Capítulo 12. Familia Política

—Así que, la madre de ustedes consideró normal el hecho de ponerles a ustedes los nombres de los hermanos Salvatore originales—Cora chasqueó la lengua y relamió sus labios, los cuales tenían todavía rastro de la champán que había bebido minutos atrás—. Es extraño.

Cora intentó perder a los hermanos Salvatore al dirigirse hacia otras habitaciones y tratar de mezclarse con la gente, pero cuando volvió al punto de origen no sólo descubrió que la estancia ya estaba sola, sino que también ambos hermanos la seguían como si fuesen sus guardaespaldas. Stefan siquiera tenía la dignidad de fingir estar interesado en las exhibiciones, pero Damon la acechaba mirándola detenidamente con sus grandes ojos celestes.

Se había detenido ante el libro de registro de la que fue la primera fiesta de fundadores, donde se podía ver los nombres de Damon y Stefan Salvatore. El primer nombre era de Stefan, seguido del de Damon. No sabía si acaso ellos habían ido juntos o separados, y de ser alguna de las dos opciones ¿Cuál habría sido su relación? ¿Acaso fue mejor que la de sus descendientes?

Damon observaba aquella página enmarcada con indiferencia, como si aquella fiesta y lo que significaba le diera lo mismo, mientras que Stefan parecía estar ensimismado en sus pensamientos, como si recordase algo que sucedió hace ya tanto tiempo pero que él recordaba perfectamente como si hubiera sido ayer.

—¿A qué te refieres con que es extraño?—inquirió Damon con una sonrisa torcida—. Creo que es simbólico.

Cora, esforzándose por no mirarle, mantuvo sus ojos azules clavados en aquel marco y se encogió de hombros.

—Mi mamá dice que cuando tienes el nombre de tu antepasado estas condenado a repetir su historia, porque de algún modo su espíritu ahora vive en ti. Es como un bucle de tiempo para esa alma. Diferente época, otros rostros, mismos errores—suspiró—. Solo creo que da algo para pensar.

—¿Nadie en tu familia se ha llamado Cora?—preguntó el azabache con dejé burlón—. ¿No ha existido otra Cora Beckham?

—Hasta donde yo lo sé, no—frunció sus labios—. ¿Qué fue lo que les sucedió? A los hermanos Salvatore originales—miró de soslayo a Damon—. Dijiste que fue una trágica historia.

—Una trágica y aburrida historia que ya está en el pasado—interrumpió Stefan, mirando un tanto receloso a su hermano, quien le dedicó una de sus sarcástica sonrisas.

—Por favor, Stefan, no seas descortés. Cora es nueva en el pueblo, debe conocer la historia del lugar donde vive, y eso incluye la historia de nuestros antepasados. Después de todo la historia es algo que Mystic Falls honra, sobre todo en estos meses—se dirigió nuevamente hacia la rubia, dispuesto a comenzar con su relato—. No se sabe mucho al respecto, en realidad. Solo sabemos el final que tuvieron.

—¿Murieron?

—Por una mujer—murmuró Stefan—. Y en manos de su padre.

—Por dios—exclamó con voz ahogada al tiempo que sus ojos se abrían como platos, totalmente horrorizada por lo que oía—. Pero ¿por qué?

Damon sonrió de oreja a oreja como si fuera el gato Cheshire, haciendo que Cora se estremeciera.

—Por qué esa mujer era el diablo—dijo como si esto fuera un hecho y no sólo una forma de hablar—. Una bella y encantadora mujer que también podía ser seductora. Rizos oscuros, ojos marrones, alta, y manipuladora—chasqueó la lengua—. Al menos eso dicen los diarios de Stefan Salvatore original—sonrió burlesco—. Es algo que mi hermanito también conserva.

Cora miró entonces atónita al chico de cabello castaño.

—¿Escribes un diario?

El aludido esbozó una tímida sonrisa.

—Si, por que es para preservar....

—Las memorias y los sentimientos del momento—completaron al unísono y Cora no pudo contener una sonrisa, la cual iluminó su rostro por completo—. Yo también tengo un diario. Es donde puedo escribir todo lo que siento. Sé que sólo son páginas, pero es como si esas páginas me escuchasen y fueran mis confidentes. Donde sé que mis secretos y pensamientos están a salvo y que nadie me juzga por ello.

—Es exactamente lo que siento—dijo él al cabo de un momento donde contempló a la rubia totalmente anonadado—. No tenía idea que tienes un diario.

—Bueno, no es como que me guste decírselo a la primera persona que conozco. Es algo privado—esbozó una tímida sonrisa—. El libro de mi vida, por decir así.

Sabía que era ridículo, pero saber que Stefan tenía un diario era algo que la hacía sentir más cercana a él, pues muchos cometían el error de clasificar los diarios como algo exclusivo de las chicas que no tenían vida social, o de aquellas que estaban enamoradas de la idea del amor. Un diario era donde se podía plasmar en papel los pensamientos y expresar desahogar los sentimientos. Ella, al tener leucemia, tenía un camino silencioso y doloroso por recorrer, donde su única compañía eran sus padres, pero ellos podían ser bastante protectores con ella hasta el punto de querer encerrarla en una jaula, y esto equivalía a que no siempre podía contarles todo. Así que, al no tener amigos, su diario era su único confidente, y por tanto su mayor tesoro.

—Bueno—se obligó en apartar sus ojos de Stefan para así aclarar su garganta, pero esto no pudo impedir que sus mejillas se sonrojaran—. ¿Por qué esa mujer era el diablo? Y ¿por qué el padre de los hermanos Salvatore originales asesinaría a sus propios hijos?

—Fue una época turbia para Mystic Falls—musitó Stefan, volviendo a su mirada melancólica que se había borrado de su semblante por tan solo un momento fugaz—. Se creía que los vampiros rondaban entre los vivos, haciendo que los humanos cayeran en sus encantos hasta quitarles el alma.

—Por supuesto, sólo eran cuentos—dijo Damon tras haber contemplado en silencio a Cora y Stefan, meditando algo para sí mismo—. Acusaron a esa mujer y la condenaron a muerte. Damon intento salvarla—alzó sus cejas—, y Stefan lo siguió. Algo salió mal, y entonces su padre apareció.

—Creyendo que esa mujer los había hechizado y robado sus almas, pensó que lo mejor era matarlos, así que les disparó.

—Murieron por amor, naturalmente. —expresó Damon con una amarga sonrisa que inquietó a Cora, pero su mente ya estaba ocupada pensando en algo referente a esa historia y a la de Katherine.

Dos hermanos se enamoraron de la misma mujer en diferentes épocas, y ambas terminaban muertas. Los hermanos Salvatore murieron por esta mujer, pero el Damon del presente junto a su hermano estaban vivos, pero más distanciados de lo que América estaba de Asia. No había modo de evitar el comparar ambas historias, así como no sentir lástima por los hermanos Salvatore originales, y pena por los que seguían vivos y al lado suyo.

—Bueno, se los dije—musitó ella con aire solemne, mirando la caligrafía con que se escribió el nombre de Stefan en aquella página del registro de hace más de cien años. La noche que debió haber sido una de las últimas donde Damon y Stefan, posiblemente, disfrutaron sus vidas como nunca más pudieron volver a hacerlo, y todo por un acto de amor—; época diferente, mismos errores.

Cómo si con esto ella diera por finalizada la conversación, Cora abandonó la habitación para disponerse en buscar a Cedric, dejando detrás suyo a dos hermanos que seguían con la mirada a aquella joven rubia, pensando en que ella no tenía idea de cuánta razón tenía con estas palabras, y que de saber la verdad tal vez ella vería aquella historia que le contaron bajo otra perspectiva que la haría sentir horrorizada.

Cora no tardó demasiado en encontrar a Cedric. Tras haber dejado atrás a los hermanos Salvatore se dispuso a recorrer la mansión Lockwood hasta llegar a lo que era la cocina, donde vio a su amigo pelirrojo, el cual, aparentemente, se estaba escondiendo de Caroline.

—¿Qué fue lo que te sucedió?—preguntó ella apenas lo vio y le sonrió un tanto divertida, pues, a juzgar por su expresión de pánico, parecía que acababa de huir de un desastre caótico—. Parece que te persiguió un fantasma.

—Peor. Caroline Forbes—respondió él con una mueca, y bebió del vaso de agua que se había servido—. Esta loca.

—¿Ahora que hizo o dijo?

—No sabe lo que es descansar, habla hasta por los codos—comenzó a enumerar, y Cora no pudo evitar resoplar ante la segunda mención de lo que eran las características de Caroline—, y baila como si no existiera mañana. Jamás pensé que bailar Everytime, la canción más lenta que he oído en mi vida, fuera tan exhaustivo. Esa chica da todo cuando se trata de bailar, te lo digo ahora.

Cora no pudo evitar soltar una carcajada apenas y Cedric hubo terminado el recuento de su nuevo trauma. Lo decía con tal intensidad que era difícil tomárselo en serio, pues hablaba de Caroline como si a partir de ese día el solo oír su nombre le causara terror.

—Fue solo un baile, Cedric.

—No, fueron cuatro. Céline Dion, Mariah Carey, Taylor Swift, Britney Spears; Caroline es una romántica y por eso es por lo que es muy intensa al bailar. Apasionada. Pero yo no pude seguirle el ritmo. Yo soy el típico chico que solo se balancea de un lado a otro y finge bailar.

—Entonces ¿por qué te ofreciste?

—¿Qué no es obvio?—dijo entonces mirándola con incredulidad—. Es claro que Stefan quería hablar contigo. Vi cómo te miraba, y como Caroline estaba testaruda en bailar con él tuve que ofrecerme como sacrificio mientras enviaba lejos a Elena.

Cora frunció su ceño. Ella no se había percatado de que Stefan diera señales de querer hablar con ella en privado, aunque también era verdad que ella no tuvo tiempo suficiente como para analizar al ojiverde pues se sentía un tanto abrumada por la presencia de él y de Damon. Además, dejó de prestar atención a los pequeños detalles que pudieran haber estado en cuanto escuchó el relato de los hermanos Salvatore originales y su final trágico.

—No puede saber si Stefan quería decirme algo, porque no pude deshacerme de Damon. —replicó con amargura.

—¿Damon?—repitió un tanto escéptico, como si al nombrarlo junto al nombre de Stefan fuera algo inconcebibles para él—. ¿Y él que quería contigo?

—Aparentemente fastidiarme. Últimamente se le da excelente ese pasatiempo. Aparentemente ya es parte de nuestra rutina.

—Espera ¿conoces a Damon desde antes?

Cora se encogió de hombros mientras que asentía con la cabeza.

—Lo conocí la primera noche que llegué a Mystic Falls. Desde ese día parece que nos estamos encontrando a diario por razones que desconozco. La calle, el bosque, la casa de Elena, en la escuela, y ahora aquí. —sin mencionar sus propios sueños, y omitiendo, por supuesto, que él intentó besarla la noche anterior, pero, a decir verdad, no estaba segura si en verdad quería hablar de eso—. Después de intentar perderlos me rendí y me contaron la historia de sus antepasados—hizo una mueca—. Mystic Falls es un pueblo pequeño, pero, hasta ahora, solo escucho historias trágicas y espeluznantes.

—Y eso que no has escuchado la más aterradora. —murmuró él, dándole la espalda para lavar el vaso que había agarrado. Cora tuvo que recordarse de que él ya había acudido a la mansión Lockwood anteriormente y que por eso estaba familiarizado con cada centímetro de la residencia.

—¿Cuál es esa historia?

Hubo un momento de silencio donde Cedric se dispuso en tomar una toalla y secar con ésta el vaso de cristal. Cuando hubo terminado se volvió hacia Cora, y la rubia vio que, a juzgar por su semblante serio, lo que estaba por decirle no era ninguna clase de juego.

—No es la típica leyenda que cada entidad tiene, como México, que tiene a La llorona, o Londres, que tiene a Jack el destripador—hizo una pausa y prosiguió—. Es parte de la historia de Mystic Falls por qué mucho después de que se llevase la fiesta de los fundadores donde vino el caos al pueblo.

—¿A qué te refieres?

—Ven, te lo mostraré.

Cedric le extendió su mano y la rubia, tras vacilar un instante donde de planteó si en verdad quería saber aquella historia, entrelazó sus dedos con los de Cedric y dejó que él la guiase nuevamente hacia donde estaba la exhibición. La habitación presentaba la ausencia de los hermanos Salvatore, para alivio de Cora, pero tenía la presencia de una pareja joven que parecía más preocupada por besarse que en prestar atención a la exposición, y en una esquina la joven rubia pudo ver a una adolescente que debía de tener su edad. Era alta, vestía de negro de pies a cabeza, y su largo cabello pelirrojo que se asemejaba al mismo fuego vivo caía sobre su espalda en unos perfectos rizos definidos. Parecía ensimismada en sus pensamientos, mirando más allá del pequeño jarrón de metal que tenía delante suyo. Más que un jarrón tenía el aspecto de ser una urna, pero era por el diseño de éste lo que hacía que fuese fácil de reconocer como un florero.

Por la mente de Cora cruzó el recuerdo de aquella mujer vestida de escarlata que había visto en sus sueños, pero rápidamente desechó esto. No sabía quién era esa muchacha, y mucho menos tenía motivos como para relacionarla con una mujer a la cual ni siquiera había visto en sus sueños, los cuales parecían más bien pesadillas que se volvían cada vez más recurrentes, haciéndola sentir asustada ya de la sola idea de que llegue la noche y ella tenga más pesadillas como esas.

—Mystic Falls alberga muchas maravillas, pero también secretos e historias que, en algunos casos, son más que sólo mitos. —dijo Cedric una vez que se detuvieron frete a lo que era un cuadro igual o tal vez más pequeño que el de La Mona Lisa, pero igual de imponente que esta famosa pintura. Se trataba del bosque del pueblo, bajo un cielo que indicaba que era el amanecer de hace cientos de años. La luz del sol iluminaba los árboles, abrazándolos para que estos pudieran ver un nuevo día, pero lo único que todavía permanecía en las sombras, como si viviera en una noche eterna, era una hoguera que ni siquiera el mismo sol lograría calentar, junto a los cuerpos calcinados de más de veinte personas al pie de ésta plataforma de ejecución.

—¿Qué es esto exactamente? Sé que es una hoguera—añadió—, pero ¿qué significa?

—Cómo te dije, hace años se creía que había criaturas sobrenaturales. Las brujas eran las más cazadas en cuanto terminaron con los vampiros. Los vampiros asesinaban, pero las brujas, según la historia, querían poder. Las familias fundadoras tomaron cartas en el asunto y decidieron darles un final semejante como al de los vampiros, pero más doloroso. La hoguera podía durar horas, pero poco les importaba con tal de ver morir a la bruja que estuviera ahí. Este cuadro muestra la última hoguera que usaron para ejecutar a la última bruja que juzgaron. Después de esto las brujas se fueron o simplemente mantuvieron un perfil bajo, y los habitantes del pueblo no hicieron esfuerzo alguno por volver a cazarlas.

» Esa noche se iba a dar muerte a una joven bruja. Su nombre es recordado por que fue el último en escribirse en el libro del juez de aquel entonces, un libro que registraba a cada bruja o mujer que acusaban de brujería. Algunas eran inocentes, o eso se dice, porque las brujas eran inteligentes, y no se dejarían atrapar tan fácil. Esa bruja era Clarisse Hale.

Cora percibió como Cedric se estremecía al pronunciar su nombre. Hablaba en voz baja, pero con tal seriedad que hacía sentir a Cora en una clase de historia, incapaz de siquiera pestañear por miedo a perderse algo de lo que él dijese.

—Nadie sabe que pasó aquella noche. Dicen que a la mañana siguiente alguien fue al bosque a buscar a las personas que habían acudido a la ejecución, pues no habían vuelto a casa. Se dio a conocer que todos ellos habían quemados, pero la hoguera estaba casi intacta. Como si el fuego que debió de haber acabado con aquella mujer se hubiera vuelto rebelde y decidiera acabar con la vida de los demás. Solo un acto de brujería podía hacer eso. No hay manera de que algo más hubiera sucedido.

—¿Y qué hay de ella?—preguntó en un hilo de voz, pues todo lo que ella era capaz de ver eran aquellos cuerpos calcinados al pie de la hoguera, los cuerpos de personas que habían acudido a ver una ejecución, cuando al final ellos fueron los ejecutados—. ¿Qué le sucedió?

—Escapó. Nadie supo a dónde se fue, pero si saben que no se le volvió a ver en Mystic Falls. Lo que fuera que ella hizo esa noche, causó suficiente terror como para que dejasen de ejecutar a las brujas.

—¿Este cuadro quien lo pintó?—preguntó entonces, admirando los detalles de la madera que fue tocada por el fuego, indicando que no estuvo en llamas por mucho tiempo, pero si lo suficiente como para dejar marcas que indicaban que el fuego comenzó ahí, y que después cobró vida para acabar con los aldeanos furiosos.

—La familia Lockwood lo ha tenido por generaciones—se encogió de hombros—, pero mi padre me dijo que el señor Lockwood le confesó que ese cuadro lo pintó alguien más y que sus antepasados lo adquirieron.

—Quién haya sido tenía mucho talento—alabó ella—. Captó perfectamente la esencia de una mañana turbia, donde todo parecía ser normal hasta que se descubrió esa hoguera y todos los que murieron, desencadenando el caos en el pueblo.

—Y, esa hoguera ¿sigue en el bosque?

—Desconozco el por qué nadie la ha quitado—confesó él, con su ceño fruncido—, pero...

—Por qué esa hoguera está maldita. —dijo una tercera voz a espaldas de ellos. Cora se volvió y lo primero que vio fue como la joven pelirroja hacía una mueca de disgusto y se apresuraba en abandonar la estancia en silencio, para así después ver cómo un hombre alto de cabello castaño le sonreía de forma cordial, pero esta sonrisa no se veía reflejada en sus ojos, los cuales parecían indicar algo mucho más inquietante que hizo estremecer a Cora.

Se percató de cómo el cuerpo de Cedric se tensaba a su lado y le dedicaba una mirada de exasperación al recién llegado, como si no soportase su presencia o el sonido de su voz.

—Ah. La historia de Clarisse Hale es, indudablemente, una de las más escalofriantes—chasqueó la lengua—. Nadie cree en los vampiros ¿cómo van a existir esas criaturas cuando hay libros de ellos? Pero Clarisse es más que un mito. Es una leyenda que con sólo escuchar su nombre evoca terror.

—Era una bruja poderosa, según puedo entender. —murmuró Cora, sin saber quién podía ser aquel hombre. Parecía ser amable, pero parecía esconder algo mucho más oscuro tras esa gentil y radiante sonrisa.

—Era mucho más que eso. Era la bruja más poderosa—declaró—. Mis hermanos tienen los diarios de nuestros antepasados, donde dicen que esa bruja era poseedora de una magia salvaje, caótica, según dicen.

—Lástima que el tío Scott no te haya cedido esos diarios—dijo Cedric amargamente con una matiz de sarcasmo en su voz, como si en realidad le diera gusto que él no tuviera dichos diarios—, ¿verdad, tío Logan?

El aludido esbozó una sonrisa un tanto amarga y miró al pelirrojo con desdén.

—Sobrino, ¿por qué no mejor me presentas a tu amiga? No he tenido el placer de conocerla antes.

—Es porque ella es nueva—dijo esto como si fuera lo más evidente y él fuera el ser más estúpido de la tierra por ignorar esto. Más se contuvo y se limitó en suspirar para acto seguido presentarlos—. Tío, ella es Cora Beckham, mi amiga. Cora, él es Logan Fell, mi tío.

—Uno de muchos de sus tíos—añadió Logan, tendiéndole la mano a la rubia, quien lo aceptó con cierto recelo, pues no sabía si confiar en él dada las muecas de Cedric—. Somos una gran familia por los lazos políticos—una sonrisa de suficiencia cruzó sus labios—. Tú eres la hija de André y Lydia ¿verdad? Te pareces mucho a tu mamá.

—Gracias—se soltó de su agarre y fingió estar en total calma. Alguno de los dos amigos debía ser el educado, puesto que estaban en un gran círculo social y lo último que Cora quería era que los padres de Cedric supieran que él fue descortés con su tío y lo reprendieran por esto—. ¿Conoce a mis padres?

—Por favor, solo a mis hermanos hables de usted, a mi tutéame. Todavía soy bastante joven—escondió sus manos en los bolsillos de su pantalón y sonrió de oreja a oreja—. Si, conocí a tus padres cuando yo estaba en la secundaria y ellos en preparatoria. Mis hermanos mayores eran amigos de André, por lo que a veces él iba a la casa, y todo mundo conocía a Lydia. Era la mejor porrista y casi se hacía de la corona de Miss Mystic Falls. Tal vez tú puedas darle revancha. No falta mucho para ese evento.

—Lo pensaré—fue todo lo que dijo. Por supuesto, esto era una gran mentira, ya que no quería formar parte de ningún concurso y mucho menos uno donde claramente Caroline tenía el triunfo asegurado. Era hermosa, y apostaba a que cuando tocase la hora del discurso ella ganaría por eso, pero decidió abordar un tema que tal vez Logan podría responderle—. Sobre Clarisse Hale ¿que tipo de magia tenía?

—No sé mucho al respecto—dijo, posando sus mirada en aquel cuadro—. Una vez alguien tuvo la osadía de plasmarla en papel, y ese dibujo está en el diario de uno de mis antepasados—frunció su ceño, como si intentase recordar aquel dibujo—. No es un retrato en sí, sólo es la silueta, pero se puede ver perfectamente como de sus manos salen esferas mágicas—miró a Cora con cierta complicidad, como si ya se conocieran desde hace tiempo. Era claro que él era una persona bastante confiada—. Es macabro ¿verdad? Suerte que está muerta. Las brujas no son seres inmortales, y una magia como esa debe requerir un gran precio.

Un mal presentimiento asaltó a Cora y como acto de reflejo llevó su mano derecha hacia su pecho, donde retorció uno de sus mechones de cabello rubio. Magia caótica, esferas de magia brotando de sus manos; era la mujer que veía en sus sueños. Pero ¿cómo podía ser eso posible? Cora no sabía nada de ella hasta hoy ¿cómo podía saber de la existencia de alguien a quien ni siquiera había conocido y que además estaba muerta?

Nada de eso tenía sentido. Sus sueños con Damon y Stefan, la milagrosa recuperación de su brazo, la pesadilla de la hoguera. Todo esto era como seguir migajas a un sendero que conducía a las profundidades de un bosque oscuro, del cual Cora no sabía siquiera que esperar apenas llegase al final del camino.

—Pero, las brujas—farfulló—. ¿Es posible que haya más y que vean visiones de cosas que ellas jamás han presenciado antes?

El semblante de Logan se vio ensombrecido por una sombra misteriosa que oscureció absolutamente su rostro hasta otorgarle un aspecto peligroso. No obstante, antes de que alguno de los dos adolescentes tuviera oportunidad de decir algo, el castaño volvió la mirada hacia lo que eran las escaleras, vislumbrado a alguien que le hizo recuperar su confiada y arrogante sonrisa.

—Si me disculpan, debo ver a alguien. Cora, fue un placer conocerte, espero verte de nuevo. Sobrino, supongo que te veré por ahí.

Sin decir nada más, Logan Fell abandonó la habitación de exhibición y dejó a los dos jóvenes inmersos en sus respectivos pensamientos. Los ojos azules de Cora examinaban cada detalle de aquella pintura terrorífica que a simple vista no daba miedo, sino incógnita y la incertidumbre de que pudo haber causado aquellas muertes, pero cuando se conocía la historia todo adoptaba una nueva perspectiva, otorgándole de este modo a la hoguera el poder que solo un trono podía poseer, uno que nadie se atrevía a remover del bosque por que fue donde Clarisse Hale burló a la muerte y de ser una víctima se convirtió en el verdugo de esas veintidós personas aquella noche.

Solo era una historia, pero por alguna razón que Cora no conseguía entender, sentía que su vida, y todos los eventos singulares que habían acontecido durante esa semana en Mystic, guardaban relación con aquella hoguera.


—Lamento que hayas tenido que conocer a mi tío de aquella forma.

Cora aceptó el vaso de agua que Cedric le ofrecía y le dedicó un esbozo de sonrisa. Sabía que eran menos de las nueve de la noche, pero empezaban sentirse exhausta, y la cabeza igualmente comenzaba a causarle molestias hasta el punto de que mirar de reojo la luz de una luz le irritaba. Podía ser a causa de la copa de champán que tomó de forma imprudente, o también los síntomas del cáncer. Como fuese, aún podía mantenerse en pie perfectamente, lo cual significaba que no era algo por que alarmarse.

—No te preocupes por eso, en verdad—bebió un sorbo de su agua—. Pero hay algo que no entiendo ¿cuánta familia política tienes?

—Demasiada—dijo con una amarga sonrisa—. Con la mayoría tengo un lazo estrecho, como es el caso de mi tía Meredith o mi prima Ava, pero con mi tío Logan—suspiró, él y yo jamás congeniamos. Siempre me llevé mejor con mis otros tíos. Lamentablemente ellos viven lejos de aquí, así que no tengo de otra más que soportarlo a él.

—Por lo que pude entender tu familia es en verdad apasionada con la historia.

—A Logan le importa bien poco eso—dijo—. Él solo prestó atención a las historias que más le interesaron, como la historia de Clarisse o de los vampiros. Los licántropos jamás le importaron demasiado, a decir verdad.

—Respecto a la historia de la hoguera—murmuró ella—, ¿crees que en verdad pasó todo eso? ¿Qué hay magia que ninguna otra bruja posee?

—No lo sé. Creo que algunas cosas solo son inexplicables, y es mejor dejarlas así.

—Si, supongo que tienes razón.

Pero ¿por qué ella no podía ahora dejar de pensar en qué todos sus sueños podían tener relación con lo que pasó en esa hoguera?

—Ahora vuelvo, iré por más agua. —le dijo apenas y ella se terminó el agua que estaba servida en su vaso.

—Oh—no se había percatado de que bebió toda el agua al estar ensimismada en sus pensamientos—. No es necesario.

—Insisto—sonrió con gentileza mientras le quitaba su vaso para servirlo con más agua—. Pareces estar sedienta.

Era verdad. Se sentía inasible de agua, como si no fuera capaz de sentirse hidratada. Sin poder objetar ante esto, vio cómo Cedric se aleja de dónde ella estaba y se quedó a solas recargada en una de las columnas externas de la casa que guiaban al jardín. Ella y Cedric habían salido a tomar aire fresco porque no querían encontrarse con más familia del chico o con los hermanos Salvatore, pero también querían un momento a solas donde nadie pudiera interrumpirlos e igualmente distraerse de sus respectivos pensamientos.

Recargó su cabeza en aquella columna y se dejó llevar por la canción que sonaba en esos momentos en el jardín con la cual las parejas bailaban. Había visto a la lejanía bailar a Elena y a Damon, así como a Caroline con Stefan, pero apenas y vio esta escena había decidido voltearse y concentrarse en la voz calmada de Cedric. Ahora que él no estaba únicamente quería deleitar sus oídos con la música y disfrutar de la brisa fresca.

No obstante, este momento de calma para la joven rubia fue breve, ya que en ese momento pudo escuchar una voz un tanto familiar para ella que parecía sostener una conversación con dos personas más. Al comienzo optó por ignorarlo, pero cuando no pudo hacerlo por demasiado tiempo ya que escuchó algo que captó su absoluta atención y la hizo enderezar su postura.

—Ese reloj es importante—decía la voz de una mujer—. No pienso quedarme de brazos cruzados solo porque dos adolescentes no dejan ir a sus padres.

—¿Te das cuenta de lo insensible que es de tu parte decir algo como eso?—indicó la voz amarga de un hombre—Y ten más cuidado con lo que dices.

—Ese reloj era fundamental.

—¿Entonces que planeas hacer? ¿Ir a su casa robarlo?—inquirió con evidente sarcasmo una segunda voz varonil—. Por favor, debemos ser sensatos y actuar de manera precavida.

—No hay manera de hacerlo.

—Tal vez...

Aquella voz se interrumpió a sí misma cuando salió al exterior y se percató de la presencia de Cora, quien se había movido hacia la pared quedando cercas del umbral para poder oír mejor la conversación. Nerviosa, la rubia alzó sus ojos y estos se encontraron con la mirada de su padre. André veía a su hija un tanto pasmado y con cierta incomodidad, claramente sorprendido por verla ahí.

Pero él no era el único sorprendido. Aquella mujer que Cora había identificado como la señora Lockwood se le veía un tanto pálida y veía horrorizada a la rubia, como si fuera la imagen viva en carne y hueso de una pesadilla. A su lado el señor Lockwood veía a la muchacha con indiferencia, más era la señora Lockwood quien no podía apartar la mirada de ella.

—Yo... No... No lo entiendo—tartamudeó la señora Lockwood en lo que era un hilo de voz, y un grito ahogado brotó de su garganta, reflejando el más puro de los terrores apenas y Cora únicamente frunció su ceño—. Tú... No es posible.... ¡Aléjate!—gritó entonces aterrada cuando Cora intentó acercarse a su papá y preguntarle que sucedía, pero la señora Lockwood parecía verla como si fuese el mismo demonio, dedicándole una mirada de temor y repugnancia al mismo tiempo, tomando de esta manera desprevenida a Cora hasta hacerla retroceder.

La música había cesado apenas y se escuchó el grito de la señora Lockwood, y la mayoría de los invitados estaban mirando la escena un tanto consternados, ya que nadie entendía por qué ella veía con tanto terror a aquella rubia que estaba igual de confundida por la reacción de la señora Lockwood.

Cora pudo distinguir entre toda ese mar de personas los rostros de Jenna y Elena, quienes parecían estar debatiendo en silencio sobre sí ir a su lado para socorrerla, mientras que Stefan miraba con él ceño fruncido la escena, pero no había señal alguna de Damon, como sí él se hubiera perdido entre toda la multitud. Cora estuvo tentada en correr hacia las chicas de la familia Gilbert, pero no era capaz de moverse. La señora Lockwood la miraba como si fuese el mismísimo demonio que salió del infierno únicamente para atormentarla.

—¿André?

Ante el llamado de Lydia, quien se acercaba a ellos desde el interior de la mansión, Cora aprovechó que esto los distrajo y rodeó a su papá con paso apresurado para así echar a correr lejos de ahí. Escuchó cómo él la llamaba, pero la ojiazul no se atrevió en mirar atrás.

Mientras recorría a toda prisa los pasillos de la mansión Lockwood en busca de la salida, Cora intentó buscar con la mirada a Cedric para pedirle que la sacara de ahí. Con cada paso que daba, sentía que le faltaba el aire. Por un momento deseó que aquello no fuera más que otra pesadilla, donde después despertaría en su cama a salvo, pero no, esto era real. Estaba huyendo de algo que ella desconocía, pero todo lo que sabía era que debía correr y alejarse de los Lockwood.

Pero como si la vida se burlara de ella, la puerta de una de las estancias se abrió en ese momento y Cora no pudo detenerse a tiempo hasta estampar su cara contra la superficie de madera. Retrocedió un tanto anonadada por el golpe y llevó su mano hacia su frente para intentar calmar las palpitaciones que se hicieron presentes.

—¿Estás bien?—preguntó una voz dulce y suave que hizo sentir curiosidad a Cora de quién podía ser, pero como si temiera que sus padres o alguien más pudiera llegar a alcanzarla, la rubia murmuró un asentimiento como respuesta a la pregunta, rodeó la puerta casi a ciegas y dobló una de las esquinas sabiendo que una vez que diera vuelta se vería abrazada por el aire fresco de la noche.

Estando una vez afuera de la casa, se vio a sí misma recargarse en una de las columnas blancas que había en el pórtico y suspiró aliviada. Sus piernas, al igual que todo su cuerpo, temblaban y le brindaban la sensación de que no podía estar en pie por mucho tiempo. Se aferró a aquella columna como si su vida dependiera de ello. Entre el dolor de cabeza que le ha ja causado el estamparse contra la puerta, junto a la sensación de pánico que la asaltó por causa de la señora Lockwood, Cora sentía que en cualquier segundo caería inconsciente al suelo. Cada bocanada de aire que daba le costaba demasiado, como si el oxígeno se le estuviera terminando.

—¿Sabes? En verdad pareces cenicienta en estos momentos.

Cora no pudo contener un grito de sobresalto y su primer instinto fue lanzarle algo a la persona que había hablado detrás suyo una de las macetas decorativas que había en el suelo, sin embargo, no tardó mucho en reconocer la voz, y el pánico se vio remplazado por la exasperación.

—¿Qué haces tú aquí?—preguntó, girando sobre sus talones para encarar a Damon—. Pensé que estabas en el jardín.

El azabache, que tenía su cuerpo recargado igualmente en la columna vecina de Cora, esbozó una sonrisa de suficiencia y chasqueó la lengua.

—Tengo mis trucos, pero es no es relevante ahora. ¿Qué te sucedió a ti? Te ves más asustada que Caperucita intentando huir del malvado hombre lobo.

—La señora Lockwood—siendo entonces consciente de que sudaba frío, un tanto apenada por esto se limpió de su frente el sudor con el dorso de su mano—. Ella parecía aterrada por algo. No sé por qué, pero ella me veía como si fuese la visión de un demonio cuando yo jamás la había visto en mi vida hasta hoy.

—¿No te dijo el por qué?

—No, sólo me dijo que me alejara de ella—suspiró—. Suena tonto, pero me asusté y solo pensé en huir de ahí—frunció entonces su ceño y le miró un tanto consternada—. ¿No me vas a decir por qué estás aquí? Te vi bailar con Elena.

Damon se encogió de hombros.

—No me gusta bailar. No es lo mío.

—No lo parecía. —a juzgar por cómo él y Elena bailaron, era como si estuvieran en perfecta armonía.

—¿Acaso me estas espiando? —preguntó con una sonrisa burlesca que hizo sentir exasperado a la rubia.

—No, pero sé reconocer a un buen bailarín.

—Digamos que no bailo con cualquiera, y no tengo buenos recuerdos con referente a un baile.

—¿Katherine? ¿O Estella?—preguntó con voz cansina, pues justo ahora no tenía energía suficiente como para escuchar la fallida vida romántica de Damon.

—Ambas. —respondió con una amarga sonrisa, y Cora asintió distraída en respuesta.

—Damon, aunque tu vida de seguro debe ser interesante, y muchas chicas matarían por escucharte hablar—añadió con dejé de sarcasmo—, no estoy de humor para eso justo ahora.

Volvió a cerrar sus ojos, con la esperanza de que así pudiera ignorar su presencia hasta que alguien más llegase y la salvase de verse obligada a hablar con él.

Sin embargo, se estaba refiriendo a Damon Salvatore, quien en los pocos días que llevaba de conocerlo Cora ya sabía que él podía llegar a ser testarudo y no se conformaba con ser ignorado.

—Lamento lo de anoche—dijo entonces el azabache—. No estuvo bien de mi parte intentar besarte.

La rubia abrió sus ojos y le miró recelosa. No podía saber si aquella disculpa era sincera o sí tal vez sólo mi decía por no soportar que ella le ignorase. Como fuese, Cora decidió rápidamente que si quería quitárselo de encima lo mejor era darle lo que quería, además, no quería tener ninguna clase de resentimiento con Damon o con alguien más. ¿De qué le serviría?

—Acepto tus disculpas—le miró—. ¿Al menos puedo saber el por qué lo hiciste?

—Bueno, mi terapeuta dice que suelo actuar de forma irracional y que no controlo mis impulsos. Que estoy intentando castigar a Stefan.

Cora bufó y le fulminó con la mirada.

—No quisiera ofenderte, pero lo que diga tu terapeuta, si es que en verdad existe, no me importa en absoluto. No responde a la pregunta que te hice.

—Auch. Para ser tan pequeña eres muy ruda—sonrió burlesco—. Está bien, tienes una buena objeción.

—No es objeción, porque lo que me dijiste ni siquiera se puede asemejar a una respuesta.

—De acuerdo—suspiró—. Creo que no pensaba racionalmente. Tú me intrigas más de lo que te imaginas, Cora. Y si supieras el por qué me temo que no me creerías.

—Pero sí sé esto: tú estás con Caroline, y Stefan con Elena ¿qué tengo yo que ver con Stefan para que quieras usarme y lastimarlo?

—Por dios, ¿en verdad vas a negarme que no te has dado cuenta de cómo te mira? Es más que eso, es como si una fuerza invisible siempre favoreciera a Stefan.

—Sabes que no sé de qué me estás hablando. —murmuró, mostrando de este modo su fastidio.

—Es lo mejor que puedo ofrecerte.—replicó con una sonrisa de suficiencia.

Cora puso sus ojos en blanco y resopló.

—Eres tan insoportable. —siseó.

—Es parte de mi encanto. —expresó de lo más complacido por ello.

—Damon—dijo su nombre en compañía de un suspiro, abrazándose a sí misma en el acto—. No sé qué te hizo Estella. Es claro que Katherine te lastimó, pero Estella te destruyó. Pero no yo no soy ninguna de ellas dos. Yo jamás podría verme entre tú y Stefan—esbozó una triste sonrisa, ya que, si bien ella misma ya no se lo creía, tenía que recordarse el por qué había llegado a Mystic Falls, y la razón de esto no eran los hermanos Salvatore—. Así que hazte un favor y deja de perder el tiempo conmigo para buscar lastimar a Stefan—comenzó a dirigirse nuevamente hacia la puerta para disponerse en buscar a Cedric, más por una decisión a causa del impulso se detuvo a su lado y alzó su mentón para mirarlo a los ojos en cuanto él se volvió en su dirección—. En verdad espero que puedas solucionar tus diferencias con Stefan. ¿En verdad te sentirás mejor cuando descubras que desperdiciaste tu vida en una venganza donde lastimaras a la única persona que te queda en esta vida? El odio que cargas aleja a las personas de ti, pero es ese mismo odio es que te destruirá.


—Esta noche fue un completo desastre. —declaró Cedric apenas y se encerraron en el auto, alejándose lo más posible de la mansión Lockwood y de sus habitantes. Cora miró a través de la ventanilla que estaba detrás del chico pelirrojo y frunció sus labios. ¿Cómo es que una mansión tan hermosa como esa podía imponer tanto miedo como desagrado? Si de algo estaba segura era de que jamás en su vida quería volver a poner un pie dentro de esa casa.

Tras alejarse de Damon Cora había encontrado a Cedric discutiendo con dos personas, los cuales parecían ser sus padres. A juzgar por sus mejillas coloradas y el constante movimiento de sus manos, él se veía disgustado por algo que ella le habían dicho. No pudo ver bien los rostros de ellos porque estaban de espaldas hacia ella, pero pudo ver que Cedric definitivamente había heredado su cabello pelirrojo a su padre, pues su mamá tenía una hermosa y ondulada cabellera castaña que se asemejaba al azabache cuando no estaba debajo de la luz. Ambos eran de estatura alta, tal vez él le sacaba unos cuantos centímetros a la madre de Cedric, lo cual también le daba referencia a Cora del por qué su amigo pelirrojo era tan alto.

—¿Cuándo será el día en el que podamos tener una conversación donde ustedes no hablen como dementes? ¿Cuándo tendré a unos padres de verdad?—había gritado esto último tan alto que más de una persona había posado la mirada en la familia Williams—. No quiero a los psicópatas que se creen cazadores, quiero a mis padres—añadió esto con voz quebrada, pero sus ojos destellaban de ira, porque él estaba sintiendo dolor por culpa de sus padres—. Mi abuela era la única que parecía entenderme, pero veo que ustedes no me conocen de nada. Aléjense de mí y de Cora ¿escucharon?

Cora rápidamente se había escondido detrás de la pared y fingió estar abriendo la puerta que llevaba al baño, cuando entonces Cedric la encontró y sin decir mucho le pidió que se fueran de ahí. La rubia no presentó resistencia alguna, sobre todo por que vio a la distancia como Damon y Elena también estaban discutiendo. No quería estar en medio de más líos por esa noche. Bastante había tenido con los hermanos Salvatore y la señora Lockwood como para ahora verse involucrada en el drama familia de los Williams.

Y ahora ahí estaban ellos, la joven rubia de bellos ojos zafiros junto al chico pelirrojo con ojos color avellana. Su mirada reflejaba mil y un emociones, desde la cólera hasta la melancolía. Cora llegó a creer que Cedric, en cualquier momento, rompería el parabrisas con su puño para después romper a llorar, y lo habría hecho, de no ser porque ella decidió hablar primero.

—No tiene por qué serlo—susurró, si bien tenía preguntas sobre por qué ella fue mencionada en la discusión que él sostuvo con sus padres, supo que no era el lugar y el momento para saciar su curiosidad. Al menos por ese día—. Podemos irnos de aquí, conducir hasta un lugar donde podamos ser solo dos adolescentes normales que quieren tener una buena noche. Olvidarnos de las historias terroríficas que rodean a este pueblo y tener una noche normal—se encogió de hombros, una pequeña sonrisa traviesa adornaba sus labios—. Al menos vamos a fingir que este miserable pueblo es normal hasta la media noche ¿qué te parece?

Cedric guardó un momento de silencio, hasta que lentamente una sonrisa de alivio con un atisbo de alegría adorno su rostro, iluminando sus ojos hasta hacer desaparecer aquellas nubes tormentosas creadas por el daño que sus padres infligieron en él.

—Hay un lugar donde sirven las mejores malteadas de este lugar. ¿Te apetece?

—Siempre y cuando tengan papas fritas—dijo con una sonrisa que reflejaba culpa por su debilidad por este alimento—. No debería comerlas, pero digamos que son mi mayor tentación.

Cedric profirió una carcajada que le iluminó su rostro y encendió el motor del vehículo.

—Créeme, ni siquiera Chicago tiene unas papas fritas tan deliciosas como las que estas a punto de probar.

—Pero ¿no crees que voy un tanto formal para tomar malteadas? Es mi primera salida nocturna en Mystic Falls y no tenía idea de que ponerme. —dijo en forma juguetona, intentando crear la ilusión donde ella apenas se dirigía a su cita con Cedric, olvidando lo que acababa de suceder. Él pareció comprender su intención, pues con una media sonrisa le dijo:

—Te ves perfecta.

Pisó el acelerador y se alejaron de la mansión Lockwood para rescatar de lo que quedaba de la velada, disfrutando de la que podía ser su última noche como dos adolescentes normales.

Las puertas y ventanas de la mansión Lockwood se cerraron a la media noche cuando los invitados se retiraron para dar por finalizada la fiesta. Richard Lockwood se aseguró de que no quedase ninguna sola persona rondando por la casa y cerró las puertas de la biblioteca para reunirse con los miembros que representaban hoy en día a las familias fundadoras.

Liz Forbes, enfundada en su uniforme de policía del pueblo estaba de pie junto al sillón donde Carol, esposa de Richard, bebía con ansiedad de su bebida. Al lado de ella se encontraba en otro sillón Logan Fell, entrelazando sus manos sobre su regado mientras clavaba su mirada en las cortinas cerradas de la estancia, como si aquella tela fuera la más interesante que hubiera visto en su vida. Junto al librero se encontraba Michael Williams y Natalie Sulez, también conocida como Williams, su apellido de casada. El matrimonio no decía una sola palabra, pero dada su comunicación silenciosa a través de las miradas era claro que estaban preparando un mar de preguntas para los demás presentes en cuanto Richard tomase asiento.

El anfitrión de la velada tomó un suspiro y tomó asiento junto a su esposa, quien apenas y le dirigió la mirada.

—Gracias por quedarse hasta tarde.

—¿Tienen el reloj?—preguntó Liz Forbes, sin rodeos.

—No—negó Carol con una mueca que intentó esconder detrás del vaso de cristal que sostenía en su mano derecha—. La chica dijo que están entre las cosas de sus padres. Claramente no quiere entregarlo.

—Hablando de adolescentes ¿que fue todo eso con la chica Beckham?—inquirió Michael a la castaña—. Hiciste toda una escena.

Carol perdió el poco color que sus mejillas habían adoptado por el alcohol y miró contrariada al patriarca de los Williams.

—No me vas a decir que no ves el increíble parecido con ese demonio.

—Por favor—resopló Logan y sonrió un tanto divertido por ello—. Esa chica no puede ni matar a una mosca.

—¿Tú como lo sabes?—alzó la voz—. Debiste verla. Los ojos, la forma de su boca, era como ver su reflejo en esa chica. Puede ser ella, espiándonos.

—Ella está muerta—dijo Natalie—. Y aunque estuviera viva, es imposible que sea Cora Beckham—hizo una pausa—. Aunque es verdad que hay algo inquietante con esa chica.

Los ojos desorbitados de Carol se clavaron en Michael y le miraron de manera acusatoria.

—Tú sabes de que hablo. Tu familia tiene historia con ella.

—Una historia que prefiero dejar en el olvido—respondió neutral el pelirrojo—. No cargo los pecados de mi padre; mucho menos los de mi tátara abuelo.

—Les digo que hay algo malo con ella.

—¿Interrumpo algo?

Los presentes inmediatamente se tensaron al reconocer aquella voz que tenía un rastro perdido del acento británico, uno que por tantos años había intentado disfrazar con él norteamericano pero que jamás había olvidado sus raíces. Liz, quien había estado más cercas de la puerta, se maldijo en silencio por no haber escuchado como esta se abrió, pero ya era tarde como para advertirle a los demás de la presencia de su último acompañante para la reunión improvisada que habían acordado al finalizar la fiesta.

—Para nada, te estábamos esperando, amigo mío—dijo Michael con una sonrisa torcida—. Creíamos que demorarías más tiempo.

André Beckham posó sus gélidos ojos celestes sobre Williams y esbozó una sonrisa que nadie podía saber que significaba. Era una sonrisa amable, pero que igualmente escondía mil secretos oscuros y profundos que amenazaban con ahogar a todo aquel que se atreviera a descifrarlos.

—Mis disculpas. Me tomó tiempo convencer a Lydia de tomar un baño mientras buscaba una excusa para dejar la casa, y mi hija decidió salir hasta tarde con un amigo, que da la casualidad que es tu hijo, Michael—señaló—. Y hablando de mi hija, ¿quién tuvo el atrevimiento de comprarla con aquel demonio?

—André... —Carol, quien siempre era la mujer más calmada por su fría y calculadora mente, prácticamente se podía decir que estaba temblando con tan solo tener que encarar a aquel hombre que nadie había extrañado durante todos esos años de ausencia—. Cora es una hermosa muchacha, pero...

—La asustaste está noche—acusó, y si bien su voz se escuchaba calmada y un tanto desinteresada, como si estuviera compartiendo la información climática de la semana, todos sabían que había que tener cuidado con lo siguiente a decir si es que no querían que André Beckham se enfureciera—. Un consejo, Carol. Y va para todos—añadió, mirando a cada persona de la habitación, especialmente a Logan—. Mi hija es la persona más humana que puedan conocer. Pero yo no tengo por qué darles explicación alguna. Así que les agradecería que no la confundan con personas indeseables, y mucho menos que le cuenten historias del pueblo como hogueras de brujas. Esto lo digo como parte de una familia de fundadores. No les recomiendo que me tomen en mi papel como padre.

Logan tragó en seco, más no dijo nada. No tenía el atrevimiento de contradecir a André, no cuando se veía tan calmado que podía congelar con su mirada al infierno. Pero Liz sabía reconocer a un padre furioso, y sabía mejor que nadie que André no estaba jugando, y que si alguien se atrevía a molestar a su pequeña rodarían cabezas.

—Bien—Beckham tomó la botella de whisky que Carol había estado bebiendo y se sirvió un poco en uno de los vasos que había en la mesa ubicada al pie de la ventana—. Respecto al reloj, ¿qué hacemos? Es evidente que este asunto se nos está saliendo de las manos como no tengamos ese reloj.

—Yo puedo conseguirlo. —dijo Logan, pero Natalie resopló ante esto.

—¿Tú?—preguntó escéptica— ¿Y cómo? ¿Engañando a Jenna porque tu ego de macho prepotente esta dañado?

—Queremos ese reloj, Logan—dijo Michael—. No vamos a arriesgar la obtención del objeto más importante para nosotros solo por tus asuntos personales.

—Entonces—Logan tensó su mandíbula y miró ofendido a los Williams—. ¿Tienen una mejor idea?

—De hecho, sí que la tengo—dijo André tras beber un trago de su bebida—. Mi hija es amiga de Jenna y de Elena. Ella puede entrar y obtener el reloj.

—Sin ofender, pero ¿por qué ella haría eso?—inquirió Natalie.

—Oh—André sonrió con suficiencia—. Ella hará todo lo que yo le pida—se encogió de hombros—. Y esto es por el bien del pueblo, y de nuestros hijos.

Richard asintió distraídamente. La mente de André era de las más peligrosas de todos los presentes en la estancia, y ciertamente no quería saber cómo usaría a su hija para obtener el reloj. Quería al menos tener un buen motivo para dar comienzo a lo que sería una larga partida de ajedrez contra un oponente que, de momento, no tenía rostro.

—¿Estamos seguros de hacer esto?—preguntó en voz alta. Carol tensó sus labios y se limitó a beber de un trago el whisky que quedaba en su vaso. Logan suspiró, y los Williams únicamente asintieron en silencio.

Fue Liz quien habló.

—Cinco cuerpos sin una gota de sangre. Es bastante claro para mí.

André puso un cubo de hielo en su vaso que había vuelto a llenar y contempló como aquel cubo de hielo se derretía lentamente dentro del líquido. Llevó el vaso cercas de sus labios, y con voz sombría dijo:

—Han vuelto.

LUCIE HERONDALE SPACE
.
.
.

¡Hello! Feliz lunes ¿Cómo están? Yo sobreviendo a la escuela, gracias por preguntar jajaja

Bueno, creo que muchos tienen algunas preguntas así que vamos a recapitula:

Cedric es sobrino de Logan. Si, yo también querría cortar esa rama familiar de mi vida. Aparentemente Cedric lo odia, por decir así, pero aparentemente Logan tiene más hermanos. Scott y Leo, para ser más específicos. Ellos están lejos, por ahora, y aunque no serán relevantes en este acto de la historia, por que quiero resaltar a Logan como uno de los integrantes de la familia Fell (la oveja negra y que nadie extraña cuando muere), los asuntos de familia tendrán un papel fundamental con Logan en esta historia. Si leen mis demás historias saben que me gusta el drama familiar jajaja

Ahora, vámonos con el asunto de Cora. La pobre tiene muchísimo por procesar. Hay varias preguntas y muy pocas respuestas. Pero estamos a casi nada de obtener algunas respuestas, aunque no prometo que serán todas. Además la señora Lockwood la confundió con alguien. Quien sea es claro que le tiene terror, lo cual nos agrada por que odiamos a esa mujer, así que muy bien por esa persona que tiene aterrada a Carol Lockwood.

Finalmente, pero no menos importante, André. ¿Alguien imaginaba que esto pasaría? ¿Creían qué sería él, o Lydia, o ninguno de los dos? Ya se los dije antes: tengo todo fríamente calculado. Las piezas poco a pocos se irán revelando y tomando forma.

En fin, espero que les haya gustado y nos leemos pronto 💖

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top