𝐑𝐓 | 2
—¡Belle, ya es hora! —La artista terminaba de pintar las líneas sobre su rostro. Movía las puntas de sus pies al compás de la melodía que tarareaba.
Se levantó de su asiento y se vio por última vez en el espejo, donde embozó para si misma una sonrisa. Abrió el telón y caminó por el pasillo del club nocturno; donde todos iban a beber licor originario de Valle Encantado.
—¡Con ustedes, Roses! —Subió al escenario, donde un micrófono y la banda la esperaban para el primer espectáculo de esa noche. Donde al cantar por un par de horas, le pagaban considerablemente bien, suficiente para subsistir.
El espectáculo terminó y las mesas poco a poco comenzaron a vaciarse. A excepción de una;
—Estuviste maravillosa, como siempre... —El de cabello dorado tomaba su espada para colgársela en su espalda, al ponerse de pie.
—No tienes que venir todas las noches, Arthur —dijo Belle, aún sobre el escenario.
—¿Y perderme tus increíbles presentaciones? Ni lo digas.
—¿No tienes a una princesa o aldea que salvar? —dijo la de cabello cerezo, mientras desmontaba el tripié del micrófono.
—¿Celosa? —dijo Arthur con una sonrisa ladina.
—Ni en tus más grandes sueños —carcajeó Belle.
—Créeme, e soñado con eso muchas veces.
Los ojos azules de la artista se encontraron con el del Valiente.
Arthur había descubierto a Belle cuando se dedicaba a cantar en la fuente de la plaza principal. Con solo una capa y su hermosa melodía. Desde entonces, iba a verla a la misma hora todos los días que Belle cantaba en el pueblo. A los ojos de Arthur, los árboles parecían dar frutos más jugosos al escucharla, el perfume de las flores le aplaudían, y los pájaros cantores le seguían su melodía. Incluso el Sol se asomaba para verla, y las nubes la protegían de que este mismo no la sofocara.
—Deberías volver con tu grupo, por lo que sé, no les gusta que vengas por aquí. —Bajó la mirada.
—Ellos no me ordenan. Si te animaras, los conocerías y también vendrían a verte.
—¿Yo? ¿Conocer a los Valientes Príncipes? ¿Tendría ese honor? —dijo con aires de ironía.
—Belle... —Arthur estaba harto de esa conversación.
—Basta Arthur. Conozco mi lugar, lo dejaron claro la última vez. —La artista no espero respuesta y camino detrás del escenario hacia su camerino.
|||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
La lluvia nocturna empapaba la plaza principal, además de a una figura femenina con una enorme capa. Las calles del pueblo eran bastante seguras, sin embargo, el camino al bosque fuera de la protección del reino, era todo lo contrario. Para Belle solo era una noche habitual donde como todos los días, debía volver a casa, la cabaña en el bosque.
El sendero se miraba tranquilo, aunque con mucho barro por la abundante lluvia. Comenzaba a arrepentirse de correr a Arthur del Club antes de poder acompañarla a casa.
Sus pensamientos la abrumaban, y por inercia seguía caminando, la ambientaban el sonido de la lluvia sobre las hojas, y sus botas restregándose en el barro del sendero.
Aunque, un ruido en particular, hizo despertar su sentido de alerta. Se detuvo por un momento, a escuchar con atención que las pisadas lejanas no eran por sus propios movimientos. Volteó a todos lados, y se aferraba a ver algo a pesar de la oscuridad de la noche.
—Te encontré, Belle —dijo alguien en un susurro. Una voz familiar, que le enchino la piel.
—No... —dijo a sus adentros, mientras comenzaba a caminar de vuelta al pueblo. No iba a ir a casa, ahí estaba indefensa, tendría que pasar la noche en la posada del pueblo.
Las pisadas lejanas comenzaron a sonar cada vez más cerca, el aire comenzó a faltarle y se abrumaba ante la desesperación de no poder ver nada.
—Ya no puedes huir, deudora —Lo escucho tan cerca que solo levanto su mano derecha, dio la vuelta y vio cómo se había protegido con plantas espinadas, sin embargo, no había nada.
Hasta que en la oscuridad del espeso bosque, distinguió unos ojos carmesí. Poco a poco se iban haciendo más grandes e intensos, por tanto comenzó a correr, ahora si, sintiendo como le pisaban los talones.
Uso ambas manos para bloquear el camino tras de ella, pero parecía inútil, aún la perseguían.
Distinguió las luces del reino y por un momento tuvo esperanza, hasta que algo le golpeó el rostro del lado izquierdo, tirándola sobre el sendero.
Aturdida, quiso divisar algo alrededor, donde pudo ver la sombra de ojos carmesí.
—¡Vete, déjame! —Comenzaron a forcejear.
—Tienes una deuda, solo vengo por el pago. —La tomó por el cuello de la capa, exigiéndole.
—¡Yo no tengo lo que buscas!
La sombra de ojos carmesí; se trataba de un ente, mercenario al parecer. En el mundo bajo, las deudas se pactan con sangre, por tanto, todo aquel que comparta sangre es obligado al pago de la deuda; no es efectivo, aunque muchas veces es oro, otros codician cosas que solo con magia oscura se pueden conseguir. El padre de Belle, era uno de ellos, pactando con sangre, condenando a sus descendientes.
Un rayo iluminó el sendero, haciendo que el ente mantuviera marcara distancia de la chica.
—Retírate, a partir de aquí es territorio del reino. No querrás problemas. —El hombre castaño tomó dos pergaminos de hechizos, desafiando al mercenario.
—Tengo un trabajo que cumplir, Valiente. No pueden obstaculizar eso —hablo el mercenario. Aún observando a Belle, mientras ella se ponía de pie.
—Te recuerdo que tienen prohibido ejercer su "trabajo" en este territorio. Tus métodos no son aprobados por el rey. —El Rey White desaprobaba por completo la manera tan extremista del mercenario para obligar el pago de la deuda, por tanto, entre convenios, tratados y muchas discusiones, se prohibió el cobro de tales dentro de sus territorios.
El mercenario sin buscar más problemas, se retiró, no sin antes dirigir una última mirada amenazante a la artista.
—¿Se encuentra bien? —Habló el Valiente; El Príncipe Merlin.
—Sí, gracias señor. —Cubrió su rostro con el inmenso gorro de su capa, intentando retirarse.
—¿Señor? ¿Por qué me ofendes de esa forma? —Llevo una mano a su pecho.
Belle rodo los ojos, y se dispuso a seguir caminando.
—Espere, señora —sonrió.
—¿Me dijiste señora? —dijo entre dientes la artista.
—Podríamos tener la misma edad, y si yo soy un señor, tú también serías una señora.
—Gracias alteza, pero es momento de que me retire. —Con la cabeza gacha dio una reverencia.
—Es mi deber escoltarte hasta el pueblo, madame.
—No es necesario. —Siguió caminando apresurada.
—Oiga, espere. —Comenzó a perseguirla—. ¡Madame, espere! —De un movimiento brusco la tomó del brazo que sostenía su gran gorro, dejando su rostro al descubierto.
Los ojos azules de la artista se encontraron con los marrones del príncipe. El ceño fruncido del varón desapareció al divisar la mirada de la chica. Quien sorprendido la tomó del brazo con ligereza.
—Belle, ¡eres tú! —Merlin rebozaba en alegría.
—Me confunde de persona, señor.
—¡Que no me digas señor!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top