela, como si ella en cualquier momento decidiera saltar por la ventana y cometer una locura—. Elena y yo quisimos investigar un poco, y conseguimos esa grabación. En base a eso investigué un poco más. Stefan y Damon Salvatore han existido desde la era de los padres fundadores. Al menos fue la primera vez que dejaron una huella en Mystic Falls. Desde esa época, cada vez que ambos hermanos están en Mystic Falls, hay asesinatos con animales salvajes de por medio. En Junio de 1953 el presunto tío de ambos, Joseph Salvatore, murió tras ser atacado por un animal salvaje.
Cora se estremeció, más no dijo nada. No podía hacerlo. Su cuerpo parecía haberse paralizado, y su boca era incapaz de formular algún sonido o palabra. Su propia mente se encontraba en blanco. Fue como si hubiera recibido una granada y ahora todo era un mar confuso de humo donde no sabía que creer.
Ante su silencio, Cedric titubeó antes de continuar.
—Estella Hart, también conocida como Estella Sherwood....
—Yo no soy esa mujer. —dijo finalmente, y para su propia sorpresa su voz se escuchaba firme y un tanto a la defensiva.
—Lo sé.
—No, no lo sabes—alzo su voz, y como reacción la taza de chocolate caliente tembló entre sus manos—. Esa mujer es idéntica a mí, ella fue novia de Stefan. Estella no solo es su exnovia que existe desde hace media década, sino que es idéntica a mí. ¡Somos idénticas! La estatura, el cabello, la nariz, labios, ojos. Por dios, hasta las cejas las tenemos iguales. Dime, Cedric ¿Cómo puedes saber la explicación a qué yo me parezca a una chica muerta?—su voz tembló—. Si es que está muerta.
—Yo...
—Soy la hija de André Beckham y Lydia Shade—clamó, aunque no sabía si lo decía para convencer a Cedric de ello, o tal vez a sí misma—. Tengo memorias desde mi infancia, una infancia que no se remonta a 1940. No puedo ser esa chica—un sollozo se escapó de sus labios al recordar la mirada frívola que su doble le dedicó en aquel video—, y aun así la veo y sé que es mi cara, mi cuerpo—su voz salió ahogada—. ¿Cómo puedo ser y no ser esa mujer del vídeo?
—No lo sé. No encuentro una explicación al por qué son idénticas físicamente. Pero sé que tú no eres ella.
Cedric se puso de pie y tomó del escritorio los papeles que Cora había visto más no prestó demasiada atención.
—Estella no solo fue una aficionada al mundo de Hollywood—dijo una vez que Cora tuvo los papeles en mano y volvió a sentarse en el lugar que había ocupado, alternando de este modo sus ojos en Cora y en los papeles que la rubia sostenía—. Ella llegó a la altura de Elizabeth Taylor, y posiblemente hubiera alcanzado más de no ser por qué murió.
La primera página corroboraba todo lo que Cedric le había dicho. Era una especie de entrevista que se publicó en una revista en 1951, donde la entrevistada era la gran revelación del año: Estella Sherwood.
—Nació con el apellido Hart—explicó Cedric lo que él ya había investigado con anterioridad—. Se hizo novia de un guionista que trabajaba en una serie de televisión que, si bien no era la gran sensación, tenía sus puntos favorables. Estella empezó como maquillista, y de ahí interpretó a una extra en la serie donde trabajaba su pareja de aquel entonces. Apareció con pequeños roles en la televisión, y después en el cine, hasta que obtuvo su gran protagónico en la adaptación de la novela Emma. A pesar de su baja estatura y de que era claro que no era británica, fue alabada por la crítica. Su carrera despegó desde entonces y no paró hasta que fue asesinada en un callejón en Octubre de 1954. Su vida y carrera fueron como el tiempo de vida de las supernovas.
Cora, quién apenas podía escuchar lo que su amigo le decía a causa de un zumbido de sus oídos, sostuvo una fotografía que abarcaba cada centímetro de la hoja tamaño carta, donde se podía apreciar a Estella.
En aquella fotografía a color se le podía ver usando un vestido sin mangas con un escote V color escarlata provocador, pero sin perder la elegancia, resaltando de este modo sus ojos azules a pesar de que el color del vestido los hacia ver más grises. En su cuello descansaba un collar de diamantes, y su cabellera rubia caía en una bella cascada de rizos sobre sus hombros mientras que ella posaba para las cámaras. No parecía hacer esfuerzo alguno para esforzarse, ya que las cámaras parecían hacer su trabajo para complacerla a ella, y no al revés, como era en la mayoría de los casos.
Era como verse a sí misma estando en dicha foto, y a la vez contemplaba a una perfecta desconocida.
—¿Por qué me parezco a ella?—preguntó entre sollozos—. No quiero ser Estella Sherwood. No lo soy.
Cedric, sin decir nada, probablemente porque no había palabra alguna que se pudiera decir para semejante situación, hizo a un lado su taza de chocolate, así como la de Cora, quién la había depositado ante sus pies, y se acercó a la rubia para abrazarla y acariciar su espalda a modo de consuelo y apoyo.
Cora ni siquiera sabía porque estaba llorando. Tal vez porque su cara era idéntica al de una actriz de Hollywood muerta, o porque esa mujer fue la novia de Stefan y Damon, o era el hecho de que todo eso sucedió hace más de medio siglo.
—¿Qué son ellos, Cedric?—preguntó a media voz.
—Creo que lo sabes.—respondió él débilmente, ya que él mismo tuvo el mismo conflicto minutos atrás, más ya había aceptado los hechos. Ahora era tiempo de que Cora lo aceptara.
—No puede ser—negó contra su cuello para acto seguido esconder su rostro en el hombro de su amigo a modo de protección de sus propios pensamientos—. No existen. No son reales.
Pero eso era lo que todos se decían cuando se despierta de una pesadilla que parece tan real que posiblemente no tienen idea de que la vivirán en carne y hueso en los próximos días. Todo aquello que era negado resultaba ser cierto, pero nadie quería ver la verdad porque significaba que había más cosas desconocidas que no se podían controlar.
Vampiros.
—¿Cómo sabías que estaría en casa de Jenna?
Cora y Cedric se habían sentado ante los pies de la cama, hombro con hombro, y miraban sin interés alguno la puerta color beige que estaba cerrada para evitar que los padres del muchacho escucharan su conversación si es que llegaban de improvisto a la casa.
Ambos, tras calmarse un poco y en donde el pelirrojo hizo todo en su mano para consolarla y apaciguar sus nervios, habían decidido cambiar un poco de lugar y, ya que Elena seguía dormida y no podían salir a la calle a hablar de la existencia de vampiros y de gemelas idénticas a pesar de no tener ninguna relación, habían optado por sentarse en el suelo y usar la base de la cama como respaldo.
Ciertamente Cora ya ni quería darle demasiadas vueltas, probablemente porque de momento ya no había más de que hablar con la excepción de un tema que aún quedaba abierto y que tenía una relación con el tema central de todo ese conflicto.
Cedric, ante su pregunta, soltó un suspiro e hizo una mueca que demostraba incertidumbre.
—Cuando Elena y yo llegamos nos encerramos aquí. Salí en un punto dado para buscar algo en la habitación de mis padres. Ellos pensaron que seguía aquí adentro, y por lo tanto los escuché hablar con la mamá de Caroline. Mencionaron a Logan, y al reloj. Dijo que Logan se había cansado de que alguien más lo recuperara, y él tomaría acción esta noche. Al no verte en casa recordé que mencionaste aquel reloj y de inmediato supe que estarías ahí.
—¿Qué tiene de valioso ese reloj? ¿Por qué Logan querría una reliquia de mi familia?
—Cora—titubeó—. No creo que ese reloj pertenezca a los Beckham.
—¿Cómo dices?
Cora inmediatamente se puso tensa y su espalda se irguió todavía más para mirar con su ceño fruncido a Cedric.
—¿Insinúas que mi padre me mintió?
—No. Tal vez él escuchó mal la historia—se apresuró en decir—. Sé que tú padre es un hombre honrado, no lo juzgo. Pero ¿Por qué ese reloj es tan importante? Tres de las familias fundadoras lo querían esta noche, y ese reloj estaba en casa de Elena, quién pertenece igualmente a una familia fundadora—se mordió el labio inferior—. Creo que ellos también sospechan que los vampiros existen y ese reloj puede ser la clave.
—No tiene sentido ¿Por qué mi padre querría este reloj para encontrar a los vampiros?
Ni siquiera podía decir está última palabra sin sentir un poco de escepticismo ante la idea de que el vampirismo era cierto. Y resultaba ser que ella estaba peligrosamente comprometida con dos de los vampiros que asesinaron a muchos inocentes y les desveló a cada uno varias de sus intimidades.
—¿Por qué su única hija se parece a la gran Estella Sherwood?—contraatacó—. Tu padre te ama, eso es claro—se encogió de hombros—. Tal vez él lo supo de hace tiempo y solo quiere mantenerte a salvo. Él era el mejor de la clase, según me dijiste. Es un hombre que se dedica a las antigüedades y es muy perspicaz. Puede que sus intereses sean diferentes a los de Logan. Cómo sea, mi tío es un hombre deshonrado y sé que él no debe tener ese reloj si es que es tan valioso como creo que es.
Cora farfulló. Su papá jamás le mentiría, pero tal vez él quería ese reloj porque sabía algo que los demás no. Cedric tenía razón, él siempre fue un hombre inteligente y amante de la historia. Posiblemente no quería cazar vampiros, pero tampoco dejaría que un objeto de gran valor cayera en las manos de alguien como Logan Fell. Sin embargo ¿Cómo saberlo? Cora podía volver a casa ahora mismo y entregar ese reloj y fingir no conocer a los Salvatore. Pero también podía averiguar por su cuenta lo que hacía tan especial a ese reloj.
—Dices que tus padres siempre han creído en lo sobrenatural—rememoró ella—. ¿Tus tíos, los Fell, van incluidos?
Cedric asintió con la cabeza con gran pesar, como si esto fuera su propia marca de Caín, su maldición, con la que debía vivir por siempre solo por ser un Williams en Mystic Falls.
—Mis padres son amigos de los tuyos—tragó saliva—. Dudo que mi papá desconozca lo que hace este reloj.
El semblante del pelirrojo se ablando al ver cómo la ojiazul se abrazaba a sí misma y su rostro se contraía en una mueca de dolor.
—Cora...
—No sé ya que pensar, Cedric—musitó—. Es demasiado. Hace una hora mi único problema era ser reportada cómo ladrona, ahora ni siquiera sé si mis padres también creen en vampiros, o peor, si es que han visto a uno de frente y han intentado asesinarlo—se estremeció—. Mi papá es el hombre más bueno, nunca ha matado a nadie. Ni siquiera a una polilla. Y mi madre puede ser estricta, pero jamás demostró ser creyente de lo sobrenatural. Y aun así, sabiendo esto, me encuentro dudando sobre ellos. Me pregunto si saben que soy un clon de Estella, si ya conocían a Stefan y Damon y nunca planearon contarme al respecto...—jadeó—. Siento que estoy corriendo a oscuras y ya ni siquiera sé a dónde voy o por qué empecé a correr.
» No puedo evitar preguntarme que tan parecida puedo ser a Estella, si mi mamá supo esto, si mi padre en realidad es dueño de este reloj o lo quiere para algo más y solo me usó para obtenerlo. ¿En verdad conozco a mis padres? Yo no sabía que crecieron aquí hasta hace unos meses. No sabía nada de sus vidas como adolescentes hasta hace poco. Solo sé su historia de amor, más no conozco nada más. Los vampiros son reales, y dos de ellos amaron a una mujer que tuvo el mismo rostro que yo tengo. Es como si despertara de un sueño y esto es mi realidad, y no sé cómo volver a tomar el control como cuando las cosas eran sencillas. Por dios, anoche cené con Stefan y ahora resulta que puedo ser su cena cuando él lo deseé. Es como si ayer hubiera sucedido hace diez años.
Quería pensar que todo era un sueño. Que nunca abandonó Chicago, que despertaría en su antigua habitación o incluso en el hospital, pero al menos nada de lo que estaba sucediendo era real. Sin embargo, sabía que no podía seguir engañándose. Ignorar lo que acontecía no lo haría desaparecer. Sentía que toda su vida se desmoronaba, no sabía ya que era cierto, si algo de lo que pensó era verdad o parte de una farsa donde ella fue un títere.
—¿Elena pudo haber estado en peligro cuando fueron novios?—preguntó a media voz cuando la morena se removió en la cama y murmuraba palabras intangibles entre sueños.
—Quiero pensar que Stefan no la vio como su presa—dijo Cedric, y verdaderamente quería hacerlo—. No sabemos qué quieren los hermanos Salvatore con este pueblo. Quiero decir, ¿Por qué regresar por tercera vez cuando tienen historial detrás suyo? No entiendo esa parte. ¿Por qué arriesgarse? Damon da la impresión de ser alguien impulsivo, pero cuando lo desea creo que su mente es fría y calculadora.
Cora no dijo nada. Su mente nuevamente se encontraba lejos de ahí, rememorando todas las veces que Damon se apareció ante ella en la noche y sin testigos. Tres veces pudo matarla, dos de esos encuentros ocurrió un ataque donde Vicki sobrevivió y Tanner murió. ¿Por qué dejarla viva? ¿Acaso quería divertirse un poco y torturarla por parecerse a Estella? ¿Stefan dejó a Elena porque Cora era idéntica a su exnovia?
El miedo se vio reemplazado entonces por la rabia, pues todo apuntaba a que ella fue manipulada todo ese tiempo por Damon y Stefan. Ambos quedaron destrozados por Estella, y ahora querían devolverle el favor por medio de Cora. Ella solo fue una muñeca que planeaban desechar. No la querían drenar de sangre, sino de amor.
—¿Quieres cenar algo?—la voz de Cedric la devolvió al presente y meditó su pregunta. Ciertamente no volvería a su casa, no hasta obtener lo que quería.
—¿Qué hay de Elena?
—Creo que el té dejó de hacer efecto y ella está dormida por la misma fatiga. Estará bien. —dijo más que convencido.
—Algo ligero, por favor.
—¿Aceptas pizza de microondas? Es todo lo que sé hacer además de un tazón de cereal y huevos revueltos.
—Pizza está bien.
—Vuelvo enseguida.
Cedric marchó de la habitación, dejando así la puerta entreabierta, permitiéndole a Cora ver cómo bajaba al primer piso y escuchó cómo sus pasos de alejaban, internándose a la cocina. Fue cuando la rubia se quitó el calzado y sin perder un solo segundo bajó las escaleras con sus botas en mano y abandonó la vivienda de los Williams para dirigirse a su destino sin mirar atrás.
Decir que tenía un plan, o que al menos estaba usando el uso de razonamiento, sería mentir con descaro. Cora Beckham no tenía idea de lo que estaba haciendo. Estaba dominada por la ira y buscaba respuestas como lo hacía un niño al correr en el bosque creyendo que encontrará una cabaña hecha de dulces como en Hanzel y Gretel, sin tomar en cuenta a la bruja que los asesinaría.
Caminó por las calles de Mystic Falls, la mitad estando descalza y la otra mitad ya con sus zapatos nuevamente protegiendo sus pies, con rumbo a la casa de los Salvatore. No se detuvo en admirar la antigua fachada, o la cuerda que colgaba junto a la puerta a modo de timbre. Ni siquiera se tomó las molestias en tocar. Cómo un huracán que irrumpe sin avisar, Cora prácticamente arremetió contra la puerta de madera que pesaba el doble que ella, más por la adrenalina apenas y se percibió la diferencia de peso, e irrumpió en la residencia con paso firme y sujetando con sus pálidas manos la correa de su bolso, donde albergaba lo único que podía garantizarle salir de ahí con vida.
El interior de la casa estaba totalmente a oscuras, por lo que no podía distinguir con claridad las zonas de la casa o ver si al menos había alguien ahí. La única iluminación que se hacía presente en aquella noche de cielo nublado eran dos lámparas que se situaban en una mesa de madera junto a la puerta, con un espejo colgando de la pared por encima suyo.
La casa no parecía haber sido remodelada en un largo tiempo a juzgar por la paleta de colores sobrios y el excedente de muebles de madera que fueron creados desde la época victoriana. Era como entrar en un espacio de tiempo diferente, hacia el pasado. Porque era lo que les recordaba a los vampiros la época a la que originalmente pertenecían, pero lograron desafiar al tiempo y seguir con vida.
Tensando su mandíbula como cada músculo de su cuerpo, Cora se obligó en avanzar unos cuantos pasos por el pasillo y dirigirse a lo que creía que era el salón de la residencia. Al menos pensaba que lo era por la silueta de la chimenea que se alcanzaba a apreciar desde la entrada pese a la falta de luz.
Sus pies avanzaron cautamente, pero con firmeza sobre el suelo de madera alfombrado. Podía estar en la boca de lobo, pero no estaba dispuesta a dejar esto ir tan fácilmente. No pensaba irse a la cama esa noche y fingir que nada de lo que sabía ahora era real.
Uno, dos, tres, cuatro pasos. Al quinto paso que dio la madera emitió un débil quejido bajo sus pies, pero fue lo suficientemente alto como para que se hiciera escuchar por cada muro de la casa. Estuvo por dar otro paso más, cuando algo más crujió a sus espaldas.
Contuvo el aliento. No iba a mostrarse cobarde.
Impulsada por la ola de sentimientos agresivos que se habían apoderado de ella, Cora se volvió desafiante hacia la puerta, solo para ver cómo esta se había abierto en su totalidad y de la noche emergió un cuervo, el cual entró a la casa y voló en dirección hacia la rubia. Fue cuando ella gritó y como primer instinto se cubrió la cabeza y se agachó para esquivar al ave de plumaje negro.
Rápidamente volvió a incorporarse, pero cuando alzó su mirada se encontró con los ojos azules de Damon que brillaban de diversión como de eficiencia por algo que Cora desconocía. Sin embargo, está vez ella no gritó. Sin pensarlo demasiado ella reaccionó a modo de defensa y tomó el primer objeto que encontró al alcance y lo estrelló contra Damon para así rodearlo y adentrarse todavía más hacia la casa, quedando lejos de la salida.
Sus manos se encontraron con la chimenea, y cuando giró sobre sus pies para mirar en la dirección donde había dejado a Damon, él seguía en el mismo sitio, dándole la espalda, sin darle oportunidad a la rubia de saber qué era lo que él debía estar pensando.
—Vaya—fue lo primero que le escucho decir al azabache—. ¿Sabías que ese jarrón era más antiguo que la casa? Ahora está arruinado, así como mi chaqueta—chasqueó la lengua—. Era mi favorita.
Damon finalmente se giró para verla, pero al ver a Cora estando contra la chimenea y de percatarse cómo su pecho subía y bajaba rápidamente, provocando la producción de sudor frío en su frente, sus labios se curvearon en una sonrisa más macabra y sus ojos azules adoptaron una tonalidad más oscura que hicieron sentir escalofríos a la rubia.
Ante ella estaba el verdadero Damon Salvatore, sin usar máscaras y sin necesidad de fingir más.
—Me tienes miedo—observó él, avanzando con paso calmado hacia donde ella estaba, deteniéndose de vez en cuando para mirar con desinterés algunos de los objetos decorativos que había a su alrededor—. Eso quiere decir que lo sabes. ¿Cómo?
—¿Interesa?—preguntó mordazmente pese a que su corazón latía desbocado por el miedo que no podía controlar al ver cómo Damon se acercaba más y más hacia ella, como un depredador a punto de atacar a su presa. Estaba jugando con ella, medía su temor para saber si la asesinaría rápido o tal vez lento—. Aléjate de mí. —siseó, más Damon tomó esto como incentivo para seguir acercándose.
—¿Qué pasa? Entraste aquí muy decidida y ahora estás como un gatito asustado. Vamos, Cora. No quiero que esto sea breve. Empezaba a creer que teníamos una comunicación especial.
—Eso era lo que tú querías ¿No? Para que yo fuera su reemplazo.
Ante la mención de esto, el semblante de Damon se ensombreció y toda burla que había se desvaneció por completo.
—Dime—sacó de su bolso la hoja que tenía la imagen de Estella impresa y se la mostró a Damon, colocándola igualmente como escudo para así ganarse más tiempo—. ¿Por qué me parezco a tu ex que te rompió el corazón?
Damon le arrebató bruscamente aquella hoja y, tras dedicarle lo que parecía ser una mirada asesina, posó sus ojos azules en la fotografía de la que fue su amada y permaneció en silencio por un largo tiempo que causó inquietud en Cora. No fue hasta que la hoja de papel resbaló por los dedos del Salvatore y sus ojos azules con un destello salvaje y amenazador se clavaron sobre el rostro pálido de ella, arrebatándole de este modo el aliento.
—¿Qué quieres que te diga? No lo sé.
—No te creo nada.
—Bueno, ese es tu problema ¿No?—espetó con frialdad—. Tú eres la loca que vino aquí, a la casa de unos vampiros sola y sin un plan. Asumo que no tienes un plan porque ni siquiera tienes un vehículo para intentar huir.
—Stefan me dijo que te habías ido del pueblo—dijo con voz inflexible cuando él hizo ademán de cortar toda distancia que había de por medio entre ellos dos—. ¿Por qué dijo eso si sigues aquí?
Aquella pregunta pareció complacerlo, pues le dedicó una de sus sonrisas socarronas.
—Digamos que mi hermanito me quiere lejos e intentó deshacerse de mí, pero yo tengo planes diferentes a los suyos. Planeo quedarme por un tiempo.
—¿Sabías que yo me parecía a ella y por eso volviste?—retomó entonces el tema central por el cual tuvo el impulso por ir hasta ahí y encarar a los hermanos Salvatore—. Tú y Stefan ¿Lo sabían y quisieron cobrar venganza creyendo que yo era Estella?
Damon puso sus ojos en blanco y suspiró con cansancio.
—Cora, discúlpame. Eres linda, te pareces a Estella, pero no todo se trata de ti. Hasta hace una semana yo no tenía idea de que existías.
—Si eso es verdad, si no sabías nada de mi ¿Me vas a negar que no pensaste en usarme cuando viste que soy idéntica a Estella? Quisiste besarme ¿Recuerdas?
—¿Por qué habría de importar eso ahora?
Cora tragó en seco al darle otro sentido más perturbador a aquella interrogante.
—¿Me matarás?
—Si no te callas me veré tentado en hacerlo—bufó—. Tú voz en serio me está irritando.
—No me vas a matar—realizó entonces—. Pudiste hacerlo antes, y no lo hiciste. Y no lo harás ahora.
—No me tientes. Tengo esta reputación de cambiar de opinión en el último segundo y hacer algo totalmente inesperado.
Damon avanzó dos pasos más, haciendo que la distancia entre ambos se redujera a menos de medio metro. Tomó uno de sus mechones rubios y lo sostuvo entre sus dedos como si aquella cabellera rubia fuera lo más exquisito que él hubiera visto jamás. O tal vez por qué le recordaba a alguien más.
Sintiéndose asqueada por eso último, Cora se apartó de él con brusquedad y se abrió paso en dirección hacia donde estaba la puerta.
—No me toques—siseó—. No quiero que lo hagas por qué sé que solo la ves a ella. Quieres hacerlo a pesar de todo el daño que te hizo. Quieres que yo sea Estella—alzó su mentón, desafiante—. Pero quiero que recuerdes esto, porque te juro que nunca más lo volveré a repetir: yo jamás seré Estella Sherwood.
Cora se dispuso en marcharse de ahí, ya que no se sentía cómoda estando a solas con Damon cuando ella lucía idéntica a su exnovia, y aparentemente él no le diría nada del por qué eso era siquiera posible. Sin embargo, Cora apenas avanzó dos pasos cuando sintió como dos brazos fuertes como el hierro la envuelven y era atraída hacia el pecho de Damon.
—¡Suéltame!—bramó ella, esforzándose por no entrar en pánico, más esto era difícil recordando que los vampiros atacaban a sus víctimas por el cuello, y estando en esa posición Damon tenía completo acceso a esa zona de su piel.
Pero por más que ella forcejeara, él no parecía siquiera inmutarse por sus pataleos o gritos.
Cuando creyó que Damon estaba preparado para clavar sus colmillos en ella y beber su sangre, pensando que estaría a punto de morir en brazos de Damon Salvatore y de que todo el mundo creería la mentira de que fue otra víctima atacada por un animal salvaje del bosque, una fuerza sobrehumana tomó a Damon y lo obligó en soltarla, lanzando del mismo modo a Cora al suelo alfombrado.
La rubia escuchó tras de sí gruñidos que podían asemejarse al de dos humanos, así como al de criaturas salvajes. Con movimientos torpes, Cora consiguió incorporarse y se volvió hacia la chimenea para encontrarse a Stefan intentando, en vano, someter a Damon para que éste no hiciera una imprudencia.
Los ojos azules de Cora se encontraron con los verdes de Stefan, y solo por un segundo ella se llegó a preguntar si en verdad él era capaz de ser un monstruo que chupaba la sangre. Pero toda duda que pudo tener hacia el hermano menor de los Salvatore se disipó como la niebla cuando vio cómo debajo de sus ojos alcanzaban a asomarse sus venas rojas carmesí y de su boca se vislumbraban sus colmillos.
Cora retrocedió unos cuantos pasos más, pero sus pies se vieron incapaces de moverse cuando un escalofrío recorrió su espalda cuando Damon se soltó del agarre de Stefan y lucía con el mismo aspecto: sus rostros de vampiros. Su verdadera naturaleza.
Horrorizada al pensar de qué convivió con el enemigo, asustada por su propia vida, así como irritada consigo misma por no ser capaz de huir como una persona en su sano juicio haría, Cora se quedó estática en el sitio donde sus pies se habían plantado como las raíces de un árbol y encaró a ambos hermanos. A pesar de que ella era una presa fácil en ese momento, era más su orgullo lo que le impedía marchar, pues necesitaba respuestas, y temía que después de esa noche no podría saber por qué era una especie de clon de Estella Sherwood.
—Cora...—comenzó a decir Stefan, más ella le interrumpió.
—Ustedes dos solo me usaron como una sustituta de su último amor—acusó—. ¿Por qué volvieron a este pueblo? ¿Qué es lo que tanto buscan si ya tienen un historial detrás suyo? Tienen cien años de vida, tal vez más, dudo que en ese tiempo no hayan aprendido a cómo ser cuidadosos. ¿Qué es tan importante por lo que siguen aquí?
Ninguno de los dos dijo nada. Gracias a lo oscuro que estaba, Cora apenas podía ver sus rostros, pero, a juzgar por la postura rígida que habían adoptado, no parecían dispuestos a decir una sola palabra. La rubia suspiró con un atisbo de tristeza como decepción y extrajo de su bolso el reloj de los Gilbert. Por primera vez desde que los había conocido, los hermanos Salvatore la miraron como si ella fuera la primera persona en hacer algo totalmente inesperado, tomando una delantera que la misma Cora no era capaz de apreciar gracias a la vendetta que cubría sus ojos.
—No sé para qué sirve esto—confesó entre dientes—. Pero conozco personas que esta noche intentaron obtenerlo, y por lo tanto saben lo que este reloj hace. No diré a nadie quienes son, pero a cambio deben irse de Mystic Falls, donde ya han hecho suficiente daño en estos días, y jamás volver. O de lo contrario entregaré este reloj a manos más capaces. —amenazó.
—Cora—llamó Stefan con gentileza, como si estuviera intentando calmar a un caballo rabioso, sin poder anticipar lo siguiente que haría la rubia—, sé que es mucho que procesar, pero, por favor...
—¡Basta!—bramó, las lágrimas picaban sus ojos al recordar lo que vivió la otra noche, en cómo le abrió las puertas de su casa, de su alma, y él solo la usó con fines de diversión—. No hay nada que puedas explicar, Stefan. Me vieron la cara de tonta por una semana. ¿Es que querían usarme para después hacerme lo que Estella les hizo? ¿Cuándo pensaban decirme que soy una copia de ella? No solo eso. Vicki, Tanner—nombró—, y otros inocentes. Gente murió por su egoísmo, y Vicki pudo resultar herida de gravedad. Debería entregar este reloj ahora mismo, pero lo último que quiero es crear un alboroto y hacer de Mystic Falls un escenario de cacería de Halloween donde ustedes que matarán a más inocentes con el fin de escapar ilesos.
Cora volvió a guardar el reloj en su bolso, y cuando devolvió sus ojos azules hacia el par de hermanos, vio como Stefan no parecía dispuesto a negarse a algo que ella le dijese, mientras que Damon estaba en una clase de conflicto interno a causa de que Cora estaba amenazando con destrozar sus planes y no sabía que paso dar. La joven Beckham había cambiado las reglas del juego para ambos vampiros.
—Solo quiero una vida normal—dijo a media voz—. Tal vez no recuerden lo que es ser humanos, pero hay personas que no tenemos la eternidad para equivocarnos y remendar nuestros errores. Y no quiero tener nada que ver con el mundo de ustedes, pero no me quedaré de brazos cruzados si ustedes siguen aquí para mañana al anochecer.
Dictada su última palabra, Cora se dispuso en marchar de ahí. Pero cuando su pie izquierdo se deslizó sobre el suelo alfombrado para poder girar su cuerpo y caminar hacia la salida, Damon Salvatore recurrió a la única carta que tenía a su alcance para intentar ganar esa partida, y sin aviso previo corrió a una velocidad más rápida que una bala en dirección de la rubia.
—¡Damon, no!—rugió un fúrico Stefan ante las intenciones homicidas de su hermano mayor.
Cora gritó y como acto de reflejo ante un inminente peligro, se encogió sobre su lugar y con sus brazos se cubrió su cara y cuello...pero el impacto jamás llegó. Al menos no para ella.
Emergiendo de la nada, una barrera se interpuso entre ella y el azabache, catapultándolo contra la chimenea y dejándolo aturdido a causa de aquel golpe sorpresa.
Cora, jadeante, miró con incredulidad aquel muro que parecía ser de cristal y que emitía una débil luz color azul.
Sus ojos admiraron cada centímetro de aquel muro. Era de un delicado grosor, no podía superar los dos centímetros, y, a juzgar por el movimiento que emitía la luz, no era del todo consistente. Daba la sensación de que en cualquier momento desaparecería, más portaba la fuerza necesaria como para repeler a un vampiro.
Su mirada azul zafiro entonces se encontró con los ojos verdes de Stefan, quién le dedicó una mirada que dejaba ver que estaba igual o más sorprendido que ella por eso, como si no pudiera dar crédito a lo que presenciaba. Damon, por su parte, estaba maldiciendo ya por lo bajo y parecía estar recuperando el aliento como alguien que acababa de ser arrollado por una camioneta.
Cora, sabiendo de que Damon volvería a intentar ir a por ella, miró una última vez a Stefan antes de echar a correr como alma que lleva el diablo. Abandonó la residencia a toda velocidad, tanto como le permitían sus cortas piernas al menos, y corrió por el patio hasta verse a si misma ante dos direcciones, donde una la llevaría de regreso a la civilización dónde podía pedir ayuda, mientras que el otro camino la llevaba directo al bosque.
Pensando solamente en que ella no traía un vehículo consigo, y de que las posibilidades de que Damon quisiera cazarla en cuanto aquel muro mágico desapareciera, supo que no podía ser predecible, por lo que guio a sus pies con dirección al bosque y se internó en él, procurando seguir la ruta que creía ella que la llevaría al vecindario más cercano que se encontraba cercas de la residencia Salvatore. Pero, claro, una vez que se adentró entre los árboles y arbustos, el sentido de orientación le falló al no conocer del todo bien la zona y solo corría a ciegas en búsqueda de su supervivencia. Cómo Blanca Nieves, quién corrió por el bosque oscuro hasta perderse.
Solo que ella no tenía posibilidades de encontrar simpáticos enanos que la ayudasen, sino unos hambrientos y enfadados vampiros.
Apartaba de su camino cada rama de árbol que veía, corría sin ver el suelo irregular que pisaba, y tomaba vueltas que los árboles le obligaban a dar sin tener idea a dónde se dirigía gracias al cielo nublado que le daba una carente luz natural, y aquella que alcanzaba a colarse de entre las nubes era bloqueada por la copa de los árboles más altos y frondosos.
Siguió corriendo un largo tramo más, hasta que su pie se enredó con la raíz de un árbol y la hizo tropezar y caer de bruces sobre la tierra.
Entre jadeos a causa de haber corrido lo que no había hecho en meses, Cora consiguió volver a levantarse solo para arrepentirse en el acto cuando sus ojos se encontraron como los ojos inyectados de sangre de Damon Salvatore.
La rubia soltó un alarido y buscó retroceder nuevamente a pesar de que no tenía idea de dónde estaba. No obstante, en esta ocasión no fue lo suficiente rápida. Damon la atrajo hacia sí empleando fuerza bruta, haciendo sentir a Cora que en cualquier momento sus doscientos seis hueso se quebrarían. A pesar de sus gritos y súplicas, Damon la tomó presa entre sus brazos y clavó sus colmillos en su cuello, succionando rápidamente su sangre.
Cora soltó varios jadeos mientras sentía como la sangre abandonaba a una velocidad alarmante su cuerpo. Sus manos, las cuales se habían colocado en los hombros de Damon al intentar soltarse de él, cayeron inertes hacia su costado. Sus párpados empezaron a pesarle cómo si varios hilos tirarán de ellos hacia abajo.
Moriría. Moriría como una de las víctimas de Damon Salvatore abandonada en el bosque. Sus padres quedarían devastados, Cedric y Elena probablemente serían los siguientes blancos al saber la existencia de los vampiros.
No. No podía ser su final.
Sus labios temblaron cuando intentó pronunciar una última súplica, y fue entonces cuando sintió como una fuerza sobrehumana se interponía entre el vampiro y la joven Beckham, lanzándolos a ambos por igual. Cora rodó sobre sí misma e inmediatamente llevó su mano hacia su cuello ensangrentado en un intento desesperado por no perder más sangre.
La rubia, sabiendo que no conseguiría escapar de ahí sin ayuda, buscó el cierre de su bolso para tomar su celular y pedir socorro a Cédric. Sin embargo, cuando sus débiles y temblorosas manos tomaron la correa de imitación de cuero, las ramas de los árboles empezaron a moverse a causa de una gélida brisa que envolvió el lugar, levantando de la tierra húmeda las hojas caídas. Y como ellas un susurro juguetón voló a través de los árboles, acariciando los oídos de la ojiazul.
—Cora.
Era una voz femenina. Su voz apenas era audible, pero Cora podía asegurar de que aquella mujer debía estar sonriendo burlesca al pronunciar su nombre.
Cora abrió sus ojos como platos cuando su vista enfocó mejor, y vio como Damon había acabado inconsciente a más de cinco metros de distancia suya, y en medio de los dos se había formado un gran anillo de hollín, y del centro se podía ver cómo chispas azules amenazaban con crear una flama de fuego y con ello iniciar un incendio.
Incrédula ante lo que veía ante sus ojos, Cora retrocedió sobre si con la intención de apartarse de aquel círculo como de Damon. No obstante, al ir de espaldas ella no vio hacia donde iba, y terminó atravesando dolorosamente las ramas de los arbustos y lo siguiente que supo es que cayó rodando por una colina hasta caer sobre un montón de hojas secas bocabajo.
Hizo intento de ponerse en pie y seguir avanzando para salir del bosque, pero estaba agotada. La pérdida de sangre y la adrenalina vivida la habían hecho terminar exhausta, y solamente quería cerrar sus ojos. Solo por un momento, no dormiría demasiado.
Solo necesitaba descansar por un minuto.
Sus párpados cedieron y cerró sus ojos, sus sentidos se fueron adormeciendo, y lo último que supo fue que a lo lejos todavía se escuchaba como las hojas se arrastraban por la tierra y las chispas débiles que revoloteaban en el aire estaban por iniciar un fuego incontrolable.
LUCIE HERONDALE SPACE
.
.
.
Not me escribiendo la escena del bosque en plena tormenta eléctrica. Se los juro, el jueves yo andaba yo bien tranquila escribiendo en el celular, y que de repente cae un trueno, se va la luz, el cielo se nubla hasta el punto de que parecía de madrugada cuando era plena tarde... Y yo seguí escribiendo la escena como si el cielo no se estuviera derrumando. A eso le llamo ambientación del momento jajaja
¿Cómo están? ¿Ya todos volvieron a clases hoy? Como yo regresé hace cuatro semanas les puedo decir que no todo es tan malo. Al menos tienen excusa para estar más tiempo en la computadora si acaban sus tareas. ¿Cómo creen que saco tiempo para escribir?
Bueno, Cora ya sabe de la existencia de los vampiros e intentó amenazar a los hermanos Salvatore, pero Damon es Damon. Es raro verlo de brazos cruzados, sobre todo en esa temporada. Esto está por descontrolarse.
Perdón por dejarlos con más preguntas que respuestas, pero les prometo que el próximo lunes sin falta tienen el siguiente capítulo porque yo tampoco aguanto la espera jajaja. Ademas, si seguía escribiendo el capítulo iba a extenderse hasta veinte mil palabras. No bromeo. El siguiente capítulo promete ser más largo que éste.
PD: ¿Captaron la referencia de Cora golpeando a Damon con un jarrón? Sé que pocos lo harán pero, oigan, soy HerondaleNefilim, tenía que hacerle honor a mi nombre jeje. El que entiende entiende.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top