Capítulo 14. Bella Italia

—Entonces ¿No vamos a hablar de lo que sucedió en el Grill?

Cora se quitó de su cabeza la toalla húmeda y terminó de secarse el cabello mientras que miraba el celular que descansaba sobre su tocador recién instalado.

—¿Hay algo que se pueda decir? Ni siquiera yo sé que ocurrió ahí, Cédric.

Después del incidente en el Grill con aquel hombre que la miró como si ella fuese una aparición semejante a los fantasmas de Scrooge, Cora había llegado a casa con Stefan, quién estuvo inicialmente callado durante el trayecto. Pero cuando ella llegó a su casa el menor de los Salvatore se dignó en dirigirle la palabra apenas ella abrió la puerta del vehículo dispuesta en bajarse y tratar de olvidar aquel suceso.

—Cora—había llamado él con su voz tranquila y aterciopelada que siempre le generaba escalofríos a la rubia—. Preguntarte si estás bien es algo estúpido. Pero tampoco debes prestarle demasiada atención a esto.

Cora había estado a punto de dar una respuesta vaga, sabía que debió de haber hecho eso. Pero no fue así. Ella, en un impulso por su lado sensible, una vez más se dejó expuesta ante Stefan como cual libro abierto. Era una de sus debilidades cada vez que estaba ante su presencia; no era capaz de pensar razonablemente y solo seguía a sus sentimientos como una bomba de tiempo que explotaría en cualquier momento mientras más tiempo se quedase con Stefan.

Pronto su lengua comenzó a soltar todo lo que solo le contaba su diario, y lo miró a los ojos cómo si él fuese su salvación, así como su perdición. Era contradictorio, pero eso era justo lo que sentía cada vez que lo veía.

—¿Sabes? Desde que llegué a Mystic Falls nada de lo que planeé ha salido como esperaba. Pero definitivamente no he tenido la vida tranquila que mis padres me habían prometido. La alcaldesa Lockwood me confundió con alguien más que dudo bastante que sea la madre Teresa a juzgar por su grito de horror. Y ahora este hombre al que nunca vi en mi vida me confundió con una chica muerta. No quiero sonar egocéntrica pero no es nada grato que te confundan con esa clase de personas.

» Y luego estás tú y Damon. Honestamente, Stefan, no te conozco. No sé nada sobre ti o tu hermano, y aun así consiguieron irrumpir en mi vida y dejar un caos que no puedo controlar. Pero sé que no puedo confiar en ti si no me dices quién eres. Sé cosas de ti, pero eso es por qué Damon me lo dijo, y dudo que algunas cosas sean ciertas. No sé si quiero que dos hermanos que tienen problemas entre ellos y que mantienen su pasado más protegido que una fortaleza sean parte de mi vida cuando lo único que quiero es tener un poco de tranquilidad.

Cora suspiró exasperada consigo misma y soltó un gruñido tras recordar cómo después de esto ella, avergonzada y acobardada por liberar cada uno de sus pensamientos y en compartírselos a Stefan ella saltó fuera del auto y corrió dentro de su casa. Definitivamente no había sido el cierre que ella había esperado tener para sacar a Stefan Salvatore de su vida, pero tal vez era lo mejor. Después de todo, como ella misma dijo, no lo conocía el realidad.

—¿Sabes quién era ese hombre?—le preguntó a su amigo pelirrojo mientras ella se cepillaba su cabello húmedo.

Tras su despedida abrupta con Stefan ella había tomado su medicamento y cayó dormida mientras intentaba hacer tarea de aritmética. Despertó a las cinco de la tarde para descubrir que su papá seguía en el trabajo y que su mamá seguía fuera de casa por qué había salido para hacer algunas compras para la cena de esa noche.

Sabiendo que no tenía sentido preocuparse por la aritmética cuando su cabeza solo conseguía reproducir una y otra vez los ojos azules de Damon y los ojos verdes de Stefan, la joven Beckham decidió que dejaría las cosas por la paz y se puso música en su estéreo que había conectado en la repisa que había sobre la cabecera de su cama y dejó la puerta abierta de su baño adjunto a su habitación para así tomar una ducha mientras cantaba a coro con la voz de Christina Aguilera. No fue hasta que salió del baño cuando vio que tenía una llamada perdida de Cédric, por lo que se la devolvió y ahora estaba platicando con él en el altavoz.

—No, no lo conozco. Es un pueblo pequeño, pero no tan pequeño.

—Ya entendí, lo siento. Pero no entiendo que sucede. Primero la señora Lockwood, y ahora este hombre. ¿Es que acaso sucede algo conmigo y yo ni siquiera lo sé?

—La gente se parece a otros. Solo mira a los famosos. Hay varios que se parecen, y no lo digo por las cirugías.

—Si, pero en mi caso la gente se asusta—señaló ella con cierta tensión en su voz—. Eso no consuela mucho. ¿Te gustaría que te mirasen como si fueras un personaje más aterrador que Freddy Krueger?

—No.

—Quisiera decir que no me preocupa esto, pero van dos veces en menos de dos días. No puede ser solo una coincidencia. Además, ese hombre también creyó conocer a Stefan de antes.

—Doppelganger.

—¿Qué cosa?

Cora se quitó la bata de baño y se puso su ropa interior mientras miraba con desconcierto su celular como si Cedric fuese capaz de verla a pesar de esto era imposible.

—Los dobles de otras personas. Es solo un mito, y no son exactamente parecidos exactos. Por ejemplo, tal vez en Holanda existe un chico parecido a mí pero con ojos marrones y la nariz más grande. Son detalles que nos hacen ver parecidos, pero no idénticos como en el caso de los gemelos—hizo una pausa—. Aunque—añadió para sí mismo.

—¿Qué?

Cedric permaneció en un silencio lleno de incertidumbre para Cora. La joven rubia estaba a punto de

—Nada. Solo debe ser eso que te acabo de decir. No tienes por qué mortificarte. La gente olvidará lo de hoy cuando mañana se lleve a cabo lo del autolavado. ¿Sabes cuántos imbéciles estarán detrás de las chicas en traje de baño?

—Espera ¿Eso se celebra mañana?

De no ser por qué estaba ocupada colocándose su vestido azul holgado ella seguramente se habría golpeado la frente con su mano. Caroline había repartido y se día volantes para promocionar el evento del lavado de autos que tenía como requisito llevar traje de baño. Cora sabía que debía ir a menos que quisiera tener problemas con la abeja reina, sin mencionar que se lo había prometido a Cedric ya que él no quería ir solo.

No obstante, no tenía idea de cómo asistir con una prenda que la haría exponer gran parte de su piel. No era como si no hubiera hecho esto antes, su preocupación era su brazo que, en teoría, debería de tener una larga cicatriz cuando en realidad estaba totalmente inmaculado.

—Con todo esto lo había olvidado—se excusó para así suspirar y empezar a trenzar su cabello—. ¿A qué hora es?

—Después de las diez de la mañana debemos estar ahí, si es que queremos lavar todos los autos y no quedar mal.

—Entiendo.

—Si te hace sentir mejor, a mí me emociona menos esto, pero es preferible hacerlo, así tendremos oportunidad de sacar alguna excusa para un evento más tedioso. Esto solo es diversión.

—Diversión con autos, jabón, agua, trajes de baño y adolescentes—chasqueó la lengua—. Si no supiera el contexto juraría que es la trama de una mala película de Hollywood que la gente ve en el cine por qué es la única función disponible.

Cedric rio al otro lado de la línea mientras que Cora terminaba de anudar la liga alrededor de su cabello trenzado. Buscó sus balerinas blancas, ya que no quería soportar el andar con plataforma en esos momentos, y cuando se puso su calzado prosiguió en colocarse unas cuántas gotas de loción corporal de lavanda en su cuello y las muñecas de sus manos.

—Como sea. También quería disculparme por salir de esa manera—se disculpó entonces la rubia—. Pero no me sentía cómoda con la idea de qué ese señor me estuviera mirando como si yo fuese un fantasma o algo mucho peor.

—No tienes por qué ofrecer disculpas. Lo cierto es que nadie puede entender lo que pasó, y es comprensible que hubieras preferido irte de semejante situación incómoda.

—Gracias. —exhaló como muestra de su alivio. La verdad era que había temido ofender a Cedric por irse de sin siquiera avisar, pero él tenía un gran corazón, y su capacidad de empatía no tenía límites, por lo que le resultaba fácil ponerse en el lugar de otras personas para entenderlas antes de juzgar como hacían los demás.

—Ahora ¿Qué sucedió con Salvatore?

—¿Stefan?

Cora casi se atragantaba con su propia respiración por solamente pronunciar el nombre del ojiverde que se adueñaba de gran parte de sus pensamientos.

—Si.

—Nada relevante—murmuró mientras agradecía en silencio por qué Cedric no pudiera verla en esos momentos, pues habría llegado a verla tan roja como un tomate—. Hablamos muy poco. Estuvo inicialmente callado y la despedida fue breve, sin decir nada más que formalidades—entonces frunció su ceño cuando un pensamiento vino a su mente—. A veces tengo la sensación de que él y su hermano son de otra época o mundo.

—¿Qué quieres decir con eso?—preguntó Cedric, y Cora apostaba a qué el pelirrojo se había incorporado de donde quiera que estuviera sentado y toda su atención se había volcado en ese tema que abrieron aleatoriamente.

—Stefan es demasiado educado para un chico de su edad o cualquier persona de esta época. Dudo que la misma familia real tenga dichos modales.

—Bueno, es claro que Damon no heredó dichos rasgos.

—No, pero ambos hablan en pasado lejano. Como si todo lo que cuentan hubiera ocurrido hace diez o cincuenta años, cuando solo tienen menos de veinte años.

—Perdieron a sus padres, tal vez eso hace que las personas maduren antes de tiempo, o que el mismo tiempo les sea ya indiferente—sugirió—. Para algunos los días solo son eso, no hay nada emocionante que les haga decir que un día en específico fue especial.

—Eso pensé—dijo la rubia con una mueca en sus labios—, pero no tiene sentido alguno para mí. Elena ha mostrado ser más madura para ser una adolescente, cierto, pero ella tiene un hermano menor del cual cuidar. Damon vive más despreocupado, como todo chico malo de las películas: siempre vistiendo chaqueta de cuero y haciendo destacar sus ojos azules al hacer contraste con su vestimenta oscura y cabello azabache, mientras que Stefan encaja con un personaje de las novelas de Charles Dickens con su voz suave y aterciopelada y el apropiado uso de vocabulario y modales. Demasiado para mi propio gusto.

—Los hermanos siempre son polos opuestos, pero...

—Ellos dos lo llevan al extremo. —completó la rubia en voz baja.

—Así que ¿Qué harás con los Salvatore?

—Lo mejor que puedo hacer es alejarme. No quiero problemas. ¿Sabías que sus dos exnovias murieron?

—¿Cómo?—preguntó de lo más extrañado, ya que esto no se solía escuchar a diario—. No, no sabía.

—Es una larga historia, pero, en resumen, esas dos chicas los separaron. Lo raro es que hablan de ello como si hubiera sido hace bastante tiempo. Stefan no tiene más de diecisiete, mientras que Damon no supera sus veintidós. Tal vez es un poco menor que eso. ¿Como es que Stefan tuvo dos historias de amor tan trágicas a una corta edad? Romeo y Julieta eran más jóvenes, cierto—añadió con un encogimiento de hombros—, pero era otra época, y todo era drama escrito por la pluma de alguien más.

— Viéndolo así, ahora entiendo tu preocupación y confusión. —reconoció el pelirrojo tras un silencio que se formó, dónde cada uno meditaba al respecto y hacia sus propias conjeturas.

—Tal vez solo estoy exagerando. —dijo ella con un largo suspiro.

—O puede que no.

—No me estás ayudando.—acusó.

—Oye, esto es como cuando cuentas la historia de la casa encantada: nadie más la cree, pero entonces la historia cobra vida por qué es cierta—se excusó él—. Además, me gustan los misterios.

Cora se mordió su labio inferior y suspiró para sus adentros mientras sacudía su cabeza y contenía un esbozo de sonrisa.

—¿Qué sugieres? —preguntó finalmente, sin verse capaz de resistirse más a la curiosidad. Abrió la puerta de su habitación y salió de ahí para bajar y ver si su mamá ya tenía preparada la cena.

—Tú déjamelo a mí, te llamaré si encuentro algo.

Con cada paso que ella daba al bajar los peldaños de la escalera de madera podía escuchar el sonido de un cuchillo partiendo lo que parecía ser alguna verdura. La joven ojiazul estaba por preguntarle a Cedric si él tenía planes para cenar, no obstante, ella se detuvo en seco al bajar la escalera cuando escuchó como su mamá se reía por el comentario que hizo una segunda voz que Cora no alcanzó a distinguir gracias a la música que se escucha del radio. Pero creía tener una idea de quién podía ser, y esto inmediatamente la llevó a tensarse y sostenerse del barandal como si fuese su único salvavidas.

—¿Cora? ¿Sigues ahí?—llamó su amigo al no oír su voz.

—Yo...—carraspeó—. Cedric tengo que colgar. ¿Pasas por mí mañana? Tengo la sospecha de que tendré mucho por contarte.

—Claro. Espera ¿De qué hablas?

—Te diré mañana—respondió apresuradamente—, lo prometo.

Finalizando la llamada, Cora avanzó un tanto vacilante hacia la cocina se su casa, pero en esos momentos más que sentirla como su casa, se sentía como una completa intrusa, y el trayecto que en esos días se le había hecho breve de las escaleras a esta zona del hogar se le hizo un de lo más largo.

Pudo distinguir el aroma de mantequilla, hierbas, cebolla y queso, así como el de un pescado al horno. Escuchó la alegre voz de su mamá en compañía de la voz de Phil Collins que sonaba de la radio.

El ambiente era un tanto alegre para ojos externos, pero para Cora era un escenario de lo más extraño, por no decir incómodo para ella teniendo en cuenta lo acontecido hace unas horas.

Cuando recargó su cuerpo contra la pared de la entrada de la cocina, se permitió alzar sus cejas y ahogar un jadeo de sorpresa tras reconocer a la persona invitada.

—¿Stefan?

Era una escena completamente irreal para ella, una que jamás habría imaginado ni estando bajo los efectos de la medicina. Su mamá traía puesta su ropa casual y cómoda con su cabello castaño recogido en un moño desordenado en compañía de un mandil de cocina y guantes que usaba para proteger la comida, pues ella insistía en que no importaba cuántas veces se podía llegar a lavar las manos, siempre había peligro de contaminar algún alimento, y con la condición de Cora, Lydia tomaba el serio toda medida de precaución.

Stefan, por su parte, estaba terminando de cortar la cebolla para dejarla en una charola que iba con destinatario al horno. Cora tenía la ligera impresión de que no todas las familias usaban a menudo el horno como los Beckham lo hacían por las noches.

—Cora—llamó Lydia sonriéndole afectivamente—. Stefan vino a buscarte, pero como estabas ocupada prefirió esperarte y se ofreció amablemente en ayudarme a preparar la cena.

—Pescado al horno con ensalada asada en compañía de pasta—anunció Salvatore con calma, como si el hecho de que estuviera en esa cocina fuese algo de todos los días para él—. Tu madre me dijo que la pasta es tu platillo favorito, y resulta que se me da bien la cocina, sobre todo este último platillo considerando que mi origen italiano lo exige. Tristemente hoy lo podré hacer yo mismo el queso mozzarella, ya que es de paquete de la tienda. Perdón por eso.

Hoy, pensó aturdida. ¿Acaso Stefan suponía que habría otra ocasión donde él aparecería en su cocina para preparar la cena? De no ser por qué su mamá la miraba ya atentamente como si buscase analizarla para saber quién era Stefan y que significaba para ella su presencia, Cora habría jurado que era otro de sus sueños demenciales. Pero no, estaba perfectamente despierta, y él está ahí, en su cocina moviéndose como todo un chef profesional.

Lydia terminó por cortar en rodajas las zanahorias y miró a los dos jóvenes, más Cora no pudo saber que pasaba por la mente de su madre, más habría dado lo que fuera para hacerlo, pues vio como ella parecía murmurar algo en silencio para sí misma y se despojó del mandil y los guantes.

—Debo irme—informó—. Liz no me perdonará si llego tarde. Tu padre no demora en venir—dijo esto a Cora para después volverse hacia el ojiverde—. Stefan, sé que sueno como una madre sobreprotectora, pero te encargo a Cora.

—Mamá. —se quejó la rubia mientras que se ruborizaba, pero Lydia prefirió ignorarla y clavó sus ojos avellana intensos en Stefan, como si le estuviera confiando el mayor tesoro.

Era comprensible, pensó la joven. Ellos dos eran adolescentes, Lydia no conocía a Stefan hasta hace menos de media hora y estaba por dejar a un completo extraño en su casa a solas con su hija. Viéndolo desde esa perspectiva era justificable su comportamiento de mamá sobreprotectora.

Pero Stefan, manteniendo su semblante calmo y voz aterciopelada que conquistar a cualquier persona, respondió que no permitiría que nada le sucediera a Cora mientras que André volvía a casa, así como también le agradeció por la hospitalidad.

Lydia, dándose por satisfecha con esa respuesta, besó en la frente a Cora deseándole buenas noches, pero para la rubia no paso por desapercibida la mirada fugaz que su mamá le dedicó. Ese tipo de mirada que decía silenciosamente que al día siguiente querría saber todo respecto a Stefan.

Una vez que Lydia se hubiera marchado, Cora se cruzó de brazos y avanzó dos pasos vacilante hacia Stefan, quién se volvió hacia la olla de agua caliente donde estaba hirviendo la pasta.

—Así que decidiste pasar por aquí y ayudar a mi mamá a preparar la cena—comentó ella con una media y falsa sonrisa—. No sé por qué, pero presiento que esa no es la verdadera historia, solo una tapadera—suspiró—. ¿Por qué viniste aquí en realidad, Stefan?

—Bueno, cuando una amiga te dice que no quiere saber nada de ti por qué no te conoce, creo que es justo, pero también merezco que me juzgues nuevamente al saber más de mí.

—Y viniste aquí solo para abrirte conmigo—bufó—. ¿No pudiste esperar hasta mañana?

—¿Habrías aceptado escucharme el día de mañana con la locura del autolavado?

Cora apretó sus labios y exhaló profundamente con la nariz.

—No. —admitió cabizbaja con una mueca que torcía sus labios carnosos.

—No quiero ser tu enemigo, Cora—dijo suavemente—. Pero si debo alejarme, permíteme defenderme. Después, si aún me quieres lejos de tu vida, lo aceptaré y no volveré a buscarte.

Cora suavizó su semblante al ver lo sincero que era. En verdad parecía dispuesto a mostrarse tal y como era ante ella. No había esperado jamás verlo de este modo: transparente y dispuesto a hacer todo lo que ella le pidiera.

—Bien ¿Algo de lo que dijo Damon era cierto, o solo lo hacía para fastidiarte?

—Katherine y Estella—nombró él, y a juzgar por el esbozo de sonrisa que pasó por sus labios, Cora supuso que al menos esas historias no eran falsas—. Empecemos con Katherine.

—¿Es relevante?

—Las personas que conoces tienen un gran impacto en tu vida. Bueno o malo. Se podría decir que Katherine revolucionó todo dentro de mí y me hizo ser una persona totalmente diferente. Tanto en vida como en su muerte.

—De acuerdo—tomó uno de los cuchillos que tenían para partir el pan y buscó una barra de éste para partir. No era que ella tuviese permitido comer alimentos con gluten, pero cualquier cosa por hacer le era útil para no perderse en aquellos ojos verdes que estaba considerando como su gran perdición—. Háblame de Katherine.

—Ella era la mujer más hermosa que jamás había visto. Su piel era tersa, y brillaba como lo hace una perla. Pero no por qué fuese blanca, sino por qué era algo natural, un brillo que no importaba si fuese de día o de noche, era imposible no reparar en ella. Su cabello era castaño con esos tirabuzones que enmarcaban cada facción de su rostro. No creo que fuesen naturales, pero definitivamente tampoco tenía cabello lacio, sino ondulado. Sus ojos tenían ese brillo único que parecía que veías las estrellas cuando ella reía, y su risa te hacía reír. Cada vez que la oía y jugábamos por ese jardín como niños sin preocupaciones inevitablemente yo ya estaba riendo junto a ella. Era encantadora, risueña...el tipo de persona que te hace sentir especial cuando posa sus ojos en ti.

Cora no pudo evitar esbozar una sonrisa al escucharlo hablar de esa mujer con tal pasión que solo un hombre enamorado podía llegar a evocar. Sin embargo, su sonrisa rápidamente se borró y se transformó en una mueca de incertidumbre y confusión cuando él prosiguió.

—Pero ella también era impaciente, egoísta, impulsiva y manipuladora. Sin embargo, yo estaba demasiado ciego para ver estos defectos. Hasta que llegó Damon.

Al nombrar a su hermano mayor Stefan cortó con más fuerza de la debida la cebolla, haciendo que Cora pegase un respingo en su sitio y tuvo que sostener su cuchillo con cuidado de que no se le cayera a causa del sobresalto.

—Damon decía haber visto antes a Katherine, afirmando que era la mujer de su vida. No tardó demasiado en ir tras ella. Descubrí tiempo después que ella siempre nos usó, pero lo supe después de que Damon y yo nos dijéramos cosas horribles e innombrables—exhaló—. Cometí muchos errores, Cora, y me arrepiento de ellos. Pero cuando supe lo que sucedía, ella ya había muerto, y fue demasiado tarde para enmendar esos errores. Quedó atrapada en ese incendio, y jamás la volví a ver. Solo me queda su memoria, y Damon, quién parece dispuesto a recordármela para atormentarme.

Stefan terminó de cortar la cebolla y prosiguió en buscar el sazonador de hierbas finas para las verduras.

—La extraño—prosiguió—. Eso no lo niego. Pero su muerte ya no me aflige y mucho menos me deja inválido para seguir con mi vida.

Cora asintió. Pero antes de decidir, antes de dejarlo entrar o echarlo ahora que todavía podía, necesitaba saber algo más.

—¿Y qué hay de Estella? ¿También la superaste?

—Katherine me dejó marcado—respondió tras un instante de silencio—, Estella me destrozó en muchos sentidos. Si había rastro de bondad en Katherine, me temo que Estella era peor.

—¿Qué fue lo que hizo?—preguntó ella sin poder entender por qué Estella Hart siempre quedaba como una villana ante los ojos de los hermanos Salvatore.

—Estella venía de una familia promedio de Chicago. Ella tenía sueños y aspiraciones como todos al ser adolescentes. Pero ella los llevaba al límite, siendo egoísta, cruel, y sin un toque de consideración, y jamás supo lo que es sentir culpa. Abandonó su hogar cuando consiguió un novio que trabajaba en la industria de la televisión como esos actores de reparto que jamás eran protagonistas o antagonistas. Pero ella solo lo usó para introducirse al mundo de la fama. Empezó desde lo más bajo, naturalmente, pero ella era lista, y la sed de éxito la hacía escalar tan rápido hacia arriba que se hizo de buenas amistades y amantes.

» Su belleza era diferente a la de Katherine. Katherine era alta, morena y esbelta, Estella era de estatura baja, extremadamente delgada, rubia y piel blanca como la porcelana. Su sonrisa era perfecta, arrebatadora, pero vacía. Sus ojos raramente expresaban algo, pero cuando creía ver atisbo de alguna emoción real, si es que eso tampoco fue actuado, veía a esa persona cálida que el mundo jamás vio en ella. Nos enamoramos, ella me hizo creer nuevamente el el amor.

—Y luego llegó Damon—completó con una amarga sonrisa—. Otra vez ¿Cierto?

—Estella fue más inteligente que Katherine, pero eso definitivamente no la vuelve mejor. Nos veía en diferentes lugares y horarios el mismo día, diciéndonos historias diferentes sobre quién era, siempre interpretando un papel diferente para cada uno, pero nosotros no éramos más que su juego de títeres. Su verdadero amor eran las cámaras, el dinero y el éxito. La vida fue para Estella el mayor de los escenarios, demostrando que, con cada persona, hasta con su familia, ella tenía diferentes papeles y jamás olvidó sus líneas.

Lo de Katherine parecía ser una historia trágica dónde ella podía ser una villana o heroína como Catherine Earnshaw, pero la historia de Estella era como un cuento de terror. El solo imaginar la existencia de una persona como esa era terrorífico.

—Recuerdo que antes de su muerte, Estella dijo algunas palabras hirientes a Damon. Las últimas que le dedicó. Fue después de confesar en televisión que me amaba. Damon le había recriminado que lo usó como a un títere, pero Estella, con sus nervios de acero, respondió que él fue más que eso. Que todas las mujeres de Los Ángeles querían tenerlo por su físico, y que ella no podía permitir que otra mujer tuviera a uno de los hombres más codiciados, por lo que tuvo que hacerlo suyo, más jamás lo amó. Eso terminó por destruir no sólo a Damon, sino también muestra la relación como hermanos.

El rostro de Cora se deformó en una mueca de horror como de lástima hacia Damon. Si ella misma se sentía dolida e indignada por oír semejantes palabras, nunca podría llegar a imaginar lo que significó dicho momento para Damon, quién amó a esa mujer que después se dedicó a destrozar su corazón.

—Por eso te odia. La mujer que él amó después de la decepción de Katherine destruyó sus ilusiones como el océano se lleva los castillos de arena. —comprendió entonces, y Stefan solo pudo asentir a esto manteniendo un semblante sombrío ante el recuerdo de Estella.

—Como dije antes, Estella solo veía por sí misma y por nadie más. Katherine cambió mi vida, pero Estella destruyó todo lo que Katherine no pudo.

Cora dejó el cuchillo sobre la tabla donde tenía el pan y se estremeció. Miró de soslayo a Stefan, quién parecía aguardar a que ella dijese algo, como que si fuera a pedirle que se quedase o se fuera. Si bien la historia que Stefan compartía con Damon con respecto a las dos mujeres que amaron y que los destruyeron por igual aclaraba algunas incógnitas del por qué Damon odiaba tanto a su hermano menor, esto no le daba suficientes respuestas a Cora sobre quién era en realidad Stefan. Esto solo era como leer el prólogo. Era algo superficial, que narraba una buena historia, pero estaba lejos de revelarle su alma.

No obstante ¿Ella que podía decirle? ¿Que lamentaba todo lo que ocurrió? Ninguna disculpa sería suficiente para aliviar el dolor por el que Stefan debió pasar con Katherine y Estella. Sobre todo, por qué ella jamás había estado enamorada, por lo que sería hipócrita decirle que entendía y que no debía por qué seguir lamentándose por las heridas del pasado.

Suspirando para sí misma, Cora rodeó la barra de la cocina para rodear al castaño y posicionarse frente al horno.

—Tal vez tus raíces Italianas te hacen un dotado en esto de la pasta—dijo con indiferencia—, pero resulta que la repostería es mi área. Déjame enseñarte, y ya decides tú que hacer.

Stefan dejó el cuchillo de lado y miró sobre su hombro a la rubia ojiazul, quién le estaba dedicando una media sonrisa fugaz para acto seguido darle la espalda y sacar de la alacena los hombres ingredientes necesarios para preparar un postre que ella tenía en mente. Aquello le arrancó un esbozo de sonrisa a Stefan que se fue expandiendo y terminó suspirando de lo más aliviado. Ella todavía no confiaba del todo en él, pero tampoco lo estaba echando. Le estaba dando otra oportunidad que él no podía desperdiciar.

El timbre del horno sonó alertando de que el salmón estaban listas. La pasta ya estaba casi lista en la estufa, tan solo faltaba preparar el pan de ajo, así como el postre y las verduras. Cora tomó los guantes de cocina y sacó la bandeja donde estaba el salmón envuelto en papel aluminio. Lo dejo sobre la barra donde Stefan había hecho espacio y prosiguió para meter las verduras.

—Así que eres un alma vieja amante de clásicos literarios—dijo ella con una sonrisa traviesa hacia el ojiverde—, pero tampoco rechazas la cultura pop.

En los últimos treinta minutos había aprendido todos los gustos literarios de Stefan, así como en música, televisión y cine. Resultaba ser que era un fan de Fitzgerald y de su obra maestra El Gran Gatsby, y disfrutaba todo tipo de música, pero su gusto en televisión y cine era bastante reducido en comparación de la literatura y música.

No estaba lista para aceptarlo, pues temía que algo pudiera empañar el momento perfecto, pero lo que prometía ser una noche incómoda estaba resultando ser un momento agradable para ella después de tanto drama que había vivido. Un momento de paz en compañía de una persona que empezaba a mostrarse tal y como era ante ella: un chico inteligente, sensible y que también poseía carisma.

—Se puede decir que soy atemporal—musitó él con un encogimiento de hombros—. Me gustan las cosas del pasado como la literatura, pero tampoco rechazo la moda de ahora o los celulares.

—Sería raro que no lo hicieras considerando que eres un adolescente. —bromeó ella y su risa lo contagió.

—Cierto.

—Mi mamá dice que soy un alma vieja—confesó ella mientras terminaba por servir la mezcla de pastel en el molde redondo—. Desde que tengo memoria poseo ésta afición por la literatura clásica, el arte, así como del ballet, y mostré interés por el piano a los seis años. Intenté el violín, pero me temo que fracasé terriblemente en eso—comentó con una risa al unísono con Stefan—. ¿Qué hay de ti? ¿Tocas algún instrumento?

—Puedo intentar tocar alguna que otra melodía en el piano—reconoció él—. Pero solo cosas pequeñas. Jamás llego más lejos del intermedio—abrió sus ojos exageradamente—. De hecho, considero un milagro seguir entonado para entonces.

Cora se rio a carcajadas por ello.

—Tal parece que no eres bueno en todo.

—Nunca fui capaz de aprender a tocar bien algún instrumento. Me apasionaba más el fútbol.

—Si, eso he podido ver—entonces su sonrisa se desvaneció al recordar aquella turbulenta nube gris que se cernía sobre Mystic Falls, más específicamente en el ámbito de la clase de historia y del equipo de fútbol, por lo cual no pudo evitar morderse su labio inferior y mirar titubeante al castaño—. ¿Cómo llevas lo de Tanner? Sé que no lo conocías, y que él no parecía tenerte mucho afecto, pero lo que sucedió fue horrible.

—Fue algo inesperado—dijo él seriamente—. Por suerte, el animal que lo atacó nunca más volverá a ver la luz del día.

Cora se estremeció y se acercó al horno para supervisar las verduras.

—Aun así, aunque mató personas y atacó a la hermana de Matt, es solo un animal ¿Por qué matarlo cuando pueden llevarlo lejos? Tal vez solo estaba asustado y su instinto le dice que debía atacar, así como nuestro instinto nos grita que debemos correr y pedir ayuda. Es parte de la naturaleza, al fin y al cabo. No es justo de que maten a un animal que intentaba defenderse.

—Es verdad que el animal que capturaron no tenía la culpa de nada—reconoció él tras meditar sus palabras—, más no hay nada que podamos hacer. Las autoridades ya sellaron su destino.

—Solo espero que no sufra demasiado—se lamentó en voz baja mientras sentía como un nudo se formaba en su garganta, a lo cual se sintió un tanto estúpida y miró sobre su hombro a Stefan con una media sonrisa a modo de disculpa—. Lo lamento—apartó nuevamente su mirada de él y se concentró en la puerta del horno, como si fuese lo más interesante que había en la cocina—. Soy consciente de que ese animal hizo mucho daño, pero quiero creer que era inocente.

—No creo que estés errada al pensar eso, Cora—musitó él, y probablemente era el calor del momento, ya que Cora creyó escuchar cierta culpabilidad en su voz, como si él fuese el que hubiera dictado la sentencia al animal que las autoridades había atrapado y señalado como el culpable de los ataques al pueblo. Por supuesto, esto solo eran ideas suyas—. No está mal pensar en que alguien es inocente. Es de humanos sentir y ver lo mejor de alguien, aunque sabes que tiene un historial de crímenes. Nunca está de más tener algo de esperanza cuando otros la pierden.

Cora giró en ese momento para volver a la barra y comenzar a limpiar los utensilios que ya no serían requeridos. Pero no había contado con que Stefan en ese momento también giraría sobre sus talones para preparar el pan de ajo, terminando así chocando mutuamente, llevando a Cora a tropezar con sus propios pies y caer en brazos de Stefan, quién ágilmente la sostuvo y ayudó a mantener el equilibrio, quedando de este modo tan cercas el uno del otro que la rubia podía sentir el aliento de Stefan mezclarse con el suyo, haciendo que cada centímetro de su piel se erizara. Su respiración se entrecortó cuando el agarre de Stefan se suavizó sobre su cintura, más no parecía dispuesto a soltarla, y ella tampoco quería separarse de él.

Sus ojos azules como el zafiro se encontraron con los ojos verdes de él. Era como si en silencio ellos estuvieran intercambiando palabras que solo sus corazones conocían y jamás dirían en voz alta, más ella misma no sabía lo que estaba sucediendo.

Entre el zumbido de sus oídos y el agarre de Stefan en su cintura, Cora sentía que en cualquier instante se desvanecería ahí mismo. Sin embargo, aclarando su garganta y encontrando de este modo su voz, la cual salió ahogada a causa de los nervios del momento.

—¿Por qué no puedes alejarte de mí?

Stefan separó sus labios, más su respuesta tardó en ser articulada con palabras tangibles.

—No lo sé—confesó a media voz—. ¿Quieres que me aleje?

—No. —sus labios dijeron lo que su corazón le dictaba en contra de su cabeza.

No sabía por qué, pero cada vez que lo tenía cercas suyo no quería alejarse de él. Quería abrazarlo, sentirlo junto a ella, sentir su pulso, conocer su alma a través de aquellos ojos verdes. Quería saber absolutamente todo de él. Y eso estaba mal, por qué tenía novia.

Entonces ¿Por qué estaba mal cuando se sentía bien?

Cora alzó su mentón al tiempo de que Stefan se inclinaba más hacia ella, aproximándose cada vez más hasta que la distancia que los separaba se reducía a centímetros. El roce de sus pieles era perceptible para Cora, provocando una corriente eléctrica entre ambo, lo cual la hizo estremecerse, pero no se apartó. Los labios de Stefan rozaron los suyos, y fue como recibir una caricia del viento de primavera. Fue algo cálido con cierta frescura.

Cora entreabrió sus labios a modo de respuesta de la caricia de Stefan, estaban a punto de tocarse, podía sentir el aliento cálido con un sutil sabor a laurel. Cerró sus ojos, contuvo el aliento....

—Cora, amor, ya llegué.

Y como si fuese el despertar de uno de los más hermosos sueños, Cora abrió en grande sus ojos azules y miró horrorizada a Stefan al escuchar la puerta de la casa cerrarse y el cómo su padre dejaba en la mesa del pasillo sus llaves.

Sin hacer caso al uso de razonamiento y únicamente dejándose llevar por el pánico, Cora se separó de Stefan como si este fuera radioactivo y caminó lo más lejos que pudo de él para así intentar controlar su respiración y rezar en silencio de que sus mejillas no estuvieran tan rojas como un tomate. Claro que esto último era poco probable considerando que sentía como el calor de su propia sangre se extendía por toda su cara.

Se soltó el cabello a modo de esconder lo mejor posible el rubor , y cuando se volvió hacia la entrada de la cocina para recibir a su padre, vio como él traía en mano una bolsa de comida de algún restaurante, mientras que sus ojos celestes estaban posados sobre su celular mientras parecía terminar de responder un mensaje de texto.

—Que bien huele. Supongo que comeremos esto mañana. ¿Acaso eso es ajo?

André guardó su celular en el bolsillo de su pantalón, pero cuando se dirigió a la barra para dejar la bolsa de papel, la sonrisa jovial que traía en labios decayó al encontrarse con Stefan, quién parecía igual de incómodo como Cora.

—Cora—llamó su padre cautamente, mirando receloso al joven castaño que de repente parecía ser más pálido de lo usual—. ¿Quién es este joven y por qué estás sola con él?

—Papá—sonrió nerviosa la joven, acercándose a su padre para así calmarlo, y también intentar proteger a Stefan lo mejor posible para que saliera ileso de su casa, o tan siquiera con vida—. Él es Stefan, es un amigo de la escuela. Vino por qué nos encontramos en el Grill y quiso preguntarme sobre la tarea de aritmética.

—¿Y por qué están cocinando y no haciendo la tarea?—inquirió, y Cora se mordió la lengua. Por supuesto que su padre encontraría cualquier detalle que estuviera fuera de lugar y lo haría notar, exigiendo de este modo explicaciones claras.

—Porque mamá estaba cocinando, y resulta que Stefan tiene raíces Italianas, por lo que se ofreció a preparar una deliciosa pasta. Mamá se fue, así que estamos a cargo de la cena. Él solo está ayudando. —añadió antes de que su papá hiciera alguna otra pregunta para justificar la presencia de aquel chico que estuvo a solas con su preciosa hija.

Cora tragó en seco. Jamás había visto tan serio a su papá. Sus ojos celestes examinaban por detrás de sus gafas de pies a cabeza a Stefan, buscando hacerse alguna opinión de él como primera impresión. Toda madre era cautelosa con su hija al dejarla a solas con un muchacho, pero un padre era igual de salvaje y peligroso como un tigre. Podía esperar el silencio, pero en cualquier momento, cuando viera algún defecto, por mínimo que fuera, saltaría sobre su presa con el objetivo de proteger a su hija.

Teniendo en cuenta de que Cora jamás estuvo a solas con un chico (Cedric no contaba por qué fueron a una fiesta donde lo último que tuvieron fue privacidad), resultaba comprensible para ella que su papá reaccionara de dicho modo, activando su instinto paternal. Pero esto no evitaba que ella se sintiera incómoda, así como también temiera por la seguridad de Stefan.

Los ojos de André se detuvieron entonces en los de Stefan, haciendo contacto visual con él, el cual el joven Salvatore sostuvo sin alterarse demasiado, buscando mostrarse calmado, pero tampoco soberbio. Sin temer al adulto, pero tampoco siendo irrespetuoso ante él cuando claramente era la figura autoritaria de ese hogar cuando había algún intruso en su casa.

—Bien—dijo finalmente Beckham, liberando a Stefan de lo que pareció ser una prueba inicial—. Ya que estás aquí, Stefan—pronunció su nombre con desdén, y Cora solo pudo agachar la mirada y mirar al suelo como si éste pudiera abrirse y llevársela lejos de ahí—, seria descortés de mi parte permitir que te vayas cuando tú fuiste el que preparó la pasta. Lo justo es que te quedes a cenar. Y todo amigo de mi hija es bienvenido—esbozó una sonrisa un tanto vacía—. Además, siempre quise probar los sabores de la bella Italia.

Cora jamás había tenido una cena como esa. Nunca antes había probado un manjar como lo era la pasta que Stefan preparó con la esencia y sabores de Italia. Era como una deliciosa y exquisita explosión en su paladar que la hacía desear que su plato no se terminase.

Por supuesto, también era verdad que esto se veía eclipsado por el hecho de que estaba en medio de la mesa entre Stefan y su padre. Éste último no hacía más que alternar su mirada entre el menor de los Salvatore y su hija rubia, quién solo deseaba irse a un lugar más privado donde pudiera disfrutar de su deliciosa cena.

Mientras llevaba otro bocado de la pasta a su boca con ayuda del tenedor, Cora masticó lentamente para ver como su padre parecía reacio en aceptar en voz alta que la pasta, efectivamente, estaba deliciosa. Pero era más su orgullo como desconfianza en aquel chico que había estado a solas con su hija y del cual no conocía sus intenciones.

De ser un thriller, Cora entendería el motivo de la desconfianza. Pero Stefan era incapaz de dañar a un conejo.

Stefan, por su parte, cuidaba cada uno de sus movimientos y miradas que podía llegar a dirigirle a André, mostrándose amable pero reservado, temeroso por qué el hombre pudiera llegar a ver el más mínimo e insignificante de los defectos como para determinar que tenía que irse de su casa lo antes posible.

—Así que—Cora tragó con pesadez y contuvo el aliento al escuchar hablar a su padre con un tono de voz formal que solamente se reservaba para los banqueros de Chicago. Nada bueno podía salir del final de su oración—, Stefan—nombró con desdén al castaño—. ¿Raíces Italianas? Debo reconocer que se percibe en el plato, pero me temo que no percibo nada Italiano en ti. Cómo tus facciones o tú acento.

La joven rubia tomó el vaso de agua y bebió hasta el fondo. Con mantenerse ocupada con algo, lo que fuera, se sentiría menos ansiosa. Al menos deseaba que así fuese.

—Mis padres nacieron en Mystic Falls, pero mi padre tenía raíces Italianas, mientras que mi madre tenía raíces Francesas—respondió impasible el ojiverde—. Se un poco de Italiano, así como de Francés. Pero no del todo fluido. No soy capaz de mantener una conversación completa sin necesitar ayuda. Mi padre se esmeró más por enseñarme latín, griego y las lenguas muertas.

—Eso es horrible. —murmuró Cora, espantada por la idea de imaginar a un niño sentado en su sala con libros que hablaban en lenguas que ya nadie más hablaba en lugar de poder salir y jugar con otros niños de su edad.

—Mi padre era exigente—dijo con un encogimiento de hombros—. Pero yo casi siempre lo obedecía.

—¿Casi?—repitió André.

—Digamos que él me prohibió ver a una persona que él consideraba mala persona. Una chica que me gustaba, en realidad. Irónicamente ella murió en un incendio, y mi padre días después de ese suceso por una autolesión. Bebía demasiado, y a veces perdía el control. Intentó herir a alguien, según tengo entendido. Yo no estaba en casa en ese momento, estaba en la escuela—explicó cuando vio el gesto consternado de André referente a su paradero—. Cuando regresé me dieron la noticia.

—¿Y tú mamá?

—Papá. —llamó Cora en voz baja a modo de reprimenda por su insensibilidad que le causaba un poco de impresión, más Stefan no se mostró ofendido al respecto.

—Murió de tuberculosis cuando yo era niño.

Cora se encogió en su silla y desvió bruscamente su mirada. Enfermedades. Ese era un tema que la incomodaba y también enfadaba por qué la hacía recordar que su reloj estaba marchando hacia atrás con cada día que pasaba. Un día más para otros, un día menos para ella.

El semblante de André entonces pareció ablandarse y miró con compasión a Stefan. Y no era para menos. Un adolescente no debería sufrir semejantes perdidas. Cora recordaba que él había dicho en el Grill que sus padres estaban muertos, pero nunca imaginó que sus muertes serían tan trágicas como violentas, así como lo era la muerte de Katherine y Estella. Demasiadas perdidas para una persona tan joven era algo cruel y por tanto era considerado un milagro que él siguiera de pie y continuando lo mejor posible con su vida.

—Y ¿Ahora con quién vives?—preguntó un poco más amable André, aunque era claro que el interrogatorio para determinar si era digno de confianza o lo todavía no finalizaba.

—Con mi tío Zach—respondió—. Yo estuve un tiempo fuera de aquí con una tía por parte de mi madre, pero decidí que era tiempo de volver a Mystic Falls. Ya saben, para enfrentar los fantasmas del pasado del cual intenté escapar. Aquí murió mi madre. Mi padre murió en Nueva York, lugar donde mi mamá originalmente me quería llevar cuando quiso alejarse de mi padre—titubeó—. A mí y a mi hermano.

—¿Hermano?—repitió escéptico el adulto.

Cora solo pudo alzar su ceja y suspirar para sus adentros. Era la misma reacción que ella tuvo al saber esto.

—Damon, mi hermano mayor—suspiró. Era claro que no se sentía cómodo hablando sobre el susodicho—. No somos muy cercanos. Él me culpa por muchas cosas, entre ellas que nuestro padre nunca lo amó. Damon tiene un espíritu rebelde que a veces puede hacerlo ver cómo una persona imprudente, irracional e insensible. Desde que tengo memoria él es así, y ha sido para peor. Por más que intenté ver qué tiene salvación, me temo que mi hermano es una causa perdida de la cual ya no quiero hacerme responsable. Él es un adulto legalmente—añadió—, pero no se comporta como tal. Por suerte él ya no está, se fue ayer. Claro que me dejó sus maletas, y he estado ocupado sacando de la casa todo lo suyo para que lo lleven a donde él ahora se encuentra. Creo que está en Seattle, no fue del todo claro a donde dijo que iría ahora—esbozó una amarga sonrisa—. Aunque ese ya no es mi problema.

Cora hizo un gran esfuerzo para que el tenedor no resbalase de sus dedos pese a que tuvo que sostenerlo con la otra mano y sonreír nerviosamente a su padre como disculpa de su torpeza, pero la realidad era que le había causado sorpresa escuchar que Damon se había ido.

¿Por qué se había ido? Él tenía una relación con Caroline, y no parecía dispuesto en dejar su propósito de fastidiar a Stefan. Dudaba de que las palabras que ella le dijo esa noche en la fiesta hubieran servido.

Además, significaba que tal vez nunca más volvería a verlo. Eso debería estar bien ¿No? Su propósito del día y del año, y de su vida, era alejarse de los hermanos Salvatore. Damon ya no estaba, debería estar festejando porque ya no debería por qué preocuparse por sentirse acosada por su mirada azul profunda o por qué no vería más sus sonrisas burlonas y comentarios con humor negro que a veces eran hirientes y lo hacían por tanto una persona insolente e insoportable. Entonces ¿Por qué sentía en su pecho una clase de vacío, como si acabase de perder algo con Damon estando lejos de su vida?

—Pero mi vida familiar es bastante complicada, señor Beckham—prosiguió educadamente Stefan—. No creo que sea un tema agradable para hablar en la cena. Me temo que tengo muchas historias malas referente a mi hermano y mis padres. Solo tengo un puñado de las buenas. Volví aquí también para iniciar de nuevo y crear mejores memorias con mi tío y mis amigos. Después de todo no hay lugar en el mundo más acogedor como el hogar.

Cora únicamente pudo asentir y darle mordidas a su pan de ajo. Ella también era nativa de Mystic Falls, debería entender lo que Stefan decía, pero ella se sentía más apegada a Chicago, donde sentía que era su verdadero hogar y Mystic Falls solo era un lugar donde ella tendría una vida tranquila debido a su condición. Más que sentirse abrazada por el pueblo, se sentía como una forastera que debía probar algo para ganarse su lugar. Aunque, claro, personas como sus padres sentían lo mismo que Stefan. Aunque definitivamente su historia familiar y amorosa era menos trágica.

—Mi esposa y yo crecimos aquí, Stefan—comentó André para sorpresa de los dos jóvenes, empleando un tono de voz más suave, incluso empático—. Sé lo que es querer alejarse de un lugar para crear una nueva vida—se encogió de hombros—. Pero al final es inevitable volver de donde escapaste. Yo tuve una relación regular con mis padres, pero fui hijo único, así que se me exigía el doble, pero también me consentían cuando obtenía algún logro. Esto último lo hacemos bastante con Cora—confesó con una sonrisa afectuosa hacia su hija—, pero no quiero exigirle lo mismo que yo viví. Al igual que tú se me hizo aprender Latín, un idioma de lo más interesante, pero que un niño de diez años no debería saber hablar, porque significa que le arrebataron una pieza de su infancia.

La joven Beckham bajó su mirada azul hacia su plato y contuvo el aliento. Sus padres rara vez le hablaban a ella de sus respectivas infancias. Siempre narraban su época como adolescentes, centrándose solo en contar el cómo se conocieron y enamoraron. Pero jamás imaginó que a su papá le exigieran solo dar lo mejor, haciéndolo aprender Latín. Tal vez eso explicaba porque él era bueno en todo. Ella lo admiraba por eso, más no llegó a plantearse el cómo es que él obtuvo semejante conocimiento.

Su mamá, por otro lado, tal vez siempre sería para Cora un libro cerrado, que solo compartía la historia de su romance con André y etapa como madre, pero desconocía quienes fueron sus abuelos, cuál era su historia en Mystic Falls como miembro de la familia Shade, y si este apellido significaba algo así como los Beckham o Lockwood.

—Regresamos por muchas razones—prosiguió el adulto, dirigiéndose hacia Stefan con una media sonrisa en sus labios un tanto enigmática para Cora—, pero no me arrepiento. Éste también es mi hogar.

El resto de la cena transcurrió sin dificultades, donde al final Cora se vio atrapada entre las risas de Stefan y su padre, los cuales ahora podían considerarse casi como amigos. Tal vez serían mejores amigos si es que llegaban a convivir media hora más. Llegada la hora del postre Stefan ya estaba contándole a André cómo es que conoció a Cora, mientras que la rubia solo era capaz de comer en silencio y disfrutar de su platillo, así como de su vaso de leche deslactosada. No debía ingerir ningún tipo de leche, pero su padre consentía que tomase sin lactosa de vez en cuando.

Compartieron sus anécdotas de vida, sus gustos literarios, curiosidades sobre Mystic Falls como de Chicago, hasta que al final la velada terminó (para el alivio de Cora) y Stefan tuvo que empezar a retirarse de la casa de los Beckham, aunque se le veía más relajado por poder haber tenido una buena noche con la hija y su padre. Tal vez no era lo esperado, pero sin duda le dejaba un buen sabor de boca.

—Gracias por haberme recibido ésta noche, señor Beckham.—agradeció el castaño cuando se puso su chaqueta al estar ante la puerta, donde Cora y André se disponían para despedirlo.

—Fue un placer conocerte, Stefan.

Cora solo fue capaz de abrir sus ojos como platos y preguntarse en silencio como demonios solo tuvo que pasar una hora para que su papá lo llamase por su nombre con tal afecto cuando antes había desdén marcado en su voz.

—Cuando gustes puedes volver. Y nuevamente gracias por la pasta y el pan de ajo.

—No tiene por qué agradecerme. Y dele las gracias a su esposa de mi parte por dejarme quedarme. No pude despedirme bien de ella.

—Se lo diré.

—Te acompaño afuera.—musitó la rubia, deseando poder separar a ambos hombres lo más pronto posible.

Salieron al pórtico, donde Cora cerró tras de sí la puerta para evitar que su papá los escuchase hablar. Aunque la propia joven no sabía de qué deseaba hablar con Stefan.

Se abrazó a sí misma y retrocedió unos dos pasos para así quedar a medio metro separada de Stefan, quién igualmente la miraba de frente con una mirada profunda como enigmática que Cora no supo descifrar, haciéndola sentir ansiosa.

—Fue una noche...—comenzó a decir él, más ella lo interrumpió soltando una risa nerviosa.

—Interesante. —completó, a lo cual Stefan esbozó una sonrisa y asintió.

—E inolvidable.

—Si. También funciona ese término—comentó, y ambos rieron al unísono—. Yo en serio lamento lo de mi papá. No pensé que volvería tan pronto a casa ésta noche.

—No fue tan malo. Creo que le agrado.

—Si, eso es lo que me sorprende.

—Tu padre es un buen hombre. Y yo era un desconocido en su casa a solas con su hija. Fue su forma de reaccionar para protegerte.

—Claro. Pero aun así, lamento que al comienzo él se mostrase algo arisco.

—No te mortifiques por eso. Pero—carraspeó—. ¿Todo ahora está bien entre nosotros?

Cora, al saber a lo que se refería con ello, se balanceó sobre sus talones y asintió con una media sonrisa.

—Si. Gracias por venir hasta acá y tomarte las molestias de contarme todo acerca de tu vida. Ahora veo que yo también fui muy injusta al exigirte eso. Lo lamento.

—No, tenías razón. Las amistades donde hay secretos no llegan a prosperar. Te debía la verdad.

—Bueno, nuevamente gracias. Y eres bienvenido siempre que desees venir—entonces su sonrisa decayó y fue sustituida por una mueca que pretendía ser una media sonrisa de indiferencia—. ¿Mañana irás al autolavado?

—Eso creo, todavía no lo he decidido. No creo ser bien recibido por Caroline considerando que Damon se fue y que su amiga terminó conmigo. Existen códigos de amistad y yo soy ahora el enemigo para Bonnie y Caroline por ser el segundo el desilusionar a Elena.

El rostro de Cora entonces adoptó un brillo singular y entre su confusión y sorpresa ante la repentina e inesperada noticia. Había cierta ilusión por escuchar aquello que la hacía sentir igualmente culpable, más apenas era sensible a dicho sentimiento.

—¿Elena terminó contigo?—preguntó, reprimiendo toda sonrisa que pudiera asomarse por sus labios mientras mantenía una expresión de lástima por su ruptura—. ¿Por qué?

—Digamos que yo tuve la culpa. No fui sincero con ella.

—Y en vez de ir a su casa a darle explicaciones para salvar tu relación amorosa, vienes a mi casa para forjar una amistad que estaba lejos de ser establecida.

—Es más que la honestidad lo que falló en nuestra relación. Fue mi pasado—exhaló—, y creo que es lo mejor. Todo fue demasiado apresurado y tal vez fue mejor detenernos ahora antes de que yo la lastimase. Ahora veo todo con otra perspectiva, dándome cuenta de que tal vez lo que yo buscaba al venir aquí no eran más que fantasmas, pero hay algo más que me ofrece Mystic Falls: la oportunidad de hacer una vida sin seguir persiguiendo las sombras del pasado.

—¿Aunque eso signifique que Elena ya no esté en esos planes?

—Me he enamorado dos veces—recordó él con una suave risa que exponía vergüenza por esto, así como tristeza por el recuerdo de como terminaron ambas historias—. No quiero cometer los mismos errores. Elena es grandiosa en todos los sentidos, pero tal vez ella no es para mí. Y ella merece a alguien mejor que yo.

Cora aclaro con nerviosismo su garganta y jugó con su cabello para así esconder de Stefan sus mejillas sonrojadas.

—En ese caso espero que encuentres a tu princesa. Y que el final sea mejor que los dos anteriores.

—Yo también lo espero. —musitó en voz baja, casi en un susurro que estremeció el alma de Cora al escuchar su voz aterciopelada acariciando sus oídos como si fuese una brisa.

—Entonces ¿Te veré mañana?

—Si. Ahí estaré.

—Bien—exclamó ya sin poder contener su entusiasmo—. En todo caso, hasta mañana.

La rubia extendió de forma involuntaria su mano como ademán de despedirse del castaño, cosa que la hizo sentir después un tanto torpe. Sin embargo, al ver este gesto de parte suya, Stefan sonrió ampliamente y aceptó su pequeña y pálida mano, envolviéndola de este modo en un cálido apretón.

Su piel se erizó al sentir como sus manos estaban unidas, así como que sintió la suave y gentil caricia del dedo pulgar de Stefan sobre el dorso de su mano. Sus ojos se encontraron brevemente, y ella sentía que cada vez que sus miradas se entrelazaban ella conocía más su alma que la de ella misma. Quería decirle miles de cosas con solo mirarlo a los ojos, más este no era el momento.

—Buenas noches, Cora.

Soltando su mano, Stefan abandonó el pórtico dedicándole una última sonrisa de labios cerrados antes de internarse en la noche y alejarse por la calle para volver a su casa solitaria en el bosque. Pasó un buen rato para que la rubia reaccionara y calmase sus emociones tras recordar que su padre seguía adentro esperándola.

Cuando hubo perdido de vista al chico, Cora volvió adentro de su casa y se mordió el labio para simular su euforia ante su papá.

—Me agrada ese chico—fue lo primero que él le dijo en cuanto ella terminó por cerrar con llave la puerta. Sus labios parecían formar una melancólica sonrisa que evocaba recuerdos agridulces—. Me recuerda a un amigo mío de la juventud.

—¿De verdad?—preguntó entre balbuceos, ya que no había esperado oír aquello. Sin mencionar de que parte de su mente seguía atrapada en el recuerdo de los ojos verdes de Stefan.

—Si. Era un buen hombre, y también tenía una hermana complicada que le causaba problemas, pero él siempre la protegió—suspiró—. Me alegra que tengas amigos aquí—dijo entonces, cambiando así de tema—. Me preocupaba que siguieras terca con tu idea de tener una vida solitaria en el pueblo.

—Ese era mi plan—se encogió de hombros—. Pero mientras la leucemia no avance tan rápido y sea una evolución lenta, creo poder darme el lujo de hacer amigos.

—No tienes por qué hacerlo sola.—susurró con voz rota, pues hablar de la situación de salud de su hija lo hacía sentir vulnerable, así como impotente. Y esto mismo hacía sentir culpable a Cora por qué detestaba ser la responsable de la tristeza de su padre.

—Lo sé—le otorgó una de sus más convincentes sonrisas para tomar sus manos y sostenerlo con firmeza—. Te tengo a ti y a mamá, las únicas personas que en realidad necesito y amo.

LUCIE HERONDALE SPACE
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I'm alive!!!

Dios, siento que no paso por aquí en un muy buen tiempo.

Verán, tenía pensado publicar este capítulo hace dos semanas atrás, pero me pasó de todo. No exagero. Tenía que hacer exámenes y si no aprobaba el de álgebra con un ochenta como mínimo, reprobaba la materia en general (spoiler: ¡Aprobé!) Luego mi mamá fue internada una semana en la clínica, después la dieron de alta pero yo soy quien la cuida todo el día. Absolutamente todo el día. En serio, apenas ayer pude escaparme para editar el capítulo y escribir un poquito para otra historia. Y para rematar me dio alergia por las flores que le llevaron a mi mamá y a mi es como ponerme una pistola en la frente. Me puse muy mal pero ya parece que las cosas pintan un poquito mejor.

Bueno, recapitulemos. Stefan y Elena ya terminaron, y nuestros dos tórtolos tuvieron una cena bastante peculiar con André, quién aparentemente le da el visto bueno a Stefan. Este capítulo se puede describir como la calma antes de la tormenta. Es como que lo último de una vida monótona que Cora estará llevando por un muy buen tiempo antes de que el caos se desate. Así que dejemos creerle a mi pequeña de que Mystic Falls no tiene nada de peligroso. Ya está por darse cuenta de que no es así.

Cora todavía tiene que robar de la casa de los Gilbert el reloj, ya veremos si lo consigue o no.

Ni siquiera me tomaré las molestias de ponerles cuando pienso actualizar, por qué sinceramente lo veo un poquito difícil. Estoy de vacaciones pero ese tiempo (mis dos preciadas semanas libres) lo tendré que invertir en mi mamá. Así que solo recen por qué pueda actualizar lo más pronto posible.

Espero que les haya gustado ¡Los quiero! ♥️

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