Capítulo 10. El Partido De Fútbol

Un grito ahogado brotó de los labios de Cora cuando sintió como algo se impactaba contra su cabeza. A causa de la impresión pestañeó repetidamente para recuperar la lucidez sólo para descubrir que era el libro de Orgullo y prejuicio el que se había estampado sobre su cara. Había olvidado que se había metido a la cama y tenía sobre su frente una toalla de manos húmeda para aliviar la frente, pero fue su terquedad la que quiso hacerla seguir despierta para leer.

No tenía voluntad suficiente como para estarse despierta para la tarea de química, pero si para leer cuarenta páginas de una novela de Jane Austen.

Suspirando, Cora cerró el libro y lo dejó a un lado de su cama para acto seguido quitarse el paño húmedo y tocarse con el dorso de sus manos las mejillas. Estas ya no estaban calientes, lo cual quería decir que era una buena señal.

Después de lo que fue un encuentro desastroso en la casa Gilbert, Cora había escapado de ahí y no detuvo sus pasos ni siquiera cuando volvió a su casa. Su padre se estaba tomando una ducha, por lo que no le supuso ningún problema escabullirse a su habitación para encerrarse ahí y leer un poco, buscando una forma de despejar su mente perturbada por todo lo que había sucedido esa noche.

Había descubierto que Damon y Stefan estaban emparentados. Más que eso, eran hermanos. Elena tenía oficialmente una relación con Stefan, Caroline era novia de Damon, y estaba segura de que a partir de ese día Caroline y ella eran enemigas. Pero no se arrepentía de ninguna de las palabras que dijo esa noche. Tyler Lockwood era un imbécil. Ella lo había visto ese día cuando le lanzó el balón a Stefan con la mala intención de golpearlo. Además, tenía la palabra de Cedric, quien lo conocía desde hace más tiempo. El pelirrojo juraba que Tyler era el mayor imbécil de todo el pueblo, y ella le creía.

Si Caroline era demasiado vanidosa como para no ver más allá de su nariz como para ver la verdad, no era culpa de Cora, y mucho menos tenía por qué disculparse por ello.

Pero eso no era necesariamente lo que tenía su mente en conflicto, sino lo que había sucedido con Damon y Stefan.

Ambos eran hermanos, pero había una especie de resentimiento entre ellos que se atribuía a dos chicas que ambos amaron, y ambas escogieron a Stefan solo para que después la muerte llegase y se las llevara a ambas en sucesos horripilantes. Si bien era verdad que las dos chicas que enamoraron a los hermanos Salvatore no eran lo que se podía sentir santas de devoción, nadie merecía el destino que ellas sufrieron. Morir en un incendio, o asesinada por un asaltante para ser abandonada en un callejón, eran muertes horribles que ninguna mujer u otra persona merecía.

Entendía en parte porque Damon podía odiar a Stefan, pero su hermano menor no tenía la culpa de que dos mujeres lo hubieran elegido a él. Stefan no estaba al tanto de los juegos de Katherine y de Estella, él no les dijo a ambas que les mintieran y usaran como juguetes sexuales. Era claro que hubo sexo, al menos con Damon era seguro. Por cómo describieron a Estella era claro que ella era incapaz de dar su corazón sin recibir placer sexual. Fue una mujer materialista, fría, egoísta, vanidosa, y que abuso de su fama para el engañar a los dos hermanos sólo para después romperles el corazón.

Especialmente a Damon Salvatore.

Cora dejó escapar un jadeo por lo bajo y negó por su cabeza. No quería seguir pensando en los hermanos Salvatore, o en nadie más. Todo lo que quería era dormir para saber cómo afrontar el próximo día. Faltaban menos de veinte horas para el partido al cual le había prometido a Cedric que asistiría, esa tenía que ser su única preocupación teniendo en cuenta de que ella no sabía cómo seguiría su fiebre.

O las voces en su cabeza.

Había estado tan ocupada pensando en los hermanos Salvatore que olvidó por completo lo que pasó en clase de historia, pero tal vez era porque lo de Damon y Stefan era un problema más mundano, y no uno digno de un libro de Stephen King. No sabía si lo que había oído eran voces como tal que mágicamente sabían las fechas históricas y le ayudaban con ello, o si era algo más. Quería creer que se atribuía a la fiebre. El doctor le había dicho que la fiebre causaba delirios. Mientras más alta su temperatura, más delirante sería su mente. Podía ser que ella sólo requería de dormir bien y tomar sus medicinas. Si, debía ser solo eso.

No valía la pena desgastar su mente por algo que tal vez solo era producto de su imaginación. Ella nunca fue la mejor en clase de historia, pero en Chicago su calificación era aceptable, sin ser alta pero tampoco mediocre. Posiblemente lo había visto antes y se quedó grabado en su memoria, y en un momento de estrés lo recordó. Todos tenían una voz en sus cabezas, la de ella podía ser que sólo le hablaba con otro tono de voz que no correspondía al suyo, pero estaba en su cabeza.

Solo esperaba no estar volviéndose esquizofrénica. Sería lo último que le faltaría. La cereza de su pastel problemático.

Tratando de apartar de su mente aquello, la ojiazul se levantó de la cama para dirigirse al baño que tenía adjunto a su habitación. Sus padres habían insistido con darle la habitación principal porque era la única que tenía el baño adjunto. Su mamá había alegado de que era porque, en caso de tener noches malas, tendría cercas un grifo por cualquier clase de emergencia, como fiebre u otro malestar.

Lo único malo de dormir en una habitación tan grande era que todavía no desempacaba todas su pertenencias, por lo que se veía muy vacía. Había cajas en los pasillos y en las esquinas de las habitaciones, pero no estaba segura de que su algún día terminarían de desempacar todo. Habían traído consigo cada mueble y adorno decorativo de su casa de Chicago, y dudaba de que todo fuera a caber en esa casa que era más pequeña.

Literalmente los pueblos pequeños eran justamente eso. Todo era pequeño ahí. Las casas, el parque, las tiendas; lo único que era vasto era el bosque, teniendo 99% de posibilidades para perderse por sí alguien se desviaba del camino o si ni siquiera sabía por dónde estaba caminando.

Se lavó las manos con agua fría para alivianar la sensación de calor que todavía quedaba en su cuerpo y volvió a humedecer la toalla. Tal vez la fiebre ya había bajado, pero quería prevenir por si volvía. Se lavó igualmente los dientes y se cambió la ropa por su pijama, la cual consistía en un pantalón de algodón color gris con estampado de flores púrpuras y una camiseta del mismo color que el estampado de su pantalón. Dejó su ropa en el cesto que había debajo del lavabo y salió del cuarto de baño dispuesta para meterse a la cama.

Pero apenas y abrió la puerta un grito brotó de su garganta y retrocedió instintivamente mientras llevaba igualmente sus manos hacia su boca apenas y recordó de que su papá dormía en la habitación contigua, y si hacía un ruido que lo alertase podía ir a verla. Pero Cora no sabría cómo explicarle el por qué Damon Salvatore estaba de pie en medio de su habitación hojeando el libro de Orgullo y prejuicio.

—Pensé que eras más de Dickens—fue lo primero que él le dijo, sin siquiera mirarla. Estaba ahí de pie de manera impasible, como si no fuera relevante el hecho de que era ya media noche y ella estaba en pijama. O que él estaba en su habitación y había entrado sin ser invitado—. Caroline me dijo que te vio leer uno de sus libros, al menos. La historia que tiene un final triste.

—¿Cuál de todos?—preguntó, y se dio una palmada en la frente mentalmente ¿en verdad le había preguntado eso en lugar de exigirle saber qué hacía él a mitad de la noche en su habitación como si fuera un bandido?

Damon debió haber supuesto lo que ella había pensado, pues levantó su mirada azul del libro y le miró con una sonrisa burlesca.

—Tú madre me invitó el otro día. Pasaba por aquí y decidí decir hola. Creí que eso hacían los vecinos cordiales, al menos. ¿Eso no lo hacen en Chicago?

—Tú casa está en el bosque—replicó—. Literalmente.

—No. Todas nuestras casas están en el bosque. Mystic Falls, como todo al inicio de los tiempos, era sólo naturaleza.

Cora resopló y se cruzó de brazos, pero más bien lo que quería era poder esconderse a sí misma. No sabía por qué, pero al estar en pijama se sentía más expuesta, lo cual era absurdo por que seguía teniendo ropa. Ahora entendía por qué las chicas de los libros y series se sentían casi desnudas al estar en pijama enfrente de alguien que no fuera su familia, especialmente cuando este chico había irrumpido en su habitación en medio de la noche como si fuera lo más normal del mundo.

Ni siquiera sabía cómo es que había entrado. ¿Lo hizo por la puerta, o por la ventana? De ser por esta última ¿Cómo es que no escuchó el ruido de una escalera?

—No estoy de humor para tu filosofía—murmuró—. Y dímelo ya ¿cómo es que entraste aquí?

Damon suspiró, como si ella hubiera hecho la pregunta errónea, y dejó su libro encima del librero que contenía libros clásicos como de fantasía juvenil.

—Ya te lo dije. Tu madre me invitó el otro día. Yo estaba pasando por aquí, y la vi recibiendo un camión de mudanzas. Ella me pidió ayuda para cargar a la sala unas cajas que el camión de mudanzas trajo y yo como buen samaritano le puse a disposición mi ayuda. Aquel que traía la mesa de centro y la secadora de ropa. Ella me dijo que siempre era bienvenido de venir aquí cuando yo quisiera—chasqueó la lengua—. Por cierto, tienes una linda casa. Tiene más luz que la de Elena. Tal vez será porque la pintura es blanca y azul. Colores que, por lo que he visto, te representan. Eso, por lo tanto, me dice que tus padres te aman lo suficiente como para pintar la casa de esos dos colores. Solo basta con mirar una pared y uno ya puede pensar en ti.

Las mejillas de Cora se sonrojaron y apartó momentáneamente su mirada de Damon para acto seguido carraspear. Era claro que sólo quería adularla para distraerla.

—Y entonces, entraste aquí, y al ver que no había nadie en la sala o en la cocina, subiste las escaleras y diste por casualidad con mi puerta.

—Estaba perdido. Tu casa es más grande de lo que parece.

Ella enarcó sus cejas ante aquella pobre excusa.

—Y, aun así, encontraste mi puerta cuando pudiste haber tenido la mala suerte de entrar al dormitorio de mi padre. —expresó con ironía en su voz, pero esto sólo hizo que la sonrisa socarrona de Damon se acentuara.

—Bueno, tu padre ni siquiera se habría dado cuenta de que estaba ahí. Como podrás ver no hice ningún ruido. Y dejo tras de mi todas las puertas cerradas.

Cora estaba por replicar a esto, pero entonces vio que la puerta de su habitación, efectivamente, estaba cerrada, por lo que se limitó a gruñir por lo bajo a causa de la exasperación como angustia porque Damon estaba en su habitación.

—Damon—soltó una exhalación y le miró con fatiga, cansada por discutir con él cuando era claro que él ya tenía preparadas las respuestas a cada pregunta que ella le lanzar. Solo podía implorar en silencio por que las preguntas que más le importaban a ella fueran respondidas por él con la verdad—, ¿qué quieres? ¿Por qué estás aquí, en mi habitación?

Se abrazó con más fuerza a sí misma y aguardó a que el pelinegro le diera su respuesta. No tuvo que esperar demasiado.

—Mis intenciones de por qué estoy aquí son bastante claras, Cora—dijo con voz baja y ronca. La rubia se estremeció al oírlo pronunciar su nombre con tal cuidado que la hacía sentir como si el corazón le latiera con fuerza hasta poder llegar a detenerse súbitamente. Sus ojos azules penetrantes no la soltaban, y con cada palabra que decía el caminaba hacia ella con paso lento, pero seguro. Como un felino acechando a su presa, estando a segundos de lanzarse hacia ella para cazarla y no soltarla de sus garras—. Yo te quiero a ti.

Solo le bastó un parpadeo como para verse a sí misma de un instante a otro acorralada contra la pared, y todo lo que supo después es que Damon estaba ya enfrente suyo, sujetándola de sus brazos para evitar que ella escapara. Había una sonrisa juguetona en los labios del azabache que indicaba que él se divertía por la reacción que ella presentó, y es que Cora tenía sus ojos abiertos como platos, y su rostro había perdido todo color.

¿Cómo es que él había llegado tan rápido hacia ella hasta poder inmovilizarla en tan sólo un segundo?

Pero era tal el shock que había recibido que era incapaz de encontrar su propia voz. Así que se quedó ahí, de pie, en brazos de Damon, en estado de shock, completamente paralizada de los pies hasta la cabeza como para decir o hacer algo al respecto.

—Caroline no es más que algo pasajero—prosiguió él—. Y Elena no me interesa como me llegó a interesar Katherine o Estella. No, mi hermano puede quedarse con ella si lo desea. Solo quiero asustarlo para que piense que puedo quitársela, pero no lo haré, porque no la amo. Esta vez me temo que no estamos enamorados de la misma mujer. Yo te quiero a ti, Cora Beckham. Te necesito.

Su aliento la abrazó, y la hizo sentir un tanto abrumada por la cercanía que había entre los dos. Pudo sentir como la distancia era cada vez más corta, y ella quería gritarle que se alejara de ella, quería empujarlo, decirle que esto no era correcto, que lo que sea que él tenía no podía solucionarlo entrando a su casa a mitad de solo para hacer esto. No obstante, una parte de ella, la parte egoísta, la que vivía soñando despierta por los libros, la parte de su interior que estaba celosa por la relación de Stefan y Elena sin razón alguna, quería besarlo. Y eso la hizo sentir más culpable, porque sería como Estella. Estaría besándose con Damon por su celos hacia Stefan y Elena.

No era justo.

—Damon, esto está mal—logró susurrar con voz débil—. Yo no...

Pero antes de que ella lograse decir algo más al respecto, escuchó una risa un risueña que se escuchó por cada pared de su habitación, y seguido de esto la puerta se abrió de golpe para darle paso a una gran nube de neblina color azul que rápidamente llenó cada esquina de la estancia, y a ello le hizo compañía aquella risa.

Cora se estremeció, y pudo jurar que la temperatura había descendido. Los hombros de Damon se tensaron, y, sin soltar a Cora, se volvió hacia la puerta abierta que era de donde provenía toda esa neblina, y le escuchó sisear algo, pero ella no logró comprender lo que había dicho.

Las luces empezaron a parpadear erráticamente, y la risa que seguía siendo risueña, como si algo gracioso la hubiera hecho reír, estaba tornándose cada vez más tenebrosa. Como cuando uno iba caminando por el parque sin personas al rededor y sólo oía a la distancia la risa de una niña a la lejanía, como si estuviera jugando en los columpios cuando en realidad ahí no había nadie. Eso era lo que sentía Cora en esos momentos.

—Damon. ¿Qué está pasando?

Pero cuando el chico giró nuevamente su cabeza para mirarla, unos ojos verdes le miraron con aprensión.

—Debemos irnos. —le dijo Stefan, y sin aviso previo, él sólo la tomó en brazos y la sacó de la casa para adentrarse al oscuro pasillo que solamente era iluminado por la neblina azul. Cora, completamente anonadada por esto, buscó sujetarse del cuello de Stefan, pero él pareció dar un paso en falso, pues tropezó con la alfombra del pasillo y Cora salió disparada escaleras abajo, rodando sobre sí.

Sintiendo como su cabeza le punzaba, Cora parpadeo para adaptar su mirada en la oscuridad y vio tras de sí como la niebla se había detenido al pie de las escaleras, donde Stefan se había quedado inmóvil y veía algo que estaba más allá de Cora. Ella no conseguía distinguir su rostro, pero, por la postura que había soltado, podía apostar a que no era nada bueno.

La rubia, sin estar del todo segura si quería mirar, giró sobre sí para quedar de frente hacia la entrada de su casa, y vio que la puerta estaba abierta, y que le estaba abriendo el paso a una mujer. Desde la posición de donde ella estaba no lograba ver su rostro o su cabello, únicamente podía ver su calzado, el cual eran unas botas de cuero negras con tacón que llegaban hasta la rodilla.

Cora gimió cuando vio que aquella mujer se ponía de cuclillas frente a ella, y se escuchó a si misma pidiéndole ayuda, no obstante, todo lo que recibió fue el eco de aquella perturbadora risa femenina para ser así golpeada por una esfera de luz escarlata, y lo siguiente que supo es que estaba cayendo en la fría y densa oscuridad.

Despertó tomando una profunda bocanada de aire y su primer instinto fue buscar una fuente de luz. Su mano se extendió hacia la lámpara que había a su lado y cuando la cálida luz inundó la estancia sintió como si pudiera respirar con más normalidad, pues se percató de que todo había sido un sueño.

Todavía seguía vistiendo su ropa, aún tenía la toalla húmeda sobre su frente. La diferencia era que estaba arropada en su cama, y la luz había estado apagada, lo cual le indicaba que su padre había ido a visitarla. Pero también eso significaba que sabía que tenía fiebre. No obstante, esto parecía ser irrelevante comparado con lo que había soñado.

¿Qué demonios había sido todo eso? Fue igual espeluznante que un monto de la mente brillante de Stephen King. Todavía podía sentir el martilleo constante y ensordecedor de su corazón en sus oídos, así como este latía con ferocidad en su pecho a causa del miedo que sufrió por esa pesadilla. Su cuerpo estaba cubierto de sudor frío, y, a juzgar por su frente, la cual estaba ardiendo, la fiebre no había desaparecido, sino que estaba empeorando.

Cerró sus ojos y dejó caer su cabeza sobre su almohada. ¿Por qué tuvo que ver a Damon y Stefan en su sueño? ¿Qué significaba esa neblina? Y, más importante ¿quién era esa mujer que era dueña de una risa aterradora? Nada de eso tenía coherencia alguna para ella.

Damon nunca estuvo ahí, su mamá jamás le había abierto la puerta para que él le ayudase con la mudanza. Stefan no aprecio ahí de la nada, y ninguna mujer de aura fantasmagórica entró a su casa. Todo era producto de su mente delirante por la fiebre. Una pesadilla; eso era todo. No había necesidad de agobiarse por algo insignificante.

Haciendo un esfuerzo sobrehumano para levantarse de la cama para ir por un vaso de agua a la cocina, Cora dejó escapar una que otro gemido de malestar en compañía de muecas por la sensación de cuerpo cortado causante por la fiebre. No podía negar que una parte de ella estaba angustiada por lo que sucedería por la mañana, ya que no sabía si sería capaz de asistir a un partido de fútbol, pero no era el momento para mortificarse por ello.

Buscó sus pantuflas, las cuales estaban al pie su cama, y cuando levantó su mirada azul de sus pies para mirar al frente, su respiración se vio atascada. Ahí, en el librero que había frente a su cama, estaba acomodado de forma horizontal el libro de Orgullo y prejuicio en la sección que ella tenía designada para los clásicos, tal como había visto que Damon lo había acomodado en su sueño.

Antes de que él la acorralara para besarla. Antes de que Stefan la cargase en brazos solo para después verse cayendo de las escaleras y quedar a los pies de una mujer desconocida.

Tragó en seco. Cabía la posibilidad razonable de que su padre hubiera entrado y dejado el libro ahí. Él mejor que nadie conocía el orden que su hija tenía para su librero.

Intentando convencerse de ello, Cora salió de su habitación para ir a la cocina por un vaso de agua, sin percatarse de que en el alfeizar de su ventana había un cuervo observándola atentamente desaparecer por aquella puerta.

Querido diario...

No sé siquiera por qué estoy escribiendo ahora mismo. Tal vez será porque lo que estoy haciendo es una locura de la cual, estoy segura, me estaré arrepintiendo durante todo el fin de semana. O puede ser por que debido a la fiebre ya estoy perdiendo la cordura. El doctor me advirtió que cuando tuviera fiebre cosas como esta podían suceder, pero no creí que eso involucrara soñar con dos hermanos que además tienen pareja, o que estoy escuchando voces en mi cabeza. O también eso está causando que yo sea demasiado noble, o estúpida, como para negarme a algo. Podría estar en la cama ahora mismo, descansando, pero no. En lugar de eso estoy aquí, a menos de diez metros de la entrada para el campo de fútbol de la preparatoria para ver por casi dos horas un partido de fútbol únicamente por que se lo prometí a mi amigo.

Me costó demasiado convencer a mis padres se venir, y Cedric cuenta conmigo. No podía faltar, ni siquiera si siento que mis huesos me arden como si me estuviera quemando por dentro. Son dos horas de partido. Eso creo. No sé mucho de deportes, pero un partido de preparatoria no pude durar demasiado ¿verdad?

Cora soltó un suspiro de exasperación hacia sí misma y chasqueó la lengua. Había llegado al estacionamiento desde hace veinte minutos, pero había sido incapaz de salir de la camioneta, la cual su padre tuvo la amabilidad de prestarle con la advertencia de que fuera precavida al conducir. Había demasiadas personas en el campo, y todos ellos se habían juntado para escuchar las palabras del entrenador Tanner, pero Cora no iba a gastar su energía en ello. Por supuesto que no. Bastante tenía con el recuerdo de lo que pasó en la clase de historia como para además escucharlo bramar sobre el deporte. Ella no era aficionada, sólo estaba ahí por Cedric.

Su plan era quedarse ahí, encerrada con el aire acondicionado de su auto, hasta que la multitud se dispersara para ir a sus respectivos lugares. Por lo que alcanzaba a ver desde donde ella estaba, los alumnos ya estaban caminando las gradas, y las porristas buscaban su sitio respectivo para animar a los jugadores de su escuela.

Frunció sus labios. Era la hora.

Había tomado su medicina, se había dado un baño de agua tibia, y su ropa era lo suficientemente ligera como abrigadora para cualquier cambio de temperatura que hubiera esa noche. Estaría bien.

Guardó su diario en la guantera, ya que no se sentía cómoda llevándolo en su bolsa al estar sentada en las gradas rodeada de adolescentes a los que ella apenas y conocía, y abandonó la comodidad de su auto para así echarle llave y caminar con la frente en alto hacia el campo de fútbol.

Su calzado lo había escogido cómodo: unas botas negras de suela que le llegaban por la rodilla, en compañía de unos leggins del mismo color y una blusa blanca sin mangas junto a una chaqueta azul. Su cabello rubio estaba recogido en una coleta alta, para alivianar la sensación de calor que su cuerpo emanaba a causa de la fiebre.

Se veía juvenil, despreocupada, y preparada para ver un partido de fútbol. No tenía el aspecto de ser una chica que estaba agonizando por dentro por el dolor de sus huesos.

Llegó a lo que era el campo, y por un instante pensó que ella podía seguir delirando, pues ese lugar se veía mucho grande que de día y cuando estaba vacío. Esa noche aquel campo se veía inmenso pese a que estaba atiborrado de adolescentes en las gradas y a lo largo de todo el campo. Ni siquiera sabía dónde podía sentarse. Las gradas se veían increíblemente más grandes que el día anterior.

Intentando mantener la compostura, Cora avanzó con paso determinado hacia las gradas para buscar un lugar en las primeras cinco filas para que Cedric pidiera verla. No obstante, gracias a que estaba concentrada por encontrar un lugar donde sentarse, la joven no veía por donde caminaba y lo siguiente que supo es que su hombro rozó el de alguien más al tiempo que su pie tropezaba con el de esta persona.

—¡Lo siento!—exclamó un tanto avergonzada, sus mejillas teñidas de carmesí lo verificaban—. No veía por donde iba y...

Su voz se apagó en cuanto se percató de que la persona con quien había chocado no era otro más que Cedric.

El pelirrojo parecía igual de sorprendido por verla ahí, y eso le dio a indicar a la ojiazul de que el pelirrojo posiblemente también venía ensimismado en sus pensamientos, completamente ausente al escándalo que había a su alrededor.

—Cedric—la rubia ya tenía el esbozo de una sonrisa en sus labios cuando entonces lo vio—. ¡Cedric!—gritó en pánico y extendió su mano hacia el rostro del chico—. ¡Tú ojo! Dios mío ¿qué te sucedió?

Teniendo cuidado, Cora acarició cautamente con la yema de sus dedos el pómulo de Cedric, el cual tenía un gran hematoma por el golpe que debió de haber recibido en su ojo, el cual tenía una tonalidad de rojo y púrpura.

Se veía horrible. Ni siquiera sabía cómo es que él podía mantener ese ojo abierto sin sentir dolor.

—No es nada. —dijo él con un intento de sonrisa tranquilizadora, pero la mueca que tenía en sus labios, así como el débil temblor que asaltó a su ojo decían otra historia.

Cora retiró su mano y se cruzó de brazos para mirarlo con su ceño fruncido.

—¿Nada? Cedric, juro que sentí como palpitaba ese hematoma. ¿Quién te hizo esto?

—Cora...

—Por dios—exclamó con su voz ahogada al recordar lo que había pasado el día anterior con Stefan y Tyler—. Lockwood lo hizo—Cedric, al no decir nada y limitarse en agachar la cabeza, le dio la respuesta silenciosa necesaria a la rubia como para que ella sintiera como todo síntoma de malestar que tenía en su cuerpo se disipaba para darle la bienvenida a una ola de rabia y cólera hacia aquel chico mimado que tuvo la osadía de lastimar a Cedric—. Lo voy a matar—declaró—. ¿Cuál fue su excusa para hacerte esto?

—No quieres saber. —murmuró cabizbajo, y ella sintió como su estómago se retorcía al verlo así.

—¿Qué sucedió? ¿Cuándo te hizo esto?

—Ayer, después de la práctica—susurró—. Él me tomó desprevenido en el vestidor. Estábamos solos, yo me había quedado atrás porque mi prima Ava me llamó. Cuando terminé la llamada Tyler me acorraló y comenzó a preguntarme si acaso yo tenía una amistad con Salvatore, le dije que no, y luego te mencionó. Dijo cosas horribles, imperdonables.

—¿Qué cosas, exactamente?—preguntó, y si bien ella en verdad no sabía si quería saberlo, en ese momento ella necesitaba un motivo para golpear a Tyler en la cara como venganza por cómo había dejado a Cedric. Estaba más que herido físicamente. Lo había herido en su orgullo como en su autoestima.

—Lo típico que diría Tyler. Que te quiero para mí para una noche, y que él podía ayudarme si él se metía contigo primero. Me enfurecí, perdí el control, y lo golpee. Pero su gancho derecho es mejor que el mío, y me gané este hematoma—suspiró—. De no ser por Salvatore que había regresado por su mochila creo que me habría roto también la nariz.

—¿Stefan intervino?—preguntó desconcertada. ¿Por qué él no le había comentado nada al respecto anoche? ¿Acaso no quería inquietarla?

—Si—esbozó una sonrisa amable—. Es un héroe, te lo digo ahora. Parece que siempre sabe que hacer con los abusadores como Tanner o Lockwood—se encogió de hombros y su sonrisa se acentuó—. Entiendo por qué te gusta.

—Está con Elena. —respondió en voz baja.

—¿Y? Elena no siempre fue la chica dulce que ves ahora, Cora—le dijo, y su expresión se ensombreció—. La muerte de un ser amado siempre cambia a las personas, pero ella no fue esta chica amable y compasiva. Era la chica perfecta. Era buena cuando le convenía, era porrista, se postulaba para reina de bailes, sus calificaciones eran impecables, bebía hasta caer inconsciente, y coqueteaba con el primero chico atractivo que encontraba. Matt fue su primera relación real, para después cortar con él una noche por que dijo que no sabía lo que quería—se estremeció—. Horas después de eso sucedió el accidente del cual ella únicamente sobrevivió.

Cedric hizo una pausa, en la cual se tomó su tiempo para admirar el cielo nocturno, pero Cora presentía que no le interesaba al pelirrojo las estrellas que se alcanzaban a ver a través de las nubes, sino que estaba considerando las palabras que diría a continuación.

—No soy nadie para juzgar—dijo con cautela, mirándola detenidamente con su mirada penetrante—, pero te he visto con Elena. Solo te pido que tengas cuidado con ella, así como con Salvatore. Hay algo oscuro con él. Pero Elena... —chasqueó la lengua—. Tyler es una pesadilla, pero chicas como lo fue Elena y lo es Caroline son las más peligrosas. Puede que Elena haya cambiado, pero ahora está sumida en el dolor, pero cuando salga del duelo volverá a ser la misma Elena de siempre: egoísta y caprichosa. Las personas pueden cambiar sus modos de ser, pero no su esencia. Para bien o para mal, así es esto. Ten cuidado, por favor. No quiero que Elena juegue sucio contigo si ve que estas interesada por Stefan.

Cora se abrazó a sí misma. Su rostro se había vuelto pálido, y sentía como si cabeza a empezaba a dar vueltas por lo que acababa de oír. Todos tenían un pasado, ella misma lo tenía, pero nunca creyó que Elena fuera así. Pero tenía sentido. Cuando una persona sufría una pérdida que sacudía su mundo la primera reacción que se tenía era cambiar sus modos de ser para sentir que estaban honrando la memoria de sus seres queridos que fallecieron. Elena tenía a un hermano menor del cual debía cuidar, y Jenna no podía habituarse a ese estilo de vida de la noche a la mañana. Tal vez al ser una persona más altruista sentía que podía estar honrando a sus padres. Ser una mejor versión de sí misma.

Pero Cedric tenía razón. Las personas jamás perdían su esencia, aquello que los caracterizaba. Y después de la fase del luto todo volvía a ser como antes. Podía tardar meses o años, pero, como todo, el luto siempre terminaba, y por lo tanto las personas volvían a reflejar la versión de lo que fueron antes de esa pérdida.

La joven rubia estaba por decir algo al respecto, pero apenas abrió la boca tuvo que cerrarla de inmediato cuando a la distancia, justo al otro lado el campo, se escucharon varios gritos.

—¡Tyler, detente! ¡Tyler!

Cedric frunció su ceño inmediatamente y miró alarmado hacia el lugar donde la multitud de estudiantes había empezado a juntarse para ver lo que parecía ser una pelea.

—Esa es Viki—dijo el pelirrojo al reconocer la voz femenina que gritaba—. La hermana de Matt.

Y sin decir más, él corrió hacia dónde provenían los gritos de súplica de la joven Donovan junto a los alaridos de dos chicos. Cora no lo dudó un solo instante y salió detrás suyo, siguiéndolo de cercas tanto como se lo permitían sus cortas piernas. Gracias a su corta estatura pudo abrirse paso entre la gente con poca dificultad. Cuando se hubo colocado junto a Cedric, quien parecía estar conteniendo a Viki para que ella no cometiera la insensatez de intervenir en la riña, Cora vio que Tyler tenía sometido contra el césped al hermano menor de Elena. Éste se veía complemente ebrio, pero Tyler estaba cegado por la ira, y no parecía dispuesto a medir sus golpes. Así como tampoco Jeremy lo estaba.

—¡Basta! ¡Lo estás lastimando! ¡Tyler!—gritaba Viki entre los brazos de Cedric, quien miraba preocupado al hermano de ella, pero Matt parecía mirar completamente helado la pelea, como si no creyera que Tyler hubiera sido capaz de hacer esto. No por qué no conociera a la clase de amigo que tenía, sino porque no pensó que él en verdad fuera capaz de caer tan bajo.

Cora miró a su alrededor para ver si había algún adulto que pudiera separarlos, pero no había siquiera rastro de Tanner. ¿En qué clase de institución dejaban que un chico mayor golpeara a uno que era menor y que además estaba bajo los efectos del alcohol? No había nadie dispuesto a separarlos. Tal vez porque de hacerlo alguien externo se ganaría un puñetazo, o simplemente porque no querían que la riña terminase.

—¡No! Cedric ¡suéltame!—suplicaba la castaña entre los brazos del pelirrojo, pero él no parecía dispuesto a soltarla.

Cora vio como Jeremy parecía estar tomando ventaja sobre Tyler, pero el chico Lockwood era más alto que él, así como más fuerte y atlético, por lo que sólo tuvo que hacer dos movimientos para que Jeremy volviese a quedar debajo suyo. Tyler alzó nuevamente su puño, dispuesto a darle otro golpe a Jeremy, pero en ese instante una mano sostuvo la de Tyler y lo hizo alejarse sin demasiado esfuerzo del chico Gilbert.

—Suficiente. —dijo Stefan con voz dura, pero aquello fue como si fuese lo último que necesitaba Tyler en su día. Su rostro, rojo de cólera, dejaba en claro que la persona a la que más aborrecía el todo Mystic Falls era Stefan Salvatore. Tyler lanzó un gruñido y cerró su puño, dispuesto a golpear a Stefan en el estómago, pero después de esto, todo sucedió demasiado rápido para Cora que apenas y pudo descifrarlo.

Jeremy se había puesto de pie y tenía en sus manos una botella preparada para estamparla contra la cabeza de Tyler, el puño de este se impactó contra el abdomen de Stefan, pero el ojiverde siquiera ni siquiera se inmutó. No obstante, Cora no pudo saber que Stefan saldría inmune de esto, pues, antes de ver cómo Tyler le miraba desconcertado a Salvatore, la rubia lanzó un grito.

Fue como si la tierra temblara bajo sus pies, y el viento de esa noche se alteró por completo, soplando una fuerte ráfaga de aire que terminó hasta volando varios de los carteles que se habían colgado. Las luces del campo parpadearon, para después explotar. Una a una las farolas de cada luz que alumbraba el campo explotaron hasta dejar el lugar completamente a oscuras. El cielo igualmente se había despejado, y lo último que se vio antes de quedar sumergidos en la oscuridad fue una cegadora luz azul que inundó el campo y golpeó a Tyler con la fuerza necesaria que lo catapultó lejos de Stefan, lanzándolo como si un balón se tratase a más de cinco metros.

En el acto, la botella que Jeremy había lanzado en dirección hacia Tyler se estrelló contra algo, pero nadie pudo saber que fue, todo lo que escucharon fue el golpe de un objeto de vidrio haciéndose añicos.

Los estudiantes soltaron varios gritos ahogados por lo acontecido, y rápidamente empezaron a llamarse entre ellos para no sentirse desprotegidos por lo que había sucedido.

El viento dejó de soplar ,y el cielo nocturno volvió a despejarse para dejar ver la luz reconfortante de la luna junto a las estrellas. Segundos después, las mismas luminarias que habían estallado, volvieron a encenderse. Como si nada hubiera pasado.

Pero si sucedió.

La escena era desconcertante, e impactante. Viki seguía en brazos de Cedric, Tyler estaba en el suelo, mirando hacia arriba con una mueca de dolor mientras que hacía presión con sus manos en su abdomen. Como si hubiese recibido un puñetazo. Stefan miraba con horror la palma de su mano para después cerrarla en un puño y mirar con el ceño fruncido a Jeremy, quien apenas y parecía ser capaz de mantenerse por sí solo en pie por causa del alcohol.

La botella que el menor de los Gilbert había lanzado estaba rota en el suelo, pero los vidrios habían alcanzado a Stefan, así como a Cora, quien no se percató de ello hasta que sintió un punzante dolor en su brazo.

Dos trozos de vidrios grandes y algunos pequeños habían salido disparados hacia donde ella estaba, y los tenía encajado en su piel.

—¡Cora!—Cedric, cuando vio que Matt ya estaba gritándole a Tyler que se fuera de ahí, soltó a Viki y se aproximó a toda prisa donde estaba Cora. La rubia ya tenía su rostro retorcido en una mueca de dolor mientras que intentaba ahogar los gritos de agonía por los vidrios enterrados en brazo derecho. Había mucha sangre, y le dolía el brazo como si tuviera fuego—. Tranquila—dijo, pero parecía que más bien se estaba tranquilizado a sí mismo—. ¿Puedes flexionar los dedos de tu mano?

Cora gimió, completamente abrumada por el dolor. Apenas y podía entender una palabra de Cedric, pues en todo lo que ella era capaz de pensar era en el dolor punzante que sentía en su brazo. En ello, y en cómo demonios le explicaría aquello a sus padres.

Lentamente, Cora extendió la palma de su mano hacia Cedric, y movió sus dedos, uno por uno. El pelirrojo sostenía con cautela su brazo, sin tenerlo del todo rígido, pero también procurando de que ella no lo flexionara.

—De acuerdo. Te llevaré al hospital.

—¿Qué?—apenas y oyó esto, el pánico se apoderó de ella. Su registro médico, análisis de sangre; todo lo que ella había hecho para ser una estudiante normal y sana sería echado al traste por una herida causada por una pelea de chicos adolescentes—. No—negó con voz ahogada—. No es necesario.

Los gritos se habían hecho más presentes alrededor de ella que apenas y podía ser capaz de escuchar sus propios pensamientos. Elena había llegado al lado de Jeremy para lanzarle una reprimenda por lo que hizo, Viki estaba ya huyendo de ahí con Matt intentando seguirla, y Stefan alternaba su mirada de Viki, Elena y Cora, como si se debatiera sobre a quién debía apoyar.

La rubia apartó su mirada del ojiverde y pestañeó para aportar las lágrimas de dolor y frustración cuando llevó su otra mano hacia su brazo herido. Sin pensarlo, removió uno de los dos trozos más grandes de vidrio. Fue una terrible idea, ya que sintió como sus piernas flaqueaban.

En la vida volvía a ignorar los procedimientos médicos de la serie ER o Grey's anatomy. De ser así ya sabría que hacer sin perjudicarse más.

El semblante de Cedric palideció al verla en dicho estado, y buscó la forma en cómo detener el flujo de sangre que escurría del brazo de la rubia. Era difícil saber quién de los dos era el que más nervioso se encontraba.

—Cora—la voz dulce de Elena inundó sus oídos, y pese a que Cedric le había advertido alejarse de ella, en ese momento la rubia se sintió confortada y segura apenas y supo que estaba a su lado—. ¿Es profunda la herida?

—No lo sé—respondió con voz ahogada, y a través de las lágrimas que nublaban su vista a causa del dolor agudo, Cora vio como los estudiantes estaban posando su atención sobre ella apneas y vieron como Tyler, Stefan y Jeremy desaparecían de la vista. Todos los ojos estaban sobre ella, viendo la sangre de su brazo, así como su rostro contraído en una mueca de dolor—. Sáquenme de aquí, por favor. —suplicó con un sollozo y cerró los ojos, como si con esa simple acción ella pudiera realmente desaparecer de ahí.

—Claro—Cedric pareció intercambiar varias palabras con Elena en voz baja. Aclaró su garganta y acarició con cuidado el dorso de la mano de Cora—. No muevas el brazo, déjalo como está.

Una vez dicha esta indicación, el pelirrojo la cargó en brazos y Cora al instante ocultó su cara en su pecho, sin atreverse en abrir los ojos.

Apenas y tenía la mente clara como para saber que, lo que fuera que hubiera sucedido, no fue algo normal, y claramente tanto ella como Tyler, Stefan y Jeremy estarían en boca de todos por varios días. Sobre todo, ella y Stefan, gracias a que ellos eran los nuevos.

No sabía por qué, pero presentía que los estudiantes de Mystic Falls nunca antes tuvieron tantos chismes por contar antes de la llegada de los Salvatore y la familia Beckham. Así como también tenía la sensación de que eso no era más que el comienzo de algo más.

—¿Dónde aprendiste a hacer puntadas?

Cedric esbozó una sonrisa apenas y hubo terminado de cerrar las heridas del brazo de Cora y miró de soslayo a Elena. La castaña había fungido como una enfermera al estar en todo momento cercas de Cedric para tenerle a la mano todo lo que él pudiera requerir para atender a Cora.

El pelirrojo había acordado con Elena en que, si no podían llevar a la ojiazul al hospital, entonces ellos mismos se harían responsables por cerrar sus heridas y sacar cada trozo de vidrio. Elena sugirió la idea de ir al estacionamiento, pues ninguno de sus compañeros pensaría en buscarlos ahí cuando el juego todavía estaba pendiente. Cedric había traído unas dos sillas donde él y Cora se sentaron y Elena sostenía en sus manos una botella de agua y un plato de plástico que estaba lleno de gasas, vidrio roto y sangre.

La morena, en un arrebato de sobreprotección hacia su hermano menor o para prevenir cualquier tipo de emergencia, había puesto en el maletero de su camioneta un botiquín de emergencias. Pero más que un botiquín parecía ser el estuche médico de un doctor profesional.

Elena se había ofrecido en ser quien curase las heridas de Cora, pero cuando dijo que ella no tenía experiencia en sacar vidrios de una persona, Cedric inmediatamente dijo que él lo haría. Pará sorpresa de ambas chicas, el pelirrojo verdaderamente sabía lo que hacía. Su pulso era firme, su semblante expresaba serenidad y certeza, sin llegar a vacilar por un segundo. Sacó con ayuda de unas pinzas cada trozo de vidrio para luego desinfectar la herida y luego suturarla.

—Aprendí por una tía mía—explicó—. Es doctora. Ella sanó mis heridas como las de mi prima por años. Luego me enseñó para que yo pudiera saber que hacer en caso de emergencias. Nunca había sucedido una emergencia, así que esta es mi primera vez.

—No parece. Lo hiciste casi como todo un profesional—halagó Elena—. Tu tía te enseñó bien.

Las mejillas de Cedric se sonrojaron, y sonrió con timidez.

—Gracias—suspiró. Terminó de suturar la última herida y con cuidado apartó la aguja del brazo de Cora para así dejarlo sobre el plato de plástico que sostenía Elena a modo de charola—. ¿Tienes ibuprofeno de casualidad en tu botiquín mágico?

Elena rio por lo bajo y se encogió de hombros.

—Llámame paranoica, pero de no ser por esa misma paranoia Cora estaría agonizando ahora mismo—Cedric bufó—. Esta en el frasco azul. Ya te lo alcanzo yo.

—Gracias.

Cora admiró su brazo y soltó un suspiro de alivio. Si bien esas puntadas no serían fáciles de esconder ante los ojos de sus padres, y tendría que tratárselas con cuidado para prevenir posibles infecciones, también era verdad que Cedric había hecho un trabajo excepcional y digno de elogiar.

—En verdad te lo agradezco—expresó con una débil sonrisa. Se sentía agotada en todos los sentidos—. Lo siento, sé que te puse en una posición difícil al pedirte que no fuéramos al hospital, pero de haber ido mis padres estarían ahora mismo girando como locos y no volverían a dejarme salir en la vida. Son muy protectores conmigo. No tengo un chip en la cabeza porque mi mamá no pudo ponérmelo de niña.

—Está bien, entiendo totalmente eso—le tranquilizó él con una gentil sonrisa, pero, a juzgar por su mirada, también estaba igual de agobiado como ella—. Lo que pasó ahí fue algo inaudito por parte de Tyler.

—Pero fue Jeremy el que lanzó esa botella—dijo Elena con una expresión sombría para después otorgarle a Cora una mirada de disculpa en nombre de ella y de su hermano—. Él no era así, lo juro. Y, honestamente, no sé qué le paso esta noche—le tendió la píldora a la ojiazul, quien la aceptó con un débil esbozo de sonrisa—. No está siendo él mismo. Lo lamento tanto, Cora.

—Descuida, no es tu culpa.

Y así era. Elena no tenía por qué ser la que se disculpara, sino Tyler y Jeremy. Pero ahora mismo no tenía las fuerzas necesarias como para lanzar todo un discurso acerca de la familia. Especialmente cuando ella necesitaba pensar en una excusa válida para vestir ropa de manga larga dentro y fuera de la casa por dos semanas para esconder las puntada que su brazo lucía desde su codo hasta su muñeca. Si su madre la viera, le daría un infarto.

—Te ves muy pálida—observó entonces la morena, e intercambió con Cedric una mirada de preocupación por el estado de la rubia—. ¿Sientes algún mareo, náuseas, algún malestar?

—Los párpados me pesan—confesó con una exhalación y cerró sus ojos como prueba de ello—. Cedric, en verdad lo lamento, pero no puedo quedarme.

—No tienes por qué disculparte. Lo que pasó fue algo que nadie esperó. No te preocupes por conducir, yo te llevo.

—No, de eso nada—refutó—. ¿Y el partido?

El pelirrojo se encogió de hombros y una sonrisa liviana se posó en sus labios.

—No jugaré. Después de la paliza que me dio Tyler ayer, y de que hoy casi te dejan sin brazo, no pienso jugar ahora—resopló—. No entiendo cómo es que el juego sigue siquiera en pie para hoy teniendo en cuenta de que las luces se apagaron.

—Explotaron. Así sin más—musitó Elena al tiempo que un escalofrío recorría el cuerpo de Cora al rememorar en su mente el sonido de las luces estallando. Fue como una lluvia de cristales que nunca tocaron el suelo—. Al menos eso pareció ser. Pero es imposible, porque están nuevamente encendidas—titubeante, se volvió hacia ambos. Estaba más pálida que hace unos instantes—. Algo golpeó a Tyler. Lo vieron ¿verdad?

—Las luces son blancas—dijo Cedric con cautela—, pero yo vi como todo el lugar era alumbrado por una luz azul tan intensa como el zafiro. Y luego todo se volvió oscuro. Segundos después Tyler estaba en el suelo, como si ese rayo de luz lo hubiera lanzado por los aires.

—Eso no tiene sentido alguno. —murmuró Cora más para sí misma.

—Entonces ¿que fue eso? ¿Como es que las luces se apagaron con un estallido y luego volvieron a alumbrar el campo?—inquirió Elena con la inquietud tiñendo su voz hasta hacerla temblorosa.

—Un animal salvaje deambulando por el pueblo, luces explotando sin razón alguna para luego volver a encenderse, la superstición del cometa, la luz color zafiro—enumeró Cedric los eventos peculiares que habían estado sucediendo durante esos días. Sucesos que no tenían una explicación lógica—; nada de eso tiene sentido.

—Y no lo tendrá mientras más vueltas le demos—indicó Elena con un suspiro que expresaba fatiga—. Tengo que volver allá. Bonnie estaba algo intranquila y creo que necesita que alguien la calme—frunció el ceño—. Ha estado algo supersticiosa estos días desde que fue la noche del cometa. Lo que acaba de pasar la dejó alterada.

Cora únicamente se limitó en asentir. Estaba tan agotada que apenas y era capaz de seguir el hilo de la conversación. En todo lo que ella podía pensar era en que sentía la necesidad de meterse a la cama y no salir de ahí hasta el lunes.

Elena guardó el botiquín en su camioneta, y una ves que le echó llave se despidió de ambos para después dirigirse a paso de trote hacia el campo de fútbol, no sin antes desearle a Cora que se recompusieras. La rubia únicamente pudo pensar que su rostro debía verse igual de pálido y demacrado que el de un cadáver.

Cedric le ayudó a cruzar el estacionamiento para llegar al jeep de Cora, sujetándola con cuidado por la espalda baja hasta que la hizo recargarse contra la puerta del copiloto. Todo el cuerpo le dolía, sentía como si sus huesos fueran a llegar a desintegrarse como si de cenizas se tratasen. Su piel le ardía pie la fiebre, y su cabeza la sentía tan pesada como si alguien le hubiera golpeado con un objeto contundente. Caminar resultaba ser para ella todo un logro en esos momentos.

—¿Segura que no quieres ir al hospital?—le preguntó Cedric, mirándola con pánico, como si temiera que ella se llegase a desmayar.

La rubia logró negar con su cabeza.

—Segura—confirmó con sus ojos cerrados—. Solo quiero ir a casa.

—Espérame aquí—pidió, hablando rápidamente—. Solo déjame quitar las sillas que usamos. No me tardo.

Cora escuchó como él echaba a correr por el estacionamiento hasta que ya no pudo escuchar más sus pasos. La rubia exhaló y formó una mueca de dolor al sentir un leve ardor en una de sus puntadas que había a lo largo de su brazo derecho. Con ese brazo escribía, cocinaba, y era con el cual sujetaba el cepillo de dientes. ¿Cómo lograría disimular frente a sus padres?

Abrió nuevamente sus ojos y se encontró al comienzo con un cielo nublado, pero la luna se alcanzaba a contemplar en lo más alto. Hacía unos minutos atrás el cielo se había oscurecido por completo, y la atmósfera se volvió terrorífica cuando una fuerte ráfaga de viento azotó el lugar. Pero ahora el cielo daba indicios de que esto nunca pasó, que fue solo como una pesadilla.

Retiró sus ojos del cielo y se dispuso en buscar a Cedric por el estacionamiento, pero apenas y sus ojos se clavaron hacia el frente, ella soltó un grito ahogado y su cabeza se golpeó por el sobresalto contra la puerta del jeep.

Damon Salvatore le ofreció una de sus características sonrisas burlescas y suspiró, como si Cora ya se estuviera volviendo bastante predecible para él.

—En verdad debemos de dejar de encontrarnos así—expresó él con una mueca de diversión al ver como ella se frotaba con cuidado su mano izquierda sobre su nuca. Aquel golpe no había hecho otra cosa más que aumentar la sensación de vértigo—. ¿Qué dirá la gente de nosotros?

Cora le miró un tanto indignada que casi quiso abofetearlo. Estaba tan cercas que podía hacerlo.

Tan cercas suyo como lo había estado en su sueño cuando estuvo a punto de besarla.

Carraspeó, y se obligó a sí misma a olvidar aquello que no fue más que un sueño. Intentó esconder sus mejillas sonrojada por detrás de su cabello rubio, pero, claro, Damon tenía una excelente vista y se había percatado de ello. El pelinegro le miró atentamente, clavando sus ojos azules y penetrantes en ella, e inclinó su cabeza, como si se mostrase curioso por aquel el rubor que teñía sus mejillas.

—El rojo te sienta bien. Pero no tanto como el azul, si me lo preguntas. —dijo él con una media sonrisa de suficiencia, teniendo el descaro de extender su mano y enredar entre sus dedos la punta de un mechón rubio oscuro de su cabello que ella había soltado cuando Cedric comenzó a realizarle las puntadas. Damon contemplaba su cabello fuera el más hermoso que hubiese visto en su vida, mostrándose maravillado e hipnotizado por ello.

Cora le miró desconcertada por lo que parecía ser este supuesto halago, pero se obligó a sí misma en recuperar su voz.

—¿Qué haces aquí?—preguntó, y para su misma sorpresa escuchó cómo su voz se escuchaba increíblemente calmada, sin sonar nerviosa o arisca. Solamente curiosa por que podía estar haciendo ahí un chico que claramente ya no era estudiante de preparatoria—. ¿Vienes a ver a Caroline?

Damon soltó sin prisa alguna el mechón rubio de Cora y bufó.

—Oh, no. De hecho, estoy escondiéndome de ella—dijo con una mueca y lanzó una rápida mirada sobre su hombro, aparentando paranoia por qué la nombrada pudiera aparecer en cualquier instante—. No se lo digas ¿quieres?

—Descuida—se cruzó de brazos y alzó su mentón. Ella estaba acostumbrada a mirar a los hombres inclinando su cabeza hacia atrás por lo bajita que ella era, pero con Damon, si bien la diferencia estatura era notoria, de alguna forma peculiar ella no se sentía tan baja a su lado—. No es como si ella y yo fuéramos unidas. Pero ¿por qué te escondes de ella? Es tu novia ¿que no sales con ella por una razón? Como que tal vez te enamoraste de sus ojos, de su voz; no lo sé. Normalmente eso es así.

—Me consta que en serio no has salido con alguien.

Cora bufó.

—Búrlate, pero sabes que tengo razón.

—Es verdad, no te equivocas en esto—suspiró—. Pero creo que fue ese enamoramiento breve. Como el flechazo de verano. Lo mío con Caroline fue menos que eso, claramente—abrió sus ojos como platos, sobreactuando estar horrorizado por algo—. Habla demasiado, y eso es algo que en serio no sé si puedo ser capaz de tolerar. Me vuelve loco.

—Bueno, ese si es un problema. La comunicación en una relación es esencial.

—Si, bueno, también está el asunto de la edad—sacudió su cabeza mientras arrugaba su nariz—. No soy creyente en eso, la edad no es un límite. Pero ella es una adolescente en todos los sentidos. No congeniamos, y no creo que lo nuestro tenga un futuro.

Cora sentía su boca seca. Tal vez no era idéntico a como sucedía en su sueño, pero las similitudes eran claras. Él estando ahí frente a ella, acorralándola entre su cuerpo y una pared (en este caso era el automóvil), y diciéndole que no amaba a Caroline. No quería pensarlo, pero temía que lo que casi sucedía en su sueño antes de escuchar aquella risa perversa pudiera suceder igualmente ahí. Justo ahora.

—¿Y qué hay de Elena?

La pregunta solo salió así sin más de sus labios, con su voz áspera. Damon parpadeó y la miró un tanto desconcertado.

—¿Elena?

—Ya sabes. Katherine, Estella; ellas tuvieron una relación con Stefan, y tú las amabas. ¿No quieres vengarte? Elena es muy madura, puede que sea tu tipo y quieres quitársela a Stefan. Lo cual sería injusto, sobre todo para Elena.

Toda sonrisa o destello de burla que pudo haber en el rostro de Damon desapareció sin más, y su rostro se volvió indescifrable para la rubia.

—Deberías dejar de leer tantos libros, Cora—murmuró, mirándola detenidamente con sus ojos azules penetrantes. Había algo sombrío en su voz al decir aquello que la hizo estremecerse—. Las páginas de cada libro pueden ser un arma que pocos saben usar.

—Así que no lo niegas.

—¿Te molestaría? Tú no eres cercana a Elena, ¿es que acaso no quieres que yo pose mi atención en ella?

Cora tragó en seco, y se obligó a mirarlo. Si apartaba su mirada podía darle a entender que se sentía intimidada, o que él tenía razón en lo que decía. No quería brindarle esa satisfacción.

—No quiero que salga herida. —dijo con un hilo de voz. Damon esbozó una sutil sonrisa de satisfacción al oírla decir aquello.

—No me interesa Caroline. Y tampoco Elena. No del modo romántico, al menos. Como podrás ver, no soy como el señor Darcy, pero tampoco soy tan miserable como Sydney Carton. No, yo tengo claro lo que quiero, Cora—su aliento acarició su rostro. Con cada palabra que decía se inclinaba más hacia ella, sin borrar esa irritante sonrisa burlesca de sus labios—. Y algo que yo sé con certeza es que tú me deseas a mí, porque tienes una obsesión conmigo.

—Por supuesto que no. —negó casi con un grito, mirándole un tanto ofendida por lo que acaba de oír. Apenas y se conocían.

Cómo si hubiera leído sus pensamientos, él inclinó su rostro hacia un costado y un destello malicioso iluminó sus ojos azules.

—Entonces ¿me dirás que no piensas en mí cada día desde que nos conocimos? Sé que sueñas conmigo.

Cora casi se atragantaba con su respiración al escucharlo decir eso con seguridad, como si fuera un hecho y tuviera evidencias al respeto. Pero ¿cómo podía saberlo? No, era imposible. Aunque también era una realidad, porque ella si había soñado con él, estando a punto de besarla.

Al no recibir una respuesta de su parte, Damon se permitió sonreír triunfal, y sus pupilas se dilataron cuando se percató de que Cora había establecido el contacto visual.

—De hecho—hablaba calmado, con su voz aterciopelada acariciando cada palabra que decía, otorgándole un aire seductor como irresistible, como si ella no pudiera escapar de ello—, ahora mismo quieres besarme.

«Si, deseo besarte aquí y ahora.» pensó ella con anhelo, posando sus ojos azules en los labios de Damon. Sentía como si su cuerpo se hubiera entumecimiento, y todo lo que podía oír era los latidos de su corazón martilleando en su cabeza, haciendo que sus pensamientos fueran un eco distante apenas audible para ella misma «No quiero hacerlo por celos a Stefan y Elena. Quiero besarte porque no quiero verte con Caroline, sino conmigo. No quiero verte con Elena, y no quiero que pienses en Estella nunca más. Sueño contigo, y no quiero besarte solo en mis sueños. Quiero sentir esta adrenalina estando despierta, estando viva.»

No obstante, cuando pudo sentir que los labios de Damon ya rozaban con los suyos, Cora sintió como si despertase de un sueño, y lo primero que fue capaz de ver era que lo que estaba sucediendo no era lo correcto. Así que hizo lo primero que se le vino a la mente.

Abofeteó a Damon en la cara con su mano sana. Fue un golpe breve, pero con la fuerza necesaria como para hacerlo retroceder.

—¿Qué demonios te pasa?—demandó saber ella, su rostro sonrojado por la ira—. Estas con Caroline, y ella ya me odia, no quiero que me odie aún más. Si yo sueño contigo o no, no es de tu incumbencia. Y no te deseo, para que quede claro—siseó—. No sé qué sucede entre tú y Stefan, pero, hazte un favor, Damon, y no te atrevas a meterme en tu juego, porque no estoy interesada. Tengo más problemas de los que te puedes imaginar; no me aparece sumar a la lista un drama de adolescentes. Y grábate lo que te diré a continuación, porque no pienso gastar mi aliento para repetirlo en otra ocasión: yo no soy, y nunca seré, Katherine, y mucho menos Estella Hart. Yo no jugaría jamás con los sentimientos de dos personas. Pero veo que tú sí.

Sin siquiera molestarse en ver su reacción, Cora aprovecho a que él estaba todavía aturdido por la bofetada que ella le propinó y logró escabullirse de ahí para alejarse a grandes zancadas en dirección al salón donde Cedric había tomado las sillas.

¿Cómo es que Damon había sido capaz de eso? ¿Como pudo tener el atrevimiento y descaro de intentar besarla cuando él tenía una relación con Caroline? Dios, que estúpida había sido al pensar que él podía ser siquiera una persona sensata, alguien con quien pudiera entablar una amistad. Jenna tenía razón, los chicos como Damon solo sabían romper el corazón, así como destrozar ilusiones.

—Cora—escuchó la voz sobresaltada de Cedric cuando él estaba saliendo del salón que servía como bodega para guardas sillas y mesas extras por cualquier tipo de emergencia—. ¿Qué pasa?

—Yo...—la rubia, temerosa por qué Damon pudiera seguir frente al Jeep, miró furtivamente por encima de su hombro, pero el estacionamiento estaba completamente vacío. Contuvo lo que era un suspiro de alivio, y se volvió hacia Cedric para otorgarle una media sonrisa—. Te estabas tardando, y pensé que necesitabas ayuda—sacó de su bolso la llave del auto y se la ofreció—. ¿Nos vamos?

—Me alegra tenerte con nosotros en el equipo.

Stefan esbozó una sonrisa que expresaba alivio, así como bienestar y un atisbo de alegría por las palabras que Matt Donovan le había dicho. Pensó que sería difícil conseguir adaptarse, y que después del incidente entre Jeremy y Tyler Matt y en resto del equipo de fútbol como de porritas no confiarían en él, pero se habla equivocado. Y eso lo hacía sentir dichoso.

Tal vez Mystic Falls tenía más por ofrecerle de lo que había pensado. Tal vez era su oportunidad de volver a sentirse con vida. De fingir ser por una temporada ser solamente el adolescente normal que no pudo ser en el pasado. Terminar algo que podía ser mundano, pero que era mejor que estar huyendo, cazar, y ser cazado.

Stefan se dispuso a seguir a Matt hacia el campo de fútbol, donde estaban a minutos de comenzar el partido. Aparentemente Cedric se había retirado, por lo que meterían a un chico de la banca. Mackenzie, ese era su apellido. Era un chico sabelotodo que prefería estar detrás de una mesa de laboratorio, pero necesitaba estar en el equipo de fútbol por sus bajas calificaciones en educación física y en clase de artes.

No obstante, a sus espaldas escuchó un par de aplausos sarcásticos, y toda calma y sensación de alegría se desvaneció, haciéndolo recordar igualmente el por qué siempre abandonó la vida de ser un humano en el pasado.

Damon, su hermano mayor, estaba recargado contra la pared mirándolo con una sonrisa torcida que reflejaba burla.

—Muy bien, Stefan. Ya ganaste tu puesto en el equipo y ahora ganas amigos. ¡Eso es equipo!—exclamó, imitando los movimientos y porra de una porrista.

—No tengo tiempo para esto, Damon. —dijo con voz cansada. Esa noche estaba yendo bien, no quería que empeorara al malgastar energía con una discusión sin sentido con Damon.

Pero cuando se dispuso a volverse hacia la entrada que llevaba al campo, Damon ya estaba ante él. Gruñó por lo bajo. Detestaba que él siempre hiciera eso.

—Debo decirte, hermano, que me sorprendió bastante el truco del collar con Elena—entrecerró sus ojos—. Intenté acercarme a ella antes del partido. Naturalmente, no funcionó—chasqueó la lengua—. Lástima, tendré que seducirla con mi otro encanto. El que requiere de más tiempo, pero que tú no podrás evitar con otra joya—Stefan bufó, lo rodeó y se dispuso a buscar la otra entrada al campo, pero se detuvo cuando escuchó añadir a Damon:—O tal vez podría simplemente comerla.

—No—se volvió nuevamente hacia él—. No lo harás.

La sonrisa de Damon se acentuó.

—¿Sabes que me dejó todavía más perplejo? Cora—suspiró—. Ya, dímelo ahora ¿cómo lo hiciste? No tenía ningún collar, anillo, o pulsera. ¿Lo tenía en sus zapatos?

—No sé de qué hablas—dijo con desconcierto mientras que sentía como la preocupación crecía en él. Cora. Por supuesto que Damon iría detrás ella ¿cómo es que pudo haber sido tan idiota en dejarla desprotegida?

—Ya veo. No quieres presumirme tu truco.

—Damon, yo no le di verbena a Cora—dijo lentamente y con voz firme para que comprendiera que decía la verdad—. Esta limpia.

El ceño del pelinegro se frunció.

—Eso no tiene sentido. Ella claramente fue inmune a la compulsión.

Ahora fue Stefan quien frunció su ceño.

—Estas vacilándome, y eso no es gracioso.

—Es la verdad.

—¿Cómo es que Cora sería inmune a la compulsión si no tiene consigo verbena?

—No lo sé. Dímelo tú.

—Ya te lo dije, yo no le di nada.

—En ese caso ¿cómo explicas que ella no se vio afectada por ello?

—Nada de lo que me dices tiene sentido, Damon—expresó con fastidio—. Ningún humano puede resistirse a eso.

—Pues entonces algo está terriblemente mal con ella.

Stefan se rio por lo bajo y alzó su mirada al cielo. Parecía que su noche no hacía más que mejorar, pues jamás había visto a Damon tan desconcertado como frustrado por no saber lo que sucedía.

—Damon, créeme, Cora es la persona más humana que hay. Ella no puede poseer nada extraordinario más que su buen corazón. Si fue inmune a la compulsión, tal vez es porque tú hiciste algo mal. Y ¿sabes qué? No creo que le hagas daño a ella o a Elena porque todavía te queda algo de humanidad. Muy dentro de ti, debajo de este monstruo que yo creí que eras, de ese monstruo que intentas ser, hay todavía una parte humana que evitará que les hagas daño. Por qué ese daño con el cual amenazas fue el que te hizo Katherine.

—¿Quién finge?

Stefan tensó su mandíbula. Estaba cansado de las evasivas de Damon, cansado de que él le hiciera daño cuando en realidad él se hacía daño a sí mismo.

—Mátame.

El azabache bufó.

—Por favor, no me tientes.

—No, no lo harás por que, después de tantos años donde has tenido miles de oportunidades aquí estoy: vivo. Y tú sigues aquí, acechándome después de 145 años—lo miró a los ojos—. Katherine murió. Estella murió. Y tú sigues aquí, odiándome después de tanto tiempo, porque amaste a Katherine. Y me torturas porque aún amas a Estella. Eso fue lo que te enseñaron ellas dos: amar, odiar, y torturar. Y eso mismo, hermano, es tu humanidad.

Cora se removió con inquietud en el asiento del copiloto y buscó adoptar una nueva posición más cómoda para dormir, no obstante, cuando apoyó su cabeza contra la ventanilla de cristal, abrió sus ojos de un sobresalto y miró al rededor para buscar a Cedric. El auto se había detenido, todo estaba a oscuras, y Cedric no estaba ahí.

—¿Cedric?—llamó, buscando adaptar sus ojos a la repentina y densa oscuridad que había rodeado al automóvil. Parpadeó. Llevó sus manos hacia su regazo donde tenía su bolso para ver si con la linterna de su celular podía ayudarse, pero descubrió que ya no tenía su bolso, y que su ropa era otra a la que había estado usando. No podía ver bien gracias a las penumbras, pero, a juzgar por la textura y el volumen de la prenda, sus leggins y blusa habían sido sustituidos por un vestido de varias capas, con un corsé que ella empezaba a sentir como le limitaba la capacidad para respirar por lo ajustado que estaba. Sus calzado consistía en lo que creía que eran tacones de aguja con cintas delgadas alrededor de él que se detenían en su tobillo. Ella no sabía caminar sobre tacones de aguja.

Cora soltó un gemido y miró al rededor. Había dos ventanillas a su lado, pero no eran de un automóvil, sino de un pequeño cuarto. Era muy diminuto, y las ventanas tenían cortinas blancas que impedían la entrada de luz.

Extendió su mano hacia la cortina para intentar espiar afuera y poder orientarse, pero apenas vio como su mano cubierta por un guante rozaba la tela de la cortina, la puerta se abrió y una tenue luz alumbró a Cora, haciéndola entornar sus ojos por el sobresalto de la repentina luz.

—¿Qué...?

La ojiazul miró al responsable que abrió la puerta, y ahogó un grito al ver que se trataba de Stefan. O al menos parecía ser él. Tenía los mismos ojos verdes, la misma mirada gentil, y su cabello castaño claro que se asemejaba al color miel era idéntico. Pero había algo diferente en él. Se le veía más relajado, más sereno, e incluso más feliz.

Vestía un traje formal de etiqueta negro con una corbata. Su cabello castaño lo tenía un poco más largo, y estaba peinado hacia la derecha, con uno que otro mechón cayéndole por la frente en un acto de rebeldía. Se veía terriblemente apuesto.

—Llegas justo a tiempo—su sonrisa se ensanchó de oreja a oreja, y sus ojos verdes brillaron con mayor intensidad—. Te ves hermosa.

Cora le miró con una sonrisa nerviosa. ¿A tiempo para qué?, quiso preguntar, pero no logro articular una sola palabra a causa de la impresión de ver a Stefan ante ella, así como que se percató de que ella había estado en un carruaje.

El ojiverde le extendió su mano, y la rubia, con una pequeña sonrisa tímida la aceptó, sujetándose con más fuerza de la debida a su agarre por temor a caer del carruaje. Sin embargo, como si ella hubiera tomado clase de etiqueta por años, sus pies lograron moverse con movimiento grácil por debajo de aquella falta azul ostentosa de su vestido y sus talones no parecían resentir ser sostenidos por unos tacones de aguja que median más de diez centímetros.

Cora miró a su alrededor para intentar saber dónde estaban. Ante ella estaba una gran mansión con un pórtico que era sostenido por columnas blancas, y los ladrillos eran de un color anaranjado cálido, sin ser del todo llamativos, y las puertas blancas estaban abiertas de par en par, invitando entrar a todo aquel que quisiera ser parte de la celebración del baile que se llevaba a cabo.

Desde donde ella estaba consiguió ver que adentro estaba Elena bebiendo de una copa de champán, con Caroline a su lado parloteando de algo que aprecia estar aburriendo a la morena. A unos pasos de ellas logró vislumbrar a Matt y Viki. La castaña no parecía encontrarse bien. Su semblante era de un tono grisáceo enfermizo, y todo su peso lo estaba apoyando en el brazo de Matt, pero él no parecía ser consciente del estado de su hermano.

Todos vestían ropas de la época victoriana, y la entrada estaba llena de carruajes que esperaban a que sus dueños volvieran para regresarlos a sus casas. Pero lo que la desconcertada referente a la época era que varios chicos que iban llegando tenían sus celulares en mano. ¿Acaso estaban atrapados dentro de un bucle de época atemporal?

Aún sujeta a la mano de Stefan, Cora ingresó a la gran mansión ascendiendo las escaleras para llegar al recibidor, que es donde la gran mayoría de los chicos están reunidos, cada uno aguardando con una copa de champán que están servidas en la mesa de una esquina cercas de las escaleras de caracol que llevan al segundo piso. Cora recibió varias sonrisas amables a modo de saludo, y ella se las devolvió, aunque por dentro solo quería gritarle a alguien que le dijera que estaba pasando ahí y que se suponía que estaban celebrando.

—Stefan—llamó en voz baja—. ¿Exactamente que está sucediendo? ¿Qué se celebra?

—Oh, es una sorpresa—escuchó detrás suyo una voz terriblemente familiar—. Te lo dije, el azul es tu color.

La pareja se volvió sin prisa alguna hacia Damon, quien les dedicaba una sonrisa diferente de las que él acostumbraba a lucir. Esta expresaba una calma y serenidad en él que ella no creyó posible presenciar al mirar sus ojos, expresando anhelo, melancolía, resignación, y dolor que escondía bajo una máscara libre de burla y desdén. Era como ver otra versión de Damon. Era él, pero había algo diferente en su persona que ella no sabía bien que podía ser.

Sus ojos azules ya no eran fríos, sino cálidos, y su voz ya no tenía esa misma nota de sarcasmo que empleaba a cada segundo.

No era su Damon.

—¿Una sorpresa? ¿Qué tipo de sorpresa?

Damon abrió la boca para darle una respuesta, pero ella no logró escuchar nada, pues en eso se escuchó por todo el lugar como una cuchara golpeaba con delicadeza, pero insistencia una copa de champán, haciendo eco por cada rincón para callar todas las voces y hacer que las miradas se volvieran hacia donde provino aquel sonido.

Lo primero que Cora vio fue la silueta de un hombre que sujetaba una copa, pero el candelabro que colgaba del techo le impedía ver su rostro. A su lado había otros dos hombres, pero era imposible ver sus caras por la luz que repentinamente parecía ser cegadora.

—Bienvenidos. —dijo el hombre, y Cora detectó en su timbre de voz un acento británico.

El cuerpo del anfitrión giró entonces con un simple movimiento elegante hacia la cima de la escalera, y su mano se extendió hacia una cuarta persona. Era una mujer, según logró ver Cora a juzgar por la falda roja de un vestido que se asomó por detrás de la pared que escondía la planta alta, y, por lo tanto, su rostro. La rubia ojiazul se sujetó con más fuerza del brazo de Stefan cuando vio como el que era el anfitrión de ese baile extendía su mano hacia la mujer, pero cuando ella extendió su mano hacia él, el candelabro que colgaba del techo hizo un corto circuito y se desprendió, cayendo en picada sobre las cabezas de Cora y Stefan.

Lo último que vio Cora antes de que todo se volviera a sumergir en penumbras fueron los ojos azules de Damon abriéndose como platos, completamente horrorizado, y escuchó la voz teñida de pánico de Stefan llamándola con insistencia, en compañía de una risa suave y risueña femenina que parecía hacerse más fuerte cada vez que el candelabro se aproximaba más hacia ella hasta que sintió como se metía dentro de su cabeza y fuera parte de su mente.

—¡Cora!

La rubia se despertó con un sobresalto sobre su cama y rápidamente se incorporó. Sentía como si cada bocanada de aire que ella buscaba jalar le costase demasiado. Su pecho le dolía por una sensación de malestar por los latidos desbocados de su corazón, y sus oídos le zumbaban a causa de la conmoción que sufrió en su pesadilla.

Demoró varios minutos para conseguir normalizar su respiración, así como en secar el sudor frío que cubría su frente. Una vez que pasó la sensación de malestar la joven recorrió rápidamente con su mirada el lugar donde ella estaba, y soltó un suspiro de alivio al reconocer que esa era su habitación, y que todavía debía de ser media noche.

«Claro—se recordó a sí misma—Cedric me trajo a casa y yo subí directamente a mi habitación. Mis padres me dejaron una nota diciéndome que saldrían a cenar por esta ocasión. »

Se dejó caer sobre su almohada y cerró sus ojos. Había tanto por pensar referente a esa última pesadilla. Un baile, la convivencia de dos épocas diferentes, Damon, Stefan, el candelabro, la luz azul, y esa risa. Esta vez fue peor que la otra vez. Era una risa que aparentaba ser inocente y despreocupada, pero a Cora no le provocaba esa sensación, sino todo lo opuesto. La hacía sentir intranquila.

¿Por qué seguía soñando con Damon y Stefan aún después de lo sucedido esa noche? Stefan estaba con Elena, él siempre la amaría a ella y a nadie más. Y Damon nunca sería diferente. Siempre le guardaría rencor a su hermano, y lo mejor que ella podía hacer para sí misma era mantenerse alejada de ellos.

Pero no sería fácil si ella continuaba soñando con ellos.

LUCIE HERONDALE SPACE
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¡Hello there! ¿Cómo les va? Yo acabo de salir de un resfriado a causa de la alergia y ahora mismo estoy que solo quiero dormir después de estar noches con insomnio por culpa de la nariz que me dio lata por varias noches jajaja

En fin ¿que les pareció un capítulo? Según yo iba a ser corto. No sé qué pasó pero obviamente no fue así. Pero supongo que eso es mejor ¿no?

Aparentemente Cora es inmune a la compulsión ¿por qué razón en especifico si todos sabemos que no tenía consigo verbena? Ya veremos.

Las cosas poco a poco se irán saliendo de control. Esto no es más que una pequeña chispa para la bomba que caerá sobre Cora.

Espero que les haya gustado. Déjeme saber que fue lo que más le gustó por que amo leer sus comentarios jeje. Nos leemos pronto ♥️


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